Al fin nos conocemos
Pareja que se conoce por internet, queda para dar rienda suelta a sus fantasías.
Tras unos meses manteniendo contacto a través de correos electrónicos, en los cuales nos decíamos todo aquello que deseábamos hacer realidad el uno con el otro sin complejo alguno, hasta el extremo de tenernos que masturbar cada vez que uno leía el correo que el otro le enviaba, y conocernos por las fotos que habíamos intercambiado y no precisamente de nuestra cara, decidimos quedar para conocernos en persona y hacer real aquello que nos habíamos contado.
Era una tarde de verano y quedamos en encontrarnos en un sitio muy conocido del centro de la ciudad. Llegué allí 5 minutos antes de la hora acordada y no había acabado de echar un vistazo alrededor, por si lo veía, cuando lo vi acercarse sonriente, (Dios mío que guapo era), nada más verlo un intenso escalofrío recorrió mi espalda.
Hola Ana, soy Carlos, ¿cómo estás?, me dijo, y a continuación nos dimos dos castos besos en la mejillas. Tras unos minutos hablando, decidimos que con lo nerviosos y excitados que estábamos, mejor que ir a tomar algo sería ir directamente a la habitación que habíamos reservado.
Por el camino fuimos hablando de las cosas que cada uno había hecho para entretenerse en su casa, hasta el momento de quedar, y empezamos a relajarnos. Nos cogimos de la mano, para ir perdiendo la vergüenza y comentamos lo largo que se hacía el camino hasta la habitación.
Una vez en la habitación, nos servimos una copa, y como no sabíamos como empezar, acordamos que como ya nos habíamos visto desnudos, pues que nos fuéramos desnudando a la vez. Así que empezamos, nos quitamos los zapatos, después, él la corbata y yo el suéter que llevaba (ahí cogió él ventaja, pues a él aún le quedaba la camisa) y cuando se la quitó, yo tuve que quitarme el sujetador dejando mis pechos a la vista. En ese momento fue directo, pues dijo que ante esos pechos que cientos de veces había contemplado en fotos y deseaba sobar, no podía contenerse, así que se quitó de un tirón el pantalón y los calzoncillos. Yo viéndole de golpe allí de pie, con el pene ya bastante crecidito, me puse muy nerviosa y no atinaba a desabrochar el botón del pantalón. Se acercó a mi, me apartó las manos y se puso a desabrocharme el pantalón; comenzó a bajármelos despacio, sin apartar sus ojos de los míos, y una vez fuera, con sus manos recorrió mis pantorillas, ascendiendo hacía mis muslos.
A continuación y sin apartar la vista el uno del otro, empezó a hacer descender mis braguitas. Una vez quitadas, me dio un suave beso en la boca y me susurró: "Acompáñame". Cogió mis manos y nos dirigimos hacía la cama. Nos sentamos en ella y como no podíamos más empezamos a besarnos sin tapujos.
Nuestras lenguas se mezclaban en una boca u otra, compartiendo nuestra saliva. Tras unos minutos de besos y caricia, me animé y fui deslizándome hacia su zona pélvica, besándolo por todo su cuerpo. Él estaba a tope y su hermoso pene estaba ya a cien. Lo cogí y lo acaricie; él reaccionó con suaves gemidos de placer. Sin dudarlo introduje su pene en mi boca y fui lamiéndolo despacio, desde el glánden hasta base, todo lo que cabía en mi boca. Metía y sacaba su pene a la vez que con una mano masajeaba sus huevos. Tras un rato y viendo él que se iba a correr, me dijo: "para que no me quiero correrme aún, y además ahora me toca a mí"
Así que cambiamos de posición, ahora era él el que descendía sobando mis pechos, lamiéndolos y succionando los pezones como si de ellos leche quisiera extraer. Sigue, sigue, gemía yo, así que descendió hasta mi coño, y abriéndome las piernas, introdujo en él su cabeza OOOOHHH!!! Dios mío que placer sentir sus labios en mi clítoris, en mis labios vaginales, en todo mi ser. Se movía con la boca de un lado a otro y su lengua no paraba quieta, así que sin poder evitarlo llegué al orgasmo; mis abundantes fluidos llegaron a su boca, que los recogió con gusto y compartió conmigo.
