Ahora serás tú
Continuación del relato "La deuda". En esta ocasión, el chantaje afectará a otro miembro de la familia, para horror de Sara. Pero no sólo el director, Robert, disfrutará de la ocasión. Fantasías del pasado serán cumplidas en esta entrega..
Le encantaba deslizarse por el agua. Estaba fría pero no le importó. Eso animaría a que su cuerpo siguiera nadando. Inspiró aire y se hundió en el agua, deslizándose hacia el fondo. Gracias a sus gafas de buceo, observó los cuerpos que se mantenían en la superficie.
Una brazada, un impulso de una pierna, otra brazada, otro impulso de la otra pierna. Todas eran chicas jóvenes. Cuerpos jóvenes que se entrenaban. Unas para tener una figura atractiva, otras por placer al deporte.
¿Cuántas ya habrían tenido relaciones? ¿Cuántas esconderían tras sus bañadores unas vaginas depiladas? ¿Tendrían algún tatuaje en sus nalgas? ¿Piercings en los pezones?
Buscó con la mirada y encontró su objetivo: una chica con el bañador rosa. Constaba de una sola pieza.
Nadó hacia ella y la observó más de cerca. La chica mantenía un buen ritmo y parecía infatigable. Llevaba ya cuarenta minutos nadando. Emergió a la superficie y nadó. Tendría que seguir vigilándola.
Le desagradaba no poder nadar desnuda. Cuando era adolescente, solía nadar así en la piscina de sus padres, en el campo. Le había sentirse tan libre Tras aquello, se tumbaba en el césped para tomar el sol, llevando únicamente unas gafas de sol. El Sol calentaba su cuerpo...y su sangre.
Tanto que acababa masturbándose, fantaseando con algún chico, deslizando una mano por sus pechos juveniles, tocando con una yema sus pezones erectos, y finalmente bajando por su vientre plano y pasando un dedo por su rajita, tras sentir en la palma de sus dedos la caricia de su vello púbico rubio. ¿Por qué lo hacía?
Ahora sabía la respuesta. Le gustaba el sexo. Y aquel gusto chocaba de bruces contra la educación que había recibido. Solía ser una chica tímida, paciente y calmada, un calco de la personalidad de su madre. Ahora entendía que aquello era una máscara.
La joven se deslizó hacia el borde de la piscina, y ella la siguió. La chica se acercó hacia su toalla, la cogió y secó un poco su cuerpo. Marta la imitó. La joven tenía un cuerpo definido. Se parecía mucho a su madre. Tenía sugerentes curvas y era más alta que ella. Su cabello le llevaba por los hombros y era liso, de color oscuro. La chica, sin saber que era observada, se encaminó hacia las duchas, seguida por Marta.
Su bañador se pegaba a su cuerpo, revelando la raja de su culo y unas nalgas carnosas.
Recordaba su entrevista de trabajo. Había llovido aquel día, mojándose bajo la lluvia al no poseer un paraguas. Incluso su carpeta se había mojado. Marta había maldecido su suerte mil veces. Necesitaba aquel trabajo. Lo necesitaba. Por eso, se decidió a ir a la entrevista, pese a su apariencia. Era un pálpito.
La entrevista había sido tensa. Ella estaba muy nerviosa y el director tan calmado. La mirada de él la turbaba. Era una mirada penetrante y fría, mostrando el mismo interés que si observara un objeto. Entonces él le dijo que no la aceptaba. Ella rompió a llorar. ¿Fue una estrategia? Marta así lo creía. Viendo que su sueño se rompía, se agarró a la única posibilidad que le quedaba: su cuerpo. Fue ella la que se ofreció. "¿Seguro que no quiere contratarme?"-le había preguntado, mordiendo un labio y pasando al descuido una mano por su melena rubia. Fue entonces cuando entendió el brillo que había visto en la mirada de aquel hombre. Deseo.
La joven se colocó ante una de las taquillas y cogió sus utensilios de baño. Con la toalla al hombro, se cruzó por delante de una mujer rubia de ojos verdes y se introdujo en una ducha. Corrió la cortina y dejó la toalla colgada en la pared. Aquel día había sido agotador. Se había esforzado con saña. Se deslizó los tirantes del bañador y se desprendió de él. Abrió el grifo de la ducha y dejó que el agua caliente se deslizara por su piel.
