Aislado Entre Mujeres [14].
Una Ducha con Mamá.
Capítulo 14.
Una Ducha con Mamá.
De milagro conseguí zafar de la incómoda situación en la que me encontró mi mamá. Si ella no hubiera hecho tanto ruido al abrir la puerta, hubiera visto parte de mi verga dentro de la concha de Estefanía. ¿Y qué iba a decirle? ¿Que mi hermana y yo estábamos jugando al doctor? Ni siquiera sé por qué llegamos tan lejos en ese absurdo “jueguito”. Al menos ahora sé que Tefi no está enojada conmigo, al contrario.
Mi mamá caminó tan rápido como pudo, me agarró de la mano y me arrastró con ella. Estoy seguro de que no quería que mis otras hermanas me vieran con la verga dura. Entramos a su cuarto y dijo:
―¿Por qué estaban desnudos los dos en el baño? ―Fui un ingenuo al creer que ella dejaría pasar esto tan fácil.
―Em… ya te lo dijimos. Nos queríamos bañar, peleamos porque ninguno de los dos quería salir. Tefi dijo: “Yo me voy a bañar igual”, y se quitó la ropa.
―¿Acaso no le importó que su hermano la viera desnuda?
―Pero, mamá… a Macarena ya la vi desnuda varias veces.
―Pero Tefi no es Macarena.
―Puede ser, pero a Tefi la vi en tanga y en tetas… me imagino que no le importó demasiado si yo la veía sin la tanga.
―Y a vos tampoco te importó que ella te vea desnudo…
―Em… no mucho. O sea… Macarena, la tía Cristela, vos… e incluso Gisela, ya me vieron desnudo. Como que me estoy acostumbrando a eso.
―¿Gisela también? ―Preguntó, abriendo mucho los ojos.
―Ah… em… ―soy un pelotudo―. Eso fue una boludez, pasó hace varios días. Gisela entró al baño mientras yo me estaba duchando…
―Ah… fue un accidente ―dijo, serenándose un poco.
―Sí… y no pienses nada raro de mí o de Tefi, a mí se me paró la verga porque…
―Eso es lo de menos, Nahuel. Sé que siempre se te para la verga, y que no lo podés evitar. Creo… creo que tus hermanas se deberían acostumbrar a eso, especialmente si no les importa que las veas desnudas. Esto va a pasar siempre ―dijo, señalando mi miembro erecto―. Lo que no me gusta es que se acostumbren demasiado a andar desnudos.
―La intención no era esa ―me defendí―. Queríamos bañarnos… y ésto se podría haber evitado si tuviéramos acceso a un segundo baño.
―No se evitaría, porque somos muchos viviendo en una casa que no es muy grande.
―Pero sería más fácil si no tuviéramos que compartir el mismo baño entre tantas personas. No sé por qué a Ayelén le dejás usar tu baño y a nosotros no.
―Eso es diferente.
―¿Por qué es diferente? No lo entiendo.
―Basta, Nahuel, ahora no quiero discutir sobre eso. Andá a bañarte.
Era inútil seguir discutiendo, además salí mejor parado de lo que me imaginaba, así que podía considerarlo una victoria.
Entré al baño en suit de mi mamá y no vi nada extraño. Se trata de un baño pequeño, pero muy bonito. Estaba super limpio, como era de esperar de mi madre. La ducha estaba en la pared contraria a la puerta de entrada… y la mayor diferencia con el baño principal, es que aquí hay una bañera. Es uno de los motivos por el cual mis hermanas lamentan tanto que Alicia ya no las deje bañarse acá. Todas disfrutaban de las comodidades de la bañera, especialmente Gisela; pero hasta ella recibió la prohibición de entrar.
A veces me preocupa que la fobia a los gérmenes y las enfermedades de mi madre terminen por aislarla demasiado. Quizás algún día ni siquiera nos permita estar cerca de ella. Espero que nunca llegue a ese extremo.
Abrí la canilla y cuando el agua comenzó a caer, vi que mi mamá también entraba al baño.
―¿Te vas a quedar ahí? ―Le pregunté.
―Sí ―dijo ella, con determinación.
―Pero… ¿por qué?
―Porque es mi baño.
―Pero mamá…
―Nada de peros. ¿No dijiste que no te molesta que tus hermanas te vean desnudo? Bueno, yo ya te ví así más de una vez. ¿Te molesta?
―No es eso… es que yo… yo quería…
―¿Querías hacerte una paja? ―La pregunta sonó super rara viniendo de la boca de mi mamá. A pesar de todo lo que había pasado, aún no me acostumbraba a escucharla hablar de sexo―. Está bien, hacelo. A mí no me molesta… después del método de Macarena, no creo que sea muy traumático para los dos si te veo haciéndote una paja. Además se nota que la necesitás… ―señaló mi verga erecta.
Sí… necesitaba hacerme una paja, con urgencia. Especialmente después del extraño acercamiento que tuve con Tefi.
