Aislado Entre Mujeres [21].
La Experiencia de Pilar.
Capítulo 21.
La Experiencia de Pilar.
―Fue raro tocar el interior de la concha de otra mujer ―dijo Pilar.
Esta frase, sin contexto, ya de por sí sería brutal; pero la situación en la que se estaba dando la hacía incluso más morbosa.
A mí cerebro aún le costaba procesar que cuando Pilar habla de “su amiga” en realidad se refiere a lo que hizo minutos antes con nuestra hermana, Macarena. A eso le tengo que sumar que mientras cuenta todo, le está acariciando la concha a su mamá… a mí mamá. Alicia parece tomárselo con calma, quizás se deba a que ella, al igual que yo, pasó por un período de adaptación que la llevó a hablar de sexo de forma mucho más directa y explícita con miembros de su familia.
Y esto no era todo lo que mi frágil mente de pajero juvenil tenía que procesar, porque además mi verga está enterrada hasta la mitad en la concha de Pilar… y se siente muy apretada, como si desde el interior de ese agujero alguien dijera: “Hasta acá se puede entrar, ya no más”; pero yo quería más… aunque al mismo tiempo me daba miedo lastimarla.
Esta no es la primera vez que meto la verga en una concha; sin embargo se siente como si lo fuera… y eso se debe a que se trata de Pilar, y sé que para ella es una experiencia nueva.
―¿Y me vas a mostrar cómo lo hiciste? ―Preguntó mi mamá con un tono tan neutro que me resultó imposible determinar si ella lo pedía por calentura, o por algún otro motivo.
―¿Estás segura? ―Pilar seguía moviendo sus dedos por el clítoris de nuestra madre.
―Sí. Siento que te generé mucho miedo a… a las relaciones íntimas… y quiero ayudarte, así como te ayudó tu amiga.
Quería ver eso ocurriendo, la pija me lo pedía, por eso decidí tomar un riesgo. Retrocedí mi verga unos centímetros y luego la volví a enterrar.
―¡Auch! ―Exclamó Pilar.
―Perdón ―dije, al instante, quedando expuesto, como un idiota.
―¿Qué pasó? ―Quiso saber mi mamá, que miró fijamente a la zona de la pelvis de Pilar. No podía ver lo que ocurría bajo las sábanas, pero se notaba que intentaba adivinarlo.
―Nada, es que… ―Me di cuenta de que Pilar intentaba construir una verdad a media, debía darle una respuesta convincente a mi mamá, sin llegar a decirle: “Nahuel me enterró la mitad de la pija”―. Es que Nahuel se movió… y sentí presión en la concha, como si la verga se me fuera a meter, aunque la tela de la tanga la frenó… pero ese es el problema, la tela molesta un poco.
―Y sí, hija… es como masturbarse por encima de la tanga, un ratito está bien; pero después de unos segundos la tela ya empieza a irritarte.
―Sí, es eso.
―¿Y por qué no te sacás la tanga? Eso evitaría que se te irrite la concha. ―Sugirió mi mamá. La pregunta nos tomó tanto por sorpresa que nos quedamos mudos―. Por supuesto, si te sacás la tanga Nahuel va a tener que dejar de arrimarte así.
Así que ahí estaba el truco. Parecía que nos estaba dando un permiso un tanto inapropiado; pero en realidad solo buscaba que ya no siguiera arrimando a mi hermana.
―No sé… ―dijo Pilar―. Creo que eso empeoraría las cosas… ¿y si me la mete sin querer?
―¿Vos confiás en tu hermano?
―Sí ―me alegró que ella respondiera sin dudar.
―Entonces sabés que él va a ser muy cuidadoso. Además Nahuel tiene que aprender a dominar sus impulsos.
―Eh… ¿lo decís por algo en particular? ―Pregunté, asustado. Tenía miedo de que ella se hubiera enterado de lo que pasó con Tefi en el baño.
―No, por nada en particular. Pero así como tenés que aprender a dominar el miedo que le tenés a las mujeres, también tenés que controlar los impulsos. No quiero que mi hijo esté haciendo esas cosas sin el permiso de la chica.
―Ah, ok… por mi está bien ―aseguré.
―Bueno, si vos lo decís, mamá…
Pilar hizo unos movimientos un tanto extraños, entendí que estaba haciendo la mímica del acto de quitarse la tanga. En cierta forma esto me tranquilizó un poco, si mi mamá llegaba a apartar la sábana de golpe, al menos no habría que explicarle por qué Pilar no tenía ropa interior…. aunque aún quedaba un detalle muy difícil de explicar: por qué mi verga estaba metida en la concha de mi hermana.
