Aislado Entre Mujeres [25].

La Pérdida de las Inhibiciones.

Capítulo 25.

La Pérdida de las Inhibiciones.

El encierro nos está afectando de muchas formas diferentes. Sí, claro, estoy viviendo situaciones con mucha tensión sexual, algo que nunca antes había ocurrido en mi casa; pero también hay más discusiones. Hoy hubo una fuerte discusión entre Ayelén y Macarena, en la que tuvo que intervenir Gisela, para calmar un poco las aguas. Al parecer Macarena piensa igual que Estefanía, ambas quieren que Ayelén y la tía Cristela se vayan de casa. Por supuesto que ellas se hacen las boludas sobre este tema, y en ningún momento amagaron siquiera a marcharse. Pero eso no es todo. Ayelén dijo, más de una vez, que ella quería salir a pasar, que quería ir a una discoteca con unas amigas. Eso se me hizo raro, porque en las noticias dijeron que todas las discotecas están cerradas, por la pandemia. Sin embargo al parecer hay algunas que abren de forma clandestina. Por supuesto mi mamá no quiere saber nada con esto, tiene rotundamente prohibido que cualquiera de nosotros abandone la casa. La discusión se inició cuando mi madre le dijo a Ayelén: “Si salís a bailar, ni te molestes en volver. Vas a tener que buscar otro lugar para vivir”. Ayelén respondió con un rotundo: “Yo hago lo que se me da la gana”, y ahí saltó Macarena, hecha una furia, a decirle que si quiere vivir en esta casa va a tener que respetar nuestras normas de convivencia. La discusión se puso tan acalorada que por un momento temí que las dos se agarran a las trompadas. Por suerte Gisela, con su tono maternal y comprensivo, logró calmarlas. Ayelén aceptó que no saldría a bailar, muy a regañadientes; pero le pediría algo a cambio a mi mamá. No dijo qué, pero yo me lo puedo imaginar. Probablemente esta noche mi madre pase un largo rato chupándole la concha a Ayelén. Esta situación me genera mucha bronca… y no sé cómo resolverla.

Por suerte no todo fueron discusiones. Lo que sí mejoró en mi casa fueron los víveres. Antes abrir la alacena significaba encontrarse con un vacío que te oprimía el pecho; sin embargo ahora están llenas otra vez. Sé que es gracias al aporte económico que hizo Tefi, aunque esto preferimos mantenerlo en secreto. Cuando Pilar le preguntó a mi mamá de dónde había sacado plata para comprar toda esa comida, Alicia simplemente le contestó: “Una amiga me devolvió la plata que le había prestado hace unos meses”. Por esta vez la excusa funcionó muy bien. Tendremos que pensar en algo nuevo para más adelante, porque el cambio en las compras fue muy drástico. Antes mi mamá compraba solo las marcas más económicas, pero ahora hay algunas marcas que no son tan baratas e incluso cuestiones que antes ella misma consideraba “innecesarias”, como aceite de oliva o saquitos de té extraños, como por ejemplo uno llamado Earl Gray, o algo así. Intenté tomarlo y no me gustó, pero a mis hermanas les fascina, en especial a Gisela. La única que comparte mi opinión de que ese té tiene un gusto muy extraño es Ayelén. Detesto estar de acuerdo con lo que opina mi prima.

Para despejar un poco mi cabeza, me encerré en la pieza de Macarena a mirar Netflix, aprovechando que ella, después de la discusión, se quedó en el patio, tomando mates con mi mamá, Pilar y Gisela.

Estuve mirando una serie animada bastante entretenida, pero me costó mucho concentrarme. De a ratos mi mente se iba hacia los problemas de convivencia, y de ahí se balanceaba hasta el extremo opuesto: las pequeñas aventuras sexuales que viví en los últimos días. Y esto era un problema en sí mismo, porque recordar esas cosas hacía que mi verga se pusiera dura; pero cuando pensaba en los conflictos la calentura se disipaba de inmediato, así que ni siquiera me podía hacer una paja en paz… a pesar de que lo intenté. Aprovechando que estaba solo, y que a mi hermana no le molesta que lo haga, saqué mi verga y empecé a sacudirla un poco. Fue inútil.

Me pasé como media hora agarrando el cogote del ganso sin lograr que se despertara del todo. De pronto la puerta se abrió, y no me alarme demasiado, ya me estoy acostumbrando a este tipo de situaciones. Además esperaba que Macarena regresara en un momento u otro. Ella me miró con una sonrisa picarona desde la puerta, como si me dijera: “Te sorprendí con las manos en la masa”. Macarena estaba desnuda de la cintura para arriba, la noté más bronceada de lo habitual, incluso en sus tetas. Al parecer estuvo tomando mucho sol en el patio.

Lo que no me esperaba era que la acompañase Pilar. Ella también me miró y comenzó a reírse, pero en su risa noté más júbilo que picardía.

―¿Te interrumpimos algo, hermano? ―Preguntó Pilar con las mejillas sonrosadas.

