Al final consiguió doblegarme y hundirme (1/3)
Una joven heterosexual, se ve coaccionada por su jefa lesbiana que logrará someterla poco a poco para disfrutar con ella a pesar de la reticencia de ésta.
Al final consiguió doblegarme y hundirme (1/3)
Capitulo 1.- Por primera vez, y contra mi voluntad, cedí a las ordenes que me dio.
Cuando tenía veintiún años, dejé la universidad para casarme, mi madre y todos mis familiares y amigos, me dijeron que estaba cometiendo un terrible error... Tenían razón... Por desgracia, a esa edad, no seguir un buen consejo es normal con la estupidez de los jóvenes y la falta total de sentido común.
Al cabo de nueve meses me divorcié… No encontré trabajo para vivir independiente y regresé a casa de mi madre… Todo fue como un mal sueño... Volví a esta pequeña ciudad donde nací, sin apenas oportunidades de trabajo… Un lugar que juré que dejaría el día en que me convirtiera en una persona adulta.
Me deprimí pensando en mis días pasados en la escuela secundaria... Esos fueron mis días dorados… Mis amigos estaban absolutamente seguros de que yo me iría en busca de otros horizontes y tendría éxito en mis esfuerzos… ‘ ¿Cómo pasé de la chica con más futuro a una fracasada total?’ , me preguntaba a mi misma... No lo sabía.
Mi madre se preocupó tanto por mí que finalmente se tragó su orgullo y fue hablar con un viejo amigo de la familia, el Sr. Dowen, para pedirle un trabajo para mí… Él era el propietario del único banco del Comarca… Por tanto, un personaje extremadamente rico.
Sorprendentemente, creó un puesto para mí en su banco... Un acto que incluso sorprendió a mi madre pues no era normal en él a menos que buscase algo a cambio... Yo estaba convencida de que él iba a esperar algo sexual de mí.
Pero mis temores sobre esto nunca se materializaron… De hecho, él era extremadamente paternal conmigo, y nuestra relación era más parecida a la de un abuelo y nieta que a un empleador y empleado.
Y como al viejo Sr Dowen le caí bien, pronto me convertí en la persona más joven en ser ‘Jefe de Caja’ en la historia del banco... Esta era una posición de extremado prestigio para una mujer en una población rural tan pequeña como la nuestra… Incluso me pagó más que nadie en el banco, más incluso que a los empleados que habían estado con él durante años y años.
Estaba tan a gusto con mi trabajo que me compré una pequeña casa y me resigné al hecho de que nunca abandonaría la ciudad donde nací… Y también me sentí afortunada y agradecida de que mi vida no iba a ser un fracaso total… Además estaba el respeto que la gente mostraba hacia… Todo era muy gratificante.
Sin embargo, aún recuerdo el día en que el Sr. Dowen me dijo que estaba vendiendo el banco... La noticia me deprimió durante días aunque sabía que él no tenía otra opción… Los grandes bancos habían extendido sus tentáculos competitivos en nuestra área de influencia y nuestro pequeño banco ya no podía competir con ellos… Por aquel entonces tenía yo, 24 años.
El último día que trabajé para el Sr. Dowen, me dijo que su banco se había convirtiendo en una sucursal del Banco de Chicago… Y también me dijo que enviaban un Gerente, un tal Andy Andrew, para tomar el control del banco... Él no sabía nada sobre esta persona.
Recuerdo que pensé en cómo probablemente odiaría a ese tipo, pues viniendo de la gran ciudad ignoraría totalmente los problemas de una población rural como la nuestra… Para él sería sólo un paso más en su carrera ascendente dentro del banco…
Con este cambio que se avecinaba
temía perder mi categoría e incluso también mi trabajo.
Recuerdo el día que regresé de mi reunión semanal de la Cámara de Comercio, pues el Sr. Dowen me eligió para ser el representante del banco… Alice, una de mis cajeras, me recibió en la puerta.
- "El nuevo gerente está aquí… Y no vas a creerlo… ¡Andy es una mujer!... Se llama Andy… ¿Lo entiendes?", me explicó.
-
"Qué… ¿Una mujer?... Guau… No esperábamos eso, ¿verdad?", le respondí sorprendida.
Mientras me apresuraba a ir a mi mesa, Alice me siguió pisándome los talones.