Puse el tapón en la bañera y me senté en el lado contrario a la canilla. A pesar de que no soy muy alto, el espacio de la bañera me pareció pequeño.
Intenté concentrarme en mi tarea, mientras el agua me relajaba. Cerré los ojos, para no ver a mi madre de pie junto a la puerta, y comencé a masturbarme lentamente. Al principio no funcionó muy bien, me costó concentrarme sabiendo que mi mamá me estaba mirando. Sin embargo mi mente fue absorbida por las imágenes de Estefanía desnuda. Aún tenía vívidos recuerdos de eso, en especial de cómo se sintió tener parte de mi verga dentro de su concha. El ritmo de mi mano ya había alcanzado el de una paja bien hecha, cuando una voz me interrumpió.
―Tenés que aguantar todo lo que puedas ―dijo mi mamá. Abrí los ojos y me sorprendí al encontrarla de pie del lado de afuera de la bañera―. Aunque te toques vos solito, tenés que esforzarte por aguantar.
―Em… no me sale si lo hago solo ―lo dije sinceramente. Me cuesta horrores aguantar más de unos pocos segundos si me estoy marturbando yo solo.
Alicia se inclinó hacia adelante y tocó el agua, en ese movimiento pude notar cómo sus grandes tetas amenazaban con saltar fuera del escote. No suelo prestar demasiada atención a los escotes de mi mamá, pero este era realmente importante. Tenía puesta una remera sin mangas, color blanca, y por cómo se marcaban sus pezones era obvio que no tenía corpiño.
―El agua está fría ―dijo.
―Pensé que se iba a calentar de a poco.
―No se va a calentar nunca, Nahuel… porque abriste la canilla de agua fría. Levantate un poquito y sacá el tapón, así ponemos agua caliente.
―Mamá… no me importa…
―Sí que importa. El día no está como para bañarse con agua fría ―le hubiera explicado que con la calentura que tenía no me importaba darme una ducha fría, pero lo creí innecesario―. Estás haciendo todo sin ganas, Nahuel.
―No seas tan pesada, mamá. Dejame hacer las cosas tranquilo…
Mi mente se quedó en blanco cuando mi mamá se quitó el pantalón que tenía puesto, mostrando que debajo tenía solamente una pequeña tanga color verde manzana. Jamás imaginé que mi mamá pudiera usar ropa interior de ese estilo… y tan colorida. Parecía la tanga que usaría una chica de la edad de Estefanía.
Cuando estuvo desnuda de la cintura para abajo me dijo:
―Haceme lugar, te voy a ayudar con eso.
―¿Con el agua?
―No… bueno, sí. Con el agua también; pero me refería a lo otro ―señaló mi verga―. No me gusta tener que hacerlo, pero más me molesta que lo hagas mal.
En otras circunstancias hubiera insistido para que me dejara en paz, sin embargo estaba muy intrigado por lo que ella haría. Me apresuré a quitar el tapón de la bañera y el agua fría comenzó a bajar por el desagüe. Cuando la bañera estuvo vacía, volví a poner el tapón y me senté otra vez. Mi mamá entró en la bañera, dándome la espalda. Se inclinó hacia adelante para manipular las canillas. Sus grandes y redondas nalgas quedaron a pocos centímetros de mi cara. Lo más impactante fue la tanga. Esa pequeña tanga verde manzana que estaba siendo mordida por los labios vaginales de mi madre. Ver una tanga metida en una concha me parece algo sumamente sexy, y nunca me imaginé que encontraría esa imagen entre las piernas de mi madre; pero allí estaba. Sus rechonchos gajos vaginales estaban a la vista y entre ellos cruzaba una delgada línea de tela verde que, en cualquier momento, podría terminar siendo tragada por esa concha.
―Ahí está ―dijo Alicia, dándose la vuelta.
De frente la imagen de su entrepierna no era tan pornográfica, pero aún seguía siendo indiscreta. Sus labios vaginales sobresalían por los lados de la tanga y yo, como buen pajero que soy, me quedé mirándolos hipnotizado.
―¿Qué pasa? ―Preguntó mi mamá. Miró hacia abajo y exclamó―. ¡Ay, Nahuel! ¿Por qué no me avisaste? ¡Mirá cómo estoy! ¡Qué vergüenza!
―Perdón ―me apresuré a decir―. Creí que era mejor no decir nada.
―Ay… em… bueno, está bien. Entiendo que disimular a veces puede ser la mejor opción en estos casos, pero yo hubiera agradecido que me avisaras. ―Acomodó su ropa interior―. Lo que pasa es que la tanga es de Macarena… y me queda chica.
―¿Y por qué estás usando una tanga de Macarena? Creí que te daba asco la ropa interior ajena.
―La tanga es nueva ―dijo―. Tu hermana no la usó nunca. De lo contrario no me la hubiera puesto.
―Ajá… ¿Pero por qué…?
―Eso no importa, Nahuel. Porque sí, y punto. ¿Cómo está el agua?
―Muy caliente.
