Al este del meridiano de greenwich 7
Lleve a Adriana al baño y puse a llenar la bañera, puse sales de loto en el fondo y cuando estaba a me dio llenar nos metimos.
Habían pasado cinco semanas, desde mi llegada, a ese alucinante aeropuerto, de Chek Lap kok en Hong Kong.
El aeropuerto en si, es espectacularmente hermoso, y a la vez sumamente aterrador, situado en una isla artificial, construida a tal fin. Daba la impresión, pero impresión, con mayúsculas, de que fueras ha aterrizar en un sello de correos, en la isla se encontraba la terminal, que era fantástica, luminosa, con una cúpula de cristal grandiosa.
La pista de aterrizaje era sumamente justa, por lo que las compañías, volaban con los pilotos más experimentados. Los aviones tenían el sitio justo para tomar tierra y una especie de rotonda para girar en sentido contrario y despegar.
Hoy, volvería a esa pequeña península artificial, a recibir a mi bien, más preciado en la vida. Mi “AMOR” Adriana.
Contemplaba esa vista, de una ciudad del futuro, a lo Blade Runner, desde la magnifica pared de cristal, de mi suite, en el lujoso Hotel Conrad, situado en el distrito financiero de Hong Kong. Con unas magnificas vistas de la bahía Victoria Harbour y el Victoria peak, con sus verdes laderas, que tenían el tono verde esmeralda, salvaje y exuberante de la mirada de mi mujer, cuando, se encontraba al borde del abismó orgásmico.
En cinco semanas, nunca me pareció el paisaje más bello, el aire más fragante, la vista más espectacular, el atardecer más colorido, que me lo parecía en este instante.
Adriana, trabajo sin descanso, para poder venir ha pasar dos semanas conmigo, antes de viajar ambas, a Florencia, para pasar la navidad con su familia, y Meritxell.
Estaba echa un manojo de nervios, en la noche no había dormido nada, ansiosa deseando la llegada del amanecer, con un nuevo día, que me traería a mi espectacular chica.
Esa mañana temprano, baje al gimnasio del Conrad, que estaba provisto de todo tipo de aparatos de musculación, cintas de correr, bicicletas elípticas, vamos de todo.
El hotel en si es esplendoroso, desde su magnifica entrada cubierta, donde esperan los botones, vestidos de blanco, con librea, pasando por su recepción, con la gran lámpara de araña de cristal.
El hotel contaba, con salas de banquetes, congresos, conferencias, restaurantes de renombre, uno el Golden Leaf, con estrella Michelin, el edificio es una torre semi circular, con todo el frontal cubierto de cristal, detrás del cual se encontraban las suites.
Las suites consistían, en grandes apartamentos, con dos habitaciones, la matrimonial enorme, un gran salón, con televisión de plasma, una zona con un buro para trabajar, con suelos de mármol, cubiertos en algunas zonas, por bellas alfombras, todo decorado de manera elegante, en tonos cálidos, tierra, cremas, crudos, las paredes de un bonito siena tostado, combinado con maderas oscuras en los muebles.
Tan nerviosa e impaciente estaba, que hasta ahora, no había percibido todos estos detalles.
Fui a la peluquería y me cortaron unos diez centímetros del largo de mi cabello, que la verdad me quedo genial, tratamiento capilar, manicura, y todo lo que pude, para mantenerme ocupada.
El tiempo pasaba a velocidad de tortuga, con tres patas. No paraba quieta en ningún sitio, no me concentraba en nada.
Adriana llegaría sobre las 22:00 h, una berlina de lujo del hotel, me recogería a las 21:00h. Apenas eran las cinco, prepare la ropa que me pondría, me acosté un ratito, haber si conseguía dormir, por fin dormí hasta las siete, me di una rápida ducha, un poco de maquillaje, muy sutil, me recogí el cabello en un moño, y empecé ha vestirme, con un traje de lino blanco, con bordados en seda, desmangado, con unos finísimos tirantitos, ajustado al cuerpo, con el largo por encima de las rodillas, unos zapatos a juego, y un tres cuartos, un poquito más oscuro que el vestido pero en el mismo tono.
Estaba satisfecha, me sentía buenísima…ja ja ja. ¡Que cara pondría mi nena! Por fin esta noche su cuerpo me daría su calor.
