Ahora soy alguien nuevo
Me atreví y me encantó y ahora no puedo detenerme. Una historia real.
Y hay estaba yo con tres vergas encima, una entrándome por el culo, otra ensartada en mi vagína y una tercera palpitando sobre mi lengua y a punto de reventar. Tal vez era el alcohol, tal vez las ansias reprimidas o mi reciente pelea con Daniel, mi novio. La verdad no sé, solo sé que estaba gozando como nunca antes lo había hecho y hubiese dado lo que fuera porque ese momento se dilatará para siempre
Pero realmente todo empezó un par de días atrás.
Él grita, yo grito, ambos gritamos, las cosas vuelan, los insultos, los reclamos, la ira, el desprecio, el amor, que sé yo, un montón de emociones que aparecen justo cuando no podemos soportar más la tensión que se venía presentando hacía algún tiempo.
Yo amaba mucho a Daniel, había sido mi novio durante dos años casi. Había sido mi primer hombre, mi único hombre, mi primer amor, mi primera lucha, mi primer verdadero interés. Daniel había sido todo lo que una mujer desearía y yo tenía la suerte de estar junto a él.
Alto, rubio, inteligente, caballero, alegre, bondadoso, Daniel era el modelo de hombre y eso lo supimos yo y toda mi familia al conocerlo.
Pero las cosas se ven tan bien y de repente el mundo se vuelca al revés y todo se transforma en una rutina fastidiosa y un desespero, una constante pelea. No lo culpo a él ni me culpo a mí para ser justos, pero pienso que ambos pudimos haber hecho algo más para no llegar hasta aquel punto.
Esa noche me enojé mucho con él porque había quedado de llegar por mí para asistir al cumpleaños de una de mis mejores amigas a una determinada hora y llegó dos horas más tarde.
Yo me encontraba en mi casa con mi mejor amiga de toda la vida, Natalia, y ella presenció la tremenda disputa que se formó cuando Daniel, lleno de excusas y explicaciones que yo no quería escuchar, arribó para recogernos a ambas.
Lo saqué a patadas de mi casa, lo eché con un perro y sin quererlo le dije que lo nuestro había terminado, que no me buscara nunca más, que se olvidara de mí. Ahora lo lamento, lo traté muy mal entonces achacándole una infidelidad imaginaria mía. Todo producto de la rabia del momento, luego supe que debió quedarse a trabajar hasta tarde en la oficina.
Me llamo Mónica, tengo 19 años, soy estudiante de arquitectura, vivo en Bogota, Colombia. Tengo el cabello negro y largo, ojos negros también, piel blanca. Mido 1.70cm, tengo grandes senos y una buena cola, nalgas amplias y buenotas, acolchonadas como dice Daniel. Mis piernas son gruesas pero bonitas, fuertes y firmes como todo lo demás en mi cuerpo.
Me considero una mujer atractiva, me gusta sentirme atractiva. Sé lo que tengo y sé como utilizarlo para tentar a los hombres, aunque no lo haga seguido ya que respeto mucho a Daniel. Me gusta usar ropa ceñida y faldas cortitas. La naturaleza a veces me la juega doble y la brisa me ha hecho pasar momentos embarazosos con las prendas diminutas. No me considero una mujer fácil, tanta fidelidad por dos años lo respalda, aunque he estado bien atendida. Solo me considero de mente abierta. Y la mente abierta y el alcohol son una mezcla explosiva.
Todo mi panorama cambiaría radicalmente, estaba a punto de conocer a una nueva Mónica con una percepción distinta de las cosas.
Posteriormente a la pelea con Daniel, me eché a llorar entre los brazos de Natalia quien trató de consolarme. Todo mi mundo se venía abajo. Estaba vestida como una princesa para salir esa noche y me maquillaje azul oscuro se regaba por toda mi cara siguiendo el rastro de mis lagrimas.
Natalia me propuso que nos diéramos un baño y nos colocáramos la pijama, que nos acostáramos en la cama a ver películas y que esperáramos a quedarnos dormidas para olvidar todo lo sucedido. Pero yo no estaba dispuesta a permitir que Daniel me arruinara la noche y menos, la noche de mi amiga.
Me puse en pie, tomé una servilleta y me limpie el rostro, le dije a Natalia que tomara sus cosas, que esa noche saldríamos ella y yo solas a divertirnos como en los viejos tiempos cuando aun no conocíamos a nuestros actuales novios. Se sonrió y me preguntó a donde iríamos, le dije que no sabía, que de seguro no a la fiesta que pensábamos ir porque talvez allí estaría Daniel esperando para hablar conmigo y yo no tenía ni un ápice de ganas de verlo.
