AGOSTO DE 1978_En casa de mis tíos en Aguiño

Tercera parte de las aventuras sexuales de Nando en la Galicia de finales de los 70. Él es un joven gallego muy aplicado y buen estudiante cuando se trata de aprender a disfrutar y a hacer gozar. Conviene leer antes mis 2 relatos anteriores ambientados en Junio del 78: El despertar y La mudanza.

AGOSTO DE 1978_En casa de mis tíos en Aguiño

Desde el trastero donde estaba viendo si encontraba la vieja colchoneta de playa oí a mi madre que me gritaba:

-Prepárate que mañana nos vamos a la casa de la tía Manuela y del tío Francisco a Aguiño. Salimos a las 7 por la fresca.

-Qué rollo! Yo no quiero ir que allí me aburro. Yo aquí me lo paso mejor. Tengo a mis amigos.

-Ni me aburro ni nada. Tu padre tiene unos días y quiere ver a su familia. ¿Se lo vamos a impedir para que tú juegues con tus amiguitos?

Si la decisión venía de arriba, de mi padre no había nada que discutir. Él y toda su familia provenían de Aguiño, un pueblecito de pescadores en el sur de la provincia de A Coruña que en el puente de la virgen de Agosto celebraba A Festa do Percebe .

Yo allí no me lo pasaba mal del todo. Iba a la playa por la mañana y por la tarde, andaba en bici todo el día y, algunos días, solía ir a pescar con mi tío Francisco y con mi primo Kiko que era un renacuajo que aún jugaba a indios y vaqueros. No conocía a niños de mi edad y mi madre no me dejaba salir solo y aún encima me obligaba a jugar con mi primo cuando volvíamos de la playa. Todas las tardes. Si me aburrí con mi primo los años anteriores imaginaos ahora. Entre el plan de ir a Aguiño y las tardes con Josema en la ex casa de mi hermana no había color.

Desde la tarde noche de la mudanza íbamos todos los días a practicar lo aprendido y hay que reconocer que cada día nos salía mejor: meterle la polla a Josema en todas las posturas. Durante tres días fuimos perfeccionando la técnica. Ya se sabe el refrán: o burro o profeta y yo con las ganas que le echaba iba para profeta. Y a Josema le encantaba probar distintas posturas en las que se le desencajaba el rostro de gusto y se corría con espasmos que se iban amplificando. Nadie nos oía y podíamos dar rienda suelta a gemidos, grititos y frases obscenas. No teníamos que susurrarnos cosas al oído como entre el maíz. Podíamos dar rienda suelta a nuestros instintos.

Como nos quedamos sin colchón y para no tener que hacerlo en el suelo me tuve que organizar. Mientras él iba a ayudar en la fontanería yo me encargaba de ir preparando un sitio donde poder follarlo cómodamente. Me agencié una colchoneta que ya no usábamos para ir al playa y, lo más importante, le robé la crema a mi madre. Aquel bote pequeño y redondo iba a representar la aplicación de un método en el sexo entre nosotros. Yo era buen estudiante. Listo y aplicado y me iba a aplicar en esta nueva materia de estudio. Lo tocaba metiendo la mano en el bolsillo e imaginando cómo lo íbamos a usar esa tarde me puse muy cachondo. Tanto que decidí probarlo otra vez en mi culo para ir practicando. Fui al baño y me lavé el culo en el bidet. Dejé que saliese el agua muy caliente y acerqué el culo al grifo. Dejé que el agua ablandase mi virgo. Era un gustazo sentir como con el jabón y con él los dedos iban abriendo mi culo e iban resbalando de uno en uno en su interior. Me tocaba y el agua caliente estimulaba mi ano que latía como si tuviera viva propia dentro de él. No quería correrme rápido como en el baño de casa. Ahora estaba solo y nadie de mi familia sabía de mi paradero. Me embadurné los dedos con la crema y me unté mi culo con una dosis abundante. Era una pasta gelatinosa fría con un ligero olor medicinal que se calentaba deprisa hasta alcanzar la temperatura del cuerpo, de mi culo más bien porque allí me la estaba untando mientras no llegase Josema después de trabajar.

