Al este del meridiano de greenwich 12

De enredos y otras historias.

--¡Adriana joder te comportas de una manera tan injusta! La agarre del brazo mientras caminaba airada por la playa . – ¡Déjame, yo sé lo que he visto! --¿Y qué coño has visto si puede saberse? Porque que yo sepa no ha pasado nada.

--Que te piensas que soy una imbécil,  te estabas besando con ella, ¡Nadie me lo ha contado lo he visto con mis propios ojos! dios no lo puedo creer.

–Ah muy bien; sabes… ves lo que quieres ver, mi palabra,  “mi palabra no sirve de nada”. –le dije a Adriana, presa de la decepción, empezaba a notar como la sangre bullía dentro de mí; sin saber cómo, ni porque estaba metida en este embrollo.--¡Mierda. Adriana, no merezco esto, yo-no-he-echo-nada!--le dije cada vez más enfadada.

–Métete… tu palabra donde te quepa. –me dijo girándose, dispuesta a marcharse, sin dejarme decir nada más. Intente retenerla agarrándola del brazo y abrazándola por la espalda, una solemne tontería por mi parte, la conocía demasiado y cuando sus ojos brillaban de esa forma era imprevisible.

Por el temblor de su cuerpo supe lo furiosa que estaba; giro sobre sí misma y me atizo una bofetada en la mejilla derecha, parpadee no lo podía creer,  me dio tanta rabia, me dejo parada en el sitio, estaba que reventaba, a otra persona cualquiera se la hubiese devuelto de manera instantánea. Me subió un calor era tan injusta esa situación que le dije prácticamente fuera de sí.

– ¡Ya te sientes mejor, muy bien pues si quieres me das otra en la otra mejilla para compensar! no había terminado de decirlo cuando me cruzo la cara nuevamente. Joder menudo par de hostias que me había calzado, salió maldiciendo en arameo, bueno quien dice arameo, dice italiano camorrista.

–Cosa ne pensate;  ¡Vete  alla merda, domani ho tempo non hai aspettato cosí tempo…per che ora vi si trova con la prima che ti mette gettare via.  ¡Sai che cazzo  Mar!

(Que te piensas; vete a la mierda, mañana me largo, no te he esperado tanto tiempo…para, para que ahora te líes…con la primera que se te pone a tiro. ¡Sabes que te jodan Mar!)

–Hay me quede a punto de llorar de la frustración, me senté en la fresca arena, quería correr tras ella, hacerla entrar en razón de una vez, pero me quede hay sentada, estupefacta por lo que había pasado. Jamás hubiera pensado que un maravilloso día, terminara de esta… puta forma . –De esa guisa me encontró la causante de todos mis males.

Le dije con la mano que pasara de largo hacia la casa, ahora no quería disculpas, ni explicaciones, ni más tonterías. Me importaba todo un carajo. Unas vacaciones hasta entonces geniales se habían arruinado y esperaba que fuera lo único jodido.

El día había comenzado de lo más rico, como dicen por aquí, desperté con esa suave brisa en la cara, el cabello de mi amor acariciaba mi pecho desnudo, mientras era movido por la brisa, el aire olía a lluvia, sal, a mi mujer. En ese momento todo me parecía idílico, nosotras, nuestra pequeña familia, el entorno, el clima, menuda gilipollez.

Se acercaba una  atormenta, aunque en ese momento no imagine lo inmensa que seria. Abrace a mi amor, mientras mordisqueaba su hombro desnudo y besaba ese pequeño lunar en su omoplato. No podía estar mejor; en un lugar tan maravilloso, con la persona más increíble que jamás había conocido.

Despertó vagamente y nos besamos, se giró hasta quedar frente a mí. Adriana mirándome a los ojos me dijo que me amaba. Hicimos el amor lentamente. Besando centímetro a centímetro toda nuestra piel. Adriana. Suave, cálida, dulce y tierna se abría a mí, dando todo el control a mi boca de su ardiente sexo, suave, húmedo, me volvía loca con su sabor y ese olor tan suyo;  dulce y fresco.

Nos besamos lento, saboreándonos, la pasión fue en aumento. Adriana me tumbo de espaldas, me hizo levantar las caderas pasando la almohada bajo mi cuerpo. Un simple roce de su palma en mi vulva me produjo un fuerte estremecimiento, una corriente eléctrica sacudió mi espina dorsal, levante las caderas, buscando su contacto, sentí sus dientes rozar mi clítoris, mi cuerpo se tensó lanzando mis caderas más y más arriba.

Adriana  se colocó de rodillas entre mis piernas pasando sus habilidosas  manos bajo mis firmes glúteos mientras los amasaba y apretaba.

