Al instituto! (1)

Un chico de 18 años llega a un instituto interno y conoce a dos amigos con los que pasará unos días inolvidables en todos los sitios del instituto.

Hola, soy Juan y esta es mi segunda historia, para los que no me conozcan, me describiré otra vez: Tengo ahora 18 años, soy alto, moreno, ojos marrones y un poco musculado, debido a mi afición al gimnasio, la natación y sus vestuarios. No tengo pelo excepto en la zona del pene, las piernas, la cabeza y un hilo que recorre un camino desde mi ombligo hasta mi pene.

Esta historia sucede cuando mis padres deciden mandarme a un instituto interno aquí en España, pero donde sólo se habla inglés. Daba la casualidad de que yo ya había visitado las instalaciones de ese colegio, ya que mi hermano fue a estudiar allí también y nos invitó el día de visitas.

El primer día llegué y lo primero que hice fue dirigirme a la residencia, un edificio aparte del instituto. Cuando llegué a mi habitación ya había un chico esperando a que abriera la puerta el conserje, que estaba al final del pasillo.

Hola! Qué tal? Eres nuevo?

Sí, recién llegado.

Soy Alberto y ese que viene por allí es Felipe.

Al terminar de pronunciar la frase Felipe llegó y me estrechó la mano y también Alberto.

Soy Juan, dije yo.

Encantado! –dijeron los dos a la vez-

La vista entonces ya fue impresionante, a primeros de septiembre todavía hacía calor y Alberto llevaba una camiseta blanca de tirantes que dejaba al aire sus musculosos brazos y marcaba sus pectorales y sus pezones y Felipe llevaba unos pantalones de chándal que le hacían un culo impresionante.

A ver si no armáis mucho este año, eh? –dijo el conserje.

Alberto y Felipe sonrieron y agacharon la cabeza.

No quiero ni imaginarme por qué ha dicho eso el conserje –dije yo.

Ya nos tocó juntos el año pasado y no les dejamos precisamente dormir a las habitaciones de al lado.

No dijimos nada más durante nuestra instalación en la habitación, donde habían tres camas individuales en el suelo dos escritorios, dos armarios, un baño y un ordenador.

Alberto y Felipe juntaron sus camas quitando la mesita del medio.

Dormís juntos? –les pregunté.

No, es para ocultar en medio las revistas porno –dijo Alberto, como si fuera lo más normal del mundo, sin prestarle atención.

Cada uno sacó entonces de sus bolsos unas 4 ó 5 revistas porno. No sé si sería mi imaginación y las vistas que tenía directas entonces al culo de Felipe, pero me pareció que sacaba una revista de tíos. Y lo más sorprendente: un tarro de vaselina sin olor, que pude ver claramente. Decidí no darle más vueltas a ese tema y saqué yo mis cosas.

Ese primer día fuimos a las clases de presentación del tutor y de los profesores, ninguno me llamó la atención excepto el profesor de gimnasia, recién graduado, era su primer año en un instituto y: 26 años, rubio, melenita corta y cuerpo genial, ya sudado porque ya había dado clase con los mayores.

Terminadas las presentaciones me di una vuelta por las instalaciones hasta la hora de cenar. Era un complejo enorme, con gimnasio, piscina, conservatorio, sauna, 3 laboratorios y un montón de aulas auxiliares para distintas áreas de FP. La nuestra era la residencia de las clases de inglés y visité el edificio correspondiente a nuestras aulas. Estaba muy bien.

Después de cenar nos fuimos a dormir y después de un rato en la habitación llegaron Felipe y Alberto juntos.

Ya has visto todo?

No, no me ha dado tiempo a verlo entero.

Tranquilo, ya te iremos enseñando nosotros todo.

El ordenador tiene conexión a internet o es el cable del teléfono?

Tenemos ADSL del normal en cada habitación –dijo Felipe.

Lo malo es que cada año formatean los ordenadores y no hice copia de seguridad el año pasado –dijo Alberto.

Perdiste trabajos? –pregunté.

No, todas las fotos porno y un montón de pelis.

Tú eres un salido! –dije yo de broma.

Tú tienes pinta de eso también –dijo Felipe.

Simplemente me limité a sonreír.

Durante esa noche no pude hacer otra cosa que pensar en mis compañeros de habitación en el vestuario del gimnasio conmigo, lo que produjo una notable erección que en situaciones normales me hubiera dedicado a masajear, pero que no era plan en la primera noche juntos.