Ya estaba en la terminal, por megafonía avisaron: El vuelo procedente, Madrid Barajas, realizabara en estos momentos la aproximación, aterrizaría en cinco minutos.
Dioss que largos pueden ser cinco minutos. Pero por fin comenzaron a salir, los pasajeros por la puerta diecisiete-c.
Cuando nos vimos, corrimos la una hacia la otra, me eche en sus brazos, me levanto y giro con la inercia, haciéndome dar una vuelta en el aire, juntamos nuestras frentes mirándonos a los ojos, me dejo en el suelo, me aparto un poquito para ver mi nueva imagen.
Adriana temblando de emoción me dijo. –Amor mio, estas deslumbrante,me muero por besarte. Mientras me miraba como si fuera su razón de existir. –Mar te quiero, mi ragazza.
Yo no le respondí, la cogí de la mano, tirando de ella hacia el exterior, rumbo a la oscura limusina. Llegamos sin aliento, salude al chofer con una inclinación de cabeza, porque ni palabras tenia, abrí la portezuela y empuje a mi preciosa novia, al interior, conforme entraba accioné la separación interior, dejando el habitáculo del vehículo, separado.
Y por fin bese a Adriana, mi amor , mi novia, mi vida…Que beso más maravilloso fue aun mejor que el primero que nos dimos, todo lo contrario, a lo que podría parecer, fue tierno, cariñoso, suave, sí, por que no decirlo sensual, pero sin la carga sexual de otras veces, que habíamos estado separadas.
Nos saboreamos, y acariciamos con nuestras lenguas. Yo aspiraba su familiar olor, embotando mis sentidos, saturando mis glándulas olfativas, no podía dejar de mirarla, no podía ni hablar.
Por fin Adriana rompió el silencio. –Mar cariño, estas fantástica, no podrías estar más bella aunque un Ada posase sobre ti, su barita. Me decía mientras acariciaba mi cara, frotaba su nariz recta, con la mía, tomando mis manos en el proceso.
-Sabes Adriana, tu si que estas maravillosa, casi se me para el corazón al verte. Adriana estaba increíble, con su perfecta piel bronceada, aterciopelada y calentita, cubierta por un vestidito precioso de Roberto Verino, en un tono azul, que con su bronceado y cabello azabache la hacia parecer, recién sacada de una peli, Disney.
-Adriana me pregunto, ¿Guapísima, por qué tantas prisas, para llegar a el coche?
Y además no hemos recogido mi equipaje…ja ja ja.
Yo le dije-Mi amor, aquí las demostraciones de amor, en general, no están bien vistas, y las nuestras creo que son hasta un delito.
Y yo, quería besarte cuanto antes, y sobre todo tocarte, olerte y abrazarte así, le dije mientras tiraba de ella para sentarla en mis rodillas, abrazándola fuertemente, mientras posaba mi cabeza, en su pecho, y cuello, estirándome para besarlo y acariciarlo con mi nariz, con los ojos cerrados sintiéndome en el paraíso.
Y por tu equipaje no te preocupes, la lanzadera del hotel, que viene a recoger viajeros, lo llevara hasta nuestra habitación, que ahora voy a llevarte a conocer la ciudad, que de noche es espectacular.
Adriana me pregunto. –Mar, y bien ¿Dónde se supone que me llevas ahora? Porque he de informarte… que tengo muchísima…hambre, mirándome de manera cadenciosa, lamiendo ligeramente sus bonitos labios.
-Hay Adriana, esta vez, tu jueguecito no te servirá, me he puesto, una capa de inmunidad…ja ja ja. Anda amor no hagas pucheros, que tenemos por delante dos semanas, para disfrutar de la ciudad y sobre todo de nosotras mismas.
Llegamos a Victoria harbour, la silueta de la ciudad, con sus rascacielos que parecían gigantes luminosos, ofrecía una imagen fantasmagórica y a la vez atraía como las lámparas a las polillas. Teníamos reserva en un fantástico restaurante de comida cantonesa, la comida estaba buenisimaaa…charlamos sobre todo, de mi bichito, de Fabricio que lloro como un niño, y estaba inmensamente feliz, los abuelitos valencianos y florentinos, incluida la abuela de Adriana, que le había pegado una regañina a Fabricio…wow que miedo con la mamma.
