Al final del camino (versión 2.0)

¿Quieres que pare?... Dímelo ¿quieres que te deje libre?- Me dijo Joaquín mientras mi cabeza daba vueltas, con una sensación de angustia y deseo unidos, inseparables.- ¡Dímelo!

Señoras y señores:

Después de un largo receso he vuelto a escribir y a releer mis antiguos textos (mis criaturas). Y como creadora celosa, les haré algunas correcciones y en el caso del "Al final del camino" lo reuniré en un solo texto, siempre me pareció extraño en la forma que lo dividí y catalogué (donde el final quedaba como la cola cortada de una lagartija, con movimientos provocados por impulsos nerviosos pero sin vida).

Saludos,

Nina

Al final del camino

(versión 2.0)

Me gusta tomar la carretera y dejarme llevar. Vestida de forma cómoda y con mochila al hombro partía nuevamente rumbo al sur, hacia las montañas. Me levanté temprano para escapar de la cuidad. Había contado los días que me faltaban para desaparecer. Adiós a los teléfonos, adiós a la congestión, adiós a esa forma de vida que me asfixiaba. Estando en la carretera, todo el trajín citadino quedaba atrás… solo restaba esperar, esperar hasta que parara un auto. ¿Por qué no tomar un bus y escapar de una vez? Simplemente por que no quería que mi viaje fuera un trámite. Mi aventura comenzaba en la carretera, al lado de la ruta. Cerca del medio día paró el primer auto que me llevó. Luego pasaron casi 11 horas de viaje hasta que el último de los vehículos que me había levantado, me dejaba en el cruce donde salía el camino que enfilaba directamente hacia las montañas. Era una pareja de ancianos octogenarios que, un par de horas atrás, me había recogido en una gasolinera y me intentaban convencer que siguiera hasta el próximo pueblo para no dejarme en esas soledades. Trataron de darme dinero para alojarme en algún lugar decente. Una señorita no debía arriesgarse de esa forma. Por supuesto rechacé su generosa oferta ¿Cómo le explicas a un par de abuelos que no era la falta de dinero lo que te motiva a realizar un viaje de esta forma? Les mentí, para tranquilizarlos, diciéndoles que vendrían por mí. Me enterneció su actitud, su deseo de protección, los deje ir. El camino de tierra que se desprendía de la carretera madre, invitaba a recorrerlo sin prisa. Mire mi reloj, las 21:15. La luz se había retirado hace poco y la noche estrellada comenzaba a desplegarse. Si hubiera llegado un par de horas antes habría alcanzado a tomar el destartalado micro que acercaba a los paisanos hacia la montaña, único medio de transporte con el que contaban muchos para comprar víveres en el pueblo y volver. Mi destino era una pequeña cabaña escondida en las montañas, que había comprado a muy bajo costo y que año a año, en mis viajes, iba reparando. Llevaba conmigo comida para tres días, antes de tener la necesidad de bajar en el viejo micro a abastecerme y comprar algunos artículos para seguir con la reparación de la cabaña. Los vecinos más cercanos estaban a kilómetros, lo que me permitía una tranquilidad absoluta. No era la primera vez que me acomodaría a descansar al lado de la ruta, arropada con mi saco de dormir, a esperar el amanecer para retomar el camino. Era parte del encanto que me cautivaba, no depender de nada, salir del circuito enajenado de la ciudad y pulsar a un ritmo propio. Me enrolé un tabaco, el aroma a vainilla me envolvió y comencé a caminar. Me coloqué los audífonos, sonaba una compilación del grupo AIR. Ideal para el estado de nirvana en que me encontraba. La música era algo que no podía faltar en mi paraíso y a falta de electricidad, parte de mi carga eran baterías. Llevaba cerca de un par de horas caminando cuando sentí el cansancio natural del cuerpo. Me detuve frente a un árbol y me senté, apoyando mi espalda en él. AIR seguía sonando. Noté como el sudor me cubría con una fina capa. Vi las luces de un vehículo que venía en dirección a las montañas. Ni siquiera hice amago de levantarme para detenerlo. En un momento las luces me dieron de lleno. Venía muy rápido pero al verme aminoró drásticamente la velocidad. La tierra se levanto a mí alrededor. El vehículo paró a unos cinco metros y retrocedió hasta donde yo estaba. Pude distinguir que era un 4x4, bastante ostentoso para el tipo de vehículos que se podía encontrar por esta zona. Definitivamente quien lo conducía no era un campesino. Se abrió la puerta de copiloto y escuche la suave música que salía del interior. Me incorporé mientras pensaba como deshacerme, al igual que los ancianos, de quien pretendía llevarme. * Llegaste .- me dijo como si me conociera de toda la vida.- Me extrañaba que mi vecina tardará tanto .- me quede muda por un momento, con la excusa atravesada en mi garganta. Me había descolocado. * Disculpa, creo que me confundes, no nos conocemos, estoy segura * ¿Eres la chica ermitaña que arregla su cabaña minuciosamente cada año? .- trataba de reconocerlo, como a alguien que no se ve hace mucho y el tiempo ha cambiado sus facciones. Pero definitivamente no lo había visto en mi vida. Era un hombre alrededor de los 35 ó 40 años, alto, de aspecto despreocupado, como quien no tiene que rendir cuentas a nadie: cabello desordenado y barba de semanas.- Tranquila, es verdad que no nos conocemos…aún. Sube, en el camino te voy contando. Me intrigaba que supiera de mí en ese rincón perdido del mundo, la curiosidad hizo que me subiera. La excusa para deshacerme de él, se había perdido en la noche. * Soy Joaquín .- dijo relajadamente. Y emprendió la marcha. * ¿También sabes que me llamo Nina? - se rió y negó con la cabeza. Era de lo más extraño lo que estaba ocurriendo. Me fije en la cicatriz que cruzaba su ceja izquierda que le daba un aire pendenciero. Pero lo contrarrestaba con su sonrisa amplia y sincera, que le daba un aspecto amable. * Nina… un nombre bonito y simple - me agradaba su galanteo sutil.-. ¿Sabías, Nina, que la gente de los alrededores te observa y se tejen retorcidas historias sobre ti? Los lugareños creen que no es normal que una chica venga sola y trabaje arreglando su cabaña. Eres todo un mito por acá .- me lo decía alegremente, dándole un tono sobre actuado, sin perderse detalle de las reacciones de mi cara. * Nunca pensé que podía causar tanto alboroto. Me imaginaba que era totalmente indiferente a las personas que viven por acá. Es como si hablaras de alguien ajeno a mí. Pero, tú no pareces ser de acá… te ves… algo más sofisticado. * Las apariencias engañan, mi querida Nina. Yo vivo aquí hace años. Aunque viajo bastante. Soy tu vecino, dueño de varias hectáreas junto a tu terreno. La entrada a mi propiedad está donde termina el camino. En cierto sentido también podría ser un excéntrico ermitaño para los habitantes de estos parajes, pero como soy hombre… tengo mis ventajas .- una sonrisa se instaló en mi rostro, me encantaba la forma en que se expresaba y entablaba un nexo de confianza.- El año pasado te vi por primera vez en el pueblo, mientras comprabas. Quizás debí presentarme en ese momento, pero a veces… soy muy tímido .- reímos de buena gana. Era encantador.

