Al final eran tiernos.
De repente entraron como si nada y la destrozaron, pero al final eran tiernos.
María José preparaba la cena para ella y sus amigos cuando escucha la puerta abrirse. De inmediato escucha la conversación de los que entraban, Mario y Javier, y les dice que pasen.
Entonces sintió algo raro en el aire.
Alguien Le tapó la boca y la nariz con una mano, privándola del aire, mientras apoyaba el bulto inflado en sus nalgas. La presión que le hizo con la cadera era tal que sus piernas se lastimaban con el mármol de la mesada. En la desesperación, una segunda mano le tapo los ojos, una tercera la tomó por la entrepierna, agarrándola como un gancho y una cuarta se metió por debajo de su camiseta.
María José trataba de respirar inútilmente mientras forcejeaba con los brazos que le tapaban la cara. “Quédate quieta” decía Mario mientras la embestía con su bulto casi golpeándola en la cola. El movimiento se repetía como castigo. Embestida tras embestida cada vez más rápido, podía sentir la cara de maldad de Mario al hacerlo y también el enorme bulto apretándole las nalgas. De repente la mano que le prohibía respirar afloja la presión y uno de los dedos se mete en su boca y María José, que pretendía morderlo, no lo hace. Se ve paralizada por la mano que está en su entrepierna, que frota sobre la ropa los labios e intenta penetrarlos contra toda tela. “Chupa” dice Mario en su oído y los labios de la boca se cierran en el dedo anular. Su lengua bailotea a lo largo de las falanges llenándolo de saliva y luego empieza a mover la cabeza lentamente hacia adelante y atrás haciéndolo salir y entrar.
La mano que luchaba contras las telas se aleja al igual que la que manoseaba sus pechos. Mario saca el dedo de su boca y le toma la cintura, haciéndola caminar. La guía hacia la habitación y la lanza sobre la cama boca abajo. Le toma el cuello para que no se levante mientras el short negro se iba para abajo a manos de Javier dejando el culo enorme de María José a la vista con el culote blanco siendo comido por las nalgas.
Mario suelta el cuello de María José y casi hipnotizado se acerca a él. Javier ya estaba manoseándolo y separando los cachetes. Noto la excitación de María José y como los labios hinchados se escapaban de la tela.
Javier clavo los dientes en la nalga de María José y de inmediato Mario hacia lo mismo en la otra. Mordidas y chupones se repartían en la cola abundante y de un momento a otro la tela de la ropa interior se desgarró de un tirón. Los cachetes se separaron y los dedos de ambos empiezan a hurgar en su sexo como queriendo romperlo. Una mano metía dos dedos sin ningún tipo de piedad mientras la otra frotaba como podía el clítoris.
- Salí, Salí.- Dice Mario y empuja a un lado a Javier. Se desabrocha el pantalón casi desesperadamente dejando su miembro enorme, gordo y latente al aire. Toma de la cintura a María José poniéndola en cuatro y sin preguntar inserta todo el miembro hasta el fondo. El ruido de la concha de María José era debido a la extrema lubricación que había alcanzado. El glande hacia tope con las paredes internas de María José y cada embestida bestial le daba espasmos de dolor en su interior. Las uñas de Mario estaban clavadas en las caderas de su chica y su lengua se relamía una y otra vez los labios. Alternaba entre movimientos rápidos y pausas repentinas con el miembro entero adentro. Cada segundo que pasaba parecía hincharse más. María José sentía como se deformaba entre las piernas.
En uno de eso momentos de pausa, Mario le empuja la columna a María José hacia abajo haciéndola arquearse. El movimiento hace que se separen aún más las nalgas y su pequeño culito quede totalmente expuesto. Mario no duda y le mete un dedo hasta adentro.
Los gritos de placer se mezclan con los de dolor pero de repente se cortan cuando Javier se sentó frente a la cara de María José, sin ropa, con las piernas separadas y su verga aún más gorda que la de Mario pero semi erecta. Le dedico una sonrisa y la tomo de los pelos. “Abrí” le grito y María José respondió.
La masa de carne entro en su boca y casi automáticamente la sumisa degustaba el miembro. Movía la lengua tanteándolo entero, aunque la degustación se interrumpía intermitentemente porque Mario aumentaba el ritmo. En sus caderas e marcaban las uñas de Mario que es iba poseyendo, no podía despegar los ojos del culo de María José y de la forma en que se aplastaba ante cada embestida y a la vez su dedo se un día más y más.