―Sí, creo que sí…
Volvió a darse vuelta y cuando se agachó pasó lo mismo que la primera vez: la tanga se le metió entre los gajos vaginales. Era obvio que le quedaba muy chica.
―Mamá… otra vez. La tanga.
―¿Otra vez? ―Dijo ella, mientras manipulaba las canillas.
―Sí… se te metió.
―Bueno… no mires.
―¿Adónde querés que mire? Tengo tu culo prácticamente contra la cara.
―¡Ay, Nahuel! No digas eso… y dejá de mirar, que me pone incómoda.
―¿Qué querés que haga? ¿Que me saque los ojos?
―No, pero los podés cerrar.
Estaba por responderle cuando ella hizo malabares para darse vuelta. Se quedó en la misma posición dentro de la bañera, como si estuviera gateando, solo que ahora su cara estaba frente a la mía.
―Vos me dijiste que te avisara ―me defendí―. No es mi culpa que le andes robando la ropa interior a tus hijas. ―Miré hacia abajo y noté que su remera blanca estaba completamente empapada. Se le veían los pezones casi como si no tuviera nada puesto―. ¿Ahora me vas a retar por esto también? ―Señalé sus grandes pechos.
―Uf… mirá cómo me quedó la remera. ―Para mi sorpresa, Alicia se la quitó, dejando sus tetas completamente a la vista. Mi verga dio un salto, la tenía tan dura que me dolía.
―¿No te molesta que te vea así? ―Pregunté, confundido.
―Sí, me molesta… pero esto es lo de menos. Además, tus hermanas andan todo el día en tetas. Ya debés estar más que acostumbrado a verlas.
―A Macarena también la vi desnuda, y ella no hace tanto escándalo como vos.
―Macarena es distinta a mí. ―Ella agarró mi verga y comenzó a masturbarme lentamente―. Te voy a ayudar con esto, pero es la última vez. Después se encargará tu tía. ―No dije nada, su mano me tomó por sorpresa y todo mi cerebro se congeló―. Como te decía: a mí me da pudor que mi hijo me vea la concha.
―¿Y a mí no me debería dar pudor que mi mamá me vea con la verga dura?
―Em… bueno, sí… imagino que sí. ¿Te da pudor?
―Claro que sí, mamá. Pero me lo aguanto. ¿Sabes por qué?
―No…
―Porque sos mi mamá. Es decir: sos una persona de mi familia, una persona de confianza. Me da pudor, pero no es como estar desnudo frente a un desconocido.
―Ah… ah… ―Alicia entrecerró sus ojos. El sonido que salió de su boca sonó como un gemido. Me pareció absurdo pensar en eso, pero era como si ella estuviera… excitada.
―¿Te pasa algo, mamá?
―Ay… uf… el agua de la canilla ―se refería a la canilla que estaba llenando la bañera. Estiré el cuello para ver que un fino chorro caía y se perdía justo entre las nalgas de mi mamá―. Me está cayendo justo en la concha…
―¿Te quema?
―No… no está tan caliente. Es solo que… se siente… raro. Ah… ah… ―otra vez esos gemidos, su rostro se desfiguró como el de una actriz porno a la que le metían una gruesa verga. Y hablando de verga, su mano se cerró con más fuerza sobre la mía.
―¿Te gusta? ―Dije, con una sonrisa. No lo podía creer.
―¡Nahuel!
Empecé a reírme.
―Te está gustando ―le dije, en tono burlón―. Se te nota en la cara. Estás excitada.
―¡Nahuel, que soy tu madre!
―¿Y qué problema hay?
―Que… que un chico no debería andar pensando en que la madre se excita.
―Pero… si es algo natural. Peor sería que no te excitaras. Eso confirmaría la teoría de que sos un robot…
―No soy un robot. Mmm… No aguanto más.
Estiró una mano hacia atrás y cerró la canilla, a pesar de que la bañera aún no estaba llena. Luego volvió a su tarea, que consistía en “estimular mi pene”. A pesar de que ella lo estaba haciendo bien y que mi verga no se estaba quejando en lo más mínimo, yo estaba enojado. Tenía el ceño fruncido y la mirada clavada en algún punto aleatorio del baño que estuviera lo más lejos posible de la bañera.
―¿Te pasa algo, Nahuel?
―No… nada…
―Vamos ―dijo ella, mientras acariciaba mi verga―. Soy tu madre, te conozco. Ah, ya sé… soy una boluda. Te resulta incómodo que te esté tocando. Tal vez ya te cansaste de esto…
―No… no me siento incómodo por eso ―le dije―. Al contrario, más incómodo estaba la primera vez, creo que ya me estoy acostumbrando.
―¿Entonces?
―No sé… quizás son locuras mías; pero me jodió la forma en la que reaccionaste cuando te avisé de la tanga. ¡No mires, no mires! Como si yo fuera un degenerado a punto de violarte.
Ella se quedó sumamente quieta, lo único que se movieron fueron sus ojos, que se abrieron como platos.
