Ahora Mando Yo: Origen y Castigo
Continuación de la serie ¿Quién Manda? Juan se venga de su novia mientras recuerda como la conoció y los inicios de su relación.
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Ahora Mando Yo: Origen y Castigo.
Marta esta tremenda.
Vale, si, no es una reflexión especialmente profunda. Pero que queréis que os diga, ahora mismo me la está chupando lentamente, arrodillada frente a mí y completamente desnuda, mientras tengo a Paula también en bolas y viendo rabiosa la escena. Así que reconocer lo buena que esta Marta me parece apropiado.
En contraste con el moreno de mi novia, ella tiene una larga melena rubia. No es de ese rubio de bote hortera, no, ella simplemente debe tener antepasados vikingos o algo, porque podría encajar perfectamente en el prototipo de belleza noruega. No solo por el pelo claro, sus ojos azules, la delicada línea de sus facciones, sus labios sugerentes y rosados… Quizás de cuerpo no esté tan buena como la diosa de Elena, pero de cara es la mujer más jodidamente perfecta que he visto en mi vida. Casi da pena mancillar su belleza metiéndole mi polla en la boca una y otra vez.
Y una mierda.
Bueno, a lo que iba. Me he pasado el último mes bajo el maquiavélico plan de Paula. Me ha humillado, denigrado y manipulado tanto que ni siquiera podría describir con exactitud la magnitud de su locura. Yo no tengo ningún plan maestro, ninguna trama insidiosa y rocambolesca que continuar.
Soy más simple. Ella atada, indefensa, con la mirada clavada en mí. Su odiada Marta chupándomela. Yo de pie con una pose forzadamente chulesca. Y unas cuantas ideas con las que pienso hacerla pagar por su plan.
Lo dicho, muy simple y directo todo. También muy fácil. Atar dormida a Paula ha sido coser y cantar, como ya dije prácticamente es imposible despertarla. Paula intenta apartar su visión de la felación de Marta, dirigiendo sus ojos a los míos. Creo que nunca nadie me ha mirado con tantas ganas de asesinarme. Pero cuando ve en ellos el placer inmenso que estoy sintiendo (La tía será su enemiga malísima, pero joder que bien la chupa) no puede sino encabronarse más todavía.
Es curioso como son los recuerdos, la mente a veces parece ser tremendamente caprichosa y los saca a pasear aleatoriamente. Porque allí, con mi queridísima novia sometida y con la zorrisima de Marta mamándomela, esa mirada me recordó el día que conocí a Paula.
¿Alguna vez os han dado una buena bofetada? No hablo de esas que aparecen en las películas, donde suena un “plas” y la victima ni gira el cuello. No. Hablo de esas que casi te hacen caerte de culo y que te provocan un preocupante pitido en los oídos. Si alguno ha sido tan desafortunado para sentir eso sabréis como estaba yo en ese momento. En defensa de Estefanía, que era la que me había arreado un pedazo de hostia tremenda, he de decir que me lo había buscado bastante.
Llevábamos saliendo unos dos meses. Nos conocimos en un bar, bebiendo y haciendo el tonto como solo los veinteañeros universitarios pueden hacerlo. Congeniamos bastante bien, teníamos gustos similares y muchos intereses comunes. El problema, como siempre para mí, era el tema sexual.
Estefi, como la solía llamar, no era precisamente una mojigata. Que va, a esa chica le gustaba más follar que a mí en realidad. La cuestión es que lo que odiaba eran mis juegos. Mis tendencias dominantes producían en ella el efecto contrario al deseable para cualquier filia. Vamos, que le daba entre asco e indignación cuando me ponía en “plan amo”.
Podía soportar cosas pequeñas. Algo como atarla a la cama, darle unas palmaditas en el culo, un mordisco más fuerte de la cuenta en el cuello, que inmovilizara sus brazos con mis manos… Cosas muy suaves. Pero a mí no me va lo suave.
Los roces fueron continuos durante esos dos meses. Ella no entendía cómo podía estar tan enganchado a la dominación que a veces ni siquiera funcionaba bien sin meterla de por medio. No he tenido nunca un gatillazo (A Dios gracias y crucemos los dedos), pero sin algo de mi tendencia sexual no terminaba de ponerme del todo cachondo. En todos los sentidos además, se me ponía lo suficientemente dura como para follar, pero no tanto como debería. Y, sobre todo, a nivel mental no era capaz de sacar a la “bestia interior” que todos tenemos dentro cuando nos ponemos al lio.
