Al diablo con el mundo

Tilde podía desgarrarlo, romperlo, moderlo las veces que quisiera. Mientras siguiera tocándolo, a Myrrot no le importaba.

Advertencias: slash/yaoi, lemon, sadomasoquismo, gore. Leídas las advertencias no aceptaré reclamo alguno sobre estos elementos. Nota: Myrrot y todo el universo que le rodea son propiedad de Selene 18. Mío sólo es Tilde.


La penetración fue inmediata. Myrrot arqueó su espalda lánguidamente, aferrándose a la pared rocosa a la vez que liberaba su primer gemido. El eco rebotó en la oscura cueva, regresó y entre sus nalgas las ardientes proporciones de Tilde embistieron de nuevo, sin darle tregua. Como pudo Myrrot contoneó las caderas y apretó a consciencia sus paredes anales para placer de su amante. Este siseó entre dientes profundamente y sus manos, que de por sí eran duras e implacables, apretaron sus costados como dos prensas de hierro.

-Sí, cariño, dámela fuerte y duro. No sabes cómo me gusta.

Apenas oyó la risa de Tilde.

-Me hago una idea.

Dedos de piedra retorcieron sus pezones, uñas de plata zigzaguean por su abdomen como tijeretazos de epilépticos, enviando señales de dolor y placer hasta el otro extremo del mundo. Golpes de confiado dominio, el eco de sus cuerpos yendo al encuentro brutal es todo lo que oía. Le encantaba que lo tuviera así, un poco más fuerte, más, por favor. No podía evitar estrujar entre sus manos su pene enhiesto y complacerse en los violentos jalones a los que ya estaba acostumbrado. Para completar la escena Myrrot se ponía en puntillas y se arqueaba más, elevando el culo profanado en recibimiento fervoroso de su amante.

Abajo, Tilde reemplazó el trabajo de Myrrot en estimularse y a él también le gustaba tironear, dando además profundos rasguños en torno al tronco. Las embestidas casi lo aplastan contra la pared. Tilde podía ser tan complaciente, salvaje, sádico, encantador y su soltura para demostrarlo era una de las razones por las que Myrrot se le entregaría todas las veces que quisiera del modo que quisiera. Sabía que lo disfrutaría. Al diablo la sangre que perdía por sus mordidas pasionales, las marcas rojas que le causaba en cada encuentro.

Un apretón en sus testículos lo tomó desprevenido. Gimió más alto. ¿Pretendía arrancárselos? Así parecía, porque no se detenía. Oh, qué importaba. Mientras estuviera con él y continuara entregándole ese delicioso delirio, continuara haciendo arder su trasero, a Myrrot le daba lo mismo.

Tilde lo mordió en el hombro. Sin pedir permiso, sin pedir opinión; profundamente, inclemente. Myrrot exclamó su conformidad, su ardiente lujuria, y se restriega contra él buscando empalarse aun más. Los lametazos en la herida abierta le hacen estremecer; son como la confortable manta que aparece en medio de la hoguera donde lo arrastraron sonriente. Sus pedidos obscenos aumentaron su tono con una nota de desesperación. Ya lo siente venir, arrastrándose, suplicante.

Las uñas le recorrieron el pecho y ya no fueron marcas rojizas lo que quedó, sino líneas escarlatas y exudan un excitante aroma a vida azucarada. Vida inmortal, vida de muerte y dolor que ningún mortal soportaría. El orgasmo lo abatió,  lo devastó. Su semen huele ligeramente a azúcar o al menos a algo muy dulce.  Tilde delató las contracciones advertidas en torno a él y pareció estremecerse en medio de bajos gruñidos. Sin embargo no hay pausa y Myrrot no lo preferiría de otro modo.

-Dámela toda, querido. Lléname por completo.

En respuesta los colmillos perforan su oreja, haya donde se alargan más y es imposible que no grite de gusto, que no se retuerza. Por fin un sonido rasposo salió de Tilde y Myrrot sintió el torrente cálido de su orgasmo cumplir su deseo. Sonrió satisfecho. Tilde lo mantuvo abrazado por detrás. A Myrrot le importó poco hacer de lado su orgullo para dejarse sostener por sus brazos porque en verdad que estuvo buena la experiencia, y tampoco le importó que el otro continuara lamiendo los restos de sangre en su cuello antes de que su piel se recomponga por su cuenta. Luego le besó en la mejilla.

-Fantástico, como siempre.

-Ni lo dudes –replicó Myrrot felizmente, y su mirada se dirigió por un instante a la boca de la cueva.

Estaban en lo alto de una montana así que no veía ningún edificio. La luna era su única luz aunque no era como si la necesitaran. Ahí lo había traído el mayor prometiéndole que no existirían otros amantes, en ocasión de su aniversario. No dejaba de sorprenderle un poco que ya hubiera pasado un año entero desde que abrió a ese extraño visitante el acceso a su casa, a su cuerpo y eventualmente a todo lo demás. Era fácil olvidar que existía el tiempo o el mundo cuando Tilde lo usaba a su sangriento antojo, aunque antes torturado que admitirlo.

-Podemos estar aquí toda la noche –hizo notar el mayor sin soltarlo-, y aún es temprano. ¿Te apetecería otra ronda?

Entretanto hablaba, sus dedos acariciaron su entrepierna de modo que Myrrot empezó a considerar que no sólo le caería mal otra ronda, sino que le caería de maravillas. Ventajas de ser no-muertos; se recuperaban más pronto que los mortales. Se dio la media vuelta y le sonrió petulante.

-¿Tú qué crees?

La reacción de Tilde fue inmediata: lo apresó con su cuerpo contra la pared en medio de un beso violento que lo subyugó por completo. "Sí" pensó Myrrot aferrándose a él con ambas manos, "al diablo con el mundo."


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