―Ay… perdón ―dijo ella―. No me di cuenta. Es que… me pareció indecente y…
―Y yo no tengo la culpa. De verdad me pusiste el culo contra la cara. ¿Adónde querés que mire? Después de todo lo que hablamos el otro día, cuando Macarena y vos me ayudaron, pensé que ya habíamos entrado un poco en confianza.
―Sí… sí… tenés razón. Soy una boluda. Estoy haciendo todo lo posible para que esta situación no te resulte traumatizante, y lo arruino de esa manera.
―A Macarena y a Tefi las vi desnudas… y más de una vez. A ellas no les importó tanto. Sí, fue raro e incómodo al principio; pero no me trataron de degenerado ―Tefi incluso me perdonó por masturbarme mirando sus fotos, aunque no le diría eso a mi madre.
―Soy una boluda ―repitió―. Reaccioné mal… perdón. No creo que seas un degenerado, Nahuel. Para nada. Lo que pasa es que… soy tu madre… y a mí me resulta muy chocante que vos, siendo mi único hijo varón… em… no sé cómo explicarlo.
―No estoy entendiendo nada. ¿Tenés miedo que yo me excite al verte desnuda? Porque te aseguro que no es así ―No estaba para nada seguro de eso; pero ¿qué otra cosa le iba a decir?
―No, no… claro que no. Ese no es el problema. Lo que pasa es que… em… yo soy mujer… y quizás algunos hombres me puedan encontrar atractiva…
―¿Algunos? Mamá, si sos hermosa, tenés un cuerpo increíble. Muchos hombres te encontrarían atractiva.
―¿Ves? Ese es el problema. No me gusta que vos sepas que tu madre puede ser un objeto de deseo sexual para otros hombres… no me agrada que sepas que ciertas partes de mi anatomía puedan resultarle excitantes a otras personas. Un chico no debería tener esa concepción de su madre.
―¿Y cómo querés que te vea? ¿Como un robot sin forma incapaz de generar sensaciones en las otras personas? Es absurdo, mamá. En estos días, charlando con mis hermanas, fui más consciente que nunca de que todas ellas pueden ser… objeto de deseo sexual para otros hombres. Lo tengo muy claro. Todas son muy bonitas… salieron a vos. ¿Que tenés buenas tetas y alguno se puede calentar al verlas? Es cierto… ¿Que tenés buen culo y a alguno le provocará arrimarte? También es cierto. Sin embargo a mí no me molesta que vos seas capaz de excitar a otras personas. Si me molestara eso, me volvería loco, porque es obvio que los hombres te miran… lo descubrí con mis amigos.
―Ay, pero tus amigos tiene apenas dieciocho años…
―Y ya se les para la chota cuando ven un buen culo o un buen par de tetas, mamá. ¿Sabés cuántas veces me dijeron: “Cómo le rompería el orto a tu vieja”?
―¡Ay, por favor! ¡Qué zarpados! ¿Cómo te van a decir una cosa así? Son tus amigos…
―No me molestó… tal vez solo un poquito… y te aseguro que lo decían en serio, mamá. Más de uno de ellos está caliente con vos… o con alguna de mis hermanas. Todas ustedes son muy lindas, me tendré que acostumbrar a que los hombres se calienten al verlas. De lo contrario sería peor, viviría todo el tiempo frustrado y enojado… me sentiría re mal.
―No lo había pensado de esa manera. Tenés mucha razón con lo de tus hermanas… y sí que noté la forma en que tus amigos las miran. En especial a Pilar y a Gisela, que son las más… pechugonas.
―Y a vos, que tenés tantas tetas como ellas ―le dije, señalando sus pechos―. Y al parecer no te molestó mostrármelas.
―No me pareció tan malo; pero… la vagina es otra cosa. De todas maneras, ahora sé que reaccioné mal. Sé que para vos esto es muy difícil y sé que si no estuviera esta puta pandemia podríamos buscar otros métodos… pero las cosas son así, y tenemos que adaptarnos. Quiero ayudarte con tu problema y quiero que todo el proceso sea lo menos traumatizante posible. Si te hago pensar que sos un degenerado, solo empeoro la situación. ―Mientras hablaba, seguía masturbandome lentamente. La verga me palpitaba cada vez más―. Imagino que tendrás que acostumbrarte a la idea, por incómoda que resulte, de que tus hermanas pueden excitar a muchos hombres… y que tu madre también. La mayor parte de mi vida me esforcé por negar mis atributos o por esconderlos. Quizás hubo una época en la que estaba orgullosa de mi cuerpo; pero eso cambió. Crecí, maduré y empecé a ver mi anatomía de otra forma.
―¿Como si te diera vergüenza ser linda?
―Algo así… ―noté que sus mejillas se ponían rojas―. Y no es solo ser “linda”. Es ser… voluptuosa. Sé que tengo muchas tetas… sé que mi cola es grande…
―Y tu cintura es bien chiquita, eso hace que esos atributos resalten más.
―Así es… y no me gusta. Me hace sentir una muñeca sexual. Pero… ¿por qué dijiste que me avergüenzo de ser linda? ¿Te lo dijo Macarena?
