Aislado Entre Mujeres [29].
Lengua Viperina.
Capítulo 29.
Lengua Viperina.
Abrí el cuarto de Ayelén… digo, mi propio cuarto. Porque sigue siendo mi cuarto, carajo. Encontramos a mi prima tal cual la había dejado minutos antes.
―Ahí la tenés ―le dije a Tefi―. Sin ropa y con el mismo carácter de mierda de siempre.
―Quizás está desnuda porque está cambiando la piel ―dijo Tefi, sin molestarse en bajar la voz.
―¿Estás insinuando que soy una víbora? ―Le reprochó Ayelén.
―Y… tenés que reconocer que sos bastante venenosa.
Se desató un feroz duelo de mirada entre ellas. Cerré la puerta detrás de mí y evalúe cuál sería sería la mejor manera de traer un poco de paz a este encuentro entre féminas ardientes. Pero como no se me ocurrió nada, dije lo primero que se me cruzó por la cabeza.
―Ayelén, si tan mal te llevás con Tefi, no entiendo por qué tenés tantas ganas de chuparle la concha.
―Lo que ella busca es humillarme ―dijo Tefi―. Ella cree que va a lograr calentarme tanto que yo me voy a morir de ganas de chuparle la concha a ella, a pesar de que le expliqué que a mí esas cosas no me interesan.
―Bueno, pero Aye nunca dijo nada de que vos se la tuvieras que chupar ―aclaré―. Eso no es parte del trato.
―Lo sé, y por eso accedí a ayudarte ―dijo Tefi―. Vení, pendeja… ¿querés concha? ¡Acá la tenés!
Mi hermana se bajó la ropa interior de un tirón y se acercó a la cama. Ayelén se hizo a un lado y le permitió acostarse.
―Sinceramente no creí que fueras a animarte ―dijo mi prima.
―¿Ahora vas a decir que no me la vas a chupar?
―No dije eso, solo estoy sorprendida de que vos tengas tantas ganas de ayudar a Nahuel, después de todas las veces que dijiste que era un mantenido, un pendejo inútil, un irresponsable, un…
―¡Bueno, basta! ―Exclamó Tefi, sus mejillas estaban rojas. Me resultaba creíble que ella hubiera dicho esas cosas de mí. En especial al comienzo de la cuarentena―. Mis diferencias con Nahuel ya no son las mismas que antes, y él no es tonto, sabe que decís estas cosas solo porque querés que nos llevemos mal.
―Solamente estoy repitiendo tus palabras ―dijo Aye, poniendo cara angelical.
―A mí no me importa lo que haya opinado Tefi de mí hace unos meses. Yo también dije cosas de ella de las que me arrepiento. Pero ahora nos llevamos bien.
―Ah, qué lindo que los hermanitos se quieran tanto. ¿Y cómo hiciste para que ella te aceptara? ¿Le diste una verga con la que jugar? Porque a esta putita le encantan las vergas.
―¡Mirá quién habla! ―Gritó Tefi―. Nena, yo no me comí ni la cuarta parte de las pijas que te comiste vos. Si yo soy puta, ¿vos que sos?
Me costó entender por qué Ayelén tenía esa opinión sobre la sexualidad de mi hermana, si al fin y al cabo Tefi había tenido muy pocas experiencias sexuales. Analizando un poco más a fondo entendí que probablemente Tefi había exagerado sobre su vida sexual al hablar con Ayelén, y que ahora se avergonzaba de haberlo hecho. Aye tiene una lengua muy venenosa, va a usar cada información que tenga a su favor y lo que busca es que Tefi y yo nos sintamos mal. Especialmente Tefi. Me arrepentí de haber metido a mi hermana en este asunto. Ayelén solo quería vengarse por el rechazo que recibió por parte de Estefanía.
―Aye, ¿por qué no te callás un rato y empezás a chupar? ―Le pregunté―. Vos me pediste que traiga a Tefi, bueno, ahí la tenés. Ella no tiene por qué perder el tiempo con vos, si es que no arrancás lo que querés hacer.
―Es cierto ―dijo Tefi―. Me la chupás ahora, o te jodés. Nahuel cumplió con su parte del trato. El resto depende de vos. Te doy diez segundos para empezar, sino me voy.
Eso me gustó. Estábamos poniendo a Ayelén entre la espada y la pared… y además, si empezaba a chupar, eso le haría más difícil usar su lengua para lastimarnos.