Cerró los ojos, disfrutando de aquello. Era tan relajante. El contacto del agua le hacía olvidar los problemas en casa. A su madre llorando, cuando no se encontraba papá en casa. A su madre, follando con un hombre que no era su padre, en el sofá, cuando se creía ella que la casa estaba a solas. A ella misma, excitándose con aquello y mojando sus braguitas...
Sus manos se deslizaron por su piel hasta sus senos, agarrándolos. Para sus 17 años, sus senos eran más grandes que los de la mayoría de sus amigas, provocando la envidia de muchas. Estaban algo caídos, pero aquello no le importaba. Eran tan tersos y esponjosos. Sus pezones le hicieron cosquillas en las palmas de la mano y la imagen de aquel hombre, sentado en el sofá, mientras su madre se arrodillaba ante él y le hacía una mamada, cruzó por su mente.
En su mente, ella era descubierta y su mamá, desnuda, caminaba hacia ella y la cogía de la mano, llevándola ante él. Ella miraba fascinada su polla erecta y dura, y se sorprendía pasando su lengua por un labio. Se colocaba ante él, tan cerca que si agachaba un poco su espalda, podría agarrar su miembro. Su mamá, Sara, le bajaba el pantaloncito del pijama y sus braguitas blanquitas, y la invitaba a sentarse sobre aquel pene. Y entonces ella lo cabalgaba, gemía con fuerza y su madre sonreía...
Abrió los ojos, sorprendida, y descubrió que había deslizado una mano hacia su vagina. Pero lo que hizo que se sobresaltara fue sentir dos manos de dedos largos sobre sus senos.
-¡Qué demon...!-exclamó ella pero una mano silenció su boca. Sintió tras su espalda el contacto de dos pezones duros que se clavaban en su piel.
-Vaya, qué hermosa eres-acarició una voz su oído. Ella se debatió pero aquella mujer la inmovilizó contra una pared.
-Escucha atentamente-le dijo y Marta le explicó el pacto entre el director y Sara. La chica, a medida que escuchaba aquello, dejaba de debatirse y finalmente incluso Marta pudo dejar de tapar su boca y de inmovilizarla. La chica tenía los ojos abiertos y permanecía muda, mirando las losas blancas de la ducha.
-Y eso no es todo-dijo Marta, con una risilla-ahora eres tú la que entras en el pacto-añadió, pasando una mano por una de sus nalgas carnosas. La joven se volvió hacia ella, con los ojos y la boca abiertos, espantada y sorprendida. Marta bajó sus ojos, observando su cuerpo. Guiñó un ojo y sonrió.
-Le gustarás-dijo-ponte el traje de baño y sal.
La mujer rubia salió de la ducha y la dejó a ella sola, asimilando la situación. No podía ser verdad, pero aquello justifica la actitud de su madre y la presencia de aquel hombre en su casa. Sara les había dicho que había tenido un accidente con el coche, pero les había asegurado que estaba solucionado.
Se sentía horrorizada pero pensó que si aquel hombre se centraba en ella, quizás su madre no tendría que sacrificarse más. Si ella conseguía satisfacerlo, le pediría que no abusara más de su madre. Respiró hondo y se vistió.
La mujer rubia ya estaba vestida y la esperaba. Llevaba unos pantalones vaqueros cortos y una camisa verde abotonada. Su cuello era adornado por un pañuelo de seda.
-¿Tengo que salir así a la calle?-preguntó en un susurro, tras cerrar su taquilla y sin mirarla.
-Él lo quiere así, estás muy mona en traje de baño-contestó ella-tranquila, está esperando en la puerta.
La chica se calzó las chancletas y caminó detrás de Marta. Por suerte, no se cruzaron con nadie por el pasillo y en la entrada no se encontraba el viejo guarda.
Fuera, esperaba un coche deportivo que resultaba familiar a la chica. Marta abrió la puerta trasera del coche e invitó a Ana a entrar. La mujer rubia se sentó en el asiento del copiloto.
-Hola, Ana-saludó un joven muchacho que era el conductor.
-¡Marcos!-exclamó ella, sorprendida. Se oyó un clic y las puertas se bloquearon. El joven inició la marcha y aceleró el coche, arrojándose a las calles de la ciudad como un lobo hambriento persiguiendo a una oveja.
-Siempre te he dicho que la natación es un ejercicio físico muy bueno-comentó el muchacho-pero es porque me pone mucho que las tías lleven trajes de baño o bikinis.
-Tú no eres él,¿verdad?-dijo la chica, ignorando su comentario y visiblemente enojada.
-Pero soy su hijo-añadió él, sonriendo.
