AGOSTO DE 1978_Fonso me arregla el bidet.

Nando consigue por fin su objetivo: qué Fonso le arregle el bidet. Un nuevo episodio del despertar al sexo de un chaval de barrio en un tórrido e intenso mes de agosto de 1978.

AGOSTO DE 1978_Fonso me arregla el bidet.

-¡Nandoooo, qué se inunda el baño, baja corriendo! Hay que cortar el agua!

Son las 8,30 de la mañana y mi madre me arranca de la cama a grito pelado. Bajo corriendo a ver qué pasa si no me llevaría la primera bronca del día.

  • Pues claro, mamá, había que cerrar el agua y no hacía falta gritar tanto.

  • Estamos los dos solos en casa y como salía agua a chorro del bidet a quién iba a despertar. Me perdone el señorito. Voy a llamar a Carmen y que me mande a alguien a arreglarlo. Yo necesito el agua para cocinar y no podemos estar con el agua cortada.

La señora Carmen, como la llamaban en el barrio, era la madre de mi amigo Josema y de su hermano mayor Fonso, los vecinos fontaneros de los que tendría que echar mano mi madre para arreglar el desaguisado del bidet.

Mientras desayunaba café con leche y tostadas, oí a mi madre hablando por teléfono con ella. Le decía que no había ninguno en casa pero que Fonso estaba a punto de volver de una avería en Castrelos y que se lo mandaba sin falta.

Fonso iba a venir a mi casa a arreglar la avería. ¡Dios mío! Subí a vestirme y mientras pensaba qué me iba a poner le daba vueltas a la última vez que estuve con él.

Hoy sería distinto pues con mi madre en medio no iba a pasar nada. En cualquier caso me puse un pantalón corto de espumillón del año pasado que me quedaba muy justo y sin slips me marcaba muy bien el paquete y se metía un poquito entre las nalgas. Me puse la camiseta del Celta con el 3 a la espalda del año anterior y que, con el estirón, me quedaba también bastante ajustada.

Estaba arreglando la habitación cuando oí el timbre y a mi madre hablar con alguien y a voz en grito llamándome:

  • Nando baja que está aquí Fonso para arreglar lo del baño.

  • ¡Voy, mamá!

Batí el record de bajada de escaleras con polla morcillona y me planté abajo en un plis plas. Mi madre estaba en la puerta preparada para irse a la tienda.

  • Yo voy a comprar un poco de pescado y vuelvo en un pincho. Explícale a Fonso el problema del agua.

-Vale, mamá – respondí mientras cerraba la puerta de casa despidiendo a mi madre.

Tragué saliva pues me cogió por sorpresa el súbito cambio de planes y me supo dulce, más dulce que la miel.

Nuestras miradas se cruzaron un segundo y la reacción de Fonso fue rápida y muy profesional.

  • Venga, Canijo, enséñame dónde está el problema.

  • Es en el baño grande. Salía agua a chorro del bidet y casi se inunda el baño.

  • Vale. Pues abre el agua un segundo y así veo exactamente qué pasa: si está roto el grifo o por dónde pierde. Tú abre la llave del agua y ya te aviso yo cuando tengas que cerrarla.

Me fui al balcón de la cocina. Abrí el agua y esperé órdenes. Dios, con el mono de trabajo y sin camiseta por debajo está todavía más bueno que la última vez. Me estaba calentando de lo lindo y no oí que me llamaba hasta que lo hizo por segunda vez.

-Cierra el agua, jodeeer!

-Perdona, Fonso. Estaba despistado-le dije asomando tímidamente la cabeza a través de la puerta del baño.

-Despistado te voy a dar a tí ¿Mira cómo me he puesto! Estoy empapado.

Cuando se dio la vuelta tenía todo el mono empapado, chorreando agua. A mí se me fueron los ojos al paquete. Fonso lo notó y me dijo bromeando.

-Apuesto lo que quieras a que me la tenías guardada desde el otro día.

-¿Por qué lo dices?

-Yo te bañé en leche y hoy tú te vengas empapándome de agua. ¡Qué cabronazo vengativo eres!

-No lo hice a propósito, te lo prometo. No te oí.