―Ahora tengan cuidado ―dijo mi mamá―. Que la verga quede a lo largo de la concha, no apuntando hacia arriba.
Pilar se movió, provocando que la verga se saliera, y la acomodó tal y como mi madre había dicho. Al principio no entendí por qué hizo esto, si al fin y al cabo Alicia no podía vernos; pero luego comprendí. Ella necesitaba saber cómo se sentía, para dar una respuesta convincente.
―Mmm… se siente bien ―dijo―. Es como cuando me pongo una almohada entre las piernas, y me froto… pero mejor. Esto tiene una superficie más suave, y está calentito… y más rígido que una almohada.
―Sí, se siente super rico. ―Aseguró mi mamá―. Vas a ver cómo tu concha empieza a lubricar mejor que antes.
―Sí, ya lo estoy sintiendo, le dejé toda la pija mojada.
―Eso es bueno, tomalo en cuenta por si alguna vez te volvés a encontrar con tu amigo, ese que la tiene grande. Si querés lubricar y dilatarte bien, antes de la penetración, frotar la verga por afuera de la concha es una excelente forma de prepararse.
―Gracias, mamá. De verdad. Significa mucho para mí que me des estos consejos. Siempre quise hablar de esta manera con vos… tan franca, tan directa. Pero me daba miedo.
―Lo sé, hija… y eso es culpa mía. Llevé muy lejos mis temores. No puedo pretender que mis hijas sean monjas. Prefiero que, cuando llegue el momento de tener sexo, al menos sepan lo que están haciendo. Y lo mismo para Nahuel.
―Bueno, ahora sí te voy a mostrar lo que hice con mi amiga ―dijo Pilar, que movía lentamente sus caderas, provocando que sus húmedos labios vaginales recorrieran toda mi verga. Esto se sentía casi tan bien como tenerla adentro.
―Dale, estoy esperando impaciente… estos dedos se deben sentir de maravilla.
Me puso los pelos de punta escuchar a mi madre diciendo eso, especialmente al dirigirse hacia Pilar. Asomé la cabeza por encima del hombro de mi hermana y vi como Alicia separaba un poco más las piernas. Casi al mismo tiempo Pilar juntó los dos dedos del medio y los introdujo lentamente en esa concha.
―Uy, es cierto… la tenés re abierta ―dijo Pilar―. Mucho más que mi amiga.
―No te olvides que tu amiga es joven, al menos eso imagino… y que yo tuve cinco hijos.
―Sí, pero a pesar de eso tu concha parece la de una pendeja de veinte, mamá. La tenés super linda… solamente un poquito abierta ―soltó una risita que me hizo estremecer.
―Gracias, hija. Estoy segura de que a tu amiga le habrá encantado tener estos dedos adentro de la concha, de verdad tenés manos mágicas. No me gustaría que mis hijas tuvieran… em… novias… pero por alguna experiencia con chicas no me voy a enojar.
―¿Y vos, mamá? ¿Tuviste alguna experiencia con mujeres?
―Algo…
―¿En serio?
―Sí, aunque prefiero no entrar en detalles. Lo que sí puedo asegurar es que sé muy bien a qué sabe una concha.
―¿Chupaste una concha? ―Pilar parecía no caber en su asombro.
―Sí… eso dije.
―Wow, me sorprendés totalmente, mamá. Siempre creí que eras más cerrada. Me cuesta mucho imaginarte chupando una concha.
―Igual no es algo que haga por puro gusto… fueron situaciones muy particulares.
Yo sabía que se refería a la concha de su propia hermana, yo mismo vi cómo le pasaba la lengua a Cristela, y por lo que sé eso ocurrió más de una vez.
―Algún día me tenés que contar sobre eso.
―Algún día… quizás… ―mi mamá tenía los ojos cerrados y su respiración era agitada. Al parecer estaba disfrutando mucho de los dedos de Pilar, que no paraban de entrar y salir del agujero de la concha―. Pero ahora estoy más interesada en saber lo que hiciste con tu amiga. ¿Hubo algo más?
―Em… sí… algo como esto….
Pilar ya estaba más confiada, esta vez ni siquiera pidió permiso, acercó su cara a una de las tetas de mi mamá y le dio un fuerte chupón al pezón. Luego empezó a rodearlo con su lengua, una y otra vez.
