Aislado Entre Mujeres [13].
La Tía Cristela.
Capítulo 13.
La Tía Cristela.
Diario de Cuarentena:
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Estoy en la Base (mi pieza), no veo señales del Enemigo. Y esta vez con enemigo no me refiero a mi prima Ayelén, sino a mi tía Cristela. Ella no es mala, pero… por mi propio bien, prefiero evitarla.
―¿Qué andás haciendo? ―Me preguntó Tefi al entrar en mi cuarto.
―Nada, estoy jugando con la compu.
―¿Qué jugás?
―League of Legends.
―¿Y sos bueno en eso?
―No, la verdad es que soy malísimo. Es un juego online… hay que jugar con otras personas, y casi siempre me terminan puteando.
―Seguramente tenés bien merecidas esas puteadas. Ya vi que sos bastante malo para los videojuegos. En el Assassin’s Creed te morís a cada rato.
―Hey, vos también te morís mucho.
―Pero no tanto como vos.
―Te puedo ganar en cualquier juego.
―¿Ah si? ¿Y tenés algún juego que se pueda jugar de a dos? ¿Qué es lo que juegan siempre cuando vienen tus amigos?
―Em… el juego de fútbol.
―No me gusta el fútbol. ¿No tenés algún juego de pelea o algo así?
―No, ninguno. Los juegos de PlayStation son caros…
―Ya veo. Bueno, si gano algo de plata con… mi negocio, voy a comprar algún juego de pelea. ¿Cuál te gusta más?
―No sé… me da igual. Son todos medio parecidos.
―Está bien, después voy a averiguar bien. Quiero tener un juego en el que pueda darte una paliza.
―Sí, claro…
―¿Te pasa algo, Nahuel? Te noto raro… más de lo normal. No saliste de la pieza en todo el día.
―Em… ―con Tefi nos estábamos llevando muy bien, nuestra relación de confianza aumentó mucho. Supuse que podía ser sincero con ella―. Estoy intentando esquivar a la tía Cristela.
―¿Por qué? ¿Discutieron?
―No, peor. Hace un par de noches la sorprendí… masturbándose, mientras yo estaba en la cama… durmiendo. Fue horrible. Pasamos una vergüenza tremenda.
Tefi abrió mucho los ojos.
―¡Así que es cierto! Nunca creí que la tía Cristela fuera tan… pajera.
―¿Sabías algo de este tema? ―Le pregunté.
―Ayelén me comentó que la madre “se tocaba mucho” durante la noche; pero creí que era otra mentira de ella.
―Te puedo asegurar que es verdad. Para colmo me dijo que después íbamos a hablar de ese tema.
―Ah, ya veo. Por eso la esquivas.
―Sí, me da un poquito de miedo que vuelva en cualquier momento y me diga: “Tenemos que hablar”.
―Entiendo. Bueno, por eso no te preocupes.
Diario de Cuarentena:
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El Servicio de Inteligencia (es decir: la chismosa de Estefanía) me informó que El Enemigo no volverá a la base hasta bien tarde por la noche, porque le asignaron la misión de armar empanadas para ocho personas. El Enemigo está de mal humor
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Saber que mi tía no volvería a entrar a la pieza en muchas horas me tranquilizó. Tefi se fue y yo seguí jugando con la computadora. Después de comprobar una vez más que soy un desastre jugando League of Legends, me acosté en la cama para seguir con uno de los tantos libros de mi colección. Esta vez opté por uno titulado Nos4a2, escrito por Joe Hill, el hijo de Stephen King… y después de leer algunas páginas quedé completamente atrapado en la historia.
Sin embargo había pensamientos rondando mi cabeza, distrayéndome, haciéndome cada vez más difícil concentrarme en la lectura. Eran imágenes de las tetas de mis hermanas, de sus culos, las tetas de mi tía, las fotos de Tefi, el peculiar método que aplicaron Macarena y mi mamá para ayudarme a aguantar un poquito más… todo eso invadió mi cabeza al mismo tiempo, y me fue imposible resistir. Tuve que dejar el libro, por más que la historia me resultó atrapante. Necesitaba descargar.
Debía aprovechar que estaba en mi propio cuarto y que nadie entraría durante varias horas. Saqué la verga del pantalón, cerré los ojos y empecé a pajearme mientras recordaba cómo se siente tener una lengua lamiendo mi glande… aunque esa lengua sea la de mi hermana… la de mi mamá. Intenté ignorar esos detalles, pero me resultó imposible. Una y otra vez me invadía el vívido recuerdo de Macarena con una buena parte de mi verga en la boca, o mi madre tragandose mi semen.
Tenía la verga muy dura y me estaba dando con ganas cuando la puerta se abrió. No me sobresalté, quizás ya estaba acostumbrado a no poder hacerme una paja en paz en esta maldita casa. Creí que sería Estafanía, otra vez, y ella ya me había visto masturbándome. Sin embargo era la persona que menos esperaba ver: mi tía.
―¡Ay, perdón! No sabía que… ―ella entró y se apresuró a cerrar la puerta. Sus ojos estaban clavados en mi rígida verga―. Es que yo…
―Está bien, no te preocupes ―dije, restándole importancia al asunto. Sin embargo por dentro me estaba muriendo de la vergüenza.
―Soy una pelotuda. Entré sin golpear y… te pido disculpas Nahuel. Por lo que pasó la otra noche… y por esto.