Aye me demostró que su mirada cargaba tanto veneno como su lengua, pero aún así entendió que no estaba en posición de negociar nada. Creí que por puro orgullo no accedería a comerle la concha a Tefi… y creo que mi hermana pensó lo mismo, porque ella se mostró tan sorprendida como yo cuando Ayelén le separó las piernas y se mandó de cabeza contra la vagina.
La lengua de Aye se movió con gran destreza, sé que tuvo oportunidad para practicar mucho con mi mamá, y según Alicia, Ayelén ya tenía mucha experiencia en el asunto. Me pregunté cuál sería la orientación sexual de mi prima. Ella no parecía ser lesbiana, como Gisela… aunque la propia Gise me había dejado muy en claro que, aún siendo lesbiana, de vez en cuando se permitía disfrutar de alguna verga. ¿Será que Ayelén es como una versión invertida de Gisela? Una chica heterosexual que de vez en cuando se permite disfrutar de una concha…
No lo puedo afirmar con lo poco que sé de mi prima. Lo único que puedo decir con certeza es que la verga se me puso dura al ver la expresión de placer en la cara de Tefi. Mi hermana podría estar muy enojada con Aye… pero aún así, le estaban dando una chupada de concha. No podía mantenerse fría y distante ante esa situación.
Noté que Ayelén estaba de rodillas, con el culo bien en pompa, mientras su cabeza se perdía entre las piernas de Tefi. Me dije: “Esta es mi gran oportunidad”.
Sacudí mi verga hasta que se puso bien dura y me acerqué a la cama, hasta colocarme justo detrás de mi prima. Le arrimé la pija a la concha y ella dijo:
―¿Qué hacés, pendejo?
―Estoy cobrándote el alquiler por usar mi cuarto.
Este comentario despertó una risita en Tefi.
―Bien, hacé lo que quieras ―dijo mi prima―. Pero no te sorprendas si algún día yo quiero cobrarte algo.
No entendí si se refería a algo puntual o lo dijo solo como una amenaza al aire, de cualquier manera a sus palabras se las llevó el viento.
Tefi separó más las piernas, como si entendiera que al verle la concha mi verga se pondría más dura. Luego me hizo una seña con la mano que solo podía significar: “Dale duro a esa puta”. Bueno, lo de “puta” lo agregué yo. Pero estoy seguro de que mi hermana lo pensó.
La concha de Ayelén estaba más húmeda de lo que yo me había imaginado. Por más que se hiciera la dura, ella tampoco era inmune a los calores hormonales. Mi verga se deslizó suavemente en su interior, cosa que no deja de sorprenderme, porque su concha parece pequeña y apretada; pero… traga pija como una profesional. Pude ver cómo la lengua de Aye se movía en círculos en torno al clítoris de mi hermana. Todo el cuerpo de Tefi se estremecía, para ella debía ser muy duro tener que soportar a una mujer chupándole la concha si de verdad esas cosas no le gustaban… y aún así lo estaba haciendo… por mí. Eso me conmovió.
Por la mañana mi mamá me había ayudado a descargar, y a pesar de que me había dado una buena siesta de por medio, no sentía esa urgencia por acabar, casi como si ya estuviera satisfecho. Esto me permitió mantener un buen ritmo en las penetraciones que le di a mi prima sin temor a pasar vergüenza como en la vez anterior. Ayelén se movía mucho, sus nalgas no dejaban de menearse, quizás lo hacía por puro gusto; sin embargo creo que lo hacía para que yo acabara más rápido. Durante los primeros minutos todo se mantuvo igual y luego ella comenzó a notar que algo no andaba bien. Giró su cabeza, miró mi verga y luego me miró a la cara. No dijo nada, pero casi que pude leer su mente. Estoy seguro que se preguntó: “¿Por qué no acaba este pendejo?”. Le sonreí triunfante y para demostrarle que el Nahuel que ella conocía ya estaba aprendiendo a usar sus recursos, la sostuve con fuerza de la cadera y le dí varias embestidas casi tan fuerte como me fue posible. Ella soltó gemidos que parecieron gritos de dolor.
―¿Qué pasa, Aye? ―Le preguntó mi hermana―. ¿Te está gustando la pija de Nahuel? ¿O es demasiado grande para vos?
