Al fin me atreví.
Después de tanto pensarlo, decidí buscar en otro hombre lo que mi esposo me negaba.
…continuación.
El sábado me desperté muy temprano con dolor en el cuello, señal de que lo ocurrido no fue un sueño; en efecto yo ya era una mujer infiel, y había dejado entrar esa infidelidad; o más bien a esa verga por mi boca, aunque mi coño seguía esperando su turno.
Ese día pintaba para ser como todos los demás pero bastó un pequeño cambio en mi rutina para cambiarlo por completo.
Mientras Javier se bañaba yo escogía mi ropa. Yo llevaría a los niños a su práctica de fútbol y seguiría con mi rutina diaria.
Me puse una nadadora verde bastante ajustada y los jeans más apretados que tenía solo que a diferencia de otros días esta vez no usaría nada debajo. Me sentía infiel, puta; una fácil, y era así como quería vestir, demonios me sentía bien.
- Eres una golfa Andrea – me susurré entre dientes mientras me acariciaba por encima las tetas.
- Vas a calentar a cuanto cabrón se te atreviese verdad? Y les darás una probadita de ti, eh zorrita? – y me nalguee mirándome al espejo.
Baje y me metí al auto para esperar ahí a mis hijos pues no quería ver a mi esposo, temía que al verlo a los ojos se me bajara el ánimo.
Llegamos y decidí llevar a mis hijos hasta las canchas para caminar un poco. Al ir atravesando los pasillos de las oficinas, mi taconeo despertó la curiosidad de muchos y me dije: “veamos de que estás hecha”.
A pesar de que iba con mi hija, a mi paso lo único que despertaba era lujuria en aquellos pasillos, los hombres de aquel lugar; oficinistas y algunos entrenadores me miraban con deseo, y lo sorprendente es que me sentía como pez en el agua. Me esforzaba para menear las nalgas lo más que podía, dejando que mis tetas bambolearan libres bajo la nadadora ajustada; traía la pinta de una calentona que buscaba provocar erecciones, y sabía que lo estaba consiguiendo; ahí en la escuela de futbol de mis hijos. Sin saberlo yo ya no tenía remedio.
Cuando al fin llegué al pasto del campo, mis pasos eran torpes; pues llevaba sandalias de tacón y con mi niña en brazos. A lo lejos los demás entrenadores me veían andar con dificultad y se deleitaban con el espectáculo. Yo seguí caminando hasta las bancas con los demás padres de familia, donde me encontré a Julito.
Julito era quien siempre me ponía al corriente en las juntas de mi hijo menor porque yo siempre llegaba tarde, además de ser mi vecino.
- Y a que se debe el honor de tu visita? – dijo Julito mientras se acercaba hasta mi.
- Solo quería tomar aire fresco antes de irme al súper – le dije sonriendo.
Al estar tan cerca de mí, Julito no pudo ignorar el hecho de que mis pezones delataran que mis tetas estaban casi al natural, yo sabía que él lo había notado, su reacción fue bastante obvia a pesar de su intento por disimular.
Hablábamos de trivialidades mientras mi hija jugaba cerca con su pelota, pero cuando la pelota se alejaba mucho yo iba por ella; era el pretexto perfecto para exhibirme.
Le dejaba ver a Julito como mis nalgas se movían devorando mi pantalón; sabía que sus amigos también lo disfrutaban, así que me esmeraba para dejarles ver mi cola en todo su esplendor, aquello era excitante. Sabía que aquellos hombres me imaginaban desnuda, o incluso imaginaban fallándome ahí mismo y eso me gustaba.
Luego de unos minutos de andar de calentona, me despedí de todos para seguir con mi rutina diaria pero Julito se ofreció a acompañarme hasta el auto. La extraña manera en la que Julito se ofreció a acompañarme mi hizo darme cuenta de que sus intenciones eran otras, tuve miedo de seguir con ese jueguito pero no me atreví a decirle que “no” para no verme grosera con él. Así que ahí íbamos los dos tratando de ignorar el hecho de que él estaba muy excitado.