La cuestión es que la gota que colmó el vaso fue una mezcla de varios sucesos en poco tiempo. Estábamos en la cama, yo agarraba con fuerza uno de sus medianos pechos, intentando sacárselos por encima del sujetador. No sé el motivo, pero ver una teta saliendo de esa forma siempre me ha parecido tremendamente erótico. Ella se quejaba de que le dolía. Mi respuesta no fue precisamente encantadora.
- Calla puta.
Si. Lo sé. “Vaya imbécil” es lo que pensaran muchos al escuchar algo así. Desde luego Estefi lo pensó, aunque se limitó a mirarme mal. Como he dicho seguramente el sexo le gustaba más que a mí y todo, y en ese momento, pese a mi falta de respeto, ella quería tener su ración diaria.
Seguimos metiéndonos mano mutuamente. Ella ya tenía los dos senos saliendo apretujados por encima de la copa del sostén. He visto varias tetas en mi vida, no soy Casanova, pero he tenido bastantes parejas de cama. En la actualidad he podido ver algunas impresionantes (Como las de Marta, Elena o incluso las pequeñas pero preciosas de Paula). Y aun así estoy totalmente seguro de que nunca volveré a tener unas peras tan magnificas en mis manos.
No por su tamaño. Como he dicho Estefi las tenía medianas. Era su forma. Si un escultor se pasara años y años practicando exclusivamente el arte de hacer pechos femeninos… Conseguiría hacer unos la mitad de simétricos que esos. Todo en las tetas de Estefanía era milimétricamente perfecto. Hasta el puñetero tacto era uniforme. Y yo las estaba maltratando cual hereje.
Agarre sus dos pezones con saña, tirando de ellos para llevarla hacia mí. Ella emitió un quejido entre placentero y adolorido. Lo único que le gustaba de mi mundo era eso, que le pellizcaran los pezones. Pero yo era demasiado bruto incluso para ese gusto suyo. Volvió a dirigirme una mirada de reproche con sus ojos marrones, dándome a entender que aflojara un poco. Lo malo es que yo ese día no era capaz de hacerlo. Llevábamos un mes con el tira y afloja, ella intentando aguantar mis cosas, yo tratando de volverme más “vainilla”. El resultado evidente era que ambos estábamos algo insatisfechos con nuestros encuentros. Y yo particularmente estaba hasta los cojones de contenerme.
Total, que por muchas miradas que me lanzaba yo seguía manteniendo la presión en mi pellizco. Sus quejidos cada vez manifestaban menos placer, y lo malo es que eso también me ponía, lo que me hacía ser aún más brusco. Sin miramientos la eleve unos centímetros de la cama tirando de ellos. Y entonces ella estalló.
Joder ¡Suéltame!
Que cierres la boca p…
No pude terminar la frase. Como imaginareis ese fue el momento en el que me arreo la leche más brutal de mi vida. Supongo que como yo, que después en frio valore mi deplorable comportamiento, la mayoría pensareis que me lo merecía. A los que no lo hacéis: Si, me lo merecía, asumidlo.
Lógicamente ahí se acabó todo. Creo que me mando varias veces a la mierda mientras se levantaba, vestía y salía de mi habitación. Solo acerté a entender (Por culpa del pitido antes mencionado) que me dejaba porque era un puto psicótico y un maltratador en potencia. Podría defenderme alegando que solo lo era en la cama, pero hasta yo reconocía que algo no funcionaba del todo bien en mi cabeza.
Total, que estaba de nuevo soltero y algo deprimido. No tenía, ni tengo todavía por cierto, ni puta idea de porque me comportaba así en cuanto me ponía cachondo. Supongo que si fuera a un psicólogo me saldría con alguna teoría de mi pasado. Yo creo que algunas cosas son simplemente innatas, y esa parte de mí así lo era. Yo no he tenido ningún trauma en mi vida, ninguna infancia difícil, ningunos padres violentos… Simplemente me gusta ser una bestia parda cuando follo ¿Por qué? Vete a saber.
Cuando uno está de bajón y es universitario la cura siempre es la misma. “Salir, beber, el rollo de siempre”… Perdón por la publicidad subliminal… Pero eso fue lo que hice.