Y sin tiempo de acabar de hablar, me empezó a hacer cosquillas a lo bestia para vengarse de lo que le había hecho. Yo no podía casi respirar de la risa que me estaba provocando.

-¡Pide papas, Canijo!- me dijo mientras me tenía atrapado, inmovilizado entre sus dos manazas. Sentí en mi cuerpo toda el agua fría que empapaba su funda y que se traspasaba a mí ropa. Él lo notó y me dijo liberándome de sus manazas:

-Te estoy empapando yo a ti también. Anda, dame una toalla para secarme un poco.

-Toma ésta limpia.

Mientras me contaba la avería del bidet mi mente se nubló totalmente y me perdi. Mientras hablaba y, como el que no quiere la cosa, se desabrochó la funda y se secó el pecho y los sobacos con la toalla que yo le acababa de dar. Así pude volver a ver de cerca aquel pecho lampiño pero fibrado adornado con dos pezones muy prietos y un vientre plano. Después se soltó el botón del mono y, levantó un poco la parte del calzoncillo blanco con figuritas de futbolistas que llevaba puesto, y se metió la toalla bien por dentro para secarse su entrepierna, así pude ver durante un segundo otra vez su rabo. Esta vez pude verlo mejor y más claramente. Recubierto por una piel muy húmeda y babeante que dejaba entrever el glande como una seta gorda. Sin circuncidar como el de su hermano, lucía empapado, a partes iguales, por el chorro de agua y por lo que Fonso iba a hacer conmigo esa mañana en el baño de mi casa.

Su polla era oscura y contrastaba con su pantorrilla y sus nalgas de color blanco inmaculado. Era muy grande, una polla grande y gruesa con una vena azulada que le surcaba todo el tronco y que yo, la otra noche en su casa, recorrí con mi lengua de arriba abajo para surcarla de vuelta hacia el glande al que me amodorré mientras duró la mamada.

Yo estaba en el limbo. Me quedé blanco y cuando reaccioné, aparté la vista en uno de mis ataques de vergüenza fingida y estudiada. En ese momento me trasladó a la realidad la visión de Fonso mientras se abrochaba la funda y me decía sonriendo:

-Espabila, Canijo. Ni qué hubieras visto a un fantasma.

Se me fue acercando e, incrédulo, pude ver como volvía a desabrocharse la funda, bajarse el slip y dejar aquel pollón que yo ya conocía pero que me pareció aún más grande y hermoso hoy a la luz del sol. El cipote estaba envuelto en una mata de pelo negro rizado encima de unos huevos redondos y enormes comparados con los míos.

-Mira cómo se despierta. Se pone contenta al verte, Canijo, aún se acuerda de lo bien que la trataste, de cómo la mamaste el otro día y del baño de leche que te llevaste como premio. Ahora ya puedes decir que viste otra polla escupir leche aparte de la tuya.

-Jobá y vaya si escupió lefa je je. Me pillaste desprevenido. No me esperaba esos chorros. Yo, claro, echo mucho menos leche que tú.

-¡No te jode el enano éste! Yo soy mayor que tú. Faltaría más. Mira qué grandes son mis huevos por eso producen toda esa mercancía. Cuando te crezcan las bolas vas a disparar metralla a lo bestia.

Me agarró por la cintura, me acercó hacia él y desabrochó mis pantalones y agarrándome el paquete, a punto de explotar, me lo calibró en toda su extensión y me dijo:

-Te vas a quejar tú de polla. Anda ya! En el equipo, menos tú hermano y el Benja, ninguno tiene un pollón más grande que el tuyo. Ya te dije el otro día que con esto - y me apretó otra vez la polla antes de sacármela y darle un par de meneos, las vas a volver locas a todas. Si te ven el trabuco que tienes aquí se te abren de piernas a la primera como le pasa al cabrón de tu hermano. ¡Qué suerte tiene con las tías el jodido¡

-Gracias-dije, rojo como un tomate y esta vez sin fingir. La tuya no sólo es más grande si no que, además, está siempre húmeda. A la mía tengo que echarle saliva sino no me puedo ni pajear bien.

-Eso tiene fácil remedio, Canijo. Verás.