Llegamos al auto y subí a mi hija al asiento trasero, le puse el cinturón de seguridad y cerré la puerta. Al darme la vuelta para despedirme de Julito, él simplemente se me abalanzó plantándome un beso en la boca; mi reacción fue de empujarlo pero él se aprensó muy bien de mi cintura presionándome contra el auto y sólo conseguí despega mi boca de la de él; pude acomodarle una buena bofetada en ese instante pero no me atreví, sólo lo miré a los ojos tratando de reaccionar pero se dio cuenta de que igual lo deseaba como él, y de nuevo volvió a plantarme un beso pero esta vez sosteniéndome más fuerte de la cintura lo cual era inútil pues yo ya no me resistí e igual le correspondí el beso tratando de darle pelea a su lengua. El beso duraría unos 30 segundos pero muy bien aprovechados por ambos. Reaccioné y tras haber disfrutado del beso, aparte mi boca de la suya.
- ¡Detente! – le dije al tiempo que tomaba aire y le quitaba sus manos de mi cintura.
Julito se apartó de mí sin decir una sola palabra, sólo esbozaba una sonrisa burlona en su rostro y yo me di la vuelta igual en silencio y sin mirarlo a los ojos, subí al auto y me marché de ese lugar lo antes posible.
Yo no daba crédito de lo que acababa de pasar con Julito, “con que esto pasa cuando ando de ofrecida” me preguntaba a la vez que una carcajada tímida salía de mi boca. Yo sí quería follar con ese hombre pero a la vez algo dentro de mí me decía no debía nunca meterme con él, pues al ser un hombre cercano a mi familia era muy arriesgado para ambos y yo aun no estaba lista para ese tipo de hazaña.
Pero mi necesidad de tener a un hombre encima de mí era tanta que me vino a la cabeza hacerme de un amante en aquel centro comercial como la vez en que me dieron verga por la boca.
Ese día hice el super y regresé más tarde por los niños quienes me dijeron que Julito les preguntó si yo estaba peleada con Javier (mi esposo); cosa que me disgustó pero no presté más interés aunque no dejaba de revivir el momento en mi mente de haberme besuqueado con Julito; el papá del amigo de uno de mis hijos, en plena escuela de mis hijos, y la verdad era muy cachondo el recuerdo como para borrarlo de inmediato.
Por la noche antes de dormirme, me encerré en el baño de mi casa y me masturbé por un buen rato en la tina mientras fantaseaba con ser follada por Julito.
El domingo por la mañana el semblante de alegría volvió a mi rostro. Le di los buenos días a mi esposo y me dispuse a hacer el desayuno mientras nos preparábamos para ir a la iglesia, y como sabía que me encontraría a Julito, me arreglé para él. Me puse una falda blanca ajustada, tacones y medias blancas y una blusa escotada sin mangas en color azul pastel; tanga y bra de media copa en color rosa, era un juego de lencería con el que yo fantaseaba ser poseída por mi amante, y ya que ahora fantaseaba con Julito, decidí usarlo.
Al llegar ahí estaba Julito con su familia afuera de la Iglesia, y sin más él se acercó a saludarme con un beso en la mejilla y me susurró “te espero a las 4pm afuera de la escuela de futbol”, y en seguida dio la vuelta para saludar a mi esposo. Casi me da un infarto por su atrevimiento, jamás imaginé que se atreviera y mucho menos en las narices de mi esposo. Yo debía mantener mi distancia para que esta situación no llegara más lejos de lo que ya había llegado.
Todos empezamos a entrar a la Iglesia; yo del brazo de mi esposo, y por casualidad nos sentamos justo detrás de la familia de Julito. Yo sólo estaba al pendiente de él y observaba la relación con su familia; creí que él estaba en la misma situación que yo pero lo que descubrí me quitó las ganas de seguir con ese jueguito.
……..
Yo veía como Julito tomaba a su esposa de la mano, como sonreían y como disfrutaban el estar juntos. Me sentí mal por ella, pero también mal por mí. Me di cuenta que para Julito sería un triunfo el llevarme a la cama, luego él regresaría feliz a los brazos de su esposa a seguir con su felicidad pero para mí esa aventura sería lo opuesto. Yo regresaría a mi casa sintiéndome culpable por haberme entregado a un hombre que veía en mí sólo carne, y me sentiría mal por haber puesto a mi esposo en ridículo ante uno de nuestros conocidos; me sentiría mal porque yo regresaría a casa con un hombre que ya se ha aburrido de mí.
