Aislado Entre Mujeres [09].

Torneo de Culos.

Capítulo 09.

Torneo de Culos.

Pocas veces estuve dentro del dormitorio de Pilar, y sin dudas ésta es la más difícil de todas. No sé para dónde mirar. Tres de mis cuatro hermanas están aquí dentro conmigo y Pilar es la única que mantiene toda su ropa puesta. Estefanía luce una diminuta tanga que, según pude observar, se le está metiendo entre los labios de la concha, aunque al parecer ella no lo notó. Con Macarena es aún peor, además de usar una pequeña tanga, ella está desnuda de la cintura para arriba y mis ojos se cruzan a cada rato con esos pezones que me apuntan directamente.

―¿Para qué las hiciste venir? ―Preguntó Pilar.

―Em… ah, sí… sí ―reaccioné, volviendo a la realidad―. ¿Vos considerás que ellas tienen lindo culo?

Estefanía y Macarena sonrieron, les hice señas para que se dieran la vuelta, así apuntaban su retaguardia hacia Pilar. Yo las veía de frente, pero eso no hacía más fácil la situación, especialmente por las tetas de Maca.

―Sí, las dos tienen culos muy lindos, siempre lo dije.

―Bien… ¿y vos pensás que el tuyo no se puede comparar con el de ellas?

Pilar se puso roja como un tomate.

―No, para nada.

―¿Pero qué decís, Pilar? ―dijo Macarena―. Si vos no tenés nada que envidiarnos a nosotras.

―Tenés unas nalgas preciosas ―acotó Estefanía―. Lo sé por las veces que te vi con pantalón ajustado.

―No se suponía que me quedaran ajustados… a mí no me gusta usar ropa ajustada.

―No sé por qué ―dijo Tefi―, si te queda preciosa.

―Pilar, si tenés dudas ¿por qué no comparás tu cola con la de ellas? ―Sugerí.

―Esa me parece una excelente idea ―dijo Maca, con una gran sonrisa―. Sacate el pantalón y comparemos. Vas a ver que tenemos razón.

―Bueno, las dejo solas ―dije, dándome media vuelta.

―Vos te quedás acá ―Macarena me agarró del hombro, impidiéndome salir. Después miró a Pilar―. ¿Te da vergüenza mostrar el culo frente a tu hermano?

―La verdad que sí ―respondió―. Podemos hacer la comparación, pero preferiría que él salga.

―¿Y quién va a ser el juez? ―Preguntó Maca―. Necesitamos una opinión imparcial.

―¿Imparcial? ―dijo Tefi con incredulidad―. Es obvio que te va a elegir a vos, Maca. Sos su nueva favorita.

―Además le estás mostrando las tetas ―añadió Pilar―. Eso es hacer trampa.

―Ah, veo que se están tomando esto en serio ―dijo Macarena, soltando una risita―. No vamos a decidir quién tiene las mejores tetas; porque es obvio que ganaría Gisela.

―Ella ni siquiera está participando ―dijo Tefi―. Pero con las tetas no le podría ganar nunca a Pilar ―se agarró sus pechos y los apretó.

Si pusiera a mis hermanas de menor a mayor, en cuanto a tamaño de tetas se refiere, primero iría Macarena, porque las tiene bastante pequeñas, luego seguiría Estefanía, después Pilar y por último Gisela, con sus enormes y redondas tetas. Pero en cuanto a culos… creo que eso es más difícil de decidir. Las cuatro tienen retaguardias más que llamativas. Estoy seguro de que las heredaron de mi mamá. Más de una vez tuve que atravesar por la vergonzosa experiencia de sorprender a uno de mis amigos embobado, mirando el culo de mi mamá. Puedo tolerar que miren a alguna de mis hermanas, especialmente a Tefi, porque tiene una edad similar a la de mis amigos. ¿Pero mi mamá? Literalmente ella tiene edad para ser la madre de ellos. Yo no ando mirándole el culo a las madres de mis amigos, me parece una falta de respeto.

―No seas tan vergonzosa, Pilar ―dijo Maca―. ¿Qué problema hay si Nahuel te ve en tanga? Ya te vio en bikini más de una vez, va a ser más o menos lo mismo.

―Bueno… supongo…

―Sí, nena ―dijo Tefi―. Sacate el pantalón de una buena vez, quiero saber qué opina este pajero.

―Está bien, acepto; pero solo para demostrarles que no hay comparación.

Pilar se quitó el pantalón, tenía puesta una pequeña bombacha negra que no distaba mucho del bikini que acostumbraba a usar en verano… si es que lo usaba. Porque ella no era muy dada a usar bikini en público.

Las tres me dieron la espalda, quedé idiotizado mirando esas nalgas.

―¿Y? ¿Cuál de las tres tiene mejor culo? ―Preguntó Tefi.

―No sé… la decisión es difícil. Si gana la que lo tiene más grande, entonces es Pilar.