Me conto que Meritxell, se encontraba mejor pero muy lloroncita. Que me echaba de menos, tanto como yo a ella. Ya que resultaba difícil hablar con ella, por la diferencia horaria. Antes de viajar aquí, había esperado la vuelta de Fabri, para no dejar sola a mi lloroncita, que tenía las hormonas, en plena guerra.
Adriana y yo, la acompañamos a la ginecóloga. Laura una buena amiga, que boniiito, cuando vimos esas células cardiacas del bebe latiendo, y el principio de una silueta humana, que cosa más tierna la carita de mi hermanita, las tres lloriqueando. Cosa que me fastidiaba muchísimo, porque yo soy una tía dura, para nada llorona. Laura le dijo que estaba de unas diez semanas.
Regresando al presente, mi amor y yo terminamos de cenar, tomamos un postre a medias, y nos marchamos paseando por la ciudad, tomadas del brazo.
Esa noche, tenia lugar un festival en el cual los edificios se iban iluminando, en un espectáculo de luces, llamado Symphony of Lights, en la avenida de las estrellas, absolutamente grandioso, visto desde la otra orilla de la bahía, se apreciaba en todo su esplendor.
Terminaba con fuegos artificiales, que salían de las azoteas de los edificios más altos, nos quedamos como dos tontas…ooohh.
Mientras, pasaban, los típicos barcos chinos con el velamen de palma, iluminados dándole ese característico color anaranjado, cruzamos la bahía en el económico Ferry Star.
Una vez al otro lado, anduvimos, por las callejas, cruzamos un mercado en el cual tenia lugar una de esas ceremonias del dragón, pero diferente a la que conocía de otros lugares, consistía en poner varitas de incienso encendidas, mientras el dragón se movía con su errático baile, para pedirle un deseo a Buda. Como no era secrecto, yo pedí que todo fuera bien con Meritxell y el bb, mientras Adriana pedía que nosotras fuésemos felices. La aparte a un ladito y en la oscuridad nos dimos un besazo, abrazadas casi fusionadas.
Estuvimos un par de horas de fiesta, en una zona donde iban personas de todo el mundo. Bailando, besándonos, tomamos unas copas, y por fin decidimos regresar, porque las dos estábamos cansadas, un taxi nos dejo en la puerta del hotel.
Cuando entramos a la habitación, Adriana me pasó su brazo alrededor de la cintura, las vistas desde toda la suite, eran mágicas.
Le tendí la mano diciéndole. –Adriana ven a la cama. Me agarro por detrás ciñéndome de la cintura, apretando su pubis contra mi nalga, y mordisqueando el lóbulo de mi oreja, pasándome su lengua de manera perezosa, mientras nos conducíamos, a la habitación, estaban encendidas las luces amarillentas de las mesitas, dando un ambiente extremadamente cálido, romántico, al acercarse, Adriana observo, encima de la colcha de la cama de color claro, un mensaje formado, con unos pequeñísimos bombones, que tenían forma de corazón, envueltos en papel metalizado rojo, una frase “VIVE CONMIGO AMOR”
Adriana. – Al ver el mensaje de Mar, no pude contenerme más y salte sobre ella, que de manera refleja me cogió sujetándome por el trasero, y caímos las dos sobre la cama, bombones incluidos, riéndonos.
-Mar puso semblante serio y me pregunto. ¿Mi amor, esto significa que viviremos juntas? Claro que viviré contigo. Cambia esa cara, aunque tenga que viajar, puedo realizar menos operaciones, y derivar las más sencillas, a mi equipo, ya arreglaremos los detalles, te amo y eso para mi es lo primero, me dijo tomando mi rostro entre sus manos, y mirándome a los ojos.
No me lo podía creer, mi chica había aceptado compartir su vida conmigo.
-Adriana, te amo… te amo, eres lo más importante para mi, mi primer pensamiento al despertar, mi recuerdo constante, todo mi tiempo estoy pensando en ti, la abrazaba y besaba .
Tumbadas en la cama. Adriana, medio acostada sobre mí, con su carita escondida en mi cuello, me abrazaba, mientras unas lagrimas, corrían por nuestras mejillas.