Empuje su cabeza contra mi sexo, su lengua castigaba fuertemente mi clítoris, que aún estaba sensible de la noche anterior, todo eran sensaciones, notaba su lengua en mis hinchados labios mayores, besaba mi sexo como si de mi boca se tratase, llevándome al límite de mi resistencia, grite cuando su lengua se internó en mi interior, mis piernas no pudieron evitar cerrarse, sentía como mi cuerpo se preparaba para el cercano orgasmo  me llego con una rica eyaculación que me sacudió todo el cuerpo, era tan erótico oír los jadeos de mi chica que bebía de mí, suspirando de placer; lamiendo golosa hasta la última gota.

Tire de su cuerpo, sacando la dichosa almohada, mi mujer quedo sobre mí, la atraje a mi boca, la besaba mordiendo sus labios suavemente, succionando y tirando. Sus jadeos se acentuaron, sus caderas bailaban una rítmica danza erótica, rozando sus erectos pezones con los míos, su vulva con la mía, piel con piel, nuestros suspiros mezclados, nuestras salivas combinadas, nuestro sudor fusionado, fluido a fluido, abrimos las piernas, la gire quedando sobre su cuerpo, de rodillas en la cama la tome por las caderas, pegando su sexo con el mío nuestros fluidos se hicieron uno, cabalgándonos.

Adriana se estremecía, jadeaba, su cuerpo brillando de transpiración, su orgasmo llegaba, aguante hasta que con un grito, se arqueo agarrando las sabanas, me deje ir y juntas llegamos al éxtasis, con esa explosión de luz que te ciega. Quedamos inertes sin poder movernos, yo sobre ella que me pego a su cuerpo, ambas en el frenesí de la  dicha poscoital.

La tormenta comenzó, cerré el ventanal que comenzaba a ser azotado por una de esas preciosas tormentas tropicales, la lluvia se deslizaba lentamente por el cristal,  como parafina caliente, las  gotas resbalaban lentamente, hasta unirse con otras formando pequeños torrentes que marcaban el transcurrir del tiempo.

Me vestí con una bermuda color caqui, un chaleco con capucha me puse mi impermeable y salí a la solitaria playa con mi cámara, el sol proyectaba sus rayos entre las nubes, creando unas columnas de luz imponentes que surgían entre los escasos claros.

La cortina de agua, ofrecía el contraste exacto de claro oscuro, para mí, era el momento perfecto del día; por la intensidad de la luz, la profundidad e infinidad de colores propios del trópico, la lluvia fue cesando, dejando paso a diminutos puntos brillantes luminosos, reflejos de luz en las gotas de lluvia, sobre las hojas aceradas de la verde foresta.

Pequeños cúmulos de nubes, se recortaban en el cielo, como bañados en oro líquido, iluminados como fantasmagóricas sombras chinescas por el ardiente astro.

Una telaraña brillaba lanzando destellos en plata, volaban las diminutas gotas del preciado líquido elemento, al ser mecida por el viento, captadas a velocidad súper lenta, instantes únicos atrapados en la tarjeta de memoria de mi cámara.

En ese momento todo me parecía perfecto, había tomado una decisión transcendental en mi vida, estaba disfrutando lo que más quería y con quien más amaba.

Regrese caminando sin prisa, tomando fotos aquí y allá. Con una maravillosa y estúpida sonrisa en mi cara estaba, pletórica. Esa noche, sería la noche, quería pasarla con mi mujer, en la playa en nuestro pequeño refugio de negra y suave roca. Escuchando el susurro de las olas, esta noche le diré que tengamos un hijo, suyo, nuestro, y realmente ahora lo deseaba de verdad. Ya no era una cuestión de ceder por Adriana, ahora lo deseaba tanto o más que ella. Luego ya veríamos el cómo y el donde.

Había pedido a la cocinera que preparase, una cesta con todos los caprichos de mi Doctora bella. Esperaba o más bien deseaba que fuera un momento único en nuestra vida, algo que recordásemos siempre, la gran historia que contar a nuestros hijos, nuestros hijos, solo con pensar en ello me sentía explotar de felicidad.

El desayuno fue al estilo mexicano, matador ja. ja. ja. Molletes, chilaquiles, tortillas, huevos rancheros y diferentes frutas y zumos. Por supuesto todo extremadamente picante, nosotros totalmente desacostumbrados, acabamos muerdos de risa, por los caretos que se nos quedaron después del picante, parecía que fuésemos a entrar en ignición en cualquier momento.

Fabricio, acabo por tener que beberse un litro de leche para sofocar en lo posible el incendio sin control de su interior. Claro que luego dio buena cuenta de gran parte de un riquísimo volteado de piña.

Salimos temprano en la mañana queríamos visitar diferentes, zonas que se encontraban alejadas de la isla.

Visitamos el palacio de Mascarones, siguiendo la ruta Maya de Puuc.  En semana y media habíamos visitado infinidad de lugares increíbles, eso sí, Don Ricardo nos había paseado con su avioneta prácticamente a diario, visitamos las pozas de Xilitla en la Sierra Madre, ese lugar no es de este mundo, las esculturas y escaleras tenían un destino sin sentido, las magníficas cascadas y pozas, que surgían como algo mágico entre esas cuevas grandiosas, todo el conjunto estaba enmarcado por la espesa vegetación de la selva.

