Ainhoa y el narcotraficante capítulo 3
Federico y Teresa le dan una sorpresa a Ainhoa
Recomiendo leer los capítulos anteriores para entender esta tercera parte.
Me fui a dormir, no me costó apenas dormirme porque los dos días anteriores habían sido intensos y esperaba que también lo fuera el fin de semana, necesitaba cargar pilas.
A las 04:15 sonó el despertador, me levanté y fui a la ducha, me masturbé un poco porque justo había tenido un sueño erótico cuando sonó el despertador y ya me había levantado
caliente
y con ganas de follar.
Al acabar la ducha me fui a mi habitación a vestirme, me puse ropa cómoda tal y como Federico me había ordenado y fui al salón a ver la TV mientras esperaba a que llegara el conductor.
Me llegó un mensaje del conductor, a las 04:55, ya estaba en la puerta, así que cerré todo bien y salí de mi casa para poner rumbo a un destino desconocido.
En el coche aparte del conductor me estaba esperando la enfermera con la que había desayunado, que me saludó sonriendo y me dijo que me tenía que tapar los ojos para que no supiera el destino del viaje.
Me colocó un parche ocular en cada ojo que sujetó con tiras de esparadrapo por la nariz y me dio unas gafas de sol, no podía ver nada con todo eso puesto.
La enfermera me ayudó con el cinturón de seguridad y noté como emprendimos el viaje hasta la sorpresa de Federico.
No sé el tiempo que tardamos en llegar, hicimos todo el viaje de una tacada sin ninguna parada salvo por las pocas retenciones que hubo y la enfermera me estuvo dando conversación para que no me durmiera, pero llegó el momento en el que se detuvo por fin el coche y sentí que la puerta del coche se abría y pude escuchar la voz de Federico que me saludaba.
La enfermera me quitó los parches y las gafas, me costó unos minutos acostumbrarme de nuevo a la luz, pero ya pude ver a Federico y a Virginia que estaban en lo que parecía ser una finca, hacía buena temperatura y ambos hermanos estaban vestidos con ropa de montar a caballo.
Me llevaron hasta una casa enorme que estaba a pocos metros del jardín donde me había dejado el coche, que, por cierto, ya se había ido cuando me quise dar cuenta, y en cuanto que llegamos a lo que parecía un salón, en el que aguardaba una mujer (O eso parecía porque tenía unas tetas gigantescas de las que se veían los pezones con unos cascabeles que sonaban con el menor movimiento) vestida como si fuera un caballo, un pony humano, pero vestida de cuero, máscara de cabeza de caballo incluida, así que no veía nada.
Federico me ayudó a desnudarme y Virginia empezó a colocarme elementos para convertirme en otro pony humano, desde unas botas con suelas de herradura hasta una mordaza con forma de línea recta que parecía un bocado de caballo; por suerte, me dejaron ver todo.
Cuando ya estaba lista para salir a dar un
paseo así vestida
, junto con el otro pony humano, salimos de nuevo al exterior, nos carros con los huecos libres para los ponys nos estaban esperando, Federico me colocó en mi lugar, para tirar del carro y Virginia hizo lo mismo con el otro pony, ambos se sentaron en sus sitios en los carros y noté como Federico me gritaba ¡Arre! Y me daba un fustazo en toda la espalda que me dolió un poco, pero me excitó igualmente e hizo que arrancara el paseo.
Federico me iba gritando hacia donde me tenía que dirigir, estuvimos un rato dando el paseo, el otro pony se movía con mayor soltura que yo pese a no ver nada, llegó un momento en el que nos detuvimos y ya nos desengancharon de los carros.
Estábamos ante la puerta de lo que parecía ser una sala dedicada a los animales de la finca, pude ver que había cerdos, un montón de ellos, pero en la sala nos estaba esperando alguien a quien yo ya conocía.
Esa persona, era Teresa, la mujer que acudió a mi oficina el día anterior a preguntar por inversiones.
Teresa era nada más y nada menos que la madre de Federico y de Virginia, la visita a mi oficina ya estaba preparada porque me quería conocer para ver si iba a ser una buena sumisa.