―Uff… a mí me resulta super relajante que me chupen las tetas, ―aseguró mi mamá―. Especialmente si al mismo tiempo me acarician la concha. Tu tía Cristela siempre tuvo una fascinación particular con mis tetas… y a veces, si se portaba bien, dejaba que me las chupara un ratito.
―¿Qué? ―Pilar levantó la cabeza súbitamente―. ¿Tu hermana te chupaba las tetas?
―Éramos jóvenes, y nadie nos explicó que quizás eso no era lo correcto. Teníamos más o menos la edad de ustedes, y nuestros padres nunca fueron muy comunicativos, mucho menos con temas sexuales.
Yo sabía que habían pasado cosas mucho más morbosas que una chupada de teta, pero aún así me sorprendió que mi mamá le contara esto a Pilar.
Quizás era cierto que Alicia buscaba tener una relación más abierta con sus hijas, y conmigo. De ser así, estoy seguro de que Macarena fue la que logró convencerla de hablar de estos temas con nosotros… y también sé que lo logró haciéndola sentir culpable. Si hay algo que mi mamá detesta es sentirse culpable por algo. Por cualquier cosa. Y a pesar de que no es una madre perfecta, sé que se preocupa mucho por sus cuatro hijas y por mí.
―¿Y pasó algo más con tu amiga, Pilar?
Por el tono que empleó mi madre, comencé a sospechar que ella sabía que esa “amiga” era Macarena… o tal vez fue solo mi paranoia.
―No, no pasó nada más.
―¿Segura? Mirá que me podés contar lo que sea.
―Sí, mamá, lo sé; y te agradezco un montón por eso. Pero no hubo nada más.
―¿Ninguna le… chupó la concha a la otra? ―Quiso saber Alicia. Lo preguntó como si la cosa le importara poco.
―No, nada de eso. Y si mi amiga me lo hubiera pedido… no lo hubiera hecho.
―¿Por qué no? ―Le preguntó mi madre.
―Porque las mujeres no me gustan de esa forma.
―Ah, como pensé que querías experimentar…
―Sí, por supuesto. Me encantaría tener más experiencias sexuales; pero prefiero que sean con hombres. No te voy a decir que me vuelvo loca por la verga…
―Pero te gusta más que una concha ―Alicia completó la frase por Pilar.
―Así es. Mucho más. ―Mi hermana sacó los dedos de la vagina de su madre―. Mi amiga es de mente abierta… y sé que ya probó eso con mujeres. De ella no me sorprende. La que sí me sorprendió mucho fuiste vos, mamá. ¿O sea… de verdad metiste la cabeza entre las piernas de una mujer y le chupaste la concha?
―Ay, ¿por qué lo decís de esa forma tan gráfica?
―Es que… justamente… no te imagino en esa situación… no te imagino haciéndolo de verdad… chupándola…
―¿Y sí me imaginás chupando una verga? ―Le preguntó.
―Em… no, tampoco. Para nada. De hecho, me cuesta imaginarte en cualquier contexto sexual.
―Porque soy tu mamá. Y está bien, los hijos no tendrían por qué pensar en la vida sexual de sus padres.
―¿Y eso también lo hiciste?
―¿Qué cosa?
―Lo de chupar vergas, mamá. No te hagas la boluda ―Alicia la miró a los ojos y para mi sorpresa, sonrió.
―Sí, hija. Claro que lo hice.
―¡Wow! Esa sí que es una gran revelación. Tengo una madre petera.
―Tampoco es tan así…
―¿Y terminaste como yo cuando le miré la verga a mi… amigo?
―¿A qué te referís?
―Ay, mami. No me esquives el tema, que me interesa mucho. No me querés contar nada de tu experiencia con mujeres, me soltás la bomba de las chupadas de teta de la tía y que chupaste pijas. Al menos respondeme esto. ¿Alguna vez te acabaron en la cara? ¿Y en la boca? ¿Tragaste semen?
―Ay, Pilar… son muchas preguntas juntas ―Y yo sabía muy bien que la respuesta a todas era “Sí”; pero no quise intervenir. Estaba muy concentrado en evitar que mi verga se metiera otra vez en el agujero de Pilar… me moría de ganas de hacerlo; pero no sabía si a ella le iba a molestar―. Me imagino, Nahuel ―me puse tenso al escuchar mi nombre―, que puedo confiar en vos.
―¿Eh…? Sí… sí. Claro. ¿Por qué?
―¿Qué tiene que ver Nahuel en todo esto? ―Preguntó Pilar.