Me duche para adecentarme un poco, viéndome reflejado y contemplando como tenía una marca roja en la cara bastante característica. Joder, si hasta se intuían los dedos. Desde luego Estefi sabía manifestar muy bien su ira. Tras salir de la ducha me vestí con lo primero que vi y llame a Tomás, mi viejo amigo (Y ahora el hijo de puta más traicionero y desgraciado que conozco). Pero en ese momento era eso, mi amigo.
Le expliqué por encima que había terminado con Estefi y quería salir a beber hasta desmayarme. Como siempre a él le pareció una idea magnifica. Una de sus mejores cualidades era esa, es difícil que Tomás no esté libre para quedar con un amigo, independientemente de si es para irte de bares, ver una peli o simplemente estar tirados en un parque diciendo gilipolleces. Qué pena que también sea una rata miserable… Ya paro ya paro.
Solo una hora después del numerito con mi nueva ex, ya estaba en un pub céntrico de Madrid metiéndome una birra detrás de otra. Tomás me contaba que acaba de hacer su primer trio “diabólico”. Una expresión muy tonta para referirse a dos hombres y una tía. Yo le preguntaba si no le daba palo verse en bolas con otro maromo empalmado.
Venga, no me seas antiguo.
¿Ahora es antiguo no querer follar con otro tío con la polla tiesa?
Pues sí. Mira, reconócelo, las mujeres para eso de follar nos superan. Tienen más aguante, mejores orgasmos y más agujeros que nosotros pollas. Así que hay cosas que solo pueden hacerse con dos tíos. O más.
Yo en vez de sentirme ofendido en mi condición de hombre, y aparentemente ser humano inferior sexual por ello, solo atiné a reírme con semejante razonamiento. Lo malo es que estaba bebiendo en ese momento y me atraganté.
Es bastante desagradable notar la cerveza en la nariz, que fue lo que me pasó cuando boqueando trataba de tomar aire. Al hacerlo sin querer tumbe un botellín que había en la barra, tirándolo al suelo. Me maldije por mi torpeza (Odio tirar cosas al suelo, y más si es cerveza) y, cuando fui capaz de volver a respirar con normalidad, dirigí mi mirada hacia la persona propietaria de ese tercio. Y allí estaba Paula.
No voy a decir que pasó esa ñoñería del tiempo parándose ni nada similar. Pero si diré que nada más verla supe que me quería acostar con ella. Sí, es mucho más prosaico que el romanticismo del amor a primera vista, pero sed sinceros, casi todas las relaciones que habéis tenido, y que tienen la mayoría, empiezan así. En vez de “amor” deberían llamarlo “calentón a primera vista”.
Ya expliqué que Paula no es la tía más buenorra del mundo. Está bien en líneas generales, pero no es un bellezón. Aun así tenía esa cosa que tiene la gente que nos gusta. No hace falta que sean perfectos, simplemente que tenga “eso”. Y Paula para mi “eso” lo tiene y mucho.
Es posible que sea por su sonrisa. Si, esto ya es más ñoño que lo anterior, pero he de decir que lo primero en lo que me fije de ella fue en eso. Me sonreía mientras trataba torpemente de disculparme y la miraba algo alelado, impactado por la súbita atracción que sentía por aquella desconocida.
- No te preocupes- Me dijo ante mi enésima disculpa- Además, yo también andaría tirando cosas si de repente me dijeran que hacen falta varios tíos para satisfacer a una mujer.
Genial, había escuchado las chorradas de Tomás. Este lejos de sentirse avergonzado se acercó a nosotros y dio un discurso bastante argumentado para defender su tesis. Paula en ningún momento se escandalizó por las burradas de mi amigo, más bien se debatía entre reírse de las cosas que decía y darle la razón en parte. Y yo permanecía mirándola de soslayo. Ni sé las veces que repase su cuerpo intentando descubrir el motivo por el que me gustaba tanto. No di con él, repito de nuevo que Paula es tan “del montón” como yo mismo. Salvo por el culo. Madre mía, que culo. Pero no era su trasero lo que había visto al principio, así que lo descarte como fuente de mi repentina atracción por ella. Aunque tengo que decir que por mucho que hiciera eso no deje de mirárselo a cada oportunidad. Tíos, si...