El otro pony se quedó atado a un poste y Virginia comenzó a desnudarse, dejando toda su ropa tirada en el suelo.
Teresa iba vestida de cuero por completo, lo que más destacaba era un
strap-on
enorme, con la polla más grande que había visto nunca, me asusté un poco al pensar que me la iban a meter a mí por el coño o por el culo, pero estaba tan excitada que casi lo deseaba.
Ya con Virginia desnuda, Teresa me ordenó que fuera lamiendo el coño a Virginia mientras ella misma le metería la polla de plástico por el culo a Virginia.
Federico agarró una máscara de cuero con un diminuto agujero en la nariz para respirar y se la colocó a Virginia en la cabeza, y cuando estaba bien sujeta, Teresa comenzó a meter su enorme polla de plástico en el culo de Virginia, que gritó de placer y yo le empecé a lamer su coño.
A Federico le sonó el móvil por lo que salió de la sala para tomar la llamada, nosotras seguimos a lo nuestro hasta que Virginia pateó el suelo 3 veces y pocos segundos después, se corrió.
A mí me tocó recibir parte de su corrida, el resto dio a parar al suelo.
Federico tardó casi una hora en regresar, mientras tanto, Teresa me ató al lado del otro pony y me volvió a poner la mordaza, así que no fue posible hablar con el otro pony de nada.
Virginia seguía con la máscara puesta y Teresa le ató las manos a la espalda para que no se pudiera masturbar.
Cuando Federico regresó de hablar por teléfono estaba algo cabreado, parecía que la conversación no había ido nada bien y además se tenía que ir a solucionar algún problema, aunque no mencionó de qué tipo.
Pasados unos minutos, apareció un Nissan
Patrol
que nos recogió a Virginia, a Teresa, al pony y a mí y nos llevó de nuevo a la casa donde me había cambiado para ser un pony.
En la casa, pasamos a una habitación donde me ataron las manos a unos enganches del techo, a Virginia le pasó lo mismo, a ella en sus tetas le fueron poniendo varias agujas, pero Virginia apenas sí se quejó al recibir cada una de las agujas; a mí me pusieron pinzas de tender la ropa, que dolían bastante, aunque era una sensación excitante. (Fue Teresa quien se encargó de ambas cosas).
El otro pony ya desapareció de mi vista y no volví a verlo en ese fin de semana.
Después, Teresa agarró un látigo y de manera alternativa nos fue dando con él en nuestro cuerpo, por la espalda, dolía mucho, pero era un dolor muy rico, me tendría que acostumbrar porque era algo que iba a llegar para quedarse.
Tras recibir un buen número de latigazos, Teresa al fin paró, nos liberó de las ataduras durante unos
instantes,
pero solo para atarnos las manos a la espalda y desapareció unos minutos que se me hicieron eternos.
Cuando regresó, lo hizo acompañada de una asistenta con una bandeja en la que había dos platos con algo de comida que no pude
identificar,
pero tenía buen aspecto.
Teresa le abrió un poco la máscara a Virginia, la parte de la boca y nos gritó que comiéramos antes de que se volvieran a llevar la bandeja con la comida.
Pude reconocer lo que era, parecía hígado, algo que no me gusta demasiado, pero había hambre y me tuve que aguantar.
Cuando me acabé la comida, fui la primera en hacerlo, Teresa nos retiró la bandeja pese a que a Virginia casi le quedaba la mitad por comer; la asistenta se llevó la bandeja y desapareció.
Pasados unos minutos en los que no ocurrió nada en especial, la enfermera regresó junto con otra asistenta que se quedó vigilando a Virginia, y entre la enfermera y Teresa me llevaron a una sala que parecía una pequeña clínica y donde había un montón de vendas de escayola colocadas y dispuestas para empezar a usarlas en mi cuerpo.
Teresa se fue unos minutos, mientras la enfermera me colocó un parche en uno de mis ojos, pero diferente a los del viaje, mucho más incómodo, pero me dejaba el otro ojo libre y también me colocó un collarín ortopédico y una mordaza de bola en
mi
boca.
Teresa regresó vestida de médico y con una sonrisa dijo que ya estaba todo listo para escayolar todo mi cuerpo...