―No pasa nada… creí que no ibas a volver hasta tarde…
―No tenés que darme explicaciones. La culpa es mía. Esta es tu pieza y vos podés hacer lo que quieras, cuando quieras. Acá la intrusa soy yo… además entré sin golpear.
―Esta bien, pero… me dijeron que ibas a estar cocinando empanadas…
―Ah, sí. Tu mamá me puso a hacer eso, mientras ella limpia… como siempre. Pero por suerte Estefanía se ofreció a seguir cocinando. Me dijo que vos querías hablar conmigo.
Diario de Cuarentena:
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Fui traicionado por el Servicio de Inteligencia
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―Tal vez Tefi malinterpretó lo que dije ―maldita hija de puta. Me la va a pagar.
―Quizás… ―Cristela me miró con ojos de ciervo asustado, dio un paso hacia adelante y luego otro más. Así llegó hasta la cama. Se sentó en el borde, miró mi verga erecta y luego me miró a los ojos―. Espero no haberte avergonzado. Estás en todo tu derecho a hacerlo. Esta es tu pieza. Estefanía me contó lo que habló con vos. No estoy enojada con eso, al contrario. De no ser por las palabras de Tefi, yo nunca me hubiera atrevido a hablar de este tema con vos, pero ella tiene razón: tenemos que hablar.
Diario de Cuarentena:
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Advertencia: el Servicio de Inteligencia está complotado con El Enemigo
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―Bueno, si vos lo decís…
―Sí, Nahuel. Quiero aclarar este asunto, de lo contrario no vamos a poder dormir juntos. Sé que no te interesa para nada escuchar a tu tía hablando de este tema… pero como te encontré haciendo lo mismo ―señaló mi verga y sonrió―, espero que sepas entenderme. No quiero que te quedes con la absurda idea de que yo hice eso porque me gusta hacerlo cuando hay gente durmiendo a mi lado. Nada que ver. Te juro que creí que estabas durmiendo. Y yo… no aguantaba más. Antes de venir a esta casa yo tenía una pareja estable: David. Con él… con él teníamos sexo de forma habitual. Me había acostumbrado a ese ritmo prácticamente diario… y sí, sé que no te agrada para nada imaginar a tu tía teniendo sexo.
En realidad esa idea no me disgustaba. Mientras miraba sus grandes tetas pensé que Cristela brindaría un espectáculo de lo más interesante al tener sexo. Es tan bonita y voluptuosa que podría ser actriz porno.
―Está bien, tía. No me molesta hablar de este tema, ya me estoy acostumbrando. Tuve varias charlas interesantes con Macarena. Ella estudia psicología y le interesan mucho los temas relacionados a la sexualidad. Está convencida de que no conocemos totalmente a una persona, hasta saber cómo se comporta durante el sexo… o qué cosas le gustan.
―Macarena tiene mucha razón. ―La noté más tranquila―. De hecho yo me conocí mejor a mí misma gracias a que aprendí a disfrutar un poquito más del sexo. Como sabrás, a tu madre y a mí nos criaron para creer que el sexo es algo malo, algo que se debe evitar. Durante muchos años lo creí así, y sentía mucha culpa al hacer… ciertas cosas. Pero ahora lo veo de una forma totalmente distinta. Entiendo el sexo de otra manera. Y me alegra mucho saber que al menos podés hablar de esto con una de tus hermanas, porque si lo esperás de tu madre… te podés morir virgen a los noventa años. Alicia todavía sigue creyendo en la educación sexual que nos dieron.
―Sí, eso es cierto ―quería agregar que mi madre, gracias a la intervención de Macarena, había llegado a hacer cosas que yo creía imposibles. Pero no me atreví a contarle eso.
En ese momento se abrió la puerta y entró mi madre… como si la hubiéramos invocado al mencionarla. Al ver que yo tenía la pija dura y que mi tía estaba sentada tan cerca de mí, se quedó paralizada.
―¿Qué están haciendo? ―Preguntó, mientras se apresuraba a cerrar la puerta detrás de ella.
―¡Ay, Alicia! ―Exclamó Cristela―. Casi me matás del susto. ¿No te enseñaron a golpear antes de entrar? ―Me pareció un comentario muy irónico de su parte.
―Perdón… pensé que me estaban esperando.
―¿Y por qué pensaste eso? ―Preguntó mi tía.
―Porque Tefi me dijo: Nahuel y la tía Cristela quieren hablar con vos.
Diario de Cuarentena:
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Advertencia: el Servicio de Inteligencia ES El Enemigo
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Podía entender la pequeña broma macabra de Estefanía al enviar a mi tía Cristela a hablar conmigo. Pero no entiendo por qué mandó a mi mamá también. ¿Qué pretende? Tefi no sabe nada de las conversaciones que tuve con Alicia y Macarena. ¿O será que mandó a mi madre para castigar a Cristela? No lo creo, Tefi no tiene motivos para odiar a mi tía… a menos que esté enojada con ella por algo que le haya dicho Ayelén, lo cual es posible. Mi prima tiene la maldita costumbre de poner a todos contra todos, y sé que está intentando hacerlo desde el día que puso un pie en esta casa.
―Permitime explicarte, Alicia ―dijo mi tía, parecía asustada―. Esto no es lo que vos estás pensando, es que yo… em… perdón, Nahuel, no pienses que soy una buchona, pero si no le digo a tu madre la verdad, puede pensar mal. ―Miró a mi madre―. Cuando entré Nahuel ya estaba… así ―señaló mi verga erecta―. Yo quería hablar con él de un tema importante y…
―Está bien, Cristela, no tenés que explicar nada ―dijo mi madre―. De hecho yo también te quería hablar de un asunto importante, con el que vos me podrías ayudar.