-Sabes Mar todo este tiempo, queriéndote, jamás pensé que esto, pudiera pasar entre nosotras, mi vida, yo intente apagar este amor, pero me fue imposible, y ahora que mi sueño de tenerte para mi, es real, tengo miedo de perderte.
-Cariño, Adriana mírame, sujetando suavemente su mentón, no me perderás, ahora yo tampoco puedo vivir sin ti, eres mía eres mi mujer. Fabricio y yo, estamos buscando un buen lugar en Madrid, para poner en marcha otra clínica.
-Pero Mar, cariño, ya me esta resultando difícil amortizar la Clínica Rizzi de Barcelona… ¿Cómo podre con otro gasto similar en Madrid?... Mar eso va ha resultar imposible.
-Adriana, preciosa Fabricio y yo, estamos de acuerdo en financiarla completamente, tú tienes una reputación excelente, y sé que tendrás muchísimo éxito en Madrid.
Anda, preciosidad de ojos verdes, cambia esa cara, sé que eres muy independiente, pero esto, no será un regalo, es una inversión, aparte le dije riendo, yo amortizare rápido, mi inversión, todavía necesito unas cuantas cirugías.
-Mar cielo mio, tu nunca volverás a pagarme nada, para que yo te ayude.
-Vaya, ósea que tu si puedes mimarme a mi, pero yo a ti no. Empuje a Adriana contra el colchón, comenzando a desnudarla, besando por donde su piel, quedaba al descubierto. –Adriana, te quiero, te deseo, voy a hacerte mía, esta noche, ahora mismo.
Mordí, su pezón tirando de el fuertemente, succionando, lamiendo, pasando de uno a otro, pasaba mi lengua, delineando el contorno del seno, deslizando la lengua por el centro de su pecho y abdomen dejando una senda húmeda, a mi paso, girando alrededor del ombligo, de mi pasional italiana, que se retorcía y arqueaba, soltando palabras soeces en ese italiano, propio de los florentinos.
Seguí mi recorrido, hasta llegar a su tanga negro, que era completamente, transparente, metiendo mi lengua por la cinturilla del mismo y tirando con mis dientes, de esa preciosa prenda no sin antes lamer por encima de ella, en la zona de el pubis y el valle de sus labios vaginales, degustando su riquísimo sabor y su fragante olor, fuerte, dulce y ligeramente picante, entrando un una espiral, de autentica gula.
La voltee, boca abajo, tirando de sus brazos hacia arriba, manteniendo sus manos cogidas con las mías, mi cuerpo sobre el suyo, apretando con mi pubis, contra la parte baja de sus nalgas, frotando mis senos, con mis duros pezones, por su suave espalda, completamente sensibilizada, con su carne trémula y arrebolada.
Mordisqueando su nuca, cuello, detrás de sus orejas, sus hombros.
Adriana, me suplicaba. –Mar por favor, por favor, follame, follamee…
Me di la vuelta dándole acceso a mi sexo, formando con ella un perfecto sesenta y nueve. Pasando así, a devorarnos mutuamente, lamiendo y mordiendo nuestros clítoris, insertando las lenguas, dentro de nuestros cuerpos, bebiendo de las fuentes del placer, la una, de la otra, fuera del mundo, en un plano distinto, casi metafísico, introduje tres dedos de una vez, dentro de mi mujer, haciéndola vibrar, retorcerse y convulsionarse, mientras gritaba.
– Mar me corrooo… tirando de las sabanas y apretando mi sexo contra su boca, metió sus dedos en mi interior.
Y mi cuerpo exploto con un orgasmo, que tenso mi cuerpo, produciendo en mi , unas contracciones que estrujaban, los dedos, de Adriana, que los mantenía apretados contra mi, mientras mi cuerpo rebosante de fluidos, buscaba liberarse eyaculando, de manera increíble, dejando mi cuerpo, desmadejado, sin fuerza, completamente inerte sobre la cama.
Nos quedamos dormidas de inmediato, su cabeza en mi pecho, nuestras piernas entrelazadas, su cabello esparcido por mi cuello y pecho.
El amanecer entraba, por la magnifica pared de cristal a la izquierda de la cama, desde la que contemplaba el verde exuberante del Victoria peak, con esa aureola dorada en las copas de los arboles, al ser traspasadas por los rayos del incipiente sol.