-¿Qué me vas a hacer?-preguntó ella, con una voz temblorosa. Su expresión de miedo excitó un poco a Marcos.
-Ya lo verás...o mejor dicho, lo sentirás-respondió él, girando por una calle de forma temeraria.
-La próxima vez que hagas eso te doy un tortazo-le reprochó Marta.
-Ana, querida, quiero ver tus tetas-dijo él, mirándola a través del espejo retrovisor. Sus ojos pequeños, burlones y pardos observaron como la chicas bajaba los tirantes y dejaba descubiertos sus senos. El joven suspiró. Había soñado tantas veces con aquello...
-¿Eres virgen?-preguntó él.
-Sí, lo soy-respondió ella precipitadamente, sintiéndose ofendida.
-Pronto dejarás de serlo-dijo él, riendo para sí.
Se detuvieron ante un semáforo y el joven bajó las ventanillas traseras, cuyos cristales estaban tintados.
-¿Qué haces?-preguntó Ana, tapándose los senos.
-No los tapes-ordenó él, sonriendo.
Ana comprobó que la calle tenía un solo sentido y que los peatones podían verla, desde la acera. El chico se divirtió cuando un grupo de adolescentes vieron que la chica poseía las tetas al aire. Eran cuatro chicos, que no dudaron en acercarse y sacar fotos con sus móviles. La quinta miembro de la pandilla permaneció inmóvil en la acera, con la cara espantada y tapándose la boca.
Ana les dirigió una mirada de odio, mientras obedecía la nueva orden del joven: agarrarse los senos y soltar un gemido ligero. Sólo notó la presencia de la chica cuando el coche volvió a acelerar.
-Lucy-susurró ella, horrorizada mientras la ciudad pasaba a toda velocidad
-Ya queda poco-comentó Marta.
Finalmente, el joven aparcó el coche enfrente de una campo. Marcos bajó del coche y se encaminó hacia la entrada. La abrió y los tres se dirigieron hacia la piscina, alejándose la casa amarilla, de amplias ventanas y de una planta que se erigía en el centro del campo.
-¿Dónde prefieres perder la virginidad, en el agua, en el césped o en una tumbona?-preguntó Marcos.
-Me da igual-respondió ella, con cierta desgana.
-No te pongas así, chiquilla, este es un momento muy bonito en tu vida-dijo él-o eso dicen-añadió, burlonamente.
La chica observó con detenimiento al joven. Marcos era de su misma edad. Era un chico alto, con las facciones del rostro duras, pelo corto y oscuro con mechas rubias y con el flequillo engominado. Sus labios eran finos y su cuerpo estaba fortalecido por el ejercicio físico. Durante mucho tiempo, habían sido amigos. Hasta que él se declaró a ella y Ana lo rechazó.
Entonces había conocido al verdadero Marcos. Engreído, vanidoso, orgulloso, tozudo y vengativo. Nada que ver con el encantador joven que ella había conocido.
El joven se acercó a Ana y acarició su mejilla. Ella aguantó su caricia de mala gana.
Marta, mientras, se había desprendido de su ropa y nadaba desnuda en la piscina, relajándose.
El joven sopesó los senos de Ana y los acarició, tocando con la yema sus pezones rosados, que ya estaban erectos. Marcos aproximó su rostro al de ella y la besó en los labios.
-Me gusta besar tus labios-comentó él-pero, ¿qué tal si abres tu boca?-le preguntó, pellizcando el pezón izquierdo y provocando en la joven un gemido de dolor.
Ana obedeció y jugueteó con la lengua de Marcos en su boca. El joven se separó de ella y observó como sus dedos se hundían en los pechos de Ana. Marta se deslizó fuera del agua y colocó junto a una tumbona un maletín.
Marta era esbelta, delgada y hermosa. Sus nalgas eran redondas, sus muslos prietos y los pechos eran más pequeños que los de Ana.
Los
pezones eran puntiagudos y sus aureolas más pequeñas que las de la joven. Ana observó el balanceo de sus senos y su vagina depilada, cuando Marta se aproximó a ellos.
Marcos notó la presencia de la rubia y dio un ligero azote a sus nalgas. La rubia sonrió, y besó a Marcos suavemente en los labios. Pero su objetivo era ella: Ana. Se volvió hacia la joven y lamió el lóbulo de su oreja, provocando en la joven un estremecimiento.
