Ahora estás despierta

La química salta instantáneamente entre Nono y Neta, que no pueden evitar atraerse inmediatamente y pasan una noche muy especial

Llegué a casa de mi compañera de trabajo Irene un poco tarde como siempre. Cuando llegué ya estaba la mesa puesta. Irene y su compañera de piso, Neta, estaban charlando con los invitados a la cena de compañeros que se había montado de improviso.

En cuanto vi a Neta sentí un cosquilleo desde el principio de su vulva hasta la raíz de su pelo, pero di por hecho que estaba liada con Irene así que se olvidó del asunto porque no quería tener problemas con mi amiga y compañera de trabajo.

El piso era muy chiquitito y de hecho el comedor y la habitación de Irene estaban solo separados por una cortina, por no decir que eran la misma habitación. Me senté en el lado más alejado de la mesa, junto al pasillo, era lo que pasaba por llegar tarde. Todos fumaban y bebían y la verdad es que estaba siendo una velada muy muy agradable pero no podía dejar de pensar en que Neta me estaba mirando y taladrandome con sus ojos desde el otro lado de la mesa.

  • Y vosotras de qué os conocéis? - preguntó uno de los compañeros a Irene y Neta

  • Pues nos conocemos de una amiga común - respondió Neta

  • Bueno, y de que estuvimos un tiempo liadas - añadió Irene, entre risas.

En ese momento me puse de todos los colores y me quedé mirando fijamente mi plato. Aún así, cuando levanté la vista vi los ojos de Neta otra vez clavados en los míos.

  • Menos mal que eso terminó, de amigas nos va muchísimo mejor - añadió Neta, tocando el brazo de Irene.

Yo estaba nerviosisima y me di cuenta de que Irene se había dado cuenta porque me interrogaba con la mirada y yo no sabía bien qué decir.

Acompañé a Irene a hacer los cafés y me di cuenta que mi intento de disimular había sido en vano.

  • Eh, te he pillado - me dijo.

  • ¿Perdona? - intenté disimular.

  • Ya sé que te ha gustado Neta. Sabía que pasaría, ella tenía muchas ganas de conocerte también.

  • No sé de qué me hablas.

  • Venga ya, un poco más y os arrancais la ropa encima de la mesa.

Me entró la risa tonta y a ella también, así que esperé haberme librado del tema.

  • No pasa nada si te gusta, ya no hay nada entre nosotras.

No quise hablar más del tema pero la verdad es que me quedé más tranquila.

Al volver a la mesa encendí un cigarrillo y por primera vez en toda la cena me pude relajar.

  • Nono, si no estás enganchada no deberías fumar, es malo para ti.

Nos quedamos mirando un momento y sonreí distraída, intentando que no se notara que había mojado las bragas literalmente al oír mi nombre en sus labios.

Cuando terminó la cena, Irene me dijo que me quedase a dormir, que no tenía que irme tan tarde que tenían camas de sobra.

Yo me quedé con otra compañera en la habitación del fondo, sin dejar de pensar en la maravilla que podría esperar detrás de la cortina del comedor. Me daba demasiada vergüenza dar el primer paso así que simplemente no hice nada. A eso de medianoche me entraron muchas ganas de ir al lavabo, que estaba al lado del comedor. Al salir del lavabo vi que había una luz encendida en la habitación de Neta y me decidí a ir a ver si estaba despierta.

Abrí la cortina un centímetro y vi a Neta tumbada en la cama, dormida con un libro en la mano y las gafas todavía puestas. Me acerqué a apagar la luz y quitarle las gafas y se despertó.

Me miró confundida un momento.

  • ¿Estoy soñando?

Le puse una mano en la cara, y le acaricié la mandíbula.

  • No, ahora estás despierta.

Ella puso también una mano en mi cara, y nos quedamos mirándonos un segundo.

Luego, ella acercó la cara y me rozó los labios con los suyos.

Después de eso todo pasó muy rápido.

Me cogió del cuello y me tiró encima de ella, nos besamos con muchas ganas, casi con furia. Enredé mis dedos en sus rizos oscuros, y ella me mordió el labio inferior hasta que me dolió pero no sólo con dolor.

Mientras la besaba fui desabrochando los botones de la camiseta de su pijama y se la saqué, ella hizo lo mismo. Cogí su pecho con mi mano y acaricié su pezón con mucha suavidad. Ella se estremeció y me pasó la lengua por toda la boca.

Apreté más fuerte y gimió. La besé para que no hiciera más ruido, ya que había dejado la puerta abierta y nos podían oír en cualquier momento. Ella pasó su mano por mi barriga hasta meterla por dentro de mi pantalón.

  • ¿Puedo?

Su voz era apenas un hilo minúsculo y me encantó que preguntara.

  • No pares

Me pasó los dedos por toda la vulva y luego empezó a masturbarme directamente en el clítoris como a mí me gusta.

Yo hice lo mismo y empecé a tocarla también. Ella tampoco llevaba bragas.

Me preocupaba que nos pillaran porque empezó a gemir muy fuerte así que le tapé la boca con la mano. Eso le encantó, y me agarró por el cuello y me apretaba.

Ambas tardamos muy poco en corrernos y en ese momento ya no pudimos aguantar más y gemimos más fuerte. Cuando acabó me mordió la oreja y yo acabé entonces. -

  • Este será nuestro código para corrernos, ¿Vale? - susurré

  • Sí - me dijo.

Le terminé de quitar los pantalones mientras ella se incorporaba para quedar medio sentada. Ella me agarró del pelo y me guió hacia su clítoris y me marcaba con sus manos el ritmo en que quería que la lamiera.

Mientras lamía, fui metiendo mi dedo poco a poco en su vagina. Ella me hizo un gesto con las manos "tres" me decía, así que metí tres dedos y los movía al ritmo que ella me marcaba con sus manos.

Esta vez ella misma se tapó la boca con la mano para no despertar a nadie.

Me puse a su altura y la besé. Me empezó a sacar el pantalón a mí pero oímos un ruido y nos pusimos nerviosas y yo me vestí rápidamente y volví a mi cama al final del pasillo.

  • ¿Donde estabas? - me preguntó mi compañera.

  • He ido al lavabo que estoy un poco indispuesta - le dije.

A pesar del calentón y el susto del final me dormí enseguida. A la mañana siguiente me sentí rarísima y dudaba de si aquello había pasado de verdad o no.

Decidimos ir a desayunar fuera, pero Neta dijo que ella no podía así que no iba a poder preguntarle o hablar con ella.

Como si estuviera leyendo mi mente, cuando fui a darle dos besos para despedirme me colocó bien las gafas y me dijo:

  • Ahora estás despierta.