Al acecho
Para cazar una hembra, conviene acecharla. El placer es mayor cuando lo consigues
Al acecho
Es algo que me llena : cazar mujeres. El follar me gusta, lo hago con mi mujer y no tiene queja. La monto cuatro veces por semana, algo que no está mal cuando se llevan quince años casados. Laura está buena, me sabe satisfacer, está abierta a todas los posturas y juegos, la mayoría sería feliz, yo no. A mí me gusta cazar: buscar a una hembra y follarla.
A veces es fácil , se sale una noche con el auto, se encuentra a una mujer sola, se la apresa y luego se disfruta de ella. Otras, las que más me satisfacen, hay una hembra que te pone caliente, la sigues, la estudias y tiendes la trampa y la tienes a tu disposición para gozar de ella. Eso me ocurre con Alicia . Es la mujer que vive en la casa enfrente de mi estudio.
La llevo deseando desde que la vi por primera vez. Mi oficina está en un cuarto piso de uno de los pocos edificios en un barrio de casas individuales. Es una zona tranquila, sin apenas coches, de nivel económico medio -alto.
Cuando la descubrí era de noche, yo tenía un trabajo urgente y había vuelto a trabajar después de cenar y coger con mi mujer. Un polvo rápido para estar relajado y poder concentrarme en lo que tenía que hacer. Bien follado puedo pensar mejor.
Releía el informe que había escrito, apenas iluminado por un flexo, tranquilo, con la ventana abierta, hacía calor y había luna llena, cuando oí sus risas. Apagué la luz y fui a ver qué pasaba.
En la pileta pequeña de la casa de enfrente había una pareja, recordé que eran unos recién mudados. Estaban desnudos, ella era una diosa. Mi polla se puso dura al verla. El pelo en pequeña melena, era delgada pero con unas tetas como siempre he deseado. Grandes , orgullosas, turgentes, enormes, tiesas. Esos pechos que te vuelven loco , que desafían la ley de la gravedad. Se abrazaba al hombre, se besaban , se acariciaban.
Yo me saqué la polla y comencé a masturbarme. Era todo un espectáculo. Ella se apoyó en la escalera poniéndose en cuatro. ÉL se paró detrás y se la metió. No podía saber si por la concha o por el culo, pero el tío bombeaba y ella se agitaba con una oscilación de mamas que yo seguía con el ritmo de mi paja. Cuando se separaron mi semen había manchado el suelo del estudio. Entraron para la casa.
Aquella joven se convirtió en una obsesión. La comencé a estudiar. Quien era. Se llamaba Alicia. Quien era su pareja: Pedro. Estaban recién casados. Ella trabajaba en un tienda de regalos en un multicentro, que era de sus padres. Él era contador en una multinacional,viajaba por uno o dos días fuera una vez al mes.
Me excitaba acecharla, cuando supe sus horarios, estaba pendiente de verla salir de su casa, a veces la cruzaba en la calle. Es un minón y lo sabe. Viste ceñida, con escotes que dejan ver el canalillo de sus tetas turgentes. Tiene buenas patas , de yegua, que se afinan en los tobillos y las luce, a veces con minis, otras con shorts, va buscando guerra y conmigo la había encontrado. A veces se ponían cariñosos en el patio, pero nunca volvieron a coger allí, por lo menos cuando yo la vigilaba.
Con Natalia, mi mujer, hacía lo que quería hacer con Alicia, y estaba encantada. A las mujeres les gusta que les follen bien folladas, saber quien es el macho.
Llevaba cinco meses de acecho, cuando...
Era sábado, yo estaba espiando, ya no hacía tanto calor, pero estaba seguro que me iban a dar un show en el patio. Pero no, el marido llevaba la remera de Boca y parecía muy animado. La mujer, con un top y un short, le besuqueaba y se reía. Pareció que ella le iba a hacer una mamada, pero él la rechazó entre bromas, como diciendo que más tarde. Llegó un coche, bajaron tres jóvenes con la misma camiseta azul y amarilla, caí entonces que era día de partido Boca- River. Llamaron a la puerta, Alicia se quedó sola en el jardín , vi como preparaba unos fernet con cocacola, que ofreció a los boquenses después que la besaran a modo de saludo. Estuvieron un rato charlando, se despidieron para ir a la cancha. Alicia les despidió en la puerta.
