Ahora Mando Yo: ¿Y Ahora Qué?

Penúltimo capitulo de esta serie.

(Este capitulo es de transición, asi que habrán menos escenas de sexo y será algo más corto que el resto. Espero que os guste y como siempre se agradecen los comentarios)

Anteriores relatos de la serie:

1º https://www.todorelatos.com/relato/142055/

2º https://www.todorelatos.com/relato/142117/

3º https://www.todorelatos.com/relato/142185/

4º https://www.todorelatos.com/relato/142304/

5º https://www.todorelatos.com/relato/142412/

6º https://www.todorelatos.com/relato/142839/

Ahora Mando Yo: ¿Y Ahora Qué?

La pregunta revoloteaba en el aire. Era quizás lo más lógico para cuestionar, también lo que mayor relevancia tenía llegados a este punto. Pero, ante todo, era la duda que más complicada me resultaba responder.

  • No tengo ni puta idea- Dije finalmente- Lo suyo sería que por una vez habláramos, llevamos el último mes jodiendonos el uno al otro. Bueno, mentira, tú llevas bastante más.

Paula me miró un segundo y después desvió sus ojos marrones hasta el techo, tumbándose en la cama bocarriba y quedándose perdida contemplándolo, como si en él estuviera la solución a nuestra situación.

  • ¿Tú crees que estamos locos?- Preguntó.

  • Si, sin duda. Como una cabra. Mejor dicho, como un rebaño entero de cabras zumbadas y drogadas de LSD.

Mi novia emitió una pequeña risotada.

  • Pero siempre hemos sido así.

  • Mujer, tan así no. Hemos llegado ya a un punto por encima de cualquier lógica normal.

  • Tienes razón. Así que… Ya que estamos aquí…

Paula se volvió a erguir, quedándose sentada en el colchón. Tenía una expresión diferente de repente. Hasta ese momento parecía entre deprimida, cabreada y, pese a que no lo reconocería ni con una tortura de Ramsay Bolton, algo cachonda. Eso último seguramente era por haberse pasado el último rato con su archienemiga siendo follada por mí encima suya, a eso lo de no reconocerlo claro.

Sea como sea, ahora solo estaba la parte cachonda. Tenía ese brillo en la mirada que tan bien conocía, algo que reconozco que me asustó un poco. Es decir, con las burradas que llevábamos haciéndonos últimamente… ¿Qué se le había ocurrido a mi queridísima novia ahora?

  • ¿Ya que estamos aquí… Qué?- Pregunté tras varios segundos de silencio.

Que bien sabía crear expectación la jodia.

  • Bueno, yo creo que ambos coincidimos en que somos… Especiales.

  • Por decirlo de una forma fina- Interrumpí.

  • Si. A ver, tenemos unos gustos particulares, y creo que en el fondo ambos sabemos que no podemos satisfacerlos del todo entre nosotros ¿No?

  • Supongo que sí... ¿Quieres romper entonces?- Cuestioné entre confuso y preocupado.

  • No, bobo, también parece algo evidente que si hemos llegado hasta este punto es porque ninguno de los dos quiere cortar con el otro. Es decir, si no fuera así, tú me habrías mandado a la mierda por todo lo que te he hecho este mes. Y yo me habría pirado nada más soltarme hoy.

  • Paulita- Dije, usando la forma en la que la llamaba cuando me irritaba- Ve al grano.

  • No seas impaciente- Me respondió ella.

Pero no siguió hablando. En vez de eso se levantó, yendo hacía mi con esa sensualidad que tiene cuando está pensando en algo particularmente morboso. Cuando estuvo a mí altura dejó caer la toalla, quedando completamente desnuda y, mirándome a los ojos, se fue acercando hasta que sus pechos me rozaban el torso.

  • Sé sincero… Durante este mes de cornudo sumiso… ¿Al final también te ponía cachondo que me follara a Miguel, no? Y no hablo solo de que la tuvieras tiesa, digo mentalmente. Era excitante saber que me estaba tirando a otro ¿Verdad?

