Al fin solos

Al fin solos, haciendo lo que tanto llevaban esperando.

-Al fin solos. -dijo él.

-Aquí hay mucha tranquilidad. Demasiada. - respondió ella.

Cuando por los finos labios de él iba saliendo una respuesta, ella se abalanzó sobre él, derribándolo y dejándolo en la cama, bajo ella y su fogosa mirada.

Tras cómplices miradas llenas de pasión mezclada con lujuria, se funden en un mar de besos profunos e intensas pero suaves caricias. Breves instantes después, él dice suavemente:

-Parece que has pensado en lo mismo que yo.

Ella le besa suavemente el cuello y responde con una voz dulce pero provocadora:

-A partir de ahora sobran las palabras.

Ella le va desvistiendo de arriba a abajo y descubre un cuerpo ancho y robusto. La ropa vuela por el cuarto. Como respuesta y sin mediar palabra, él hace lo mismo, dejando ver una fina y curvilínea figura que invitaba al deseo. Con suavidad, ella se coloca sobre él y se produce una mezcla de gemidos. Un movimiento suave por parte de los dos lleva la sensación de placer a un grado mayor. El dúo va subiendo la intensidad de sus movimientos, aumentando con ello su gozo y empezando a mostrarlo en sus rostros. Aumentada la intensidad de sus movimientos, la larga y pelirroja melana de ella sube y baja por su espalda constantemente, produciendo un cosquilleo que no hacía más que aumentar su placer.

Cuando parecía que llegaban al límite ella paró y se tumbó en la cama, en otro lado. Entonces él se posó sobre ella con rapidez pero sin brusquedad. Con la misma fuerza que cuando lo dejaron él empezó a moverse, mientras ella se dejaba, llevando sus pequeños dedos a su boca.

Querían que nunca tuvieran que separar sus cuerpos, pero pasaba el tiempo y el ritmo subía aún más, hasta que llegó un punto sin retorno. En ese punto, sus muecas de placer describían la más intensa y explosiva de las sensaciones. Se escuchó un débil gemido por parte de él y un intenso grito por parte de ella. Después, tomaron unos instantes para coger el aire que habían perdido.

-¿Mañana lo mismo? - susurró ella.

Y después de un cómplice cruce de sonrisas, cada uno se fue por su lado.