―No… simplemente pensé en eso porque creo que a Gisela le pasa lo mismo. Ella vive escondiendo su cuerpo… y cuando Macarena le agarró las tetas, la noté muy incómoda… no por lo que hacía su hermana, sino por tener las tetas tan grandes. Esa fue mi impresión.
―Quizás… puede que Gise se sienta igual que yo. Es cierto que a ella no le gusta mucho mostrar los pechos. Pero si sigo por ese camino con vos, mientras intento ayudarte con este asunto… las cosas solo van a ir a peor. Quiero que sepas que yo confío mucho en vos, Nahuel. Sé que no sos ningún degenerado… y a mí no me debería importar que me vieras desnuda. Al fin y al cabo sos mi hijo.
―Y vos me viste desnudo a mí… con la verga parada… y hasta eyaculando.
―Sí, y viéndolo de esa manera… sé que muchas mujeres se excitarían al verte con la verga erecta. Estás bien dotado, Nahuel. Pero tal y como dijiste antes: somos familia. Se supone que debe existir confianza entre nosotros.
―Supongo…
―Bien… entonces, espero que esto te demuestre que confío en vos.
Soltó mi verga y se puso de pie dentro de la bañera. Sus curvas eran formidables, me encantó ver esas dos grandes tetas rebotando, su vientre plano y esas caderas que parecían un reloj de arena. Tomó la diminuta tanga verde y comenzó a bajarla. No lo hizo de forma sensual, se movió como quien está apurado por quitarse la ropa.
Tragué saliva al ver aparecer su lampiño pubis y sus labios vaginales, apretados… en el medio sobresalía, apenas, el clítoris.
Alicia arrojó la tanga fuera de la bañera, sus piernas estaban ligeramente separadas, porque sus pies estaban uno a cada lado de mi cuerpo. De pronto ella hizo algo que yo jamás imaginé que mi madre fuera a hacer: se agachó dentro de la bañera. Lo hizo flexionando las rodillas y separando mucho las piernas. Toda su concha quedó a pocos centímetros de mi cara. Lo único que podía ver era lo que ella tenía entre las piernas.
―Creo que ahora estamos a mano ―me dijo―. Yo te vi todo desnudo… y vos me viste igual. Por todo el toqueteo que te hice pasar, creo que te merecés mirarla de cerca… para que veas que confío en vos. Y te pido perdón una vez más por haber reaccionado de esa manera. ¿Qué te parece?
―Em… ―mi mano, instintivamente, se cerró sobre mi verga. Empecé a masturbarme lentamente. No le quería decir lo excitado que estaba, o lo mucho que se había acelerado mi corazón―. Está bien… es parecida a la de Macarena. ―Me sentía prácticamente igual que cuando vi de cerca la concha de Pilar. Mi cerebro solamente podía pensar en sexo, aunque esa fuera la concha de mi madre. Me sentí culpable por ello.
―¿Vos querías saber por qué estaba usando una tanga de tu hermana?
―Solo me dio un poquito de curiosidad ―la verdad era que me moría por saberlo.
―Hace un rato Macarena y yo estuvimos conversando en su pieza… ―los dedos de mi madre acariciaron su concha suavemente―. Hablamos sobre… la masturbación… y la charla se puso muy intensa. Sé que no te debe gustar ni un poquito oír a tu madre hablando de “hacerse la paja”; pero si realmente querés entender que las mujeres de tu familia también tiene su… sexualidad, entonces te lo cuento.
―Por mi está bien ―dije, con un nudo en la garganta y otro en la punta de la chota.
―Resulta que, gracias a Macarena, descubrí que soy bastante mala en esta tarea de la autosatisfacción. Creo que a vos te va a resultar más fácil entenderlo: cuando te hacés la paja, acabás muy rápido… en parte porque lo hacés muy rápido. ¿Cierto?
―Sí… me cuesta… frenar.
―Claro. Curiosamente a mí me pasa todo lo contrario. Macarena se dio cuenta de que yo muchas veces no consigo llegar al clímax… porque lo hago muy lento. Es decir, si estoy con otra persona, puedo llegar al clímax; solo me cuesta si lo hago yo solita. Em… a ver, Nahuel… te vi con la verga dura, te vi acabar litros de leche… incluso tuve tu leche en la cara… ¡y hasta me la tragué! Creo que podemos hablar de esto de forma un poquito más directa. ¿No te parece?
―Sí. A mí lo que me molestó fue que esté bien si yo tengo la verga dura o acabo; pero por alguna razón está mal si me doy cuenta que vos te excitaste porque te cayó el chorro de agua en la concha. Me parece injusto.
―Y tenés toda la razón. Soy una boluda. No te enojes conmigo, es que todo este asunto todavía me tiene muy confundida.
―A mí también. Ya se me pasó el enojo.
―¡Genial! ―dijo ella, sonriendo―. Y tenés razón… sí, me excité por culpa del agua que me cayó en la concha. Nunca se me hubiera ocurrido que con un simple chorro de agua tibia mi vagina podría sentirse de esa manera.