―Sé que soy culona ―dijo Pilar―; pero eso no significa que mi culo sea lindo. No lo tengo tan paradito como el de Tefi, ni tan redondo como el de Maca.

―Mi intención no era que empezaran un concurso de culos ―me quejé―. No quiero decidir cuál lo tiene mejor…

―¿Qué están haciendo? ―Preguntó una molesta voz a mi espalda. No tuve que darme vuelta para saber qué se trataba de Ayelén.

―Un concurso de culos ―respondió Tefi―. ¿Querés participar?

―¿En serio?

La idea parecía entusiasmarla, se paró al lado de mis hermanas, ella ya tenía puesta una tanga blanca, tan pequeña como la de Tefi.

―No es un concurso ―dije.

―¿Por qué no? ―Preguntó Maca―. Me parece un buen momento para iniciar un concurso de culos, estamos aburridas, en plena cuarentena y ya conseguimos el permiso de mamá para andar en tanga por la casa. Mirá, hasta Pilar se sumó a la moda.

―Yo no pienso andar todo el día en tanga. Lo  hago solo por ahora. Es más, creo que ya fue suficiente, me voy a poner el pantalón.

―¿Tenés miedo de perder? ―Dijo Ayelén, con cinismo.

Eso no ayudaría nada a la frágil autoestima de Pilar. Estoy seguro de que a Ayelén le importaría muy poco si le explicara que estábamos haciendo esto para que Pilar se sintiera un poco mejor. Para Ayelén lo único importante es demostrar superioridad, especialmente cuando se trata de belleza. No sé a quién salió tan agrandada y competitiva, porque mi tía Cristela no es así.

―No tengo miedo de perder ―le respondió Pilar―. Es solo que no me gustan los “concursos de belleza” ―marcó las comillas con sus dedos―. Solo sirven para cosificar a las mujeres.

―A vos lo que te da miedo es perder ―volvió a repetir Ayelén―. Porque es obvio que yo tengo mejor culo que vos. ¿No te parece, Nahuel?

Macarena miró a mi prima con una ira asesina, creo que la única que no lo notó fue la propia Ayelén.

―Estás muy agrandada, pendeja ―le dijo―. Vos no tenés mejor culo que ninguna de nosotras.

―¿Vos también tenés miedo de hacer un concurso? ¿Me vas a salir con eso de que no hay que “cosificar” a las mujeres?

―Te voy a cosificar el culo a patadas, pelotuda.

―Bueno, no peleen ―intervino Pilar, agarrando a Maca del hombro. Me dio la impresión de que si no la detenían, Macarena cumpliría con su promesa en ese mismo momento―. Si quieren, hagamos ese concurso. No me gusta la idea y sé que no voy a ganar; pero quiero que le demuestren a esta boluda que no tiene el mejor culo.

―Bien ―dijo Tefi―, y Nahuel puede ser el juez.

―Eso no ―se quejó Ayelén―. Porque él las va a favorecer a ustedes, que son las hermanas. A mí me odia.

―No va a favorecer a nadie ―aseguró Macarena―. Nahuel, ¿nos prometés que vas a ser honesto?

―Em… sí; pero no quiero quejas.

―Si realmente sos imparcial, nadie se va a quejar ―dijo Tefi―. Que gane la que tiene mejor culo, y punto. O sea, yo…

―Otra pendeja agrandada ―acotó Pilar, poniendo los ojos en blanco.

Tefi se lo tomó con gracia, pero Ayelén estaba enojada. Intercambiaba constantes miradas con Macarena, de sus ojos saltaban chispas.

―Bueno, me voy a poner otra tanga, más apropiada para la situación ―dijo Ayelén, y abandonó la pieza.

―Ah, qué yegua! ―Exclamó Tefi―. La muy puta se va a poner la tanga más porno que encuentre. Ya vengo, yo también me voy a cambiar.

―Ey, así no vale ―se quejó Pilar―. Yo no me quiero poner otra cosa.

―¿Te da vergüenza? ―Le preguntó Tefi.

―No, es que no tengo otra cosa. Yo no me compro “tangas porno” como ustedes.

―Si querés te presto alguna ―dijo Maca.

―No, ni te molestes. Sos re flaquita, tus tangas ni siquiera me entrarían.

―Mejor vamos al living ―sugirió Macarena―. Acá no tenemos lugar para hacer el concurso.

Salimos y en el living nos encontramos con las otras tres mujeres de la casa: mi mamá, mi tía Cristela y la mayor de mis hermanas, Gisela. Las tres se sorprendieron mucho al ver a Pilar fuera de su cuarto… y en ropa interior.

―¿Qué hacen? Recién vimos a Ayelén y a Tefi que se fueron corriendo a sus piezas ―Preguntó mi mamá.

―Un concurso de culos ―le respondió Macarena―. Vamos a decidir quién de todas tiene el mejor culo. Nahuel va a ser el juez.

