Aislados pero contentos (2)

Continúa la placentera vida rural de Marcos que, recordemos, vive sólo con su madre y hermana.

Aislados pero contentos (segunda parte)

Cada quince días recibían noticias de Luisa. Contaba cómo le iba en su trabajo y todas las cosas que podía hacer en la ciudad. Iba al cine casi todas las semanas y también había ido a ver una obra de teatro. Alguna noche de sábado a una discoteca famosa con su prima Nuria y el novio de ésta que se llamaba Jorge y era muy buen chaval; Raúl se decidió por lo militar y ahora estaba en la academia de suboficiales de la armada. Los dueños de la tienda de zapatos donde trabajaba la trataban muy bien y, aunque tenía muchas ganas de verlos, su vida ahora era mucho más divertida; ojalá- decía- pudiéramos estar todos juntos aquí. En una de las cartas les anunció, más bien lo dio a entender, que la prima Nuria le había presentado a un chico con el que mantenía una relación, digamos, especial. Me parece, le dijo Marcos a su madre, que quiere decirte que tiene novio. Es lo normal, replicó su madre; dentro de unos meses nos puede anunciar que se casa, añadió. No hubo que esperar tanto, sin embargo, para que Luisa les anunciara que aprovechando el próximo puente de la semana santa, se iba al pueblo a pasar unos días, que los echaba mucho de menos y que tenía unas ganas locas de verlos.

- Ahora con tu hermana por aquí tenemos que volver a la normalidad. No puede sospechar ni lo más mínimo.

--No te preocupes, mama. ¿Cómo iba a darse cuenta de nada?

-Bueno, de todas maneras hoy mismo vuelves a tu habitación. Y recuerda que todo tiene que ser igual que antes de que se fuera. Tienes que hacer lo mismo que hacías antes. ¿De acuerdo?

Cuatro días más tarde Luisa estaba instalada tan sólo por unos días de nuevo en casa. Venía más delgada; con los labios y los ojos pintados. Pasó largos momentos de confidencias con su madre; Marcos sospechaba que hablarían del presunto novio, pretendiente más exactamente, de Luisa. Seguro que planearían el futuro más próximo de su hermana. La madre de Marcos estaba inquieta. Marcos notaba las miradas furtivas que les dirigía a él y su hermana cuando estaban juntos. Evitaba dejarlos a solas y su actividad, frenética, no se compadecía con la dimensión de las tareas pendientes.

El jueves por la tarde se presentaron en su Renault 12 Mari luz y Roberto. Venían a buscar a las dos mujeres de la casa para acudir a los obligados oficios religiosos de semana santa en la población que era cabeza de municipio. Su hermana pretextó estar muy cansada del viaje que había hecho desde la capital y se excusó por faltar a la procesión. A su madre, obviamente, no se le pasó por la cabeza faltar a la cita social; que dirían sus convecinos si no la vieran enlutada y cubierta con la tradicional mantilla compartiendo devotamente la fe con el resto de cofrades. Luisa tan pronto como se quedó a solas con su hermano lo enfrentó para decirle cuanto lo había echado de menos; a él y también a su querida "amiguita:

- ¡Cuanto la he necesitado! – dijo acariciando sobre el pantalón la polla de su hermano; ¡enséñame esa preciosidad, hermanito!, no me hagas esperar más.

Le bajó la cremallera, desabotonó la pretina del pantalón y se apoderó de su "amiguita" con ansiedad. La cubrió de besos desde el escroto al glande e inició una furiosa y sonora felación que estremeció a Marcos. De pie y con los ojos cerrados el afortunado varón intentaba controlar y retrasar la eyaculación.

-- Yo si que te he echado de menos. Me tienes que dar otras bragas; las que me quedé cuando te fuiste ya no tienen olor. ¡Espera! no te las quites tan rápido; te las quito yo,¿vale? pero primero hay que empaparlas bien, así,así, pa dentro la raja. Joder, cuanto he soñado esto.