Probablemente en otra situación, en una en la que no acabará de follarme a Marta como un energúmeno, su forma de actuar me había puesto lo suficiente como para dejarme llevar por esa pregunta sin responder con mala leche.

Claro que esa no era la situación y la parte de mí que aún seguía enfadado salió a la luz, empujándola para que se apartara de mí y alejándome unos pasos de ella mientras decía.

  • ¿Qué si me ponía? Mira, Paula, te puedes ir un poco a la mierda con tus rollos de loquera en plan doctor Méngüele.

  • No te enfades- Dijo ella- No te lo digo para ofenderte Juan. Mira, empezaré yo. Lo que me has hecho es una barbaridad, una perversión y, en cierta forma, una violación cuando me has obligado a comerme el coño de esa zorra. Pero llevo cachonda desde entonces.

Ya lo sabía, pero que lo dijera con esa naturalidad, teniendo en cuenta lo orgullosa que es, me ha dejado a cuadros. Casi me he quedado como en una de esas escenas de dibujitos, con la boca abierta y los ojos saltones. Al ver que no decía nada continuó.

  • ¿No me crees?- Preguntó, mientras de nuevo volvía a la cama y se sentaba- Pues míralo tú mismo, ya debes saber qué significa esto.

Nada más decirlo se despatarró sobre el colchón. Literalmente. Abrió las piernas lo máximo que pudo, mostrándome por completo su desnudo sexo. Y claro que la creía. Se había duchado, pero esa humedad que veía desde mi posición… Madre mía, pocas veces se lo había visto así, tan mojado, hinchado y con un color rojizo que solo se le ponía cuando estaba a mil.

  • Paula… ¿Qué coño intentas demostrar?

  • Pues eso, un coño- Dijo sonriendo y cerrando las piernas- Perdón, es que me lo has puesto a huevo.

  • Ya…

  • A ver, cariño, intento decirte algo que es evidente. Tienes que reconocer que a los dos nos gusta saber que el otro folla con otros… El problema nunca han sido los celos. Es más, nos pone- Argumentó, al mismo tiempo que retomaba su paseo hasta mí para volver a quedar pegada a mi cuerpo- La cuestión es que somos raritos, y no podemos hacerlo sin que uno este jodido porque, ante todo y sobretodo, lo que más nos gusta es dominar la situación.

No sabía que responder la verdad. Estaba en lo cierto. Si lo pensaba bien a mí no me molestaba particularmente que se hubiera follado a Miguel. Lo que realmente me jodia era estar como un patético sumiso ante ella.

Y, en cierta manera, era extrañamente erótico imaginármela y verla con otro. Pero, de nuevo, no tanto como para pasar por alto que eso la ponía como la “líder” de nuestra relación. Además, pese a que tirarme a Marta había sido una experiencia tremendamente placentera, lo que más morbo me dio durante todo el polvo fue tener a Paula atada y mirando.

  • Esto… Vale, bien, tienes razón en todo eso. Puede que me ponga pensar en ti con otro, pero no me pone que seas tú la que mande, de hecho me toca los cojones. Y no veo como decir nada de esto soluciona las cosas.

  • Bueeeeeeno- Dijo mientras sonreía y ponía una falsa cara de niña buena- ¿Y si te dijera que yo aún no he terminado mi plan? ¿Y si pudiera modificarlo en parte?

Volví a quedarme con la boca medio abierta. La verdad es que me estaba llevando unos cuantos sustos con la conversación. Es decir, siempre he sabido que mi novia está mal, como yo. Probablemente esté hasta peor en realidad.

También sabía que era manipuladora y tremendamente lista. Pero pensar que después de haber conseguido tenerme a su disposición, pajeandome incluso mientras le veía con otro, y que pese a ello aún no hubiera acabado con ese “plan maligno”… ¿Hasta dónde diablos quería llegar?

  • Paula ¿De qué hablas?

  • Puedo contártelo, pero creo que ella quiere otra cosa- Indicó, otra vez con esa sonrisita de “no he roto un plato en mi vida”.