―¿Se volvieron locas?

―No, mamá ―le dije―. Maca habla en serio. A mí no me entusiasma mucho la idea; pero ellas quieren hacerlo.

―Sí, claro, pendejo. Esa no te la cree nadie ―la que habló fue Ayelén, quien recién salía de mi pieza. Me quedé boquiabierto al verla―. A vos te encanta tener una excusa para mirarnos el orto.

Ella caminó hacia donde estaban sentadas mi mamá y mi tía, seguramente para que pudiéramos admirar el conjunto que tenía puesto. Contaba con portaligas y medias de encaje y una tanga negra tan diminuta que le dejaba casi todo el pubis a la vista. Además tenía puesto un corpiño de encaje negro que transparentaba mucho. Podía ver claramente sus pezones. Eran más pequeños que los timbres de Macarena, pero aún así resultaban muy llamativos.

―¿Qué hacés vestida así? ―Le preguntó mi mamá―. Y vos, Macarena, ¿por qué estás en tetas?

―Ay, mamá. ¿Vos también te vas a quejar por eso? ―dijo Maca―. Acá la mayoría somos mujeres, y Nahuel tiene que convivir con nosotras. Dejá que el chico que se acostumbre a ver tetas y culos.

En ese momento apareció Estefanía, estaba vestida de una forma muy similar a Ayelén, solo que su ropa interior era blanca, en lugar de negra, y no había transparencia en su corpiño; pero aún así, su tanga era igual de pequeña, y dejaba a la vista buena parte de su pubis depilado. Mi verga comenzó a despertarse, tuve que inclinarme un poco para disimular la incipiente erección.

―¿Se puede saber de dónde sacaste esa ropa? ―Le preguntó mi mamá a Estefanía.

―Es mía.

―¿Desde cuándo te vestís así?

―No me jodas, mamá. No tengo que darte explicaciones, tengo casi veinte años.

―Yo también tengo algún conjunto parecido, ―dijo Macarena―. Creo que me lo voy a poner.

―¿Pero por qué tienen esa ropa? ―Mi madre la miraba con los ojos desencajados.

―Ay, Alicia ―dijo Cristela, riéndose―. Me parece que tus hijas ya crecieron, pero vos no te diste cuenta.

―¿Y vos no le vas a decir nada a tu hija por vestirse así?

―¿Qué querés que le diga? La vi un montón de veces usando ese tipo de ropa. Creo que le queda lindo… y a vos también, Tefi. Estás preciosa.

―Gracias, tía.

―Pero… pero…

―Ya fue, Alicia ―dijo Cristela―. No las molestes, las chicas ya están grandes.

―Che, Gisela, vos también deberías participar ―dijo Ayelén, antes de que mi mamá pudiera seguir quejándose.

―¿Qué? ¡No, ni loca!

―No te olvides que perdiste una apuesta conmigo, y tenés que quedarte en tanga durante una semana… y ya llevás mucho tiempo haciéndote la boluda con eso. Creo que es hora de que cumplas.

―No… no… ni hablar.

―Dale, Gise ―dijo Pilar―. Hacelo por mí, para mí también es re difícil esto de andar mostrando el culo frente a todo el mundo. Vos tenés una cola re linda, tenés muchas chances de ganar.

―No me importa ganar.

―Pero te tenés que quedar en tanga, aunque no participes ―sentenció Ayelén.

―Participá, Gise ―le pidió Macarena―. Demostrale a esta pendeja que no le tenés miedo.

―¡Uf, está bien! Solo para que dejen de joder.

―¡Genial! ―Exclamó Pilar, que ya parecía estar mucho más entusiasmada con la idea del concurso―. Aunque nosotras arrancamos con una clara desventaja. Estas van a tener esos conjuntitos medio porno, y nosotras no. Yo ni siquiera tengo esa clase de lencería.

―Em… yo tengo algo ―dijo Gisela. Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación.

―¿Vos tenés lencería erótica? ―Le preguntó Estefanía, con la mandíbula desencajada.

―Un poquito… pero no es para lo que ustedes piensan. Lo que pasa es que a mis compañeras de trabajo se les da por regalarme esas cosas en mi cumpleaños, a pesar de que no las uso. Si querés te presto algo, Pilar. Vos y yo tenemos prácticamente el mismo talle… aunque la parte de arriba te va a quedar un poquito grande.

―Arriba me voy a poner alguna remerita corta, nada más. Al fin y al cabo lo que importa acá es mostrar el culo.

―Bueno, vamos a cambiarnos.

Las dos se fueron hasta la pieza de Gisela, y Macarena volvió a su cuarto. Pronto las vería como nunca las había visto, y la ansiedad ya se estaba apoderando de mí. Para colmo, durante la espera tendría que hacer lo posible para no mirar los cuerpos prácticamente desnudos de Tefi y Ayelén.