NADIE LO VIO, SÓLO YO. A SU MARIDO SE LE CAYERON LAS LLAVES DE CASA A LA VEREDA.
Siempre me digo que un cazador tiene que estar al acecho para aprovechar la oportunidad que salta, siempre salta, sólo hay que saber esperar.
Bajé mientras se montaban y salían camino de la Bombonera. Desde el portal vi que las llaves seguían en la calle. Crucé y las recogí. Volvía a subir a mi estudio. Usé pastillas de jabón para hacer un molde de las llaves, eran tres, una del garaje y dos de la puerta. Volví a la ventana. Mi presa estaba tranquila en el patio tomando otra copa. Examiné si mi bolsa de caza tenía todo el material. Siempre tengo una máscara a mano para que no se sepa quien es el depredador. Es de Batman, te cubre totalmente la cabeza. Me cambié, una remera negra y un jean negro, me puse unas deportivas. Nunca visto así en ese barrio, ahí siempre ando de señor , saco, camisa y pantalón.
Volvía a mirar, seguía en el patio. Agarré la pistola que siempre uso , la guardé con la mascara en una bolsa de deportes. Volvía a ver a mi presa, seguía tranquila sentada en una tumbona y bajé a cazarla.
Probé en la puerta , no hubo problemas, si hubiera dejado la llave por dentro lo habría intentado por el garaje y entré.
Me puse la máscara, saqué el arma, dejé la bolsa junta a la pared donde había un colgador de llaves, dejé las del marido colgadas, convenía que pensaran que se le había olvidado y pasé despacio al salón. No tenía muchos muebles, algunas fotos de ellos, una tele enorme, a un lado se abría un pequeño pasillo donde se encontraban tres dormitorios , uno el de matrimonio con baño en suite, entre los otros dos , otro baño. Era una casa grande , pensada para la familia que pensaban formar,sonreí bajo mi máscara. El pasillo daba a la cocina, también se podía llegar por el salón. La cocina tenía una puerta de cristal que daba al patio donde Alicia, con unos cascos oía música , tumbada en una reposera, de espaldas a la puerta.
La miré bien, iba a ser mía.
Me acerqué despacio, cuando estuve junto a ella, apoyé el cañón de la pistola en su cabeza y la tapé la boca con la mano libre. Fue un susto delicioso, al casi saltar, se me movieron alegres los melones que tenía por tetas.
- Los auriculares ..fuera. -
ordené.
Aunque no oía se dio cuenta de lo que le mandaba por mi gesto. Obedeció, estaba deliciosamente aterrorizada.
- Adentro, al salón.
Se levantó y fue delante mío hacia la casa. Me encantaban sus andares, con los tacos de las sandalias, su culo se mecía lujurioso.
- Párate ahí en medio y escucha. No chilles o me veré obligado a disparar. Estate tranquila.
Me divierte comprobar como el miedo amansa a las hembras. Estaba con los brazos a los lados, mirándome asustada, sin saber qué iba a ocurrir.
- ¿ Quieres decir algo? - le pregunté con voz severa.
- Mi marido está al llegar, llévese lo que quiera y no chillaré. No me haga daño.
Puse el televisor, en la pantalla se veía a los hinchas entrando al estadio.
- Creo que tu marido va a tardar en volver. Si te portas bien , no te haré daño, si no me obedeces, tendré que ser muy duro, muy malo. Así que tú eliges.
- Por favor, llévese lo que quiera. Le daré todo el dinero, pero no me haga daño.
Las mujeres siempre empiezan suplicando, pero luego les gusta obedecer, que las uses, darse cuenta que están al servicio del macho. Alicia temblaba, eso la hacía más atractiva, me gusta cuando empiezan a entender lo que va a ocurrir.
- Obedece, es lo que debes hacer. ¡Fuera ese top!
- No, por favor.- imploró.
- Te he dicho que obedezcas. Un tiro en el muslo te hará mucho...mucho daño. ¡ QUITATE EL TOP!-
le dije casi gritando la repetición de la orden.
Aterrorizada lo hizo. Se lo sacó por la cabeza, como imaginaba , debajo no llevaba nada. Ver como se alzaban aquellas tetas me aumentó la erección. Con las manos se cubrió los senos. Sus inmensos ojos negros denotaban miedo.