Le conté los detalles de mi viaje, de cómo escapaba cada año de la ciudad con la idea de que algún día no regresaría. Hasta comencé a contarle detalles de mi vida. Las palabras fluían libremente, entre risas y comentarios cómplices. Me gustaba y fui abiertamente coqueta. Me imaginé que esta temporada podría ser muy cálida a su lado. Con preguntas sutiles, averigüé que no tenía pareja y una sentí punzada de alegría. Decidí que quería ser más que su vecina ermitaña. Pero todo con calma, había tiempo para la conquista y tenía la seguridad que iba muy bien encaminada. Las casi catorce horas de viaje comenzaban a hacer merma en mi cuerpo. El aire acondicionado del vehículo, la música suave, la conversación con Joaquín y sobretodo la confianza hicieron que el relajo se cerniera sobre mi…los parpados me pesaban cada vez más y me deje ir. No se cuanto dormí. Pero cuando desperté me di cuenta que el auto estaba detenido. Las luces apagadas. Mire hacia el asiento del conductor y ahí estaba él, mirándome, quieto en la oscuridad. En un segundo tuve la certeza de que algo había cambiado. Un escalofrío recorrió mi espalda. Traté de espantar el miedo, recordando el trayecto tan amable que habíamos tenido, pero sentía esa sensación física de peligro inminente, como un alarma en mi interior. * ¿Qué… qué paso? ¿Por qué nos detuvimos? - pregunte en el tono más despreocupado que pude fingir, con mi mejor sonrisa. * Ya llegamos Nina, bájate .- pronunció esas palabras con una tranquilidad que no lograron calmar mi aprensión. Él bajó del auto. Mis ojos se habían acostumbrado a la noche y no reconocía donde estaba, sólo supe que no era mi cabaña. Saqué mi mochila del vehículo y empecé a separarme de él. * Te agradezco tanto que me hayas acercado, la noche está espectacular para caminar hasta mi cabaña.- temía que me temblara la voz y tenía la impresión que olía mi miedo .- nos veremos un día de estos.- Ya no me parecía sexy la idea. * Nina, entra a la casa .- dijo sin inmutarse. Mi corazón latía cada vez más fuerte, parecía que se me iba a escapar por la garganta, tenía la boca seca. * La verdad… sólo quiero llegar a mi cabaña… otro día acepto tu invitación, hoy siento muy cansada .- dije sintiendo como mi sonrisa se resquebrajaba, sin para de retroceder.- Sólo deseo estar en casa - decía esto al tiempo que pensaba en como escapar de ahí.