Diario de Cuarentena:


Cuando Pilar y Gisela regresaron, fue como meterme a mí mismo en una película subliminal, una en la que, por alguna razón, todas las mujeres del mundo vestían permanentemente conjuntos de lencería. Porque para que Gise y Pilar estuvieran vestidas así, algo debía haber cambiado mucho en el mundo. Lo máximo que había visto en ellas era algún bikini bastante modesto, que no se animaban a usar por mucho tiempo. Sin embargo ahora iban vestidas como modelos de catálogo de lencería. No parecían mis hermanas.

Pero eran mis  hermanas, aunque yo quisiera engañarme a mí mismo.

El conjunto de Pilar era de encaje blanco, incluía medias y portaligas. La tela no llegaba a transparentar, pero había algunos puntos en los que el decorado del encaje desaparecía y permitía ver el tenue color de la piel de Pilar… que no distaba mucho del blanco de su conjunto. De todas mis hermanas, ella es la más pálida. Tal vez se deba a que nunca toma sol en el patio, a diferencia de Macarena o Estefanía.

Gisela también es bastante pálida, aunque ella tiene algo más de color. Su conjunto era negro y con un diseño muy similar al de Pilar. La única diferencia era que parecía quedarle chico en las tetas. Sus grande melones estaban amenazando con saltar fuera del corpiño en cualquier momento. Esperaba que eso no ocurriera, sería muy vergonzoso para Gise… y para mí también.

Macarena las hizo desfilar un poquito, para que pudieran lucir sus conjuntos. Así pude ver cómo las dos tenían el culo completamente al aire; pero de una forma en la que ninguno de los bikinis que usaban lo hacía. Ahora solo tenían un pequeño triángulo de tela negra justo donde termina la cola y empieza la espalda. Lo demás era pura nalga… mucha nalga, porque todo  hay que decirlo: Pilar y Gisela son muy culonas.

―¿Ustedes no van a participar? ―Le preguntó Pilar a Cristela y Alicia.

―¿Qué? No, ni loca participamos ―se apresuró a responder mi mamá.

―¿Por qué no? Acá estamos en confianza ―insistió Pilar―. Gisela y yo estamos haciendo un esfuerzo enorme para participar. Nos cuesta un montón que nos vean vestidas así, aunque se trate de miembros de la familia. Si nosotras nos animamos, ustedes también deberían animarse.

―Exacto ―dijo Tefi―, es solo para divertirse un rato. No sean tan amargadas.

―¡Amargada tu madrina! ―le respondió Cristela.

―Vos sos mi madrina.

―Ay, cierto. ―La pelirroja soltó una risita―. En fin, no soy ninguna amargada. Yo sí quiero participar. Sé que no puedo competir contra culos de veinteañeras; pero como vos lo dijiste, es para divertirnos un rato.

―¡Excelente! ―Exclamó Tefi―. ¿Te vas a cambiar?

―Más bien lo que tengo que hacer es descambiarme.

Sin darme tiempo a prepararme mentalmente, mi tía Cristela se quitó la blusa y el pantalón, mostrándonos que llevaba puesto un bonito conjunto de ropa interior violeta. Por supuesto no tenía medias que llegaran hasta la mitad de sus muslos, ni portaligas; pero me pareció que esa era la ropa interior que una chica joven usaría para ir a bailar a una discoteca. Me incomodó un poco que la parte de la tanga tuviera transparencias en la zona más alta, porque podía ver buena parte del monte de venus de Cristela.

―Mirá, yo sabía que esto iba a pasar ―dijo Ayelén―. A este pajero se le puso dura otra vez.

Miré hacia abajo y comprobé que ella tenía razón, el bulto en mi short estaba sumamente marcado. De pronto tuve ganas de salir corriendo para encerrarme en mi pieza.

―¿Y qué querés? ―Dijo Macarena―. Con todos los culos entangados que hay a la vista, hasta a un homosexual se le pondría dura la pija. A mí hasta me hace sentir halagada que se le pare. ¿No te parece, Gise?

Sé que le preguntó a ella porque suele ser la que manda entre mis hermanas; pero esta vez no hubo quórum.

―Em… mejor no le demos tanta importancia al asunto.

―Exacto ―dijo Cristela―. Es un chico joven, es lógico que se le ponga dura. No lo mortifiques por eso, Aye… porque si a vos se te moja la concha, con esa tanguita se te va a notar enseguida. ¿Te gustaría que nos riéramos si eso te pasa?

―Ay, mamá. Ya estoy grande para que me des sermones.

―Mientras sigas siendo mi hija, yo seguiré dándote sermones.

Estaba nervioso, pero debo admitir que me tranquilizó mucho escuchar a mis hermanas y a mi tía defendiéndome. Nadie parecía opinar igual que Ayelén… y si pensaban igual, al menos lo hacían con discreción.

