Al fin, ya en nuestra casita
Mi amiga sí disfrutó al cachorro de mi otra amiga, pero yo me quedé solo mirando. En mi casita mi cachorro se desquitó
AL FIN, YA EN NUESTRA CASITA
Con nuestros amigos tuvimos un desayuno grandioso, pero lo mejor fue con Kaiser, sino, que lo platique Gloria.
Una es mujer, una mujer antojadiza y muy caliente, lo que pasó en la casa de nuestros amigos, solo Gloria tuvo su manjar, Kaiser tuvo su dulce, se la cogió, bien y bonito, ¿Y YO? A mí solo me tocó mirar, y dar uno que otro consejo, Emi se encargó de las instrucciones.
Llegué a mi casita desesperada, de un humor negro. Deseaba estar con Kaiser, a como diera lugar, pero Gloria, muy sensata, me dijo y “Dino no dijiste que era tu amor y que es más atractivo.”
“Perdóname me puse como tú estás ahora y me avoracé.” Ya le di un beso y me disculpé.
“Te voy a confesar una cosa, queríamos animarte a que te gustara hacer sexo con perros, no sabía cómo, pero, como siempre, Gloria tuvo la solución.” Le dije.
“Estoy así porque me estoy comportando verdaderamente como perra en celo, ¡ESTOY EN CELO! ¡CELO DE PERRO! ¡No te me acerques porque te me echo encima, tengo a la mano a la perra más linda y coqueta! ¡Dame tu panochita!”
Me comí a Gloria a besos y lamidas. Su entrepierna estaba llena del semen que le seguía emanando de su vagina. Le metía los dedos y le embarraba en su vientre lo que alcanzaba a salir.
“¿Te fijaste que rico y hermoso se le veía su pene al Kaiser? ¡De qué tamaño!” me pregunto Gloria.
Protesté inmediatamente “¡Mi Dino La tiene mejor!”
“Eso dices, pero ni se deja ver y tú ya ni lo deseas.” Me provocó Gloria.
“¿Dónde andas? cachorrito lindo, ¡ven para acá!” le grité, inmediatamente se apareció y entró a la casita, al calorcito. Brincoteando, como chamaco, haciendo cucamonas de perro, tratando de quedar bien con las que lo miraban. Nos olfateó a cada una, con Gloria quedó más tiempo. Ella extraña para él y con algo de olor a otro perro. Se sentó frente a ella.
“Algo me dice que tu Dino no me acepta, ha de sentir celos porque te acaparo.” Me dijo
“No es eso, él espera que tú le des alguna señal u orden, para complacerte.” Le dije
“¿A ver perrito lindo? dame un besito.” Pareció que la entendió y le lamió la cara.
“¡No, no, no!” le dijo, se levantó y fue al baño, creí que la lamida le molestaba, pero me llamó para que le llevara algo con qué terminar de sacarse el semen de Kaiser que aun llevaba dentro y le molestaba y creía que el olor era el que atraía la tención de Dino. Le dí lo que necesitaba, salí del baño y cerré la puerta. El dino se puso a aullarle afuera de la puerta, la esperaba. Ella salió y fue a la cocina, Dino la acompañaba. Paso que daba, él estaba a su lado.
“Te acompaña porque te cuida, ya no es el olor, eres tú.” Le dije.
Gloria vino y se sentó a mi lado, me abrazó y me dio un beso lésbico. Quedamos abrazadas, platicando, el Dino se echó a nuestros pies, nos lamía de vez en cuando, las dos estábamos con sandalias. Con los pies desnudos yo le sobaba su panza, él estaba feliz y se acomodaba para que mis caricias le llegaran mejor. Estiraba una pierna para alcanzarlo, a la vez tenía que abrirlas. Yo no le había enseñado que si mi pubis estaba visible era para que él intentara hacer uso de él, pero, después de mordisquearme los dedos de los pies, se enderezó y me lamia intensamente mis muslos. Gloria empezó a acariciarle la cabeza, el Dino se sintió más libre e inspirado.
Dejé que me lamiera la pierna, me quité los pantis y lo dejé continuara hasta que se estacionó en mi vagina, lamía y lamía, ¡Que placer tan grande me estaba provocando! Me acomodé en el sofá, quedaba con los pies en el suelo, mis nalgas y espalda aun sobre el asiento, mi cabeza inclinada, apoyada en el respaldo, mis muslos bien abiertos para ayudar que su cabeza me entrara y su lenga me siguiera acariciando el interior de mi vagina. Repetía la misma posición como antes. ¡Me pasaba su lengua por encimita de mi clítoris y era lo máximo! provocaba que me moviera de lado a lado.
Gloria observaba y me daba besos muy apretados, estaba también muy caliente. Le acariciaba la cabeza al Dino, éste seguía, lo tomé de sus piernas delanteras y lo jalé a que yo sintiera su pene sobre mi vagina, para animarlo.
