Ahora o nunca: capítulo 1

Comenzó a desabrocharme el pantalón y bajó mi ropa interior. Mi polla aún estaba flácida. Empezó con un ligero vaivén hasta que estuve erecto. Se quitó el cinturón de seguridad. Yo miré para todos lados para asegurarme de que nadie nos estaba viendo. Se agachó y se metió mi polla en la boca. Estaba masturbándome con una mano mientras pasaba su lengua por mi glande.

Iba caminando entre los pasillos del súper mercado. Mi novio no dejaba de decir estupideces. Intenté ignorarlo. Hacía comentarios clasistas sobre todo lo que veía, sin mencionar sus comentarios superficiales que parecían cada vez más comunes.

— ¿Quieres venir a cenar conmigo y mis amigos esta noche? Es cumpleaños de Guillermo.

—Sabes que no les agrado, René. Prefiero quedarme en mi casa.

—Yo siempre salgo con tus amigos —dijo en tono de reclamo—. Podrías hacer algún esfuerzo al menos.

—Ya lo hice en ocasiones anteriores, no les agrado. Además, mis amigos son las personas más divertidas, por eso intentabas salir con ellos sin decirme. ¿Lo recuerdas?

—Eso sólo pasó una vez.

—Sólo intento dejar claro mi argumento. Fuiste tú el que comenzó a reclamar cosas.

Comencé a tomar frutas y verduras. Las puse en el carrito que llevaba frente a mí y guardé silencio con la esperanza de que René terminara conmigo y yo no tuviese que hacer nada, pero no fue así, también guardó silencio. Sabía que estaba pensando en algo para responderme también, pero ya no me importaba.

—Bueno, entonces tampoco tengo que ir.

—Son tus amigos, anda, supongo que te agradan.

— ¿Por qué estás tan molesto? —preguntó casi gritando.

—No estoy molesto, intento decidir entre melón o sandía. ¿Está bien? Haz lo que quieras, sabes que yo no te detengo. Pero no me pidas que te acompañe cuando no soy bienvenido.

—Quizás si te esforzaras más.

— ¿Cómo voy a esforzarme? Tus amigos son un puño de patanes que sólo quieren atacarse entre ellos para ver quién es la Regina George del grupo, yo tengo problemas de verdad en casa, no tengo tiempo para esas cosas. Siempre estoy contigo cuando me necesitas. ¿No te basta?

— ¿Qué tiene de malo esforzarse un poco más?

—René quiero terminar contigo —lo dije. René no dijo nada. Me miró fijamente. Pensé que iba a golpearme.

— ¿Quieres que te dé un aventón a tu casa?

—No, René. Muchas gracias. Tomaré un taxi, anda a tu casa y sé feliz. ¿Está bien?

— ¿Estás seguro? Porque podemos hablarlo.

—No, René, porque sólo vas a convencerme de que si lo intentamos una vez más, lo vamos a hacer bien y siempre terminamos discutiendo por las mismas cosas. Lo siento, pero no quiero terminar odiándote.

—Está bien, Nicolás, no te pongas tan intenso. ¿Nos seguiremos viendo?

—No por lo pronto.

—Bueno, entonces… adiós.

René se acercó a darme un abrazo. Lo correspondí y luego se marchó. Pensé que iba a llorar, pero no, ninguno de los dos lo hizo. Terminé de escoger todo y luego fui a la caja a pagar. Llamé a Miguel y le pedí que fuera por mí.

Cuando Miguel llegó me ayudó a  subir las cosas al automóvil. Miguel era mi hermano. Somos gemelos, sólo había una manera de diferenciarnos. Miguel tenía el cabello más rizado que yo, pero en el resto éramos iguales. Era mi mejor amigo y la única persona con la que vivía. Teníamos 23 años, recién habíamos terminado la universidad y nos habíamos marchado a vivir solos por sugerencia de nuestra madre.