Cuando se cansó de introducir las bragas de Luisa por toda la longitud de su brillante y anegado chocho, Marcos hundió su boca con detenida delectación en aquel acuático y contenido espacio y no paró de hacer garabatos hasta que su hermana le pidió, ¡por Dios¡ que parara porque el gusto era ya, de tan fuerte, dolor.

Vestidos y serenos esperaban que su madre regresara y hablaron. Marcos le preguntó si era cierto que tenía novio y si era así, quiso saber también que hacían cuando estaban solos. Luisa le contesto que sí; que había que formalizar la relación pero que Joaquín, que así se llamaba, era casi su novio y que no hacían nada de nada. Le contó que si accediera a hacer algo, aunque Joaquín tampoco hacía la menor referencia al asunto, lo estropearía todo.

. -los tíos quieren casarse con una virgen y ser ellos quienes le enseñen las maravillas del sexo. Quieren estrenarnos y marcarnos en el culo su sello de propiedad, como nosotros hacemos aquí con las vacas Yo soy una chiquita de pueblo, sencilla e ingenua que se supone no sabe nada del asunto.

-Y a propósito guárdate ya las bragas y dame las otras porque traje las justas; una para cada día.

--las tengo escondidas en el granero. Vengo en un momento.

Volvió del granero con las bragas que su hermana le dejara meses atrás justo cuando su madre se bajaba del coche de vuelta de la procesión.

-- vengo de echar un vistazo a los animales. – les dijo a su madre y a los acompañantes y entraron en la casa. En cuanto pudo, Marcos deslizó las bragas en la mano de su hermana quien, entrando en el baño, se las puso.

El domingo justo después del almuerzo llegaron por sorpresa Nuria, su novio y el pretendiente de Luisa. Venían a buscarla. Habían salido desde muy temprano con el recientemente estrenado Citröen Dyane de Joaquín y creían que regresando ya podrían estar sobre las 11 de la noche en la capital. Estuvieron apenas una hora en casa, lo justo para presentarse y preguntarse por la familia. Besos precipitados, ¡cuídate! ¡escribe¡ ¡recuerdos a tu madre¡ ¡tened cuidado en la carretera!. A las tres de la tarde no había ya rastro de las visitas. Marcos y su madre estaban de nuevo solos.

-¿ Qué tal con tu hermana, Marcos? .

-- Bien mamá, me contó muchas cosas de la ciudad. Parece que se adapta muy bien a su trabajo, a la gente y a todas las cosas de allí. No creo que yo pudiera vivir en un sitio así.

-¿Por qué no?. Hay muchas más cosas en las que entretenerse

--ya, pero también mucha gente y mucha prisa. Además eso de vivir en un piso... No, yo no cambio el paisaje y la tranquilidad de aquí por nada de la ciudad.

-Me alegro mucho de que estés contento aquí. Y .... ¿de lo otro,...qué?

Marcos comprendió que tenía, muy a su pesar, que mentirle. Tal como se interesaba por su relación con Luisa no podía contarle el episodio último que ocurriera entre ellos. La estabilidad emocional de su madre dependía en gran parte de que todo se sucediera con la misma cadencia de antes. Ningún acontecimiento debía perturbar el curso de los acontecimientos y Marcos le contó a su madre que Luisa, en lo que tocaba a ese punto, había cambiado; que ahora tenía novio y que aquellas necesidades de antes ya no ocupaban su mente. Le contó que Luisa lo veía ahora como un paleto y que las cosas del pueblo eran una rémora para su nueva vida. Su madre alivió la tensión de esos días en un hondo suspiro y la sonrisa que se dibujo en sus labios retrató su satisfacción.

-Bueno, voy a prepararme que en un rato está aquí Mari Luz a recogerme.

--¿a dónde van?

-a la misa y a la procesión. ¿no vienes con nosotros?

-No. Prefiero quedarme.