No sé porque pero de pronto yo ya estaba tratando de justificar el no tener que irme a la cama con Julito como si mi cuerpo ya hubiese tomado esa decisión. Me sentí llena de rabia y de impotencia por haber correspondido aquel beso a Julito, me sentía descubierta, humillada, desnuda ante él como si pudiera ver mi necesidad de sentir a un hombre dentro de mí; y eso me llenaba de coraje.
Al salir de la Iglesia, nos despedimos de Julito y su familia, y nos dirigimos a comprar un helado para los niños; y entonces pasó. Justo antes de irse, Julito se planto con su esposa casi frente a mí y le acomodó tremendo beso de lengua a ella mientras me miraba a mí, como si quisiera decirme lo que me esperaba más al rato. Sentí como se me subían los colores al rostro, y como un sentimiento de envidia y celos se apoderaba de mí.
Él lo había logrado, Julito había hecho que se me cayeran los ánimos; regresé a alcanzar a mi familia pero sin ganas de estar con ellos, sólo pensaba en el sexo que iba a perderme con Julito, pues ya no tenía intensión de acudir a esa cita y eso me daba mucho coraje. Hubiera querido ir a follar toda la tarde con él pero no podía, simplemente no podía y eso me llenaba de frustración y mucho resentimiento contra mi familia; contra todos por igual ya no sólo era contra Javier, sino que empezaba a desagradarme el estar también con mis hijos
Luego de comprar el helado, yo cargaba a mi hija e hice un movimiento y provoqué sin querer que ella dejara caer su helado sobre mi brazo.
- Eres una tonta! – le grité sin pensar a mi hija a la vez que le daba un manazo.
Mi hija se soltó en llanto y yo sólo esperaba que Javier (mi esposo) se atreviera a decirme algo por lo que hice; sólo esperaba un pretexto para gritarle a Javier lo mucho que lo odiaba, pero mientras mis hijos me miraban sorprendidos y con miedo en sus ojos, Javier no dijo ni una palabra; su evasiva mirada y su silencio me indicaron que se había dado cuenta de que algo andaba mal conmigo pero que poco le importaba. Su actitud era de: “allá tú”
De regreso a casa ya en el auto, yo seguía enojada; estaba esperando un mal giro del auto, un bache o cualquier cosa mal que hiciera Javier para irme contra él. Nuevamente sin lograr desquitar mi ira; llegamos a casa, y cuando todos se fueron a atender sus tareas, me sentí la mujer más sola del mundo. Quise llorar pero no pude; pensé en subir a mi recamara, hacer una maleta y marcharme de ahí, pero tampoco pude; o más bien no quería separarme de mi familia, la amaba y ellos a mí; sólo que el sexo que Javier me estaba negando era lo que me estaba volviendo loca y una mujer amargada.
Fui a mi estudio para pensar a solas; no podía creer lo que me estaba pasando. Me molestaba estar al cuidado de mis hijos, cualquier cosa que hacían me parecía insoportable, estaba frustrada como esposa y como mujer; el estrés parecía regresar. Acababa de tener un arranque de enojo y me desquité con mi hija ¿Qué más esperaba para reconocer que tenía que conseguir sexo para resolver mi problema?
Necesitaba tener follar para ser feliz nuevamente y creo que hasta mi esposo lo sabía; pero poco le importaba, y eso era muy humillante para mí. A veces pensaba que Javier igual se preguntaba que seguía haciendo yo a su lado, creía que él me hacía todo esto para que yo lo dejara, y que fuera yo la mala del cuento ante mis hijos; pero no le iba a dar ese gusto a Javier, yo no sería la que los iba a dejar.
Regresé con mis hijos para hablar con ellos y disculparme por mi comportamiento, luego fui a ver a Javier y le pedí perdón, pero lo que él no sabía era que yo le estaba pidiendo perdón pero por lo que yo estaba a punto de hacer; yo sabía que esa misma noche era mi noche.
Le dije a mi esposo que quería salir para estar sola y despejarme la mente mientras él miraba televisión. Le dejé indicaciones de lo que debía darle de comer a los niños por si yo no llegaba a la hora de la cena, y tomé las llaves de mi auto.
Dentro del coche me quedé pensando un par de minutos. Trataba de convencerme de que lo que estaba a punto de hacer lo hacía por mi familia, por no tener que abandonarla y por no tener que desquitar mi frustración con ellos.
