Agria Vecina
Fuí el primero en coocerla al mudarse y me resultó de lo mas antipática, hasta que...
AGRIA VECINA
Fui el primero en conocerla. Eran pasadas las 21hs. Yo regresaba cansado de un día bastante complicado de trabajo y ella estaba esperando el ascensor, cargada de paquetes, que no parecían ser de compras sino de mudanza. Le abrí la puerta y entró sin decir gracias, siquiera. Le pregunté a qué piso iba y contestó que al 7mo. Volví a abrirle la puerta para que baje, me ofrecí a ayudarla con los paquetes y declinó mi ofrecimiento con un par de monosílabos prácticamente inaudibles con absoluta parquedad y bajó. Observé que iba al departamento que es contiguo al mío, con cuya habitación mayor compartimos una pared perteneciente al cuarto en el cual yo duermo.
No le presté mayor atención. Pero me molestó sobremanera su actitud parca, casi irrespetuosa, especialmente considerando que seríamos vecinos. Asimismo no puedo negar que la observé exhaustivamente durante el tiempo que compartimos al llegar y me gustó mucho físicamente, aunque todo se veía empañado por su antipatía.
Mide aproximadamente 1.70, es delgada, poco busto, pero lo suficiente como para sobresalir y poder ser observado pese a la camisa suelta que llevaba. Estoy seguro que llevaba corpiño, pues a la edad que calculé que tenía, unos 30 aproximadamente, seguramente no estarían en el lugar en que estaban sino tuviesen la ayuda del brasier. Un jean ajustado que le permitía lucir con orgullo una linda cola, paradita, redonda, pero nada exuberante. Morocha, y con la ayuda de alguna tintura ocultaba alguna que otra cana que pude percibir. Ojos café. Y calzaba una sandalias sin taco que dejaban ver unos pies atractivos. Y demasiado seria para mi gusto. Diría hasta maleducada.
En los días subsiguientes escuché ruidos que demostraban el trabajo propio de una mudanza reciente: Correr de muebles, martillazos, etc. Pero pasado un tiempo, cesaron todos los ruidos que pudieran ser molestos. Sólo alguna vez se escuchaba algo de música, que en general era de mi agrado, cuando estaba en mi habitación. Nada escapaba a la normalidad de la vida en un edificio.
Un día salimos en el mismo momento. Esperamos el ascensor, bajamos juntos y no intercambiamos más que un "buenos días" sin siquiera una sonrisa de su parte. Lo que debe ser despertar con esta mina!, me dije para mis adentros. Al mismo tiempo desistí de volver a ser amable con ella. Sólo respondería del mismo modo. Con cortesía, pero a la vez agriamente.
Había pasado un mes desde que se había mudado y por segunda vez nos cruzamos al salir para nuestros respectivos trabajos. Tuve que hacer un gran esfuerzo para conducirme agriamente como me lo había propuesto. Vestía una minifalda color blanca que contrastaba deliciosamente con su piel bronceada, unos 30 cm por encima de las rodillas, dejando ver unas hermosísimas piernas. Una camisa suelta, pero transparente, blanca también, a través de la cual se podía observar el corpiño sosteniendo unos pechos muy bien formados aunque sin ser llamativos. Llevaba sandalias muy abiertas mostrando unos muy lindos tobillos, arcos pronunciados, empeines altos y unos dedos hermosos muy bien formados y sin pintura de uñas.
Y para completar mi momento de sacrificio, salió delante de mí, en la misma dirección que yo, permitiéndome disfrutar de lo más sensual que tenía, desde mi punto de vista, que era su forma de caminar. Seguí dos cuadras detrás de ella, disfrutándola y sin disimular para nada que la estaba observando. Casi me paso de la cochera, distraído viendo esa hermosa cola moviéndose delicadamente con cada paso e imaginándome poseedor de la misma.