El resultado fueron unos días, fantásticos; descansamos, nos reímos hasta reventar, disfrute de la compañía de mis amigos sin prisas, sin trabajo, preparando nuestro futuro inminente, visitamos lujares fabulosos, comimos cosas riquísimas ja.ja.ja  por supuesto unos más que otros.

Comimos entre risas y bromas. Fabricio y Adriana, se bañaban en una playa fantástica, de blanquísima arena, con arcos en roca natural, provocados por la erosión, y con unas ruinas Mayas a tiro de piedra.

El entorno era precioso, dibujaba a Meritxell sentada en la arena, con su rubia melena al viento, los pies bañados por las cálidas olas, de ese mar que tenía el mismo tono de azul que los ojos de Fabricio, estaba realmente bella, su rostro algo más redondeado reflejaba una paz, sus dorados y chispeantes ojos se encontraban adormilados, después terminaríamos la mami necesitaba descanso.

Meritxell  descansaba en la arena con la cabeza sobre mi abdomen, charlábamos y planificábamos su inminente boda, que sería en unas pocas semanas.  – ¿Nena estas bien; quieres que te traiga algo de beber? –le pregunte a Meri, que para entonces ya tenía un precioso bronceado, y una piel perfectamente hidratada ja. ja. ja. Y es que las dos me tenían de esclava de la protección solar,  no sé cómo lo hacía, el recipiente de testosterona, que nunca estaba a la hora…de dar cera, pulir cera. Que listo el cabroncete.

Por la tarde paseamos por la ciudad, compramos recuerdos, nos hicimos un millón de fotos, comimos un millón de helados de los sabores más extravagantes y todo tipo de  comida chatarra que encontramos en los puestos callejeros y ni se sabe las coronitas con limón.

Sobre las seis Fabricio pilotaba la motora de regreso a  la isla. Adriana sentada sobre mí regazo en la cubierta, me abrazaba por los hombros yo la tomaba por la cintura.  ¡Que belleza! con el cabello castaño ondulando al viento, le quite las gafas de sol, con esa luz sus ojos se veían con una tonalidad diferente algo más claros, estaba preciosa, se recogió la melena pasando el cabello por el hueco de una gorra.

–Adriana mi amor me has tejado sin espectáculo; sabes que me mata ver tu melena alborotada por el viento. –Cariño, si ya me has tomado miles de fotografías. Y acercándose a mi oído me dijo. –Mar amor con el pelo suelto no puedo hacer esto. Tomo mi boca al asalto con la suya, mordiendo mi labio inferior. Así es Adriana sexi, salvaje y temperamental, a la vez la mujer más dulce y sensible.

Tal como llegamos Fabricio preparo unos Margaritas, un combinado de zumo de piña y fresa para la mami, unos nachos y guacamole. Estábamos fundidos nos tiramos en las hamacas al borde de la piscina, viendo el anaranjado atardecer, como, el sol se zambullía en las aguas turquesa. Conecte el Mp4 en el equipo de música sonaba un grupo nuevo de belgas que tenían un fantástico sonido muy parecido a Pólice, nos gustaba muchísimo a mi chica y a mí.

Tenía infinidad de música, de muchos estilos,  buena música para disfrutar; comenzamos a bailar, nosotras primero y enseguida se unieron Meri y Fabricio. Cuando la música se hizo más romántica,  nosotras nos fuimos acercando gradualmente hasta que podría decirse que se había hecho el vacío entre nuestros cuerpos, abrazadas fuertemente, apoye mi cabeza en su hombro. Me sentía transportada por la música, el entorno y la anticipación.

El sonido de un vehículo y posteriormente las luces nos sacaron de ese estado algo eufórico, más que bailar, era acariciarse con los cuerpos. Nos separamos ligeramente pase mi brazo por su cintura. Ella con su habitual manera bastante descarada, deslizo su cálida mano dentro de mi short; sentí mi piel erizarse, acariciaba mi nalga derecha, al acercarse el coche hasta la puerta me dio un pellizco en el trasero . –Que culito más bueno que tienes amor, pienso comerte toda…enteraaa. Hasta que te corras para mi…otra vez.

Adriana se reía con una risa fuerte, cantarina, me beso con deseo, lujuriosa y me susurro de tal manera al oído, dios si hubiera seguido tocándome un minuto más, me corro allí mismo. Con un azote en el culo, y una carcajada se marchó al interior de la casa. Y es que sus susurros habían inflamado mi deseo. Tenía todo listo esa noche le aria el amor entre esas rocas; donde vimos el primer amanecer, la amaba tanto, y si porque no, quería tener un hijo con ella, para mí era lo primordial en mi vida.

Con Adriana en mi mente esperaba, se acercó hasta nosotros la ocupante del vehículo era Marion. ¿Qué haría aquí a estas horas y sin motivo aparente? Bueno a averiguar, esperaba que no fuera alguna complicación en el trabajo. Baje los escalones, resignada a que fuese un problema en la empresa.