-¿Alguna vez te ha tocado una mujer?-le preguntó al oído, con un susurro. Las manos de Marta ascendieron hacia sus pechos, amasándolos. Ella era más delicada que Marcos. Ana negó con la cabeza ligeramente.
La rubia la mordió suavemente en el cuello, y deslizó su lengua por él, trazando círculos aquí y allá. Ana casi cierra los ojos para disfrutar mejor de su caricia.
-Ven-le susurró ella, y guió a la joven hasta la tumbona, junto al maletín. Marcos las siguió.
La rubia sentó a Ana, con las piernas cruzadas en la tumbona. Marta deslizó una mano por su cuello, atrayéndola hacia ella y la besó en los labios. La joven abrió su boca y acogió su lengua, sediante de probar su sabor. Inconscientemente, Ana atrapó con una mano un pecho de Marta y lo apretó.
-Eso es, Ana, déjate llevar-susurró ella en su oído. Marcos se aproximó a ellas y Marta se volvió hacia él. Miró a Ana a los ojos mientras bajaba los pantalones de Marcos. Un bulto enorme se apreciaba en los calzones de Marcos. La rubia cogió una mano de Ana y la besó. Chupó su dedo índice, sin dejar de mirarla a los ojos. Y luego, llevó su mano hacia el pene de Marcos.
-Mmm-murmuró Marcos, cuando sintió la presión de la mano de Ana contra su polla. Marta volvió a besar a la joven, mientras presionaba la mano de ella. La deslizó arriba y abajo, forzando a que la joven notara el tamaño de su pene. Su otra mano atrapó un pezón de Ana, y lo hundió y pellizcó levemente.
-¿Quieres chupársela?-preguntó Marta en el oído de Ana. No hubo contestación. Marta se agachó y abrió el maletín. La joven dejó de apretar la polla de Marcos y miraba a la rubia. Marta tanteó el interior y finalmente encontró lo que buscaba.
Lo ocultó en su mano y se irguió. Volvió a besar a la chica y dejó que ésta apretara sus dos pechos. Parecía que la joven tenía un instinto de lesbiana latente en su interior.
Marta deslizó la mano que guardaba el objeto por el muslo de la chica. Ana estaba concentrada besando y devorando su boca. Pero abrió los ojos, sorprendida, al notar que la rubia deslizaba por debajo de su bañador en dirección a su vagina, una especie de moneda ancha con bultitos pequeños en sus bordes.
Ana intentó impedirlo pero las manos de Marcos atraparon las suyas.
-¿Qué es eso?-preguntó ella, temblándole la voz. Aquella cosa estaba fría y la rubia terminó de colocarlo. Marta sonrió y apretó el objeto, por fuera del bañador.
-Algo que te ayudará a pasarlo bien-contestó ella. La chica se estremeció ligeramente al sentir que el objeto empezaba a vibrar. Su bañador lo oprimía contra su vagina y aquellos bultitos se clavaban ligeramente contra su rajita y se ocultaban.
Marcos juntó las manos de Ana y la rubia las ató, por encima de su cabeza. La rubia se apartó, permitiendo que fuera Marcos quien se apoderara de sus senos.
-Me encanta tus pechos, no sabes cuantas pajas he dedicado a tus tetas-comentó él, besando sus senos y lamiendo sus pezones.
Ana no apartaba la mirada de la rubia, la cual, de pie, deslizaba una mano por su raja. Y aquella cosa seguía vibrando. Ana se mordió ligeramente un labio. La rubia sonrió.
Marcos intentó juntar sus pechos, apretó sus pezones entre los dientes y los succionó. Luego, besó sus tetas y las hundió con las manos.
-Dime, Ana, ¿quieres chupársela?-volvió a preguntar la rubia. Los ojos de lujuria de Marcos horrorizaron a Ana, y negó enérgicamente con la cabeza. El joven apretó el botón y la vibración aumentó.
Ana se estremeció, al tiempo que sentía que un nuevo bulto, más ancho que los demás pero del mismo tamaño, se hundía en su rajita levemente. El bulto se deslizaba de arriba hacia abajo, rozando su clítoris.
Marcos volvió a atrapar la boca de Ana entre sus labios y la besó con cierta pasión. La chica ahogó un ligero gemido en su boca.
-¡Tu primer gemido conmigo, Ana!-exclamó el joven, riendo.
-Ya...basta-susurró ella,intentando alejarse de él.
-Sabes que no, querida-contestó la rubia, atrapando su boca mientras Marcos volvía a lamer sus pezones.