Al día siguiente (pasamos directamente a la 5ª hora) al terminar la hora de gimnasia, el profesor dijo que quien quisiera se podía duchar en los vestuarios, pero que aún no había agua caliente, así que podíamos usar las duchas de la habitación.

Felipe y Alberto se fueron a la habitación mientras yo preferí quedarme en los vestuarios. Poca gente se quedó conmigo, pero la suficiente para hacerme una idea de lo bien que lo iba a pasar en las clases de gimnasia.

Cuando volví a la habitación abrí la puerta y pasé a mi cama, puse la ropa de gimnasia en el cesto y me quité la camiseta. No oí ruido procedente de la ducha y me extrañé, así que pasé a echar un vistazo, pero sin avisar. La escena fue la siguiente:

Felipe y Alberto, aún sin duchar estaban en la taza del váter. Felipe sentado y Alberto encima, entendéis no? Las manos de Felipe recorrían todo el cuerpo de Alberto mientras este con los ojos cerrados masajeaba su propia polla mientras la de su compañero entraba y salía de su culo sudado y dilatado ya lo suficiente. Ninguno de los dos se dio cuenta hasta que Felipe apartó su vista de los labios de Alberto que estaban babeando y me miró.

No has avisado de que te querías unir a la fiesta –dijo Alberto, aún con los ojos de lujuria.

Ya te decía que tenía cara de salido –dijo Felipe.

Yo... pensaba que no había nadie y...

Ya, y por eso llevas ahí un rato viéndonos. Y ¿cómo explicas lo de ese bulto en tu pantalón?

Entonces me di cuenta de que mi polla había crecido hasta límites insospechables. Sin saber lo que decir, abandoné el cuarto de baño.

¿Dónde vas? –dijo Felipe- estás a puntito, cariñín, ven aquí.

Sin pensármelo y sin saber por qué accedí mudo a la proposición. Alberto se levantó de encima de Felipe y se puso a 4 patas.

Saboréalo.

Yo no le penetré directamente, si no que mi lengua se decidió a buscar su ano sudado y con el sabor de la polla de Felipe, que ahora estaba descansando de haber penetrado a Alberto. Mi lengua se hundió en el culo de Alberto y saboreé de todo mientras mi polla estaba más y más dura y Felipe estaba quitándome los pantalones y los boxers.

Para de degustar, pídete el menú completo.

Entendí a la perfección la sugerencia y mi polla se encaró directamente hacia el precioso y mojado culo de Alberto. Mientras tanto, Felipe se estaba colocando delante para que Alberto le diera una clase de lenguaje. Alberto parecía ponerse más y más cachondo a cada penetración y la polla de Felipe entraba más profunda cada vez dentro de la boca de Alberto. Entonces salimos a la habitación y yo me senté en la cama esperando la reacción de alguno de los dos. Me abrí muchísimo de piernas y Alberto que pareció no haber tenido suficiente se sentó encima de mi, de cara, con lo que podía masajear su cuerpo igual que antes Felipe que ahora estaba cascándosela solo.

Mis manos recorrieron todo el cuerpo de Alberto, especialmente el culo, en el que me detuve y pasee un buen rato. Después mi mano derecha cogió su polla mientras mi mano izquierda subió a sus labios. Jugueteé un buen rato con mis dedos en los labios y la lengua de Alberto. Él chupaba con énfasis todos y cada uno de mis dedos que habían estado en su culito.

Felipe avisó y llegó donde estábamos nosotros. Sin darme tiempo a que se la chupara un poquito, se corrió en nosotros dos.

Fue una sensación indescriptible, que me puso muy, muy cachondo.

Dos o tres trancazos después, me corrí entero en el culo de Alberto, al que pareció gustarle muchísimo que lo hiciera. Entonces se levantó y goteando por su culo, me lo señaló. Todo el semen de la zona exterior de su culo fue recogido por mi deseosa lengua. Sólo faltaba Alberto por correrse. Yo no me lo pensé, mientras Felipe se terminaba de limpiar, senté a Alberto en la cama, lo abrí de piernas y empecé a jugar con mi mano en su polla mientras mi lengua recorría toda su pierna, sus ingles, sus huevos, sin llegar a tocar la polla.

Sin previo aviso, se corrió, derramando dos o tres chorros potentísimos de leche en el cesto de la ropa sucia que había justo al lado.

Tampoco pude saborear la polla de Alberto. Pero estoy seguro de que muy pronto sucederá.