Se acercó decidido acortando la distancia que nos separaba. Gire sobre mi eje y emprendí una frenética carrera hacia la senda que lograba vislumbrar, la pesada mochila me dificultaba el avance rápido. Me freno en seco, desde atrás y solté un grito.- ¡Nooo! ¡Déjame! - me deshice de la mochila y logré correr algunos metros hasta que me botó al suelo y se puso sobre mí, mientras me debatía como una poseída para tratar de desembarazarme de él. Joaquín no decía una sola palabra, yo era la que balbuceaba en la lucha. Palabras inconexas, pidiendo, rogando, maldiciendo.

Después de varios minutos, el agotamiento me tenía al borde del colapso, por más que intentaba soltarme a cada intento me sentía más inmovilizada. Era como haber caído en una tela de araña, entre más forcejeaba más atrapada estaba. Sollocé desesperada. El acarició mi pelo y lamió mis lágrimas. Ya no tenía fuerzas para luchar. Su peso hacía que me faltara el aire. Siguió ejerciendo presión sobre mí, hasta que me desvanecí. Cuando desperté, ya no estaba sobre el suelo. El olor a sábanas limpias, y la suavidad de éstas, tenían mis sentidos cautivados. Lentamente comencé a rehacer el puzzle de los últimos acontecimientos. No me sentía inquieta, ni asustada, como recordaba haberlo estado antes de desmayarme. Me sentía extrañamente feliz. Pero tenía mucha sed. Traté de incorporarme, el cuerpo me pesaba y me costaba moverlo, no por la lucha reciente, si no por un sopor que me envolvía. Solo quería levantarme y beber agua. A duras penas pude sentarme en la cama, parecía una muñeca desarticulada, me reí. Tomé conciencia de mi desnudez, no intenté taparme. La habitación, iluminada por la tenue luz de una lámpara de gas adecuadamente graduada, era bastante espaciosa, rústica, pero con terminaciones delicadas. Se notaba lo prolijo de la construcción. A mi derecha había un gran ventanal que estaba cubierto por una cortina blanca, a mi izquierda, la puerta de roble estaba abierta y por ella se filtraba una música que se me hacía familiar, pero que no podía identificar. Intenté pararme, lográndolo al tercer intento. Lentamente, me dirigí a donde provenía la misteriosa melodía. Fue en ese momento, que reconocí lo que estaba escuchando, era AIR. De golpe, Joaquín apareció frente a mí. * Nina, justamente venía por ti, es hora de nuestro baño .- puso un brazo en mi espalda y el otro bajo mis muslos y me alzo sin problema. Crucé mis brazos alrededor de su cuello y apoyé mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos.- No, Nina, ya has dormido suficiente .- sonreí y eleve un gruñido a modo de protesta.