―Dale, Alicia ―dijo Cristela―. Sumate vos también. Yo ya me animé, estoy acá, mostrándole el culo a mis sobrinas ―soltó una risita―. Vení vos también. Siempre tuviste un culo precioso, vos sí que podrías ganar.

―No, ni loca… y no hables de mi culo frente a mis hijas.

―Chicas, no se dan una idea de cómo le miraban en el culo a su mamá, cuando teníamos veinte años. No había tipo en el barrio que no se diera vuelta para mirarle el orto.

―¡Cristela! ―se quejó Alicia, mientras mis hermanas se reían. Hasta Gisela lo encontró gracioso.

―Se los digo de verdad. Al mecánico del barrio se le iban los ojos cada vez que la veía pasar. Incluso hasta le tiraba piropos.

―Sí, y yo me enojaba mucho. Era un desubicado, hombre grande haciéndose el galán con una chica de veinte años.

―Bien que a vos te gustaba que te mirara el culo.

―¡Callate, no es cierto!

―Sí que lo es. Usabas pantalones re ajustados, que mamá odiaba con todo su ser. Pero vos te los ponías igual y salías a pasear por el barrio… y siempre pasabas por delante del taller mecánico… y también por delante del bar, donde te miraban desde adentro los borrachos del barrio.

―Si pasaba por ahí es porque quedaba de camino a la casa de una amiga, y usaba esos pantalones porque sabía que a mamá le molestaban, nada más. En esa época yo estaba enojada con ella, cosas típicas de la edad. Mirá ahora, mis hijas me lo hacen a mí.

―Ay, mamá, no seas tan dramática ―dijo Macarena―. Tampoco estamos mostrando el orto en la calle. Estamos acá adentro, con gente de confianza.

―No me importa, de todas formas no pienso participar.

―Bueno, mejor no le insistamos ―dijo Gisela―. Yo la entiendo, si no fuera por esa absurda apuesta con Ayelén, no estaría participando.

―Y bueno, ¿cómo lo vamos a hacer? ―Preguntó Macarena.

―Sugiero que pongamos un poquito de música, como para alegrar el ambiente ―Estefanía dijo esto mirando de reojo a mi mamá―. Y así también nos podemos mover un poquito. Que Nahuel nos mire el orto por un rato, que elija la ganadora, y listo.

Y así fue como lo hicieron. Macarena se apresuró a elegir la música, puso algo que sonaba como a rock, pero bastante alegre. No pude identificar la banda. Me senté en el sofá y ellas se pararon en fila a mi izquierda. Una a una fueron pasando hacia la derecha, siempre deteniéndose unos segundos en el centro, para mostrar el orto. Macarena levantó su cola de forma que me encantó. Tefi, más osada, se animó a agacharse un poco, permitiéndome ver cómo su concha comenzaba a tragarse la tela de la tanga. La verga me palpitaba, pero ya no hacía ningún esfuerzo para disimular mi erección. Me di cuenta de que incluso a mis hermanas les estaba costando no mirarme el bulto. También se miraban el culo entre ellas, y se hacían comentarios; pero eso era parte del concurso.

Pilar desfiló bastante rápido, no se agachó ni permitió que yo le mirara las nalgas mucho tiempo. De todas formas vi lo suficiente como para reconocer que tiene un culo precioso y no tiene por qué envidiar a nadie. Eso fue lo que le dijo Macarena y Pilar se puso muy contenta cuando todas las demás le dieron la razón. Al final habíamos logrado nuestro objetivo de levantar la autoestima de Pilar, si bien se notaba que ella seguía avergonzada, también se podía ver cierto orgullo al vestir de forma tan provocativa.

Ayelén fue la más zarpada de todas, como era de esperar. Ella se detuvo delante mío y se agachó, hasta que sus dedos tocaron sus pies. Pude ver todo su gran culo y la tanga, que estaba más metida en la concha que la de Estefanía.

―¡Apa! Zarpadita la nena ―dijo Tefi―. Se ve que querés ganar a toda costa.

―Boluda vos, que no te animaste a hacerlo ―se defendió.

―Admito que es una buena estrategia. Ahora Nahuel no se va a poder sacar tu culo de la cabeza.

Lamentablemente Tefi tenía razón, cuando Cristela desfiló delante de mí, solo pude pensar en el culo de Ayelén. Además quería abstraerme un poco, no me sentía muy cómodo mirándole el orto a mi tía. De todas maneras quedé sorprendido, ella, a pesar de haber pasado los cuarenta, tiene un par de nalgas dignas de campeonato.

La última en pasar fue Gisela y ella, contra todo pronóstico, se agachó un poco, de la misma forma en que lo hizo Tefi. Pude ver cómo la tanga parecía pintada encima de sus labios vaginales. Casi me da un patatús. No se parecía en nada a la Gisela que yo acostumbraba ver. Me sentí culpable cuando mi verga dio un salto involuntario. Era como si esa serpiente traicionera quisiera atacar ese inmenso culo.