―No, nada.

―No hace falta que mientas ―insistió―. A mí no me molesta que te hagas una paja, y estoy segura de que a Maca tampoco.

Entraron y cerraron la puerta detrás de ellas.

―Lo digo en serio ―dije, manteniendo la calma―. No interrumpieron nada, porque ni siquiera me puedo concentrar en esto.

―Uy, mirá, Maca… acá tenés tu próximo paciente. Siendo psicóloga, y con esta familia, no vas a tener ni un minuto de aburrimiento.

―Esto me viene como anillo al dedo ―dijo Maca, mientras se acomodaba a mi izquierda en la cama―. Hace rato que quiero tenerlos a los dos juntitos, en la misma pieza, sin nadie que nos interrumpa.

―¿Qué tenés en mente? ―Preguntó Pilar, que se acomodó a mi derecha.

No había prestado atención, porque me acostumbré a ver a las mujeres de mi familia en paños menores, pero en ese momento caí en la cuenta de que Pilar tenía puesto solamente un corpiño de encaje, que le transparentaba mucho los pezones, y una tanga haciendo juego. Si hasta podía ver la raya de su concha debajo de la tela. Me sorprendió mucho que ella, siendo tan tímida, se hubiera animado a usar ese conjunto.

―Se te van a salir los ojos, Nahuel ―dijo Maca, soltando una risita―. ¿Te sorprende el conjuntito que tiene puesto Pilar?

La aludida agachó la cabeza, como si quisiera evitar el contacto visual conmigo.

―Me sorprende mucho.

―Es parte de su… em… tratamiento.

―¿Estás psicoanalizando a tu hermana? ―Le pregunté.

―No es psicoanálisis. Más bien son… consejos de hermana mayor. Le dije que si usaba ese tipo de ropa en casa, delante de los demás, empezaría a sentirse más cómoda con su propio cuerpo.

―¿Y está funcionando? ―Pregunté.

―Un poquito ―dijo Pilar―. Aunque todavía me cuesta, especialmente delante tuyo.

―¿Delante mío? Pero… si yo hasta te vi desnuda.

―¿Y qué tiene? Eso no significa que me resulte fácil. A Macarena le da igual que le miren las tetas o el culo, ella es flaquita y muy hermosa, no tiene… las mismas inseguridades que yo.

―Me da mucha pena que tengas esas inseguridades ―dije―. Porque de verdad sos muy linda. Ojala con los consejos de Maca te puedas sentir mejor. Ella me ayudó a perder muchos miedos, todavía me quedan un montón, pero ya no soy tan miedoso como antes.

―Y hablando de miedos e inseguridades ―intervino Macarena―. Quería tenerlos a los dos juntos para que hablemos de esos temas. Al fin y al cabo ustedes tienen algo en común: son unos virgos.

―¡Hey! ―Se quejó Pilar―. No lo digas como si eso fuera algo malo.

―No es algo malo ―se apresuró a decir Macarena―. Solo digo que, en parte, esa es la raíz de sus miedos e inseguridades. Pero eso lo podemos solucionar.

―No me digas que tu plan es hacernos coger entre nosotros ―dijo Pilar, abriendo mucho los ojos.

―No, nena. Es tu hermano. ¿Cómo te voy a decir que te lo cojas?

―Ah… me asusté. Lo que pasa es que vos sos tan…

―¿Puta? ―dije.

―Estaba pensando en la palabra “liberal”; pero sí, creo que puta encaja mejor con Macarena.

Pilar y yo nos reímos mucho, a Macarena no le hizo tanta gracia. Nos fulminó con la mirada.

―Me defendería diciendo: “No soy tan puta como piensan”, pero eso sería mentirles.

Nos quedamos mudo, mirándola con los ojos muy abiertos.

―¿Así que sos más puta de lo que nosotros imaginamos? ―Pregunté, luego de unos segundos.

―Quizás… no sé qué se imaginarán ustedes. Pero sí sé que no saben todo de mi vida.

―Ahora me dio curiosidad ―dijo Pilar. Me dio la impresión de que ella se esforzaba por evitar mirarme la verga―. Sé que tuviste una aventura con tu profesor… bueno, eso lo sabe todo el país. Estuviste a punto de ser noticia nacional, nena.

―Sí, ni me hagas acordar.

―¿Y además de eso qué hiciste? ―Pilar parecía genuinamente interesada―. ¿Te cogiste otro profesor? ¿O quizás una profesora?

―¿Qué te hace pensar que pude haberme acostado con mujeres?

―Uf… muchas cosas. Dale, contanos. ¿Qué más hiciste? ¿O me vas a decir que te da vergüenza hablar de sexo?

―No, no me da vergüenza. Solo un poco de miedo, porque no sé cómo se van a tomar este asunto. Es un tanto… particular.

―No te vamos a juzgar, Maca ―le aseguré―. Ni un poquito. No importa qué tan puta seas, nosotros te vamos a seguir queriendo igual.