* ¿Por qué me siento así? ¿Qué me diste? - balbuceé de forma traposa. * Algo que te ayudará a sentirte tranquila y libre de miedos .- me volvía a hablar de forma cálida, como la primera vez.- ¿Te gusta? – Asentí con la cabeza.- La cena estará lista al terminar nuestro baño .- al instante llego a mí un exquisito olor que escapaba de la cocina. El baño era muy amplio y tenía una antigua bañera con patas de león, que era abastecida por el agua de una caldera. Me depositó en una silla y acercó un vaso de agua fresca a mis labios. * Bebe, bebe de a poco… eso es… me encanta que seas una niña buena .- me sonreí y un hilillo de agua se escapo de mi comisura, haciéndose camino entre mis senos. Se separó de mí y empezó a desnudarse. Estaba descalzo, se saco la camisa, los jeans y la ropa interior. Encontré bello, y lo más natural del mundo, que nos encontráramos en esa situación. Me levantó por las axilas y me acercó a la tibia agua de la bañera, donde nos metimos los dos. Me lavó y enjabonó, yo me dejaba hacer. Luego lavó su cuerpo, mientras lo miraba apoyada desde el extremo contrario de la bañera, reposando mi cabeza en la orilla de la misma. Se levantó, le escurría el agua, se acercó al lavamanos frente al espejo, a través del cual me daba miradas. De un mueble saco una navaja antigua, recordé a mi abuelo en su ritual de rasurarse, se enjabonó la cara y empezó su labor con mano experta. Cuando terminó, se veía mas joven y noté que tenía otra cicatriz bajo el labio. Traté de imaginarme en que pelea, se había ganado las jinetas. Se acercó con la navaja en la mano y se metió nuevamente en la bañera. Al sentarse, metió sus piernas bajo las mías, lo que me obligo a subir mi cadera a medida que elevaba sus rodillas. Enjabonó mi pubis expuesto y abriendo mis labios, afeito mi vello en forma prolija. La navaja al recorrerme, y el hecho de tener la mitad del cuerpo fuera del agua tibia, me producía escalofríos. Me concentré en la música que sonaba. All I need is a little time,

To get behind this sun and cast my weight,

All I need is a peace of this mind,

Then I can celebrate.

Me saco de la bañera, secó suavemente mi cuerpo y siguió con el cabello. All in all there's something to give,

All in all there's something to do,

All in all there's something to live,

With you ...

Se puso una camiseta y un bóxer. La temperatura del lugar era agradable. No hizo ni una tentativa por vestirme, lo que me agradó bastante por que me hallaba muy a gusto desnuda. Me abrazó por detrás y como una pareja de enamorados, caminamos pegados el uno al otro hacia el comedor. All I need is a little sign,

To get behind this sun and cast this weight of mine,

All I need is the place to find,

And there I'll celebrate.

Me acercó a la mesa que estaba lista para servir la comida. Me sentó en la cabecera y me sirvió una variedad de diferentes preparaciones, se puso a mi lado derecho. Todo se veía delicioso, intenté tomar el servicio pero me lo impidió. Comenzó a darme de comer, cada bocado era mejor que el otro, notaba como los diferentes sabores explotaban en mi paladar. Él bebía vino de una copa. * Tengo sed .- dije mirando su copa. * Hoy, el vino será sólo para mí .- y me acerco un vaso de agua cristalina, que no rechacé. * Me asustaste a muerte¿vas a hacerme sufrir?- negó con la cabeza .- Sabes que cuando pase el efecto, trataré de escapar. Es raro, pero tengo conciencia de que estoy aquí contra mi voluntad .- nos sonreímos.- ¿Qué quieres? * Que te sientas en casa, que disfrutes a mi lado, que ya no necesites volver.