Eso lo dijo mientras me señalaba la entrepierna. Estaba completa y absolutamente empalmado, y ni siquiera me había dado cuenta.

  • Creo que puede esperar.

  • ¿Seguro?... Mírala, pobrecita, tan cansada y pequeña.

  • No sigas por ahí.

  • Pero es que es verdad, es tan chiquita en comparación a…

No pudo terminar la frase. La agarré por los hombros e hice que se girará, empujando después su cabeza para que agachara el cuerpo. Quedó con su culo apuntando a mi rabo, el cual dirigí entre sus glúteos. Solté una cachetada tremenda contra estos, tan fuerte que mis dedos se quedaron marcados en rojo sobre su piel.

  • Vas a contármelo todo, zorra.

  • Oh, ahora quieres mandarme con esa cosita...

  • A ver si te parece pequeña, pedazo de puta.

Volví a empujarla, sin separar mi herramienta de su culo y moviéndome con ella. Al final la puse a cuatro patas en la cama, y apunté mi pene a su pequeño y rosado ano. El sexo anal no era una de las cosas que más le hago, en gran parte por nuestro arreglo de una vez manda uno y otra vez otro, lo cual significaba que cuando a ella le tocaba volver a tomar el mando cualquier afrenta a su pequeño orificio se la solía cobrar con el mío. Y a mí nunca me ha molado eso.

Pero esta vez fui más brusco que nunca. Sin lubricarla en absoluto empecé a hundir mi glande en ella. Paula, contrariamente a lo que pensaba, no hizo un solo intentó por rebelarse. De hecho su única muestra de disconformidad fue un ahogado gemido de dolor que no pudo reprimir.

  • ¿Es tan pequeña?

  • Si… Joder… Ni la sien… ¡¡¡JODER, HIJO DE PUTA!!!

Se la había clavado de un empeñon hasta la mitad, a eso el tremendo alarido que esta vez no fue capaz de sofocar. Me había dolido hasta a mí.

  • ¡Cuéntame tu puto plan, psicópata!

  • Cállate y hazme sentir algo… Pichacorta… ¡¡AAAAAAH, DIOS!!

Obviamente se la había terminado de meter cuando soltó eso. Estaba claro que buscaba que le diera fuerte, aunque no sabía el motivo. En realidad ya ni siquiera me importaba. Por muchas burradas que dijera para intentar humillarme, Paula había tomado un rol muy sumiso esta vez, y eso subió aún más mi libido.

Me tenía a mil mientras seguía dándole, pero mi mente estaba dividida entre ese grotesco polvo, la curiosidad por su plan y el no tener ni zorra idea de a que venía esto.

Entraba en ella una y otra vez, perforándola con una rabia impresionante. Y ella aguantaba estoica, entre gritos de dolor y, en muchísima menor medida, de placer. Esos últimos solo los causaba la paja que la muy zorra se estaba haciendo mientras le taladraba el culo.

  • ¡¡Dime de una puta vez cual es el resto de plan!!- Grité.

  • Es… Ilegal… ¡¡EN PARTE!!- Sus cambios de tono llegaban cada vez que yo aumentaba el ritmo, por eso a veces vociferaba y otras hablaba con una voz dolorida y hasta algo llorosa. La estaba haciendo más daño que nunca, estaba claro, pero yo casi había perdido el control de mí mismo- Es… Una locura… ¡¡Peligrosa!! Pero… Sigue… Castigándome por este mes… ¡¡CENTRATE PICHACORTA!!

Y vaya si la castigué.


De todas las cosas absurdas, locas, surrealistas, perversas y demás barbaridades que había hecho, esta se llevaba la palma. Pero había llegado el día y por mis cojones que lo haríamos.

Desde que Paula me contó su plan pasé por dos etapas. Primero me negué en redondo durante un par de días. Básicamente porque varias partes de él implicaban cosas que no terminaban de gustarme en absoluto. Lógicamente la parte de poder entrar en prisión era la más chunga, pero también había otras digamos… Extrañas para mí.