―¿Qué asunto? ―Preguntó mi tía, intrigada.
Mi mamá miró fijamente mi verga, como si su mente se hubiera puesto en blanco, luego se acercó a un rincón de la habitación y le hizo señas a su hermana para que se acercara. Evidentemente Cristela entendía menos que yo, pero aún así se acercó.
Alicia le susurró algo al oído, no pude entender ni una sola palabra, pero me imaginé que tenía que ver con mi “problemita” de eyaculación, porque los ojos de mi tía se abrieron mucho y se fijaron en mi verga.
―¿Y qué puedo hacer yo? ―Preguntó Cristela.
Una vez más, mi mamá susurró en su oído, y a pesar de que me esforcé por escuchar, no pude entender nada.
―¿Qué? ¿Vos estás loca? ―Cristela miraba a su hermana como si fuera una desconocida que le estaba ofreciendo drogas o algo así.
―No hay otra manera ―dijo mi mamá.
―Pero… yo soy la tía…
―Justamente por eso. No podemos recurrir a personas de afuera, y tu parentesco no es tan directo como el que tengo yo, o el que tiene con sus hermanas. Y ya te imaginarás que no podemos contar con Ayelén para esto.
―Pero… pero… ¿vos estás segura? Me parece una locura.
―Sé que no es lo ideal, pero es la mejor alternativa que tenemos ahora mismo.
―No, ni hablar… ni loca.
Mi mamá dudó durante unos instantes, miró a su hermana con seriedad y otra vez le susurró algo al oído. Cuando terminó de hablar, Cristela se apartó de ella, como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
―¡Ah, no! ―Exclamó―. ¡Eso pasó hace años! Me parece muy injusto que me eches eso en cara ahora… pensé que ya lo habíamos olvidado.
―Yo no lo olvidé… y sé que vos tampoco.
―Sos cruel, Alicia.
―No, solo soy una madre preocupada. Necesito tu ayuda, Cristela. Te juro que si hubiera otra alternativa, no te pediría semejante cosa, pero…
―Está bien… está bien… lo voy a hacer… creo. No sé. Tengo que procesar mucho.
―¿Me prometés que…?
―No… no puedo prometerte eso. Pero te prometo que algo voy a intentar... con una condición.
―¿Cuál?
―Que no vuelvas a echarme en cara eso que pasó hace como un millón de años. ¿Está claro? Eso es ser mala hermana. Teníamos un acuerdo.
―Está bien, te prometo que no lo vuelvo a mencionar.
No tenía ni la más pálida idea de a qué se refería mi tía; pero evidentemente se trataba de algo que la alteraba mucho.
Cristela volvió a mirar fijamente mi verga, aunque esta vez noté cierto miedo, como si yo tuviera una víbora venenosa entre mis piernas.
―Vení, te explico mejor lo que tenés que hacer ―dijo mi mamá, tomando a su hermana de un brazo.
―¿Qué? ¿Ahora?
―Sí, es mejor ahora, que Nahuel ya tiene… ―señaló mi verga.
―Pero… yo quería hablar con él sobre otra cosa. Algo importante. ¿No podemos dejar esto para otro momento? Además, Alicia, no podés tirarme una bomba como esa y pretender que lo asimile en quince segundos. Necesito tiempo para pensar.
Mi mamá miró a Cristela durante unos segundos y luego dijo:
―Está bien. Lo dejamos para otro momento. No sé qué será lo que tienen que hablar ustedes, pero… creo que va a ser mejor que los deje solos. Espero que no te resulte incómodo ver a Nahuel… así. ―Volvió a señalar mi erección.
―¿Y a vos no te resulta incómodo ver a tu hijo así?
―Sí, claro. Aunque tuve que acostumbrarme. Últimamente Nahuel está teniendo problemas para contener sus… erecciones.
―No le eches la culpa ―dijo Cristela―. Él no puede evitar que se le pare, eso ya deberías saberlo muy bien. Ni que fueras virgen, Alicia. Y con cinco hijos dudo mucho que lo seas.
―Sí, ya sé que él no puede evitarlo. A lo que me refiero es a que en estos días le pasa muy seguido.
―¿Y qué querés? Si el pobre está mirando culos y tetas todo el santo día. Tendría que andar con los ojos vendados para que no se le pare. ¿Ya viste cómo andan las chicas por la casa?
―Y vos no te quedás atrás.
Cristela se puso tan roja como su cabello.
―Hey, que no lo hago para que a mi sobrino se le pare la verga.
―No dije eso… no pongas en mi boca palabras que nunca dije.
Verlas discutir me recuerda mucho a las peleas entre mis hermanas. Al parecer las hermanas nunca dejan de pelear como niñas, ni siquiera aunque se conviertan en mujeres maduras. Me esperan muchos años de aguantar disputas entre hermanas… y van a ser muchas, teniendo cuatro hermanas…
―¿Pueden dejar de discutir? ―Intervine. Ni siquiera puedo estar tranquilo en mi propia pieza. Si van a seguir peleando, vayan a otro lado.
Las dos me miraron en silencio durante unos segundos. Mi tía fue la primera en hablar:
―Tenés razón, Nahuel. Te pido perdón. Mejor dejamos eso de la charla para otro momento…
―No, prefiero que lo hablemos ahora. La que se tiene que ir es mi mamá.