Mientras calentaba el motor, me quedé pensando en las tareas programadas para ese día, haciendo un cálculo mental del tiempo que me demandarían para contemplar la posibilidad de ir al club al mediodía.
Salí despacio y dos cuadras mas adelante, la vi caminando tan sensualmente como cuando salió de casa. Seguí muy despacio, contemplándola y relamiéndome, y en un momento determinado se dio vuelta como para mirar quien la observaba y me vio. No se inmutó. Por supuesto que yo seguí en la misma postura de agrio, pero estoy seguro que se dio cuenta quien era que la seguía y la observaba. Inmediatamente dobló en una calle que era contramano para mi, por lo tanto continué mi rumbo con destino a cumplir con mis compromisos.
Pero igualmente sentí que desde el momento en que me descubrió siguiéndola, se estableció otro vínculo entre nosotros, que a la postre comprobaría. No obstante a partir de ese día, pese a la antipatía con que se manejaba, decididamente me gustaba mucho. Sentía una especie de sensación "te odio-te quiero", con ella.
Como mi trabajo me permitía modificar mis horarios manejándolos con alguna libertad, comencé a tratar de salir en los mismos en que lo hacía ella. Pocas veces tuve éxito. Generalmente salía antes que yo. Las veces que tuve más suerte fueron las que a lo lejos la veía irse, las mas de las veces camino a donde yo me dirigía, pero siempre me dije que si los encuentros no se daban espontáneamente que no convenía forzarlos.
El único avance que obtuve es saber que se llama Verónica. Conversando una mañana de River y de pesca con el encargado, pude sacarle, creo que sin que lo notase, el nombre. Esto, pensé, me va a servir para cuando alguna vez nos encontremos. No mucho después pude averiguar que vivía con su madre viuda y un hermano bastante menor que ella.
Así, entre el trabajo, salidas con amigos y alguna eventual compañía femenina, transcurrieron dos meses sin que pudiera avanzar más sobre Verónica, hasta que un sábado por la noche en que estaba cocinando, al llevar la basura al cuarto donde la depositamos, frente a los ascensores, a la espera de ser recogida por el encargado, la encuentro.
Tenía puesto un short de jean, hojotas y el corpiño de un bikini negro. Al llegar yo, sin que ella lo notase, se le cae una de las bolsas que llevaba, entonces se agacha para recogerla poniendo ante mi esa cola hermosa que había disfrutado tanto observándola.
-Podés quedarte un ratito más en esa pose así voy a buscar la máquina y le saco una foto, Verónica ?- dije como para romper el hielo, apoyado en mi mejor sonrisa.
-Andate al carajo !!!- recibí por respuesta, junto con un golpe con la mano abierta que dio en mi hombro, pero que me parece llevaba destino de mejilla y que no llego a la misma gracias a mi habilidad para esquivarlo.
-Cómo se nota que hace mucho no ves un cielo raso !!! y tené cuidado con los movimientos bruscos a ver si se te sale una de esas hermosas tetitas, porque entonces no voy a buscar la máquina. Te la muerdo- dije riéndome con ganas, especialmente al ver su cara de sorpresa por lo que acababa de decirle.
-Pelotudo !!!- obtuve por toda respuesta. Dando media vuelta y volviendo a su casa no sin antes mirar hacia donde yo estaba con cara de odio.
PERDONAME, PELOTUDO!!!, rezaba el cartel manuscrito que encontré bajo la puerta el lunes por la noche cuando llegaba, bastante tarde, de trabajar. Me senté en la cocina a tomar un whisky y fumar un cigarrillo mientras leía una y otra vez esa nota. Mañana voy a intentar encontrarla, me dije, sonriendo.
Al día siguiente salí, fui a buscar el auto recorrí la ruta que hacía habitualmente y la esperé. Salí del auto cuando la vi llegar por el espejo. Me paré en su camino...
-Fumamos la pipa de la paz ?- pregunté sonriendo muy cerca de ella y mirándola a los ojos.