Llegué al centro comercial y ahí estaba yo, en primer piso mirando desde la barandilla de cristal observando a los hombres que pasaban para escoger al que me gustaría invitar a la cama. Tras un rato quise regresar a mi casa pero sabía que si no me atrevía ahora que estaba tan enojada con mi esposo y tan decidida a hacerlo, jamás lo haría.
De pronto se acercó un chico como de 30 años y me saludó.
- Hola! Cómo estás? – preguntó el chico.
- Hola! Bien y tú? – respondí sonriente.
No podía evitar el sentirme como una prostituta, y no me agradó para nada. Quise calmar ese sentimiento mostrándome difícil para que el chico tratara de convencerme y hacer un poco más “romántico” el asunto, pero el tipo interpretó mi actitud como una negativa y se marchó.
Cuando el chico se fue yo hice una mueca de desagrado, y al dirigir la mirada hacía a un lado noté que el empleado de una zapatería me estaba observando con una sonrisa traviesa. Era un viejo como de 60 años, y me dio vergüenza que él sí se hubiera percatado de mis intenciones con aquel chico, el cual se fue sin entenderlas. Avergonzada me retiré de ahí y caminé unos metros hasta meterme a una tienda de discos.
Me puse a ver algunos discos para entretenerme; y cuando alcé la mirada ahí estaba el viejo, entre los paneles de los discos observándome fijamente. Enseguida me agaché para esconderme y me di cuenta de lo ridícula que me veía escondiéndome de un viejo “rabo verde”
Decidí no prestarle atención pero el viejo estaba decidido, y con disimulo se iba acercando a mí. Yo pude haber salido de la tienda pero de pronto ya quería tener a ese desconocido montándome, mi instinto me decía que había encontrado al hombre que buscaba.
Yo fingía que miraba algunos discos, pero la verdad es que yo estaba atenta a la llegada del viejo que a cada segundo se acercaba. Cuando quedó cerca de mí, él también fingía que miraba algunos discos y de pronto sin pensarlo sólo me apoyé en el panel de los discos y saqué las nalgas, yo ya no tenía control sobre mi cuerpo, era mi cuerpo que invitaba al viejo a que lo poseyera. El viejo en seguida entendió el mensaje y se paró justo atrás de mí, yo podía sentir la tela de su pantalón; esperaba sentir un arrimón pero nada, el viejo no hacía nada. Yo seguía sacando el culo esperando alguna reacción pero nada, luego con el pretexto de tomar un disco recargó su bulto sobre mí y pude sentir la punta de su verga tocándome una nalga, y fue cuando yo llevé el culo hacía atrás para restregárselo casi descaradamente y el viejo lo aprovechó muy bien, pero casi en seguida se apartó y se paró junto a mí. Yo no entendía su juego, se suponía que él debía quedarse atrás de mí. Pensé que el viejo igual no había entendido que yo tenía la intención de algo más que un simple repegón; hasta que al bajar la mirada vi que algo se movía debajo del pantalón del viejo; no lo podía creer, era su verga replegada hacía un lado y estaba enorme. El viejo simulaba estar viendo un disco para no despertar curiosidad de lo que estaba pasando entre nosotros. El viejo movía su verga de arriba abajo sin mover su cuerpo; aquello era simplemente extraordinario y entendí el juego.
Yo fingía que tomaba uno de los discos frente a él y aprovechaba para acariciar aquel enorme animal que tenía por verga; igual el viejo de pronto se pasaba de un lado a otro para restregarmela en las nalgas, las que yo gustosa le entregaba. Así estuvimos unos 20 minutos hasta que el viejo me tomó de la mano y me guió para salir de la tienda.
Al salir de la tienda yo seguía tomada de la mano del viejo y ambos caminábamos en silencio y sin rumbo; sólo sabíamos que iríamos a follar. Antes de bajar al estacionamiento, el viejo me recargó en uno de los pilares de la plaza y comenzó a besarme. Yo correspondía dejándolo devorarme la boca mientras yo le acariciaba la verga por encima del pantalón; era increíble la sensación de saber que pronto esa verga estaría dentro de mí luego de tanto tiempo de espera.