―Sí, Nahuel tiene razón ―dijo Pilar con una gran sonrisa. ―Dale, contanos.

―Está bien… les cuento. Y si alguno siente la necesidad de… tocarse un poquito, pueden hacerlo. A mí no me molesta. Es más, puede que yo también lo haga.

―No sé si voy a llegar a tanto ―dijo Pilar.

―¿Enserio? ―Pregunté―. ¿Te da vergüenza pajearte delante de nosotros después de… em… las charlas que tuvimos?

―Ahora mismo, sí… pero Macarena tiene razón en algo: estar caliente ayuda mucho a perder las inhibiciones.

―Totalmente ―dijo Maca―. Y esa es, justamente, la clave de lo que les voy a contar. Todo tiene que ver con la pérdida de las inhibiciones.

―Te escuchamos ―le dije. Tenía ganas de agarrarme la pija en ese preciso momento, pero por respeto a Pilar decidí esperar a que ella se sintiera más cómoda.

―Bien. A ustedes les conté una parte ―comenzó diciendo Maca, mientras se quitaba la tanga, al parecer ella quería ponerse cómoda de inmediato―. Les hablé de los petes que le hice a mi profesor, Marcelo. Pero no quiero hablar de él, estoy enojada con ese pelotudo. Si él no quiere saber nada de mí, yo tampoco quiero saber nada de él. Lo que les voy a contar tiene que ver con mi amiga, Camila Contreras. ¿Qué fue lo último que te conté sobre ella, Nahuel?

―Em… ¿lo puedo decir?

―Sí, claro, no me importa. Es probable que Pilar ya lo sepa. Por cierto, hermana… si no te sacás algo de ropa, no te cuento nada.

―Sabía que ibas a pedirme algo así. Siempre me ponés condiciones para contarme sobre tu vida.

Pilar desprendió su corpiño y sus grandes tetas rebotaron, luego volvió a acostarse.

―Bueno… ―miré las tetas de Pilar y luego miré la concha de Macarena―. Lo último que me contaste de Camila fue que se hicieron la paja juntas, las dos en la misma cama… ah, y que anduvieron desnudas por una playa.

―A mí también me contó sobre eso ―dijo Pilar.

―Bien, parece que a los dos les conté lo mismo. Pero sé que no les conté todo lo que pasó durante esas vacaciones en la playa. Camila y yo agarramos la costumbre de pasear desnudas por esa playa, no nos dio mucha vergüenza porque todo el mundo iba sin ropa. Era una playa bastante peculiar, no era raro que nos encontremos con una mujer chupándole la verga a su marido o algo así.

―¿Enfrente de todos? ―Preguntó Pilar, impresionada.

―Sí, claro. Por supuesto, algunos curiosos miraban con gran atención, otros preferían hacerse los boludos y miraban para otro lado. También estaban los que parecían estar acostumbrados a ese tipo de prácticas y no se impresionaban demasiado.

―Me imagino que no todo lo que hacían eran petes ―comenté.

―No, había más.

―¿Qué fue lo más sarpado que vieron? ―Preguntó Pilar.

―Umm… bueno, un día vimos a una pendeja, como de dieciocho años, muy linda, medio rubiecita y bien bronceada. Estaba en cuatro, sobre una toalla, y atrás había un tipo, bastante mayor que ella, metiéndole la pija por el culo.

―¡Uf, qué fuerte! ―Exclamó Pilar.

―Sí que lo fue. A Camila y a mí nos impresionó tanto encontrarnos con eso que nos sentamos relativamente cerca, para poder mirar cómo le daban por el culo a esa pendejita. Y no fuimos las únicas, varias personas se acercaron a mirar. Hubo un flaco al que se le puso dura la pija y se acercó a ella. ¿Y saben qué hizo la piba? Empezó a chuparle la verga, sin ni siquiera quejarse.

―¡Ah, re puta! ―Dijo Pilar.

―Me dio la impresión de que no era la primera vez que hacía algo así, se la veía muy tranquila, muy confiada. Hasta se tragó la leche de los dos tipos, cuando acabaron. Fue tremendo. Y a mí me dejó caliente, pero a Camila todavía más. Ella directamente se hizo una buena paja ahí, en la playa, ante la vista de todos los curiosos. Si hubieran visto cómo rebotaban las tetas de la flaca mientras se mandaba dedo…

―Hasta a mí me hubiera excitado ―dijo Pilar―, y ni siquiera me calientan las mujeres.

―¿Entonces por qué te hubieras excitado? ―Pregunté.

―Porque la situación me parece muy morbosa. ¿Y vos, Maca? ¿No te pajeaste ahí?