Mientras reprochaba a su hijo su escasa sociabilidad la mujer se dirigió al cuarto de baño. Se quitó la falda y bajándose las bragas hasta los tobillos se sentó en el bidé cara a Marcos; le echaba en cara su nula relación con los vecinos de los pueblos más cercanos y le avisaba de que no era muy normal que siempre tuviera una excusa para no dejarse ver en las pocas ocasiones que los parroquianos se reunían para celebrar algo. Mientras se aseaba con abundancia de agua y jabón su hijo no despegaba los ojos de aquel sexo fragante. Cuando la mujer se levantó y arqueando las piernas procedió a secarse la perfumada entrepierna la erección y el propósito de Marcos eran evidentes. Se apartó de la puerta y cuando su madre pasó junto a él camino a la habitación desnuda de mitad para abajo la siguió por el pasillo urgiéndola con leves palmadas en sus temblorosas nalgas.

- Déjame,- rezongó- que acabo de lavarme. Ahora no. Que Mari Luz está al caer

Todavía de pie introdujo sus piernas por los huecos de unas bragas limpias pero su hijo no le permitió subirlas más allá de los muslos. Marcos logró con sus leves y bien dirigidas caricias minar la escasa resistencia de su madre y cuando la tuvo de rodillas sobre la cama con las bragas a medio muslo introdujo su pene en la elástica oquedad que ahora ya no olía únicamente a lavanda. Con las manos en las caderas de su madre la impelía a moverse mientras él permanecía quieto con su polla como un ariete que esperara las embestidas de un coloso. ¡para, para! que nos va a pillar Mari Luz en plena faena. ¡para Marquitos, por favor. ¡Que me acabo de lavar! . La situación enervaba a Marcos y endurecía aún más su tensado falo. La cara desencajada vuelta hacía él al final de la espalda en un delicado escorzo terminó de encabritar su furioso deseo y resolvió no correrse en el interior del vientre de su madre. Iría de procesión, sí, pero a cada paso el coño de su madre notaría la humedad de su semen.; respondería a la letanía del cura uniendo su voz a los murmullos apagados de los demás feligreses sentada en un banco del centro de la nave eclesial pero los labios de su sexo respirarían el vapor denso de su esperma. En ese momento, el último, Marcos sacó su pene para derramar toda su lefa en la felpa de las sutiles bragas que permanecían tensadas entre los crispados muslos de la mujer. Su madre se pasó un pañuelo por el coño abierto para secar los blanquecinos flujos y, acto seguido, se encajó las bragas conmocionada por el polvo y estremecida por la perversión que su hijo le proponía. Cuando estuviera sentada en la iglesia, cuando se arrodillara, cuando se diera la paz con el feligrés de turno, cuando hablara con la mujeres que se acercaran a ella, cuando paso a paso recorriera delante de la banda las calles del pueblo, sentiría una leve humedad en los carnosos labios de su vulva que le recordarían que allí abajo, colándose entre su vello y resbalando por sus muslos, un torrente de vida y pecado celebraba su renacimiento. Sentada en el asiento trasero del coche, ya ahora, mientras Mari Luz le hablaba, sentía entre sus vellos el fragor del licor seminal pugnando por colarse, vagina adentro, entre la comisura de los apretados labios de su sexo.

Era un tema recurrente que salía muy a menudo en las conversaciones que su madre mantenía con Mari Luz. La amiga se preguntaba con sincera preocupación si acaso no se estaba sometiendo al pobre chico a un régimen de vida inadecuado para su edad:

- Date cuenta, chica, que no ve a nadie durante meses. A ti todo el día y a mi cuando vengo. Todo lo más a Roberto cuando lo mandas con algún recado o me acompaña hasta casa.

--Ya Mari Luz, pero él está bien, está contento. No quiere ni oír hablar de vivir de otra forma

-Bueno mujer, yo no digo que no. No se trata de cambiar de vida sino de hacer que se relacione un poco. Un chico de veinte años tiene que tener las hormonas que bueno,...!tu ya me entiendes¡. Y novia que yo sepa...

--Cada cosa a su tiempo, mujer. Los jóvenes se las arreglan bien solos. Tiempo y oportunidad tiene; imaginación, creo yo, también. Además, y que no se entere de esto ¡por Dios te lo pido¡, le pillé una revista de chicas de esas, con fotografías. Así que ya ves que se las arregla ...