No la dejó responder, tomándola por la parte posterior de la cabeza con ambas manos, la obligó a seguir chupándole la concha. Esta vez pude ver que Tefi sonreía al mismo tiempo que meneaba sus caderas de forma sensual. Quizás ella también estaba disfrutando de alguna pequeña venganza contra nuestra prima… o simplemente puede ser que la chupada de concha que le estaba dando Ayelén era demasiado buena. Si tengo que guiarme por lo que me contó mi mamá, probablemente Ayelén esté haciendo un gran trabajo al brindarle placer a Tefi. Es su forma de dominar a la gente. Ella quiere generar una sensación de dependencia en los demás. Sé que lo consiguió con mi mamá, pero dudo que sea capaz de conseguirlo con Tefi. Algo me dice que Tefi tiene un carácter más fuerte, que es menos propensa a caer en manipulaciones. Aunque eso no significa que sea totalmente inmune…
La cogida se extendió durante varios minutos y me di cuenta que mi estado de forma decayó mucho por el tiempo que pasé sin ir a los entrenamientos de fútbol. Con tanto traqueteo comencé a agitarme y por eso tuve que frenar la marcha. Mi prima entendió que yo ya había terminado con lo mío, y se apartó. Se quedó sentada en la cama, miró mi verga erecta y me preguntó:
―¿Todavía no acabaste?
―No ―le dije.
―Bueno, que te ayude otra a acabar. Yo me cansé de esto, coger con ustedes es muy aburrido, se les nota a la legua que no tienen ni puta idea de lo que hacen. Son un par de virgos.
―Hace unos minutos le estabas diciendo puta a mi hermana, ahora la tratás de virgen.
―Dije que es puta porque sé que lo es, sé que le encanta la pija… aunque eso no significa que se haya comido un montón. Al menos todavía no. Quizás más adelante.
―Dejá de hablar de mí como si supieras todo de mi vida ―se quejó Tefi, al mismo tiempo que se ponía de pie―. No sabés nada, porque no te conté ni la cuarta parte, y me alegro de no haberlo hecho. ¿No te das cuenta que sos una basura, nena? Nadie te aguanta porque no se puede confiar en vos para nada.
Acto seguido Estefanía caminó hasta la puerta del dormitorio y antes de salir me dijo:
―Después andá a mi pieza, quiero hablar con vos.
―Ok. ―Cerró la puerta y miré a Ayelén. Estaba preciosa, toda desnuda y abierta de piernas, con la concha húmeda. Me dieron ganas de tirarme sobre ella y clavársela otra vez; pero sabía que intentar eso era una locura, ella no lo permitiría. Así que opté por otra estrategia―. Ahora salí de mi cuarto. Ya cumplí con mi parte del trato, tenés que cumplir con la tuya.
―No, nene. No me voy a ningún lado.
―¿Qué? ¿Por qué?
―Porque nunca dije que te iba a devolver la pieza si traías a Tefi, te dije que si hacías eso podríamos negociar. Así que… negociemos ―se sentó muy erguida en la cama, tapó su entrepierna con una almohada, y me miró con una sonrisa desafiante.
―Te estás pasando de la raya, Ayelén… salí ahora mismo de mi cuarto.
―Ok, sacame vos… a patadas, de los pelos, o de la forma que quieras.
Ella sabía muy bien que yo nunca recurriría a la violencia. Si hay algo que aprendí luego de pasar tantos años conviviendo entre mujeres es que nunca, bajo ningún pretexto, debo levantarles la mano. No tenía otra alternativa que escuchar sus condiciones. Luego decidiría si me convenía aceptarlas o no.
―¿Qué querés? ¿Qué tengo que hacer para que me devuelvas mi cuarto?
―Uy, se me ocurren un montón de cosas ―dijo, tocándose la barbilla con un gesto muy teatral y haciendo pasear sus ojos de un lado a otro, como si estuviera pensando―. Pero después de darle muchas vueltas al asunto, ya sé lo que quiero que hagas…
―¿Qué? Decimelo de una vez. ¿Me vas a pedir que sea tu sirviente? ¿O quizás querés que cambie los resultados del torneo de culos? ¿O querés plata? ―Sin importar qué pidiera, sabía que sería humillante.
―Quiero ver cómo se la metés por el orto a tu mamá.
Meter los dedos en el enchufe luego de darme una ducha no me hubiera shockeado tanto como esas palabras.
―¿Pero de qué hablás, nena? ¿Cómo me vas a pedir una cosa así? Además… ¿qué carajo tiene que ver eso con vos? Si querés que la meta en algún culo, te la meto a vos, ahora mismo… pero dejá a mi mamá fuera de esto. Ella ya contó el motivo por el cual la estuviste extorsionando todo este tiempo. Ya no tiene que hacer lo que vos le digas.