―No, en la playa no. Para ese entonces yo todavía tenía bastantes inhibiciones. Camila parecía tomárselo con mucha más calma y soltura. Sin embargo, cuando volvimos a nuestra habitación, la que compartíamos cerca de la playa, lo primero que hice fue tirarme a la cama y empecé a mandarme dedo ―para ilustrarnos la situación, Macarena se acarició la concha e introdujo dos de sus dedos―. En ese momento se me acercó Camila y me dijo: “Esto lo tendrías que haber hecho en la playa, lo hubieras disfrutado mucho más”. Le dije que no me animaba a hacer eso, y ella agregó: “Yo te puedo ayudar a perder un poco la vergüenza”. Se acercó más a mí, tanto que sus tetas quedaron arriba de las mías, y empezó a acariciarme la concha. Ahí entendí que ella estaba buscando que entre nosotras pasara algo más.

―¿Y qué sentiste? ―Preguntó Pilar.

―Curiosidad. Empecé a preguntarme cómo sería tener sexo con una mujer. Además… Camila es una chica muy linda, y ese día, teniéndola tan cerca, y mientras me metía los dedos, la vi más linda que nunca. Por un momento pensé que ella iba a besarme, pero no fue así. Me masturbó un ratito y después salió de la cama. Me dio la espalda y caminó hasta el balcón. Abrió las puerta-ventana y salió. Fue una imagen alucinante. Su cuerpo hacía contraste con la luz de luna.

―Oh, qué romántico ―dijo Pilar.

―No lo digo en un sentido romántico ―aclaró Macarena―. Sino más bien… erótico. Porque las gotitas de sudor de su cuerpo brillaban con la luz, y se le realzaba la figura. Me quedé embobada mirándole los gajos de la concha. Eran perfectos. Me di cuenta de que si yo quería que algo más pasara esa misma noche, tenía vía libre. Cuando Camila me metió los dedos básicamente me invitó a coger con ella. Si me dejó fue porque quería que yo diera el último pasó.

―¿Y lo hiciste? ―Esta vez fui yo el que preguntó.

―Sí. Caminé hasta el balcón, la abracé por detrás un segundo…

―Oh, me muero de amor… ―dijo Pilar.

―Que no, nena ―insistió Macarena―. De amor, nada. Lo que teníamos era calentura.

―Bueno, che… es que a mí estas historias me gustan más si es que hay alguna pincelada romántica.

―No creo que la hubiera. Simplemente actuamos guiadas por las ganas de experimentar. Me arrodillé detrás de Camila y empecé a chuparle la concha. ―Al decir esto, Macarena metió la mano en mi pantalón y sacó mi verga. Comenzó a masturbarme lentamente con una mano, mientras con la otra se tocaba ella―. Fue algo hermoso… me calentó un montón. Porque esa concha era preciosa y porque Camila… bueno, siempre pensé que si alguna vez iba a coger con una mujer, esa tenía que ser Camila.

―A mí me cuesta un poco recordarla ―dijo Pilar―. La vi dos o tres veces. ¿Tenés alguna foto de ella?

―Sí, tengo varias. ―Macarena dejó de tocarse para agarrar su celular, que estaba en la mesita de luz. Pasó el dedo por la pantalla varias veces y luego le entregó el aparato a Pilar―. Ahí tenés una carpeta con fotos de ella. Andá pasando, que hay varias.

Pilar tuvo la gran consideración de compartir conmigo esas fotos. Puso el teléfono donde los dos pudiéramos verlo y comenzó a pasar las fotos. Las primeras eran fotos de Camila sonriendo, realmente era una chica muy bonita… y sus tetas parecían a punto de hacer estallar la tela de la blusa. En todas usaba escotes y la verdad es que daban ganas de tirarse de cabeza allí dentro. De pronto apareció una imagen de un enorme par de tetas desnudas.

―¡Apa! ―Exclamó Pilar―. ¿Estas fotos también las podemos ver?

―Sí, claro. Camila es muy liberal, no creo que le moleste que ustedes vean sus fotos desnuda… si hasta tiene algunas publicadas en internet.

―¿Y cómo es que yo me entero de eso recién ahora? ―Protesté―. Qué mala hermana.

Macarena soltó una carcajada.

―Soy la mejor hermana que tenés…

―¡Hey! ―Esta vez protestó Pilar―. Capaz que la mejor hermana de Nahuel soy yo. Después de la última… charla que tuvimos, tiene motivos muy grandes para tenerme cariño.

―Eso es muy cierto ―dije―. Pero yo no tengo hermana favorita.

―Mentira ―dijo Macarena―. Todos sabemos que tu favorita es Gisela.

―Es cierto, pendejo. A nosotras no podés mentirnos.

―En fin ―dijo Maca―. Ahí hay varias fotos de Camila, y algunas son las que están en internet, así que no te preocupes, hermanito, no te vas a perder de nada. Incluso vas a ver mucho más de lo que ella muestra en internet.

Me pregunté si Camila vendería fotos, como Estefanía. Con lo buena que está, bien podría hacerlo.

Las siguientes imágenes se volvieron más pornográficas. Vimos a Camila desnuda, de cuerpo completo, y luego varios primeros planos de su concha. Macarena tenía razón: era perfecta. Sentí un poco de celos de ella, porque pudo chupar esa concha. A mí me gustaría hacerle mucho más que una chupadita.