Se rió con ganas. Nos dimos un beso en la mejilla para reemplazar a la pipa y coincidimos en que ambos teníamos el tiempo justo para llegar a cumplir nuestros compromisos y que no podíamos tomar un café ahora, pero nos comprometimos a juntarnos el sábado por la mañana para hacerlo.
Debo reconocer que esos días estuve muy ansioso por que llegue el sábado. Verónica me gustaba cuando era agria y ahora que había perforado levemente su caparazón, y me dejaba ver una mujer completamente distinta, la atracción era mayor.
Habíamos quedado en encontrarnos en la cochera, para no llamar la atención de los vecinos y no alimentar las lenguas viperinas. Llegué unos minutos antes y la esperé. Subió al auto y para mi sorpresa me dio un beso de buenos días acompañado de una amplia sonrisa. Fuimos a un café de la costa a disfrutar del día soleado, de los pocos que quedarían, pues ya estábamos en otoño.
Supe su historia. Tiene 29 años. Es separada hace tres años y sin hijos. Trabaja en la oficina de una empresa de Celulares. Y se mudaron aquí cuando ella consiguió este trabajo, vendiendo la casa donde estaban, quedándose con algo de plata y comprando este departamento, por razones de seguridad, pues su madre pasaba mucho tiempo sola y tenía un poco de miedo por los constantes asaltos.
Ella sabía de mi bastante más de lo que suponía. Incluso me dijo que tenía que llevar a casa chicas menos ruidosas, porque en varias oportunidades la madre escuchó ruidos propios de amantes según le contara, mientras sonreía maliciosamente.
Yo sentía como la cara se me iba transformando y podía darme cuenta que me sonrojaba por el calor que despedían mis mejillas. Pero aparte de esto que me hizo sentir algo de vergüenza, pasamos un lindo momento. Francamente Verónica era muy diferente a la que conocí antes. Desbordante en simpatía y muy frontal. Nada que ver con la que encontré en el ascensor en tiempos de su mudanza. Intercambiamos teléfonos y quedamos en repetir la salida.
-Son las siete de la mañana y hay un sol hermoso !!!- escuché ni bien levanté el tubo, siete días después de haber tomado el café con ella.
-Podrías repetir la invitación del sábado anterior- continuó diciéndome mientras yo trataba de despertar.
-Hecho. Cuánto tiempo me das para que me despierte y me duche ?- pregunté, tratando de disimular mi sueño.
-Quince minutos- dijo
-Cuarenta y cinco- respondí.
-En treinta te espero sentada en tu auto en la cochera- replicó y detrás colgó sin darme tiempo a contestar.
A los treinta cinco minutos estaba dándole arranque al auto, con ella sonriente a mi lado. Y diciéndome que si hubiese tardado unos minutos más se llevaba el auto y tomaba el café sola. Esta vez fuimos mas lejos que la anterior, pues me dijo que no tenía horario para volver.
Ya estaba más fresco que la semana anterior. Por lo tanto su atuendo cubría todo su cuerpo, inclusive sus pies, así que sólo estaba llamativa para los que sabíamos lo que ocultaban las prendas.
Cada vez me sorprendía más su naturalidad, incluso su trato cariñoso en algunas oportunidades. Tocamos el tema del sopapo malogrado y se disculpó, mostrando absoluta sinceridad, aduciendo que desde su separación no había salido con nadie, que había dedicado su tiempo a trabajar y a contener a su madre y ayudar en la crianza de su hermano, sublimando, de alguna manera el tema de las relaciones con el sexo opuesto, ya que había quedado muy dolida de su última relación. Y terminó dándome la razón en lo que le había dicho acerca de lo mucho que hacía que no veía un cielo raso.
-En cambio vos...- me dijo risueña y con algo de reproche.
-Yo qué ?- pregunté con la mejor cara de inocente que tenía.
-No te hagas el tonto...Tenés mucha actividad en la habitación que da a la de mi mamá !!!- dijo riéndose.