No hizo falta que se lo ordenara, bajó las manos y quedó parada ante mí. Me recordó a un soldado en la posición de firmes. Destacaban las areolas en medio de un triángulo mínimo que tapaba el bikini. Eran grandes, de un beige oscuro, los pezones pequeños garbanzos casi negros. Me acerqué hasta ella, con el índice recorrí sus montañas, me entretuve en las cumbres. Ella no dejaba de mirar mi máscara, tenía sus ojos fijos en los míos. Cuando sustituí mi dedo por el cañón de la pistola , los cerró y un estremecimiento de pavor le recorrió el cuerpo. Cuando los abrió su mirada era suplicante. Me separé de ella.
- Acaríciate las lolas. Despacio y pellizca los pezones, como cuando te masturbas.
Obedeció, sus manos primero las masajearon y luego llevó sus dedos a las puntas. No cooperaba, tendría que enseñarla.
- Ahora baila como una gogo. Imagina la música.
Sólo se oía los primeros gritos de los hinchas en la tele. Lo hizo, era agradable ver como saltaban los senos, pero ….tenía que participar más. Con una mano , agarré un periódico, hice un rollo. Fui hasta ella y la golpeé en las tetas. Sabía que dolía, pero no dejaba ni marcas ni cardenales.
- Hazlo como lo que eres: una puta. Que no tenga que pegarte más veces, va a ser muy doloroso para ti.
No hay nada como el castigo para que la gente aprenda. Volvió a bailar, esta vez con más ritmo, tocándose y con un sonrisa en los labios.
- ¡Fuera el short!
Lo cumplió a la carrera, llevaba una tanga negra, mínima.
- ¿ Me la quito también?- me preguntó tímida.
- Sí, veo que estás aprendiendo.
Tenía la concha depilada. Como en las tetas la piel que no tomaba el sol era más clara, aunque no blanca. Era una de esas morochas agitanadas que me gustan, y que contrastan con la blancura de mi rubia mujer. Pasé el dedo por el monte de Venus, cuando bajé hacia el valle de su concha, abrió un poco los muslos. Tenía un coño suave, pequeño. Metí el dedo. Dio un respingo. Estaba seca. Pero yo sabía que estaba aprendiendo a ser domada.
- Ahora te vas a masturbar . Tranquila, hasta que te vengas.
Llevó su mano derecha a la concha y empezó a tocarse. Estaba tan aterrorizada , sin quitar los ojos de mí, tan obediente, tan sometida, que mi verga quería reventar el pantalón. Me la saqué, Alicia se quedó parada, no se imaginaba el tamaño de mi instrumento.
- Nena, tócate las lolas, juega con los pezones. Mi pija quiere ver como gozas. No hagas que te tenga que pegar. No me gusta, pero lo haré si no obedeces. Y lo mismo me ocurre con pegarte un tiro.
Ya le había dicho que era mi puta, empezaba ahora el tiempo que se diera cuenta que era mi muñeca y mi nena. Sus dedos recorrieron sus montañas gemelas, se quedaron jugando con las cimas, cerró lo ojos y empezó a suspirar. Cuando sus dedos buscaron el coño, sus gemidos se hicieron más altos. Tenía los ojos cerrados, como concentrándose en su placer. Ya comencé a sacarle fotos con el celular. Estaba haciendo un buen teatro, a todos nos han simulado un orgasmo alguna vez. Pero a medida que iba interpretando su papel, yo sabía que su inconsciente asimilaba que el vicio estaba en ella. Pasó a los aaaahhhh, uuuuhmmm y dio el espectáculo por acabado.
- Nena, ven acá.
Cuando estuvo frente a mí, volví a llevar mi dedo a su concha, no estaba seca, pero no estaba cómo debía estar.
- La nena ha querido engañar su papá. Eso está mal.
Agarré el periódico enrollado y le di un golpe fuerte en las tetas.
- Te tienes que portar bien. Ahora, vas a tener que beber la leche de papi. Te voy a estar apuntando con la pistola, así que no se ocurra morderme, porque se puede disparar. Haz una buena chupada. Arrodíllate y empieza.
Se arrodilló frente a mi polla que emergía del pantalón. Empezó bien, la tomó en la mano y la lamió con mimo. Después se la metió en la boca y la chupó. Debo reconocer que lo hacía bien. No estaba siendo la mejor mamada de mi vida, pero superaba lo corriente. En general las mujeres la chupan mal, pero Alicia se notaba que era una experta. Así que disfruté dominante la situación.