―Uf… es re linda. Hasta a mí se me está calentando la cachucha ―dijo Pilar.

―Y si ya te estás calentando, ¿por qué seguís con la tanga puesta? ―Preguntó Maca.

―Porque… no sé… es que….

―Es que nada. Nosotros ya estamos desnudos. Estamos en confianza. ¿Cuál es el miedo que tenés?

―Sabés que yo no me siento cómoda con mi cuerpo.

―¿Y sabés que a Nahuel se le para la chota si te ve en concha?

―Bueno, eso es cierto… lo pude comprobar.

―Y después de la chupada de concha a Camila, y todo lo que hice con ella, ya puedo reconocer que las minas me calientan. Y te lo digo en serio, hermana. A vos te re daría. Estás muy buena. Me da pena que sientas tantas inseguridades, con lo linda que sos. A mí me gustaría verte desnuda todos los días.

―Oh… gracias, Maca. Vos también sos muy linda. No siento lo mismo que vos por las mujeres… pero con una chica tan linda como vos, podría hacer una excepción.

La chota me vibró al escuchar eso… o quizás fue por los suaves dedos de Macarena, que no dejaban de subir y bajar a lo largo de todo mi tronco.

―Gracias ―Macarena sonrió―. Aunque sé que no lo decís en serio, igual es lindo escucharlo.

Entre las imágenes del celular aparecieron algunas de lo más interesante, se podía ver a Camila chupando una concha, no tardé mucho en darme cuenta que se trataba de la de Maca.

―Ahí tienen una prueba de que lo que les conté es verdad ―dijo ella―. Esa foto la saqué esa misma noche. Después de la chupada de concha que le di yo, nos tiramos a la cama y fue el turno de ella. Quise retratar ese momento porque Camila me dijo que era la primera vez que iba a chupar una concha. También grabé un pequeño video.

Pilar entró a la galería de videos y reprodujo el primero. Justamente era el que mostraba a Camila lamiendo la concha de Macarena.

―Upa, para ser la primera vez la piba le metió muchas ganas ―dijo Pilar.

―Sí, ella quería que yo perdiera la vergüenza, por eso se esmeró mucho. Al otro día, cuando bajamos a la playa, le demostré que ya había perdido buena parte de mis inhibiciones. La besé mientras tomábamos sol en la arena y le metí los dedos en la concha. Por supuesto, ella hizo lo mismo conmigo. La gente nos miró y eso… uf, me puso a mil ―Macarena empezó a pajearme más rápido―. Pero lo mejor llegó en la noche. Porque conocimos a un par de pibes, de esos que andan por la playa luciendo músculos y tatuajes…

―¿Y qué pasó? ―Pregunté.

―Si Pilar pasa al siguiente video van a ver lo que pasó.

El siguiente video nos impactó incluso más que el anterior. Pudimos ver a Macarena y a Camila de rodillas, con dos gruesas pijas bien venosas entrando y saliendo de sus bocas. Ellas, como si fueran actrices porno, se turnaban para chupar una y luego la otra. Estas imágenes fueron tan excitantes que incluso Pilar comenzó a acariciarse la concha. Vimos el video completo, era repetitivo, pero sumamente morboso. Apenas concluyó este video, inició otro, que fue incluso más porno. Escuchamos gemidos provenientes del celular, que en su mayoría eran de Macarena, Camila solo gemía un poco. Mi hermana, en cambio, parecía desatada. Uno de los tipos le estaba metiendo la pija en la concha. ¿Sentí celos? Sí, muchos; pero al mismo tiempo me encantó ver a mi hermana cogiendo. El otro tipo le metía la verga a Camila, y luego de unos minutos de video pudimos ver cómo estos tipos intercambiaban de concha.

―Ay, nena ―dijo Pilar―. Te garcharon entre dos.

―Sí, y fue fantástico. No sabés lo lindo que se siente saber que te metieron dos pijas en una noche.

―A mí me daría un poquito de cosa.

―Pilar, te aseguro que si alguna vez te garchan entre dos, la vas a pasar muy bien.

El último video mostraba a Macarena y a Camila haciendo un sesenta y nueve. Cuando la cámara se acercó a la concha de Camila, pude ver que de ella salía semen. Macarena se tomó toda la leche que salió de la concha de su amiga, y después pudimos ver cómo Camila hacía lo mismo con la concha de Macarena.

―¡Están re locas! ―Exclamó Pilar―. Sinceramente te admiro mucho, hermana. No sé cómo te animaste a hacer una cosa así.

―No fue fácil. Aunque Camila me ayudó bastante, y el contexto de la playa nudista nos allanó un poco el camino. Andar mostrando la concha delante de tanta gente pasa a ser como estar expuesta en una vidriera… y con la cantidad de miradas que atraía Camila, era solo cuestión de tiempo que alguien se nos acercara con una propuesta como esta.