Se agachó ágilmente y se colocó en cuclillas. Con sus manazas agarró mi rabo y lo acercó hasta su boca. Comenzó a chuparla y era tal cual, igual a como yo lo había imaginado y deseado tantas y tantas veces en sueños o mientras me pajeaba pensando en él.

La movía dentro de su boca, la tragaba entera, restregándola por todos lados con su lengua áspera, llenándola de saliva, masajeándola dentro y fuera, comiéndomela entera junto con mis huevos y mi pelo púbico. Era capaz de meterse todo junto y a la vez en su boca. Yo no sé cómo podía hacerlo, la verdad. La saliva era tan abundante que se le escapaba de la boca conforme mi polla iba creciendo hasta casi explotar. Cuando estaba a punto de correrme le tiré del pelo suavemente y le hice el gesto de que me iba a correr y la saqué rápidamente.

Fonso estaba ya de rodillas en el suelo y parecía una estatua griega y yo, como buen estudiante que era, lo miraba desde arriba intentando aprenderme de memoria todos sus detalles y contornos. Inmortalizar en mi retina ese momento mientras conseguía no correrme fue una verdadera proeza.

-Ahora ya no la tienes seca, Canijo. Ven aquí que estaremos más cómodos.

Me sentó en el wáter y me fue acercando su polla a mi cara. En ese momento me asaltó un olor a sudor fresco, dulzón y fuerte a la vez. Olía a macho y a masilla a partes iguales. De repente todos mis tabús desaparecieron y dejé correr mis instintos. Tenía otra vez a disposición la polla, el pollón mejor dicho, de un adulto y no de un adulto cualquiera si no del hombre que más había deseado en toda mi corta vida y al que había dedicado mis mejores pajas.

De manera salvaje acabé de bajarle la funda hasta el suelo. Toqué sus nalgas, que me sorprendieron por su dureza. Comencé a comerle todo lo que pillaba desde su pene hacia arriba: los pezones, el ombligo, el bajo vientre y los pelos de la polla mientras mis manos frotaban su culo y buscaban su orificio con suaves masajes. Lo tenía cerradito y seco.

Fonso me acariciaba cariñosamente el pelo con ambas manos. Me dejaba ir a mí ritmo. Él tampoco quería acabar rápido como la otra vez y se estaba controlando. Quería ensartarme con su polla dura como un ferrote. Ya había alcanzado la máxima erección y había engordado todo lo que podía engordar. La vena azulada estaba a punto de explotarme en la boca. Pude sentir como emanaba continuamente fluidos cuando me la volví a llevar a la boca, donde la encerré dándole más vueltas que un tiovivo hasta que Fonso, a punto de correrse, me separó de ella diciendo:

-Hay que ver cómo la chupas, canijo, ¿no lo habías hecho antes? Es increíble cómo me pones.

-Es la segunda vez que lo hago y las dos contigo. Perdona pero me pones un poco nervioso - le respondí.

A Fonso le ponía muy cachondo enseñarme sexo y, no te digo ya, la seguridad de ser el primero con el que estaba aprendiendo a besar, a mamar y a follar.

Mejor que no supiese nada. Lo mejor era saber guardar mis secretos que no eran pocos.

-Hoy no te me escapas vivo, Canijo. El otro día iba muy cargado y no pude aguantar pero hoy estoy en plena forma.

Yo temía en ese momento que nos pillara mi madre. Que volviera de la tienda y se encontrara el cuadro de su hijo y el hijo del fontanero del barrio retozando y le dije:

-Tenemos que tener cuidado a ver si va a volver mí madre y nos pilla.

-Tranquilo, está todo controlado. Tu madre, al volver de la tienda, va a ir a mi casa a hablar de no sé qué con la mía. Ya sabes que esas dos cuando están de palique tienen para rato. Así podemos ir como a mí me gusta, despacio!- dijo.

  • Ah vale. A lo mejor tenemos tiempo también para que me arregles el bidet- le dije guiñándole un ojo.

  • Tú estate tranquilo, que lo estás haciendo muy bien y no vamos a hacer nada que no quieras, vale?

-¿Qué me quieres hacer hoy?