―Listo, ya pasamos todas ―dijo Macarena―. ¿Ya tomaste una decisión?

―Em… todavía no. Esperen un momentito, tengo que ir al baño.

―No es momento de que te hagas una paja, Nahuel ―dijo Ayelén.

―Sos una pelotuda ―le dije, mirándola con odio―. Solo quiero hacer pis. De verdad.

―Bueno, andá rápido, así nos contás quién ganó ―dijo Maca―. Y nada de andar tocándose.

Como venía de ella, el comentario no me molestó, hasta me lo tomé con gracia. Si hubiera sido Ayelén, todavía la estaría puteando.


Ayelén me interceptó cuando salía del baño y me empujó dentro del cuarto de pilar, porque era el más cercano.

―¿Qué hacés, tarada? ―Me quejé, mientras ella cerraba la puerta.

―Mirá, pendejo, sé que vos y yo no nos llevamos bien. Por eso no querés que yo sea la ganadora del concurso, a pesar de que es obvio que soy la que mejor culo tiene.

―Qué modesta.

―Me importa un pito la modestia. Es la verdad. Se te salen los ojos cada vez que me mirás el orto.

Lamentablemente no podía discutir contra eso, ahí ella tenía razón.

―Si realmente tenés el mejor culo, te voy a elegir a vos como ganadora.

―No te hagas el boludo, Nahuel. Los dos sabemos que yo no voy a ganar, aunque me lo merezca. Pero podemos llegar a un acuerdo.

―¿A qué clase de acuerdo?

―Uno en el que yo hago algo por vos… algo que quieras mucho, y vos me dejás ganar.

―Mm… puede ser… me gustaría recuperar mi pieza.

―¿Ves que sos un pelotudo?

―¿Por qué?

―Porque te estoy diciendo que voy a hacer algo por vos… y la primera pelotudez que se te ocurre es pensar en tu pieza.

―Me gusta mucho mi pieza, ahí tengo todo lo que es mío.

―A mí no me importa tu pieza, es más, ya no quiero dormir ahí.

―¿Por qué no?

―Porque mi mamá se mueve mucho, y me despierta. Eso de compartir cama es una mierda. Si me conseguís otro lugar para dormir, me voy de tu pieza. Después te las ingeniás para sacar a mi mamá de ahí… o te vas a dormir con ella.

―Podrías dormir con Tefi, ustedes dos se llevan bien.

―Vos hablá con Tefi, si ella permite que me quede en su pieza, al menos por unos días, yo salgo.

―Está bien; pero todavía queda mucho para hacer, esto no me parece suficiente como para dejarte ganar el concurso.

―Sos un pelotudo, en serio. El “favor” que yo tengo en mente es muy distinto, es algo que sé que estás esperando desde hace mucho, pero nadie te dio el gusto. Bueno, yo lo hago y me dejás ganar.

Estaba por preguntarle qué tenía en mente, cuando ella me lo dejó muy claro. Se puso de rodillas frente a mí y me bajó el short de un tirón. Mi verga quedó colgando, no estaba del todo flácida, aún conservaba vestigios de la última erección. En cuanto Ayelén me la agarró, comenzó a ponerse dura otra vez. Fue instantáneo.

Sus húmedos labios hicieron contacto con mi glande y estuve a punto de eyacular. Recordé lo que me dijo Macarena, sobre que yo era un eyaculador precoz. Tal vez sea cierto; pero ahora, más que nunca, no podía permitirme quedar en ridículo. No frente a Ayelén.

Intenté poner mi mente en blanco, mientras ella comenzaba a tragarse todo mi glande. Lo hizo con tanta naturalidad que supe que ésta no era la primera pija que se comía. La muy puta debe ser muy petera. Pude sentir su lengua jugando con la cabeza de mi pija… esta desgraciada es insoportable, pero tengo que admitir que sabe cómo calentarme. La verga se me puso totalmente rígida. Cuando ella tragó casi la mitad de mi miembro caí en la cuenta de que me iban a hacer el primer pete de mi vida… todo por un concurso de culos entre las mujeres de mi familia. Si Dios existe, le tengo que agradecer (de rodillas) haber hecho a Ayelén tan competitiva… y tan puta.

Teníamos muy poco tiempo, seguramente alguien notaría nuestra ausencia en breve y la casa no era muy grande. Nos buscarían detrás de la única puerta cerrada. Sé que eso motivó a Ayelén a ponerle mucho entusiasmo a la chupada de pija. Se tragó una buena parte y empezó con el característico movimiento de la cabeza, de atrás hacia adelante, que yo solamente había visto en videos porno. Sentir por primera vez mi verga dentro de una boca era una locura. Ahora entiendo por qué a los hombres les gusta tanto que se la chupen, se siente de maravilla… además es super morboso ver a una mujer hermosa tragar tanta pija. Y mi prima es muy hermosa. Sí lo admito, me puedo llevar mal con ella… ¡pero qué buena está! ¡y qué bien la chupa! Para mostrarme su talento, mientras me la comía también masajeaba mis huevos con una mano… y con la otra me pajeaba. Cada cosa que hacía me llevaba a pensar en todas las pijas que habría chupado.