--Buenas noches Mari. ¿Qué te trae por aquí, no ocurre nada malo verdad? –le pregunte estaba realmente extrañada, Mari por lo general era muy eficiente, vestía bien, es una buena persona.

Esta noche no parecía ella misma estaba…no se distinta, como si hubiese bebido y desde luego indudablemente había estado llorando, iba despeinada y para describir su aspecto en términos generales, desaliñada totalmente. No era para nada normal en ella, esto era muy extraño, no sabía que mierda pasaba pero algo había, que me daba mala espina, y mi intuición casi nunca me fallaba.

Salimos de la casa a petición suya, yo pensaba que se trataría de algo relacionado con el trabajo, o tal vez algún problema para viajar a alguno de los lugares programados. Se puso a hablarme de su compañera de trabajo, por lo poco que entendí se había liado con su novio. Salió corriendo de su casa y apareció en la isla, donde sin duda quiso ahogar a la señora depresión en ingentes cantidades de alcohol.

Realmente me encontraba estupefacta, no teníamos una relación tan personal como para vivir semejante escena. Comenzó a llorar arrojándose en mis brazos, no sabía que hacerle. Ni que decirle, nuestra relación aunque era cordial, sin ser fría era estrictamente profesional. Y aquello no tenía ningún sentido lógico, menos para alguien como yo, que soy muy poco efusiva.

–Bueno mujer tranquilízate, volvamos a la casa te preparo un café, te desahogas y pasas la noche en una de las habitaciones libres.-le dije. Estaba muy incómoda, intentaba conducirla a la casa con Meritxell, que se le daban mejor estas cosas; cuando  sin saber cómo la tenía colgada de mi cuello, besándome en la boca, me quede de piedra.

Así nos encontró Adriana que venía dispuesta a pasar conmigo una noche de sexo en la playa, y se encontró con la típica escena de cariño esto no es lo que parece. Abrió los ojos como platos, lanzando a la arena con furia las cosas que traía en la mano. La preciosa mirada verde de Adriana se cuajó de lágrimas no derramadas y un profundo dolor ensombreció su mirada, quiso marcharse. La alcance, pero no quería estuchar nada.

Estuvimos unos minutos discutiendo. Como podía creer semejante cosa. La Mc Nally salió en mi defensa, cosa que enfureció más a mi italiana, que se encontraba allí plantada  con ganas de estamparme algo en la cabeza, hubiera tenido su gracia de no haber acabado, todo de esa manera tan surrealista. Mi supuesta noche idílica, estaba comenzando a convertirse en una auténtica pesadilla y lo peor es que lo veía venir, lentamente y no podía hacer nada por evitarlo.

De todo esto hacia cinco horas, de desesperación, enfado y miedo. Adriana permanecía encerrada en la habitación de arriba, la había oído llorar al otro lada de  puerta, no me hablaba, ni quería escucharme, por más que le rogué por favor que me abriera la puerta, me dejo allí sentada, al final también termine llorando de impotencia, me dolía más su indiferencia que el que me hubiera abofeteado. Después de tres larguísimas horas me marche de allí, estaba decepcionada, como podía creer que yo haría algo así, si esa era la confianza que me tenía… todo se convirtió en un disparate sin sentido, un montón de mierda, eso es lo que era.

Meritxell acostó a la Mc Nally, con su ahora monumental disgusto y arrepentimiento. Parece que el arrebato momentáneo, fue producto de media botella de Bombay a palo seco. Se deshidrataba en un mar de lágrimas en su cuarto.

Eran las tres de la mañana, nadaba en la piscina quemando ingentes dosis de mal humor y nervios. Me gustaría nadar en el mar, pero no quería preocupar a Meritxell, que estaba convencida que me comería un tiburón, ja.ja.ja. La verdad en este momento no me parecía tan mala idea.

Me quede en el borde de la piscina mirando el mar sin ver en realidad; exhausta sentí el abrazo de Meritxell. --¿Por qué no estás en la cama con tu marido? Meri tienes que descansar. –le dije, ya me sentía demasiado mal, como para tener que preocuparme de más cosas. Me tendió la mano para que  saliéramos juntas de la piscina, mientras me decía, cariñosa pero firme.

--No te dejo aquí sola, anda ven vamos a la cama, tenemos que hablar. – me dijo Meri, tirando de mi brazo. –Meri no quiero hablar ahora, además que te podría decir; nada ha cambiado en horas.

–Pero yo sí que he hablado con ella, anda vamos mientras te duchas preparo algo ponemos una peli y te cuento. Cuando salí de la ducha, solo tenía ganas de abrazarme a mi bicho y llorar hasta morir deshidratada.

Meritxell dio unas palmaditas en la cama, en la que esta mañana hacia el amor y todo parecía perfecto; se me puso un nudo en la garganta, ahora si tenía ganas de llorar.  Meri me miro con cariño y yo me deje caer en la cama, sentí como me entraba el bajón.