Sin darme tiempo para descansar empezamos a besarnos y acariciarnos, y otra vez me pues a cien, así que esta vez le pedí que me penetrara, que no podía seguir mas sin sentirlo dentro.
Se incorporó para ponerse un perservativo, mientras yo le besaba y acariciaba la nuca y la espalda. Una vez puesto me tumbó sobre en la cama y se colocó sobre mí y mientras nos besábamos con furor, con una mano separaba mis piernas y dirigía su pene hacía mi agujero. La colocó en posición y lo metió un poco, lo sacó y volvió a meter un poco más comprobando el camino, que ya estaba lubricado del todo; lo volvió a sacar y a la tercera lo metió todo de golpe, hasta los huevos. Yo boté del extasí que sentí, no creía lo que sentía, necesitaba que me realizará el amor, que me follara sin parar, y así lo hizo. Bailámos el baile del sexo como si lleváramos toda la vida haciéndolo, no parábamos de movernos y veíamos que ibámos a explotar de un momento a otro, así que para alargarlo un poco, cambiamos de posición.
Ahora estaba yo encima, y lo galopaba sin cesar, mientras él me sobaba los pechos y acariciaba mi culo, intentando introducir su dedo en mi agujero. Estábamos ya apunto, así que volvimos a la posición del misionero, pues era la que más nos gustaba a los dos. Y volvimos a movernos al unísono, conjuntamente estábamos a punto de llegar, pero yo no pude más y tuve el mejor de los orgasmos hasta ese día. Él viendo el placer que en mi había conseguido explotó dentro de mí, con movimientos reflejos de su pelvis, que me hacían gozar de placer.
Caímos rendidos los dos, nuestra respiración era acelerada debido al esfuerzo que acabábamos de realizar. Pero a la que me repuse un poco, le pedí que se echara sobre la cama y yo me puse de rodillas en el suelo al lado de él. Le extraje el condón y con mi lengua empecé a limpiarle todo su pene, hasta que quedo todo limpio, y reluciente, incluidos los huevos. Tras limpiarlo ascendí hasta su boca y compartí con él, los restos de semen que en mi boca quedaban. Tras morrearnos y compartir los restos de semen y saliva que en nuestras bocas habían, hasta que caímos rendidos en la cama. Decidimos dormir un rato.
Cuando despertamos aún era pronto, por lo que decidimos darnos un baño, pues estabamos todos sudorosos y luego salir. Llenamos la bañera con agua calentita y nos metimos dentro. Al principio tras colocarnos, sólo nos enjabonamos, nos colocamos cómodamente en la bañera y nos pusimos a hablar de cada uno. Estaba colocada en el hueco que me dejaban sus piernas, con mi cabeza apoyada en su pecho.
Tras un rato de charla, se atrevió a empezar a masajearme los pechos y yo por supuesto encantada; parecía mentira que después de la tarde que acabábamos de pasar, aún tuviéramos ganas de más, pero así era. Me di media vuelta como pude, me coloque sobre él, y empezamos a besarnos, lógicamente en seguida los dos empezamos a calentarnos y noté como su sexo empezaba a crecer al lado de mi. Nos acariciábamos y besábamos como podíamos allí dentro, y puedo asegurar que si no fuera porque los condones estaban en la habitación, y ninguno quería despegarse del otro, allí mismo lo hubiéramos hecho.
Como no quería hacerlo sin perservativo, le dije que me dejara hacer, así que comencé con mis manos a jugar con su pene. Nos colocamos de forma que su hermosa polla, quedara cerca de mis manos, y empecé un suave masaje de arriba abajo, de arriba abajo con una mano, mientras con la otra sobaba sus huevos. Lo puse enseguida a mil, ya que estaba dispuesta a hacerle, una de las pajas que jamas olvidaría. Intentaba él acariciar mis pechos, tocarme, pero la posición y la falta de espacio no lo permitía mucho. Yo seguía masturbándole y no pasó mucho tiempo hasta que no pudo más y se corrió. Su semen salía entre mis manos y desaparecía mezclado con el agua jabonosa que nos cubría. Tras ello, nos besamos y después decidimos salir ya de la bañera e ir a tomar algo, pues la noche aún era joven y prometía más fiesta.