Tomé las llaves del auto de mi papá y nos montamos en él. Pusimos música y emprendimos la huída hacia la libertad de una noche que nos deparaba cosas increíbles.
Natalia llamó desde su celular a su novio, (buen amigo de Daniel), y le contó todo lo sucedido, le dijo que no llegaría a la fiesta a encontrarse con él porque yo la necesitaba más en este momento.
La ciudad estaba encendida, las luces disparaban destellos de neón para todos lados, cada letrero, cada aviso, cada valla, todo nos llamaba con los brazos al aire para acogernos es su seno rumbero. Decidimos estacionarnos en un lugar conocido ya.
Bajamos del auto con nuestra vestimenta insinuante. Yo llevaba un vestido completo, negro, ceñido al cuerpo, con una falda diminuta como era costumbre, un pequeño movimiento en falso y el mundo descubriría el blanco de mi tanga. En la parte de arriba el vestido se convertía en dos lazos de tela que se amarraban en mi cuello y que cubrían con ligereza en accionar desprotegido de sostén de mis tetas.
Natalia, aunque un poco menos insinuante, iba muy atractiva con un jean descaderado que se apretaba rigurosamente a sus hermosas nalgas. Arriba tenía una blusa ombliguera y un tanto de escarcha que se había echado en el pecho para brillar un poco más.
Natalia es más alta que yo, es más imponente y mucho más atrevida, aunque ninguna de las dos se presta para cualquier cosa, nos encanta ver hombres y hablar con ellos pero siempre respetamos a nuestros novios.
Entramos al lugar y la fiesta ya estaba prendida, en la pista bailaban cientos y las mesas parecían completamente copadas. Pero que se le niega a un par de mujeres bonitas. Obtuvimos de inmediato una mesa justo cerca de una baranda que daba a la pista. Teníamos todo el panorama en frente y a disposición. Pedimos un par de cócteles y junto a ellos una botella de buen vodka.
Salíamos a bailar entre canción y canción las dos juntas evitando al máximo el contacto atrevido de los hombres. Pronto perdí la cuenta de la cantidad de tipos que se acercaron a invitarnos una copa. No aceptamos ninguna.
Pero yo no siento eso de que las mujeres se pueden divertir en una fiesta sin hombres, me parecen tan indispensables para nosotras como nosotras para ellos. Así que con cada trago y con cada canción nuestras miradas alcanzaban miradas en diferentes puntos del lugar desde donde muchos caballeros saludaban galantemente.
Copa tras copa mi mente se fue perdiendo y con el paso de algunas horas, mis piernas se calentaban para seguir bailando cada vez más cerca de todo aquel que se acercara, era como si necesitara esa fricción que Daniel me daba todo el tiempo en la pista de baile.
Tres hombres llegaron a nuestra mesa, tenían un buen porte, eran guapos. Por lo menos los vi guapos con lo ebria que estaba, mi risa ya se desenfundaba tras cada mediocre intento de chiste y por un cuerpo ya veía hasta dos o tres más.
Los jóvenes se presentaron pero no recuerdo sus nombres, es más, solo recuerdo la cara de uno de ellos, el resto es completamente borroso en esos detalles, mi atención estaría centrada en algo más.
Bailamos con ellos hasta muy tarde. En principio se reservaban un poco al sonar de la música, pero luego de tomar más confianza nuestras partes intimas chocaban con fiereza, las manos se volvían aceitosas y se resbalaban hacia mis nalgas y mis senos con impresionante sutileza.
Ambas estábamos muy tomadas, ambas veíamos borroso y ambas sentíamos que todo estaba bien, nos reíamos y chocábamos las manos. Entre los tres hombres nos cercaban y todos hacíamos una orgía con ropa, sin besos, sin caricias profundas, solo con manos atrevidas que exageraban sus derechos al ser tan reciente la presentación de los caballeros.
Olvidé a Daniel y me perdí en el baile.
Recuerdo haber visto a Natalia levantarse de la mesa con dirección al baño. Uno de los hombres me tomó de la mano y yo me levanté como lo habíamos estado haciendo para ir a bailar toda la noche. Pero en esta ocasión me vi de repente en el parqueadero del lugar dirigiéndonos a una camioneta estacionada cerca de mi auto.
Recuerdo que subimos los cuatro, uno de ellos se acomodó al timón, otro subió a la parte trasera junto a mí y el tercero llegó corriendo de repente diciendo que era hora de irse.