Seguíamos sin decirnos nada, sólo nos acariciábamos y nos besábamos como si fuéramos amantes de hace tiempo. El viejo jamás me miró a los ojos, yo trataba de encontrarme con su mirada pero él estaba concentrado en mi boca, mis tetas y mi culo; nunca lo vi mirándome a los ojos. Luego de un buen faje seguimos caminando hasta la planta baja por las escaleras eléctricas en donde el viejo detuvo su mano sobre mi trasero mientras yo me apretaba los dedos con ambas manos; me sentía una prostituta al sentir sus manos sobre mí, era algo extraño como si yo ya le perteneciera, pero su seguridad me hacía estar tranquila y segura con él.
Llegamos al estacionamiento y al fin habló.
- Dame las llaves de tu coche – dijo el viejo con una voz gruesa e imponente.
Yo no estaba segura de querer darle las llaves de mi coche, pero me dije; “Andréa si estás dispuesta a darle las nalgas, qué más da el coche” y accedí.
Enseguida localizó al auto y ambos nos subimos. Él conducía mientras me acariciaba la pierna con la otra mano, la que yo tomaba para guiarlo sutilmente por todo mi cuerpo aunque siempre se deshacía de mis manos para él tomar su propio rumbo, que siempre eran mis muslos y mis tetas. En los semáforos en rojo, él volteaba pero sólo a mirar mi cuerpo, lo que comenzaba a alagarme y a gustarme de sobremanera; el que ese hombre se interesara sólo por mi cuerpo me gustaba mucho, me hacía sentir especial nuevamente. Como había algo de tráfico yo ya estaba recargada sobre su hombro mientras él con su mano me acariciaba el culo y estrujaba la única nalga que podía. Así estuvimos, yo tenía el escote muy alborotado y el vestido por encima de mis muslos que dejaba ver el encaje de mis medias. Luego se apartó de mí para tomar el volante con ambas manos y supe que habíamos llegado, vi que era un lugar no muy lejos, ya que habíamos conducido a penas unos 15 minutos de la plaza.
El viejo salió del auto sin decir nada indicándome con la cabeza que lo siguiera y en seguida obedecí. Al salir del auto pude sentir el golpe del aire en mi coño y me di cuenta que estaba completamente mojada. Cerré la puerta y me acerqué a mi amante, él sólo estiró su mano para que yo la tomara y empezamos a caminar algo rápido; yo tenía que trotar de momentos para aguantarle el paso haciendo malabares para no caerme por mis tacones, las tetas me bamboleaban al igual que el culo; mis pasos largos hacían que la falda se me fuera subiendo y aunque intentaba mantenerla en su lugar todo era inútil, parecíamos lo que éramos; “un viejo con una puta a la que había recogido por ahí para follarla” y la prisa que teníamos por hacerlo era evidente.
Yo seguía sin decir una sola palabra, intuía que él no quería hablar. El viejo llevaba la mirada fija hacía adelante, concentrado en sus pensamientos lo cual me hacía desearlo más y más a cada segundo que permanecía junto a él.
Así andamos una calle sin cruzar palabra y como a la mitad de la segunda se paró bruscamente, alcé la mirada y vi un letrero muy discreto que decía “HOTEL”; sabía que habíamos llegado. A penas entramos y me indicó que lo esperara al fondo del pasillo. Él intercambió un par de palabras con el hombre de la entrada mientras yo esperaba, luego se acercó a mi sin que yo pudiera sostenerle la mirada y me tomó nuevamente de la mano, yo volví a seguirlo como una niña que sigue a su padre.
Subimos por las escaleras a pesar de que había elevador, el sonido de mis tacones podía escucharse por todo el hotel y ahí comencé a perder la noción de la realidad, me sentía drogada como si se tratara de un sueño. Yo ya no sentía mis piernas, no sé cómo le hice para continuar; mis manos estaban completamente frías pero sentía mi cara muy caliente, el cuerpo no dejaba de temblarme, podía sentir un enorme nudo sofocando mi garganta; la tenía muy seca, sentía que me ahogaba, mi vista empezaba a nublarse y creí que en cualquier momento me desmayaría.
Continuará…
PD. Gracias por sus comentarios. Espero publicar la continuación muy pronto; se que dejé el relato en lo más emocionante pero no he tenido tiempo para continuarlo y ya quería publicarlo. Saludos.