Estuvimos un buen rato charlando. Ella iba con Jesica. Es curioso que acabáramos emparejados, aunque Jesica y Tomás sean una pareja abierta no deja de parecerme llamativo. La noche transcurrió entre conversaciones típicas: ¿Qué hacéis? ¿Dónde estudiáis? ¿Solís venir por aquí? Un ramillete de tópicos insulsos solo aderezados por las miradas que de cuando en cuando me lanzaba Paula. Tenía la impresión de que ella sentía por mí algo similar a lo que yo sentía por ella, o al menos sus repasos eran bastante parecidos a los míos. En algún momento Tomás se fue con una “amiga” suya, lo cual nos dejó a los tres un rato siguiendo con la charla. Y al final Jesica dijo que la habían llamado para ir a no sé dónde.
- ¿Te vienes conmigo o quieres quedarte un rato más?
Reconozco que eso lo oí porque las espié un poco. Y gracias a que poseo una magnifica audición, dado que para hablar entre ellas Jesica se había apoyado en el hombro de Paula y la hablaba casi casi al oído.
Me voy a quedar.
¿Te mola este, eh?
¡Calla, no seas capulla!
Yo hacía como que no las oía, aunque creo que una leve sonrisa de suficiencia se formó en mi cara. Afortunadamente Paula pareció no notarlo, o serle irrelevante, porque al final se quedó conmigo cuando su amiga salió del local.
Estuvimos hablando un buen rato. Bebiendo unas cuantas cervezas, brindando con chupitos, haciendo el tonto en uno de los billares más destrozados que he visto… Y al final paso lo lógico, que terminamos enrollándonos en la entrada del bar cuando supuestamente íbamos a despedirnos.
El primer beso dicen que es el más importante. Yo creo que eso es una gilipollez, pero tengo que admitir que ese lo disfruté. Paula besa bastante bien, y yo admito sin ser chulo que también soy bueno. Pero juntos somos la leche. Química, nuestros labios se movían al mismo ritmo por mucho que tuviéramos técnicas distintas. Notaba su lengua jugar con la mía, su barbilla presionando ligeramente contra la mía, sus dientes jugando con mi labio superior cuando nos separábamos… De ese beso al magreo intenso había un paso que no tardamos en dar.
Decidimos que no era plan de dar un show en directo para todo Chueca (Que es donde vivía en ese momento, y sigo viviendo por cierto), así que nos preguntamos al mismo tiempo aquello tan manido de “¿En tu casa o en la mía?”.
Después de compartir ambas direcciones resultó que su casa estaba más cerca que la mía, por lo que nos dirigimos hacia allí. Por el camino nos paramos unas cuantas veces a seguir con los besos, siendo una de esas paradas el momento en donde toque por primera vez el trasero de Paula. Como ya he dicho… Madre mía, que culo.
Llegamos a su portal y nos metimos en el ascensor en una vorágine de toqueteos, morreos, mordiscos en el cuello, agarrones en el pelo… Ya había descubierto que esa chica era bastante salvaje, lo que me estaba poniendo malo. Cuando entramos en su piso, que compartía con otras dos chicas que afortunadamente estaban fuera (Una era Jesica), prácticamente me arrastró hasta su cuarto y me tiro a la cama. Una cosa que no he comentado sobre Paula es que es insultantemente fuerte. Si, sé que es machista que te resulte ofensivo que tu novia tenga al menos tanta fuerza como tú, pero realmente es más por lo flojo que estoy yo que por el hecho de que ella sea fuerte. Es como si me dijera: “Nene, estas para el arrastre”. Como sea, que me lanzó a la cama y me quedé un segundo sin saber cómo cojones había pasado eso.
No me importó mucho realmente. Estaba más centrando en el espectáculo que quiso darme Paula. Se giró delante de mí y se fue agachando mientras se quitaba los vaqueros rojos que llevaba puestos. Joder, que bien le sienta a alguien saber perfectamente cuál es su punto fuerte. Esa forma de menear su precioso culo casi hizo que me empezara a enamorar de ella. Bueno, lo reconozco, me enamore de él… Y encima llevaba un culotte… Con lo que me gustan a mí. En fin, que para cuando estaba en ropa interior a mí se me notaba un bulto obsceno en los pantalones.
