Ainhoa (Parte número 3).

Tercera parte de esta nueva historia que estreno en exclusiva y que espero que sea del agrado de mis lectores a los que agradeceré sus comentarios.

Aunque me habían advertido de que allí estas cosas eran normales y sucedían con frecuencia, no me esperaba verme envuelta en un flamante caso de acoso sexual de una manera tan rápida puesto que, al llegar y mientras me trasladaba en autobús desde el aeropuerto a la ciudad en la que se encontraba el centro escolar, el varón que estaba sentado detrás de mí se levantó de su asiento y sin ningún disimulo, me colocó sus manos en las tetas y comenzó a sobármelas a través de la ropa. Su actitud me sorprendió pero reaccioné e intenté oponerme a sus propósitos mientras él, evidenciando que tenía práctica en ello, me iba abriendo la blusa a tirones con intención de dejarme el sujetador al descubierto. El joven que se encontraba sentado a mi lado me aconsejó que no opusiera resistencia y que me dejara hacer antes de apretarse con fuerza a mí hasta conseguir que la parte derecha de mi cuerpo quedara apretada a la chapa del vehículo. Después, me agarró los brazos con intención de inmovilizarme para facilitar al otro varón que pudiera introducir sus dos manos en mi sujetador y entrara en contacto directo con mis “peras” ejerciendo tal fuerza que me obligaba a mantener la espalda fuertemente apretada al asiento. No me atreví a gritar pero con la mirada intenté encontrar ayuda entre el resto de los viajeros que, demostrando estar hartos de presenciar espectáculos de aquel tipo, se limitaban a observarme con indiferencia o sencillamente pasaban de mí y de mis circunstancias y lo único que les importaba era verme lucir la “delantera”.

Una vez que el hombre situado detrás de mí logró levantarme el sujetador y dejarme las tetas al aire, me las mantuvo fuertemente apretadas con sus manos mientras incitaba al varón sentado a mi lado a que me las mamara lo que no tardó en hacer y recreándose tanto en ello que, a pesar de que me daba asco, terminé con las “peras” tersas y los pezones en órbita. Cuándo se cansó de chupármelas y de succionármelas se dedicó a observar al otro hombre que se deleitó moviéndomelas hacia arriba y hacia abajo antes de tirarme de los pezones con dos de sus dedos y de apretármelas con tal fuerza que me pareció que pretendía que, como las de una vaca, dieran leche. Al dejar de inmovilizarme los brazos y mientras me intentaba liberar del tío que se estaba deleitando sobándome la “delantera”, el joven que permanecía acomodado a mi lado aprovechó para bajarme la cremallera del pantalón que, a pesar de mis pataleos y de mi resistencia, me consiguió desabrochar y abrir para poder introducir su mano derecha en la braga de color rosa que llevaba puesta y tras obligarme de malas maneras a abrirme de piernas, me comenzó a magrear el “felpudo” pélvico y la raja vaginal antes de introducirme de golpe tres dedos para masturbarme de una manera frenética mientras me llamaba puta una y otra vez y me incitaba a echar mi “baba” vaginal.

Al llevar bastante tiempo sin orinar, mi vejiga se encontraba a rebosar por lo que, mientras mi joven compañero de asiento se deleitaba “haciéndome unos dedos”, expulsé mi “cerveza” al más puro estilo fuente. En cuanto se percató de ello me hizo levantar ligeramente el culo del asiento para proceder a bajarme el pantalón y la braga pero, cuándo lo logró, había empapado las dos prendas con mi abundante orina además de mojar mi asiento y el respaldo del asiento delantero y estar formando un buen charco en el suelo. Después de disfrutar viéndome expulsar la lluvia dorada, continuó recreándose con mi raja vaginal y con mi culo mientras me daba cuenta de que llevaba más de tres meses sin disfrutar del sexo y de que, al fin y al cabo, no me estaba disgustando lo que aquellos tíos me estaban haciendo por lo que dejé de oponer resistencia para permitir que, poco a poco, se fueran haciendo conmigo.

Luciendo unas tetas prietas y tersas y unos pezones sumamente erectos, el joven me despojó del pantalón y de la braga y bajo la atenta mirada del varón situado detrás de mi asiento, me hizo poner las piernas en los reposabrazos de mi asiento para obligarme a permanecer sumamente abierta y bien ofrecida con el propósito de que su olfato se fuera embriagando en la “fragancia” que despedía mi raja vaginal mientras volvía a efectuarme una intensa masturbación y unos enérgicos hurgamientos anales con sus movimientos de “mete y saca” y ambos tíos se deleitaban observando como echaba mi “baba” vaginal e iba llegando al orgasmo en medio de unas impresionantes contracciones vaginales.

Llegó un momento en el que mi más que perceptible humedad vaginal les hizo considerar que me tenía que encontrar lo suficientemente “entonada y fina” como para estar dispuesta a darles satisfacción por lo que me hicieron levantar de mi asiento con el propósito de que, con todos mis encantos al aire y el culo humedecido en mi micción, me desplazara con ellos hasta el final del autobús aprovechando aquel corto recorrido para propinarme cachetes y palmaditas en la masa glútea. Al llegar al fondo del vehículo el hombre que me había estado sobando las “peras” de una forma tan reiterada se quitó el pantalón y el calzoncillo y acostándose boca arriba en los asientos traseros, me ofreció su tieso cipote para que se lo chupara lo que me dispuse a hacer y bastante deseosa, al mismo tiempo que le acariciaba los huevos. En cuanto me doblé para poder efectuarle la felación, el otro varón aprovechó mi posición para “clavarme” entera y bien profunda su estrecha pero bastante larga minga por vía vaginal y procedió a joderme. Mientras me sobaba las tetas y me daba unas buenas embestidas me dedicó toda clase de improperios hasta que, con suma rapidez, eyaculó y depositó su copiosa “salsa” en el interior de mi chocho. Me encantó recibirla y me sorprendió notarla caer en tanta cantidad ya que pensaba que los varones orientales no daban unas lechadas tan espléndidas mientras el otro varón, ajeno a la descarga que se acababa de producir dentro de mi cueva vaginal, me cogía con fuerza de la cabeza para obligarme a incrementar el ritmo de mi mamada. Al ver que estaba a “punto de caramelo”, le dejé de sobar los huevos y le “taladré” el ojete con dos de mis dedos con intención de estimularle más con lo que conseguí que, segundos más tarde, me diera un excelente “biberón”. Después de echarme sus largas y portentosas descargas dentro del chumino y de la boca y de permanecer con su “nabo” en acción en mi interior hasta que perdieron la erección, en cuanto, casi al mismo tiempo, me lo extrajeron me obligaron a permanecer en el suelo quieta y con la cabeza baja mientras ocultaban sus atributos sexuales en el calzoncillo y el pantalón antes de que me hicieran permanecer bien ofrecida y con el culo en pompa en el pasillo del autobús para que se deleitaran realizándome un montón de hurgamientos anales con los que me forzaron de tal forma que, cuándo me sacaron los dedos para poder abandonar juntos el vehículo, estaban a punto de conseguir que defecara en público. En cuanto me repuse, me dediqué, en bolas, a localizar mi ropa para volver a vestirme con la blusa y el sujetador desgarrados y el pantalón y la braga empapados en mi orina. Bastante más tranquila, al descender del vehículo me di cuenta de que la experiencia me había resultado de lo más humillante y vejatoria pero que, como me encontraba a falta de sexo, me sentía complacida, relajada y satisfecha.

C o n t i n u a r á