―Ay, Nahuel, qué inocente que sos. El asunto de las cajas de consoladores escondidas en el baño no era más que una parte de todo lo que sé sobre tu querida madre. Además te dije que ella me debe plata, eso también es cierto. Por más que haya contado el asunto de las cajas, yo no vi ni una moneda de lo que me debe.
Mi madre dijo: “Meterse con Ayelén es jugar con fuego”. Ahora esas palabras cobraban otra dimensión. Mi prima de verdad es una hija de puta (con el perdón de mi tía Cristela) que quiere ver el mundo arder. No entiendo por qué es tan arpía. No sé qué fue lo que le hicimos. No sé por qué odia tanto a su familia… y al mundo… ni sé por qué me odia tanto a mí. Porque incluso en las pocas veces que intenté llevarme bien con ella, prácticamente me sacó a patadas.
―Bueno, primo… quiero dormir un rato en mi camita ―se acostó y puso la cabeza sobre la misma almohada que había usado para cubrir su intimidad―. Ya sabés, tenés dos opciones: podés agarrarme de los pelos y sacarme a patadas (te advierto que voy a gritar mucho), o podés meterle toda la pija en el orto a tu mamá… pero yo tengo que estar presente. No me alcanza con fotos o videos, lo quiero ver con mis propios ojos.
No me cabía duda de que ella quería humillar más a mi madre que a mí. Ni siquiera sé qué opinión tiene Alicia sobre el sexo anal, pero con todo lo que la conozco, me puedo hacer la idea de que no le debe gustar ni un poquito.
Antes de marcharme di un último vistazo a mi cuarto, allí estaban todos mis libros, comics, mi computadora y otras de mis pertenencias. No quería pasar el resto de la cuarentena sin eso.
―No me importa que vos estés durmiendo acá ―dije―, este sigue siendo mi cuarto, y voy a entrar a buscar lo que yo quiera, cuando quiera. Ni siquiera voy a golpear la puerta.
―Por mí está bien ―dijo, encogiéndose de hombros―. Siempre y cuando después te vayas y me dejes en paz.
A ella parece no importarle nada de lo que yo haga o diga. Todo le da igual. Es una terrorista psicológica. Y en un caso así solo puedo recurrir a una persona: Macarena.
Sin embargo, Maca deberá esperar, antes necesito hablar con Estefanía.
Me sentí abatido, metí a Tefi en esto y prácticamente no sirvió para nada. ¿Y ahora qué voy a hacer? No quiero recurrir a la violencia… pero tampoco quiero someter a mi madre a semejante humillación… y dolor.
Cabizbajo entré al cuarto de Tefi. Me sorprendió encontrarla completamente desnuda, con las piernas bien abiertas y metiéndose los dedos en la concha como si llevara un año de abstinencia sexual.
―¡Ay, sos vos! ―Exclamó ella―. ¡Qué susto! Pensé que era otra…
―¿Te molestaría si alguien más te sorprendiera masturbándote?
―Em… quizás no me molestaría, pero sí sería humillante. En especial si se tratase de Gisela.
Estuve a punto de decirle que se me ocurrían algunos motivos por los cuales a Gisela no le molestaría verla masturbándose; pero preferí guardármelos. No quería meter a mi hermana mayor en este asunto.
―¿Qué tal te fue con la bruja? ―Preguntó Tefi―. ¿Ya te devolvió tu cuarto?
―No ―abatido, me senté en el borde de la cama, hasta mi pene estaba cabizbajo―. Esa arpía siempre tiene algún truco bajo la manga.
―¿Qué hizo? ¿Te ofreció sexo a cambio de que le dejes la pieza y vos, por pajero, aceptaste?
―Hey, no… podré ser pajero, pero no soy tan idiota.
―Mmm…
―Sí, sé que te cuesta creerlo, pero te prometo que no hice nada de eso. El problema es que Ayelén quiere que yo haga algo… em… peligroso, humillante. Algo que no debería hacer.
―¿Qué es? ―Tefi se acercó rápidamente a mí, tanto que una de sus tetas quedó contra mi espalda―. Contame, te prometo que no se lo digo a nadie.