Le conté lo que había pasado con René. No esperaba algo diferente, Miguel comenzó a decir lo feliz que estaba de que por fin hubiese terminado con él. Nunca le había agradado y yo nunca le hice caso.

— ¿A dónde quieres ir a celebrar? —preguntó mientras conducía.

—Miguel, por favor, no estoy de humor. Entiendo que René nunca haya sido tu persona favorita, pero fue mucho tiempo. Supongo que una parte de mí lo va a extraña —Miguel me dio un puñetazo en las costillas—. No dije que iba a volver con él, estúpido. Sólo que no me apetece festejarlo como si no tuviera ningún lado negativo.

—Podemos ir a un antro gay si quieres, prometo besuquearme con algún muchacho guapo. Alex también quiere salir. Melissa dice que nos extraña y Bernadette ha estado insistiendo mucho. Es ahora o nunca, Nicolás, la juventud se te va a ir.

—Está bien, ¿Alex sigue soltero? —pregunté en tono burlesco.

—Nicolás, por favor. Alex… es incluso peor que René.

—Quizás ese sea mi tipo de hombre.

— ¿Entonces? Quieres salir, ¿verdad? — asentí.

Miguel era mucho más extrovertido que yo. Siempre hacía que todos la pasáramos bien aunque la ocasión no fuera la mejor. Alex, Melissa y Bernadette eran nuestros amigos desde hacía ya varios años.

Cuando llegamos a casa, Miguel tomó su celular y comenzó a mensajear a todos. Mientras tanto yo acomodaba las cosas que había comprado. De repente comencé a sentirme un poco más libre, ya no tenía que preocuparme por nada ni por nadie, sólo por mi hermano y él sabía cuidarse muy bien.

—Miguel —dije en tono pausado. Mi hermano volteó a verme—, compré un litro de helado de limón porque a René le sacarán las muelas este fin de semana. ¿Crees que deba llevársela?

—Eso sería súper lindo —caminó hacia mí, tomó el litro de helado, la abrió y con una cuchara comenzó a comer. Solté una carcajada y terminé de guardar el resto de las cosas. — ¿De verdad te acostarías con Alex?

—No lo sé, es muy guapo. ¿No crees?

—Supongo. Pero tú también eres muy guapo. ¿No deberías estar buscando a alguien mejor?

—Por ahora no quiero a nadie, pero gracias por lo de guapo. Iré a bañarme. ¿A qué hora nos  iremos?

—Alex dará una fiesta en su casa, no recordaba hasta que le dije que saliéramos. Iremos a su casa a eso de  la diez.

Entré a mi habitación y me desvestí. Caminé al baño y me dispuse a ducharme. Eran las ocho y media, tenía una hora y media para estar listo. Miguel siempre me presionaba, intenté hacerlo rápido esta vez. Me duché, me sequé y caminé hasta el closet para buscar algo. Tenía ropa de René, la quité y la arrojé al cesto de la ropa sucia. Probablemente nunca fuera por ella, pero por si acaso, no iba a tirarla a la basura.

Me puse una playera blanca con mangas rojas y un pantalón de mezclilla. Cepillé mi cabello y luego me senté en la cama. Desabroché mi pantalón y metí mi mano por debajo de mi ropa interior. Eso era lo que iba a extrañar más de René, hacía el mejor sexo oral que había recibido en mi vida. Comencé a masturbarme. Por alguna razón estaba muy caliente.

—¿Estás listo? —preguntó Miguel detrás de la puerta. Había puesto seguro, así que no me preocupaba porque me mirara.

—Ya casi.

— ¡Deja de tocarte!— gritó en tono burlesco.

— ¡Estoy soltero!

Decidí esperar, con suerte y conseguía a alguien esa noche. Guardé mi polla dentro de mi ropa interior, me lavé las manos, los dientes y después salí de mi habitación. Miguel llevaba puesta la misma playera que yo, salvo que sus mangas eran azules.

— ¿No estamos ya bastantes grandecitos para vestirnos igual?