-¿No te da lástima? ¡El pobre¡, mira qué.... No se. Creo que debería buscarse novia.

--Déjalo estar mujer; que ya llegará la hora: Lo mismo decíamos de Luisa y ¡Mírala¡ a punto de casarse. Ya te digo, cada cosa a su tiempo.

-Tu dirás lo que quieras pero yo creo que Marcos está ya para ciertas cosas.

Días después de éste diálogo, su madre le pidió que acompañara a Mari Luz hasta su casa: Ella sola no va a poder con todo; llévale tu la caja con los calabacines y las judías que es la más pesada. El camino bordeaba el bosque y en algunas vueltas del sendero se adentraba monte adentro. Era ancho y Marcos caminaba junto a Mari Luz con buen ánimo; le agradaban el paisaje y la compañía. Hablaron entre otras cosas de la próxima boda de su hermana y del viaje que tendrían que hacer a la capital para la ceremonia. Mari luz aprovechó la oportunidad:

- A lo mejor encuentras novia tu también.

--Estoy bien así. No necesito novia –repuso cortante-.

Perdóname Marcos, no quería meterme en tu vida.

--No Mari Luz, si no pasa nada, de verdad. No estoy molesto ni mucho menos; pero, en serio, estoy bien sin novia

-Hombre, un poco raro si qué es. Cuando yo tenía tu edad lo único en lo que pensaban los mozos era en meter mano a cuantas más chicas mejor. Los tiempos han cambiado algo, mucho, si quieres, pero la naturaleza humana me parece a mi que no ha cambiado tanto. Lo se por los sobrinos de Roberto que están como moscones alelados alrededor de las mozuelas y eso que no tienen tu edad, el mayor no creo que llegue a 17.

-Aquí tampoco es que abunden las chicas. Si quitamos a mi hermana Luisa y a mi madre, a la única mujer que veo con cierta frecuencia eres tu; y estás casada.

--¡Míralo que gracioso¡ Ya en serio Marcos, ¿no echas de menos a las chicas?

-No puedo echarlas de menos porque ..., bueno, que es imposible echar de menos a algo que no has tenido o a alguien que no has conocido.

--Es una forma de hablar; ¿pero en serio que nunca...? ¿ni un beso siquiera?

-Nada.

-¿A alguna chica si que la habrás visto, yo que sé, medio desnuda, por lo menos?

Marcos enrojeció.

--Nunca he visto desnuda a ninguna chica. ¿Soy un pardillo? Pues si, soy un pardillo, ¡Qué le voy a hacer¡

-No hombre, tampoco es eso. Me refiero que a lo mejor le has visto algo a tu hermana en un descuido o a tu madre. Esas cosas pasan.

--Pues no, que yo recuerde. Es posible que si pero no me acuerdo.

-Si no te acuerdas es que no. Eso los hombres no lo olvidan nunca.

Después de unos minutos de silencio en los que sólo se oía el sonido de las copas de los pinos agitadas por la brisa de la tarde, Mari Luz, le dijo a Marcos que tenía ganas de orinar:

- Me estoy orinando Marcos. No creo que vaya verme nadie pero vigila por favor.

Mientras abandonaba el camino para semiocultarse en el tronco de un pino cercano, añadió volviendo la cabeza hacia Marcos:

- las oportunidades a veces se presentan cuando uno no las espera. Aprovéchalas.

¿Lo estaba invitando Mari Luz a algo? Si, esa frase no podía tener otro significado que el de un velado permiso para mirar. Y Marcos miró y vio como aquella mujer dos años más joven que su madre dándole siempre la espalda se arremangaba la tableada y pesada falda para a continuación, inclinando un poco hacia atrás el culo, tirar de sus bragas para colocarse en cuclillas y comenzar a mear. Marcos miró y contempló el color negro, nunca las había visto así, de las bragas de Mari Luz y la blancura de las nalgas de Mari Luz y también le alcanzó para ver o imaginar cómo el chorro de orín se abría paso entre las largas guedejas que remataban el chocho de Mari Luz. Marcos continuó mirando, otra vez con el corazón en la garganta, como aquella mujer menuda de poderosas piernas daba dos pequeños saltitos con objeto de escurrir todas las gotitas de su micción y cómo se levantaba, siempre de espaldas. Vio cómo se acomodaba las bragas y por fin, como dejaba que las tablas de su pesada falda volvieran a su lugar primero; él por su parte, también volvió al lugar del camino donde minutos antes Mari Luz le anunciara que se orinaba.