Los ojos verdes de la rubia eran tan bonitos e irresistibles. La joven devoró con cierta ansia la boca de ella, y luego, mordió ligeramente el lóbulo de su oreja.
-Tócame...ahí-le pidió ella. La rubia se alejó y soltó una risa, al tiempo que volvía a sumergirse en el agua.
-¿Quieres chupármela, Ana?-preguntó Marcos. Ana se sentía excitada, su vagina estaba húmeda y ansiosa, su corazón latía con fuerza y su respiración se hacía más rápida. La chica se sorprendió a sí misma afirmando con la cabeza.
El joven soltó un silbido entre dientes y dejo que fuera ella con los dientes quien bajara sus calzones. A la joven le costó pero finalmente los deslizó hacia sus rodillas, observando la polla erecta de Marcos.
Marcos aproximó su polla hacia la boca de Ana. Los ojos de ella se clavaban en su miembro y abrió ligeramente su boca. Marcos había soñado tantas veces aquel momento...
-Así es, Ana, besa la puntita y metétela ligeramente en la boca-susurró él. Sentir los labios de Ana en su polla era algo tan excitante. Su polla dio un ligero respingo.
-Mmm-gimió ligeramente ella. Ana cerró los ojos y pasó su lengua por el tronco de su polla. La chica, pese a ser virgen, parecía que sabía lo que hacía. Quizás ya le había comido la polla a algún chico. Marcos se sintió un poco celoso.
-Eso es, las bolas también. Lámelas, así, aaasí, lame la puntita, juega con tu lengua ahí, oooh, síi.
-Aaah- gimió la chica, un poco más alto. Aquel vibrador la estaba poniendo muy cachonda. Su clítoris clamaba ser tocado, su vagina se humedecía más y más. Y aquella polla parecía tan irresistible...
-Sigue, bien, bieen. Eso es, mételo y sácalo, cuidado con los dientes, aah síi, eso es-murmuraba Marcos, disfrutando del momento.
-Tócame tú... o eeella, mmm-mumuró Ana, lanzándole una mirada suplicante. El joven soltó una carcajada.
-Aún no, Anita-negó Marcos. La joven soltó otro gemido.
-Túmbate-le ordenó él.
Ana obedeció y separó ligeramente sus piernas. El joven extrajo un cuchillo del maletín y la chica se asustó un poco.
-No te haré daño-le prometió él. La joven observó como Marcos cortaba el triángulo de su bañador rosa, dejando a la vista su vagina. El objeto se deslizó por su raja y cayó en la tumbona. La joven gimió, angustiada. Necesitaba aquel objeto.
Marcos alzó el triángulo y lo olfateó.
-Huele a ti-comentó él, y lo tiró al suelo. Deslizó su mano derecha por el monte de Venus de la joven y bajó su rostro.
-Me lo había imaginado depilado pero me gusta así-comentó él, pasando su lengua por el vello púbico castaño de ella. No lo tenía recortado pero no era abundante. Rizadito y mojado. Su lengua llegó a la raja, que ya estaba húmeda y la abarcó.
-Así, Marcos-susurró ella, moviendo ligeramente su cintura.
El joven pasó un dedo por su raja, observando como los labios de ella se separaban al paso de su dedo. Encontró un capuchón rugoso y sonrió. Lo acarició con la yema del dedo y trazó círculos alrededor de él.
-Mmmm-gimió ella, apretando sus labios. Marcos guiñó un ojo a Marta y ésta salió del agua, chorreando agua. Se acercó y cogió dos pinzas de la ropa. Las lamió con deleite, deslizando su lengua a lo largo de ellas. Ana observaba su lengua y se relamía los labios.
Marta inclinó su rostro para besar la boca de Ana mientras colocaba las pinzas en los pezones, para apretarlos. La chica ahogó un gemido en la boca de la rubia.
Marcos se levantó, y Marta se arrodillo ante él. Cogió su polla con una mano, meneándosela, mientras cogía el vibrador y apretaba el botón, aumentando la velocidad. La chica escuchó el ligero zumbido de la vibración y soltó un gemido, impaciente. Marta colocó el objeto en su raja y lo deslizó por ella.
-Aaah-gimió Ana. Marta engulló la polla de Marcos. Aunque era joven, su polla no era tan dura como la de su padre. Y era más pequeña. Pero jamás se lo diría.
-Mi rubia preferida-susurró Marcos mientras Marta chupaba la punta de su miembro. Los gemidos de Ana aumentaban de intensidad.