Entonces hizo algo todavía más curioso. En vez de darse la vuelta y venir hacia a mí, fue acercándose de espaldas mientras giraba la cabeza para mirarme. Se mordía los labios con un morbo tremendo, aunque yo no tenía demasiado claro que pensaba hacer. Y entonces se sentó encima de mí. Su culo quedo justo en mi entrepierna. Me hizo algo de daño, aunque cuando empezó a restregarse lentamente sobre mi encerrada polla se me pasó por completo el dolor. Joder con la niña, si prácticamente me hacía un baile erótico. Pero mejor aún, las bailarinas no suelen dejar que las toques a placer, ni giran su cabeza para contorsionarse y besarse contigo. Buf… Aun me pongo cachondo recordando ese show.
Estuvo así un par de minutos, hasta que se giró y me lanzó de espaldas contra el colchón. Se quitó la camiseta lentamente, haciendo que me diera cuenta de que yo aún seguía completamente vestido. No tarde en quitarme yo también mi camiseta, quedando con el torso desnudo y a la espera de que ella se quitase el sujetador negro que llevaba. Me dio la sensación de que sus pechos la cohibían un poco, porque me miraba de una forma extraña cuando echando sus manos a la espalda se quitó el cierre. Era como si quisiera ver si mi reacción era de decepción. Obviamente en cuanto vi esos pequeños pechos coronados por sus adorables pezones rosas… Creo que mi mirada lasciva la basto para saberse totalmente atractiva para mí. Y si no que me lanzara como un poseso a lamerlos seguro que le quito toda la tontería.
En esas estaba cuando volvió a tirarme contra la cama de un empujón en mis pectorales. Volví a notar esa fuerza suya tan característica, y la miré algo extrañado. Tenía una sonrisa muy, muy, muy, pervertida en su rostro. Como si de repente se hubiera convertido en un diablillo del sexo. No sé explicarlo mejor, pero esa cara suya… Me encantó simplemente.
Fue descendiendo sobre mí hasta llegar a la apertura de mis pantalones. Quitó el botón y empezó a bajarme tanto los vaqueros grises como los calzoncillos. Entonces me di cuenta de lo raro que era para mí estar así, yo solía ser el que tenía a la chica tumbada y a mi merced. Como si algo se apoderara de mi cuerpo, salté como un resorte hacia ella. Paula pegó un gritito adorable, asustada por mi repentina reacción, pero dejándose hacer cuando la giré sobre sí misma y la puse a ella bocarriba conmigo encima. Había liberado ya mi polla por cierto, la cual apuntaba a su vientre hambrienta de sexo, rozando su lisa tripa con mi glande. Baje yo ahora por ella, llegando hasta la goma de su prenda más íntima, tirando de ella para descubrir un cuidado sexo en el que se dibujaba una fina línea de vello, casi como dando indicaciones de hacia dónde ir.
Besé su monte venus, soplando un poco sobre sus labios en el proceso. Ella emitió un largo suspiro de placer. Y entonces cerró las piernas de repente. Del susto el que me dio, ahora el que pegó un pequeño grito fui yo, echándome para atrás antes de que me atrapara. La miré confuso, pero poco me duro eso cuando se lanzó por mí como yo había hecho antes. Intentó tirarme al colchón para quedar encima. Pero yo no estaba dispuesto.
Entonces todo se volvió surrealista. Ambos intentábamos que el otro se tumbara, y ambos éramos incapaces de hacerlo. Habíamos iniciado de pronto una especie de pelea sexual de lo más extraña. Ella me arañó unas cuantas veces la espalda, yo tire de su cabello un par de veces, sentí sus dientes mordiéndome, ella sintió mis manos pellizcando sus pezones… Y así durante un par de minutos hasta que perdimos ambos el equilibrio y nos caímos a la cama. Nos quedamos mirándonos a los ojos, ambos jadeando y con la misma mirada de confusión.
Y lo vi. Sus ojos, su mirada. Había una pasión, una determinación en ellos que… Que conocía. Sabía que era eso porque llevaba viéndolo en el espejo muchos años. Esa mirada de “voy a hacer lo que YO quiera contigo”.