El resto de la travesía la hicieron prácticamente en silencio; tan sólo algún comentario intrascendente sobre los preparativos de la boda de su hermana; alguna referencia a las tareas cotidianas de la granja. En la puerta al despedirse Mari Luz le agradeció la compañía:

- Gracias por la compañía Marcos

--Gracias a ti Mari Luz; de verdad,, gracias por todo, por todo. Muchas gracias. No sabes cuanto te lo agradezco.

-Bueno muchachito, no he hecho nada que merezca tanto agradecimiento; venga, vuélvete a casa que cae la noche. Adiós.

No había mediado aún una semana desde aquel día y hoy, de nuevo, Marcos tenía que acompañar a Mari Luz camino de su alejada casa. A mitad de camino y cumpliendo las expectativas de Marcos la señora Mari Luz expresó la necesidad de aliviar su vejiga. En ésta ocasión descendió unos pasos por el margen lateral del camino y se paró, movió su cabeza más por instinto que por precaución hacía uno y otro lado y se levantó el traje que recogió en varios pliegues sobre su cintura. Ante la vista ansiosa de Marcos aparecieron las bragas de Mari Luz, más oscuras y breves que las que viera nunca. De forma contraria a la de la vez anterior Mari Luz no se agachó con rapidez; se desprendió las bragas de pie y permaneció con su trasero al aire por unos momentos; después, en cuclillas, comenzó a expulsar un chorro intermitente, tímido al principió, torrencial después. Marcos podía oír el ruido del líquido al tocar la tierra y el ligero silbido con el que el orín salía expelido de la expuesta raja de Mari Luz. Terminó y aún de pie busco un pañuelo en su traje y se secó pacientemente.

- Esto es otra cosa. Ya podemos continuar.

Ni una mínima referencia más al episodio y de nuevo al despedirse la reiteración en el agradecimiento por todo lo que Mari Luz hacía por él; y de nuevo una sonrisa sardónica en el hermoso semblante de la mujer y la insistencia en que no tenía nada que agradecerle .

La tercera ocasión consecutiva en que Marcos acompañó hasta su casa a Mari Luz fue a iniciativa del propio muchacho que pretextó ir a pedirle en préstamo a Roberto una llave de bujía para poner a punto el motor del arado mecánico. Recorrieron largo trecho del camino y Mari Luz no daba muestras de incontinencia; Marcos temía que en ésta ocasión el viaje iba a ser en balde y se decidió a intentar, él mismo, la estrategia de las "inaguantables" ganas de orinar:

- hoy soy yo el que tiene ganas de orinar. Espera un poco, por favor.

--los hombres lo tenéis muy fácil; abrís la bragueta y ¡zass¡ a tomar fresco.

-Si que es verdad. Y sin agacharnos.

--Si, eso también.

Y como Marcos dudara en sacarse el pene y diera unos pasos como para ocultarse Mari Luz le espetó que ella no se iba a asustar por ver orinar a un hombre, que no era la primera vez que veía una y que no se las diera de pudibundo a estas alturas. Le propuso, para mitigar la vergüenza que no entendía como podía sentir, orinar también ella porque, viéndolo, le habían entrado las ganas.

-¡Vamos¡ dijo

Y Marcos se sacó su casi erecta polla e intentó expulsar el orín al tiempo que Mari Luz ahuecando el traje se metía las manos para bajarse las bragas y agachándose comenzaba a mear. La posición que adoptó Mari Luz permitía a Marcos una visión sesgada de su coño; un triángulo perfecto de vello no especialmente negro constreñido por unos poderosos muslos que lo abultaban y lo agrandaban al cabo del cual colgaba un trozo de carne que se bifurcaba en dos blandas láminas de piel. Nada salía de la polla de Marcos y nada tampoco del coño de Mari Luz hasta que ésta observara que cómo podía ser que con tantas ganas que tenía no estuviera ya orinando.