―Está bien, pero no sé cómo podrías ayudarme con esto. Para devolverme mi cuarto… e imagino que también es para dejarme en paz definitivamente, quiere que yo… este… quiere que se la meta por el culo a mamá ―Los ojos de Tefi se abrieron tanto que creí que sus cuencas caerían al piso―. Sí, lo que escuchaste. Además quiere estar presente cuando lo haga. Así que tengo dos opciones: o la saco a patadas, o tengo que convencer a mamá de que se deje meter la verga por el culo… frente a Ayelén.
―¿Y mamá qué tiene que ver en todo este asunto? ¿Por qué la eligió a ella y no a otra?
―Es que… uf… es difícil de contar sin traicionar la confianza de mamá. Solo digamos que Alicia también está en deuda con Ayelén. La quiere ver humillada.
―¡Qué yegua! Si se mete con mi mamá, la mato.
―¿Sabés una cosa, Tefi? Últimamente estuve… em… charlando mucho con mamá. Empecé a generar cierta confianza con ella, y la sesión de fotos que hicimos la última vez me dio a entender de que quizás, si es por ayudar, ella podría aceptar algo así.
―¿De verdad lo creés?
―Sí, pero… no estoy tan seguro de la parte anal. ¿Te imaginás a mamá teniendo sexo anal?
Tefi mostró una cara de arco y consternación.
―No, para nada.
―Ni yo.
―Pero mamá es muy rara ―dijo Tefi―. Y sé que en su juventud hizo cosas… lo sé por las charlas que tuve con la tía Cristela. Aunque no sé si llegó tan lejos como para probar el sexo anal. Imagino que no. Sin embargo, se me ocurre una idea para sacarle información sobre eso.
―¿Ah sí? ¿Cuál?
―Después te cuento. Ahora…
―Cierto, me dijiste que querías hablar conmigo sobre algo. ¿De qué se trata?
―De esto ―dijo, agarrándome fuerte la pija. En la cara de Tefi se dibujó una de las sonrisas más lujuriosas que vi en mi vida―. Ayelén puede ser una arpía, pero… ¡qué bien chupa conchas! Me dejó con el termostato a tope. Tuve que salir de la pieza porque si no hubiera terminado haciendo una locura.
―¿Le hubieras chupado la concha?
―No sé… pero empecé a tener miedo de que ella me pidiera hacer algo para que me siguiera chupando la concha… y quizás hubiera accedido, por pura calentura.
―¿Y ahora querés que yo… em… te la meta? ¿Así nomás?
―No, eso sería… inapropiado. Pero creo que este sería el momento perfecto para grabar algo que pueda vender. ¿Te parece?
―Sí, me parece una excelente idea.
Lo que más me entusiasmó fue que ella dijo “grabar” y no “fotografiar”.
Tefi me alcanzó la cámara digital, esa que cuenta con tan buena calidad… y que por suerte trae un modo para grabar. Bendita sea.
Mi hermana se acostó boca arriba en la cama y me esperó con las piernas abiertas. Por más que no sea la primera vez que le voy a meter la verga, es imposible no ponerme nervioso. La deslumbrante belleza de Tefi me deja sin aliento. Además cada vez nos llevamos mejor, nos entendemos mejor… y somos más confidentes. Eso me gusta. Jamás imaginé que podría encontrar una aliada en Tefi.
Ella misma se encargó de acomodar mi verga, pero no la metió. Deslizó el glande contra sus labios vaginales, estaban muy húmedos. Procuré grabar su sonrisa, imaginé que a quienes compraran el video les gustaría ver eso. La cara de Tefi parecía decir: “Miren, estoy haciendo travesuras con mi amante”.
Después ella apuntó mi verga hacia el agujero, supe que esta era mi señal para entrar, y así lo hice. Me moví lentamente, más que nada para que la cámara no se desenfocara, porque la concha de Tefi estaba bien dilatada y no necesitaba ser tan suave con ella. Logré apuntalarme con mis piernas y empecé con un movimiento de caderas firme y continuo. Tefi mostró una fogosa expresión de placer, la cual también pude inmortalizar en video. Sin duda ella ganaría mucho dinero con esto, y eso me ponía tan contento como ser yo el que se la estaba metiendo.
No quise apurar mucho el trámite, en parte porque quería disfrutarlo a pleno, y también porque mientras más durase el video, más le pagarían a mi hermana. Mi verga entraba un poco más de la mitad y salía cubierta por los flujos vaginales de Tefi. Encontrarme con su mirada me hizo vibrar, pero supuse que ella en realidad buscaba mirar de frente a la cámara… mirar a sus potenciales compradores.