—No sé, es lo divertido de ser gemelos.

—Vale.

—Oye, Nicolás… ¿estás bien? Mientras me bañaba, pensé que me había portado como un cretino, ¿prefieres que nos quedemos aquí mirando televisión?

—No, estoy bien, anda. Tenemos una larga noche por delante.

—Bueno, voy a darte un abrazo—se acercó a mí lentamente, como si fuese a golpearlo y luego me abrazó—, sabes que siempre puedes contar conmigo. ¿Está bien?—asentí.

Me dio las llaves del auto y se subió en el asiento del copiloto. Conduje hasta la casa de Alex. Había mucha gente. La casa de Alex era muy grande. Miguel me explicó que sus padres no estaban en casa, estaba aprovechando para hacer una fiesta sin ninguna razón aparente. Nos bajamos y mensajeamos a nuestras amigas para saber dónde estaban.

Bernadette dijo que estaba adentro, Melissa dijo que estaba por llegar. Miguel y yo entramos a la casa. Caminamos hacia donde Bernadette nos había dicho que estaría. Era muy sencillo encontrarla, era muy alta, algo que nos encantaba a Miguel y a mí pero a ella al parecer no. La miramos. Bernadette era muy bonita, alta, delgada, cabello negro y alisado, y de facciones finas. Miguel y yo no éramos nada feos, pero tampoco sentía que fuéramos la octava maravilla como Miguel lo hacía parecer a veces. Medíamos un metro con ochenta y tres centímetros, hacíamos ejercicio todas las mañanas, teníamos buen cuerpo. Y nuestras facciones no eran nada feas, tez morena clara, y otros atributos que sólo compartíamos con nuestras parejas sexuales.

La miramos y caminamos hacia ella. Nos sonrió y nos abrazó. Caminamos hasta una salita pequeña que no estaba ocupada por nadie. Bernadette comenzó a hablar sobre la escuela, estaba terminando el último año de universidad igual que Alex. Melissa llegó cinco minutos después de nosotros, Melissa era más bajita que Bernadette, rubia y mucho más ocurrente. Siempre nos hacía reír.

—Oigan, Fili y Lili ¿no van a tomar nada? —nos dijo mientras se servía un vaso de whisky con jugo de arándanos. Miguel y yo asentimos. Melissa siempre nos decía Fili y Lili, yo asumía que Lili era yo, porque era gay, pero nunca nos aseguró nada.

Comenzamos a tomar, Bernadette dijo que fuéramos a bailar. Melissa estuvo de acuerdo. Me tomó del brazo y Bernadette a mi hermano. Había mucha gente bailando. Comenzamos a bailar y a tomar. Quizás demasiado rápido. Era verano, cuando menos pensamos, ya habíamos sudado bastante la playera.

—Miguel nos dijo que terminaste con René —dijeron Bernadette y Melissa cuando mi hermano fue al baño. Sonreí y ellas me animaron—. Si te interesa, el muchacho detrás de Bernadette no ha dejado de verte desde que llegamos — dijo Melissa. Giré la cara hacia él sutilmente, me miró y sonrió. Sonreí y seguí bailando con mis amigas. Miguel seguramente estaba con alguna chica tratando de acostarse con ella.

—Hola—dijo Alex abrazándome por atrás—, creí que no habían venido. ¿Se están divirtiendo? —asentimos. Estuvo bailando un rato con nosotros. Me tomó de la cintura y comenzó a bailar frente a mí, estaba probablemente muy cerca de mí. Melissa le dijo que me soltara y le hizo señas hacia el muchacho que había estado mirándome. Alex se hizo a un lado y comenzó a bailar con Bernadette y Melissa.

— ¿Creen que deba ir hacia él? — les pregunté. Los tres asintieron.

Me armé de valor y me fui metiendo entre la gente hasta llegar a él. Estaba con un chico y una chica. Los tres me miraron sonriendo. No supe qué decir, consideré regresar con mis amigos.