-Va siendo hora de que pruebes su coño-opinó Marta, apartando el objeto y lamiendo la raja de la joven.
-Creo que sí-afirmó Marcos, sonriendo-colócala a cuatro patas.
Marta cogió la cuerda que apresaba las manos de Ana y obedeció la orden de Marcos. Ana parecía ligeramente asustada. Marcos rompió otro trozo de su bañador, liberando sus nalgas.
El joven pasó un dedo por su raja, y lamió su dedo.
Marta acarició el pelo de Ana, recordando su primera vez con el director. Ella también se asustó cuando vió la polla del hombre. Marta se sentó delante de Ana, con las piernas separadas. La chica tenía la vagina de Marta tan cerca...
-Chupa, querida-dijo Marta. Ana bajó su mirada y sacó su lengua, pasando su puntita por la raja, como si estuviera probándola. Mientras, Marcos penetraba a Ana con dos dedos. Su otra mano acariciaba sus nalgas.
-Eso es, Anita, eso es-dijo Marta.
-Aaah-gimió Ana. Marcos estaba excitando su clítoris y estaba tanteando su punto G con dos dedos.
-Eso es, jovencita, disfruta... mmmm-comentó Marta mientras Ana lamía con más intensidad su vagina.
-Oooh, síiii-gimió con más fuerza Ana, cerrando sus ojos. La joven hundió su rostro entre los muslos de Marta y la penetró con la lengua, intentando sofocar los gemidos.
-Tu primer orgasmo conmigo, Ana-exclamó el joven, sonriendo.
Marcos cogió su polla con una mano y la guió hacia la entrada. Su rajita era más estrecha que la de su mamá pero se adaptaría a su polla. Aún recordaba el cuerpo desnudo de Sara. Poseía un cuerpo maduro mientras que Ana se encontraba en la flor de la juventud. Y virgen... Marcos no se lo podía creer.
Se sentía eufórico. Siempre se había excitado imaginando a Ana desnuda, o recreando en su mente la visión de la joven desnudándose y abriendo sus piernas para él. Ella lo llamaba, susurraba su nombre, se restregaba contra la cama. Y él la follaba salvajemente...
El culo de Ana le incitaba. Y sus gemidos eran un reclamo claro. El joven colocó su miembro entre los labios y lo hundió levemente. La chica tensó la espalda, sintiendo como aquello la penetraba.
-Tu coñito es un volcán, Ana-opinó Marcos. Ana se encontraba lamiendo los senos de Marta, atrapando un pezón y succionándolo como si fuera un bebé hambriento.
Marcos la penetró un poco más e inició un ligero mete-saca. Masajeó las nalgas de la joven y les dio un leve azote.
Ana gemía levemente mientras lamía los pezones de Marta, que se encontraba de rodillas ante ella. Marcos la hundió un poco más y topó con una resistencia. Así que era verdad que era virgen. Empujó más y sintió que la resistencia se desvanecía. Ana gimió con más fuerza, posiblemente de dolor. Marta lanzó una mirada de advertencia al joven.
Marcos volvió a iniciar el mete-saca. Detestaba que su padre siempre enviara a Marta para vigilarlo en sus correrías. Parecía que su padre no se fiaba de él. Y Marta lo vigilaba, pero también le daba mucho placer y jugaba con sus víctimas. Por eso, aceptaba su presencia.
-Aaah-gimió Ana. Marcos trazó círculos con su polla dentro del coñito de Ana y ésta se aferró a los hombros de Marta, besando su boca con desesperación.
-Mmm, aaah, aaah, oooh, síii-gemía Ana. Marta se levantó, y colocó a Ana boca arriba. Marcos sonrió y separó los muslos de Ana.
-Fóllame, por favor, fóllame-pedía ella. Su boca entreabierta, su mirada anhelante, aquel brillo de deseo en sus ojos...Marcos no se hizo de rogar. Se acomodó encima de Ana y volvió a penetrarla.
No besó a la chica y colocó sus manos a los lados del cuerpo de Ana. Así podía escuchar sus gemidos, observar su rostro ansioso de placer, sus senos moviéndose con sus embestidas y aquellas pinzas que apretaban sus pezones.
-¡Aaah! ¡Asíii, Marcos, asíii, mmmm!-gemía ella. El chico aumentó las embestidas. Ana aferró las nalgas del chico con sus piernas, profundizando la penetración.