Ella comenzó a intensificar el ritmo de su mamada, acompañando los movimientos de su lengua con esporádicos chupones al glande. Soy muy primerizo en el mundo de los petes como para resistir toda esa combinación, además tengo que sumar el hecho de que Ayelén me agarró por sorpresa. No creo haber durado ni cinco minutos.

Todo mi semen empezó a saltar, con potentes chorros, en el interior de la boca de Ayelén. Ella intentó contenerlo allí, me imagino que lo hizo para que le fuera más fácil limpiar el enchastre; pero la leche era demasiada para que ella pudiera contenerla toda dentro de su boca. La tuvo que sacar. El semen chorreó por la comisura de sus labios, hasta su barbilla, y los demás chorros impactaron directamente contra su cara.

¡Le llené la cara de leche a mi prima!

Sí, sé que hice esto con mi mamá… dos veces.

Pero esta es la primera vez que no me arrepiento de haberlo hecho. Me encantó ver a Ayelén con la cara cubierta con mi semen.

―¡La puta madre! ―Exclamó―. ¡Cuánta leche!

Ella no se apartó cuando el último chorro saltó e impactó justo debajo de su ojo izquierdo.

―Perdón, no pude aguantar más ―le dije.

―Nah… está bien.

Ayelén sonrió como nunca antes la había visto sonreír. Es decir, mil veces la vi sonreír. A pesar de su mal genio, es una chica que suele mostrarse de buen humor. Pero esta vez noté algo distinto en su sonrisa… como un pequeño destello de picardía. Era como si estuviera contenta de que yo la hubiera bañado con semen. Y tal vez lo estaba. Tal vez a la muy puta le encanta que la llenen de leche.

―¿No te molesta?

―No, para nada. Estuvo bueno ―dijo, limpiándose con la mano parte del semen que tenía en la cara―. Bueno, voy al baño a lavarme, no queda otra. Tenemos un trato, que no se te olvide.

―Está bien.

Salimos de la pieza y tomamos rumbos diferentes. Ella corrió hasta el baño, antes de que alguien la viera en ese estado, y yo volví al living… con la pija dura. Me imaginé que ya nadie se preguntaría por qué la tenía dura, simplemente lo asumirían.

Estefanía se estaba sirviendo un vaso de Seven-Up bien helada y de pronto sentí una sed tremenda.

―Dame un poquito ―le dije.

Ella me sirvió el vaso y mientras tomaba aproveché para analizar la situación. Todas parecían estar inmersas en una discusión sobre qué detalles hacían que un culo fuera mejor que el otro. Eso era bueno, nadie había notado la ausencia de Ayelén. Incluso mi mamá preguntó dónde estaba, como si recién hubiera notado que la rubia no estaba. Le dije que la vi entrar al baño y que en cuanto ella regresara daría mi veredicto final.

Esperamos un par de minutos y cuando ya estaban todas las concursantes presentes las hice poner en fila, una al lado de la otra, con el culo apuntando hacia mí.

―Bueno, me costó mucho; pero ya tomé una decisión ―dije―. Como son varias concursantes, quiero que haya un podio con tres ganadoras: Primero, segundo y tercer puesto.

―Me parece bien ―dijo Cristela―. Sigue habiendo una sola ganadora, pero al menos hay dos menciones honoríficas.

―Así es. ¿Están listas? Voy a anunciar el tercer puesto. ¿Seguro que están listas? Y el tercer puesto es para… ―hice una pausa dramática.

―Dale, pendejo ―se quejó Tefi―. Decilo de una puta vez, no des tantas vueltas.

―Callate, Tefi ―se quejó mi tía―. Dejá que el juez se tome todo el tiempo que quiera, o te descalificamos.

―La puta madre ―a Tefi no le gustaba que la hicieran callar; pero aún así guardó silencio.

―Como decía… de todos los culos presentes, el tercero mejor es el de… ¡Macarena!

―¿Tercera? ―Exclamó Maca, dándose vuelta―. Sabía que no iba a ganar, pero ¿tercera?

―¡Ey, sin quejarse! ―Le dijo Tefi―. Te tocó el tercer puesto, bancatela.

―Sí, nena ―agregó Pilar―. Al menos estás en el podio. Yo sé que ni a eso llego.

―Ni yo ―dijo Cristela―. Un tercer puesto es muy digno, teniendo en cuenta lo reñido que estuvo el concurso.

