Al descubierto

Con mi mejor amigo

No tenia pensado salir, quería estar descansado, me casaba con Elsa en 2 días y después de tres años planeando la boda con todo detalle, no era lo mejor salir con mis amigos de fiesta. Ellos se pusieron muy pesados, que si era mi última juerga, que tenía que aprovechar, que luego me arrepentiría de no haberlo echo, que si mi libertad se acababa.... En fin, al final me rendí y acepte. Mis amigos siempre habían sido muy fiesteros, alcohol, alguna tonteo con las drogas y sobre todo mujeres, a mi siempre me decían que era demasiado serio, así desde que éramos adolescentes hasta ahora que rallabamos los 40. Realmente me lo pasaba bien con ellos, pero al no ser bebedor, asustarme cualquier droga y no encontrar el placer en acostarme con una mujer diferente cada vez, me hizo salír cada vez menos con ellos. A parte de todo, había conocido a Elsa hacia 10 años, y ella que era muy perfeccionista, había planeado nuestro futuro hasta el último detalle, y después de tanto tiempo de noviazgo, decidió que con nuestra casa ya pagada del todo, completamente equipada, y nuestro futuro económico consolidado, era el momento de casarnos. Yo lo vi como algo lógico y acepte lo que ella me dijo. Realmente pensaba que amaba a Elsa, no me había planteado otra forma de vivir que no fuera con ella, yo no tenía familia directa y la suya me había aceptado como uno más desde el primer día. Elsa tenía 42 años, 2 más que yo, había sido mi jefa directa en mi anterior empleo, ahora trabajamos juntos en la empresa de su padre. Era una mujer muy animosa, jovial y feliz. Hacía muchos años en los que superó un cáncer en el útero, cuando nadie daba un duro por ella, y la única consecuencia de aquello es que nunca podría concebir un bebé, aparte de que su apetito sexual era escaso por no decir nulo. Yo tampoco era un follador compulsivo, mis gustos eran otros, pero tampoco se lo había declarado a nadie, y cuando más feliz había sido era en mis años universitarios, en la época en que con regularidad británica le comía la polla a un profesor, mayor e hipócrita que siempre me prometía romper mi virginidad anal y luego no lo hacía. Al menos mis resultados académicos con él fueron espectaculares. Por supuesto que echaba de menos el chupar un buen rabo, y me sentía medio vacío, por no haber sido poseído por un macho, pero me autoconvencia de que mi tren ya había pasado. Me conformaba con travestirme en mi apartamento de soltero, el cual mantenía a espaldas de mi novia. Allí me convertía en una mujer, tenía un verdadero arsenal de ropa femenina, lencería, zapatos, perfumes, pelucas y maquillajes,. Con los años había llegado a dominar el arte de transformarme, y me contoneaba e incluso chateaba con algún hombre en búsqueda de una niña como yo. No había tenido el valor de llegar más allá, nunca había quedado con nadie.

Al final salí con mi pandilla, Elsa casi me empujó a hacerlo, y la noche fue como ellos habían planeado, alcohol, algo de droga y lugares de mujeres de vida alegre, yo solo bebí dos copas, indudablemente la droga no la probé, y las mujeres con la que pretendían encamarme no eran ni por asomo de mi agrado, con lo cual no hice nada con ninguna, a parte de aparentar de que las tocaba para que mis amigos no sospecharan. Uno de mis amigos, Ernesto, que era al que me sentía más unido, se había separado hacia poco tiempo, y aún a pesar de que era el más grande y fuerte de todos su estado de embriaguez se elevó a límites insospechados. Cuando la noche tocaba a su fin, cada uno nos fuimos despidiendo, y quedamos sólo él y yo. En su estado no podía conducir y le dije que yo le llevaría a casa de sus padres, con los que vivía desde su separación, dejaría su coche y me volvería a casa en uber. Él me dijo que la vuelta a casa de sus padres había sido traumàtica, y que no podía llegar en ese estado, que dormiría en el coche. Entonces le comenté que le llevaría a mi apartamento, y por la mañana cuando se encontrará despejado podría volver a su casa y yo a la mía. Acepto y así lo hicimos.

Al llegar, se empeño en tomar la última copa, y solo le pude ofrecer champagne en benjamines que tenía en el frigorífico, lo acepto de buen grado, y abrí dos botellas, ya que se empeño en brindar por futuro enlace. Bebimos e intente escuchar lo que me decía, pero me resultaba difícil por que era incoherente lo que hablaba, poco a poco se fue adormeciendo y con mucho esfuerzo le llevé a la habitación, le quite camisa y pantalón y le introduje en la cama. Yo dormiría en el chalounge del salón, y cuando nos despertaramos cada uno volvería a su casa. Escribí a Elsa, mintiendola para decirla que la cosa se había prolongado y que seguíamos de fiesta. Poco a poco me quedé dormido.

