Agradable coincidencia

Hacía mucho que no lo veía, y como no sabía cuando sería el próximo encuentro... lo aproveché.

En mi trabajo, la época más fuerte es el invierno y este año hemos tenido exceso de curro con lo cual he cogido unos días de descanso para irme a visitar a la familia. Un fin de semana hice la maleta y me fui a Asturias; como iba sola visité a todos los parientes y el resto de los días los dediqué a pasear por las playas, los parques y visité sitios de Asturias que todavía no conocía.

La visita a un pequeño pueblecito el último día de mis mini vacaciones, fue la mejor de todas: entré en una cafetería a tomar un tentempié a media mañana cuando de pronto me suena el móvil:

¿Dígame?

Hola Silvia, soy Jose ¿qué haces?

Hola tío ¿qué tal? Estoy pasando unos días en Asturias, bueno, pasando no, me voy mañana.

¿Mañana? Yo también estoy por aquí. Si quieres quedamos para tomar... un café ¿te apetece?

Vale, ¿nos vemos a la 1 junto al centro comercial?

O.K. te espero.

Jose es un amigo, sólo un amigo, aunque yo quisiera que fuera algo más. Soy la típica chica echada "pa´lante", pero me he cansado de ser yo la que siempre proponga y como dice el dicho: el que quiera peces que moje el culo. Aproveché que estaba en el café para ir al baño a acicalarme un poco, de no estar toda mona, por lo menos presentable. Me hacía mucha ilusión verle, hacía mucho desde la ultima vez, aunque solemos chatear y escribirnos a menudo para contarnos como nos van las cosas. La verdad es que no hace tanto que nos conocemos, pero es de esas personas con las que congenias bien y te parece que conoces de toda la vida.

Salí del baño, pagué el café y me dirigí al lugar de encuentro con mi colega. Cuando llegué, ya me estaba esperando.

¡Chico! Eres más que puntual, todavía falta 10 minutos para la 1.

Ya, pero si tu llegas pronto y yo también es más tiempo juntos, jeje.

Le cogí del brazo y mientras paseábamos, nos íbamos contando las últimas novedades. Íbamos paseando, charlando y bromeando cuando a él se le ocurre mirar el reloj.

Las 2:15, y nosotros aquí ¿no tienes hambre? Te invito a comer, un colega mío tiene un restaurante donde dan muy bien de comer ¿te animas?

Vale, pero sólo porque es tarde y no sé donde iba a ir yo ahora a comer a estas horas.

Nos dirigimos a dicho restaurante y pedimos el menú del día: primer y segundo plato, postre, bebida, café y chupito. Después de la comilona y para seguir con la charlar, continuamos con el paseo; ésta vez me llevó a un parque muy tranquilo donde (afortunadamente) paseaba poca gente. Le cogí de nuevo el brazo y ¡ale! a bajar la comida.

De temas serios y bromas, pasamos a otros temas: los personales, es decir, que nos gusta, que nos disgusta, aficiones, etc. En ese momento se levantó un vendaval de aupa, me acurruqué en su pecho.

Perdona la confianza es que tengo frío.

Tranquila, achuca aquí, achuca.

No era una excusa, en verdad tenía frío, hacía buen tiempo y salí de casa ligerilla de ropa. Él lo notó al abrazarme, tenía los pitones como las puntas de las fechas: en guardia. Como seguía teniendo frío, me puso su chaqueta, lo que hizo que me fijara en su pecho: llevaba una camiseta de licra que le quedaba bastante ajustada.

Estás temblando. Será mejor que nos refugiemos en un sitio donde no dé tanto el aire.

Afortunadamente para mi, allí cerca había una caseta de esas que ponen en los parques, estilo bar, de hecho había mesas y taburetes, pero el sitio estaba abandonado. Me llevaba abrazada a él, entramos en el lugar y le miré con cara de agradecimiento. Aquella mirada trasmitía... algo más que frío.

Gracias, por ser así.

Sin perder la magia del momento, me besó en la frente; yo cerré los ojos para sentir aquel beso como algo mío, cuantas veces lo había deseado. En aquel instante pasaron por mi cabeza infinidad de circunstancias como esa, pero claro, imaginadas, ¡aquella era de verdad! Rodeando su cintura con mis brazos, le dije...