―Lo que pasa es que con él ya hablé un poquito de este tema. Solo quiero saber si él comprende que esa fue una conversación privada, y que preferiría que no le cuente nada a nadie. Ni siquiera a sus hermanas. Si alguna se va a enterar de lo… de lo que hablamos, entonces prefiero que se enteren por mí.
―Mm…. tiene sentido ―dijo mi hermana.
Supe que mi mamá se refería a: “No cuentes nada de lo que pasó entre nosotros”.
―Claro, mamá. Lo entiendo perfectamente ―dije, con la verga palpitando, porque Pilar se frotó contra ella―. No le voy a contar nada a nadie, ni aunque me supliquen.
―Bien. Así me gusta. Y lo mismo va para vos, Pilar. Si te cuento algo íntimo….
―Sí, mamá, ya sé. No se lo cuento a nadie. Si vos no te sentís cómoda contándome algo, prefiero que no lo hagas. Respeto mucho la privacidad de la gente y si te pregunto es solo por curiosidad. Porque desde que mi amigo tuvo ese pequeño… accidente contra mi cara, quedé un poquito obsesionada con el tema del semen.
―¿Te gustó que él te acabara en la cara? ―Preguntó Alicia. Me di cuenta que los dedos de Pilar habían vuelto a los labios vaginales de mi madre. Creo que mi hermana comprendió que si quería enterarse de algo, necesitaba mantener a Alicia caliente.
―Me resultó mucho más excitante de lo que me imaginaba… y me gustaría repetir la experiencia. La primera fue linda, cuando sentí ese líquido espeso contra mi cara… y dentro de mi boca, me calenté un montón. ―Pilar estaba frotando la concha de su madre sin disimulo. Literalmente le estaba haciendo una paja, y esto era tan así que Alicia incluso cerró los ojos y jadeó, como si fuera ella misma la que se estaba tocando―. Pero como no me lo esperaba…. no sé, no tuve tiempo de prepararme mentalmente para disfrutarlo. ―En ese momento Pilar se movió, fue solo un poco, pero eso bastó para que mi verga, que seguía frotándose de forma paralela a la concha, se pusiera de forma perpendicular… y el agujero ya estaba abierto para mí. Entré sin problemas e incluso presioné un poquito más allá que la primera vez. No entró toda, pero sí más de la mitad―. ¡Ay, Nahuel!
―¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ―Preguntó Alicia, abriendo mucho los ojos, como si se hubiera despertado súbitamente de un profundo sueño―. ¿Te la metió, cierto? No me mientas…
―Fue solo un poquito, mamá. No te preocupes…
―Me parece que ya es hora de que ustedes dos se separen un poquito.
―No, mamá… ahora no. Es que… se siente rico, y con los temas que estamos hablando…. viene bien. Fue solo un pequeño accidente. Solo entró la punta… y ya la sacó.
―Por el grito que pegaste, sé que fue más que “la punta”.
―Está bien, sí… fue un poquito más… y me dolió, es mucha verga y yo soy prácticamente virgen. Pero de verdad, fue apenas un segundo. Nahuel la sacó enseguida. No lo hizo a propósito.
―Es cierto ―dije, al menos esa última parte era verdad―. Fue sin querer.
Mi verga seguía ahí adentro y yo no tenía intenciones de sacarla, a menos que Pilar lo hiciera. Por un segundo creí que ella se apartaría, para sacarla, porque mi verga comenzó a deslizarse hacia afuera; pero luego volvió a meterse tanto como antes. Esto fue fantástico, pude sentir, una vez más, cómo el interior de la concha se dilataba.
―Esta situación ya no me está gustando ―dijo Alicia. Sin embargo no hizo nada para apartar los dedos de su hija, que seguían frotándole el clítoris a gran velocidad―. Pero les dije que lo tenían permitido… por lo que ya hablamos. Y bueno, hija, aunque haya sido sin querer, y con la verga de tu hermano, volviste a repetir la experiencia de tener una verga bien grande dentro de la concha. Y por la sonrisa que tenés, me doy cuenta de que te gustó.
―Sí, me gustó mucho ―aseguró Pilar―. Y me encantaría coger con un tipo que tenga una verga como la de Nahuel… aunque me da un poco de miedo. No sé si mi concha podría aguantar tanta pija. ―Tomé eso como una señal. Retrocedí un poco, sin sacarla completa. Pude notar que mi hermana se relajaba un poco.
―Sí que vas a poder, hija. Te lo puedo asegurar. Solo tenés que ir probando de a poco. Pero la concha es muy flexible… la primera vez que me metieron una así de grande, casi me hacen llorar del dolor… aunque no me quejo, fue un dolor agradable. Pero después de un rato conseguí la dilatación adecuada y… uf… ¡qué bien la pasé!
