Al fin conseguí a mi cuñada (2)
Conseguí que viniera a verme por segunda vez...
El "esto no ha pasado ni pasará más" no se cumplió, por supuesto. Afortunadamente para mí.
Apenas pasaron dos semanas desde aquella primera vez. Durante ese tiempo apenas vi a mi cuñada, y ambos estuvimos evitando encontrarnos con la mirada, como avergonzados. Pero entonces mi mujer decidió irse unos días a la playa con los niños y me quedé completamente solo. En aquellos días no había cesado de pensar en ella y en el maravilloso polvo que habíamos echado, y en varias ocasiones me había masturbado recordando su cuerpecillo vibrando sobre mí.
No pude evitar llamarla y decirle que quería hablar con ella. Me pidió vernos en una cafetería, pero insistí en que viniera a casa porque lo que quería decirle no podía hablarlo en público. Al fin accedió, y yo creo que sabiendo lo que inevitablemente pasaría.
Llegó sobre las nueve, y se había puesto atractiva. Vestía una blusa blanca ajustadita, de esas que parece que los botones pueden romperse en cualquier momento. Los vaqueros elásticos le sentaban como un guante. Realmente tenía la figura de una adolescente.
No he venido a acostarme contigo, quiero que lo tengas claro.-Sentenció.
Lo sé, pero necesitaba hablarte. Mentí naturalmente-. Siéntate.
Esta vez rechazó el gin tonic, cosa que me ponía las cosas más difíciles aún.
Mira Ana, es que desde aquel día no puedo dejar de pensar en ti, en tu cuerpo, en tus labios, tengo tu imagen clavada en el cerebro y no puedo borrarla.
Pues tienes que olvidarlo, ya te dije que no pasaría más, solo quería saber lo que se siente al hacer el amor, y ya lo hice.
Me di cuenta de que la estrategia no era la adecuada, así que decidí cambiar de táctica.
Es que precisamente de eso quería hablarte también. El sexo es mucho más que lo que hicimos el otro día, entonces solo hicimos el amor, fue maravilloso para mí también, pero hay muchas más cosas que tienes que probar y conocer, y que a mí me gustaría enseñarte.
Noté como me miraba interesada.
Cosas como cuáles.
Cosas estupendas y que debes probar si algún día te echas un novio y quieres que disfrute contigo. Cosas que harán que se vuelva loco por ti.
Me acerqué hacia ella, por su mirada supe que no iba a oponer resistencia, así que directamente apreté mi boca contra la suya y nuestras lenguas se reencontraron con pasión. Al fin volvía a abrazarla, y en unos segundos mi pene ya estaba como el hormigón.
Comencé a desabrochar su blusa lentamente. A medida que quitaba cada botón, le acariciaba la piel que quedaba al descubierto, hasta que quedó completamente abierta. Su cintura en mis manos era como de terciopelo. Lucía un sujetador blanco de encaje acorde a sus tetas menudas, que enseguida desabroché. Bajé mi boca hacia sus lindos pezones que lamí y mordisqueé durante unos minutos. Ella ya suspiraba, y yo mientras había desabrochado sus vaqueros. Me detuve solo los segundos necesarios para sacar su pantalón y las diminutas braguitas. Entonces, acerqué mi boca a su clítoris y la noté algo sobresaltada.
- Tranquila, déjame hacer
Comencé a pasar mi lengua muy suavemente por encima y noté como crecía ligeramente de tamaño a la vez que ella comenzaba a gemir de placer. Estuve un buen rato deleitándome con sus deliciosos flujos que incesantes llegaban a mi boca .
¡Házmelo ya, dios mío, métemela!
No, ahora quiero que me la chupes
Me incorporé en el sofá y le pedí que se arrodillara ante mí. La visión de ella entre mis piernas, con cara asustada, mientras me abrazaba el pene con sus manos y me miraba fijamente, casi me hace explotar de excitación. Comenzó a acariciármela con la lengua, hasta que le pedí que se la introdujera en la boca. Tuve que explicarle que los dientes debían desaparecer de su boca, pero lo aprendió de inmediato.
Cogí entonces su cabeza y la balanceé hacia delante y atrás lentamente, hasta que advertí que había entendido a la perfección y siguió chupando mientras con su lengua me volvía loco haciendo algo inexplicable sobre la punta de mi pene.
Pasé unos pocos minutos disfrutando bestialmente, hasta que la hice parar, pues estaba a punto de correrme. Quería seguir deleitándome. La incorporé y la giré hasta que dar de espaldas a mí. Entonces la atraje y la senté sobre mis piernas a la vez que se la metía hasta lo más profundo se su vagina, mientras ella gritaba de placer, y comenzaba ese movimiento rítmico en círculo que ya me había enloquecido.
Con una mano acariciaba sus preciosas tetillas, mientras con la otra le acariciaba rítmicamente el clítoris. Tuvo un orgasmo largo, y yo sabía que con sus contracciones me correría, así que me mentalicé y aguanté estoicamente.
Cuando ella paró, me levanté sin sacarla y fui empujándola hasta la pared, apoyé sus manos contra ella, y comencé a moverme despacio. Ella gritaba ya que me corriera, quería sentir mi semen derramarse en su interior, pero yo quería seguir, aquello no debía acabar nunca.
Seguí moviéndome una y otra vez, cada vez más rápido, hasta que volvió a tener otro orgasmo, más fuerte si cabe, pues ahora gritaba ya sin ninguna vergüenza expresiones de placer de todo tipo.
Con sus convulsiones ya no pude más y me corrí de una forma salvaje, dándole empellones hasta aplastarla contra la pared mientras ambos gritábamos desaforadamente.
Pasamos unos minutos quietos, pegados a la pared, encajados uno en el otro como dos piezas hechas a medida, relamiéndome de mi felicidad.
Le pedí que se quedara esa noche, pero se negó, y ello a pesar de explicarle que había muchas más cosas que quería enseñarle, pero, a pesar de ello, y lo mejor de todo, fue que ¡Prometió volver mañana!