- "Ella quiere verte de inmediato", dijo Alice nerviosa… - "Ella sabía tu nombre y todo... Será mejor que vayas a su despacho."
Metí mi bolso en el cajón de mi escritorio y me dirigí al despacho del nuevo gerente, pero antes Alice me retuvo y me dijo:
- "Julia, espera un minuto… Tengo que decirte algo más antes de que entres."
-
"¿Qué es Alice?", le contesté intrigada... Yo estaba en el borde de mis nervios y Alice estaba empezando a molestarme.
-
"Ella me promovió a Jefe de Caja", dijo Alice… - "Ella me dijo que ahora tengo tu trabajo."
Me detuve en seco.
- "¿Qué?... ¿Ella hizo eso?... ¿Y te comentó algo sobre lo que yo haría?", le pregunté vacilante.
-
"No… No lo hizo, Julia… Eso fue todo lo que me dijo"… Lo siento.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza... El primer pensamiento que me vino a la mente fue que me iban a despedir para reducir costos... Sería la opción más obvia... Yo soy la empleada que más gana.
Me sentí totalmente desanimada... ¿Dónde trabajaría ahora en este pueblo?... No había nada que me pudiera pagar el dinero que este trabajo me brindaba... Estaba asustada.
-
"Entra", oí que decía una voz femenina firme.
Cuando entré en su oficina, mi situación se olvidó por un momento... Me quedé temporalmente aturdida por su apariencia… Era una chica de ciudad, muy joven y muy guapa… Realmente impresionante.
Iba impecablemente vestida... No con el tipo de ropa que podrías comprar por aquí... De repente me sentí torpe y fea... Sin clase.
Su voz me sobresaltó.
- "Toma asiento, Julia" me ordenó educadamente mientras señalaba una silla frente a su escritorio… - "Te pareces a tu foto."
Ella notó mi perplejidad.
"¿Te olvidaste del fotógrafo que enviamos aquí hace tres meses?... Él vino aquí para hacer fotos del banco."
"Oh, sí, lo recuerdo", dije sonriendo… - "Pero, no recuerdo que me hubiera tomado fotos."
-
"Sí, hizo varias fotos vuestras trabajando en vuestro escritorio... Hizo bastantes fotos tuyas… El fotógrafo no sólo pensó que eras bonita, sino que también eras muy fotogénica... Mira por donde, tenías un admirador y no te habías dado cuenta."
Forcé una sonrisa, insegura del protocolo en esta situación.
"Estoy segura de que Alice ya te dijo que la promoví a Jefa de caja", dijo en voz baja… "Ella es una cosita bonita, tal vez un poco joven para esa posición, pero mi sexto sentido me dice que lo hará bien una vez que lo domine... ¿No estás de acuerdo?"
"¿Que hay de mí?... ¿Estoy despedida?", le pregunté.
-
"¿Despedida?... ¿Qué dices?... Por supuesto que no”, se rio… - ¿Es por eso que estás tan tensa?... Pareces una colegiala asustada… No, no estás despedida... Te he promovido a mi ayudante personal."
Sentí tanto alivio que no la oí seguir hablando.
"¿Que es eso?... Lo siento, perdona... No escuché lo que dijiste", le pregunté.
"Te comentaba que mi información dice que ahora estás ganando 25,000 dólares al año... ¿Cierto?"
"Sí, es cierto... El anterior dueño del banco fue muy generoso conmigo."
"Bueno", dijo la Sta. Andrew... "¿Cómo suenan 50,000 dólares al año?"
¡Estaba aturdida… 50,000 dólares!... Vivía muy cómodamente con mi salario actual y ella iba a duplicarlo… No sabía qué decir.
"¿Hay algún problema?", me preguntó la Sta. Andrew.
"No... Oh no, no hay problema", dije… - "¿Pero no es eso mucho dinero?... No estoy segura de estar cualificada para un trabajo que pague tanto... Usted sabe que podría elegir a muchos otros por ese salario tan alto."
"Me doy cuenta de que eso, Julia... Y aprecio tu honestidad... Pero, te quiero a ti... Y sí, creo que estás cualificada porque sé que eres capaz de aprender... Hay una cosa que espero de ti, y esa es tu total obediencia haciendo exactamente lo que te ordene que hagas, sin hacer preguntas... Algunas de tus obligaciones parecerán no estar relacionadas con el banco, pero espero que cumplas plenamente con el desempeño de estas funciones a medida que surjan."