―¿Se podría decir que te dieron para que tengas? ―Preguntó Pilar, con una risita.
―Sí… y durante largo rato. Esa vez sí que me dieron para que tenga. Todavía me acuerdo, como si hubiera pasado ayer… y fue hace más de veinte años.
―Es decir que tenías más o menos mi edad.
―Así es. Y te digo más. Después de cogerme, el tipo me hizo poner de rodillas… y me metió la verga en la boca.
―¿Te comiste una así de grande?
―Sí, y me costó un montón. Aunque no era la primera verga que me comía, fue la que más me costó tragar. Especialmente porque el tipo fue un tanto… brusco.
―¿Y se puede saber quién fue el afortunado?
―No, preferiría que no. Además, no lo concés, así que daría igual.
―Está bien ―Pilar volvió a meter los dedos en el agujero de la concha de Alicia. Mi madre se lo permitió sin chistar―. ¿Y después de chuparla? ¿Pasó lo que yo creo?
―Sí, pasó. Y para mí también fue una sorpresa. O sea, sabía que el tipo iba a acabar en cualquier momento; pero no me imaginé que de ahí pudiera salir tanta cantidad de leche. La primera descarga la recibí dentro de la boca, y casi me ahogo. Tuve que sacar la verga… y después, ya te imaginarás… recibí todo contra la cara… y las tetas; pero principalmente en la cara, porque el tipo apuntó ahí.
―¿Te calentaste mucho? ¿Te pusiste a tragar leche? ―Mientras hablaba, Pilar meneaba las caderas, era como si estuviéramos cogiendo… aunque bien despacito.
―Sí, no lo pude evitar. Había demasiada leche, y mucha me cayó dentro de la boca. Tuve que tragar un montón. Además el tipo, mientras seguía eyaculando, me hizo tragar la verga una vez más. Pero esta vez estuve mejor preparada… y mientras se la chupaba, iba tragando todo lo que salía.
―¡Ay, cómo me gustaría que me dieran de tomar la leche así! ―Exclamó Pilar.
―Espero que algún día puedas hacerlo, hija. No soy la mujer más experimentada en el sexo, y aconsejo no abusar de ese tipo de situaciones… pero una mujer tiene que vivir un par de experiencias intensas en su vida sexual. Y está bien que así sea. No me arrepiento de lo que pasó. Yo busqué esa verga con ganas y me tragué la leche por puro gusto… al menos esa vez fue así. Dejé mis prejuicios de lado, solo por una noche. Pero no pienses que yo hago eso siempre, hija.
―No, claro que no. Si hasta me cuesta imaginar que lo hayas hecho una vez.
―Y si te lo conté fue por el lindo tratamiento que me diste ahí abajo…
―¿Te gustó?
―Bastante. Tenés mucha habilidad para esto, hija… pero ya podemos ir terminando con el asunto.
No creo en milagros, sin embargo lo que ocurrió en ese momento se acercó mucho a uno. Las acciones transcurrieron muy rápido. Se me dio por retroceder, con la clara intención de meterle más la verga a mi hermana, pero justo en ese momento a mi madre se le dio por apartar la sábana. Pilar, que reaccionó muy rápido, también colaboró. Ella se movió lo justo y necesario para que mi verga saliera. Cuando quedamos totalmente expuestos, mi madre se fijó en mi miembro erecto, que estaba encajado entre los labios vaginales de Pilar… por fuera. Si mi acción no se hubiera combinado con la de mi hermana, ahora estaríamos metidos en un gran quilombo.
―Bueno, sepárense un poquito… que en cualquier momento va a ocurrir otro accidente. Ustedes dos están demasiado calientes y eso ya pasó de ser una experiencia de aprendizaje a ser algo peligroso.
―Está bien, mamá, sí… ―Pilar se sentó en la cama de un salto. Imagino que reaccionó así por puro miedo―. Yo también creo que ya fue suficiente.
―Y cuando decimos que ya fue suficiente ―continuó mi madre―. No es solo por hoy. Es suficiente, y punto. No aprovechen cuando yo no esté para hacerlo de nuevo.
―No, mami. No te preocupes. Sé que Nahuel es mi hermano, no pretendo seguir abusando de esto.
―¿Puedo confiar en ustedes? ―Mi hermana y yo asentimos con la cabeza. A mí no me salían las palabras, tenía un nudo en la garganta―. Quiero que sean muy honestos: Si ahora me voy, y los dejo solos… ¿van a mantener la distancia?