-Debe ser la tele- contesté e inmediatamente cambié de tema.
Almorzamos algo frugal y quedamos en que la invitaría a cenar una noche de estas, algo de mi especialidad culinaria, a lo cual accedió gustosamente. Camino a casa iba imaginándome qué haría de comer para seducir a Verónica, que ya a estas alturas no sólo me atraía sino que me calentaba, aún cuando en esta oportunidad estaba casi totalmente cubierta. En algún momento me pareció percibir que si intentaba besarla no iba a ser rechazado, pero francamente no se presentó una oportunidad concreta de hacerlo.
Eran como las siete de la tarde, llegamos, cada cual a su casa beso en la mejilla mediante, pero alcancé a percibir mayor contacto de cuerpos cuando nos despedíamos. La cuestión que llegué y me disponía a probar un vino tinto que había comprado y pensar en lo ocurrido mientras calmaba mi ansiedad hasta que la invite a cenar, cuando suena el timbre.
-No traje las llaves y en casa no hay nadie- dijo Verónica ni bien abrí la puerta de casa.
-Pasá, justamente estaba por probar un rico vinito que compre ayer- dije a la vez que servia dos copas y me dirigía con ellas al living.
Hizo algunos llamados telefónicos para encontrar a su madre, comprobando que hasta bien tarde ella no regresaría y que su hermano estaba en la casa de unos primos. Tenía dos caminos: o iba hasta muy lejos a buscar la llave de su madre o bien esperaba a que ella regrese. Me di cuenta que le mintió, diciendo que hablaba desde una cabina telefónica.
-Entonces esta es la oportunidad para que te invite a cenar- dije.
-Bueno, a ver que tan buen cocinero sos- contestó.
Rebusqué en mi heladera y me decidí por preparar un pollo en el wok con ensalada de lechuga, tomate, zanahoria y albahaca que a ella le pareció fenómeno. Para ese entonces, casi habíamos terminado la botella de vino, acompañándola con un poquito de queso. Y me pareció notar que a medida que íbamos consumiendo el vino, iba perdiendo inhibiciones. Por lo tanto no dejaría pasar esta oportunidad que se me presentaba. En casa estaba la calefacción prendida, de modo que la temperatura era de lo más agradable, así que al momento de decidirme a cocinar, fui a mi habitación para ponerme algo cómodo, que consistiría en bermudas, remera y hojotas.
Me desvestí lentamente, acomodé la ropa que me iba sacando y buscaba la que me iba a poner, cuando me doy cuenta que algo llamaba poderosamente mi atención. Inconscientemente demoré las maniobras más de lo acostumbrado tratando de percibir qué era, hasta que atiné a localizar el motivo. En el departamento de Verónica claramente se percibía actividad. No era cierto que no hubiese nadie en su casa. Su visita estuvo perfectamente pergeñada. Terminé de vestirme, me dirigí al living con una gran sonrisa. Ella estaba sentada en el sofá. Puse música...Me acerque...
-Querés ponerte algo más cómodo ?- pregunte aún sonriendo.
-Si, me gustaría...qué tenés para prestarme ?- preguntó.
-Primero descalzate- dije, al tiempo que me arrodillaba frente a ella y le sacaba los zapatos.
Sin decir una sola palabra la tomé de las manos y la levanté. Cuando estuvo de pie la besé en la boca sin que medie una sola palabra. Aunque completamente sorprendida, respondió ávidamente. Sin dejarla reaccionar, seguí besándola en la boca y comencé a recorrer su cuello. Me detuve unos instantes, disfrutando de su piel y su aroma hasta que se separó con los ojos muy abiertos y antes de darle tiempo a que diga nada...
-En tu casa hay gente. Escuché ahora cuando me fui a cambiar. Esta visita fue deliberada- dije sonriendo.
Entonces fue ella quien se acercó a mi para besarme, esta vez con mucha mas pasión. Respondí a su beso con la misma pasión con que lo recibía y así de pie, como estábamos, retomé los besos en el cuello, notando que se le erizaba la piel.