La camioneta arrancó y no volví a ver a Natalia esa noche.
La mano del hombre que estaba junto a mí se poso sobre uno de mis muslos y recorrió un corto camino que lo llevó sin muchos obstáculos a tocar mi concha. Me besaba el cuello y yo me entregué a besarlo también, agarraba su pene aun dentro del pantalón y lo apretaba con la mano.
Me coloqué de medio lado y mi falda quedó de cinturón. Mi culo precioso en el aire llamó la atención del hombre que iba en el lugar del copiloto que se pasó enseguida para atrás.
Se acomodó a mis espaldas y mientras me agarraba ambas nalgas con una fuerza deliciosa, empecé a sentir como un trozo de carne con la punta húmeda comenzaba a dibujar un recorrido por sobre mi culo. Mi tanga voló de un tirón y se rasgó en dos.
Entre aquellos vibrantes besos y abrazos y caricias sexuales estuvimos como diez minutos hasta que la camioneta se detuvo de repente. Yo no sabía donde estaba y me importaba menos saberlo.
Me ayudaron a bajar y caminamos dentro de un monte. Uno de ellos extendió una manta en el piso y nos acostamos en ella.
Me encontraba boca arriba con el confuso color blanco y repetitivo de las estrellas. Me desnudaron por completo y mientras dos de ellos besaban mis pezones, el tercero separaba mis piernas a lo alto para alcanzar mi concha que ya regaba líquidos a discreción.
Solo se oían los chasquidos de sus lenguas sobre mi cuerpo y mis febriles gemidos de nueva zorra que por primera vez sentía tres bocas al mismo tiempo.
Me pusieron en cuatro y viví una nueva experiencia que por reticencia propia nunca había vivido antes. Uno de ellos se arrodilló en frente mío y sentí su glande tocar con delicadeza el contorno de mis labios. No lo rechacé como lo hice un par de veces con Daniel, no sentí asco. Solo abrí la boca y le permití entrar hasta donde quisiera. Lo recibió mi lengua, yo no sabía que hacer pero lo supuse todo, y al parecer a él le gustó.
Estando en cuatro, uno de ellos se colocó debajo de mí y me penetró por la concha. Era un pene gordo, más gordo que largo, pero entró con facilidad, se deslizaba de lo mojada que estaba yo, y lo disfrute como nunca antes había disfrutado nada. El sabor salado del pene del uno era algo nuevo, sabía delicioso y yo esperaba porque lo que obviamente regaría sobre mi garganta aunque todo parecía ser una sorpresa.
Pero no era todo para mí esa noche, faltaba la muestra firme que tumbaba mi teoría aquella que defendía que por detrás no podía entrar nada.
Sentí una lengüeteada en el ano y me retorcí por completo, me nalgueó por unos momentos y recibí un escupitajo con la dirección de un experto que estalló contra mi asterisco.
Al tocar a la puerta de mi culo, su pene se frotó un ratito antes de seguir adelante. Sentí miedo y dolor incluso antes de que pasara nada, pero mi cuerpo alcoholizado no estaba dispuesto a decir nada aquella noche. Era algo nuevo, el lugar era nuevo, el ambiente era nueva, la situación era nueva, el número de personas era nuevo, el pene en mi boca era nuevo.
Me la metió lentamente y yo sentí que me desmayaría del dolor, él nunca paró de empujar, lento pero seguro se fue perdiendo entre mi culo que temblando de nerviosismo y de dolor se abría más y más como un elástico.
Al sentir sus huevos golpear contra mis nalgas supe que aun vendría lo peor. Él no se fijo en cuanto dolor sentía yo, simplemente empezó a moverse de arriba abajo penetrándome con furia. Traté de moverme pero los otros dos me sujetaron. Uno extendió mis brazos haciendo que mi rostro tocara el suelo y el otro colocó sus piernas por encima de las mías.
Estaba imposibilitada y comencé a gritar. No esperaba que me encontraran, no quería que me encontraran, no quería irme de allí, quería seguir fornicando, era simplemente que me dolía mucho y mis gritos se expandieron sobre toda la montaña.
Pasaron los minutos y mi culo aceptó por fin lo que le ocurría. Los gemidos de los hombres empezaron a excitarme de nuevo y todo volvió a ser tan exquisito como tres platos de extrañas frutas afrodisíacas a la vez.
Uno por detrás, uno por delante y otro por la boca, debía ser un cuadro hermoso.
Gozaba como la puta más barata y empezaba a sentirme así, y me encantaba, me sentía sucia, vulgar, mentirosa, perra, y me encantaba. Mi culo ya latía de gusto y todo mi cuerpo parecía no resistir tanto goce.
