Al final el final

La desesperada vida de Alejandro.

AL FINAL EL FINAL

La vida da tantos giros… no sé ni como pudo llegar a esa situación pero lo hizo, de verdad que lo hizo. Todo empezó con la comida… bueno, no. Yo empezaré por ahí pero me supongo que todo empezó al principio, como todo.

El principio del fin. En cuanto empieza una cosa no hace más que encaminarse a su final, al declive. La auto inmolación. Terminar con lo que había empezado… terminar… ¿Dónde iba? Ah sí. Pues eso… siempre había disfrutado de la comida. Todo lo que se podía comer le gustaba, no hacia ascos a nada y además le gustaba en cantidad, comía hasta hartarse, hasta no poder mas, por eso dejaba de comer, porque no tenia sitio para mas, no porque no quisiera seguir engullendo alimentos y disfrutando de cada bocado. Todo era tan delicioso…. El dulce, la carne, las legumbres, la fruta… de todo disfrutaba con delectación. De los gustos, las texturas, los aromas…. La sensación de la ingesta deslizándose por su garganta, el crujir en su boca de los bocados mas tiernos, la gelatinosa sensación de los bocados mas…. Todo le satisfacía, pero de pronto… o paulatinamente, no lo se, que importa.

Empezó a comer menos, había días que los pasaba con un bocadillo a media tarde o no comía nada en todo el día y para cenar se hartaba de cualquier cosa que tuviera a mano. No es que no sintiera el hambre roerle las tripas, no, claro que la sentía rugiendo en sus entrañas. Simplemente, no le apetecía comer, una abrumadora pereza por ponerse a tragar, a masticar, a perder el tiempo en ir introduciéndose trocitos de comida en la boca e ingerirlos, le hacía abstenerse de comer. (Tiempo que por otra parte no aprovechaba en absolutamente nada) cuando de vez en cuando encontraba algún alimento que le agradaba podía pasarse días enteros, semanas… comiendo solo de aquello, hasta que al final lo aborrecía y ya no lo probaba nunca más.

Tenia que obligarse a comer cuando la debilidad hacía que sus miembros flaquearan y aun entonces comía poco y de mala gana. A veces, en ocasiones, cuando empezaba a comer le surgía nuevamente el apetito y comía como un energúmeno, atiborrándose de lo que fuera. La mejor manera de abrir el apetito es comer. Pues eso es lo que más o menos le ocurría en el ámbito nutricional, y en esencia en su vida propia… o… propiamente dicho. Si, pues con el sexo le sucedía tres cuartos de lo mismo.

Lo abandonó por completo y esa nueva castidad, que no era auto impuesta o premeditada, le resultaba totalmente indiferente. La abstinencia. Pero el sexo en sí mismo le producía una desidia inaguantable. Le suponía demasiado esfuerzo para tan poca recompensa. Si hubiera sido una prostituta posiblemente habría trabajado en el burdel hasta jubilarse, sin problemas, sin esfuerzo. Sin pena ni gloria. Un trabajo más. Pero él era un hombre soltero, de treinta y dos, treinta y dos años, sin compromisos, sin obligaciones. Y el sexo era algo totalmente prescindible. ¿Que si se hacia pajas? Claro que si, pero eso no era sexo. Era… como fumar un cigarrillo cuando tienes hambre, como rascarte cuando te aburres, como tantas cosas que se hacen….

Y así dejo constancia de por qué lo hago, por qué desaparezco para siempre… podría haberlo escrito en primea persona, pero ya, yo, es como si no existiera y narro como lo que soy, o seré en breve, un recuerdo. Si me recuerdan.