El agua de la bahía, refulgía con tintes de plata y oro, jalonados por las zonas grises, producidas, por las fantasmales sombras oscuras, de los veleros fondeados en la bahía.
Estuve observando a Adriana mientras dormía, el ovalo de su rostro, sus rojos y delineados labios, la sombra que formaban sus pestañas en su cara. El suave murmullo de su respiración, su pecho subía y bajaba con un ritmo, lento y acompasado, y sobre todo su cálido y dulce aliento al exhalar.
Roce ligeramente sus labios con los míos, y me levante de la cama. Tenia que plasmar esa maravilla de color, que únicamente podía generar la naturaleza, sobre la bahía.
Adriana. –Me desperté sola en la cama, el sol era fuerte y radiante, entraba completamente por toda la habitación, en la cama, sobre mi cuerpo, era una sensación muy placentera.
Me acerque a la pared de cristal, mire hacia abajo había una preciosa piscina, que seguía la curva de la fachada del hotel, las vistas impresionaban, la bahía, con sus barcos, la verde vegetación, precioso, pero yo solo quería ver lo que para mi, era la más perfecta creación de la naturaleza humana, mi, novia, mujer, todo.
Deje la habitación, la encontré en el enorme salón, totalmente desnuda, su piel brillaba con los rayos del sol, tenia en su espalda las huellas indelebles de la explosión, aunque muy difuminadas por su buena cicatrización.
Estaba de pie frente a un caballete, pintando en papel de acuarela, con una especie de rotuladores con la punta larga de caucho, en forma de pincel, que me había enseñado otras veces, estaba rematando la pintura con unas tizas cretas en colores pastel.
Seguramente estaría allí desde el amanecer, escuchaba música, con unos pequeños auriculares inalámbricos, no había notado mi presencia, estuve sentada en el sofá tras ella, observando su trabajo, era increíble lo que hacia con dos, estuches de colores.
Por fin, con un pequeño pincel, puso el titulo y firmo la acuarela, se irguió y froto su cuello. Y en ese momento entre en acción, llegue a ella abrazándola por la cintura, pegando mi cuerpo al suyo apoyando mi barbilla, en su hombro, acariciando con mi nariz su mejilla.
Mar se volvió entre mis brazos y me abrazo, nuestros cuerpos totalmente desnudos, y ella con esa voz tan sumamente sensual me dijo.
-Preciosidad… por fin despertaste, pensé que dormirías todo el día, hoy tenías el sueño muy pesado, fui a verte en la mañana varias veces, y te bese pero no despertaste dormilona. Dándome un besito muy ligero en la punta de mi pezón derecho.
Lleve a Adriana al baño y puse a llenar la bañera, puse sales de loto en el fondo y cuando estaba a me dio llenar nos metimos.
Adriana se puso detrás de mí con su espalda apoyada en la bañera y yo entre sus piernas, recostada en su pecho.
Adriana puso jabón en su palma y empezó a frotarme la espalda masajeando, mis hombros, y cuello, el agua estaba muy caliente, nos relajamos hay juntas, recostadas piel con piel. Adriana me abrazaba por la cintura, recosté la cabeza en su pecho y me quede dormida, era una maravillosa sensación de intimidad, el cuidarse y permanecer juntas, así simplemente en sus brazos.
Sin pesadillas, sin insomnio, solo escuchando el arrullo de su latido, sintiendo la caricia de su mano en mi pelo. Era maravilloso poder dormir, así junto a ella.
Cuando el agua empezó a enfriarse, Adriana me despertó, seco mi cuerpo y el suyo, de la mano nos fuimos a la cama, nos abrazamos y estuvimos dormitando hasta la una.
Pedimos el servicio de habitaciones, comida italiana de verdad, estaba todo buenísimo, comimos, en bata, bebimos un buen vino, comiendo la una del plato de la otra, charlando, tomando café, corriendo y jugando por la habitación, ese día no salimos, dormíamos, nos amábamos, hablamos, mientras acariciábamos nuestros cuerpos, cenamos y dormimos abrazadas, sin despegarnos en toda la noche, nuestros cuerpos cálidos y relajados.
Y por primera vez en años, soñé, no sabía bien que, pero si sabía que era bueno, feliz. Por la mañana, Adriana me observaba mientras dormía, al despertar me miraba sonriente. Y me pregunto.