Javier notaba la distracción de María José y esto lo hacía enfadar. La tomo de la nuca y le apretó la cara contra su zona genital. Todo el pene gordo estaba en la boca y garganta de María José, los sonidos de la saliva corriendo por la garganta lo excitaban y su miembro se inflaba como un globo caliente. María José se ahogaba y como podía tiraba saliva por la comisura de los labios. Las lágrimas corrían por sus mejillas y las arcadas no la deban respirar. Javier se compadeció y retiro media verga de su garganta. María José pudo abrir la boca exigiendo la mandíbula y un mar de saliva pegajosa cayo en la cama colgando.
Javier quedo encantado con eso y volvió a introducir todo adentro de la garganta. Los cachetes de María José se hincharon y el sonido gutural de la saliva volvió, ahora más fuerte que antes.
Los quejidos de María José por el pene de Mario se mezclaban con la desesperación por respirar. La bruteza domino a los hombres y empezaron a empujar. María José parecía quebrarse. Llego a un orgasmo enorme que la hizo sentir como si sus músculos se contrajeran. Sus ojos se pusieron en blanco y quedo sin respirar por varios segundos.
Por suerte el clímax de Mario llego y los movimientos bruscos la movieron para atrás sacando la verga de Javier de su boca. Otra vez un océano de saliva salió eyectado desde su garganta. La bocanada de aire entro en su cuerpo en el mismo momento que Mario inundaba su concha con un montón de semen impensado.
Al retirar el pene Mario, varias gotas de semen espeso cayeron por los labios de María José. Y antes que pueda tomar noticia de esto, Javier la tomo de los pelos, la bajo al piso haciendo la arrodillar. Las lágrimas de María José eran mitad por el ahogo y mitad por el miedo. Era una imagen casi morbosa ya que la pintura de ojos dibujaba un camino en sus mejillas. Ambos, Mario y Javier se pararon frente a ella con sus enormes pedazos de carne venosa frente a su cara. Entonces Mario la tomo del cuello apoyando su cabeza contra el colchón, cortándole el aire. Javier le tomo el pelo y le apretó la cabeza hundiéndola en el colchón, para que no se mueva, Y ahora Fue Mario, con su verga todavía enorme y con restos de semen, el que atraganto a María José.
La garganta de María José quedaba ahora a la vista y denotaba como se le deformaba cuando el tronco de Mario llegaba al fondo. Javier la ahorcaba con las manos, entonces la verga de Mario parecía tener que romper la resistencia y llegaba más adentro. La saliva chorreaba a borbotones por las comisuras, las lágrimas creaban surcos en las mejillas y los ojos se desorbitaban. De repente Mario afloja y solo deja el glande en la boca, fue entonces cuando Javier le metió un dedo en el costado de la boca abriéndola y mando su gruesa verga en la boca. Las comisuras empezaban a lastimarse, Las mandíbulas le dolían. No entraba más que los glandes pero no los iban a sacar. Ambos se masturbaron en esa pose hasta que acabaron a la vez. Mario otra vez un torrente de semen y Javier exploto como una bomba. María José se ahogó y alcanzó a correrse a un costado tirando la gran cantidad que no trago. Varios chorros le cayeron en el pelo.
Le costaba respirar después de eso. A los chicos se los notaba un poco cansados pero la cara lasciva no se les iba. Unos segundos después María José alza la mirada, sentada en el suelo como estaba. Los miró a ambos a la cara, los miro y dijo “sigan”.
Ambas vergas estaban semi erectas ahora, pero ante la palabra de María José, dieron un respingo, como una reacción. María José se arrodillo frente a ellos, tomo cada verga con una mano y las empezó a masturbar. Desde el grande hasta las bolas grandes y afeitadas de cada uno. No tardaron mucho en estar totalmente erectas de nuevo.
Empezó a propinarles lamidas una a la vez. Besos y chupones. Se quedaba un par de segundos con una degustando cada centímetro con su lengua y luego pasaba a la otra.