— ¿Es tu novio?— preguntó mirando a Alex.

—No, es un amigo. Soy Nicolás. ¿Cuál es tu nombre?

—Santiago.

— ¿Dónde está tu novio? — le pregunté en el oído. Se encogió de hombros.

—Vine a conseguir uno — dijo sonriendo.

—Suerte con eso.

Comenzó a sonar una canción que al parecer le gustaba mucho. Comenzó a cantarla. Era una balada rock, parecía la canción del chico este de One Direction, el bonito de cabello rizado. Me abrazó y comenzó a balancearse de un lado a otro. Le seguí la corriente y lo abracé también. Cuando la canción terminó se acercó a mi oído…

— ¿Quieres salir de aquí un rato? —asentí. Salimos de la casa y caminamos hasta donde no hubiese nadie.

Miguel me escribió un mensaje: Bernadette va a llevarme a casa, está bien si quieres irte, ya te vi salir.

Santiago y yo estuvimos platicando un rato. Saqué un cigarro y me pidió uno también.

— ¿No conoces a Alex pero estabas en su fiesta? — pregunté curioso.

— ¿Quién es Alex?

—El chico que creíste que era mi novio.

—Oh, no lo conozco y tampoco sabía que era su fiesta. En realidad acabo de llegar a la ciudad, mis amigos me invitaron, supongo que ellos lo conocen. Estaba bailándote muy cerca, incluso pensé que se estaban besando.

—Pues no. Somos amigos.

—Tu camisa está muy mojada —dijo haciendo cara de asco.

—Lo siento —dije apenado.

—Me excita mucho — dijo sonriendo. Se acercó y me dio un beso en el cuello.

— ¿Quieres ir a mi casa? —le pregunté. — Puedes quedarte a dormir ahí. O puedo llevarte a tu casa cuando decidas irte.

— ¿Vives solo?

—Con mi hermano. Pero él está aquí. Cuando llegue a casa, seguramente llegará directo a la cama.

Santiago asintió. Nos levantamos de donde estábamos y caminamos hasta mi auto. Nos subimos y comencé a conducir.

Mientras conducía, Santiago me contó que se había cambiado de ciudad por una oferta de trabajo. Parecía muy contento con lo que hacía aunque no dio mucha explicación al respecto. Estuvo jugando con la radio casi todo el camino hasta que encontró algo que le gustó. Sentí su mano sobre mi pierna.

— ¿Te han hecho un oral mientras conduces?

— ¡No! Alguien podría vernos.

Comenzó a desabrocharme el pantalón y bajó mi ropa interior. Mi polla aún estaba flácida. Empezó con un ligero vaivén hasta que estuve erecto. Se quitó el cinturón de seguridad. Yo miré para todos lados para asegurarme de que nadie nos estaba viendo. Se agachó y se metió mi polla en la boca. Estaba masturbándome con una mano mientras pasaba su lengua por mi glande. Estábamos por llegar a mi casa. Sentí cómo dejaba caer saliva en mi polla y luego me masturbaba. Eso me encantó, después se la volvió a meter a la boca.

Llegamos a mi casa y estacioné el carro afuera, pero Santiago no sacó la polla de su boca. Me quité el cinturón de seguridad y puse mis manos sobre su cabeza.

—Vamos adentro—le dije.

Me dio un beso en los labios y luego se bajó del auto. Entramos a mi casa y cerré la puerta de la entrada. Santiago me quitó la camisa en cuanto estuvimos dentro. Lamió mis tetillas y las mordisqueó. Le quité su camiseta y le pedí que fuéramos a mi habitación.

Una vez dentro lo arrojé a la cama y le quité el pantalón. Llevaba un bóxer muy diminuto. Me excitó mucho. Me quité el pantalón y me subí sobre él. Nos besamos y rosamos nuestros cuerpos. Sentía su polla rosar la mía. Nos deshicimos de nuestra ropa interior y me di la vuelta para meterme su polla en mi boca y él la mía. Estábamos haciendo un 69 muy rico. Santiago era muy atractivo.