- Sigue, nenita y trágatelo todo.
Y me sacó todo el semen con autentica maestría.
- ¿ Lo he hecho bien? ¿ No me pegará más?
- Si, muñeca, lo has hecho bien. No me gusta pegarte, sólo lo hago para que sepas que no me puedes engañar y debes obedecer. ¿ Lo has entendido?
- Sí.
- Dí , sí papá.
- Sí, papá.
Todo iba ir como yo esperaba. Me fijé en la la tele , sólo llevaban quince minutos de juego. Quedaba más de una hora para disfrutar de una mina excitante.
- Ahora vamos al dormitorio. ¿ Verdad , que te vas a portar bien? - le golpeé las nalgas con el periódico dos veces, los cachetes se le pusieron rosas. - Así, papito no tendrá que castigarte.
La pobrecita echó andar como una niña buena y obediente. Me di cuenta que en baño, incluido en la habitación, eso que las mujeres dicen baño en suite, había dos albornoces. Era algo estupendo, atar a una nena con sus medias las deja marcas , a veces , en las muñecas, los cinturones de albornoz: no.
No hizo falta que la dijera nada, se tumbó en la cama, después de quitar la colcha. Miraba muy fijo como llevaba las dos cintas de algodón. Puso las manos juntas, sabía que iba atarla y lo hice. Con uno le sujeté las manos al cabecero, con el otro que pasé por los tobillos al pie de lecho.
La dejé sola, tenía que ir a por mi bolsa de deportes. Cuando volví y me vio con ella , en la mano, gritó. Debió pensar que llevaba algún cuchillo o instrumento de tortura. La tapé la boca con el pijama de su marido. No me desagrada que las presas griten cuando las cazo, pero cuando estoy enseñándolas, es algo que me desagrada. Saqué del bolso un cubre ojos de Aerolíneas Argentina. Se lo puse , no podía ver. Así que me quité la mascara y me desnudé, quedando sólo con las deportivas.
Estaba tan buena, era una hembra tan excitante, que mi verga empezó de nuevo a levantarse. Un cazador cuando anda detrás de una pieza, debe estar siempre preparado, yo lo estaba, mi pastillita azul obraba milagros.
- No te voy a hacer nada malo, nena. Así que no chilles, si sigues con el pantalón del pijama de tu marido en la boca, te puedes ahogar. Así que te lo voy a quitar, pero si gritas, te lo volveré a poner y será peor. ¿ Lo has entendido? Dí sí con la cabeza.
Alicia hizo un gesto afirmativo, le liberé la boca, respiró profundamente varias veces y pude deleitarme en el espectáculo de sus tetas moviéndose sensuales, orgullosas.
Era una hembra fabulosa, parecía imposible encontrar una mujer con un cuerpo así. Delgada , pero con unos pechos grandes, duros, turgentes, la cintura estrecha, las caderas en su punto, ni caderona ni sin forma, las piernas torneadas , de muslos llenos, se afinaban en los tobillos como patas de yegua. ¡ Y la piel! Ligeramente aceitunada, que clareaba en el entrono de los pezones y en el monte de Venus, donde no tomaba el sol.
Le acaricié con el índice, partiendo del cuello y buscando el valle de sus senos. La piel era suave, cálida. Me dediqué a que no quedara un centímetro de su piel sin mi caricia. Quería gozar de la joya que tenía a mi disposición y no tenía prisa.
Pasé a las lolas, las amasé con mis palmas, luego mis dedos las recorrieron una y otra vez hasta que ataqué sus pezones. Enseguida se pusieron erectos , sonreí pensando que empezaba a reaccionar como una gata que acarician.
- Muñeca, ves como papá es bueno y no te hace daño. ¿ Verdad que te gusta?
- Sí papá.
Me dediqué a sacarle fotos, son los trofeos del cazador. Le solté los tobillos y le abrí las piernas, tenía una concha de labios pequeños , casi infantiles. Pasé las palmas por la suave piel de los muslos e introduje el pulgar en su cueva. Seguía seca, apenas una ligera humedad en su vagina. Seguía fingiendo que le gustaba, yo conocía bien el rechazo que sentía, pero por un lado me daba igual y por otro vencerlo era un reto.