Los chicos la pusieron de pie y fue Javier quien la tomo del culo y la alzo, de inmediato María José lo rodeo con las piernas. Ambos se fundieron en un beso mientras el glande se paseaba entre los labios de María José haciéndola calentarse más y más. Un dedo ensalivado de Mario le acaricio el culo y empezó a lubricarlo. Entonces Javier entro en ella totalmente. El gemido salió de a poco pero progresivamente. A la vez algo empujaba en su culo. Mario estaba empezando a penetrarla. Cuando logro entrar el gemido se transformó en grito y entonces tenía dos vergas en su interior partiéndola, rompiéndola
Demasiado grande, prácticamente la desgarro pero el dolor estaba disfrazado por el enorme placer. Casi en trance sentía como su cuerpo se aplastaba contra los otros dos, y como las dos vergas enromes que la rompían parecían encontrarse adentro de ella. Los líquidos de su entrepierna chorreaban por Javier y sus uñas se clavaban en la espalda del chico.
Mario le pasa un brazo por el cuello casi ahorcándola de nuevo pero dándole chupones mientras forzaba el recto.
Otro orgasmo, una explosión como un vidrio que revienta en millones de pedazos. Su cervical se dobla como una mecha extinguiéndose.
Mario se la saca y María José se da cuenta del tamaño que tiene ahora su culo, totalmente deformado, este se movía como pidiendo más. Javier la lleva a la cama y se tira hacia atrás, con ella arriba, de inmediato se acomoda arriba de él y empieza a cabalgarlo pero Mario, casi sin esperar la empuja contra el pecho de iban y se sube a la cama para volver a penetrarla. Esta vez entro sin dolor. Llegaron a un movimiento sistemático donde ambos entraban hasta el fondo y salían a la vez. Los espasmos de dolor/placer que tenía María José se daba cuando sentía como ardían lugares que nunca habían ardido dentro de ella.
El ritmo aumento y ahora Javier descarga un montón de semen en su concha. Este sale por os costados sin encontrar lugar dentro de ella.
De repente la puerta se abre. María José mira y a la vez empieza a tener otro orgasmo que le nubla la vista. Un hombre alto, con el pelo largo, fornido, desnudo y con otro miembro enorme. Colorado y pura carne. La toma del pelo y le empieza a frotar la verga y los huevos por la cara, María José solo saca la lengua y deja que su saliva impregne la carne del nuevo. Este le pone la bolsa de sus huevos en la boca apretándola y se empieza a masturbar sobre la cabeza de María José. Entre chupada y chupada había quejidos porque Mario seguía rompiéndola, había llegado aún más adentro, y Javier había vuelto a la acción.
Entonces Mario toma los pelos de María José como si fuera un caballo y la tira para atrás doblándola. El nuevo toma su miembro y lo mete en la boca de María José haciéndolo entrar hasta el fondo, la garganta se le volvía a deformar. Se le hinchaba ante queda embestida. No soportaba más, los ojos idos, las lágrimas le manchaba ahora el cuerpo y la cama. Litros de saliva chorreaban por todos lados en su boca, su lengua no sabía qué hacer. El cuerpo le pedía respirar pero su tremenda excitación la obligaba a chupar. Todos los puntos coincidían en su más profundo ser dentro de ella y de repente aumentaron el ritmo endiabladamente, gritaban furiosos, la estaban rompiendo, la estaban matando, parecía un animal al que rellenaban y lo maltrataban. Exploto en otro orgasmo más, Mezcla excitación mezcla morbo y un deseo inentendible. Sus labios ya estaban totalmente colorados y sus muslos golpeados, llenos de moretones de quien sabe qué. Su culo deformado, desgarrado y totalmente abierto.
Entonces Javier, Mario y el nuevo se tensionan y explotan dentro de ella, esta vez exageradamente. El semen se sale de la concha de María José, rebalsa de su culo y le llena la boca, la garganta la nariz y hasta los ojos. Al salirse los tres a la vez pareció desinflarse. Sintió como toda la leche de nuevo viajo por su garganta y el resto quedo en su boca y perilla. Sentía como ardía en su entrepierna un mar pegajoso que también venía desde atrás. Termino por desmayarse.
Cuando despertó estaba sola. Como pudo fue a la cocina y vio una cena preparada para uno y una tarjeta que decía “ Te queremos mucho”. Fin