Meri me abrazo y las lágrimas no tardaron en rodar por mis mejillas, la tensión de las últimas horas, se estaba cobrando su tributo. Sobre todo estaba muy preocupada. ¡Aunque yo la hubiera besado que no fue así para nada, no creía que fuera algo tan grave como para armar este drama! Y tratarme de esta forma, la quería más que a mi propia vida pero esto no podía dejarlo pasar. Si teníamos que estar juntas, debía confiar en mí, los celos quedarían fuera de nuestra relación, esa era mi visión de una relación y no tendría ninguna otra.

--Cariño venga cálmate, Mar, mírame… Adriana, sobre todo se siente muy mal por haberte pegado, cuando tuvo la cabeza fría se dio cuenta de que todo era un enredo sin sentido.

–Te dijo ella que me había abofeteado… claro. Meri a mí eso no es lo que me duele, vi su cara cuando paso, sé que estaba arrepentida desde el primer momento, pero me ha hecho mucho daño con su indiferencia, me he hartado de golpear su puerta y no me ha dejado entrar, eso sí me duele, me enfurece de echo.

--¿Y qué hago ahora, espero a que ella venga a mí, insisto, que puedo hacer dime? Antes de que me digas nada te aviso; No voy a pedir perdón Meri, no por algo de lo que no soy responsable. –No creo que tu mujer quiera que le pidas perdón, más bien que la perdones tú a ella. –Pero entonces… ¿Por qué…porque no me habla Meri? No la entiendo.

–Ay Mar, cariño; esta avergonzada y no cree merecer que la perdones. ¡Si, no me mires así Mar! Yo tampoco lo entiendo pero por más que le he dicho que tú no le darías tanta importancia, no hubo manera.

¿Dónde vas, Mar, haber si la vas a liar más? –No cariño, pero no voy a dejar pasar la noche, sin estar con ella. Meritxell, yo estaba bien sola, pero ahora no puedo volver a estarlo, la necesito, la amo. No voy a dejar que todo termine por una estupidez como esta. Salí de nuestra habitación, dispuesta a aclarar aquello como fuera.

Subí corriendo las escaleras, la puerta estaba cerrada y no oía nada, toque suavemente, pero nada seguramente estaría dormida, mierda iba a dormir en esa habitación sí o sí. Salí a la terraza desde hay llegaría a la de su cuarto, me subí en la barandilla y fácilmente me encarame al balcón de arriba, ahora esperaba que la puerta estuviera abierta. Empuje el picaporte y la puerta se abrió con un ligero chirrido, la habitación estaba en penumbras camine hasta la lamparita de noche encendiéndola.

Adriana dormía, le aparte el cabello de la cara, tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Se comportó como una tonta, si, pero era mi tonta. Estuve sentada en la cama un buen rato observándola, le quite los zapatos y tapándonos con la sabana me acosté a su lado atrayéndola a mí, no pude evitar sonreír, su cuerpo reconocía el mío acoplándose perfectamente.

Me abrazo poniendo su mano  sobre mi pecho, sentí como la tensión desaparecía de mi cuerpo; ahora era mía, mi mujer, mañana ya veríamos, la abrace suavemente y me quede dormida junto a ella, con su perfume embotando mis sentidos.

Incluso antes de despertar sabía que Mar estaba conmigo; que iba a decirle ahora, ver que otra la abrazaba de esa forma, devorando sus labios, me había hecho perder la cabeza.

Viéndolo con calma ahora comprendía la cara de Mar en ese momento, no era culpabilidad como pensé en un primer momento, era desconcierto absoluto. Mar dormía a mi lado, boca abajo con la cabeza bajo la almohada, nunca la vi dormir así. No me atrevía ni a tocarla, ni siquiera sabía cómo logro entrar en la habitación.

Aparte su brazo de la almohada retirándola de su cabeza, estaba sonrosada y unas profundas ojeras sombreaban sus ojos. Solo tenía ese aspecto cuando se encontraba muy mal, entonces venía a mí, y la hacía olvidarse de todo. Esta vez la responsable era yo, ni siquiera esa chica inoportuna, ella misma corrió a explicarme lo que había hecho, no sabía cómo, ni porque.

Observaba la expresión de Mar al dormir, se le veía tensa con un rictus ceñudo, intranquilo, no sé como pude pegarle, nunca había pegado a nadie hasta entonces. Dios mío había pegado a la persona que más amaba, Mar es de esas personas; increíblemente pacientes, sé que no soporta las escenitas de celos. ¿Qué me había pasado?

Tengo que compensarla como sea, le pediría perdón una y mil veces si era necesario. Me acerque lentamente, quedando de frente a escasos diez centímetros de su cara. No podía resistirme  a pesar de que tenía miedo de su reacción; acaricie su mejilla suavemente con el dorso de la mano, pase mis dedos por su ceño fruncido, su gesto se relajó de inmediato, sabía que le hice mucho daño y no solo físico.