―Quizás deberías probarlo la próxima vez que te hagas la paja.
Ella soltó una risa de lo más incómoda, aunque se la veía feliz.
―Es posible. No lo había pensado… parece una buena idea. De momento tengo que practicar con los consejos que Macarena me dio. Ella me mostró cómo lo hace…
―¿Se hizo una paja delante tuyo?
―Sí… ¿te parece muy raro, después de todo lo que pasó?
―Em… no, teniendo en cuenta eso, no parece algo tan raro.
―Pensé lo mismo, por eso accedí. Macarena se masturbó frente a mí y ahí pude entender por qué ella lo disfruta tanto. Lo hace con mucha energía.
Los dedos de mi madre comenzaron a moverse frenéticamente sobre su clítoris, instintivamente aumenté el ritmo de mi masturbación. Podía notar cada mínimo detalle de esa concha, estaba tan cerca de mi cara que me bastaría con estirar la lengua y adelantar un poquito la cabeza, para tocarla. Incluso podía olerla. Era un aroma extraño y agradable. Me recordó a Pilar, aunque el de Alicia es un poquito más dulce.
De pronto ella metió un dedo en su concha. Casi me explota el cerebro. Esa mujer que se estaba colando los dedos justo frente a mí, era mi propia madre. Era como estar dentro de una película porno. Aunque esto se veía muy real. Ahora sí que me queda muy claro que ella puede provocar sexualmente a muchos hombres. Tiene una concha preciosa y cuando se toca así de rápido, sus grandes tetas rebotan para todos lados.
Un segundo dedo acompañó al primero. Ella los metió y los sacó rápidamente. Hubo veces en las que volvió a frotar su clítoris, solo para volver a meter los dedos dentro de su concha. Pude notar cómo su respiración se agitaba.
―Podés mirar todo lo que quieras ―me dijo―. Esta es mi forma de demostrarte que confío en vos… y de dejar las cosas más a mano, porque yo te vi eyacular tres veces… yo no puedo acabar de la misma forma en que lo hacés vos, pero al menos te puedo mostrar cómo me masturbo… mejor dicho: cómo me dijo Macarena que debo hacerlo. ―Sus dedos seguían entrando y saliendo, mi temperatura se elevaba cada vez más―. ¿Ves cómo se me está mojando toda? Esa es la forma que tenemos las mujeres de mostrar nuestra excitación. Y sí, las madres también se excitan.
―Es natural. No me incomoda saber que estás excitada. Al contrario, me quita un poco los nervios… porque yo estoy igual.
―Sí, lo sé… ya vos sí que se te nota. A los hombres les cuesta mucho más disimular su calentura. Si se les pone dura la verga, quedan en evidencia. Macarena me explicó que si a vos se te para mirándole el culo o las tetas a tu hermana, no hay nada de malo en eso. Al fin y al cabo es culpa de tu instinto masculino, que reacciona aunque vos no lo quieras. O sea, para una parte muy primitiva de tu cerebro… estás viendo culos, conchas y tetas que son de lo más… apetecible. Esa parte primitiva no entiende de hermanas, tías, primas o madres. Le da todo igual. Y al parecer eso nos puede pasar a todos, incluso a las mujeres. La vez que me acabaste en la cara… me refiero a la segunda, porque la primera me tomó por sorpresa y no me dio tiempo a nada. ―sus dedos habían adquirido un ritmo no tan rápido como al principio, pero sí constante―. La segunda vez, que estuve arrodillada delante de tu verga durante un rato… me sentí muy culpable, porque me excité. Se me mojó toda la concha al verte la verga dura… y más se me mojó cuando me acabaste. Cada chorro de semen que me cayó en la cara hizo que mi concha sufriera un pequeño espasmo. Hablando con Macarena descubrí que a ella le pasó algo parecido mientras te masturbaba… y que no debemos sentirnos culpables por eso. Sí, yo sé que esa verga que me llenó la cara de leche es la de mi hijo; pero mi concha reaccionó de forma instintiva…
―La parte primitiva del cerebro…
―Exactamente ―dijo ella, con una gran sonrisa, mientras se frotaba el clítoris―. Una parte de mi cerebro entendió que yo estaba recibiendo descargas de semen… y punto. Así de sencillo, a esa parte de mi mente no le importaba que esa fuera la verga de mi hijo. Era semen y el morbo estuvo presente. Ese fue otro de los motivos que me llevó a abrir la boca. Esa parte de mi cerebro me decía que quería probar esa leche. Y Macarena tiene mucha razón, son instintos que no se pueden controlar… por eso, Nahuel, no te sientas culpable si te excita ver mi concha. Yo voy a saber entenderlo.
―Tenés una concha muy linda, mamá ―dije, intenté tragar saliva pero el nudo de mi garganta me lo impidió.