-Hacerte disfrutar. Soy un buen pagador y me gusta saldar mis deudas. El otro día tú no te corriste y hoy quiero que disfrutes de algo que te va a encantar y que no olvidarás nunca.

-¿No me das una pista?

-Será una sorpresa, verás.

Me hizo apoyar en el lavabo y me abrió delicadamente las piernas. Se colocó justo detrás de mí y pude sentir cómo restregaba su polla a lo largo de la raja de mi culo y se detenía justo en su entrada mientras me decía muy bajito para que lo oyera yo solo:

  • Nando, hoy quiero follarte el culo. ¿Quieres probar? Quiero regarte dentro con mi leche.

Con una mano se masajeaba su polla lentamente y en la otra depositaba saliva para lubricarme bien el culo que ya estaba todo pringoso por los roces con su polla babeante de precum.

Se agachó e introdujo cada vez más profundamente su áspera lengua que succionaba la entrada de mi ano y me lo mordisqueaba para que se abriese más y más. Después me fue metiendo sus dedazos de portero uno a uno. Al llegar al tercero gemí extasiado y él me preguntó:

-¿Te gusta, Canijo? Si te hago daño avísame.

-Me gusta mucho pero tengo miedo. Nunca me penetraron y mi agujero es muy estrecho, no quiero que me hagas daño.

-Verás que te lo haré con mucho cuidado. Estamos solos, así que si gritas nadie te va a oír dijo bromeando- ¡Qué va Neno.! Tú para mí eres como un hermano y antes de que te duela preferiría cascarme una paja. Pena no tener alguna crema que así te entraba mejor- añadió.

Me acordé de mi bote metálico pequeño y redondo y lo visualicé en la ex casa de mi hermana al lado de la vieja colchoneta. Mierda! Y dije:

-Espera, a lo mejor mi madre tiene alguna crema en el armarito del lavabo que puedas usar- lo abrí y allí, como caído del cielo, estaba otro bote de crema igualito al que yo le había robado días atrás. Recién comprado y aún sin estrenar- ¿Crees que servirá esto?-le dije mostrándole el bote.

-Parece vaselina. Tere siempre se queja de que le duele al follar y con esto le entra sin dolor y se la puedo clavar hasta los huevos.

Se untó los dedos y la esparció por mi culo y por su polla. Aquellos dedos me estaban volviendo loco. Procedía en círculos y notaba como mi orificio se ensanchaba a ojos vista. Gemí otra vez y él lo notó.

-¿Lo hago bien? ¿Te gusta?

-Sí, me encanta. Sigue. Dios! Lo que me estaba perdiendo!

-Ven siéntate encima de mí. Así no te la clavo de golpe y vas controlando tú lo que puedes tragar sin dolor. No me lo podía creer. Había elegido, sin saberlo, mi postura favorita en la que alguna vez había visto las estrellas mientras Kiko me taladraba el culo en Aguiño.

Se sentó en el wáter y me colocó enfrente de él sentado sobre sus piernas. Me besó y nos comimos los morros como la primera vez y, mientras Fonso me hacía levantar levemente para que me fuera sentando poco a poco encima de su rabazo. Era increíble sentir cómo entraba cada centímetro y controlar yo mismo la ración de rabo que era capaz de tragarme de cada sentadilla.

Yo llevaba las riendas aunque sólo aparentemente. Su glande entraba hasta mi más profundo interior para dar comienzo a mi éxtasis. Al principio, no hacía fuerza y dejaba que yo me fuera acostumbrando a ese taladro continuo de carne humana. Sabía bien cómo hacerlo. Después cuando vio que ya me lo había tragado todo sin rechistar, comenzó metiendo solo la cabeza de su tranca, despacio, y luego la sacaba y así una y otra vez. Muchas veces. Perdí la cuenta. Aquel vaivén me estaba volviendo loco da placer y excitación. Sentía un escalofrío incontrolable que partía de dentro de mi culo y subía por la columna y me daba latigazos de placer en mis pezones. En medio de aquel descontrol lo que acabó por hacerme gritar y agarrarme enloquecido del pelo de Fonso fue cuando éste me daba embestidas fuertes de riñones e iba introduciéndola entera y pegando sus huevos a mi culo. Si había dolor no lo sentí y durante varios minutos estuve en la gloria.

