Ahi, donde solíamos reunirnos. I

Jamás hubiese imaginado que justamente la iba a encontrar ahí, cuando hacía más de dos años que ni siquiera la buscaba en el rostro de alguna desconocida, pero lo más ilógico de todo, es que nunca pensé que fuera real.

Hay una canción de

Arjona

que dice, "juro por mí que solo fui por un café, pero te vi". Jamás hubiese imaginado que justamente la iba a encontrar ahí, cuando hacía más de dos años que ni siquiera la buscaba en el rostro de alguna desconocida, pero lo más ilógico de todo, es que nunca pensé que fuera real.

Por casi toda mi vida soñé con una mujer, ahora digo mujer, cuando tenía siete se llamaba Lucy y fue mi amiga imaginaria desde los tres hasta los siete años, ahí me dijeron que era muy grande para seguir creyendo en amigos imaginarios, pero Lucy era más que eso,  Lucy vivía en mis sueños, en mis dibujos infantiles y en mis historias que aun la familia recuerda. Por tres años no la vi, ni siquiera la recordé, la idea de que necesitaba psicólogo había entrado en mi madre y cuando negué su existencia dejo de venir en mis sueños, hasta que la olvide; fue relativo a lo diez años cuando aun despierta cerré mis ojos y la vi, de mi edad, balanceándose en el columpio que estaba al lado del mío, cuando abrí los ojos no había nadie, pero de algún modo supe que era ella, seguía siendo una niña, pero ahora era una niña grande.

Por un tiempo no la vi, mi cabeza se preocupo de otras cosas, lo típico de una niña, el chico al que todas siguen, el cantante de moda, que si te crecieron lo senos, que si te crecieron los bellos y sin darme cuenta mi primera regla se asomaba y ya era una mujer a los catorce, al menos eso dijo mi madre "ya eres toda una mujer, es hora que dejes de andar soñando y madures" tan seria como siempre había sido, tenia catorce y estaba asustada por este nuevo cambio, quería más, quería un abrazo, quería una madre aunque fuese una vez en la vida, pero eso no podía ser; Aquella noche me dormí con los ojos empapados, pero a la mañana siguiente no podía dejar de sonreír, había soñado con ella, su abrazo me había confortado, su sonrisa comenzaba a venir a mi cabeza como un recuerdo real y eso  pronto en vez  de agradarme comenzaba a asustarme, por alguna extraña razón  no era el hecho de que la misma niña que me visitaba cuando  pequeña me viniera a visitar ahora adolescente siendo ella adolescente también, sino el particular hecho  de que la adolescente  mi sueño causara más en mi que el chico de mi clase que de tanto insistir había logrado una cita pero ni siquiera había conseguido un beso, no porque me hiciera la difícil sino porque tenerlo enfrente tan solo intentándolo me causaba nauseas, mas no ella, ella me hacía sentir lo que el primer amor adolescente debe hacerte sentir, en ese momento no sabía que pesaba más, por un lado mi cabeza  me decía que no debía, no correspondía sentir eso por una mujer y por otro lado mi corazón pedía a gritos que fuera real, que no fuera solo un sueño y eso era lo mismo que lo hacía sufrir por primera vez a causa del fatal amor.

Con el tiempo a diferencia de antes los sueños no desaparecieron, la buscaba cada vez que mi cabeza golpeaba la almohada, ella también me buscaba, cada mañana lograba repasar mis sueños con exactitud, me había memorizado cada gesto, cada facción de su rostro, siempre la veía sonreír hasta que llegaba la hora de despertar y  verme deseando vivir en ese mundo de sueño que más que un sueño parecía una realidad paralela.