―Si mamá llega a ver este video, te mata ―dije.

―Ja, totalmente. Pero más me mataría si se entera de lo que pasó después.

―¿Qué? ¿Hay más? ―Pregunté, incrédulo.

―Sí que hay más. Pero no se los voy a contar ahora.

―¿Qué? ¿Por qué no? ―Protestó Pilar.

―Porque ya les conté cómo fui perdiendo mis inhibiciones, lo hice gracias a que otra persona quería experimentar conmigo. Una vez que sabés que la otra persona está dispuesta a probar cosas nuevas con vos, te soltás mucho más. No es lo mismo que entrar sola a una discoteca y esperar terminar en la cama con dos o tres tipos. Si me animé a dejarme garchar por esos tipos que conocimos en la playa, fue porque Camila estaba conmigo. A ella también se la cogieron.

―¿Adónde querés llegar con todo esto? ―Preguntó Pilar, que al igual que yo, ya se olía algo raro.

―A que ustedes pueden hacer algo parecido, si hacen un trato. ―La miramos fijamente sin saber qué decir―. Por lo que me contó Pilar, sé que ya… rompieron el hielo, y me encanta que así sea. Sí, ya sé, me van a venir con todo ese temita de “somos hermanos”. Pero la situación es una mierda. Mientras haya cuarentena declarada, no vamos a poder salir de esta casa… ¿y quién sabe cuánto va a durar esto? Hay gente en la tele diciendo que esta situación podría durar muchos años… y que vamos a tener que aprender a convivir con el Covid. Y convivir con un virus es una cosa… hacerlo con mamá es otra. Ya saben el pánico que ella tiene a las enfermedades. Así que, ustedes, mi querido par de virgos, si quieren ponerle alguna experiencia picante a sus vidas, van a tener que recurrir el uno al otro. Si quieren, yo los puedo ayudar.

―¿Estás hablando de que tenemos que coger juntos? ―Preguntó Pilar―. Dijiste que no nos ibas a pedir eso.

―Y no lo estoy haciendo. Yo no puedo obligarlos a nada. Es decisión de ustedes. Tampoco digo que cojan todos los días ni nada de eso, pero… ¿una vez? Al menos para que sepan lo que se siente.

―No sé, Maca… ―dije―. Pilar es mi hermana… y creo que la última vez ya nos pasamos bastante de la raya.

―Sí, totalmente ―dijo Pilar―. Por suerte mamá estaba ahí, de lo contrario no sé cómo habría terminado esa situación.

―¿Y qué opinó mamá de todo lo que pasó entre ustedes?

―Em… bueno, ella no vio todo ―dijo Pilar―. Pero me sorprendió bastante su actitud, se lo tomó con mucha calma y hasta nos pidió disculpas por haber “arruinado” nuestra vida sexual.

―Es cierto ―dije―. Alicia se comportó de una forma muy extraña… y creo que vos tuviste que ver mucho con eso.

―Un poquito… sí… ―dijo Macarena―. Estuve hablando con mamá y le hice notar que es una vieja amargada y castradora. Se lo expliqué de mala manera, y se puso muy mal; pero no me arrepiento de eso, a mamá hay que explicarle las cosas así, de lo contrario no las entiende.

―Tomo nota, para cuando quiera hacerle entender algo ―dijo Pilar.

―No sé qué fue lo que le dijiste ―continué―. Pero funcionó, mamá nos permitió hacer ciertas cositas que, de otra manera, nunca podríamos haber hecho. No creo que sea necesario ir más lejos. Cuando le pregunté a Pilar qué le había parecido todo, ella me dijo que lo consideraba como una primera experiencia sexual.

―¿Ah si? ―Macarena sonrió, demostrando que su interés había crecido―. ¿Y dirías que ya te quitaste las ganas? ―Le preguntó a Pilar.

―Em… bueno, sí, un poco… pero…

―¿Pero?

―Todo fue un tanto… desprolijo. Y tuvimos que hacerlo a las escondidas. Mamá aceptó varias cosas, pero ella no sabe todo lo que pasó. Quizás si hubiera visto lo que ocurrió bajo las sábanas no estaría tan tranquila.

―Me acuerdo que vos me dijiste que te morías de ganas de chupar una pija ―dijo Maca―. ¿Eso lo pudiste hacer?

―Un poquito… casi nada.

―¿Y qué te impide probarlo ahora?

Pilar me miró con los ojos muy abiertos, y luego volvió a mirar a Macarena.

―¿No te parece que ya sería demasiado?

―Lo que me parece es que ustedes deciden si quieren sacarse las dudas que tienen ahora… o esperar un montón de meses hasta que la cuarentena se termine.

―Pero… ¿y si entra alguien y nos ve? ―Preguntó Pilar―. En tu pieza no hay tranca… ni llave.