Apenas la oí mencionar cuales eran las obligaciones que esperaba que aceptara... Yo todavía estaba pensando en el gran salario.
- "¿Podrás cumplir las obligaciones que te ordene, Julia?", me preguntó su con su firme voz autoritaria.
"Oh, sí… Puedo hacer eso, señorita Andrew... Cualquier cosa que me pidas... intentaré ser la mejor empleada... Haré todo lo posible por ser la mejor ayudante personal que haya tenido nunca."
- "Muy bien, Julia", dijo ella mientras me acompañaba desde su despacho hasta la puerta... - "Siempre tuve a mi ayudante en un despacho junto al mío... Quiero que tengas tu propio despacho porque de vez en cuando, puedes necesitar algo de privacidad… ¿Te parece bien?"
-
"Sí, y gracias de nuevo, Sta. Andrew."
¡Una oficina privada!... No podía creer el giro de los acontecimientos.. Y el dinero... Quería saltar de alegría.
La Sta. Andrew fue extremadamente paciente enseñándome cómo quería que se hicieran las cosas… Fue un placer trabajar para ella… Incluso me permitió seguir siendo el representante social del banco con las organizaciones benéficas locales y los grupos profesionales de la ciudad.
Sin embargo, ella era una chica de ciudad y pasaba todo el tiempo posible en Chicago… Alquiló un pequeño apartamento aquí, pero se iba con su coche a Chicago todos los fines de semana, a veces sin regresar hasta el martes o el miércoles de la semana siguiente.
A menudo me hablaba del bonito apartamento que tenía en la ciudad y de cuánto lo extrañaba… Estaba bastante segura de que ella no planeaba vivir aquí mucho tiempo y por ello, comencé a imaginar mi próxima promoción: Gerente del Banco… Tal vez mis amigos de la secundaria tenían razón... Iba a tener un gran éxito en la vida.
Un día, la Sra. Andrew me llamó a su despacho para hablar de muchas cosas, entre ellas, de mi vestuario... Ella no fue muy amable con su evaluación de mi ropa y me sugirió que hiciera algo al respecto... Le aseguré que lo haría.
Más tarde, ese mismo día, ella me llamó de nuevo.
- "Escucha Julia, no creo que aquí puedas encontrar el tipo de ropa que te sugerí usar... Tengo una idea… ¿Por qué no vienes a Chicago conmigo este fin de semana... No, ni siquiera esperaremos al fin de semana… Saldremos el viernes temprano y así iremos de compras por la tarde y también el sábado... ¿Qué te parece?"
Me gustó su propuesta y le dije que sí... No había estado en Chicago desde hacía algunos años... Con mi nuevo salario, me podía permitir comprar en algunas de las tiendas más caras que ella había sugerido.
Esa noche fui a casa de mi madre a pedirle una maleta… Ella estaba hablando por teléfono cuando entré... Era evidente, a partir de la conversación que escuché, que intentaba rechazar con tacto a alguien que la estaba invitando a cenar.
-
"¿Quien era ese?", le pregunté cuando ella colgó el teléfono.
-
"Oh, uno que conocí en la fiesta de mi amiga Elizabeth, la semana pasada... Ella siempre organiza este tipo de eventos para tratar de que encontremos pareja... Le dije a Elizabeth que si quisiera encontrar pareja, puedo hacerlo yo misma y así evitar situaciones incómodas, como esta."
-
"Bueno, no entiendo por qué no sales más, mamá... Mírate... Muchas mujeres en esta ciudad te tienen envidia por tu buen aspecto y tu independencia económica… Eres una de las mujeres más guapas y apuesto a que no has aceptado tres citas desde que papá murió hace dos años."
-
"Eso no es de tu incumbencia, jovencita", me respondió.
-
"No, por supuesto que no… Escucha, me voy a Chicago este fin de semana con mi jefe… Necesito pedirte prestada una maleta… ¿Todavía están guardadas en el sótano?"
No esperé una respuesta... Fui al sótano y escogí una.
-
"¿A qué vas a Chicago?", preguntó cuando volví arriba… - "Si vas con tu jefe, debe ser un viaje de negocios, no?"
-
"No, mamá… Nos vamos de compras... ¿Quieres algo de allí?"