A pesar de todas estas ventajas mercantiles, mientras más le daba a Tefi, más se iba diluyendo el supuesto motivo por el que estábamos haciendo esto. La calentura comenzó a apoderarse de mí y cada vez que le clavaba la pija lo hacía por puro gusto, porque me gustaba ver a Tefi retorciéndose de placer y gimiendo… sus gemidos no eran exagerados en absoluto, parecían totalmente reales, como si de verdad lo estuviera disfrutando.
―Dejá la cámara ―me dijo, entre gemidos.
―¿Qué?
―Sí, que dejes la cámara por un rato… dame duro hasta que acabes… y cuando acabes, hacelo en mi boca. Eso sí tenés que grabarlo.
Por un momento pensé que Tefi había perdido del todo la cordura al pedirme que dejara de grabarle y que me concentrara en meterle la verga. Sabemos que la cámara es una excusa, pero necesitamos esa excusa.
La dejé de lado como ella me pidió, sujeté sus piernas con mis brazos y empecé a moverme más fuerte. Tefi se tapó la boca con la almohada, para que sus gemidos no se escucharan en toda la casa. Empezó a preocuparme el ruido rítmico que producía la cama. Casi me podía imaginar que alguien abría la puerta y nos interrumpía en pleno acto, para colmo no habíamos puesto la tranca de la puerta… por idiotas y por estar demasiado calientes como para pensar con claridad. Si la que interrumpía fuera mi madre quizás la situación no sería tan desastrosa, ella ya sabía de las fotos de Tefi. Lo que en verdad me preocupaba era que entrase Gisela. Ella nos soltaría un duro sermón… bueno, dependiendo de en qué estado mental se encuentre.
A pesar del riesgo yo no podía detenerme y los gemidos ahogados de Tefi me incentivaron a seguir e incluso a darle más duro.
De pronto ocurrió eso que tanto temíamos. La puerta del cuarto se abrió. Tefi y yo nos quedamos paralizados. Mi primera opción fue pensar que se trataba de Alicia, metiendo la nariz en todo, como de costumbre… y cuando creí que la peor opción de todas sería ser descubiertos por Gisela, me di cuenta de que había una opción mucho peor… y estaba ahí, parada en el umbral de la puerta, mirándonos con una sonrisa venenosa y con su celular en una mano, grabando todo lo que hacíamos. Entró al cuarto, cerró la puerta apoyando la espalda contra ella y se acercó a nosotros.
―Esto me da opciones muy interesantes ―dijo Ayelén―. ¿Qué podría hacer con este video? ¿Se lo muestro a Alicia o a alguna de sus hermanas? ¿O quizás lo mejor es subirlo a internet para mostrarle al mundo las cochinadas que hacen estos dos hermanitos?
Me quedé pálido, esta vez sí que nos tenía bien agarrados… e incluso nos habíamos metido en una situación muy peligrosa. Había riesgo en que toda nuestra familia se enterase de esto; pero aún peor era que ese video terminara en internet. ¿Cómo le explicaríamos al mundo por qué mi hermana y yo estábamos cogiendo?
―Ayelén, salí de mi pieza antes de que me levante y te rompa la cara. Porque lo hago, te juro que lo hago.
―Tranquila, primita. A mí tratame bien, ¿sabés? ―Me pareció una inmundicia total que ella exigiera a la gente que la tratasen bien, con lo basura que es con todo el mundo―. No se asusten, no voy a hacer nada malo con el video ―dejó de grabar y bajó su celular―. Era solo una bromita, che… no aguantan nada.
Estoy seguro de que Tefi entendió, tan bien como yo, que eso no era una simple broma. Era una forma en la que Ayelén nos demostraba que tenía poder sobre nosotros.
―¿Qué querés? ―Espetó Tefi.
―Nada, solo pasaba a saludarlos. Ya me voy. Los dejo coger en paz… ―volvió a caminar hacia la puerta meneando sus caderas. Antes de salir dio media vuelta, miró a Tefi a los ojos y dijo―. No te imaginaba tan puta como para cogerte a tu hermano ―luego se marchó.
―Nahuel, dame un poquito de espacio ―me dijo, empujando suavemente mi pecho.
―¿Eh? ¿Querés cortar esto por lo que Ayelén dice? No tenés que dejar que ella te manipule de esa manera.
―Lo sé, pero… necesito espacio ―me empujó más fuerte―. Espacio y tiempo. Necesito pensar.
―Pero… ya sabés que Ayelén solamente busca que te sientas mal.