-No quiero que te vayas decepcionada- le dije al oído, al tiempo que introducía mi lengua en él.
Allí vi que su piel se erizaba completamente y comenzaba a estremecerse, en señal que su nivel hormonal comenzaba a aumentar, conjuntamente con mi erección que iba camino a hacerse notar a través del bermuda. En un solo movimiento le quité, con su colaboración, el sweater que tenía puesto y la remera que llevaba debajo, quedando sus pequeños pechos ante mi tan solo cubiertos por el corpiño. Nos sentamos y continuamos con las caricias en el sofá.
Desprendí el corpiño y cuando quedaron sus tetitas a mi merced, me dediqué a hacer sus delicias acariciándolas, chupándolas y pellizcándolas suavemente durante largo rato. Comencé a sentir sus suspiros y algunas contracciones, entonces desprendí su jean y ella, con un leve movimiento de sus caderas, colaboró para que en un instante se lo pudiera sacar, quedando sólo con su tanga blanca, que apenas cubría su Monte de Venus, recientemente depilado, señal inequívoca que había planeado todo al pie de la letra.
Verónica a esta altura, no hacía nada. Sólo me dejaba hacer y se dedicaba a gozar emitiendo infinidad de suspiros y algún que otro grito de placer. Sus pezones estaban a punto de estallar mientras los besaba y acariciaba. Al mismo tiempo que sostenía mi cabeza por la nuca, con el objeto de mantenerme en ese sitio, movía su pelvis acercándola a mi erección. Entonces comencé a bajar con mi lengua desde sus pechos hasta su pancita plana que francamente, no demostraba sus casi treinta abriles. Allí volví a detenerme varios minutos, mientras ella seguía dando muestras de su placer. Volvió a levantar la pelvis para permitirme quitarle la tanga. Se puso de pie y en un instante me sacó la poca ropa que llevaba yo puesta. Volvió a sentarse, me ubicó frente a ella y de una sola maniobra puso la prueba de mi euforia sexual dentro de su boca.
Lentamente iba desde el glande hasta la base cuidadosamente, proporcionándome un gran placer. Se lo sacaba de la boca y lo restregaba por sus hermosas tetitas de pezones erectos, gozando plenamente la maniobra. Volvía y con la lengua se introducía en el ojo único de mi Cíclope, para luego llenar su boca con él.
Luego noté que mientras me hacía gozar a mi, con los dedos de la mano libre, acariciaba delicadamente su almejita y luego los introducía en su interior y los movía lentamente adquiriendo un nivel de calentura excepcional, sin sacarse mi arma de su boca. Se la sacó un instante...
-Acabá conmigo...- me pidió casi en un ruego sin dejar de acariciarse.
Delicadamente se la saqué de la boca, levanté su mano impidiendo que acabe a lo cual respondió con cara de gran asombro pero me dejó hacer, como presintiendo que lo que venía iba a ser mejor.
Puse un almohadón en el piso, me arrodillé sobre él, levanté sus piernas hasta que sus piecitos se posaron sobre el sofá y me dediqué a recorrer su cuerpo con mi lengua, mis labios y a veces mis dientes.
Comencé por los dedos de los pies, seguí por sus arcos, produciéndole cosquillas pero que lejos de desconcentrarla, la encendían más. Largamente recorrí sus pies tan bonitos con mi lengua y comencé a subir por las pantorrillas, hasta llegar a su pelvis. Allí estuve un buen rato jugando con los labios y la lengua, pero sin llegar a la almejita, que estaba totalmente húmeda. Estaba hermosamente depilada. Con sólo un poco de bello marcando el Monte de Venus y dejando libre los labios.