―Por eso no hay problema. ―Macarena se puso de pie, agarró la silla que estaba junto a su escritorio y la usó para atrancar la puerta―. Listo, ahora nadie los puede interrumpir. Si alguien quiere entrar, va a tener que tirar la puerta abajo.

Una vez más Pilar y yo intercambiamos miradas nerviosas. Mi verga estaba muy dura y palpitaba. Pilar estiró la mano hacia mi miembro, cuando lo tocó la retiró enseguida; pero luego volvió a intentarlo. La segunda vez se animó a sujetar mi verga, aunque no con tanta firmeza como lo había hecho Macarena.

―Les prometí que los iba a ayudar ―dijo Maca―. Sé que ustedes son unos miedosos, y si no se sacan un poco esos miedos, se van a morir vírgenes. Sería una pena que no puedan disfrutar de algo tan lindo como el sexo.

Macarena se acercó a mi verga gateando sobre el colchón, como una sensual gata. Tenía una sonrisa cargada de picardía y se relamía de gusto.

―¿Qué vas a hacer? ―Preguntó Pilar.

―Romper el hielo.

Macarena agarró mi verga, apartando la mano de su hermana, y sin darme mucho tiempo a nada, se lanzó sobre ella. Cuando sentí su húmeda boca me puse muy tenso. Mi verga se movió, como si un resorte se hubiera activado dentro de ella. Pilar y yo miramos incrédulos cómo Macarena se iba tragando cada vez más la verga. Lo hizo sin mirarme, como si no le importara que yo estuviera allí. En unos segundos ella agarró el clásico ritmo de bajar y subir la cabeza, chupando gran parte de mi verga. Sí, definitivamente mi hermana me estaba haciendo un pete. Se mantuvo así durante largos segundos hasta que soltó la verga para decir:

―Vení, nena… probala vos también. Vas a ver que no es tan difícil. Solo tenés que metértela en la boca… y disfrutar.

Pilar se movió lentamente, avanzando y retrocediendo, como si fuera un frágil animalito desconfiado. Cuando estuvo cerca de mi glande, sacó la lengua… no llegó a tocarlo, y retrocedió.

―Si no querés hacerlo, no lo hagas ―le dije.

―Bueno, gracias. Me alegra saber que no lo tengo que hacer por obligación.

―Te repito, hermana ―dijo Maca―. Acá nadie te obliga. Siempre que no quieras hacer algo, lo decís y listo. Acá tenés tu oportunidad de probar pija, no vas a tener otra en mucho tiempo. Queda en vos si la querés aprovechar o no.

Debo admitir que Macarena es muy convincente. Si mi mamá necesita que le digan las cosas de mala manera, para que pueda entenderlas; Pilar necesita de estos pequeños empujoncitos, para perder sus inhibiciones.

Realmente creí que ella se animaría a hacerlo, estuvo muy cerca, sus labios rozaron mi glande, pero al final dijo:

―No puedo… todavía no.

―¿No estás lo suficientemente excitada? ―Preguntó Macarena.

―Estoy excitada… pero no tanto como para comerme la verga de mi hermano.

―¿Querés que probemos con el mismo método que la última vez?

―Mmm… puede ser ―noté que una sonrisa picarona aparecía en la cara de Pilar.

―Bueno, vamos a probar con eso. Ponete cómoda.

Pilar se acostó boca arriba a mi lado, Macarena se acomodó entre sus piernas y yo por fin me saqué la duda de lo que había ocurrido en el cuarto de Pilar antes de que yo entrara. Macarena comenzó con la punta de lengua, se puso a jugar con la campanita sexual de Pilar. Por supuesto, yo aproveché para masturbarme.

Las lamidas se hicieron más largas y empezaron a abarcar más superficie de la concha de Pilar. Ella, para brindarle más comodidad a su hermana, separó las piernas. Mantuvo los ojos cerrados, como si no quisiera ver quién le estaba comiendo la concha. También estiró su mano izquierda y me interrumpió la paja. Pero fue solo para seguirla ella misma.

Macarena demostró a que a ella no le causaba mucha vergüenza chuparle la concha a su hermana. Vi que ya le estaba poniendo el mismo empeño que cuando le comió la concha a Camila.

La respiración de Pilar se agitó y ella empezó a pajearme cada vez más rápido. Estuvimos así unos minutos, hasta que ella dijo:

―Creo que ahora sí estoy lista…

―Arranquemos las dos juntas. ¿Te parece?

―Sí, me gusta esa idea.

No tuve ni dos segundos para mentalizarme sobre lo que iba a ocurrir. Macarena se lanzó de una contra mi verga y empezó a chuparla, Pilar se le sumó apenas un instante después. Lo que más me sorprendió fue que Pilar se la tragó de una, como si ya hubiera pasado largo rato desde que empezó a chuparla, y movió su cabeza rápidamente.

―Eso, nena… chupala así, con ganas. ―La alentó Macarena―. Aprovechá este momento, porque no sabemos cuándo vas a tener uno parecido.