No es que jamás me hubiera encontrado con una chica a la que le gustase mandar. Lo había hecho y la experiencia fue curiosa. Pero eso era diferente, era como verme a mí mismo. Con una tetas pequeñas y preciosas…
He recordado todo esto porque, detrás de todo el odio, la frustración, el enfado, la indefensión y, aunque no lo reconocería ni con tortura medieval, morbo… Detrás de todo eso estaba esa misma mirada en los ojos de Paula mientras Marta seguía con su mamada.
Tengo que reconocerlo, una parte de mí en ese momento se siente algo intimidada por ella. De estar en su situación… Mejor dicho, cuando he estado en su situación, no he sido capaz de sacar esa parte de mí. Pero en ella se ve claramente, aunque la obligara a realizar un bukake en mitad de Madrid, ella seguiría mirando con esa misma osadía y arrogancia, con esa furia intrínseca en su ser que la hacía saberse y sentirse superior sexualmente a nadie.
La admiro por ello, sí. Pero me importa una mierda que sus ojos parezcan los de un emperador. Hoy soy yo el que manda y va a pagarlo muy caro. Para eso está la puta de Marta aquí.
No es que a mí me caiga tan mal esa chica como a mi novia. Pero en parte me escama lo sencillo que ha sido convencerla para hacer esto. Lleva años tratando de volver a calzarse a un novio de Paula, yo incluido. Desde que la conocí por casualidad en un bar (Todo pasa en los bares, beban, se harán un favor) me ha tirado los tejos de una forma evidente. Yo he pasado de ella como de la mierda, estará mucho más buena que Paula pero… ¿Sería capaz de ser la mitad de salvaje que ella? ¿De aceptar mi lado “oscuro” con tanta sumisión como Paula había hecho mil veces? Ni de coña. Aunque hoy, por zorra infantil, iba a ver una parte.
La he convencido para dejarse usar simplemente diciéndole como Paula va a ser humillada como jamás ha visto. He sido sincero en eso, pero he obviado como soy cuando me pongo bruto. Ya tiene algunas nociones por cierto, hace un buen rato que su pelo platino esta agarrado a lo bestia por uno de mis puños, haciendo que su cabeza se mueva al son de mis tirones. Al principio he visto un eco de rebeldía en ella, de “¿Qué coño haces tío?”. Pero se le ha pasado cuando he tirado más fuerte. Creo que se está debatiendo entre si es mejor mandarme a la mierda o seguir con esto solo para joder a Paula. Elige lo segundo, yo ya lo sabía, le guste este rollo o no hoy va a ser mi puta simplemente por su odio estúpido hacia mi novia. Este chica es imbécil, útil y buenorra, pero imbécil.
Sujeto su pelo con más fuerza y la hago levantarse tirando de él. Ella se va irguiendo, liberando mi polla por el camino y emitiendo un lastimero gemido de dolor por el trato que le doy. Paula ve la escena y, sin poder evitarlo, sonríe un poco por mi forma de manejarla. No va a durar. Lanzo a su enemiga en pelotas sobre ella, quedando ambas prácticamente boca con boca y tetas con tetas. Voy rápidamente hacia la cama y pongo a Marta a cuatro patas. Paula empieza a quejarse con furia, sabe muy bien lo que va a pasar.
Tenemos un espejo en el cabecero de la cama. Ya, es sórdido, pero es que nosotros somos sórdidos. Gracias a ese espejo puedo ver como Marta sonríe a escasos centímetros de mi novia atada. Esta parte si se la había explicado y es por la que ha aguantado que la haga chupármela de una forma tan denigrante y bruta. La muy subnormal no sabe que lo peor está por llegar. Pero lo aguantara solo por joder… Me estoy repitiendo, lo sé, pero que pedazo de gilipollas es esta mujer.
- Juan… Por favor… No…
La voz de mi queridísima novia me hace soltar una carcajada triunfante. Ahora si esta subyugada. Solo con esas pocas palabras me ha dicho lo mucho que va a destrozarla lo que voy a hacer. Tener a la persona que más la ha puteado y humillado en su vida a centímetros de ella, notando como su rostro se contrae a cada embestida del hombre al que ella supuestamente ama. Y digo supuestamente porque empiezo a estar convencido de que ni ella ni yo queremos de verdad. O si lo hacemos nuestra forma de gestionarlo es muy dantesca.