-
"No, no necesito nada… Gracias... Por cierto, estuve en el banco el otro día… Pensé que podrías estar libre para almorzar juntas... Estabas fuera, como de costumbre… De todos modos, vi a tu nueva jefe hablando con un cliente... Ella se ve como una mujer con clase... Guapa también... ¿Te gusta?"
"Sí… disfruto trabajando para ella... Y más con el dinero qué estoy ganando... Todo me va muy bien."
“Me alegro mucho por ti, cariño… Pásatelo muy bien en la ciudad... Ten cuidado."
El viernes por la mañana, la señorita Andrew vino a mi casa temprano, como a las seis de la mañana... Ella tenía un bonito coche... Un Mercedes, todo de cuero el interior… Era precioso.
Nunca la había visto con nada más que ropa de negocios pero hoy llevaba un top y pantalones cortos de color azul claro... Tenía un cuerpo precioso... Era difícil creer que, con treinta años, aún no estuviera casada.
Una vez entramos a la autopista, puso el velocímetro en 90 y así lo mantuvo allí hasta Chicago… Era una mujer muy segura y experta en el manejo del coche.
Su apartamento era muy bonito, tal como lo describió… Nada que ver como mi casa, eso era seguro… Cuatro dormitorios y enormes ventanas de suelo a techo por todas partes... Unas vistas al lago Michigan, increíblemente bonitas... No era de extrañar que volviera aquí cada fin de semana... Tenía curiosidad por saber cómo podría permitirse tantos lujos.
Llegamos lo suficientemente temprano para comer en un buen restaurante... La comida fue exquisita... La Sta. Andrew pidió para las dos a los dos ya que el menú era extraño para mí.
Mientras comíamos ella me dijo que a mis veinticinco años, era muy inocente y muy guapa… Me resultó embarazoso este comentario y me ruborice... Fue una excelente comida y después de unas copas de vino, nos fuimos a las mejores tiendas de la ciudad.
Comprar con la Sta. Andrew fue, a falta de un término mejor, una experiencia muy extraña... Yo estaba totalmente intimidada... Ella comenzó seleccionando toda mi nueva ropa… Me preguntaba si estaba de acuerdo con sus gustos y yo no discrepé nunca de su opinión, aunque en su mayor parte fueron prendas muy reveladoras y sugerentes que no estaba segura de atreverme a ponérmelas en el pueblo… Y me sentí abiertamente avergonzada cuando ella llegó al mostrador con veinticinco pares de tangas y medias.
Cuando ella insistió en pagar todo lo que finalmente compré, traté de decirle que yo era perfectamente capaz de pagar mi propia ropa... Me dijo que esto era en compensación por lo bien que trabajaba para ella… En ese momento creí que tenía un corazón de oro.
Esa noche no salimos a cenar... Ella pidió que le enviaran una pizza… Pasamos la noche bebiendo vino mientras me probaba mi ropa nueva ante ella... Llevando esta ropa tan insinuante, no me sentí nada avergonzada... Gracias a Dios, el vino atontó mis inhibiciones.
El sábado por la mañana, tras el desayuno, Andy quería ir de compras otra vez... Le hice prometer que no me comprase nada más.
Al no haber usado nunca tangas, me sentía completamente desnuda debajo de mi falda… Y al no llevar sujetador, porque ella me lo pidió, me sentí absolutamente provocativa ya que mi gran pecho se balanceaba con cada movimiento que hacía... En definitiva, me sentí un poco cachonda.
Recorriendo la ciudad, en coche, de repente Andy recordó algo importante que quería discutir con su padre... Cambiamos de rumbo y fuimos a la casa de su padre... ¡Era una mansión impresionante!... Un mayordomo nos recibió en la puerta.
Ella me dijo sin que yo le preguntase:
- "Mi padre es el accionista mayoritario y el presidente del banco... Y también es dueño de una compañía de seguros, entre otras cosas... Tenemos mucho dinero."
Ahora sabía por qué ella tenía tanta confianza al autorizar mi gran salario... El temor persistente que había estado alimentando, de que alguien de la oficina central del banco llamara un día y dijera que mi salario era excesivo, desapareció.
Su padre, un hombre de mediana edad, de aspecto joven y bastante guapo, le dio un gran abrazo a su hija y la reprendió por no ir a verlo desde hacía más de tres meses.
