Ahora que te has ido
¿Qué vale más?, ¿Una amistad sincera o un amor infiel?.
AHORA QUE TE HAS IDO
Ahora que te has ido, mi alma ha entrado a un remanso de paz. Ya no siento la inquietud que me invadía en tu presencia. Ya no vibra mi cuerpo del deseo contenido, de la inmensa necesidad de poseerte, de disfrutar de tu cuerpo tantas veces deseado.
Ahora que te has ido, comprendo que nunca debí amarte. Nunca debí entregarme tan completamente a ti, pues sólo me veías como un buen amigo y de eso no puedo quejarme, pues me entregaste tu amistad como ninguna. Pero no debí amarte, porque tú no eras mujer para un solo hombre, siempre tuviste la necesidad de disfrutar la compañía de diversos hombres, que quizá hayan dejado satisfecha momentáneamente tu pasión, porque siempre estuviste en busca de nuevos amantes, en una aventura interminable.
¡Cuantas veces te supliqué un instante de amor! ¡Cuántas veces mataste mis ilusiones!
¡Cuántas veces mis deseos tuvieron que aplacarse mediante el auto alivio, porque nunca hubo una concesión de tu parte! Nunca quisiste involucrarte sentimentalmente conmigo,
porque considerabas que ése sería el final de nuestra amistad, pues conocías tus inclinaciones y temías mis celos, que a la larga terminarían con el nexo amistoso que nos unía.
Y yo tenía que asistir al desfile interminable de tus parejas en turno, de quienes habías elegido para el disfrute de un momento fugaz, pues nunca nadie logró tu aceptación definitiva.
Hombres eran los que sobraban para ti, pues habías nacido hermosa, tu cuerpo había sido cincelado por el tiempo de una manera extraordinaria y yo fui testigo de los cambios que fue sufriendo al paso de los años, hasta convertirte en una maravillosa mujer admirada por todos.
Lástima que tu temperamento hubiera sido tan ardiente, porque de otra manera quizá hubiera tenido yo la oportunidad de pretenderte y lograr que te enamoraras de mí.
Desgraciadamente no fue así y toda esta vida de amores promiscuos había de tener sus consecuencias, pues entre tantos, alguno te contagió de una enfermedad que te mantuvo postrada en la cama, que destruyó tu belleza, para después acabar definitivamente contigo.
Ahora que te has ido, ya no tengo los deseos de antes, pero el amor que he sentido por ti no se ha esfumado.
Por eso aquí me tienes junto a ti. Junto a tu tumba, que resguarda tus restos y me mantiene tranquilo, a sabiendas de que estás ahí y no en busca de algún amante con el que puedas desfogar tus pasiones.