No sé porque no le abrí la puerta, estuvo llamando y hablándome al otro lado de la puerta. Hasta que perdió la paciencia rogándome, mierda hasta la oí sollozar, mi orgullo era el peor de mis defectos, lo controlaba no lo dejaba salir, pero anoche…me deje llevar. Dios como pude ser tan estúpida la amaba demasiado, la necesitaba, ojala pudiera borrarlo todo de un plumazo.

Se revolvió en sueños quedando de lado, la abrace por la espalda, me pegue a su cálido cuerpo, aspirando el aroma de su cabello, besando su cuello, su piel se erizo, cerré los ojos. Abrió ligeramente sus parpados, vi ese precioso tono castaño, con pequeñas motitas más claras; al mirarme su mirada se humedeció por las lágrimas, sin poder resistirme más estalle en llanto. La necesitaba tanto, lo había echado a perder, y solo era responsabilidad mía.

Me beso sus labios sabían a sus lágrimas, comencé a rogarle que me perdonara, tapando mis labios con su dedo índice, me dijo muy bajito que ahora no quería hablar de ello.

--Eres el amor de mi vida, perdóname por favor, soy una imbécil, nunca creí que podría volverme loca de celos, lo siento mi amor.-

--Adriana…ahora no estoy preparada para hablar de esto, estoy demasiado cabreada contigo, si seguimos terminaremos discutiendo y no quiero decir cosas que pueda lamentar.-déjalo quieres.

--Me comporte muy mal, jamás de ninguna manera debí pegarte, si te sirve de consuelo sé que nunca podré perdonarme una cosa así, de verdad que lo siento . –Ahora no, te lo ruego.

-- Si quieres dejarlo, lo entendería- le dije a Mar temiendo su respuesta, no quería hablar pero teníamos que sacarnos esto de encima cuanto antes.

--Adriana voy a salir; quiero dar un paseo, espero que no te importe. -me dijo, se levantó de la cama y salió, sin volver la vista atrás, nunca jamás se marchaba sin despedirse,  había vuelto a ese estado, en el que se cerraba como una ostra. No podía culparla de nada; solo era mi culpa, yo lo había jodido todo y tendría que arreglarlo, tener paciencia.

Después de una larga ducha fría, me puse un bikini y salí por la puerta de atrás, directo a la arena, camine y camine. Pensaba en cómo se jodieron todos mis planes, era lo que más me cabreaba, el perder ese momento especial, como agua que se te escurre entre los dedos, a solo un instante; de cumplir el sueño de Adriana y por supuesto ahora sabía que el mío también.

¿Cómo podría decírselo ahora? Conmigo cabreada y resentida. Sin contar con que Adriana no pararía de darle vueltas y más vueltas presa del remordimiento, todo por un estúpido ataque de cuernos, sin pies…ni… cabeza.

Sentada en la arena bien lejos de casa, me encontró Meritxell, que me miro con su cara de menudo paquete te va a caer. – ¿Sabes qué hora es, el… tiempo que ando buscándote? – ¿Te parece que lleve reloj?  Además nadie te obliga a que me busques, ya soy mayorcita voy y vengo, donde y cuando quiero. –Mira a mí no me intimidas, por muy borde y capulla que te pongas . Esa soy yo, la borde y la capulla. Te diré que me encanta y no pienso cambiar…ni un poco.

¡Ahora mismo me dices que coño te pasa, deja de gruñir de una jodida vez! Vamos no seas estúpida y hagas lo mismo, que tú, le reprochas a Adriana. –Meri…no estoy de humor, realmente estoy de un pésimo humor, de una mala hostia…que te cagas.

¿Qué podría decirte; dime Meri?  Tal vez  que…iba a decirle que sí, que tuviéramos un hijo, que lo deseo tanto como ella, que la amo más que a mi vida y quiero tener una familia otra vez. ¡Dime Meritxell eso es lo que querías oír! Pues ya lo sabes, ya puedes volver a casa, anda, déjame y vete con tu familia!

Meritxell sentándose a mi lado, me abrazo y yo a ella. –Mar no hay nadie en esa casa que sea más familia, de lo que tú lo eres, lo sabes perfectamente, todos nosotros somos “La Familia”- me dijo riéndose por las referencias italianas de la frase .

--¿Por qué, no me dijiste nada de lo que tenías pensado hacer? Me pregunto con un puchero, haciéndome esas caritas que me robaban el corazón desde niña y me tronchaban de risa. Las dos nos echamos a reír, deshaciéndonos de esa tensa atmosfera de instantes antes.

–Te lo pensaba decir ayer en la mañana, pero Adriana estaba siempre presente y luego, comenzamos con los detalles de tu boda. En fin, iba a decirte cuando mi loca entro en casa, pero entonces llego Mc Nally…

--Por esa razón estas así, claro; ahora no creo que sea buen momento para eso. Pero no te alejes de nosotros Mar, estas frustrada lo entiendo,  pero la amas, esta noche has ido a su lado. Ella también está mal cariño,  te quiere demasiado, ha cometido un gran error que asume y acepta.