Estas palabras sirvieron como un buen incentivo, Pilar aceleró el pete y yo comencé a sentir unas ganas tremendas de acabar. Sin embargo, ya había practicado un poco con mi tía. Cerré los ojos e intenté pensar en otra cosa. Fue difícil, porque sentí las dos lenguas recorriendo cada centímetro de mi verga.

―Nahuel, si vas a acabar, avisame ―dijo Pilar―. Porque me gustaría estar más cómoda.

―No sé qué tenés en mente ―dije―, pero ya deberías ir preparándote.

―¿Ya? ¿Tan rápido? ―Preguntó Macarena.

―No te quejes, Maca. Al pobre le estamos chupando la verga entre las dos. No está acostumbrado a este tipo de cosas. Vení, vamos al piso. Quiero estar de rodillas cuando me acaben en la cara.

―¿Te la vas a tragar? ―Preguntó Maca.

―No sé. Quizás… depende del momento… y de la calentura que tenga.

―De eso me encargo yo ―Aseguró Maca.

Me puse de pie junto a la cama y Pilar se arrodilló delante de mí. Enseguida me agarró la verga otra vez y empezó a chuparla con devoción. Macarena se colocó detrás de ella, la abrazó y comenzó a amasar una teta con una mano, y a tocarle la concha con la otra, mientras le daba besos en el cuello. Ocasionalmente la boca de Macarena se encontraba con mi verga y le daba un fuerte chupón. Pero casi todo el trabajo lo estaba haciendo Pilar. Es cierto que no la chupa tan bien como mi tía Cristela. De todas maneras lo estoy disfrutando un montón. Si a eso le sumo que Macarena también está presente, entonces tengo que admitir que este es uno de los mejores petes de mi vida… no es que me la hayan chupado muchas veces; pero ésta es especial.

Cuando escuché los gemidos ahogados de Pilar, ya no pude contenerme. Mi verga empezó a escupir leche. Pilar abrió la boca, y Macarena hizo lo mismo. Me quedé maravillado como, entre las dos, se compartían mi semen y le daban fuertes chupones a mi glande, mientras los disparos de leche seguían saliendo. Eran potentes e impactaron con fuerza en sus caras y en sus lenguas, pero a ellas pareció no importarle este detalle. Durante todo el rato que duró la acabada, Macarena masturbó a Pilar con ganas, haciéndola gemir cada vez más. Tuve miedo de que estos gemidos se escucharan fuera del dormitorio y alguna curiosa viniera a preguntar qué estaba pasando.

―¿Y, nena? ¿Ahora sí te diste el gusto? ―Preguntó Maca.

―Sí, ahora sí… fue increíble. Mucho mejor de lo que yo me imaginaba. No saben el morbo que me da esto, porque… en las historias que yo leo, a pesar de que hay bastantes escenas sexuales, no suelen contar sobre acabadas en la boca. Es raro que lo hagan, y si lo hacen lo describen de forma muy sutil, con metáforas. Yo necesitaba sentirlo de verdad, la experiencia real… quería sentir el lechazo contra mi lengua, y que la cara se me llenara de semen.

―Y así estás, Pilar ―dijo Maca, que también estaba igual―. Estás re linda. Nahuel, sacanos una foto, para que Pilar pueda usarla en los momentos que quiera hacerse una buena paja.

Obedecí, les saqué varias fotos y ellas tuvieron la gentileza de volver a darle varios chupones a mi pija. Saqué fotos de las dos con mi verga metida en la boca y con todo el decorativo de semen que dejé en sus caras.

―Así me gusta ―dijo Macarena―. Que por fin se estén quitando la vergüenza. ¿Piensan ir por más?

―¿Más? ¿Te parece? ―Preguntó Pilar.

―Nena, esto es apenas el principio. Hagamos una cosa: si ustedes se animan a probar más cositas, yo les cuento todo lo que pasó con Camila en la playa.

―Ay, carajo ―dijo Pilar―. Me muero de ganas de saber qué más pasó…

―Y yo me muero de ganas de verte probar esta pija… de otra manera. ¿Me explico?

―Creo que sí… ¿Vos qué opinás, Nahuel?

Sabía que esta situación era más novedosa para Pilar que para mí, yo ya había tenido la oportunidad de disfrutar de algunas penetraciones… y de una cogida a mi prima.

―Por mí está bien ―respondí―. La que decide sos vos.

―¿Y, nena? ¿Qué vas a hacer? ―Quiso saber Macarena.

―Mmm… y bueno… ¿por qué no? Total, ya sé lo que se siente tener esta pija en la concha, solo que la primera vez fue un tanto… desprolija. Me gustaría probarla en serio, al menos por una vez. No puedo creer que me hayas convencido de hacer esta locura, Macarena.

―Te dije que es muy convincente.

―Vamos a empezar con eso, antes de que se me pase la calentura ―dijo Pilar―. De lo contrario, no voy a poder.

Diario de Cuarentena:

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Hora de darle de comer al ganso

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