Me fui hacia la colchoneta y me recosté en ella. Con una mano me pajeaba como un mono y con la otra me buscaba el sitio, el punto exacto que me hizo correr a lo bestia la primera vez. No me podía ver la cara pero me imaginaba a mí mismo mordiéndome los labios como había visto hacer a Josema mientras me lo estaba cepillando. Si ponía esa cara esa porque yo, con mi polla, había encontrado ese punto en su culo. Yo me hurgaba buscando lo mismo pero en el mío. Me corría de gusto. Aquello también era mejor que pajearse solamente. Y me estaba encantando. No quería correrme yo solo. Quería plantar mi semillita en el fondo del culo de Josema.


Esa tarde, cuando lo penetré con la crema, dijo enseguida con una voz muy clara:

-Esto va de primera”.

Las folladas con aquella crema eran otra cosa. Josema, después de corrernos, quería siempre más y aquel culo se abría y se abría. A mí me encantaba coger su mano y llevarla hasta su culo y decirle:

-Ves cómo te lo estoy abriendo, Neno!Se parece al de la rubia tetona.

-Me encanta lo bien que entra. No me duele nada. Siento un cosquilleo que me vuelve loco.

Él gemía y apretada el culo para que la enculada fuese dual, una embestida con el culo abierto a tope y otra con el culo apretado gracias a la fuerza que imprimía Josema a sus cachetes y que apretaba mi polla dentro de ese culo que no tenía fondo.

Y así pasamos otras tres tardes hasta que mi madre vino a jodernos los planes. Follando como en una cadena de montaje. Acostados, enculándolo por detrás o viéndonos en la cara mientras follábamos. A él le gustaba acabar cabalgando encima y arqueando la espalda y pidiendo que me incorporase para abrazarlo porque se moría de frío. De escalofríos mientras lo taladraba una y otra vez. Yo me derramaba en su interior mientras su leche salía como una fuente y nos mojaba a ambos cuandos nos abrazábamos y nos comíamos los morros.

Ese día, cuando nos despedimos le dije que me iba al día siguiente con mi familia a Aguiño y que volveríamos el domingo. Cuatro días sin poder practicar. Nos fuimos tristes para casa aunque saciados pues nos habíamos corrido otras dos veces.


Preparé la mochila para ir a Aguiño. Ropa de playa, ropa de domingo para ir a misa y a la procesión de la Virgen del 15 de agosto y, claro está, aquel bote pequeño y redondo que se estaba convirtiendo en mi compañero inseparable.

Dormíamos en dos camitas gemelas mi primo Kiko y yo. Yo me había pasado el día de peregrinación visitando con mis padres a la familia y a parientes cercanos y lejanos. Entre el viaje y el ajetreo se me cerraban los ojos y estaba comiendo sin ganas cuando mi madre como veía que no me iba a acabar la cena, me dijo con su voz siempre autoritaria:

-Es hora de irse a la cama, jovencito.

-Buenas noches a todos - dije sin rechistar.

Total para qué. Mejor irse a la cama para aprovechar el día mañana más descansado. Ir a la playa en bici y bañarme en la playa que está cerca del muelle.

-Kiko, muévete y vete tú también a dormir así ayudas a tu primo a deshacer la mochila y a colocar la ropa en el armario- dijo mi tía Manuela que no era menos mandona que mi madre.

  • Vale, mamá- dijo mi primo y se encaminó al piso de arriba donde estaba su habitación.

Nada más llegar, preferí irme a dormir que ponerme a ordenar mi ropa en la parte del armario que Kiko había liberado amablemente para que pusiese mis cosas.

Me quité la camiseta y los shorts rápidamente y me metí en la cama en calzoncillos. Las noches de agosto en Aguiño son calurosas y la habitación abuhardillada no ayudaba a refrescar el ambiente.

-¿Dejo la ventana abierta? Así entra un poco de aire- dijo mi primo.

-Vale, mejor que hace bastante calor.

Desde la cama se oían a lo lejos las conversaciones entrecortadas de los mayores.

Ahora Kiko era el capitán del equipo de balonmano y mientras se desnudaba para meterse en cama vi que llevaba unos calzoncillos de un material que brillaba con la luz fluorescente. No llevaba nada en el cuerpo pero se notaba que durante toda el año había llevado una camiseta que le había dejado la parte del torso y la de los brazos totalmente blancas. Tenía pelusilla en los sobacos y el pecho lampiño que me recordaba al de Josema pero mucho más ancho y musculado. Había crecido y mucho en un año el mocoso éste. Sobre todo a lo ancho aunque no era muy alto todavía.