* Se oye precioso, y de verdad me gustas, me gustas muchísimo. Pero es difícil que se cumpla, hasta que pierda el miedo a tu actitud depredadora . * Tengo algo de tiempo para lograr que disfrutes de mi "actitud" ¿no? – la comida había saciado mi hambre. Se acercó para besarme. * ¿Me vas a follar? * Sólo… si tú quieres .- la sensación de su lengua en mi boca, era más deliciosa aún de lo que había sido la comida. El contacto suave y apremiante de sus labios me enloquecía, mi cuerpo entero reaccionaba a ese primer beso. Sentía como todo se derrumbaba a mí alrededor. * Eres un tramposo, no puedes besar tan condenadamente bien .- alcance a decir entremedio de un suspiro profundo que dejaba en evidencia mi excitación. * Pues, me he ejercitado bastante. No todo es un truco ¿sabes? También puedo jugar limpio .- me abrazó fuerte y tomándome en vilo, sin dejar de besarme, me llevó a la habitación. Mi cuerpo vibraba con su contacto. Nunca había vivenciado una calentura tan intensa. Me giro sin aviso, un gemido escapó de mi garganta. Lo sentía detrás de mí respirando agitadamente. Trate de voltear a verlo, pero inmovilizó mi cuello y me empujo sin esfuerzo sobre la cama. Estaba con la cara sobre las sábanas y escuche el sonido de su escasa ropa cayendo al suelo. La cama cedió a su peso y yo también. Su lengua en mi nuca, su respiración apremiante. El roce insistente de su sexo contra mis nalgas. Nuevamente gire mi cabeza a un lado, tratando de hallar su mirada. Un encuentro fugaz de nuestros ojos y el apremio de su lengua enredándose a la mía, mientras su mano se abría paso entre mi pubis y la cama. Me masturbó, sin dejar de frotarse contra mí. Empezó a desesperarme el no tenerlo dentro. Nunca había deseado con tal ansia. Como pude, trate de acomodarme para que me penetrara, no me importaba nada mas que sentirlo dentro. Noté como eso lo provocaba más, el tenerme anhelante, caliente. * Nina ¿quieres que pare?... Dímelo ¿quieres que te deje libre? - mi cabeza daba vueltas, era una sensación de angustia y deseo unidos, inseparables.- ¡Dímelo! * Dijiste que no me harías daño y me estas torturando… ¡Fóllame!… no me dejes ir .- su verga se abrió paso en mi sexo hambriento. Aspiré el aire con dificultad, era tal el éxtasis de sensaciones que pensé que se me iba la vida. Me penetraba a fondo. Su lengua nuevamente en mi nuca, degustando mi sudor. Palabras aisladas que contenían todo el abecedario de nuestra pasión. Cómplices en el coito, nos deteníamos al borde del clímax para alargar nuestro goce. Cada minuto que aplazaba nuestro deleite, nos separaba más de la cordura, de la racionalidad. Ya no éramos dos, solo uno… la fusión perfecta. Y el orgasmo, como una erupción volcánica, nos alcanzó… y no paraba, no se detenía, atravesando nuestro cuerpo como una corriente eléctrica… y caí, caí nuevamente en la oscuridad.

La cabeza me daba vueltas al despertar. La habitación estaba completamente iluminada por la luz que entraba a través del ventanal. Joaquín no estaba a mi lado. Mis cosas estaban ordenadas a los pies de la cama sobre una silla. La ropa que había usado el día de mi viaje, delicadamente doblada, y la mochila apoyada en el respaldo.

Me levanté los más cautelosamente que pude y me vestí rápido. Me fijé que de la puerta colgaba una nota: - "Querida Nina, come lo que te preparé. Se que será un día difícil para ti, pero recuerda que te estaré esperando. Nos vemos pronto… J." - Me dio rabia que dejara por escrito una confirmación de que había algo entre los dos, como si tuviéramos una relación. SUS CARICIAS, SU CUERPO, LA INTENSIDAD . NUNCA HABÍA EXPERIMENTADO TAL ÉXTASIS EN EL SEXO ¡Diablos! Sacudí la cabeza para sacar esas imágenes de mis pensamientos.