―¡Ufa! ¡Está bien! ―Se me acercó y me dio un beso en la mejilla―. Sé que estás siendo honesto, porque soy tu hermana favorita y me dejaste tercera.

―¿Y quién dijo que sos la hermana favorita? ―Esta vez la queja vino de Gisela.

―Lo digo yo, con eso me basta ―Macarena se sentó en el sofá―. Prometo no odiarte (mucho) por haberme dejado en el tercer puesto. Ahora quiero saber quién quedó segunda.

―No quiero que me odien, estoy intentando ser lo más honesto posible. Tampoco quiero que ninguna se sienta mal. Al fin y al cabo, las diferencias son mínimas, creo que todas tienen culos hermosos.

―Dale, pendejo, corá con el sentimentalismo y seguí ―dijo Ayelén.

―Está bien. El segundo puesto es para…. ―pausa dramática―. Estefanía.

―¿Qué? ¿¡Pero qué carajo!? ―Exclamó la aludida.

―Nada de quejarse, nena ―le respondió Ayelén―. Vos misma lo dijiste.

―Pero… pero…

―Ya está, Tefi, asumilo ―le dijo Gisela―. Es el segundo puesto, está muy bien, teniendo en cuenta lo que dijo Nahuel, sobre las diferencias sutiles.

―¡Ufa! ―Tefi me fulminó con la mirada antes de sentarse junto a Macarena.

―Bienvenida al sillón de la vergüenza ―le dijo ella. A Tefi no le hizo ninguna gracia.

―Bueno, para ir cerrando, porque no quiero que terminen peleando entre ustedes ―además vi que mi mamá ya tenía una cara de pocos amigos que daba miedo. Ella se mantuvo callada, de brazos cruzados, durante todo el concurso. Le dedicó varias miradas cargadas de odio a mi tía Cristela. Quizás se sentía traicionada por ella―. Voy a decir de una vez quién considero que es la ganadora ―Noté que Ayelén sonreía con mucha alegría―. Para mi, la que tiene mejor culo es…. ―pausa dramática―. ¡Gisela!

―¿Qué carajo? ¡¿Pero qué mierda te pasa, pendejo?! ―Ayelén tenía la cara roja―. ¿Sos pajero o qué? ¡Te voy a matar, pelotudo de mierda!―Estaba tan enojada que creí que se me tiraría encima; pero su madre la detuvo, agarrándola de un brazo.

―¿Qué te pasa a vos, Aye? ¿Te volviste loca? ¿Cómo le vas a decir esas cosas a tu primo?

―¡Es un pajero! ―Ella estaba al borde de las lágrimas.

―Ey, pendeja ―intervino Macarena―. Vos misma dijiste que no nos quejemos. Ahora te la bancás. Yo opino igual que Nahuel, para mí la ganadora debía ser Gisela, sin dudas. Mirá el orto que tiene ―Gise se puso roja, pero igual sonrió―.

―Totalmente de acuerdo ―dijo Pilar―. Yo tenía dudas de si la ganadora iba a ser Tefi o Gisela, pero cuando Nahuel dijo que Tefi quedaba segunda, supe que ganaba Gise. No podía ser de otra forma.

―Pero… pero…

―Pero nada, Ayelén ―siguió diciendo Pilar, mostrando que tenía su carácter―. Bancatela. No podés ser tan mala perdedora.

Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Ayelén, ella estaba roja y mostraba los dientes.

―Vayanse todos a la mierda ―antes de encerrarse en mi pieza dijo―. Ya vas a ver, pendejo. Vas a aprender a no meterte conmigo, te lo puedo asegurar.

―Che, tía ―dijo Macarena, una vez que Ayelén estuvo dentro de mi pieza―. ¿Siempre fue así de cabrona esa enana?

―No, siempre no… a veces es peor. Es muy competitiva, no le gusta perder en nada.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sabía que había traicionado el acuerdo que tenía con Ayelén; pero a último momento me di cuenta que sería injusto que ella ganara. Ya no podía quitar del podio a Macarena o Tefi… y no había forma de justificar que Gisela, con sus enormes y redondas nalgas, no ganara. Es que… el culo de esa mujer es simplemente espectacular. Todas estaban felicitando a Gise y sabía que de ahora en adelante ella ya no se sentiría tan intimidada al tener que usar tanga durante toda una semana…

Pucha, acabo de caer en la cuenta de que tendré que convivir una semana viendo esas nalgas… se me va a parar la pija a cada rato, y sé que eso incomoda mucho a Gisela.

Pero la que no me preocupa es Ayelén. ¿Qué puede hacer ella? No creo que le cuente a nadie que me hizo un pete para poder ganar el concurso de culos. Quedaría como una puta y una tramposa. Por eso preferí ser honesto y darle el primer puesto a Gisela.

Y si no estoy preocupado… ¿por qué tengo esa extraña sensación en la nuca, como si en algún momento un tigre fuera a saltarme por la espalda?