―Sí, mamá. Te lo prometo ―dijo Pilar, con un tono muy convincente―. Te podés ir tranquila.
―Miren, voy a ser honesta con ustedes… prefiero que se hagan la paja, cada uno por su lado; pero no vuelvan a arrimarse de esa manera. ¿Ok?
―Está bien, mamá. Aunque no creo que eso sea necesario.
―Si te da vergüenza hacerlo frente a tu hermano, entonces decile que se vaya a su pieza.
―No, no es por eso. Después de que me arrimó así la concha, no me da tanta vergüenza hacerlo. El problema está en qué pasaría cuando él llegue al clímax. No quiero terminar haciendo una estupidez.
―Ah, ya veo. Sí, eso tiene sentido. ¿Entonces? ¿Cada uno a su pieza?
―Creo que va a ser lo mejor ―dije, a regañadientes. Yo también tenía miedo de terminar haciendo una estupidez.
―Así me gusta, que sean sinceros ―nos felicitó mamá―. Bueno, Nahuel, arriba. Nos vamos, así tu hermana puede seguir con lo suyo, tranquila.
Nos pusimos de pie, mi madre no se molestó en arreglar su bata, dejó a la vista toda su desnudez, como si estuviera orgullosa de su cuerpo (y debía estarlo, con semejante figura). Nos dirigimos hacia la puerta, yo con mi verga erecta por delante, y antes de salir dije:
―¿Podés esperar afuera, mamá? Le quiero preguntar algo a Pilar… en privado. ―Alicia me miró con suspicacia, por lo que me apresuré a decir―. Es solo un minuto. Te lo juro. Una pregunta y me voy.
―Está bien, pero si se demoran, abro la puerta…
―Bien.
Esperé a que ella saliera. Cuando estuvimos solos mi hermana y yo, me acerqué a ella. Admiré sus voluminosas curvas, tenía las piernas separadas y la concha bien mojada. Estaba preciosa.
―¿Qué me querías preguntar?
―Es sobre lo que pasó… ¿fue un accidente?
―En parte sí… aunque yo permití que pasara… ¿solo eso querías saber?
―Perdón, en realidad eran dos preguntas. ¿Considerás que esta fue tu primera experiencia sexual?
―Em… todo fue mucho más raro de lo que jamás imaginé. Nunca, ni por un segundo, se me pasó por la cabeza que iba a estar en una situación como esta, con mi hermano… y mi mamá. Pero siendo muy honesta conmigo misma, y aunque la situación no haya sido todo lo romántica que yo imaginaba, tengo que decir que sí. Esta fue mi primera vez.
―¿Y te gustó?
―Con esa serían tres preguntas ―dijo, sonriendo―. Pero sí, me gustó mucho. Aunque ahora me voy a mortificar durante el resto de mi vida pensando que mi primera vez fue con la verga de mi hermano. Aunque creo que a vos te va a pasar algo parecido… así que, si querés, otro día lo hablamos bien.
―Me parece perfecto… ―estuve a punto de irme, cuando me detuve otra―. Y tu “amiga”, la de los toqueteos… es Macarena.
―¿Esa es otra pregunta?
―No, no lo estoy preguntando. Sé que fue ella. La vi salir de acá… y se notaba que algo había pasado. Aunque me voy con una duda… ¿pasó algo más? Porque no sé si le contaste todo a mamá.
―Hace rato que excediste tu límite de preguntas, Nahuel ―sonrió con altanería―. Si seguimos hablando, mamá nos va a tirar la puerta a patadas.
―Pero…
―Pero nada, te quedarás con la duda. Chau, que descanses.
―Ufa… está bien.
Caminé hacia la puerta y cuando toqué el picaporte, escuché a Pilar diciendo:
―Me voy a hacer una paja pensando en tu pija. Espero que esta noche, mientras te tocás, te acuerdes de mi concha.
Salí de la pieza con una sonrisa inmensa.
―¿Se puede saber por qué andás tan contento? ―Preguntó mi mamá.
―Por nada en especial. Es solo que hoy vi lindas mujeres desnudas, voy a tener material para la paja.
―¿Vas a pensar en estas? ―Preguntó Alicia, agarrándose las tetas, y sonriendo… era tan raro verla sonreír que por un momento me pareció que esa no era mi madre.
―¿Te molestaría si lo hiciera?
―No, claro que no. Al contrario, me sentiría halagada. Me gusta saber que mi cuerpo te resulta… atractivo. Siempre y cuando dejes esas cosas para el plano de la imaginación. ¿Me explico?
