Ainhoa (Parte número 2).
Segunda parte de esta nueva historia que estreno en exclusiva y que espero que sea del agrado de mis lectores a los que agradeceré sus comentarios.
Llevábamos varios años manteniendo una muy frecuente y frenética actividad sexual cuándo Alex comenzó a mostrarse bastante inestable en nuestra relación con unas épocas en las que, además de tener que chupársela con frecuencia, me solía joder un par de veces los días laborables y tres los fines de semana para, luego, pasar por otros periodos en los que no demostraba ningún interés sexual por mí durante diez o más días lo que, sin llegar a pensar que pudiera estar vaciándose con otras jóvenes, me llevó a permitir que llegara a convertirse en un auténtico cerdo al retozar conmigo y que se deleitara aún más en mostrarse sádico. Como, a pesar de ello, nuestra relación seguía siendo bastante inestable busqué nuevas experiencias y variaciones sexuales para poder llevarlas a cabo con él pensando en estimularle más para que, cada vez que me daba “tralla”, se comportara como un auténtico jabato.
Aunque a Alex no pareció entusiasmarle la idea aceptó que, unas semanas después de acabar mi carrera universitaria, le propusiera que buscáramos una vivienda en propiedad que se ajustara a nuestra economía con intención de residir juntos en ella y de plantearnos el contraer matrimonio el verano siguiente pero, al asistir a una cena con parte de las que habían sido mis compañeras de estudios, Alicia, una muchacha entrada en carnes y un tanto desesperada por ello, bebió más de la cuenta y comenzó a contar las andanzas de, como ella lo definió, un auténtico cabronazo que se había cepillado a un buen número de estudiantes en la facultad incluida ella, para lo que teniendo en cuenta su obesidad había que tener estómago, además de convertir el acogedor apartamento en el que residía en un “picadero”. No tardé en darme cuenta por las referencias que daba que se estaba refiriendo a Alex y cuándo algunas compañeras lograron hacerla callar y la indicaron que aquel chico era poco más o menos mi pareja, se la había “escapado” la suficiente información como para enterarme de que me había estado poniendo los cuernos al follarse a una parte del alumnado femenino de su facultad.
Como no quería dar crédito a lo que Alicia nos había contado en aquella cena decidí indagar lo que me permitió comprobar la veracidad de su información y llegar a enterarme de que Alex obligaba desde hacía varios meses a su hermanastra Lucia, que padecía ciertas deficiencias psíquicas, a visitarle en su apartamento con intención de efectuarle felaciones y de mantener relaciones sexuales completas con él. Pero lo que peor me sentó fue el saber que una noche que salió de juerga con sus amigos descubrió que Amaya, la progenitora de Elsa una de nuestras mejores amigas, se estaba prostituyendo. La fémina, madre soltera a la que habían logrado fecundar dos tíos distintos, estaba pasando por una situación económica difícil después de haberla echado de su trabajo por una reestructuración de plantilla y acuciada por las deudas, no había encontrado otra solución que la de convertirse en una golfa barata que, lujuriosamente vestida, ofrecía sus servicios a sus posibles clientes en los paseos existentes a ambos lados del río.
Al verla y después de enterarse de lo que Amaya estaba haciendo, Alex decidió pagarla para poder retozar con ella sobre la hierba a orillas del río con el morbo añadido que le supuso el joder a la madre de una de nuestras amigas. Quedó tan complacido que repitió la experiencia varias veces en el mismo lugar e incluso, para joderla con mayor discreción e intimidad, llegó a citarse con ella en la pensión a la que Amaya solía llevar a sus clientes.
Pero como entre Lucia y yo no debíamos de ser capaces de complacerle tanto como Amaya y Alex no estaba dispuesto a tener que seguir pagándola por disfrutar de sus encantos, la propuso que se abriera de piernas para él gratuitamente. Como el chico se encontraba muy bien “armado”, Amaya aceptó con la condición de que dejara de mostrarse tan sádico con ella y de que limitara al máximo el penetrarla por detrás pero, después de darla “caña” y de qué manera a diario durante la primera semana incumpliendo una y otra vez su compromiso, volvió a exigirle que la pagara por seguir abriéndose de piernas para él lo que a Alex le sentó muy mal y tras enfrentarse a ella, decidió chantajear a sus hijas Elsa y Victoria hasta lograr que se entregaran a él sin condiciones a cambio de continuar manteniendo en secreto que Amaya se prostituía en la calle. Desde entonces, se tiraba a su conveniencia a Elsa mientras que a su hermana Victoria, una cría que aún estaba cursando sus estudios colegiales, la obligaba a efectuarle felaciones prácticamente a diario con el propósito de darla “biberón” o de empaparla las tetas con su leche además de enjeretársela por el culo dos veces a la semana para desgastar a la joven mientras la obligaba a soportar el dolor y los continuos aprisionamientos intestinales que sufría la punta de su “herramienta” y a mantener bien apretadas las paredes réctales para poder disfrutar más mientras la poseía analmente.
Después de descubrir las continuas infidelidades de mi pareja y de hablar con Lucia, a la que Alex había conseguido convencer de que, a cuenta de sus deficiencias psíquicas, la única posibilidad que tenía de llegar a disfrutar plenamente del sexo era convirtiéndose en su esclava sexual, decidí romper con todo e iniciar una nueva vida. Como me suponía que aquí, con la crisis, iba a ser bastante complicado encontrar un trabajo acorde con la titulación que había obtenido tras cursar mis estudios universitarios decidí contestar a varias ofertas laborales que, más o menos relacionadas con mi carrera, se ofrecían fuera de nuestras fronteras. Dos meses más tarde llegó el desagradable momento de tener que separarme de mi familia, que fue lo que más costoso me resultó, para poder desplazarme y comenzar a trabajar en un centro escolar de cierto país asiático del que casi lo único que sabía era que estaba considerado un paraíso sexual.
C o n t i n u a r á