-¿Sabes mi amor, que esta es la primera vez, que despiertas después que yo? Nunca te había visto nena, con esa expresión de felicidad en la cara, dormidita, con ese precioso y rosadito pezón escapando por encima de la sabana.
-Ahora veras, lo que puede hacerte, esta nena de pezón rosado. Con mi voz ronca de pasión.
Tire de ella, dejándola bajo mi cuerpo, metiendo mi mano entre sus piernas, subiendo la mano deliberadamente lento, apenas sin tocar, arrastrando la palma de la mano, hacia el pubis tocando en mí camino sus labios y su ya duro clítoris.
Adriana, se estimulaba rápidamente, apenas con mi voz y unas ligeras caricias, ya estaba húmeda y preparada. Aventure un dedo dentro de su vagina, que estaba suficientemente lubricada, lo saque y metí dentro de mi, dándole después a probar nuestro sabor a Adriana que sin ninguna vergüenza lamio mi dedo. Bese sus labios que tenían nuestro sabor.
La fui guiando hasta quedar a cuatro patas sobre la cama, y fui mordisqueando su redondo trasero, lamiendo desde abajo toda su vulva, tan suave, depilada y jugosa.
Penetre con mis dedos su vagina, lamiendo de mis labios el néctar que rebosaba y caía sobre mi cara, me aventure hacia su ano, que había notado, que a mi mujer le encantaban las caricias hay.
Lubricando mi dedo en su vagina, empecé acariciando y presionando levemente.
-Diooss…Mar me estas matando, aaaahh.
-Dime lo que quieres Adriana, pídemelo, no tengas miedo, tu eres mía y yo tuya, no hay lugar, para la timidez, relájate, no pienses solo siente.
Interne mi dedo un poco más, notando sus rugosidades, ese calor apretando mi dedo, relajándose y contrayéndose. Estimulaba a la vez, su punto g y su ano.
Sus gemidos aumentaron, en frecuencia e intensidad. Cuando la atrapo el orgasmo, sus rodillas dejaron de sujetarla por el temblor y la flojera. Cayó sobre mi cara, mojándola completamente, con sus fluidos. Se echo a un lado intentando inhalar, la mayor cantidad de aire en sus pulmones.
Se tapo la cara con el brazo, estaba ruborizada.
-Le pregunte ¿Adriana que pasa cariño? No tienes nada de lo que avergonzarte. Ella me contesto.
-Cariño de verdad, que lo siento, ni siquiera te has corrido. Me puse como loca, sin pensar en ti.
-De verdad, Adriana, me ha encantado ver, como perdías el control en mis brazos, nunca olvidare este día, este sitio, a nosotras haciendo lo que queremos.
Le quite el brazo de su cara, diciéndole al oído, con mi profunda y sexi voz. Si te preocupa no haber terminado conmigo, estoy lista para ti soy tuya.
Y después de estas palabras, Adriana, me beso y toco mi vulva. Noto que estaba ardiendo en mi interior, más que preparada, para recibir en mi interior su caricia.
Adriana me penetro rápido con tres dedos, tirando de mi clítoris, con sus labios, succionando, acariciando mi ano, por fin sin poder aguantar más, entre en esa espiral, de placer orgásmico, saciando la sed de mi Adriana.
Así fueron pasando los días, visitamos el mercado de las mujeres, el pico Victoria, subiendo en su característico tren cremallera, la isla de Lantau, con su imponente Buda Gigante de 34 metros de altura, y no se cuantísimas toneladas de peso, el monasterio de Po lin
Adriana apremiándome a subir la tremenda escalinata hasta el Buda, pasamos unos días fantásticos.
Divertidos, y cuando llego el día de regresar estábamos alegres, paseamos por el aeropuerto, tomando fotos entramos a las tiendas, y compramos, regalos, libros, yo compre la segunda entrega de Daniel Glattauer, ya había leído la primera. Contra el Viento del norte y compre la continuación. Cada siete olas.
Adriana se compro un libro, de una chica nueva, sobre una relación de amor lésbico, muy erótico.
En la contraportada aparecía una chica, atractiva, de unos veinticinco años, que se definía como una gran observadora, enterada, una tal. Ella.
Nota: A que mi, Mar es súper tierna, igual que la original… un súper beso.
Los libros de Daniel Glattauer, muy recomendables.