Me demoré en sus ingles y su pelvis todo lo que mi gran excitación y la presión de sus manos sobre mi nuca me permitían, postergando todo lo posible el momento de posarme sobre el origen de sus abundantes fluidos. Terminé por ceder a su presión y mis instintos cuando pude percibir que estaba a punto de tener un orgasmo. Lentamente fui llegando a ella recorriéndola en ambos sentidos disfrutando sus sabores y sus contracciones, hasta que inevitablemente noté que iba a acabar, entonces en un solo movimiento suave pero firme, penetré dentro de ella con la lengua y comencé a moverme primero despacio y a medida que percibía la mayor cantidad de jugos que preceden al clímax, mas rápido, hasta que sus contracciones y sus jugos me daban a entender que su primer orgasmo había llegado. Aproveché para beber su néctar, que a juzgar por sus gritos, contracciones y presión sobre mi nuca, hacía mucho tiempo que esperaban salir de allí.
Sin dejar que se reponga, seguí recorriendo la zona con la lengua hasta llegar al clítoris, donde me detuve moviéndome en forma circular prolongando su éxtasis y después de unos momentos, lo tomé en mis labios y lo chupé, haciendo que nuevamente acabe y aprovechando para deleitarme bebiendo de su manantial, todo lo que manaba.
Me acerqué a su boca y nos volvimos a besar largamente, ya más calmados, mezclando nuestros sabores y nuestros fluidos. Quedando, de este modo, el dorso de mi lingam acariciando la entrada de su almejita que Verónica se encargaba de mover hasta que en un momento, sin proponérmelo, estaba dentro de ella. Sentí claramente como disfrutaba de la penetración y cómo me hacía gozar a mi porque nunca pensé encontrarme con semejante estrechez, que si bien no era la de una niña virgen, tampoco se correspondía con una mujer de casi 30 como Verónica, lo cual confirmaba sus dichos de poca experiencia.
En un solo movimiento, lento, suave y continuado, entré totalmente dentro suyo, sintiendo cómo me recibía con pasión manifestada por los suspiros y calor dentro de su altar. Así, totalmente dentro de ella, nos quedamos largo rato besándonos, acariciándonos. Estábamos gozando tanto que los dos queríamos prolongar ese momento todo lo posible.
Sus pezones estaban totalmente erectos y duros, cosa que pude percibir cuando nuevamente acerqué mis labios a ellos, para continuar con las caricias. Y cuando chupaba sus pequeños pechos, casi por completo entraban en mi boca, logrando de este modo proporcionarle un gran placer que manifestaba con movimientos de su pelvis, abrazos y suspiros.
Así, conmigo totalmente adentro y prácticamente sin moverme, mientras hacía sus delicias con mi lengua y mis labios sobre sus pequeñas y sensibles tetitas, tuvo otro orgasmo que se manifestó casi en silencio, pero con contracciones de su interior que apretaban mi virilidad con tal fuerza, que debí hacer un gran esfuerzo por no acabar.
Como estaba, con sus piecitos sobre mis hombros, salí de dentro de ella, y fui bajando mientras acariciaba toda su piel con mi lengua y mis labios, hasta posarme nuevamente sobre su almejita rebosante de jugos., pero manteniéndola en la misma posición. Allí encontré su altar, al que le dediqué un sinfín de atenciones linguales y labiales, haciendo que acabe nuevamente. Pero a la vez tenía ante mi el ojo de su colita mirándome con celos de las caricias que le prodigaba al resto de su anatomía y dejándolo a él sin atención.
Comencé besando y mordisqueando sus nalgas y a la vez con mis dos manos ejercía una leve presión hacia los lados, tratando de generar una apertura, que lentamente fui concretando. Saqué mi lengua bien húmeda de sus líquidos de dentro de su almejita y recorrí el corto camino entre ella y la entrada de su cola. Cuando llegué a ella, se sobresaltó momentáneamente, hasta que el placer de sentir mi lengua posada allí y moviéndose en círculos alrededor de su anillo, la hizo relajar y me permitió jugar a placer.