-¡Mmm! ¡Sigue, sigue, sigueee! ¡Oooh!-gemía Ana. Marta agarraba la cuerda que aprisionaba las manos de Ana y sonreia al ver a la chica.
-¡Ohhh, síii!-exclamó ella, mordiéndose un labio. El mismo gesto que su madre. De tal palo, tal astilla.
-¿Quieres correrte, Ana?-preguntó Marcos.
-¡Oooh, síi! ¡Quiero..mmm... correrme! ¡Oooh, quiero follar, mmmm aaah...síii, síi, máaas. Me vengo, me veeengo, oooh!-exclamó la chica, poniendo los ojos en blanco. Ana sonrió ampliamente y Marcos salió de su interior.
La rubia le colocó en la boca una pelota de goma, que llevaba dos correas. Era grande y le ocupaba casi toda la boca. Ana abrió los ojos sorprendida y Marcos ajustó la correa tras su cuello. Con aquello, Ana no podía cerrar la boca ni hablar. Marcos sonreía y la rubia reía. Algo no le gustó a Ana.
Y entonces lo vió. Un hombre de cincuentitantos años, desnudo, llevando una cadenita en su mano derecha y trasportando a su mamá, que estaba desnuda, a cuatro patas, como si fuera un perro.
Ana, espantada, intentó avisarla, decir algo a su mamá. Se debatió contra las cuerdas pero era inútil.
-Escucha esos gemiditos y murmullos. Te he preparado a una zorrita como tú, quiero que la folles porque si no lo haces, te castigaré-le explicó el hombre, sin dejar de mirar a Ana.
Ana negaba con la cabeza, horrorizada. El director dió un leve tirón a la cadena y Sara se levantó. Llevaba una venda en los ojos y en su cintura un cinto con un vibrador rosa que estaba zumbando levemente. Sus senos estaban marcados por dientes.
-Sí, amo-respondió ella, sumisa.
Marta colocó a Ana a cuatro patas, dando la espalda a su mamá. La joven se moría de vergüenza. Marcos agarró los senos de Sara y ésta meneó un poco la polla del joven.
-¿La reconoces?-le preguntó Marcos.
-Oh, sí, amo, es tan deliciosa-comentó ella, sonriendo. Marta llevó a Sara hasta la tumbona. Ana sintió las manos suaves de Sara acariciando sus nalgas. Su madre cogió el consolador con una mano y lo pasó por la rajita de Ana.
Marta se lanzó al agua, siendo perseguida por el director. Marcos se quedó allí un rato, contemplando el espectáculo. Ana lo miraba con una mezcla de odio y placer.
Sara tocó el clítoris de su hija con un dedo. Ana dio un respingo y gimió. Su madre sonrió. Lo estimulaba, trazando pequeños círculos alrededor de éste. Con la otra mano, siguió deslizando el vibrador por su rajita.
El director atrapó a Marta en las escaleras de la piscina, y se sentó. Marta lo empezó a cabalgar, observando a Ana y a Sara. Ambos en silencio, contemplando a la madre y a la hija.
Marcos acercó su polla a Ana y ésta la agarró con una mano, meneándosela. Aquel estúpido debía de estar disfrutando mucho, pensaba Ana. Pero todo lo hacía para evitar que su madre hiciera cosas como la que estaba haciendo.
Su madre sabía tocarla pues pronto Ana entrecerró los ojos y gimió con intensidad. Sara seguía castigando su clítoris y empezó a penetrarla con el vibrador. Le lanzó una cachetada a las nalgas, que provocó un gemido en Ana.
-Mmmm-gimió Ana, observando a Marta cabalgando al director. Ésta empezó a gemir. El director besó sus hombros.
Sara profundizó y pronto empezó a empujar y sacar el vibrador. Ana gimió más mientras aumentaba la velocidad de la paja a Marcos. El chico sonreía, satisfecho.
-Mmmm, mmmm, mmm-murmuraba Ana. Su madre alteraba la velocidad de las embestidas. Y la vibración del vibrador la ponía a cien.
-Mmmm, mmm, mmmm-gimió con más fuerza ella. Sara volvió a azotar sus nalgas.
-Eso es, Sara, dale duro-dijo Marcos.
Sara obedeció y aumentó el ritmo. Era frenético y Ana no aguantaría mucho más. Sentía que un orgasmo se acercaba.
-Mmmmm-gimió con más intensidad ella, sintiendo que los músculos de su vagina se contraían.