-- No puedo; me cuesta mucho si la tengo así.

Dicho esto, con un gran esfuerzo, Marcos logró vencer la excitación y su erecto miembro comenzó a expulsar muy lejos de sí el amarillo líquido. Contempló, entonces, como la mujer después de emitir una fina y corta micción se levantaba y se colocaba de nuevo las bragas fijos los ojos en la acción aún no concluida de su polla.

- Anda vamos, que nos estamos retrasando mucho. Guárdatela ya no se te vaya a enfriar esa hermosura. Oye, a propósito, de esto ni una palabra a nadie ¿me lo prometes?

--quédate tranquila Mari Luz. Gracias, de verdad, por ser tan buena conmigo.

-esto no es muy correcto, tu lo sabes, pero tampoco es justo privarte por la vida que llevas aquí de las cosas por las que a tu edad ya han pasado todos los chicos. Además que...sólo me has visto medio desnuda; tampoco es pa tanto el belén. Unas pajas en mi honor, eso seguro que sí.

--todas en tu honor y a mayor gloria de ese cuerpo serrano –concluyó Marcos y ambos rieron con ganas-

Entre ellos se creó una complicidad que se despertaba sólo cuando coincidían en el camino hacia el hogar de Mari Luz. Sabían que entonces, de una u otra forma, más tarde o más temprano acabarían mostrándose el uno al otro sus respectivos sexos. Ocurrió un día, justo antes de partir para la ciudad a la boda de Luisa y Joaquín, que hablando de la noche que le esperaba a ambos después de la ceremonia, Mari Luz se calentó unos puntos por encima de lo habitual y mientras Marcos orinaba tomó su polla; se colocó a su lado y con la mano izquierda comenzó a masturbarlo suave y concentradamente. Estaban ambos de pie, ocultos de la muy improbable presencia de algún parroquiano por el muro de un cobertizo derruido y entonces la mano del joven con mucho temor de romper el milagro se posó sobre las ropas de la mujer a la altura de su nalga. Al tiempo que Mari Luz miraba el rostro congestionado de Marcos y sacudía levemente su polla, Marcos se las ingenió para acceder a sus bragas, era la prenda negra que tanto le llamara la atención por lo atrevida que resultaba comparada con las de las mujeres de su familia, - nadie, estaba seguro, podría sospechar que tapando las intimidades de Mari Luz estuviera aquella lencería tan breve y de colores tan poco comunes - ; sus dedos tentaron toda la dimensión del culo y como la amiga de su madre seguía enfrascada en el vaivén de su polla, se decidió accediendo por detrás a palpar la entrada de su coño. La tela estaba húmeda y caliente. Marcos se aplicó entonces a deparar en continuas caricias un buen masaje a toda la longitud del agujero que iba notando cada vez más acuoso. Mari Luz agarraba su miembro con más fuerza y la paja que le hacía crecía en intensidad de movimientos. En el momento que aprovechando un intersticio de las bragas el muchacho atinó a introducir su dedo corazón en la caldeada oquedad vaginal, Mari Luz perdió el ritmo con el que masturbaba a Marcos, pero se recompuso rápido y acompasada a las maniobras que en su anegado chocho practicaba el dedo del muchacho dio las últimas sacudidas a aquella hermosa polla que el destino y las circunstancias ponían a su alcance. Se sobresaltó, no obstante, con la primera eyección de semen que cayó con un disparo corto y potente sobre unas hojas de hiedra, pero no perdió ripio mientras el pene se vaciaba y aflojaba. Al tiempo, con un quejido ahogado, Marcos se llevaba el intrépido dedo primero a su nariz y luego a su boca para chupetear el licor denso y acre de los interiores de Mari Luz :

-¡no hagas eso, cochino¡ ¡No, por favor! ¡límpiate esa mano, anda!

--¿Cochino por qué? Sabe rico y huele ...bien, me gusta.