Miré por el ventanal, su vehículo no estaba, quizás me estaba tendiendo otra trampa. Busqué algún objeto que me sirviera como arma. Estaba decidida a defenderme, no volvería a tocarme SU LENGUA EN MI NUCA, LA RESPIRACIÓN ENTRECORTADA, EL FRENESÍ ¡Basta! Tenía que salir de ahí a como diera lugar.

Revolví mi mochila y elegí una de las latas de alimento que había traído y que habían influido en mi lenta huida la noche anterior. Entreabrí la puerta lentamente, no se escuchaba nada. Caminé por el pasillo. En el comedor había comida servida (como decía la nota), la cafetera humeante, delataba que hace poco lo habían preparado. ¡Hijo de puta! Lancé con rabia la lata hacia la mesa delicadamente servida. Todo se estrelló y derramó por el suelo. Corrí a la puerta, que azoté sin preocuparme de cerrarla, salí sin mirar atrás y seguí hacia el camino sin parar de correr

La transpiración empapaba mi ropa, los surcos de sudor en mi rostro caían a la tierra. El maravilloso y solitario paisaje ahora se me hacía hostil. Lo aborrecí por arrebatarme el paraíso, por embargarme de angustia, pero sobre todo por no poder quitarme la imagen de su cuerpo, su cuerpo que deseaba y que me debilitaba.

Me faltaba poco para llegar, en eso no me había mentido, era mi vecino. Eran muchas las hectáreas que le pertenecían. Vi mi cabaña después de tomar una última curva en el camino, ahí estaba mi salvación. Nunca la había visto tan hermosa. Con las últimas fuerzas que me quedaban corrí hacia la entrada y me desplomé frente a la puerta. Me quedé mirando el cielo celeste impecable, sin una sola nube. Esperé hasta recuperar la respiración SUS OJOS, A ESCASOS CENTÍMETROS DE LOS MÍOS, LAS SONRISAS CÓMPLICES, LOS ABRAZOS DELICADOS Y LUEGO LA BESTIALIDAD DE NUESTRAS ANSIAS DESBOCADAS, MARCANDO UN RITMO INFERNAL ¡No! Estaba reaccionando al recuerdo de su cuerpo, a su aroma embriagante. Me levanté y miré avergonzada a mi alrededor.

Abrí la casa y el olor a encierro me golpeó de lleno. Desatranqué los cerrojos para que el aire y la luz estival entraran a todos los rincones. Todo estaba muy ordenado tal como lo había dejado el año anterior, solo una capa de polvo lo cubría todo, así que limpié con fruición el lugar hasta dejarlo impecable, lo hice con tal compulsión de forma que evitaba que cualquier pensamiento me invadiera con su recuerdo.

La sed quemaba mi garganta y me dirigí a la vertiente que estaba a escasos metros, me abrí paso entre los matorrales que como cada año se aprovechaban de mi ausencia para apoderarse del terreno. Bebí hasta hartarme de esa agua que brotaba fría de la tierra y grité, grite tan fuerte como lo permitieron mis pulmones, hasta casi perder la voz. Sequé las lágrimas que cruzaron mi rostro.

Sentí claramente como se desmoronaba mi vida pasada, como se rompía en pedazos y perdía todo sentido. Vi porque todo había convergido a este punto exacto. Joaquín tenía sentido, me era necesario. No podía seguir con la farsa de volver a la cuidad, a una rutina enajenante y vacía. No podía huir hacia el lugar de donde estaba escapando. Me sentí ligera.

El paisaje volvió a parecerme maravilloso. Me dirigí hacia mi cabaña. Ya no había necesidad de más reparaciones. El trabajo ya había terminado. El sol ya teñía de colores el atardecer, cuando me encaminé hacia donde me esperaba Joaquín, al final del camino.