―Y lo consiguió. ―Noté que había lágrimas en sus ojos―. No quiero hacer esto… nunca más. Es una estupidez. Desde el principio lo fue. No quiero ser la puta que se coge a su hermano… ni siquiera por plata.
Me aparté de ella, mi verga se sintió tan desilusionada como yo.
―¿Pero qué hay de tus fotos?
―No sé… ahora no quiero pensar en eso. Buscaré otra forma… ahora mismo solo quiero estar sola. Si querés llevate la Play.
―No, te la dejo… total, no sabría dónde conectarla. Ninguna me va a prestar su pieza para jugar a la Play. Está bien, Tefi, te dejo sola. Pero no te mortifiques tanto. No creo que seas una puta como dice Ayelén. No dejes que esa bruja te haga sentir mal.
―Lo voy a intentar ―una lágrima rodó por su mejilla, entendí que esta era mi señal para marcharme.
Maldita bruja, arpía, víbora venenosa, hija de puta (con el perdón de mi tía Cristela). Está arruinando mi vida y la de mi familia.
Me encontraba en la cama de mi mamá, Alicia estaba en la cocina, preparando la cena, y yo intentaba concentrarme en alguna serie de Netflix. Era imposible.
Una vez me tocó jugar en un partido de fútbol muy importante, se podría decir que era una final anticipada en la liga local. Jugábamos contra el equipo que nos igualaba en puntos y apenas faltaban tres partidos (incluyendo este) para que finalizara el torneo.
El partido estaba apunto de terminar, íbamos empatados dos a dos. Eso era bueno, con un empate seguíamos en competencia. Pero ganar sería mejor. Nos pondríamos a la cabeza. Recibí la pelota de uno de mis compañeros, me di vuelta para buscar a alguno de los delanteros. Un buen pase en profundidad podría darnos la victoria, pero justo cuando estaba por patear, apareció Cristian Méndez de la nada.
Nunca voy a olvidar a Cristian Méndez.
Él jugaba para el equipo contrario, muchos nos comparaban por ser casi idénticos en técnica, estilo de juego y talento.
Cristian Méndez pasó como un rayo frente a mí, llevándose la pelota. Esquivó a uno de mis compañeros, luego a otro… y sabiendo que ya no quedaba más tiempo en el reloj, pateó al arco, de zurda. Con tanta buena fortuna que la clavó en un ángulo.
Solo debíamos aguantar unos segundos, para tener chances de ser campeones, y en una pequeña distracción todas esas chances se fueron a la mierda.
Perder ese partido nos abatió tanto que también perdimos los dos siguientes… y el equipo de Cristian Méndez salió campeón.
Ahora sentía que me encontraba en una situación similar. Cuando creía que iba ganando… o empatando. Cuando creía que aún tenía una mínima chance para ganar, por un descuido eché todo a perder.
Lo único que tenía que hacer era poner la tranca en la puerta de Tefi. Tan sencillo como eso. Poner una simple trabita y Ayelén no hubiera sido capaz de entrar.
Pero la puta calentura me nubló el juicio de la misma forma que se me nubló todo por la euforia de dar el pase del triunfo durante el partido. Por estúpido, por descuidado, arruiné todo.
Y lo que me tenía más ofuscado era que no había podido llegar al clímax. No lo hice mientras se la metía a Ayelén y tampoco mientras se la metía a Tefi. Mi verga se ponía dura solita, sin que la provocase, como si me estuviera diciendo: “No te olvides de mí, amigo, los huevos están llenos de leche y eso tiene que salir en algún momento”.
Súbitamente recordé a mi mamá. Ella dijo que a veces necesitaba… descargar. Le prometí que la ayudaría con eso. Pero… ¿y que tal si ella también me ayuda a mí? ¿Le molestará?
Solo hay una forma de averiguarlo.
Salí del cuarto con la pija erecta por delante. En el living comedor no había nadie… más que Alicia. Ella estaba del lado del comedor, parada delante de la barra americana que conecta con la cocina. Estaba cortando tomates y lechugas para ensalada. Mucha ensalada… como para ocho personas. Por suerte también había olor a carne que llegaba del horno, porque me hubiera muerto de la angustia si la cena incluía puras ensaladas.
Lo mejor de todo era que mi mamá estaba completamente desnuda… a excepción de un delantal que apenas cubría una parte de sus tetas y su abdomen. ¿Por qué usaba delantal si no tenía ropa que proteger? Solo ella lo sabe. Quizás es por su manía de no ensuciarse, ni siquiera la piel.