Como si fuera un magneto mi vagina, el pene de Dino apareció. Intentaba a lo loco el penetrarme. Como siempre, como novato bombeaba a lo loco. Yo ya sabía que al principio lo tienen muy duro, medio delgado, trataba de dirigírselo hacia mi hoyito que lo estaba esperando, para evitar que me lastimara los muslos, pero él seguía sin atinarle. Gloria se lo veía que se le salía por encima de mi pubis, al aire. Se lo tomó con la mano y trató de dirigírselo a ese hoyito mío, pero en su desesperación seguía sin atinar. De repente, Gloria lo logró dirigir y este empezó feliz a horadarme.
Me golpeaba afuerita, ¡Que ricura! Pero, como en otras ocasiones, ya estaba bien adentro y me lo dejó salir, me salieron algunas babitas que hubo que limpiar, se enderezó, y me volvió a poner sus patas delanteras a los lados de mi pecho y su cabeza sobre mi hombro.
¡Qué bien y que bueno, parecía que íbamos avanzando bien! Pero no le atinaba, con su desesperación Gloria no se lo podía pescar y guiar a mí. ¡Hizo bastantes intentos fallidos!
“¿Por qué no te volteas y así hasta tú te lo puedes guiar?” propuso Gloria
“¡A ver, corazón! ¡Demos la vuelta y nos enganchamos como te gusta!” Pareció que entendió el Dino, me estaba enderezando y el desesperado hasta trataba de encontrar mi hoyito casi en mi cadera.
“¡Espera, deja que me ponga como te gusta y ya te doy permiso que me la metas, pero debe ser por donde se debe!”
Me coloqué en el piso, mis dos rodillas sobre la alfombra, mis muslos bien abiertos, una toalla entre ellos. El Dino ha de haber dado su visto bueno, me rondó, me olía por todas partes y, en eso, trató de montárseme, pero de lado, copulando con una nalga mía. “¿Qué te has creído? ¿Qué todavía no sabes que mi lugarcito queda entre las dos nalgas? ¡Búscalo y dale!”
Gloria lo jaló y lo centro, ahora sí, ya la tenía libre, ¡a darle! pero llevó varios intentos y no lo lográbamos, ya medio cansado dejó un espacio por el que cupo mi mano por debajo de mi pubis y por ahí lo pude guiar.
¡Que rico, ya empezó a metérmelo, con cada bombazo más le crecía y más adentro me llegaba! “Gloria, mi amorcito, ¿me estás viendo, ves cómo me va entrando? Cada vez siento más, ¡ya no puedo ni hablar!”
Dino se lucía, cada nuevo bombazo me lo daba más fuerte y yo lo sentía más dentro. Se detuvo, me quedé quietecita pero temerosa de que se volviera a salir, después de unos segundos, que ha de haber aprovechado para recuperarse, volvió a bombearme, su bola ya me estaba rozando. ¿Estará suficientemente lubricada para que me entre sin dolor? Era mi preocupación. Dino seguía empujando cada vez más fuerte para que ya me entrara su bola. No terminaba de entrar, me lastimaba, sentía dolor, pero ¡ENTRÓ AL FIN! Dino confirmó que su bola sí estaba bien sentada dentro de su perra, algunos bombacitos más, pasó su pata, lastimándome la espalda, a quedar bien abrochados.
Ya yo ya había sentido las eyaculaciones de Dino, pero cuando tiene uno la bola dentro siente uno muy agradablemente las pulsaciones que dejan sentir con sus bolas, cada pulsación inyectando un poco de semen.
Nos quedamos anudados bastante tiempo. Gloria me hacía preguntas a ratos, si podía, le contestaba. En ese momento yo no podía hacérselas, ella duró enganchada con Kaiser solo unos 15 minutos, en que estuvo como perdida y soñando, pero me dejaba ver que sentía cómo le estaban inyectando semen, cuando gozaba, se concentró en sentir.
“Ahora que estas anudada, ¿no haces nada, solo sientes?” me preguntó
“¿Qué más quieres? Ya te diste cuenta de que es una sensación maravillosa.
“Conmigo duró demasiado corto, me quedé pensando y soñando, no me alcanzó el tiempo.” Me decía
Yo no podía concentrarme y entenderle lo que me decía. El Dino me estaba dejando que gozara ese tiempo. Cuando el Dino se sintió satisfecho empezó a tratar de sacármelo, creo que le costó más trabajo que la entrada, ésta vez él jaloneó bastante. No me lastimó. Ya afuera Gloria lo observó y dijo que estaba más grande y gruesa que la de Kaiser. “¡Qué bárbara, mis respetos, esta sí que está enorme y te cupo, y esa bolota!” Yo no tuve tiempo cuando me estaba entrando, o cuando la tenía ya adentro, de darme cuenta del tamaño. Pero ahora, afuera y colgándole al Dino mientras se la lame, sí la ví muy grande, no recuerdo la de Kaiser, pero pueden haber estado iguales. Una no se puede dar cuenta y es adentro que va creciendo.