Le besé la boca, hice que abriera los labios para meter mi lengua invasora. No se resistió. Estaba sobre ella quería que sintiera el peso de mi cuerpo y como iba aumentando la dureza de mi pija.
Empecé a lamerla y a besarla. Me gusta sentir como mi baba se pega a la piel de la hembra, Chupaba, lamía, mordisqueaba su cuerpo. Me detuve en sus depiladas axilas, antes de llegar a sus tetas. ¡Qué maravilla! Elásticas, suaves. Me dediqué a ellas. Cuando acabé mi saliva las cubría, con un resplandor de humedad a la piel tersa. Los pezones habían crecido, eran pequeñas cimas en sus montes gemelos.
Los pellizqué apretándolos , mientras volvía a recorrer el camino de su vientre. Llegué al monte de Venus. Y dejando sus pechos comencé a acariciar su almohadilla con una mano mientras la otra lo hacía a sus muslos. Sabía que el no ver debía excitarla a medida que mis caricias se hacían más íntimas. El no saber lo que iba a hacer con ella, cuales eran mis deseos, tenía que ponerla en una mezcla de intriga y lujuria.
La desaté los pies, los levante con una mano agarrándoles de los tobillos, los llevé hacia adelante. Tenía un culo fuera de serie, redondidto, lleno, dos semiesferas de carne prieta, donde el valle entre los dos mundos era una invitación a la exploración. Y lo hice, recorrí con el índice el desfiladero de sus nalgas. Noté como temblaba cuando me entretuve en inspeccionar su esfínter , apretado, marrón casi negro, pequeño agujero de dominio.
Le bajé las piernas y las abrí. La concha se abrió ante mis ojos viciosos. Acaricié sus labios, tenía un coño, el no haber sido madre lo hacía más prieto, más deseable. Usé una mano para dejar al aire su clítoris, rosado, tímido, con su pequeña punta apenas asomando.
Me detuve, quería que entendiera que estaba totalmente a mi disposición, que podía hacer con ella lo que quisiera. Era el momento de darme un atracón de hembra. Primero la lengua en la concha, arándola, clavándose en el comienzo de su vagina, sin prisas, haciendo que poco a poco fueran surgiendo sus flujos. Luego el botón, jugando con él, sin cansarme. No pudo evitarlo, comenzó a gemir, casi lloraba, su cuerpo respondía a la lujuria de hembra que todas tienen. No quería, pero lo deseaba. Cuando noté que se venía, seguí orgulloso de mi obra, de macho que sabe manejar a una hembra. Apenas me apareció que acababa, la giré dejándola con las piernas fuera de la cama. Me puse entre ellas, las abrí, y me dejé caer como si mi polla fuera un kamikaze y su concha abierta un portaaviones americano. Se la clavé hasta la empuñadura.
La follé bien follada, ella sollozaba entregada, eso me excitaba más y más. Fue una cogida larga, sabrosa, teniéndola bien dominada, sabiendo que era mía. Al final la velocidad y la fuerza de mis ataques me hacían sudar y rugir de placer. Me vacié en ella. La saqué y con un papel higiénico hice que no saliera mi leche de su cuerpo. La volví a atar los pies.
Había vuelto al espacio -tiempo después de haber estado en los cielos. Me di cuenta que apenas quedaban diez minutos de partido. Boca iba gananado.
Volvía a vestirme y a cubrirme con la mascara. Permití que volviera a ver. Tenía los ojos llenos de lagrimas. No decía nada. Sabía que había sido mía y yo sabía que había gozado como la puta que era. La desaté.
- Ahora vas a lavarte bien lavada la concha.
Le apuntaba con mi revolver, ella obedeció, fue al baño y en el bidé se lavó bien lavada.
- Concha lavada, concha estrenada. Ahora depende de vos. Puedes pensar que ha sido un sueño o montar un numerito. Te aconsejo que te inclines por lo primero. Tu marido vendrá enseguida ...muy contento.
La dejé desnuda en el baño, antes de que se diera cuenta empecé mi retirada, me quité la mascara y salí a la calle. Crucé y me metí en mi edificio.
Tranquilo me duché, había sido una buena cacería, y sabía que mi presa estaba ahí, y yo cuando hiciera una copia de las llaves, podría volver. Me quedaban muchas cosas que hacer con esa perrita. Era hora de volver a mi casa.
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