-- Tienes que perdonarla;  ya sé,  que no eres rencorosa, pero aunque para ti, no sea necesario perdonarla y no tenga sentido, Adri lo necesita. –Bien, pero sabes que me cuestan esas cosas, quiero que comprenda que no tiene por qué desconfiar  de mí, yo confió en ella y nunca hubiera creído algo así. Sobre todo no la dejaría tirada como hizo ella.

-¿Quieres arreglarlo, verdad? Pues mueve el culo, no dejes que se enfrié tu relación. –me dije mientras retiraba mi cabello, tras la oreja. ¿Vienes o te quedas, un rato más? Me dio un cachete cariñoso, en la mejilla. --Ah quieres que me vaya y  si me pregunta le diga donde estas. Eres muy lista. Ja. ja.ja.  Bien me hare la difícil y luego le digo. Seguro que esperas un buen rato.

Me levante de la arena para ayudar a Meri. –Gracias. Perdona bicho… te quiero y tú lo sabes. –Yo también te quiero aunque a veces seas una autentica… ja. Ja. Ja. Me abrazo fuerte y con uno de sus típicos azotes, la vi alejarse camino de la casa que desde esta parte de la playa no se divisaba ni de lejos. Me tumbe al sol boca abajo, sacándome la parte de  arriba del bikini, estaba tan agotada que enseguida caí en un profundo sueño.

Soñaba que mi mujer me acariciaba la espalda, estaba muy caliente, sentía sus caricias en mi piel, el frescor de sus manos. No sé en qué momento había pasado pero me sentía muy excitada, tenía un sueño erótico. Era tan real, besaba, más que besar devoraba sus labios la abrazaba muy fuerte, piel con piel, suspirando de placer, dios no quería despertar nunca, apretaba su pubis contra mí, acariciando sus suaves y redonditos glúteos.

Sus manos soltaban los nudos de la minúscula braguita, acariciaba el interior de mi vagina, rozando suavemente mis hinchados labios mayores y menores. Se encontraba dentro de mí, mis caderas giraban sin control, dando rítmicos toques en el punto G. Me sentía a punto de estallar, devoraba mi clítoris duro erecto, como mis pezones, los mordisqueaba tirando de ellos, lamiendo húmedo para que la brisa los secase, poniéndolos  como duros y rojos  rubíes.

Mi cuerpo se movía sin control dios, estaba teniendo un orgasmo totalmente dormida, era demasiado bueno para despertar y cuando llegue al liberador clímax. Mi propia voz al gritar me corro, me corro, me despertó a la vez, que esa voz tan sexi, con su perfecto acento italiano, me susurro .

–Mi amor te amo. Su gemido me trajo a la realidad la abrace muy fuerte. Adriana explotaba en su propio orgasmo.

Me desperté en la playa, temblorosas las dos, abrí los ojos roja del sol, y más aun de la pena como dicen por aquí, muerta de vergüenza. Yo que quería hacerme la dura, encima en la playa a plena luz del día.

–Sabe doctora, ha abusado de mí cuando estaba fuera de combate, no le da… a usted vergüenza. – le dije con la voz ronca del sueño y la pasión .

–Para nada mi amor, no cero vergüenza; además fuiste tú quien ha abusado de mí, yo solo te ponía protector solar, tú fuiste la que empezaste a devorar mi cuerpo… sin piedad. Literalmente casi me has violado. Ja. Ja. Ja. –No te preocupes ya comprobé yo, no hay nadie en los alrededores.

Me miro muy seria con sus bonitos ojos, que con esa luz se veían de un tono más claro de lo habitual, y con miedo en la mirada, me tendió la mano y me dijo. -- Por favor ven a casa conmigo. La tome con la mía, tiro de mí hasta pegar nuestros cuerpos desnudos, me abrazo como nunca, posando su cabeza en mi hombro. –Mi amor perdóname, lo siento, lo siento.

Sentí sus lágrimas rodar por mi pecho; la hice levantar la mirada. –Mírame cariño,  “TE AMO” no necesito perdonarte, no hay nada que perdonar,  pero si tú necesitas que te perdone; te perdono, pero no llores más mi amor, nunca te dejare marchar. Te prometo que me tendrás siempre, si tú me quieres.

Vamos a casa. ¿Dónde fue a parar mi bikini, no está por ningún lado? Adriana ya había echado a andar, entonces lo comprendí ja. Ja. Ja. Se lo llevo de trofeo. Aunque sabía que no la alcanzaría corrí tras ella, ja. Ja. Ja. Esta vez fue buena y se paró antes de llegar, en nuestro refugio de piedra, me beso suavemente, agitando ante mis ojos la braguita húmeda, la acerco a su nariz, aspirando con fuerza y sin dejar de mirarme a los ojos, probó el sabor de la braguita con su lengua.