―¿Me estás echando? ―dijo mi madre, desafiante.
―No, solamente te estoy pidiendo un poquito de intimidad. Quiero hablar con la tía Cristela.
―Bueno, está bien. Me voy porque no confío en las capacidades culinarias de Estefanía. Va a hacer un desastre con las empanadas. Ustedes hablen de lo que tengan que hablar.
Diciendo esto, salió de la pieza. Una vez más el silencio se apoderó de la habitación. Mi tía Cristela me miró con ojos de cachorro mojado. La pobre estaba más avergonzada que yo. En realidad no quería que habláramos de ese tema, solo lo dije para que dejaran de discutir.
―Bueno ―dijo Cristela. Volvió a sentarse a mi lado en la cama―. No sé cómo explicar esto…
―¿Qué fue lo que te pidió mi mamá? ―Pregunté.
―Em… este… me pidió que te ayude con un pequeño problema. Aunque no me gustó el método que sugirió…
―¿Vos creés que mi mamá tiene razones para preocuparse de ese… problema?
―Mmm… siendo como es tu madre, sí. A ver, no te asustes, Nahuel. Sinceramente no creo que te pase nada malo. Es típico de tu edad y de tu… inexperiencia. Sin embargo Alicia tiene una fuerte fobia hacia las enfermedades. Basta con que ella crea que es algo serio, para que le haga la vida imposible a todo el mundo.
―Sí… y ella se preocupa en serio.
Quizás Macarena se pasó de la raya a afrontar mi problema como si fuera una enfermedad. Sí, logró que mi mamá le prestara más atención al asunto; pero también le dio la posibilidad de convertirlo en un drama familiar.
Después de unos segundos de silencio, volví a hablar:
―Ya me imagino lo que te pidió mi mamá… la escuché hablando sobre ese tema con Macarena ―no pretendía contarle todos los detalles de esa conversación.
―¿De verdad? Entonces…
―No lo hagas, tía. No le des importancia. Es una boludez. Además no serviría de nada.
Ella se mordió el labio inferior.
―Ay, Nahuel. Nos estamos metiendo en un pantano muy denso. Especialmente si pretendemos hablar de este tema sin llamar a las cosas por su nombre… o como si vos no tuvieras la pija dura ―volvió a señalar mi pene, que estaba tan erecto y viril como cuando ella entró a la pieza―. Me sorprende que seas capaz de tenerla así de dura… tanto tiempo.
―Eso es porque no… porque no estoy haciendo nada.
―Entonces… ¿hay algo de cierto en lo que dijo tu mamá? ―Me miró con preocupación, luego puso los ojos en blanco y suspiró―. A ver, Nahuel. Sé que no tenemos mayor relación de confianza que pueda existir entre una tía y su sobrino; pero ya me estoy hartando de no poder hablar de frente con vos. Vos te estabas haciendo una paja ¿cierto? Y no tengas vergüenza… al fin y al cabo me sorprendiste haciendo lo mismo. Así que va a ser mejor que hablemos de forma directa, y perdón si te pone incómodo…
―No mucho. Macarena puede ser muy directa cuando habla de sexo. Ya me estoy acostumbrando ―dije, encogiéndome de hombros.
―Me parece bien. A tu madre y a mí nos criaron para tener al sexo como un tema prohibido, eso ya te lo expliqué. También te dije que yo lo vi de esa manera durante muchos años, aunque ahora ya no lo veo tan así. Aunque, por supuesto, tengo mis límites. Voy a ser sincera: a mí me gusta mucho coger. Me fascina. La paso de maravilla cuando estoy con un hombre que sabe cómo tratarme. ―Mi verga dio un pequeño salto, como si se hubiera activado un radar dentro de ella―. Para hacer corto el tema y dejar de dar tantas vueltas: cuando yo estaba en pareja con David, cogíamos mucho. Un montón. Casi todos los días. La pasaba genial. El sexo no tuvo nada que ver con nuestra separación. Los problemas que tuve con él fueron de convivencia. Boludeces. Es un tipo demasiado controlador y estricto. Cuando vino todo este asunto de la cuarentena dije: No quiero pasar meses encerrada con un tipo como éste, porque no me va a dar un segundo de paz. Amo cómo me coge; pero ahí es donde se terminan sus encantos. ―Me quedé atónito, nunca había escuchado a mi tía hablar de forma tan directa―. Y bueno, hay una cuestión biológica… quizás, que nos hace acostumbrarnos al sexo. Si pasamos de un período de mucho sexo, a no tener nada… el cuerpo comienza a impacientarse. ¿Me explico? ―Asentí con la cabeza―. Si me hice la paja mientras vos dormías, no fue por degenerada ni nada de eso. Fue porque ya no aguanto más la abstinencia… y en esta casa no hay ni un puto rincón donde una se pueda hacer una paja en paz. Ni siquiera en el baño se puede.
―En eso coincido totalmente. A mí me pasó lo mismo.
―Entonces… ¿entendés por qué lo hice?
―Sí, y no estoy enojado con vos. Solamente… me sorprendí. O sea, nunca imaginé que mi tía… hiciera esas cosas.
Ella me mostró media sonrisa, era encantador verla sonreír de esa manera. Cristela es una mujer sumamente sensual.
―¿Nunca pensaste que tu tía pudiera ser una pajera?
―No, ni por asomo.