Se excusaron, entrando en un despacho grande para hablar… Me quedé en un enorme salón mirando cuadros que deberían ser muy caros... Treinta minutos después salíamos de la mansión camino a nuevas compras de ropa.
Esa noche fuimos de club en club... Yo llevaba puesta mi ropa nueva y era consciente de lo atrevida que era... La vergüenza no duró mucho... En el tercer club que entramos, yo estaba alegre de tantas bebidas ingeridas... Todo era muy nuevo y emocionante para mí.
Este tercer club estaba lleno de gente y casi instantáneamente nos separamos la una de la otra... Alguien puso un trago en mi mano, luego otro, y otro... Perdí la noción de las bebidas ingeridas.
De repente, alguien tiró de mi brazo.
"Siéntate aquí", gritó una mujer joven… - "Pareces estar perdida... Estos muchachos que te están dando mucha bebida para refregarse contigo… Dejarán de molestarte si estás sentada aquí conmigo."
"Gracias… Este lugar parece una casa de locos, ¿no es así?", le dije.
"Sí… Siempre es así”, dijo la hermosa mujer... - "Por cierto, ¿estás con alguien?, me preguntó.
"Sí", grité por encima del estruendo... "Vine con una amiga… Ella está aquí en alguna parte... Se fue y me dejó."
"Ella no debería dejarte sola en este lugar… Especialmente alguien que está tan bien como tú… ¿Te gustaría bailar?”, me preguntó.
"¿Qué?", le respondí con asombro.
"¿Si te gustaría bailar?", me repitió.
-
"¿Contigo?", le pregunte estupefacta.
-
"¿Ves a alguien más preguntándote?", dijo ella sarcásticamente.
Justo en ese momento apareció la señorita Andrew.
"¿Qué estás haciendo, Emma?", le dijo fríamente a la mujer.
"Andy... ¿Cómo estas?", le preguntó la bella mujer… - "No te he visto últimamente… ¿Dónde te metes?
"Estoy bien, Emma... ¿Qué le has estado diciendo a mi amiga?"
"Nada, Andy... Me conoces bien... Siempre voy a rescatar a una joven dama y ella parecía necesitarlo... Se veía tan perdida y tan inocente que tenía que hacer lo correcto y ayudarla."
"Vámonos", me dijo Andy mientras miraba a Emma con rudeza... Me agarró del brazo y me condujo rápidamente a través de la gente, hasta la calle.
Una vez que estuvimos en el coche, ella condujo muy rápido... Yo estaba tan bebida que no me importaba… Sin embargo, no lo estaba tanto como para no ser curiosa y le pregunté:
"¿Esa mujer, es una amiga tuya?... ¿Por qué me pidió que bailara con ella?, le pregunté.
"No te preocupes por eso… Olvídalo", me respondió... – “Volvamos a mi casa y nos ponemos el pijama… Dormiremos bien y estaremos en la carretera hacia mediodía... ¿Qué te parece la idea?"
-
"Genial", murmuré... Volví mi atención a las luces de las calles que pasábamos, hipnotizada por su luminosidad con colores variados.
Cuando llegamos al apartamento, traté de actuar sobria, caminando con cuidado sin tambalearme... Una vez dentro, me dejé caer en un taburete del bar… La señorita Andrew, bebida en mano, se acercó al largo y lujoso sofá.
- “Julia… Ven aquí y masajea mis pies... Estos zapatos me están matando.", me dijo en voz baja y sensual.
Sin dudarlo, me bajé del taburete y tambaleándome fui hacia el frente del sofá… Me arrodillé delante de ella y después de quitarle el zapato derecho, pensé en el honor de masajearle sus pies.
- "Qué bien se siente eso que me estas haciendo… Sigue así… Tienes unos dedos increíbles, niña", gimió Andy.
Cuando me moví hacia su pie izquierdo, ella levantó su pierna ligeramente y me ordenó:
- "Quítame las medias, Julia... Creo que el masaje lo sentiré mejor en mi piel desnuda."
Ella continuó levantando su pierna y su vestido corto se subió más por sus muslos... Sentí una subida de sangre en mi cara y estoy segura de que era porque me puse roja como un tomate... La postura que adoptó dejaba todo al descubierto y cuando la miré, ella no parecía preocupada por estar expuesta así ante mí.