No fui capaz de tener ni un solo pololo, no era algo que me interesara, con los años  me asumí contra viento y marea, mejor dicho contra mi madre,  la que me hizo la guerra más brutal que puede una madre hacer, la del desprecio, la rabia,  miradas de asco que a diario me daba, no tarde mucho en salir de casa, mi hermano mayor fue mi aliado por un tiempo, por aquellos días rodeaba los diecinueve, la universidad ya era un hecho y aunque  amigos  sabían todo lo que ocurría en mi vida, no tenían idea de mi subconsciente, uno que cada vez se hacía más presente, pero solo con el rostro de alguien no se puede hacer mucho, una tarde de desesperación le conté todo a mi hermano, por alguna extraña razón pensé que me tacharía de loca, lo admito no era una extraña razón cuando yo misma me consideraba loca; Mi hermano me miro seriamente, fue a su cuarto y volvió con una libreta y un lápiz, comenzó a preguntarme como era ella, de qué color era su pelo, que forma tenia, como empezaban y terminaban sus labios, la profundidad de sus ojos y en general todo eso lo sabia en exactitud, incluso el tono de su piel estaba grabado en mi retina aunque nunca la hubiese visto realmente, cuando termino de preguntar rasgo la hoja de su libreta y me la entrego, “ten, la primera fotografía de la mujer de tus sueños, quien sabe, puede que realmente exista en algún lugar del mundo” aquel día me enseño a dibujar, porque según el dibujar no era solo tomar un papel y un lápiz, era mucho más que eso, en los días siguientes aprendí técnicas distintas, me enseño tanto y con solo un motivo, que dibujara todo lo que mis sueños me entregaran y así lo hice, debo tener al menos cinco o seis cajas llenas de dibujos, dibujos que hace años no veo.

Cada noche que soñaba con ella era un día lleno de alegría, hasta que el sueño se hizo permanente y lo único que quería era despertar. Veintiún años, once meses y quince días, faltaba nada para mis veintidós y lo recuerdo ahora como si fuera ayer; era un día normal en mi vida, no tenia clases, mi hermano estaba libre y como era costumbre en los días así, nos juntamos en la plaza a buscar entre la gente a la mujer de mis sueños, a la que Tomás mi hermano, solía decirle Lucy, nos sentábamos en una de las bancas que daba de frente a una pileta, nos divertíamos inventando la vida de las personas desconocidas que pasaban y a veces pasaba una que otra persona que se parecía a Lucy, Tomás se acercaba a ella hasta que se daba cuenta que no era, volvía a mí y me decía no, no es ella, con la desilusión en su rostro, muchas veces pensé que era más importante para el que para mi encontrarla. Aquel día no fue igual que todos los otros días, un tipo paso corriendo y me tomo por la espalda apuntando un arma en mi cabeza, tras el dos carabineros a los que aun no puedo olvidar, Tomás se puso delante de él y con toda su psicología intento que el tipo me soltara, y lo hizo, después de un rato lo hizo, pero uno de los carabineros le disparo a su pierna y cuando iba cayendo disparo, es lo último que recuerdo, el resto me lo relataron, yo en los brazos de Tomas con un agujero en medio de mi cuerpo y mi hermano con una bala entre sus órganos principales, la desgracia mas grande, la ironía, aquel que me quiso salvar, termino siendo el más dañado, la bala atravesó mi cuerpo sin comprometer ningún órgano, pero se incrusto en uno de sus pulmones, no se cuanto rato habrá estado vivo después de eso, lo que es yo pase un mes en coma, no quería despertar, aquel día perdí a mi hermano y gane una madre, la mujer que tanto tiempo me había atormentado, pasaba noche y día en la clínica leyéndome, conversándome, hoy a poco más de dos años puedo decir que hecho las paces con ella, con la muerte de mi hermano, no creo que nadie sea el culpable, la circunstancia de estar a la hora equivocada en el lugar equivocado, pero a esta paz no llegue sola, Tomás comenzó a venir en mis sueños y de un minuto para otro salí de aquel sueño eterno y a ella nunca la volví a ver, no hasta hoy, en persona, en carne y hueso.

Nota: He vuelto a escribir, lo necesitaba :) seguire en http://bauldetobilu.blogspot.com/