―Bueno, últimamente lo soy… a Ayelén no le molesta si lo hago durante la noche ―no sabía si eso era del todo cierto; pero no pretendía decirle que escuché a su hija quejándose al respecto―. Todo iba bien, hasta que viniste vos. Y ojo, no lo digo como reproche. La culpa es mía y solamente mía. Ésta es tu pieza, vos tenés todo el derecho del mundo a estar acá. La pajera que no se pudo aguantar soy yo. Ya está, lo dije. ¿Viste? Es mucho más sencillo si la gente habla de forma directa. Me alegra saber que no estás enojado conmigo. ¿Podemos dar el asunto por concluido?
―Sí, creo que sí. Y sobre lo otro… lo que te pidió mi mamá… en serio, no le des importancia.
Ella miró mi verga otra vez y sin dejar de mirarla preguntó:
―¿Es cierto que tenés problemas para aguantar?
―Macarena opina que sí.
Cristela me miró con los ojos muy abiertos.
―No voy a preguntar cómo Macarena se enteró de eso. Tampoco quiero saber cómo es que tu madre lo sabe. ¿Vos qué pensás al respecto? ¿Creés que aguantás menos de lo que deberías?
―A veces, sí… porque hay momentos en los que puedo aguantar más. Pero en otros… no aguanto ni cinco minutos.
―Mmm… entonces puede que haya algo de cierto en lo que dijo Alicia.
―¿Y pensás que es un problema serio?
―No, no… ya te dije que no. Me parece algo re normal a tu edad… me imagino que nunca estuviste con una chica…
―No.
―Claro. La inexperiencia y la juventud pueden ser la explicación a tu pequeño problema.
―Puede ser. Entonces es algo que se va a solucionar solito… cuando esté con una mujer. Así que es mejor no darle importancia al asunto.
―Ahí es donde te equivocás.
―¿Qué? ¿Por qué? ―Pregunté―. ¿Acaso vos creés que esto no se va a solucionar solo?
―Quizás… pero no me refería a eso. El error sería no darle importancia al asunto. Conozco a tu madre desde hace más de cuarenta años, Nahuel. Sé que si ella está asustada por esto, no te va a dejar en paz. Y a mí tampoco, porque le prometí que te iba a ayudar. No te das una idea de lo maniática que se puede poner tu madre cuando algo como esto se le mete en la cabeza. Le dije mil veces que vaya a un psicólogo… nunca me hizo caso.
―Tal vez Macarena esté estudiando psicología para “ayudar” a mi mamá.
―Puede ser… es una buena teoría. De todas formas, esa chica se ganó la lotería de los psicólogos, viviendo en esta casa de locas. ―Soltó una carcajada―. Acá todas tenemos un cuadro clínico digno de estudiar.
―Vos parecés la más normal ―aseguré―. Aunque te pintes el pelo de colores raros…
―Gracias. Lo de pintarme el pelo así tiene que ver con mi cambio… de actitud. A tu mamá no le gusta, aunque a veces diga lo contrario, para no hacerme sentir mal. Alicia piensa que parezco una puta barata con el pelo teñido de rojo. ¿Vos que pensás?
―No creo que parezcas una puta barata, tía.
―¡Gracias!
―Parecés de las putas que cobran caro.
―¡Hey! ―Me pellizcó el costado del abdomen―. ¡Más respeto, que soy tu tía!
Empezamos a reírnos.
―No te lo tomes a mal, es un halago.
―¿Decirle puta a una mujer es la forma que tenés de halagarla?
―Bueno, no… me refiero a eso de cobrar mucho. Es decir… sos muy linda como para ser una “puta barata”. Si fueras puta, deberías cobrar caro.
―Ay… qué tierno. Bueno, supongo que puedo llegar a verlo como un halago. Me pone muy contenta que hayamos podido hablar de esto. Te prometo que voy a hacer lo posible para ayudarte con tu problemita. No creo que sea nada serio, pero al menos podemos conseguir que tu mamá no se vuelva más loca de lo que ya está.
―Pero… ¿vos creés que serviría de algo? Me refiero al método… no sé cuánto te explicó sobre eso…
―No mucho, aunque me quedó bien claro: ella me sugirió que te diera “estímulos” que te ayuden a “entrenar” para aguantar más. Y no es una locura total, si dejamos de lado el hecho de que yo soy tu tía. Incluso creo que es la única forma en la que vas a aprender a aguantar… con estímulos de otra persona. Es decir, si tuvieras alguna noviecita, de tanto coger con ella eventualmente podrías durar más… a menos que seas uno de esos tipos egoístas que solo piensan en ponerla y sacarse la leche de los huevos. Por favor, Nahuel, por respeto a todas las mujeres de tu familia, nunca seas esa clase hombre. Cuando estés con una mujer, no solo te tiene que preocupar tu propia calentura. También tenés que procurar que la mujer disfrute. ¿Sabés? Las mujeres también nos excitamos… y a nosotras también nos gusta llegar al clímax. En el pasado me tocó estar con tipos así de egoístas, que solo pensaban en ellos, y te aseguro que es horrible que te la metan y que acaben en menos de cinco minutos. ¿Qué digo cinco? Hubo algunos que no duraron ni dos minutos.
―Te prometo que nunca voy a ser esa clase de hombres. Además, si mis hermanas se llegan a enterar que no hago nada para complacer a mi novia, ellas mismas me cuelgan de las pelotas.
―Sí, y yo las voy a acompañar el día que lo hagan. Pero bueno, al menos vos tenés la intención de no ser así. Y a mí me gustaría que aprendieras a hacerlo bien, siendo considerado por la otra persona. ¿Sabés algo? Yo siempre quise tener un hijo varón, para poder tener este tipo de conversaciones sobre la sexualidad.