―Muchas gracias… y vos tenés una verga de lo más viril. Si vos andás todo el día con la verga dura, por culpa de los culos de tus hermanas… no me extrañaría que alguna de ellas anduviera con la concha mojada todo el tiempo, por ver tus erecciones. Solo que ellas lo pueden disimular mejor, y vos no. ―Cerró sus ojos y se pajeó durante unos segundos. Esa mujer no se parecía en nada a la madre que yo conocía. Tenía una actitud completamente diferente. Estuve a punto de acabar; pero detuve mi masturbación justo a tiempo, cuando Alicia dijo―. En fin, creo que con esto ya te quedó bien claro que tu mamá se hace la paja; me da vergüenza admitirlo, pero es la verdad. Ahora te voy a ayudar, como te lo prometí.
Ella volvió a colocarse en cuatro patas dentro de la bañera, entre tanto movimiento, sus grandes tetas rozaron mi verga; de milagro no se las llené de leche. Cuando estuvo acomodada, en la misma posición que había estado minutos antes, volvió a agarrar mi verga y empezó con una lenta masturbación… por suerte fue lenta, si lo hubiera hecho más rápido, todo mi semen hubiera saltado por los aires.
―Creo que puedo hacer esto un poquito más… interesante ―dijo Alicia.
Abrió la canilla una vez más y dejó que un fino chorro de agua fría cayera justo entre sus nalgas. No podía verlo, pero sí me podía imaginar cómo ese chorro de agua acariciaba los labios vaginales de mi madre y se escurría entre ellos.
―¿Te gusta? ―Le pregunté.
―Sí… la verdad es que se siente muy bien. Se lo voy a comentar a Macarena…
―Si se lo decís, va a querer usar tu baño.
―Ah, tenés razón… mejor no le digo nada. ¿Podés guardar este pequeño secreto? ―Me guiñó un ojo mientras me acariciaba la verga.
―Por supuesto. ―Sinceramente ya me importa poco por qué motivo es tan celosa con su baño, al fin y al cabo a mí me está permitiendo usarlo… ¡y de qué manera!
―Quizás sea por culpa de este chorrito de agua que me está volviendo loca… ¡uf! Pero ahora mismo no me molestaría darte un estímulo un poco más… intenso. ¿Te parece bien? ―Preguntó, acercando su boca a mi verga.
―Eh… sí, claro. Por mí está bien ―sé que soy un mal hijo; pero… ¿qué otra cosa podía decir?
―Entonces… allá voy.
Sus labios hicieron contacto con mi glande, la tibieza y la suavidad de su boca casi me hace estallar. No sé cómo hice para aguantar. Quizás Macarena tiene razón… puede que este método sea muy efectivo. De alguna manera estoy aprendiendo a contenerme un poquito. El siguiente reto llegó cuando la lengua de mi mamá comenzó a recorrer toda la cabeza de mi verga. Y aguantar se volvió aún más duro cuando ella fue tragando la pija de a poquito… muy lentamente. Noté que su brazo izquierdo estaba cruzado por debajo de su cuerpo y se movía rápidamente. Sus tetas saltaban para todos lados. Ella se estaba pajeando otra vez, mientras el chorro de agua le caía en la concha.
La calentura me superó. Moví mi cadera hacia arriba y eso obligó a mi madre a tragar buena parte de mi verga. Su boca quedó formando una amplia circunferencia que se cerraba firmemente contra el tronco de mi pene. Me miró a los ojos, pensé que se quejaría, pero no lo hizo. Por el contrario, comenzó a subir y bajar la cabeza ¡como si me estuviera haciendo un pete! Con una mano me acariciaba los huevos y me masturbaba. Su lengua me estaba volviendo loco, no dejaba de moverse… y para colmo Alicia ejercía succión con su boca, como si estuviera aspirando mi pene. No sabía cuánto ella podía tragar, pero vi como más de la mitad de mi verga se perdía dentro de su boca y volvía a emerger… incluso el glande, solo para luego tragársela otra vez.
El nivel del agua estaba subiendo demasiado, no quería que mi madre se ahogara. Me las ingenié para quitar el tapón de la bañera. Al moverme levanté más mi cuerpo y esto provocó que Alicia se atragantara. Se sacó la verga de la boca y empezó a toser.
―Uy… perdón, mamá. Fue sin querer. Quería sacar el tapón… ―le señalé el agua de la bañera, cuyo nivel ya estaba bajando.
―Está bien, no pasa nada. Hace muchos años que no me como una pija de este tamaño, ya perdí la práctica; antes sí que podía tragármela toda. ―Me costó mucho imaginar a mi mamá chupando vergas… especialmente de las grandes. Algo curioso, dado que la había visto haciendo eso con mi propia verga. Sin embargo lo difícil era imaginar que la madre que yo conocía pudiera andar por ahí comiendo vergas. Volvió a sujetar la mía y dijo―. Quiero demostrarte que confío en vos… y sé que me porté muy mal, reaccioné para la mierda… por eso, si tenés ganas de acabar… hacelo tranquilo. No me voy a enojar, ni un poquito. Llename la cara y la boca de leche… y si me la tengo que tragar, me la trago con gusto. Al fin y al cabo me lo merezco, por la forma en que te traté.