-Ohh, síii-gemía Marta, besando al director en la boca. Aumentó el ritmo y el hombre pellizcó sus pezones.
Marcos se separó de Ana y cogió a Sara por el brazo. La separó de Ana, deslizándose ésta por la tumbona, relajada y cansada. Aquel objeto en la boca no evitaba que le cayera un poco de baba por la barbilla.
Sin embargo, el descanso duró poco. Marcos sentó a Sara en la tumbona y cogió a Ana, llevándola ante su mamá. Marcos susurró al oído de Ana que se sentara encima de ella. Ana asintió con la cabeza.
-Está mojadita-comentó Sara, tocando el vibrador con una mano y chupando el líquido. Ana se sentó mientras Sara guiaba el consolador a su entrada.
-Vas a disfrutar, bombón-susurró Sara. Ana no pudo decir nada. El consolador se adaptó a sus labios vaginales y empezó a cabalgar a su mamá. Sara la cogía por la cintura, marcando el ritmo.
-Mmmm, mmm-murmuraba Ana.
El director y Marta, por su parte, se encontraban en el borde de la piscina, realizando un 69.
Marcos, llevado por su placer, retiró la pelota de la boca de Ana. Ésta se mordió un labio, evitando gemir.
-Mmm, mmm, mmm-murmuraba mientras Sara la penetraba. Marcos reía. Ana sentía ganas de llorar de vergüenza. ¡Si su madre reconocía su voz, sería terrible!
-Bien hecho, hijo-comentó el director, tras dar un azote en el culo de Marta. La rubia se levantó y caminó hacia ellos, con una sonrisa que no gustó nada a Ana.
Marcos acercó su polla a la boca de Ana y ésta agradeció interiormente poder chuparla. Sara dejó de marcar el ritmo y dirigió sus manos hacia los pechos de Ana.
-Mmmm-gimió Ana, engullendo la polla de Marcos mientras movía levemente su cintura, sintiendo como aquel vibrador se adaptaba a sus movimientos, excitando otras zonas. ¡Estaba disfrutando con aquello! No se lo podía creer.
Sara le quitó las pinzas de los pezones, agradeciendo aquello la chica, pues ya le dolían. Las manos de Sara se deslizaban por sus senos, amasándolos y tanteándolos.
-Tienes unas buenas tetas, bombón-comentó Sara en su oído. Sara besó su cuello y lo mordió levemente.
-Mmmm-gimió Ana, aumentando el ritmo de la cogida. Iba a correrse, lo sentía...Necesitaba ...Necesitaba.
Dejó de comerle la polla a Marcos y volvió la cabeza, hacia el rostro de su madre. Ella percibió el movimiento y sonrió. Su madre parecía tan feliz. Ella agarró su nuca y estampó sus labios contra los de ella. Sara abrió sus labios y sus lenguas se encontraron.
Marta reía. La imagen de la hija cabalgando a la madre mientras se besaban era tan erótica. El director completaba la escena, sonriendo. Madre e hija eran muy parecidas y estaban siendo devoradas por la llama de la pasión.
La polla de Marcos era meneada por la mano de Ana, presionada por la mano de Sara. Ana siguió gimiendo, en la boca de su madre, mientras su cintura subía y bajaba. Las manos de la joven se aferraron al cabello de Sara y, en un descuido, bajaron un poco la tela que cubría sus ojos.
-¡Aaah, aaah, síii, oooh, síii!-chilló Ana, empujando la cabeza de su madre contra su hombro.
-Sigue así, Ana, sigue...mmm-susurró Marcos.
-¡Deja que te la coma!-pidió Ana, y se abalanzó contra su miembro. Ya no le importaba nada, sólo quería correrse, liberar el torrente que amenazaba con desbordarla. Sintió nuevas contracciones de su vagina, al tiempo que se metía en la boca la polla de Marcos y llenaba de jugos los muslos de su madre.
-¿Ana?-se preguntó Sara, quitándose la venda.-Oh, Dios mío-exclamó, abriendo mucho los ojos.
Sentada en sus muslos, se encontraba ella,su Ana. Su hijita mayor. ¡Ella se la había follado! En su ignorancia, había...había abusado de su hija. Ana la miraba de reojo, mientras meneaba la polla del joven con una mano, que ya se volvía flácida.
-No importa, mami, mientras hayas sido tú la que lo ha hecho- contestó ella, con la mirada perdida y un reguero de semen descendiendo por la comisura de sus labios. Y de fondo, las carcajadas del director y la risa clara de Marta.