Me alegro de que nos hayamos visto.

Puso un dedo sobre mis labios para me no dijera nada y mientras me miraba su dedo empezó a bajar lentamente: pasando por la barbilla, el cuello, hasta detenerse en mi pecho. En ese momento se iluminó mi mirada y lentamente mis labios buscaron los suyos; mis manos jugaban con su pecho para llegar a la cabeza y sujetársela para que no la apartase: después de tanto tiempo soñando con aquello había llegado el momento de ponerlo en práctica. Con mis manos en su cara, suavemente le besé, pero suave solo fue al principio; la intensidad fue subiendo cuando su mano comenzó jugar con mis pechos. Despacio caminábamos hacia atrás para apoyarnos en la barra y dar así rienda suelta a nuestros deseos sexuales. Tocando ya la barra, apretó su cuerpo contra el mío ¿tampoco quería que me escapara? y moviendo su pierna entre las mías, se empezó a calentar la cosa. Mis manos volvieron a su cintura, pero por dentro de la camiseta, recorriendo palmo a palmo su espalda de arriba abajo a la vez que le apretaba contra mi para que el placer fuera mutuo.

Desabrochó mis vaqueros a la vez que yo hice lo mismo con los suyos y viendo que su chaqueta había caído sobre la barra, me cogió por la cintura y me sentó en la barra; mientras me bajaba los pantalones, yo tiraba de su camiseta para ver su torso desnudo, mientras con los pies intentaba que su pantalón se cayese para jugar con su miembro casi erecto. Al sentarme en la barra, comenzó a recorrer mi cuerpo palmo a palmo, posó sus manos en mis rodillas, me separó las piernas y comenzó a jugar con mi chochito; ante aquello, solo podía relajarme y disfrutar, me puse recta y me quité la camiseta, dejando caer a mis dulces niñas. Apoyé los brazos y me eché hacia atrás, mirando como intentaba y conseguía que se me erizara la piel de placer; le miré durante un rato más, le hice un gesto y se subió a la barra conmigo: me puse detrás de él y comencé a besarle los hombros, dándole algún que otro mordisquito de vez en cuando; seguí bajando, la zona dorsal... lumbar... Me bajé de la barra y llenando su boca con mi lengua, buscaba aquel tesoro que más tarde me ofrecería: lo encontré, lo acaricié, jugué con su cabecita y de dos embestidas me lo comí, mientras me lo comía, jugaba con sus bolas; él gemía y me acariciaba el pelo, con una mano le indiqué que se tumbase, lo hizo sin mas. Sutilmente, me subí de nuevo a la barra, recorrí su pecho con las palmas de mis manos, llegué a la cintura y me acomodé para montarme en su erecta polla: me incliné un poco para atrás y comencé a moverme, adelante y atrás, adelante y atrás, empecé despacio, pero a medida que me movía, iba incrementanto la pasión y la velocidad de mis movimientos; izquierda derecha, izquierda derecha, poco a poco, el placer invadió nuestros cuerpos, se incorporó como pudo, me agarró de la cintura y mientras me besaba hacía que mis movimientos fueran más bruscos y a la vez más excitantes; después de follármelo, con lentos movimientos se situó detrás de mí y poniéndome a cuatro patas me la metió de un golpe, volvió a coger mi cintura y comenzó a bombearme ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! yo gemía, suspiraba, alucinaba; él seguía ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! "sigue", gritaba ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! ¡¡¡ZAS!!! "no pares", le pedía ¡¡¡ZAS...!!! ¡¡¡ZAS...!!! "cariño, cariño, cariño, me voy..."

Estuvimos abrazados un buen rato ¿cuándo nos volveríamos a ver? como no lo sabíamos, teníamos que aprovechar el tiempo cuando estábamos juntos. Nos vestimos y volvimos a la calle; le acompañé al coche, y dándome un beso me dijo:

Estaremos en contacto.

Después de aquella tarde, volví a trabajar toda contenta, con una energía que desbordaba, simplemente esperando la próxima coincidencia.