Mi mandíbula se descolgó,  no podía creer  lo que había hecho,  me dejo con la boca abierta, comenzó a reírse a carcajadas . –Mar me encanta cuando te sonrojas de esa forma, en realidad me gusta todo de ti. --¿Así, que es lo que más te gusta de mí? – le pregunte, sonriendo traviesa y lujuriosa.

–Me encanta esa risa fuerte y contagiosa que algunas veces te sale… ja. Ja. Ja. Esa que parece un burrito. Ja. Ja. Ja. –Con que un burrito, anda vamos a casa que te vas a enterar. – le solté un buen azote en el culo.

Llegamos a la casa tomadas de la mano. Meritxell al vernos así sonrió y me guiño el ojo  de esa forma tan particular suya. Me acerque, me abrazo y le di las gracias. –No me des las gracias, os quiero a rabiar estúpidas, anda ve con tu mujer.

Fabricio nos estrujo a las dos entre sus brazos. Adriana me paso el brazo por la cintura y nos fuimos a duchar. Al ponerme bajo el agua ya me di cuenta que me había quemado, me molestaba hasta el agua tibia.

Adriana entro tras de mí en la ducha . –Woou;  mi amor de has quemado toda la parte de atrás del cuerpo.  ¿Te duele verdad? Pon el agua lo más fría posible, espera un momento bajo el agua, ahora vuelvo, al poco regreso con su maletín. –Ven mi amor, no te seques  he puesto una sábana en la cama échate boca abajo.

Me preparo una bebida isotónica y le añadió unas gotas de algo que llevaba en su maletín. Adriana apartaba mi cabello hacia un lado, untándome de manera infinitamente delicada una pomada refrescante con algo de analgésico para calmar la quemazón.

Se quedó  acostada a mi lado mirándome con ternura, esta vez me había descuidado bastante, joder si parecía una langosta cocida, como pude dormir tanto tiempo bajo el sol. En fin no había manera de que me pudiera tocar nadie en un par de días, el roce de la sabana ya era un suplicio.

Adriana preparo una bandeja con algo de comer mucho zumo que se empeñó  en que lo bebiera. Estuvo toda la  tarde poniéndome crema, dándome ese preparado para beber, de la piel me sentía mejor,  gracias a la crema  y los paños fríos que me aplicaba mi doctora hermosa.

Cuando el sol empezó a esconderse me dejo salir al jardín. Nos servimos una riquísima cena, con un buen vino blanco, un Sophenia Sauvignon Blanc, del 2010 para acompañar una buenísima langosta recién pescada,  ostras y otros mariscos.

Un buen pan crujiente y tierno, el cual Fabricio mojaba en la salsa, metiéndolo luego en las bocas de nosotras como si fuéramos niñas. JA. JA. JA.  Este hombre maravilloso sería un padre estupendo, le gustaba bromear diciendo que necesitaba un chico para lidiar con nosotras tres. Otro hombre en la casa, para equilibrar fuerzas.

Mar dormía sobre mi pecho,  estábamos viendo una película española sobre el tsunami en Tailandia Lo Imposible. Era bastante buena aunque Mar, después de las otras dos que vimos anteriormente, un par de  películas francesas una  muy divertida sobre un aristócrata tetrapléjico basada en un hecho real y El  capital, sobre tiburones financieros.  Se quedó profundamente  dormida, tumbada sobre mí, boca abajo, no había manera de ponerle la mano encima el simple roce de la ligera camisa le molestaba horrores.

Acabando la película mi hermano salió para atender el teléfono, regreso con cara de fastidio. –Adriana al parecer Mar tiene  que volar a Nueva York, han tenido unos  problemas con unos contractos y el cliente insiste en reunirse allí con ella  mañana, los próximos días tendrá muchísimo trabajo. – ¿Quieres que la despierte ahora? - No espera Adri, déjala dormir;  que me informen de los horarios y ya la ponemos en marcha, no creo que le haga ninguna gracia.

Me había despedido en el aeropuerto de mi chica. Adriana regresaría  a España en cuatro días, tenía operaciones programadas que no podía demorar. No podía viajar conmigo a NY aunque me hubiera encantado. Después de la bronca, solo pudimos estar juntas unas horas y me jodia dejarla ahora sin saber cuánto tiempo me llegaría este viaje, y es que cuando las cosas tendían a torcerse no había manera, las vacaciones se fueron por el desagüe.

Especialmente escrito y dedicado, a mi gran colega Longino, para que veas a través de mi imaginación. Saludos a la fantástica correctora. Jajaja. Marii, espero que te haya gustado, hasta pronto.

Un abrazote monstruoso a las nenas de Bavaria.  E y N.

Y para mis querid@s lector@s, gracias infinitas por vuestros comentarios, cariñosos.

Pd: Si preguntáis cualquier cosa en el cuadro de comentarios, contestare vuestras preguntas. Un Besooo.  ;)    Mar.