Mientras deslizaba mis dedos bajo su ropa buscando el inicio del elástico de las medias, ella emitió un gemido de placer que me alarmó... Sus piernas, separándose más, mostraron a mis ojos, su gran coño… Tan grande era que sus bragas, ligeramente arrugadas, apenas lo cubrían y parecían estar pegadas a su raja vaginal.
Desde mi posición, podía oler su coño y, claro está, se le olí bien… Además, se veía jugoso, como un melocotón maduro y pelado… Tuve el desagradable impulso de tocarlo... Me retuve de inmediato… Que depravada idea... Juré no volver a beber nunca más.
Rápidamente quité las medias de sus piernas y volví a concentrarme en masajear sus pies… Mi corazón latía con fuerza y notaba que la habitación se caldeaba de forma que casi no podía respirar.
Con la cabeza baja y los ojos bien cerrados, me concentré en mi tarea: masajearle sus pies hasta que ella me pidiera que parase... En mi estado de trance, sentí su pie retirarse de mi mano… No me moví… Mis ojos permanecieron cerrados y mi cabeza hacia abajo.
El peso de sus piernas me sobresaltó… Los puso uno en cada uno de mis hombros, descansando sobre mí como si fuera un taburete... Abrí mis ojos y otra vez me mostraba su coño apenas cubierto por sus bragas.
Sus pies avanzaron, las pantorrillas de sus piernas se deslizaron sobre mis hombros y bajaron por mi espalda... El peso de sus piernas me empujó hacia adelante.
Noté sus dedos enredados en mi cabello tirándome hacia ella, su cuerpo deslizándose hacia adelante y sus piernas se abrieron más… Entonces la escuché decirme:
- "Mira lo que has hecho, Julia... Me has convertido en un volcán... Ahora vas a tener que correrme."
Instintivamente, traté de alejarme... La idea de lo que ella me estaba sugiriendo era repugnante... ‘ ¿Hice yo algo para hacerle creer que era así?’ , me pregunté asustada.
- "Nooo, por favor... Por favor, señorita Andrew... ¿Cómo puede pedirme que le haga eso?", le respondí.
No podía respirar... ¡Iba a vomitar!... Me puse de pie y corrí al baño… Con la cabeza enterrada en el inodoro, vomité... Me senté en el suelo durante diez minutos... Poco a poco las molestias y los dolores por el vómito, fueron disminuyendo.
"¿Cómo te sientes?", le escuché decirme… Estaba tan cerca de mí que podía sentir sus muslos presionando la parte de atrás de mi cabeza... - "¿Ya estas mejor?", me preguntó con exigencia.
"Sí, estoy mejor... Creo que fue por beber demasiado... Tal vez sea mejor que duerma un poco... Estoy muy cansada."
Quería olvidar estos últimos quince minutos… Quería olvidar sus intenciones sobre mí... Quería que fuera como era antes.
"Claro... Estoy segura de que eso es lo que necesitas… Y vas a dormir pronto... Tan pronto como terminemos... Ya sabes."
"Por favor... Por favor, Sta. Andrew... Nooo... Nooo… Lo siento… No soy como,… ya sabe."
Con la rapidez de un gato, ella agarró mi cabeza firmemente, girándola hasta que mi cara quedó entre sus piernas.
- "Oh, Dios... Por favor, no... No haga esto... Quiero irme a casa, Srta. Andrew... Por favor... ¿Por qué me hace esto?... Soy una buena chica... Por favor... Déjeme."
Su olor llenó mi nariz… Era el olor familiar de una mujer... Mis labios fueron forzados a tocar la seda húmeda de sus bragas mientras las lágrimas brotaban de mis ojos.
Vi, a unos centímetros de distancia, como un dedo de ella tiraba de la seda húmeda de su tanga a un lado, mostrándome su limpio coño afeitado y su hendidura húmeda y rojiza... Me retorcí, tratando de resistirme mientras acercaba mis labios a ella... ‘¡ Esto no me puede estar pasando! ’, pensaba.
- "Huele, mi puta... Olfatea mi coño... Pruébame, maldita perra... Vamos... Saboréame... Sé que te va a gustar", me dijo.
Sostuvo mi boca firmemente contra ella... Una sustancia cálida y aceitosa se filtraba de ella a mis labios... Sus muslos apretaban mis mejillas... Sentí por primera vez el sabor de su coño.