Lo recorrí totalmente y varias veces en su periferia lubricando su entrada, para facilitar la maniobra que vendría a continuación, durante varios minutos, a la vez que jugaba con su clítoris entre mis dedos índice y pulgar, masajeándolo suavemente. Verónica se iba encendiendo cada vez más. Yo debía hacer un esfuerzo tremendo para no volcar mi néctar antes de tiempo. Mi cañón se deshacía por explotar. Seguí explorando y relajando su anillo tan preciado y notaba el aumento de su calentura, hasta que lentamente comencé a penetrarla por allí con mi lengua. El goce que le provocó hizo que ni bien comencé a recorrer ese camino, relaje la entrada, permitiéndome explorar el interior. Al sentir esa relajación, me introduje todo lo posible y comencé a moverme dentro de ella, primero lentamente, hasta que noté la llegada de un nuevo orgasmo, entonces moví mi lengua con todas mis fuerza, hasta que acabó de nuevo, alcanzando un clímax de lo mas prolongado, e inundando mi cara de líquidos. Al tiempo que me dedicaba a beberlos con fruición, acariciar sus nalgas con la lengua y la entrada de su gruta, tratando de tomar de allí, todo lo posible.
Me atrajo hacia ella, nos besamos mezclando los sabores de todas las partes de nuestros cuerpos y en una maniobra imperceptible, con las piernas aún levantadas, posó mi arma en la puerta de su culito e hizo ademán de introducirlo allí. De ningún modo iba a dejarla con las ganas, así que levanté más aún sus piernas de modo de tener al alcance de mis labios y mi lengua sus hermosos piecitos y así poder deleitarme besándolos y accedí a sus requerimientos penetrándola lentamente.
Me tomaba todo el tiempo del mundo. Entraba un poquito y me retiraba. Luego volvía a entrar, pero esta vez un poco más y me retiraba nuevamente. Verónica gozaba una barbaridad con cada penetración y con cada retirada. Y yo hacía un esfuerzo sobrehumano para no inundarla con la calentura acumulada. Así, muy lentamente, fui llegando a penetrarla con toda mi extensión. Entonces volvía a salir casi por completo, para volver a entrar todo. Varias veces repetí la maniobra, viendo lo que la hacía gozar de este modo. En tanto besaba sus piecitos, para disfrutarlos, pero también para desviar la atención de mis emociones de todas las terminaciones nerviosas de mi arma hacia otro lado, de modo de poder esperar su orgasmo antes de inundar su cola con mi néctar.
Ella acompañaba mis movimientos introductorios con el objeto de profundizar la penetración, produciéndome un placer descomunal. Abandoné sus piecitos porque no podía contener por más tiempo la eyaculación, entonces abrió los ojos y sin decir palabra, ambos comprendimos que ese era el momento de llegar juntos al cielo. Aceleré entonces mis movimientos y cuando adiviné su orgasmo, por las contracciones del esfínter, salí casi por completo, me detuve en la entrada, y con un solo movimiento muy despacio, entré totalmente, mientras en el camino hacia el final del túnel, iba dejando mi secreción inundándolo por completo. Verónica gritaba de placer mientras yo acariciaba sus pechos y su clítoris y permanecía totalmente adentro, gozando con sus contracciones.
No creo pecar de vanidoso si digo que tengo una, digamos, adecuada experiencia en las artes amatorias. Y francamente sé que es bastante difícil conseguir un orgasmo simultáneo. Pero desde este, que fue el primer encuentro con Verónica, hasta que culminó nuestra relación, fueron escasísimas las oportunidades en que no acabamos juntos. No digo al unísono. Pero si juntos. Probablemente yo comenzaba antes y ella se demoraba muy poco en comenzar con el suyo, que yo satisfacía continuando mis movimientos. La cuestión que a partir de ese día, comencé una relación que era sumamente satisfactoria para ambos.