Después de un rato, me levanté de la cama y caminé a la mesita de noche. Saqué un par de condones y un lubricante.

— ¿Quién se la va a meter a quién? —preguntó mirándome sonriendo.

— ¿Una y una? —sugerí. Él asintió.

Se levantó y se paró detrás de mí. Comenzó besándome el cuello, la espalda y luego las nalgas. Me recostó boca arriba en la cama y me abrió las nalgas para meter la lengua en mi culo. Sentí el calor de su boca en mi ano y eso me hizo estremecer. Me aferré a las sábanas mientras gemía. Me pidió que le chupara la polla y así lo hice. Se la lubriqué y luego se puso el condón.

Se recostó sobre mí.

— ¿Listo? — preguntó. Asentí nervioso.

Metió un dedo y jugueteó dentro de mí. Puso lubricante en mi culo y en sus dedos. Después de meterme los dedos unos minutos, se limpió la mano con la sábana y comenzó a meterme su polla. Estaba doliéndome horrible. Tenía meses sin una polla dentro. Me preguntó que si la sacaba pero le dije que no. La metió toda y yo solté un grito ahogado.

Empezó el vaivén y escuchaba cómo tronaban mis nalgas con sus piernas. El dolor desapareció y comencé a disfrutarlo. Nos subimos a mi cama. Me puse en cuatro y él se paró en la cama para seguir metiéndomela. Había un espejo frente a mi cama, podíamos ver todo lo que hacíamos.

Santiago estaba gimiendo como loco también. Los dos estábamos sudando. Sentía el sudor de su pecho caer en mi culo.

Me tomó de la cintura y me sentó sobre él. Movía la pelvis hacia arriba y yo comencé a cabalgarlo. Me gustaba mucho la química que teníamos.

—Estás bien rico— dijo entre gemidos. — Métemela tú, porque estoy a punto de venirme.

Saqué su polla de mi culo. Se quitó el condón y se limpió la polla con su playera. Se dio la vuelta quedando boca abajo y yo comencé a lamerle el culo. Escupí en él y luego metí mi lengua. Santiago comenzó a gemir.

—Sólo me la han metido una vez, pero tú estás muy rico como para no dejarte. Ten cuidado. — Sonreí. Tomé el lubricante y le eché un poco en la entrada de su culo. Metí un dedo y escuché cómo jadeó. Metí dos y levantó el culo. Los metí y saqué unos segundos. — Métemela ya— dijo jadeando.

Me puse el condón y me masturbé un poco. Le metí la polla lentamente y Santiago se contrajo un poco. Puso cara de dolor y me pidió que siguiera. Comencé el vaivén y él comenzó a relajarse. Me acosté sobre él y mientras le besaba el cuello, comencé a penetrarlo. Me recosté a un lado de él mientras le metía mi polla y él comenzó a masturbarse.

Estuvimos así un rato. Dijo que estaba a punto de venirse. Me apresuré y comencé a darle con más fuerza. Lo masturbé mientras lo penetraba y sentí cómo me llenaba la mano con su semen. Al mismo tiempo comencé a venirme dentro de él. Los dos estábamos jadeando muy fuerte.

—Me ha encantado—dijo volteando su cara hacia mí. Le di un beso y nos quedamos acostados. Sólo escuchábamos nuestras respiraciones agitadas. Mi polla seguía dentro de él y él se movía lentamente hacia atrás y adelante.

—A mí me sigue encantando—dije en tono bajo.

Cuando mi polla estuvo flácida, salió de su culo. Me quité el condón lleno de semen y lo tiré. Abracé a Santiago y nos quedamos dormidos.

Es la primera vez que escribo algo, pienso hacer más capítulos de esto si veo buena respuesta. Pueden enviarme mails con su opinión a nicksalzr@gmail.com lo agradeceré mucho, muchas gracias por llegar hasta aquí.