Nunca, ni siquiera en mi imaginación más salvaje, podría imaginarme que haría esto... Debe haber sido un impulso guiando mi lengua para darle sólo una lamida... Sólo una... Sólo para probar su sabor.
- "Sí, eso es, pequeña perra... Lame... Eso es muy bueno, muy bueno... ¿Te gusta lamerme, cariño?... ¿Te gusta?... Qué puta tan dulce serás.
Me odiaba a mí misma por lo que le estaba haciendo pero no podía parar... De repente quería complacerla... El aroma embriagador de su maloliente coño me embriagaba y me hacia seguir lamiéndola.
Sus caderas empezaron a ondularse parada sobre mí… Mis labios y mi lengua estaba allí para satisfacer su lujuria.
Sus manos ya no me sujetaban... Estaba libre... Pero ya era demasiado tarde… Mis labios estaban pegados a su gran coño... Se sentía cómoda y segura de que yo, arrodillada, le servía para hacerla feliz...
Y luego vino su grito... Un grito que me anunciaba su orgasmo.
-
"Me corroooo”, gritó ella... Su cuerpo comenzó a temblar de forma incontrolable, mientras de su coño brotaba gran cantidad de flujo, llenando mi boca.
Conscientemente, dejé de lamerla... Su cuerpo se aflojó y yo pensé que todo había terminado... Mi cuerpo estaba en llamas… No sabía qué hacer... El frío suelo del baño no hacía nada para enfriar el calor que tenía entre mis piernas.
Levanté la vista del suelo hasta su cara... Ella tenía una mirada de triunfo y desdén… Un sentimiento de vergüenza y humillación perforó mi corazón como un cuchillo... La realidad de lo que acababa de hacer sexo con otra mujer… ¡Qué degradante!
Ella pasó por encima de mí y se sentó en el inodoro... Abrió sus piernas y con ello me hizo saber que no había terminado conmigo.
-
"Creo que lo vas hacer cada vez mejor, Julia... Parece que tengo un ojo para las amantes de mi coño… Encajas muy bien en esa categoría… Me gusta sentir en mi coño tus labios y tu lengua."
Sus palabras fueron muy humillantes para mí... Me odiaba a mí misma por lo que le hice... Ella me había dicho, como un cumplido, que era una buena mamona… Suspirando, me dijo:
- "Bueno, ¿qué vas a hacer, perra?... ¿Vas a estar sentada en el suelo toda la noche?"
No sabía lo que ella quería de mí.
- "Lo siento, Sta. Andrew... No sé qué debo hacer."
-
"Trae esa bonita boca aquí y limpia mi coño... ¿Para qué diablos crees que estoy sentada aquí con las piernas abiertas?... Vamos... Estoy cansada y quiero irme a la cama.
Dudé por un momento antes de arrastrarme hacia ella... Quería ser obediente… Quería que me gustara... Enterrando de nuevo mi cara entre sus muslos, lamí crudamente la descarga excesiva que goteaba de su raja... Luego, levantó una pierna, sin dejar dudas sobre lo que quería que yo le hiciera también... Contuve la respiración y luego sumergí mi lengua en la hendidura de su culo... El sabor amargo de su ano creó más lujuria en mí de lo que nunca podría imaginar.
- "Te gustó lamer mi coño, ¿verdad, Julia?... Quiero oírtelo decir."
Fue un momento muy incómodo para mi... No sabía qué decir... Yo acababa de cometer un acto que consideraba tan depravado que me sentía sucia y maltratada.
- "Olvídalo, Katty... No es necesario... Lo importante es que te comportaste como si te gustara... Sabía que ibas a ser mi zorra el primer día que te vi."
Ella me apartó y me dijo:
- "Estoy cansada y mañana tenemos un viaje de dos horas... Me voy a la cama."
Ella pasó de nuevo por encima de mí, dejándome sentada en el suelo del baño.
-
"Oh, casi lo olvido", dijo ella... "No quiero que te masturbes… Quiero que te vayas directamente a la cama… No juegues contigo... ¿Lo entiendes, no?"
-
"Sí, Sta. Andrew", le susurré dócilmente.
Me sentí de nuevo, degradada y humillada... Una mujer de veinticinco años, enviada de esta forma a la cama... Y cumpliendo lo que me dijo a pesar de que mi cuerpo me pedía tener también una corrida.