Me vio de reojo y me saludó sin dejar de cortar en rodajas un tomate. Creo que ni siquiera se fijó en mi erección… o tal vez ya se acostumbró a verme con la verga dura.
Miré atentamente su culo desnudo y cómo sus gajos vaginales asomaban por debajo de las nalgas. Estaban deliciosos. Me acerqué a ella, tomándola por la cintura, y orienté la punta de mi verga hacia su concha.
―Nahuel ¿qué hacés?
―Es que… tuve charlas con Ayelén y Tefi… ellas estaban desnudas y…
―Ah, ya me lo puedo imaginar… te dejaron con la pija dura.
―Algo así. ¿Te molesta si?
―Em… quizás este no sea el mejor momento, ni el mejor lugar. Cualquiera que salga de una pieza nos puede ver.
―Lo sé, pero… solo es un segundo…
Pude sentir el húmedo roce de sus labios vaginales contra mi verga, me moví para adelante y para atrás, deslizando todo mi falo entre esa canaleta. Un par de veces la punta de mi verga se direccionó contra el agujero de la concha de mi madre, y amenazó con entrar. Hasta pude sentir cómo su argolla se abría un poquito al contacto con mi glande.
―Ay, Nahuel… sí que te dejaron duro… uf…
―Sí… mal…
―Pero ahora mismo no… ¡ay!
Su exclamación no fue de dolor, sino de pura sorpresa, porque calculé mal mis movimientos y mi glande fue a enterrarse completo dentro de su concha. Ocurrió apenas en un segundo, se deslizó por el agujero y antes de que me diera cuenta, ya tenía la cabeza de la pija dentro de mi madre. La saqué tan rápido como la metí. Alicia se puso en puntitas de pie y apoyó ambas manos contra la barra americana.
―Perdón ―le dije sin dejar de moverme.
―Solo… intentá que eso no pase… y apurate, antes de que alguien nos vea.
Aceleré mis movimientos, eso provocó más fricción, pero también más riesgos. Mi verga se deslizó contra su concha como si se la estuviera metiendo, pero en realidad mi falo pasaba de largo, encajado entre sus labios vaginales. Solo que de vez en cuando la puntita traviesa buscaba meterse dentro del húmedo agujero, al que se veía atraída como si fuera un imán.
Se produjeron dos penetraciones idénticas a la anterior, solo entró el glande y nada más, pero fue suficiente como para sentirme como un imbécil. De verdad esa no era mi intención… pero estaba demasiado excitado como para detenerme.
―Esto es muy peligroso ―dijo Alicia―, y está tardando demasiado.
Sin mediar más palabras, ella giró, se puso de rodillas frente a mí y empezó a chuparme la pija como solo una petera experta podría hacer. Me demostró que ella tenía tanto talento para esto como su hermana. Sus chupones fueron fuertes, decididos, al igual que sus lamidas. Me masturbó con su mano derecha al mismo tiempo que su lengua hacía estragos contra mi glande.
El primer chorro de semen impactó contra sus labios, que estaban cerrados. Ella ni siquiera intentó esquivar el siguiente. Lo recibió con la boca abierta. Luego se tragó la verga y la boca se le fue llenando de leche. Cuando ya no pudo contenerla más, la sacó, y las últimas descargas de mi potente orgasmo fueron a parar contra su nariz, sus mejillas, y por supuesto, su boca. Tragó el semen y hasta me dio la impresión de que lo estaba saboreando, disfrutando.
Luego se puso de pie, camino alrededor de la barra americana y puso la cara debajo de la canilla. Imaginé que se apresuró tanto a limpiarse porque no quería que nadie la sorprendiera con la cara llena del semen de su propio hijo.
Cuando terminó de lavarse me miró con una gran sonrisa y dijo:
―¿Mejor?
―Sí, mucho mejor.
―Muy bien, me alegra haberte ayudado. No quiero que tengas problemas con tus hermanas, con tu prima, por culpa de una erección.
―Gracias, mamá.
Ella siguió trabajando en la comida, como si nada hubiera pasado. Me quedé unos segundos contemplando su húmeda vagina, me pregunté qué haría ella para bajar la calentura. Supuse que después de comer se masturbaría o algo así.
Regresé al cuarto de mi madre, para intentar distraerme un poco… y para pensar en algún plan para destruir a Ayelén antes de que ella destruya toda mi familia.