Al instituto! (5)

Por fin, al final de curso, nuestro protagonista consigue hacerlo con el conserje, un polvo inolvidable y salvaje donde los haya.

Y así llegamos al fin de nuestra historia. Todo lo anterior sucedió durante los tres primeros meses de curso. Durante las vacaciones de Navidad les eché de menos a todos, pero en especial a Felipe y Alberto, con los que había hecho tríos inolvidables. Parece que ellos también, porque a la vuelta de vacaciones, hicimos un pedazo de trío impresionante. El resto del curso fue genial, follé en todos los sitios del instituto: vestuarios, váteres, habitaciones, gimnasio, clases... y, aparte de con Felipe, Alberto, Antonio y Pedro, lo hice con un montón de chicos guapísimos. Pero, a falta de poco menos de un mes para que se acabara el curso, todavía no lo había hecho con el conserje. Prácticamente, todos los chicos con los que había estado me habían hablado del conserje, de su rabo perfecto, de sus ojos, de sus labios... Y yo estaba deseando cruzarme con él. Un día (esto es algo que ya he contado en mis anteriores relatos de Al instituto!) lo vi salir de la piscina desnudo. Y me quedé flipando. Creo que no me vio, pero yo a él tampoco lo pude ver muy bien. Esto sucedió a principios de curso y ahora el chaval estaba morenote y aún más fornido, sin llegar a ser un guardaespaldas. Había oído tantas maravillas y me había pajeado tanto con su imagen saliendo de la piscina, que esperaba que no me defraudara, porque desde luego, lo iba a hacer con él, fuera como fuera.

La noche siguiente de decidirme a tirármelo, decidí darme una vuelta por la piscina en la que me lo había encontrado. Estuve un rato en las hamacas, como disimulando. Durante un rato no vi a nadie, pero entonces sucedió.

El conserje salió del agua por la escalera y la visión fue única. Un cuerpo perfecto, en su máxima expresión, unos pezones marcados al final de unos pectorales sin pelos y perfectamente musculados, unos abdominales únicos, unos brazos marcados, con un tatuaje pequeñito en el hombro derecho y unas piernas de infarto. Y lo más importante, llevaba una polla a media asta, con pelos únicamente en la zona superior y de los huevos. Era un hombre perfecto. Tenía unos ojos que pude ver debido al foco que él mismo había encendido, preciosos, entre azules, verdes y grises. Unos labios únicos, tal y como había oído, voluminosos sin exagerar, perfectos para comérselos y unas facciones muy masculinas en la cara. Una barba que comenzaba a asomar con temor y una nuez marcada. La hamaca en la que yo estaba, estaba en la zona que no llegaba a alumbrar el foco, pero aún así, me vio. Al hacerlo sonrió. Y entonces vi la sonrisa más bonita del mundo. No sé qué me pasó, creo que me enamoré. Porque tenía unas ganas enormes de follármelo y parecía que estaba de intruso. Él sabía lo que hacía allí y yo también. Yo sólo llevaba un bañador rojo oscuro y tenía mi mano sobre mi paquete, para poder disimular si él no quería hacer nada. Pero no fue así.

Mientras yo lo miraba atónito y contemplaba cómo el agua descendía por su cuerpo espectacular hasta pararse en su polla, que estaba justamente en el centro de mis ojos. No sé cómo pudo verme, pero lo hizo. Me sonrió y pude contemplar una sonrisa perfecta y con el dedo me hizo una seña de que le acompañara. Él se tiró al agua y se quedó sentado en la zona de los escalones de entrada. Yo me tiré al agua de cabeza y fui nadando hasta donde él estaba. Entonces, me quité el bañador y lo saqué del agua. Así que acabé de hacerlo, me abrazó de manera que su polla tocaba mi ombligo. Se quedó mirando fijamente mis ojos y yo pude contemplar la magnificencia de los suyos. Entonces le di un beso y él respondió con su lengua. Estuvimos un buen rato besándonos hasta que se metió el agua y yo me hice a un lado. Entonces él me cogió y me subió mis piernas hasta su cintura, cogiéndome del culo, en medio de abrazos, caricias y besos. Con todo ese jugueteo mi polla se puso bastante dura y él decidió salir de la piscina. Lo hizo delante de mí y pude comprobar lo precioso que era su culo, prieto, redondito y bien formado. Entonces se sentó en la hamaca donde yo estuve esperando a que él viniera y se abrió de piernas, dejando una a cada lado de la hamaca. Yo no quería marcha tan pronto, así que me senté en sus piernas, juntando nuestras narices y seguí besando y relamiendo sus suaves labios. En uno de los largos, Jose, que así se llamaba el socorrista, me cogió la cara y hubo verdadera pasión. Después del último beso nos quedamos mirando y puede comprobar la belleza hipnotizadora de su labio inferior que mordisqueé. Después de todo esto, mi polla estaba que ya no podía más y la suya, que estaba debajo de la mía, también se puso dura. Entonces, yo cogí las dos y me puse a masturbarlas mientras él seguía besando mi cuello y mi oreja derecha.

Te tenía unas ganas enormes –me susurró al oído.