Es por eso por lo que no tengo piedad de ella. Ni tampoco de la zorra de Marta por cierto. De una estocada. El grito que mete la rubia ha debido de escucharse por todo el edificio. Su cara se contorsiona, mitad por el dolor mitad por el placer. Creo que a esta chica también le va humillar a los demás, aunque seguramente de una forma bastante menos grotesca que a nosotros. Sino no me explico porque está tan cachonda con lo bestia que soy.
- ¡¡Joder que grito, parece que tu amiga no cree que la tengo pequeña!! ¿¡Dime Marta, la sientes!?
Mientras digo eso doy empeñon tras empeñón en el coño de la rubia. Esta intenta responder, pero mis embestidas la hacen perder el aliento. Tiene que decidir, si usar el poco control de su cuerpo que tiene para hablar… O para quedarse a cuatro patas y seguir mirando a la cara a mi novia. Elige lo segundo, pero su jadeos y su constante sonrisa demuestran que ella desde luego siente mi rabo.
Su puta madre ¿Cómo me convenció de todo eso? ¿Cómo llegue a verme como un mierdecilla sexual? Yo no soy el chuloputas, no parezco un dios griego cincelado por Miguel Ángel. No. Yo soy un puto demente que disfruta dominando con mi polla. Y para hacer eso no necesito ser Roco Sifredi, solo tener esa furia interna que me domina cuando me pongo cachondo. Yo no soy un dios no… Más bien son un demonio.
Inclinándome hacia delante vuelvo a agarrar el pelo de Marta, tirando de su cabeza para que la levante. Ella acaba levantando todo su torso, siendo sujetada en el aire por ese agarrón tremendo mientras sigo y sigo follandomela. En el espejo puedo ver sus atractivos pechos estirados por la posición, su vientre en tensión soportando parte de su propio peso, su expresión que varía continuamente entre el dolor y el placer… Vale, esta niña puede que se parezca más a nosotros de lo que creía. Está disfrutando como una loca. No formaba parte de mi “plan” (Casi me avergüenza usar esa palabra en comparación con lo que significa para Paula), pero me viene muy bien.
¡¡Habla puta!! ¡¡Dile a la zorra de mi novia si follo bien!!
¡¡AHH, AAHH!!- Fue su “respuesta”.
Tire más fuerte de su cabello con una mano, y con la otra le di un fuerte golpe en el culo que la hizo temblar de arriba abajo.
-¡¡CONTESTA!!
-¡¡SIII… JODER… SIII… TU NOVIO FOLLA DE PUTA MADRE!! ¡¡JODER… QUE ME VA A PARTIR…!!
Y se corrió como una condenada. Pude sentirlo en mi rabo. Joder con la tía está, pocas veces uno puede decir que ha sentido una eyaculación femenina en su pene mientras sale y entra de una mujer que no deja de gemir. O al menos eso es lo que creo que ha pasado, pues lo que antes era una lubricación perfecta se ha convertido en un charco caliente, y sobre mi novia hay una gran mancha de humedad que la impregna haciendo brillar su piel.
Casi me había olvidado de mi novia por cierto. No me esperaba para nada que el polvo con Marta fuera tan jodidamente bestial. Vuelvo mi atención hacia ella mientras sigo y sigo follándome a la rubia. Y lo que veo es su cara descompuesta, sus ojos clavados en el cuerpo de su archienemiga mientras me la sigo follando… Y sus lágrimas inundando todo su rostro.
Eso me parte el corazón. Siento el dolor que ella siente, lo mal que lo está pasando, la humillación que está sintiendo. La parte que la quiere se siente horrible por lo que la estoy haciendo. Pero, la parte que desea venganza y la parte de mí que es un amo cruel, se unen para formar un ente que me controla por completo. Dicho de otra forma, su patética mirada suplicante me pone aún más cachondo, y lo pago con el inundado coño de Marta, montándola aun con más fuerza y, entre jadeos animales, corriéndome en su interior.
La suelto al fin cuando me he vaciado por completo. Ha sido una de las mejores corridas de mi vida, sencillamente espectacular. Y ver como la mujer cae a plomo sobre Paula, con el culo en pompa y el coño chorreando de mi semen es… Es todavía mejor. Si hasta sigo empalmado joder, y doy fe de que nadie me ha puesto Viagra.
Permanece así unos segundos hasta que yo hablo.
- Falta la última parte ¿Es que ya no quieres, Martita?