―¿De verdad? Ya me imaginaba que no querías a Ayelén…
Mi tía se río.
―No dije eso, che. A mi hija la adoro. Sé que es un poquito… jodida…
―¿Un poquito?
―Bueno, bastante jodida. Pero es la razón de mi vida. Sin embargo, además de Ayelén, me hubiera gustado tener un hijo varón. Al menos tengo un sobrino varón… ¡y qué varón! ―dijo, señalando mi verga―. No me imaginé que tuvieras algo tan grande entre las piernas. Sería una pena tener tanto… y no saber usarlo.
―Macarena opina lo mismo.
―Es que imaginate a una mujer, con la ilusión de disfrutar del sexo con un hombre bien dotado… y resulta que el tipo acaba en menos de dos minutos. Sería una desilusión tremenda…
―Y yo pasaría mucha vergüenza.
―Así es. Por eso… voy a hacer lo posible para ayudarte con tu problemita. Así vos sacás algo de provecho y los dos conseguimos que tu mamá no nos haga la vida imposible. ¿Trato hecho?
―Sí, me parece bien. Gracias, tía.
―De nada.
―¿Y cuándo vamos a empezar con eso?
―Em… no lo sé. Como le dije a tu mamá, todavía tengo que asimilar bien todo este asunto. Dame un tiempo para pensarlo. De momento… bueno, hacé lo que estabas haciendo cuando te interrumpimos, porque se nota que lo necesitás. Yo te dejo solo, voy a ayudar en la cocina.
―Bueno…
Ella salió del cuarto y me quedé solo con la verga aún dura. Esta vez pude relajarme un poco más, sabiendo que ya nadie me interrumpiría. No fue la paja más satisfactoria… de hecho duró muy poco, pero me sirvió para descargar tensión.
Esa noche me acosté antes que mi tía, y ella no me despertó en ningún momento. Al parecer ya no intentaría masturbarse mientras yo estuviera en la cama. Eso me apenó un poco, porque ahora Cristela no tenía un lugar en el que poder masturbarse en paz.
Quizás podía llegar a un acuerdo con ella sobre este asunto, pero se lo diría en otro momento. No quería presionarla. Yo tuve varios días para asimilar la “ayuda” que me brindaron Macarena y mi mamá… para Cristela era todo nuevo.
Al día siguiente vi a Estefanía dirigirse hacia el baño y la seguí. Ella entró y, sin cerrar la puerta, comenzó a quitarse la remera que tenía puesta, quedando desnuda de la cintura para arriba. Abajo sólo tenía una diminuta tanga. Comprendí que quería darse una ducha.
Entré detrás de ella y cerré la puerta.
―¿Qué hacés? ―Me preguntó, confundida.
―Quiero darme un baño.
―Bueno, vas a tener que esperar, porque yo estoy primera. ―Se bajó la tanga, mostrando su concha de labios perfectos―. Dale, salí…
―Nos bañamos juntos entonces.
―No, ni hablar.
―¿Por qué? ¿Te molesta que te vea desnuda? Después de todo lo que pasó…
―No, lo que me molesta es no poder bañarme en paz. Además, si entra alguien…
―No va a entrar nadie ―dije, sin estar muy seguro de mis palabras. Estefanía abrió la ducha y tanteó la temperatura del agua―. Además quiero hablar con vos ―me desnudé tan rápido que no le di tiempo a nada. Sus ojos bajaron hasta encontrarse con mi flácida verga.
―¿De qué querés hablar conmigo?
―No te hagas la boluda, lo sabés muy bien.
―No… no sé. ―El agua ya estaba tibia, Tefi se metió bajo la ducha y yo la acompañé, parándome detrás de ella―. No tengo idea de qué hablás, Nahuel.
―Hablo de la tía Cristela… y de mamá. Vos las mandaste a mi pieza, justo cuando yo…
Tefi soltó una carcajada, hacía rato que no la veía reírse de esa manera. Parecía estar tan contenta que hasta sentí pena por ella, no quería arruinarle el momento. Sin embargo también tengo mi orgullo.
―¿Te vieron pajeándote? ―Preguntó, con picardía.
―Sí… y todo por tu culpa. No sé por qué hiciste eso.
―Fue una pequeña bromita, hermano. No te enojes.
―Pero… ¿yo qué te hice?
―Nada… solo tenía ganas de divertirme un rato.
No confiaba en las palabras de Tefi, no creía que hubiera hecho eso solo “para divertirse”, por una sencilla razón.
―No te creo ―le dije, rodeando su cintura con mis brazos. Mi verga flácida quedó pegada a sus redondas nalgas―. A vos te gusta ver la reacción de la gente cuando hacés bromas de ese tipo… y ni siquiera te asomaste para espiar.
―No podía asomarme… estaba cocinando.
―¿Me vas a decir que no podías dejar las empanadas diez minutos para ver cómo reaccionaba la tía? No te creo, Tefi… vos lo hiciste por otra razón. ¿Todavía estás enojada conmigo porque me masturbé con tus fotos?
―Ay, no me recuerdes eso ―se quejó, mientras comenzaba a enjabonarse. Al parecer no le molestaba que yo estuviera tan cerca de ella. El movimiento provocó que las nalgas de Tefi estimularan mi verga, la cual empezó a despertarse―. Prefiero hacer de cuenta que eso no pasó. Todavía me cuesta procesarlo. No entiendo cómo alguien se puede pajear mirando la concha de la hermana.