No se cuanto tiempo transcurrió, pero me despertó Ernesto, desnudo, y chorreando agua, preguntándome donde tenía toallas.

Me levante de un salto, y fui hacia el dormitorio, mi corazón estuvo a punto de salir por mi boca. Ernesto, por no molestarme, había abierto el ropero y estaba a la vista todo mi arsenal femenino, lo cerré y abrí donde estaban las toallas, cogí una y se la llevé. Vi algo en su mirada que me dijo que había cambiado.

—Tienes una amiga y yo no lo sé?

Un nudo se hizo en mi garganta, no sabía que contestarle, Ernesto sabía todo sobre mí vida, y si hubiera tenido una amante a él se lo habría confesado.

—No Ernesto, no tengo amiga ni amante, la única mujer de mi vida es Elsa.

—Entonces toda esa ropa de mujer, esa lencería, las pelucas y los zapatos, venían con el armario?

Estaba atrapado, no se me ocurría contarle ninguna mentira, decidí ser sincero, la verdad es el camino más recto.

—Es todo mío, desde hace años, me gusta, jugar a vestirme de mujer, lo hago aquí, nadie excepto tu lo sabe, y por favor me gustaría que así siga siendo. Y para responderte del todo, no soy gay, no tengo relaciones con hombres. Si desde ahora me ves con otros ojos, lo entenderé, pero por favor no me juzges. Supongo que todos tenemos secretos y tu ya sabes el mio.

Ernesto me miró y me sonrió.

—Tranquilo, no te juzgo. Es más siempre he pensado que eras muy atractivo, y según me estabas contando tu secreto, me imaginaba que como estarás vestido de mujer. Nunca nadie sabrá por mi esto. Y entonces te podría pedir un último favor?

—Por supuesto, le dije.

—Te podrías cambiar para mi? Supongo que será la última oportunidad que tu tendrás de hacerlo y yo de pedírtelo.

Le mire y le pregunte porque. Él solo insistió en que lo hiciera, que simplemente tenía el capricho de verme transformado, que recordaba que hacía años, en unos carnavales en los que nos habíamos disfrazado de furcias, se había dado cuenta de que yo bordaba el papel, y que mis ademanes y forma de andar parecían de una mujer de verdad. No le confesé que fueron los mejores carnavales de mi vida.

—De acuerdo Ernesto, lo voy a hacer, pero, esto no se repetirà nunca más, y jamás hablaremos de ello.

—Te lo juro, nunca nadie sabrá nada, y jamás de lo recordaré.

—Prepara café, le dije y me fui a mi habitación.

Los nervios atenazaban mi garganta, nunca me había travestido en compañía, solo por Internet, y ahora lo iba a hacer, y con mejor amigo. Decidí esmerarme. Por suerte al ser barbilampiño y estar afeitado del día anterior no tenía ni un vello en mi cara, tampoco tenía pelo en mi cuerpo, siempre iba completamente depilado. Me duche, y comenze a maquillarme, una buena base, la línea de mis ojos bien delineadas, un pintalabios rojo brillante. Decidí ponerme una peluca rubia, escardada, tipo Marilyn, unos pendientes largos que llegaban hasta mis hombros y tintineaban al sonar entre ellos. El tanga negro semitransparente que había elegido me gustaba mucho, unas medias negras de rejilla, y zapatos de tacon de aguja. El sujetador era uno que había comprado online y que venía con un relleno que hacía parecer que los pechos eran auténticos. El vestido no me costó escogerlo, uno negro de licra que se pegaba a mi piel. Me mire en el espejo y me encantó el resultado, sume a mi vestuario una gargantilla de perlas de doble vuelta, que pensaba que me hacía resaltar un lado femenino más intenso.

Respire hondo y salí. Ernesto tenía la toalla por su cintura. Repare en la buena forma que se le veía, musculado, sin gota de grasa, bronceado, con abundante pelo por todo su cuerpo, realmente era un hombre atractivo.

Sus ojos amenazaban con salirse de sus órbitas, su boca se abrió exageradamente, y quedé convencido de que no se esperaba lo que veía.

—Estas espectacular, GUAU. Ni por lo más remoto podría imaginarme como estas. Madre de Dios.

—Gracias, Ernesto, este es mi secreto, ahora tu lo sabes, pero ya sabes lo que te dije. Y ahora que ya lo has visto, olvídalo, voy a cambiarme, tomamos ese café y nos vamos.