Más que extrañas eran anti eróticas en realidad. No es que fuera raro lo que pensábamos hacer, si la forma de hacerlo, y el hecho de que a mí eso no me ponía en absoluto. Aunque Paula decía una y otra vez que gracias a lo dominante que me sentiré la excitación iría más allá del cuerpo que tuviera delante.

Daba igual ahora mismo. Esa parte del plan no era el que íbamos a ejecutar hoy. No, hoy tocaba la parte claramente ilegal.

Pero, al margen de todo esto, al final llegué a la segunda etapa. La aceptación con cada nuevo detalle y locura que me contaba. Y, ante todo, las ganas de hacer realidad la absurda idea de mi novia. En gran parte fue por el mes que pasé con ella tras destrozarle el culo.

Después de ese encuentro brutal, Paula y yo caímos rendidos sobre la cama. Mi novia estaba rota, tanto mental como físicamente. Esta vez lo tenía claro, me habían pasado siete pueblos, pero también estaba claro que era lo que ella buscaba. Que la hiciera daño, que me siguiera vengando por todas las burradas que me había hecho las últimas semanas.

Paula tiene un sentido de la justicia algo rarito… Como todo en ella con respecto al sexo por otra parte.  Sea como sea, ambos nos quedamos tumbados y mirándonos. Ella tenía varias lágrimas surcándole la cara, las cuales se las quité con mis manos.

  • Te quiero- Dijo de repente- Ya sé que no lo parece, pero te quiero… Y lo siento.

  • Vaya, has tardado en disculparte.

  • Te he dicho muchas veces que decir lo siento no vale una mierda si no lo acompañas con hechos.

  • Y tu hecho es dejarme hacerte esto.

  • No, eso solo es el principio. Durante el siguiente mes puedes hacerme lo que quieras, es lo justo ¿No?

  • Cariño… Yo también te quiero, pero estás completamente loca- Dije riéndome y dándole un pequeño beso en la frente- Si estoy un mes haciéndote esto te voy a matar.

  • Puedes hacerme lo que quieras, no tienes por qué romperme el culo.

  • Pero es que eso es lo más divertido...- Indiqué bromeando, lo que provocó que me diera una pequeña torta en el brazo- Bueno, ahora dime de una santa vez que pasa por esa cabecita tan siniestra.

  • Uf… Es largo. El resumen es que yo te quería a ti como mi sumiso, pero vi más posibilidades también…

  • ¿Cómo cuáles?

Paula mi miró un momento antes de responder, mordiéndose el labio. Mi polla, que estaba dolorida por la follada anal y cansada por descargar dos veces en tan poco tiempo, pegó un ligero brinco con ese gesto. Me encantaba ese gesto.

  • No te enfades otra vez…

  • Cariño, creo que ya he pasado la fase en la que puedo enfadarme. Suéltalo joder.

  • Vaaaaale- Dijo, irguiéndose un poco sobre sus codos mientras permanecía tumbada bocabajo- Verás, una vez que vi posible hacerte lo que te hice, pensé… ¿Y por qué quedarme solo con él? Es decir, si ya conseguía poder tirarme a quien quisiera, y además seguir contigo ¿Por qué no tener más?

  • Quieres un harem vamos. No, si ahora vas a resultar ser un jeque.

  • No seas bobo y escucha- Me reprendió, aunque la sonrisa que puso me demostró que no estaba nada molesta en realidad- No quiero un harem, quiero una cuadrilla de esclavos.

  • ¿Una qué?

  • Cuadrilla de esclavos.

  • No, si te he odio, es que el nombre es tela de tonto.

  • Joder, Juan, tómatelo en serio- Dijo, esta vez si algo cabreada.

  • Vale, vale… Pero es que tiene narices niña.

  • Ya. Bueno, a lo que iba. Si a mí lo que me pone es ser una ama ¿De qué me serviría poder tirarme a todo el mundo? Vamos, que vale que te hubiera tenido a ti como mi sumiso, pero al final me habría aburrido de andar follando con otros. De hecho ya me había cansado de hacerlo con Miguel.