Eso me hizo sentir culpable… y peor aún, teniendo en cuenta que la verga se me estaba poniendo cada vez más dura. Pero no podía aceptar mi derrota tan rápido.
―Sé que lo hiciste para joderme ―le dije―. Te enojaste conmigo por algo… por eso le dijiste a mamá que entre a mi pieza. Vos sabías muy bien de qué tema iba a hablar con la tía Cristela.
―¿Ya hablaron de eso?
―Sí, pero ahora no importa. Quiero saber por qué lo hiciste… dale, contame.
―No te voy a decir nada.
―Ah… eso me deja claro que estás ocultando algo. ¿Por qué lo hiciste? ―No estaba realmente enojado con ella, y Tefi aún parecía de buen humor. Ella se rió de mí. Esto se había convertido en una especie de juego en el que yo debía encontrar la forma de sacarle la verdad―. ¿Me vas a decir?
―No… ―dijo ella, y empezó a reírse. Luchó para soltarse de mis brazos y solo consiguió que sus nalgas frotaran más fuerte contra mi verga.
Llegó el momento de pasar a una táctica más directa. Subí mis manos hasta sus tetas y pellizqué ambos pezones al unísono.
―¡Auch! ―Se quejó ella, sin levantar demasiado la voz―. Eso dolió.
―¿Me vas a decir por qué te enojaste conmigo?
―No…
Volví a pellizcar sus pezones, noté que estaban bastante duros. Los llevé hacia adelante, provocando que las tetas de Tefi se estiraran hasta parecer conos. Ella emitió un suave quejido y llevó su cabeza hacia atrás, apoyándola sobre uno de mis hombros. Esto produjo un arqueo en su espalda… y su cola quedó fuertemente pegada a mi verga, la cual ya casi había llegado al máximo de su rigidez. Me dolía un poco tener la verga encajada entre las nalgas, apuntando hacia el piso. Mi pene luchaba por levantarse, por ponerse firme y apuntar hacia adelante… o hacia arriba; pero las nalgas de Tefi se lo impedían.
―No te voy a soltar hasta que confieses ―le dije, estrujando un poco sus pezones. No apliqué demasiada fuerza, mi intención no era lastimarla.
―Hacé lo que quieras, Nahuel. No voy a hablar… y tengo más aguante del que te imaginás.
Esas palabras me dieron una idea… una muy arriesgada. Más que una idea, diría que fue un impulso que nació en lo más hondo de mi ser, y que no fui capaz de resistir.
Moví mi cadera hacia atrás, dándole más espacio a mi verga, y con una mano apunté a la entrada de la jugosa cueva de Estefanía.
―¡Hey! ¿Qué estás haciendo? ―Preguntó ella, cuando mi glande se posó sobre sus labios vaginales.
―Dijiste que tenés mucho aguante… bueno, vamos a ver si te aguantás esto…
―¡No, pará!
No pude resistirlo, avancé hacia adelante… hacia el calor de ese sexo femenino. Fue maravilloso, una de las sensaciones más hermosas que experimenté en mi vida. Esa pequeña gruta se abrió para mí y la cabeza de mi verga comenzó a entrar.
Creí que Tefi me empujaría, que se enojaría mucho conmigo y que me odiaría para toda la vida por haber hecho esto, sin embargo ella reaccionó de forma totalmente inesperada.
―¿Te creés que con eso me vas a hacer confesar? Si ni siquiera la sabés usar…
―Puede que no sea un experto… pero sé que la tengo grande. No creo que puedas aguantar mucho.
―Pfff… pobre de vos. Mirá si me voy a asustar de una verga grande.
Tefi me estaba desafiando, todo mi cuerpo vibraba y mi corazón latía a toda velocidad. Seguí hacia adelante, consiguiendo que el glande abriera aún más ese apretado agujero.
―¡Auch!
―¿Qué pasa, nena? ¿Te dolió?
―¡Claro! ¿Acaso pensás que soy una puta que tiene la concha toda abierta?
―Virgen no sos… y dijiste que te la aguantabas. ¿Me vas a decir por qué mandaste a mamá a mi pieza?
―No te voy a decir nada… y tu verga no me asusta.
Presioné un poco más hacia adentro y ocurrió algo fantástico. El glande abrió la concha tanto como era necesario y, de golpe, fue succionado hacia adentro. Pude sentir cómo el agujero de la concha de mi hermana se tragaba la cabeza de mi verga y luego se cerraba sobre el tronco.
―¡Ay! ¡Me la clavaste!
―Eso es solo la puntita… todavía hay más. Mucho más.
Empujé más hacia adentro, lo hice muy lentamente, para darle tiempo a ella a dilatarse.
―¡Ay, me duele! Basta, Nahuel. Tenés mucha pija…
―Vos dijiste que tenías mucho aguante ―ella apoyó sus manos contra la pared de la ducha.
―Pero no tanto… ¡ay! Soy tu hermana, carajo. No me claves la pija.
―Decime por qué mandaste a mamá, y yo la saco.
―¡Está bien, está bien! Sacala.
En lugar de sacarla, me quedé quieto allí, con una pequeña porción de mi verga dentro de su concha.
―¿Admitís que no te la aguantás toda?
―Sacala…
―Admití eso, y yo la saco.
―¡Uf! Está bien. No me la aguanto toda. Es mucha pija. Si me metés todo eso, me partís al medio.
―Bien. Entonces la saco.