No me dio tiempo a responderle, se tragó buena parte de mi verga y empezó a chuparla rápidamente. Su cabeza se movía como la de las mujeres que había visto en videos porno. Pude aguantar unos cuantos segundos, haciendo un enorme esfuerzo… al menos tuve un tiempo extra para disfrutar de esa hermosa chupada de pija; pero ya no pude aguantar más. El primer chorro de leche saltó, con mucha fuerza, dentro de la boca de mi madre… y allí se quedó, porque ella mantuvo los labios bien apretados contra mi verga. El segundo chorro de semen, tan potente como el primero, también impactó contra el paladar de mi madre. Allí fue cuando ella tuvo que hacer un poco de lugar, no podía contener todo. Por la comisura de sus labios comenzó a chorrear leche, que cayó sobre su mentón. Luego sacó la pija de su boca y la apuntó a su cara… los siguientes chorros de leche le pintaron las mejillas, la nariz, la frente… y también los labios. Me di cuenta de que ella los mantenía cerrados y cuando abrió la boca, no vi ni rastros de semen; se lo había tragado todo. Mi verga palpitó y dio sus últimos escupitajos.
Me puse de pie y mi madre me miró de rodillas. Estaba increíble con la cara llena de semen, de verdad parecía una actriz porno. Su mano no dejaba de morverse contra su concha. Volvió a agarrar mi verga y dijo:
―Sé que siempre te queda un segundo disparo. No tengas miedo, dejalo salir. Prefiero que largues toda la leche ahora, y que no estés acumulando tanto. Así que, sin miedo… dame toda la leche que tengas… hacemela tragar. Me lo merezco por cómo te traté.
Quería explicarle a mi madre que para mí eso ya era cosa del pasado, no estaba enojado con ella; sin embargo no tuve tiempo a decir nada. Ella misma se mandó a chupar la verga otra vez y lo hizo como una auténtica petera… aunque ahora daba una imagen mucho más morbosa, ya que el semen seguía contra su cara y era obvio que se estaba haciendo una tremenda paja.
Esta vez ni siquiera intenté aguantar, ya no tenía fuerzas para luchar. La leche volvió a salir de mi verga y mi madre, tal como prometió, volvió a recibirla dentro de su boca. En esta ocasión no la sacó, se limitó a seguir mamando mientras el semen saltaba. Entiendo que se lo fue tragando. Me masturbó con fuerza, como si quisiera exprimir hasta la última gota de mi semen, y eso fue exactamente lo que consiguió.
En ese momento, como si se tratase de una burla del destino, la puerta del baño se abrió. En otra habitación de mi casa eso me hubiera parecido normal, ya estoy acostumbrado a que la gente entre sin golpear… en una casa con tantas personas, es cosa de todos los días. Sin embargo ahora estábamos en el único lugar de la casa al que nadie, más que mi madre, tenía permitido entrar.
Bueno… casi nadie.
Mi prima Ayelén nos miró desde la puerta, ella estaba completamente desnuda y tenía una toalla colgando del hombro, al parecer venía con la intención de bañarse.
Me quedé petrificado, mirándola. A mi mamá le pasó lo mismo, ni siquiera atinó a sacar la verga de su boca. Tenía toda la cara pintada con semen y se estaba comiendo la pija erecta de su propio hijo. ¿Cómo haríamos para explicar esto?
―Ah bue… esto sí que no me lo esperaba ―dijo Ayelén―. Ni en un millón de años. Mirá vos… ¡Tía, al final sos bien putita! ¿Está rica la pija? Sé que sí… yo también me la comí toda. Bueno, los dejo disfrutar. Pasenla lindo. Nos vemos después.
Sabía que las palabras de Ayelén eran tan falsas como todo lo que dice. No me creo ni por un segundo que ella pueda reaccionar tan bien ante lo que vio… y eso me da miedo. No sé qué estará tramando.
―Mamá… yo… ―dije, cuando Ayelén se fue.
―No te preocupes, hijo. Después voy a hablar con ella.
Mi madre también parecía muy tranquila, algo impropio de ella, especialmente teniendo en cuenta lo delicado de la situación.
―Pero… es Ayelén… ella…
―En serio, Nahuel. No te preocupes por ella, no va a decir nada. La conozco. Ahora… ¿podés salir del baño? No te ofendas… es que necesito un rato a solas.
―Sí… está bien.
Salí de la bañera y comencé a secarme con una toalla. Alicia se acostó en el mismo lugar en el que había estado yo y no se molestó en lavar su cara. Cerró los ojos y empezó a masturbarse. Esa despampanante mujer, con la cara llena de semen y las grandes tetas… es mi mamá. Me cuesta encajar esa idea en mi cerebro.
―Gracias por todo ―le dije, antes de salir del baño.
―Gracias a vos, Nahuel. Aunque no lo creas, a mí también me estás ayudando mucho.
Cerré la puerta detrás de mí y la dejé sola, con su masturbación.