Un chorro enorme de blanquecino semen, espeso y pegajoso se regó dentro de mi boca, estaba caliente y se sentía salado. Vacilé por unos segundos con él en la boca mientras el tipo caía de espaldas en el pasto. Lo toqué con la lengua, lo probé, lo pasé de lado a lado, hice burbujas con él mientras los otros dos no dejaban de taladrarme por detrás y por delante. Finalmente me lo tragué.
Es una sensación que nunca olvidaré, fue como tomar el liquido de la verdad que me abrió a un mundo de delicias que se trataban de lo poco premeditado de las cosas.
Mi culo también se llenó de semen y el que estaba en mi concha vino a terminar sobre mi cara. Nos levantamos y volvimos al auto, sentía el culo mojado y las nalgas resbalosas, varias gotas de liquido, no sé si de ellos o mío, bajaban por mis muslos.
Ya un poco más conciente de lo que estaba haciendo gracias a que la actividad me liberó un tanto de los efectos del alcohol, pude darme cuenta de lo que realmente se trataba todo lo que estaba haciendo. Pero como me gustó tanto, quise seguir adelante. No sabía que vendría.
Dos botellas de ron comenzaron a pasar de mano en mano por la camioneta, bebí tanto como había bebido en la disco y los efectos volvieron.
Me abracé a uno de los chicos que estaban conmigo en la parte de atrás y me senté sobre él, su pene se encajó de inmediato dentro de mí y empecé a saltar rápidamente. Otro me daba nalgadas y luego se encargó de lamerme un poco el ojete trasero.
Yo quería más y más y no aceptaba un no por respuesta.
Llegamos a una casa que nunca supe de quien fue y allí continuó todo, nos acomodamos en la sala y se turnaron mi cuerpo por varias horas, uno por detrás mientras otro estaba por delante y otro recibía una buena mamada de esta boquita virgen.
Me decían muchas cosas pero por todo el agite de la situación no recuerdo que era.
El asunto es que me vi a la mañana siguiente desnuda y con el pico de una botella incrustado en el culo. Amanecí acostada de lado. Los chicos también estaban allí. Dos estaban sobre un par de sillones dormidos y el otro se encontraba en el suelo cerca de mí.
Busqué por varios minutos mi ropa por todo el lugar tratando de no caerme del mareo y del dolor de cabeza que no me dejaba caminar. Vi un reloj y eran las cuatro de la tarde y por mi memoria pasaron unas fugaces escenas de un hermoso amanecer mientras besaba el pecho de uno de los chicos.
Como mi ropa interior fue destrozada y nunca la encontré, debí conformarme con ponerme solamente el diminuto vestido aquel. Me puse los zapatos y traté de despertar a los muchachos pero ninguno me atendió.
Y es que volviendo a la realidad, había pasado ya mucho tiempo desde que había salido de mi casa y todos deberían estar preocupados por mí. La búsqueda de mi celular fue infructuosa también.
Salí del lugar y me encontré con que estaba por las afueras de la ciudad. Me planté en la calle y esperé por un taxi que nunca llegó. Debí pues volver a la casa y llamar uno que me cobró un dineral para llevarme hasta mi casa, eso, aparte del montón de miradas lascivas del taxista que no escatimó esfuerzos para alcanzar a ver algo en mi entrepierna.
La lucha con la silla para evitar que el tipo escudriñara con la vista en mis partes me cansó tanto que en un determinado momento me acomodé y me importó un bledo lo que pudiera o no pudiera ver. Por como se puso su cara parecía poder ver todo. Hay estaba la nueva Mónica con ansias de placer.
Todo el asunto de mi ausencia causó un revuelo enorme en casa. Cuando llegué me estaban esperando Natalia, Daniel, mis padres, mi hermana y dos amigos más, todos enterados de que me había subido a una camioneta con tres extraños que habían estado manoseándome toda la noche mientras inundaba mi cuerpo de alcohol.
No di ninguna explicación y dije que todo estaba perfectamente, que simplemente había seguido festejando por ahí
Esta historia es real, me sucedió el pasado 10 de septiembre del 2004. No sé quienes eran los chicos y no he vuelto a saber de ellos. Daniel y yo volvimos después de cortar por lo que pasó pero el no se imagina todo lo que he cambiado.
Gracias por leer mi experiencia y espero que les haya gustado, aun hay muchas más.
Si tienen algún comentario me pueden escribir a mi correo. monicaloxxx@latinmail.com