—Déjame que lo disfrute un poco más, por favor, tomemos el café, así tu vestida de mujer y yo contemplandote. Luego yo me visto, tu te cambias y nos vamos.

Le dije que si con la mirada y que se sentará en el sofá, yo serviría el café. Me percaté que al volverme su mirada de clavo en mi culo, y aún no sabiendo porqué, exagere mis movimientos. Mi vena femenina afloro de repente y todo lo hacia con una exageración absoluta por ser lo más femenina posible.

Me senté a su lado, y él comenzó a preguntarme desde cuando hacía esto, que si había tenido relaciones con hombres, que era lo que sentía....

Le conteste a todas sus preguntas, y fui toda lo sincera que llevaba tiempo con ganas de serlo.

Vi el reloj y le dije que pronto amanecerá y que era hora de acabar con esto. Retire las tazas y las llevé a la cocina, me disponía a lavarlas, cuando note a Ernesto pegado a mi, sus labios empezaron a besar mi cuello, sus manos se cogieron a mi cintura y note algo muy duro pegado a mis nalgas. Ahí me venció, mi miedo interior se disipó y decidí no pensar en lo que pasaba y en lo que iba a pasar. Poco a poco, me volví, y de frente a Ernesto le ofrecí mi boca, suavemente comenzó a besarme, yo le correspondía y al instante note su lengua por entrar en mi. Abrí mis labios y empezamos el baile de lenguas, recorriamos mutuamente nuestra intimidad, Ernesto besaba muy bien, yo no tenía ninguna experiencia de besarme con un hombre, pero si sabía distinguir, cuando alguien besaba bien. Notaba su pene duro y grande apoyado sobre mí. Mis manos acariciaba su nuca y sus fuerte espalda. Ya no había marcha atrás, no había nada más que Ernesto, entre besos y caricias fuimos hasta el dormitorio, le empuje suavemente en la cama, y me arrodille delante de él. Hacía muchos años en los que no había saboreado un pene, pero es como montar en bicicleta, no se olvida, lo empeze a besar, a lamer, bajaba a sus testículos, y empezaba a subir de nuevo, el gemia, suspiraba, agarraba mi cabeza y suplicaba porque se la comenzará a chupar realmente, yo le llevaba al borde del deseo, no sabía cómo había adquirido esa destreza, sería que mi gen femino me afloraba. Al fin la introduje en mi boca, despacio, con calma, centímetro a centímetro, aquella bestia de carne y musculo crecía aún más, pero yo no desistía, notaba como se acomodaba en mi garganta. Su sabor era el mejor manjar, comenze a mamarla, la comía entera y la sacaba completamente. Aún así no quería que aquella primera vez, él terminará en mi boca. Solo con mi mirada me entendió, fui al baño y cogí aquel bote de vaselina que llevaba tanto allí, no me desnude, si lo hacía tal vez se acabará la magia.

Aparte la tira de mi tanga, y me di una buena cantidad de vaselina, sitúe una almohada de tal manera que mi vientre al tumbarme se posará sobre ella y subí mi culo todo lo que pude. Ernesto se acomodo de rodillas detrás mío y apuntó su virilidad a mi ano. Le pedí que no parará, que no tuviera compasión, que me hiciera aquello que tanto deseaba. De una vez, rápidamente, clavo su estaca en mi, hasta el fondo, hasta que estuvo entera clavada en mi. Note como me rompía en dos, el dolor más intenso que jamás había experimentado me invadió, lágrimas caían por mis mejillas, pero ni una palabra de queja salió de mi boca. Ernesto bombeaba, me llenaba de él. Me preguntaba que si lo hacía bien que si me dolía, y yo le contestaba que siguiera, que me follara, que me preñara, que era suya. El dolor era proporcional a la alegría que me invadía, lo deseaba desde siempre, era una mujer usada por un macho, no había nada mejor. Ernesto me dijo que se iba a correr, sus palabras me hicieron tener mi primer orgasmo femenino, aún a pesar del insoprtable dolor, me corria, con mi pene completamente encogido, mi cuerpo se llenaba de electricidad, y llegó el deslechamiento de mi hombre en mi interior, oleadas de calor me invadía, me percaté que mis gemidos y mis chillidos eran completamente femeninos, era una verdadera puta corriendome. La virilidad de Ernesto fue aflojando y salió de mi, se tumbó a mi lado, y me gire hacia él, sus besos limpiaron mis lágrimas, nuestras lenguas se volvieron a entrelazar.

—Casate si quieres mañana, però no te deshagas ni de este apartamento ni de tu verdadero yo. Eres mía.....