Ya somos dos.

La casa donde vivía él estaba al lado de esa piscina, así que decidimos ir allí, después de un rato de caricias. Yo tenía miedo de que fuéramos descubiertos. Los dos íbamos cogidos de la mano y con la polla empalmada a follar en su casa.

Al llegar y después de otro beso, caímos en la cama y él se levantó, dejándome solo a mí. Entonces él comenzó a mordisquear mi dedo gordo del pie y subió con su lengua hasta mis ingles, que lamió un poco. Subió a mis pezones, donde se entretuvo mientras sus manos recorrían mi culo y después bajó a los huevos. Sin llegar a tocar la polla, su lengua hizo maravilla con mis pelotas. Entonces su lengua recorrió mi polla y un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Luego se la metió en la boca entera y con sus manos manoseaba mis huevos. Me miró y con una mirada dulce y con ternura con sólo dos dedos tocó mi capullo y lo masajeó durante un buen rato, hasta que volvió a meterse mi polla en la boca. Cuando se la sacó, echó un poco de saliva y siguió masturbándome al ritmo que normalmente lo hacía yo. Besuqueó mi polla como ninguno lo había hecho, casi hasta que me corrí. Pero no quería que lo hiciera ahí. Entonces se tumbó, dejando a mi vista su culito precioso, por el que recorrí mi lengua sin llegar a tocar su ano, que ya tendría una apertura considerable. Y así fue, sin ningún esfuerzo, mi polla entró entera de una en su culo. Pareció encantarle ese roce. Cuando subí el ritmo, el de sus jadeos subió, hasta que me dijo:

Córrete dentro.

Y eso hice. La mayor corrida de mi vida fue dentro del culo perfecto de un chico que me acababa de hacer la mayor mamada de mi vida. Me corrí dentro entero y cuando la saqué, aún quedaba semen, porque otro chorrito quedó en el culo. Ese chorrito lo recogí con mi polla y lo metí en su culo, todo entero, pero sólo con mi capullo. El capullo era el que hacía el trabajo, entraba suavemente y muy lubricado a su culo, recorriendo ahora un pasadizo mojado de mi placer.

Pero él no quería acabar ahí. Ahora le tocaba a él.

Cuando se levantó, pude ver lo tiesa que estaba su polla y la perfección de esta. Tenía un capullo muy bien formado y un grosor justo para cualquier culo, sin llegar a ser un tanque. Era larga, pero sin pasarse. Me puso a 4 patas encima de la mesa y pensé que no quería penetrarme aún, porque su polla no llegaría tan alto. Y no me penetró, escupió en mi culo y metió un dedito, poco a poco. Él supo que mi culo no estaría tan abierto y por eso fue con mucho cuidado. Sin llegar a pasar de un solo dedo, siguió metiéndolo más y más, cambiando de dedo, hasta llegar al corazón, que fue el que más profundo entró. Después, su lengua hizo un largo recorrido por mi ano y durante mucho tiempo. Estaba disfrutando muchísimo comiéndome el culo, a la vez que se la cascaba. Después de un rato, me dijo que cambiara de posición. Me puse bocarriba y puse mis piernas encima de sus hombros, que encajaban perfectamente. Entonces su polla entró lentamente dentro de mi culo, saboreando hasta el último rincón hasta que entró toda entera. Al principio fueron movimientos muy lentos y de dolor, hasta que mi culo se acostumbró a aquella perfección de polla. Disfrutaba mucho pentrándome, estuvo un buen rato haciéndolo, un rato que supo a gloria, pero él no quiso correrse aún, así que me sentó en el sofá y me abrió de piernas. Su lengua pasó suavemente por mis labios, dejando un suave sabor. Después bajo a mi polla y estuvo un buen rato practicándome una mamada impresionante. Después se sentó encima de mis piernas y cascó nuestras dos pollas juntas. Cuando, entre jadeos de placer entendió que me iba a correr, me puse de pie y él se arrodilló. Me corrí por segunda vez en él, esta vez en su boca. Después me dio un beso y pude saborear su sabor. Ahora le tocaba a él. Se sentó en el sofá como lo había hecho y quería, evidentemente, una mamada como él me había hecho. Estuve un buen rato, intercambiando besos, caricias, masturbación, mamada, huevos, jugueteo... Hasta que llegó el momento. Fue igual que antes, así que se puso de pie, yo me arrodillé y sin tocársela, sólo con la lengua y tocando con mis manos su delicioso culo, se corrió en mí. Primero un gran chorro de semen impactó dentro de mi boca. Después la saqué de mi boca y con mi mano seguí masturbándola hasta que se corrió en mi boca, cara, pecho y mano.

Fue una corrida espectacular, que acabó con jadeos y gritos de Jose. Me abrazó y entre semen, calor, sudor, cuerpos, pollas, nos tumbamos en la cama...

Así acaba el año de estudios más intenso de mi vida. Ahora tengo 22 años y sigo estudiando, y en la Universidad de la misma ciudad. Desde luego no me arrepentí de seguir estudiando. Pero eso forma parte de otra serie de relatos.

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