Esa noche, ambos quedamos exhaustos y durante largo rato estuvimos así en el sofá, hasta que mi flaccidez hizo que lo depositado en la cola de Verónica, me obligue a enviar a la tintorería, todas las fundas.
Nos dimos una ducha. Pero no accedió a que lo hagamos juntos, de modo que cuando ella terminó, lo hice yo y luego nos dedicamos a preparar algo de comer. Por supuesto que ya no tan elaborado, sino algo rápido, pues estaba dentro de mis intenciones, una vez repuestas nuestras fuerzas, tener otra sesión.
Durante la comida tomamos otro poquito de vino que estaba cada vez más rico. Ambos teníamos puestas batas sobre el cuerpo y descalzos. En algunos movimientos podía ver casi por completo los pechos de Verónica y comencé a encenderme. Terminamos la cena y se ofreció a lavar los platos, cosa que acepté gustosamente, porque de ese modo podría observarla con detenimiento.
Los movimientos propios del lavado de platos, hicieron que imperceptiblemente se afloje la bata, cosa de la cual me di cuenta pero que no estaba en mis planes avisarle, pues eso me pues al deleite de ver sus piecitos y sus tobillos, de ese modo le iba a sumar el de observar sus piernas y sus pequeños pechos.
Efectivamente la bata quedó suelta y cuando Verónica se percató e intentó cerrarla, le pedí que no lo haga aduciendo el placer del que estaba disfrutando. Accedió. Cuando vi que ya casi terminaba, me acerqué la di vuelta y la besé con la pasión producto de haber estado observándola detenidamente. La verdad que tenía un cuerpo excelente para sus 29 años. Y debo decir que también su almejita poseía una edad que no se correspondía con la cronológica. Verdaderamente era de una gran estrechez.
Siendo correspondido en mi pasión, continué con las caricias, que a Verónica la iban encendiendo, ya no con la rapidez del principio, habida cuenta que para este momento estaba relativamente satisfecha, pero si de forma muy ostensible.
La alcé y la llevé hasta la mesa, la senté sobre ella y me dediqué a besar esos hermosos pechos. Ya sus pezones daban muestra de su excitación, pues estaban duros y erectos. Y mis caricias y besos contribuían a aumentar su dureza y erección. Me senté en la primer silla que tenía a mano y la senté a ella sobre la mesa, quitándole la bata al mismo tiempo que dejaba caer la mía. Comencé a besar su almejita que ya estaba nuevamente repleta de emanaciones deliciosas para mi sentido del gusto. Bebí sus jugos, disfrutando cada gota y haciéndola disfrutar a ella con mis labios y mi lengua.
Jugué con el clítoris, me introduje dentro de ella lentamente y me movía dentro suyo con vigor, hasta que noté que iba a tener un nuevo orgasmo. Me detuve, me puse de pie y comencé a penetrarla muy despacio. Ella abrazó mi espalda con sus piernas y comenzamos un movimiento lento, rítmico y profundo, disfrutando ambos cada embestida que lograba llenar ese canal ahora totalmente lubricado.
Así, muy despacio y sin acelerar el ritmo, comencé a inundarla con mis renovados fluidos, al tiempo que cuando ella sintió el primer indicio de mi orgasmo dentro suyo, con sus piernas me apretó más contra si y comenzó a acabar en el momento en que yo despedía la última gota de mi simiente en lo más profundo de su ser. Así como estábamos, nos abrazamos y nos besamos largamente, disfrutando de nosotros y de nuestras sensaciones.
Largo rato pasamos besándonos sobre la mesa, incluso no salí de dentro suyo, pese a mi flaccidez, pero al rato de estar acariciándonos y besándonos, sentí que en poco más iba a estar preparado nuevamente, pues comenzaba a sentir crecer mi arma.
Casi abruptamente se movió como para que me retire...
-No...estoy llegando muy tarde a casa...Guardalo para otro día, que quiero saber cómo se hace en tu cama- dijo agarrando mi incipiente erección y riendo sarcásticamente...