-Desde luego que eres raro. ¡Mira que chuparte el dedo después de...¡ No pense que eso lo hiciera nadie, la verdad.

--no se. A mi me gusta saber a que sabe tu sexo.

-¡Calla ya, anda¡. Me estas poniendo nerviosa. ¡Calla, anda¡ y trae acá para limpiarte con el pañuelo

Mari Luz en cuanto se ajustó las bragas protestó porque se sentía incómoda. Tenía la raja anegada y le dijo a Marcos que parecía que se hubiera hecho pis encima. Decidió entonces sacarse las bragas y limpiarse con ellas no sin encomendarse a todos los santos.

mira que si me pillan sin bragas¡ !Dios, que apuro!

--¿me las puedo quedar?

-¿el qué? ¿mis bragas? –preguntó entre espantada e incrédula.

- Si claro, ¿qué otra cosa?

--pero éste muchacho se ha vuelto loco. ¿para qué coño quieres mis bragas? . Vale, vale, no me lo digas; pero Marcos imagina que tu madre te las encuentra. ¿Qué le ibas a contar? ¡Ah, sí, son de Mari Luz que me las dio después de hacerle un dedo y se las pedí para recordar...¡. Coño Marcos, ¡Qué no somos adolescentes¡ Yo, por lo menos no.

-las escondo bien, nadie las va a encontrar. Confía en mi. Es imposible que nadie las encuentre.

--¡cómo las escondas igual de bien que la revista esa de tías en bolas , me parece a mi que¡

-ya se que mi madre la encontró. La tenía en mi cuarto y tampoco la escondí tanto. Total, según me dijo mi primo Raúl, están expuestas en los quioscos. No creo que mi madre vaya a asustarse. A los chicos esas cosas nos llaman la atención. Pero, no me cambies de tema. ¡Dámelas, por favor!. Te prometo que nadie las va a ver nunca.

Al llegar a la puerta de la casa Roberto les dio las buenas noches. Mari Luz dijo que tenía frío y se metió rápidamente en la casa. Marcos confirmó la apreciación de Mari Luz y mientras se despedía de Roberto alzando la mano derecha, con la izquierda aferraba dentro del bolsillo de su chaqueta las traqueteadas bragas de su mujer, todavía húmedas, todavía con las huellas del furtivo encuentro.

Mari Luz se despertó varias ocasiones durante esa noche; estaba inquieta y por su cabeza pasaban continuamente las imágenes de la venosa polla de Marcos en el momento de escupir su denso esperma; volvía a sentir la mano del joven recorriendo los labios de su vagina y el dedo que estimuló su clítoris; revivió en esos instantes de insomnio el gesto de Marcos llevándose los dedos a la boca para catar su flujo y ella misma, sin poderlo remediar, quedamente para que su marido no despertara se recorrió todos sus interiores y probó su propio sabor. Desechó con un gesto de la cabeza que nadie podía ver en la oscuridad de la habitación la idea que le pasó por la cabeza pero sabía que si Marcos lo intentaba iba a meter en aquel coño suyo que no conocía sino la del que dormía a su lado, toda su polla, toda su vigorosa y joven polla.

Se acostó primero que su madre que lo buscó un rato después entre las sabanas para contagiarse de su calor. Arropada se ahuecó de espaldas hasta fundirse con el cuerpo semidoblado de su hijo. Marcos sintió el culo de su madre pegado a su pene y el recuerdo de Mari Luz le fue poco a poco percutiendo en la mente. Su miembro se fue hinchando y presionando las bragas de su madre, la única prenda con la que últimamente dormía, justo en la división de sus nalgas . En silencio su dedo certificó un grado de labilidad suficiente y después de apartarle la prenda hundió su verga en el vientre de su madre que lo recibió serena y plácidamente. Ni uno ni otro se movieron. Marcos durmió esa noche con la polla dentro del coño de su madre y el sabor de Mari Luz todavía en su lengua

Continuará............

Gracias a todos por sus comentarios, críticas y consejos; me han sido de gran utilidad y me han animado mucho. Gracias.