―Sí, por supuesto. Solo para las pajas.
―Bien, si va a ser así… entonces también podés pensar en esta… ―se abrió la concha con dos dedos―. Y mirala bien, ahora que la tengo muy mojada. ―Sí que la miré bien. Casi se me salen los ojos―. Felices pajas, hijo. Y espero que ya no me veas como una vieja amargada y castradora.
―Nunca te vi así.
―Ahora sí se que me estás mintiendo ―dijo, mientras se alejaba de mí―. Pero como lo hacés para que no me sienta tan mal, te lo dejo pasar.
Diario de Cuarentena:
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La charla con Pilar fue un éxito. Con todo lo que pasó hoy, tengo material para pajearme hasta el día que me jubile. Me la voy a sacudir tanto que mañana me voy a despertar con la verga paspada
.
Volví a la rutina de cuarentena y agradecí tener un par de días tranquilos. Aún necesitaba procesar todo lo que había pasado con Pilar y con mi mamá. Sin embargo, sabía muy bien que en una casa con tantas mujeres deambulando en ropa interior, la calma no iba a durar mucho.
Una tarde salí de mi pieza, dispuesto a bañarme, y cuando caminaba por el pasillo la puerta del dormitorio de Macarena se abrió. Mi hermana estaba completamente desnuda, y a pesar de que ya la vi varias veces así, me sigue resultando sumamente impactante. Especialmente cuando mis ojos bajan por esa suave loma que es su Monte de Venus y quedan perdidos en esos gajos vaginales. Ella notó que yo la miraba, pero pareció no importarle en lo más mínimo. Lo que sí le importó fue el toallón que yo llevaba colgado del hombro.
―Ah, no… nene, que ni se te ocurra. Primero me voy a bañar yo.
―¿Vos, por qué? Si llegamos acá al mismo tiempo…
―Por jerarquía, Nahuel. En esta casa vos sos el último de la cola, el más chiquito, el que no manda por encima de nadie.
―Eso dolió.
―La realidad puede ser muy cruel, Nahuelito ―me acarició una mejilla con sensualidad, sus suaves dedos me hicieron estremecer. Luego continuó camino hacia el baño, meneando ese hermoso culo que la naturaleza le dio. De pronto se detuvo, giró su cara hacia mí y con mirada felina me dijo―. Te sugiero que te pongas a hacer otra cosa mientras esperás, porque pretendo hacerme una buena paja… y eso va a llevar tiempo.
Estuve tentado a decirle: “Nos bañamos juntos”, y quizás ella hubiera accedido, en otras circunstancias. Sin embargo, me dio la impresión de que Macarena estaba buscando un momento de relajación y privacidad. No quise arruinárselo. Además, ella tiene razón, en esta casa yo no puedo darle órdenes a nadie.
Ese pensamiento me llevó a sentir un poco de bronca. Bronca por no tener la libertad de darme un baño cuando se me da la regalada gana… ¡en mi propia casa! Todo porque somos un millón viviendo bajo el mismo techo y porque mi mamá es una obsesiva de los gérmenes y no me deja usar su baño.
¡Pero eso se termina hoy!
Diario de Cuarentena:
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Esta podría ser mi última anotación. Estoy dispuesto a arriesgar mi vida al infiltrarme en el cuartel general del enemigo. Todo sea por el placer de darme una ducha caliente
.
Antes de adentrarme hice un pequeño trabajo de inteligencia. Lo primero fue golpear la puerta del cuarto de mi madre. No hubo respuesta. Sin embargo eso no garantizaba mi seguridad, ella podría estar durmiendo, y dios sabe (si es que existe) que no hay nada peor en el mundo que despertar a mi mamá de la siesta.
Recorrí el living, mi tía Cristela se pintaba las uñas de violeta fantasía mientras miraba un programa de concursos en la tele. Respondía las preguntas como si tuviera la absoluta certeza de haber acertado y cuando el conductor del programa le hacía saber que se había equivocado, ella se limitaba a mirarse las uñas como si no estuviera prestando atención. Me hubiera quedado más tiempo para divertirme con esta situación, especialmente porque Cristela tenía un escote tan amplio que las areolas de sus pezones se asomaban. Sin embargo tenía una misión importante que cumplir.
Seguí recorriendo mi casa, en la cocina no había nadie. Salí al patio y encontré a mi mamá, charlando con Pilar. Las saludé desde lejos, con una sonrisa, y volví a entrar tan rápido como pude. Esta era mi oportunidad.