Fui retrocediendo a poco. Tefi y yo tuvimos miles de peleas y discusiones de todo tipo, pero nunca una tan interesante como ésta.
―¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué te enojaste conmigo? ―le pregunté, mientras le sacaba la verga.
―No me enojé con vos. Lo hice porque estaba enojada con la tía Cristela.
―¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué te hizo ella a vos?
―No es solo que me hizo a mí, sino también a vos.
―¿De qué hablás? ―Mi glande aún seguía dentro de la concha de Tefi y yo dejé de retroceder.
―Es que solamente vino a joder. La cuarentena es difícil de por sí, con toda la gente que vive en esta casa… y Cristela solo vino a empeorar la situación. Vos tenías tu propia pieza, donde podías pajearte en paz, y hacer lo que quisieras. Yo también perdí la intimidad de mi cuarto… todo porque a Cristela se le ocurrió separarse del novio justo en este momento. Quería que mamá se enterase de que la tía se había pajeado mientras vos dormías… porque me imaginé que mamá se enojaría con ella. ¿Se enteró de eso?
―Em… no, la tía cambió el tema ―no le iba a dar los detalles de la conversación―. Mamá no sabe nada de que se estuvo pajeando. Pero si te hace sentir más tranquila… sí discutieron entre ellas.
―¿Ah sí? ¿Por qué discutieron? ―Preguntó Tefi. Parecía muy tranquila, a pesar de la cabeza de mi verga aún seguía dentro de su concha.
―Por una boludez, no tiene importancia. La cuestión es que mamá le mencionó algo, se lo dijo al oído y no pude escuchar. Algo que a la tía Cristela le molestó. Fue como si Alicia le estuviera reclamando, o pidiendo cuentas, por algo que Cristela hizo hace varios años.
―¿Qué puede ser?
―No tengo idea, pero debe ser algo serio… por lo mucho que se enojó la tía.
―Quizás le debe plata a mamá, desde hace mucho tiempo.
―Puede ser…
Acaricié las tetas de Tefi y me dio la impresión de que ella retrocedía un poco, provocando que mi verga se clavara un poco más dentro de ella. O quizás fue imaginación mía, quizás el que se adelantó fui yo… o bien ocurrió por un movimiento que ninguno de los dos calculó. Mis dedos jugaron con los pezones de Tefi, fue una reacción automática. Ella suspiró y volvió a echar la cabeza hacia atrás. Tenía unas ganas tremendas de meterle toda la pija… aunque fuera mi hermana. Necesitaba sentir cómo era tener la verga dentro de una concha. Especialmente dentro de una tan linda como la de Tefi.
―Me gustaría saber qué pasó ―dijo mi hermana.
―¿Para qué? ¿Para hacer sufrir a la tía Cristela?
―No. Si es algo serio, no la torturaría con eso. No soy tan mala. Solo quiero saberlo… por curiosidad.
―Cierto, ya me estaba olvidando de lo chismosa que sos.
―¡No soy chismosa! Bueno… no tanto. Ayelén es peor que yo.
―Sí… y la diferencia entre vos y Ayelén es que ella sí usaría ese secreto de la tía para joderla, o para manipularla.
―Sí, ella es maldita. Por eso no me animo a contarle lo del negocio de las fotos. Al principio creí que ella podría ayudarme con algo, al menos dándome consejos; pero… no se lo quiero cont…
Los dos dimos un salto cuando la puerta del baño se alejó. Me aparté tanto de ella que me golpeé la cabeza contra la pared contraria.
Miramos hacia la puerta y allí estaba mi mamá.
―¿Qué está pasando acá adentro? ―Preguntó al vernos desnudos… se fijó en la rigidez de mi verga.
―Este pelotudo ―dijo Tefi, al instante―. No me deja bañarme en paz. Yo llegué primero.
La estrategia de mi hermana era muy buena, si mi madre nos veía discutir, ni por asomo imaginaría lo que acababa de ocurrir.
―Ella pasa mil horas dentro del baño ―me quejé―. No me puedo dar una puta ducha sin que alguien esté usando el baño. Ya estoy harto.
―Jodete, pendejo. Ahora estoy yo. Bancatela. Salí del baño.
―No, salí vos. Ya te bañaste, ahora me toca a mí.
―¡Basta, che! No peleen. ―Intervino Alicia.
―La culpa es tuya, mamá ―dijo Tefi―. Hay dos baños en la casa, pero nosotros nos tenemos que conformar con uno solo. Así no se puede. ¿Por qué no me puedo duchar en tu baño? ¿Eh? ¿Tanto asco te doy?
―No… no es eso, hija. Yo… em…
―Tengo que admitir que Tefi tiene razón ―dije. Me sentí un poco mal por ponerme en contra de mi mamá, después de todo lo que ella hizo para ayudarme; pero ahora lo importante era mantenerla distraída―. Sería más fácil si pudiéramos usar tu baño.
―Em… está bien ―dijo ella, resignada―. Vení, Nahuel, podés usar mi baño. Pero solo por esta vez…
―Me parece bien ―dije.
Agarré una toalla, me cubrí lo mejor que pude… aunque no sirvió de mucho para disimular mi verga erecta. Antes de salir, pude ver como Tefi me guiñaba un ojo. Colaborando juntos conseguimos zafar de una situación muy complicada. Quizás me apresuré a considerarla como El Enemigo, al fin y al cabo su enojo con Cristela en parte se debía a que yo me quedé sin mi cuarto. Puede que Tefi no sea tan mala como me imaginé.