Yo me pajeaba a una mano cuando noté que Fonso volvía a meterme su cacharro totalmente. El guión era siempre el mismo: la primera vez lento, para luego comenzar a menearse rítmicamente dentro de mi culo, sin sacarla, mientras yo bailaba en círculos con aquel tótem clavado en mis entrañas, en lo más profundo de mí mismo. Fonso aceleró para correrse, se acercó a mi oído y me dijo muy excitado casi gritándome y tirándome del pelo:

-Me voy a correr dentro de ti, Canijo y envolvió con su mano la mía masturbándome él también- ¡Quiero preñarte bien adentro! ¡Dios me corrooooooo!

Cuando se corrió pegó un grito y así siguió gritando mientras descargaba en mi interior el contenido acumulado de sus huevos. Podía sentir su semen que, en cantidad enorme, se escapaba por mi ano cuando Fonso sacó su polla y acabó de echar el último chorro de lechada masturbándose frenéticamente sobre mi pecho mientras yo gritando también me corrí en tres chorros como fuentes.

-Me gusta juntar nuestras leches -le dije, mientras pasaba la mano como un poseso mezclando mí semen con el suyo.

-Así que echabas mucha menos leche. Menudos chorros. Estoy empapado otra vez, pero ahora de tu leche y la mía.

-Así aprendes lo que es que te bañen de leche. Me lo enseñaste tú, en tu cuarto, el otro día.

Después de limpiarnos y de adecentar un poco el baño, Fonso sacó la masilla y obturó en un plis plas la cañería picada por los años, el uso y seguramente mis largos baños anales de agua caliente durante ese mes de agosto fueron la gota que hizo colmar el vaso.

-Este bidet hay que cambiarlo –me dijo. Hay unos con chorrito central que van muy bien y que a tu madre le iban a gustar fijo. Se lo tengo que decir cuando vuelva. Joder a los dos hermanos les gustaba el bidet con chorrito.

-¿Y por qué le iba a gustar a mi madre? – pregunté inocentemente.

-Si compra vaselina es que la usa para follar con tu padre. ¿Para qué crees que se usa si no la vaselina? Una de dos: o tiene el chocho seco y le duele al follar o tu padre debe tener una tranca que la desfonda. De casta le viene al galgo. Bueno, a los galgos je je pues tu hermano vaya pollón que calza el muy cabrón.

-Yo se la vi sin empalmar alguna vez y me pareció grande pero no tanto como la de mi padre.

-¡Joder, chaval, la de tu hermano empalmada mete miedo! La de tu padre debe ser la hostia, entonces.

-Oye y una pregunta, Canijo, ¿qué hacías tú usando la vaselina de tu madre?

-Eh …pues … la primera vez la usé para meterme los dedos y ver qué se sentía. Después cuando me daban ganas me encerraba en el baño y probaba.

-Ahora te hago yo también una pregunta … y tú ¿por qué te decidiste a dar el paso conmigo el otro día?

-Quería probar que se siente. A mí me gustan los jóvenes como tú, sin experiencia y enseñarles lo qué sé, pero nunca había estado con ninguno. Yo, aunque no te lo creas, soy muy vergonzoso y cortado pero te he pillado más de una vez mirándome sin parar así que me decidí.

  • Sería en las duchas. Ahí sólo tenía ojos para tu nabo.

-Ya, ya en las duchas, en las duchas y en el bar y en Balaídos o cuando vienes a casa con mi hermano. Siempre me miras sin parar. Yo te caté a la primera.

-Joder qué corte, Fonso! Yo no quiero que se entere nadie y menos Josema. Me moriría de vergüenza- le mentí una vez más.

-Será un secreto entre tú y yo, Canijo. Hazme un gesto y yo te volveré a llenar de leche ese túnel caliente que tienes. Me has hecho disfrutar mucho y tenemos que repetir.

-Yo nunca me había corrido así. Nunca. ¡Claro qué tenemos que repetir! Y esta vez no mentía, vive dios.