  • Lo sé, la tiene muy grande y aguanta mucho- Dije sin pensar.

Paula me miró confusa y preguntó.

  • ¿Cómo sabes eso?

  • Tiene que ver con cómo descubrí el pastel. Pero sigue contándome tu idea, ya te diré después eso.

  • De acuerdo- Aceptó ella, aunque seguía claramente intrigada- Pues lo que decía, que a mi tener a gente ilimitada para follar tampoco es que me haga una ilusión particular.

  • Así que lo que quieres son esclavos sexuales, ya lo pillo… ¿Y eso es ilegal y peligroso por?

  • Porque quiero a dos en concreto y no lo van a ser por gusto- Respondió, volviendo a quedar unos segundos callada para darle expectación. Como le mola el teatro a la condenada- Elena y Miguel.

  • ¿Qué? Estas mal, esos dos tienen de sumisos lo que yo de cura.

  • Ya, a eso lo de que no van a estar muy de acuerdo. Y por eso lo de ser algo… Ilegal.

  • Paula… ¿Qué coño pretendes?

Me había sentado en la cama mientras la miraba. En parte tenía gracia lo que estaba diciendo, pero empezaba a ir por unos derroteros que me parecían singularmente peligrosos.

  • Bueno, al principio solo iba a utilizar todo lo que tengo de ellos para hacerles mis sumisos de una forma o de otra. Iba a contar con otro chico, Ramiro, uno que conocí en un foro de dominación hace unos años.

  • Joder, Paula ¿Otro tío?

  • Ya, ya. Pero es que no podía hacerlo sola, me hacía falta otro tío, y tú no podías ser porque ibas a formar parte de mi sequito de sumisos.

  • Deja de ponerle nombres ridículos a eso por favor.

  • Y tú deja de interrumpir con tonterías- Señaló ella- A lo que iba, que quería teneros a los tres sometidos a mí.

Lancé un suspiro y luego hice la pregunta más evidente.

  • A ver ¿Por qué tienen que ser ellos? Si quieres tener a un grupo de gente sometida a ti… ¿Por qué cojones ir a por quienes no tienen esas tendencias?

  • Porque es más morboso. Y porque puedo.

Y ahí estaba, la tremenda seguridad de mi querida novia la psicópata. Aunque no paró allí, tras decir eso dio otro argumentó más que, en retrospectiva, reconozco que fue lo que más me convenció para estar hoy aquí.

  • Pero, sobre todo, porque Elena y Miguel son dos putos dioses del sexo que durante toda su vida han podido hacer lo que querían con los demás porque están jodidamente buenos. Dime, Juan ¿De verdad no te pondría a ti tener a esos dos a tus pies? Y más siendo nosotros dos mucho más del “montón” por decirlo de alguna forma. Joder, si es que solo de pensarlo ya me pongo cachonda.

  • Paula, amor, te lo repito. Estás como una cabra. Además… No es por nada, pero eso no arregla en el lio en el que estamos metidos.

  • Pues yo creo que sí. Nuestro problema es que no podemos disfrutar de verdad sin mandar, y ninguno de los dos seremos ya sumisos del otro ¿No?

  • Así que has llegado a la conclusión de que podemos tener a esos dos para desfogar nuestras tendencias- Dije adivinando sus intenciones.

  • Exacto.

Como una chota. Llevo años saliendo con una lunática. Eso fue lo que pensé, pero claro… El problema es que yo también estoy fatal, y aunque en ese momento aún no estaba convencido, en vez de hacer lo correcto y llamar a la poli lo que hice fue preguntarle.

  • ¿Y cómo piensas hacerlo?

Y en esas estamos justo ahora, porque como ya he dicho me convenció

Paula tiene las llaves de la casa de Elena desde hace años, aunque seguramente jamás pensó que durante ese mes las había usado para esto. Lo tenemos todo listo, cada detalle ha sido preparado para lo que sería nuestra perdición si algo fallaba.

Hoy teníamos muchas cosas que hacer, empezando por violar a Elena.  Hoy empezamos a mandar nosotros.