Fui a paso ligero hasta el cuarto de Alicia y abrí la puerta. En ese momento recordé que mi prima Ayelén tiene permitido usar el baño y me asusté. Esto fue una imprudencia, si ella me hubiera visto entrar, seguramente se lo contaría a mi mamá, solo por joderme la vida. Sin embargo, no había señales de esa maldita rubia por ningún lado, ni siquiera dentro del baño.
Lo tenía solo para mí.
A pesar del temor que me producía que Alicia me descubriera allí dentro, logré relajarme. Incluso me tomé la molestia de llenar la bañera. Me senté dentro y jugué con mi verga, mientras me perdía en mis propios pensamientos… algunos bastante eróticos, debo decir. Por supuesto que la pija se me puso dura en poco tiempo, pero recordé mi “tratamiento”, si es que lo puedo llamar así. Me toqué suavemente, para no acabar, y funcionó bastante bien. Fui capaz de pasar largos minutos con la verga erecta sin eyacular. ¿Y en qué pensé mientras tanto? En todo lo que pasó desde que inició la cuarentena, especialmente lo que pasó en los últimos días. En mi mente aún tenía la viva imagen de Gisela con la cara cubierta de semen, y mi verga aún recordaba lo que sintió al estar dentro de la concha de Pilar.
Perdí la noción del tiempo y me quedé allí dentro más de lo debido. Estaba tan relajado que casi me quedo dormido. Pero el ruido de la puerta de la pieza abriéndose, puso en alerta todos mis sentidos. Casi salté hasta el techo, del susto.
La situación no pintaba bien, sin embargo aún estaba vivo. No me habían descubierto… todavía. Fue una suerte que hubiera decidido usar la bañera, porque el ruido de la ducha me hubiera delatado al instante.
Me quedé tan quieto como pude, incluso dejé de respirar. Agudicé mis oídos al máximo y pude escuchar a mi mamá hablando con alguien. No fui capaz de determinar de quién se trataba. ¿Quizás Estefanía? ¿O era Pilar? Lo más lógico era que se tratara de Pilar, al fin y al cabo ellas estaban conversando en el patio. Quizás decidieron trasladar la charla a un sitio más… íntimo.
Esperé un par de minutos. Tuve que volver a respirar, pero lo hice tan suave como pude. No pasó nada. La conversación se interrumpió en algún momento y ni siquiera llegué a determinar qué decían. Seguí esperando y cuando estuve convencido de que no entrarían al baño, salí lentamente de la bañera. Tomé mi toallón y comencé a secarme. Me acerqué a la puerta y pegué la oreja. Estaban ahí, podía escuchar que decían algo; pero estaban hablando en voz baja, como si supieran que alguien las podría escuchar.
Apoyé mi espalda contra la pared y seguí esperando mientras pensaba qué podía hacer para salir de esta con vida. ¿Cuál sería la peor reacción de mi mamá si me descubriera? Me prohibiría usar su baño… pero eso ya lo hacía. Quizás… mi corazón se aceleró…. ¿Y si hablaba con Cristela y suspendían mi “tratamiento”? Eso sí que me dolería.
Los latidos de mi corazón se detuvieron en seco cuando escuché un gemido proveniente del dormitorio. No tuve la menor duda, sí que fue un gemido… y uno bastante intenso. Mi mente se llenó de posibilidades, una más pornográfica que la otra. ¿Acaso mi mamá y Pilar estaban…?
Necesitaba ver lo que estaba ocurriendo.
Abrí la puerta lentamente, procurando que las bisagras no chirriaran, y descubrí que mi pervertida imaginación no estaba tan errada.
Encontré a mi madre, acostada boca arriba, completamente desnuda. Sobre ella, en su cara, estaba sentada, de espaldas a mí… ¿quién? No, no era Pilar, porque ella es rellenita y esta chica era bien delgada. Mi mamá se estaba comiendo esa concha con voracidad. Su lengua se movía ágilmente entre esos carnosos gajos lampiños, se detenía solo cuando daba chupones al clítoris.
Observé ese hermoso culo abierto y lo primero que pensé fue en Tefi. Pero esa idea también la descarté rápidamente. Levanté un poco más la mirada y me encontré con el lacio cabello rubio de Ayelén.
Esto sí que fue un shock inmenso para mí. ¿Por qué carajo mi mamá le está comiendo la concha a su sobrina?
No lo sabía, y estaba dispuesto a averiguarlo, aunque para eso tuviera que cometer alguna estupidez.