La aludida se menea un poco encima de mi novia. Esta fundida. Miro el despertador de mi mesita de noche y sonrió al comprobar que me he pasado casi una hora entre la mamada y el polvo… ¿Quién es el que dura poco? Joder… Si es que a más lo pienso más imbécil me siento por caer en la trampa de Paula.
Al final consigue erguirse. Solo su voluntad por seguir jodiendo a mi novia le da energía. Con una sonrisa sádica se va moviendo por encima de la sollozante Paula, que creo que ya sabe lo que va a hacer.
- No… No… ¡¡¡jJoder, no!!!
Su voz es ahogada cuando Marta coloca su rebosante sexo sobre su boca. Por un segundo temo que mi novia la muerda en pleno coño, no quiero acabar en urgencias por un mordisco en semejante lugar. Pero me da que mi querida novia esta tan rota como lo estuve yo cuando me hizo ver como se tiraba al chulo de mierda. Simplemente cierra los labios con fuerza, provocando que la mezcla de esperma y fluidos vaginales la empape toda su cara.
Marta se pasa casi diez minutos encima de ella. Al final salgo de la habitación. Cuando la rubia llegó la hice desnudarse en el salón. Podría decir, y a ella se lo dije, que fue para no despertar a Paula antes de tiempo, pero lo cierto es que quería verla desnuda lo más pronto posible.
Cojo su ropa y vuelvo a la “escena del crimen”. La mujer sigue encima de mi novia, riéndose de ella mientras le dice barbaridades. La llama “putita cornuda, chupacoños, patética tabla de planchar”… No es que sea muy original, pero imagino que las palabras sobran cuando tienes a tu enemiga con tu coño en la cara tras follarte a su novio.
La vuelvo a agarrar de los pelos. Ya va siendo una costumbre. Esta vez sí se rebela, pero a diferencia de Paula esta chica no es muy fuerte precisamente. Prácticamente la arrastro fuera de la cama y la dejo en el suelo de rodillas. Me mira entre enfadada y con miedo, no entiende lo que hago y no me extraña. Le lanzo su ropa a la cara y le digo.
- Vístete y sal de mi casa ya. No quiero volver a verte.
Me llama de todo, pero cuando le dirijo una mirada especialmente intimidante se acojona y me obedece. Puede que todo lo que hoy haya hecho tuviera un motivo perfectamente justificado, y que incluso haya disfrutado como un enano tirándomela y jodiendo a la cabrona de Paula. Pero con las pelotas vacías y la venganza consumada… Ver y oír a esa estúpida burlarse de Paula me ha cabreado.
Sí, estoy loco, soy contradictorio y no tiene ni pies ni cabeza mi comportamiento. Da igual, lo único importante es que ella sabe que estoy furioso y por ello simplemente sale de mi casa sin decir una palabra.
Volvemos a estar solos. Ha pasado una media hora y mi novia al fin ha dejado de llorar. Tiene la mirada perdida en el techo, como si estuviera muy lejos de allí mentalmente. Me pregunto cuando tiempo lleva así. Saco uno de los cuchillos de la tienda que tengo en el armario y voy hacia ella. Paula por un momento me mira con miedo, pero se le pasa completamente cuando corto las cuerdas una a una… ¿Se puede saber porque todos creen que voy a matarles cuando me ven con el cuchillo? Debería reflexionar sobre ello.
No dice nada, se levanta como un autómata y va hacia el baño. Yo me quedo en la cama esperando, escuchando como se ducha. Ella se pasó tres pueblos, yo quizás me haya pasado cuatro, o tal vez solo dos. Vete a saber cuál de los dos ha hecho la burrada más gorda. Pero está claro que nuestra vida a partir de hoy va a cambiar por completo. Ella empezó esto hace medio año, cuando inicio su plan de mierda para tenerme sometido. Hay que cerrar el círculo, tiene que ser ella la que decida si podemos seguir o esto acaba así. Lo sé.
Reconozco que tengo algo de miedo. Miedo a perderla en parte, pero también miedo de haberme perdido a mí mismo. Ya no sé dónde está el límite si es que alguna vez lo he tenido. Seguramente no. Estoy pensando en ello cuando una Paula mojada y envuelta en una toalla entra en la habitación. Se sienta a mi lado y me mira a los ojos. Nos quedamos callados unos minutos. Y al final ella pregunta.
- ¿Y ahora qué?