Después, cuando Kiko apagó la luz y cerró la puerta, sólo reinaba silencio que él mismo rompió para preguntarme mientras se metía en su cama:

-¿Aún estás despierto?

Sí- respondí. En la oscuridad no podía verlo pero sabía que estaba en el otro extremo de la habitación.

-¿Ya lo has hecho con alguna chica? En la ciudad es todo más fácil.

-Claro que sí-le dije. Pensando en el culo de Josema abierto tanto o más que el de la rubia ensartada por aquel pollón en la revista porno de Isma. ¿Y tú?

  • No, todavía no. Silencio. Según me han dicho primero las tienes que calentar.

-Así es. Correcto!

¿Y cómo se hace?

-Muy fácil. Apagas las luces y un largo rato de besos y de caricias por todo el cuerpo. Le dije- mientras pensaba en cómo nos empalmábamos Josema y yo antes de empezar el mete y saca. Cómo se metía mi pollón en su boca para hacerlo desaparecer.

-¿Vestidos?

-Le quitas primero la blusa y juegas con sus pechos. Pero con mucha suavidad. No hay que ser brusco que no les gusta. Después el resto. Poco a poco y con delicadeza.

-¿Y ellas juegan con tu picha?

  • Sí para ponerla muy dura y que pueda entrar bien. Algunas le dan incluso besos y la chupan como si fuera un helado.

-¿Es cierto que allí dentro está muy húmedo y resbaladizo?

-Sólo si los juegos antes han durado lo suficiente. Por lo menos media hora- mentí. Qué sabía yo de juegos con chicas. De eso sabían Isma y Fonso que se follaban a la Mari a días alternos.

O si no, puedes usar una crema- pensé yo para mí- y verás cómo resbala tu polla por ahí adentro. Por el culo, claro. Yo de chochos no tenía ni idea pero para impresionar a Kiko bien valía mentir un poco. Me sorprendió con lo que dijo a continuación pues pareció leerme el pensamiento.

-Los tíos del barrio con los que juego, los que te presenté antes en el campito, nos damos por el culo entre nosotros. ¿Tú lo has hecho?

-Claro que sí!

-Supongo que a estas alturas eso ya no te va.

  • Pues no, pero como por aquí no hay chicas… Lo podíamos probar.-Silencio- Ahora …si quieres.

En cuanto esas palabras salieron de mi boca, tuve la impresión que no vendría a mi cama; había notado algo raro en mí, pensaría que era un marica de ciudad.

-¿Tienes un poco de eso?- Me preguntó.

¿Cómo?.

-Sí, de eso, de vaselina.

-No, pero no hace falta. Con la saliva… estaba a punto de decir funcionará. Y me acordé de la crema.

-Tengo una crema que puede servir igual. Probemos.

Vi como venía hacía mí. Nos quitamos los calzoncillos Abrí mis brazos a Kiko y cerré los ojos. Yo estaba tumbado de lado, encarado hacía él, que se había deslizado junto a mí. Su aliento olía a leche y a Cola-Cao con galletas. Tenía los pies fríos y las manos hirviendo. Noté su polla erecta y ardiendo contra mi estómago. Por eso tenía las manos tan calientes. La misma temperatura de su rabo. Con el brazo derecho le acariciaba la espalda que al igual que su pecho y sus piernas eran sedosas. Podía notar los músculos duros y redondeados. Tenía un mechón de pelusa bajo el brazo que yo mismo había levantado para que él también acariciara mi espalda tal y como hacía yo. Mi brazo izquierdo, que tenía debajo de su cuerpo, conseguí estirarlo poco a poco para tocar ese ferrote ardiente que tenía entre las piernas. Tenía un buen rabo que descapullaba sólo con posar mi mano pues estaba lubricando como una fuente. Él me imitó y tocó el mío.

-“Me encanta tu polla, dios es enorme.” –dijo Kiko entusiasmado. “Es mucho más grande y gorda que la de mis amigos del barrio y añadió:

  • ¿Alguna vez las has juntado en una mano?

-No-le dije-.Enséñame.

-Primero tiras saliva en tu mano, que quede completamente mojada, ¿Ves? Así. Luego… acércate, súbete un poco… Se juntan así. Se está bien, ¿eh? Su polla babeaba y pringó de precum mi glande que resbalaba y chocaba contra el suyo en aquella mano toda babada y caliente.

Como no sabía si me permitiría besarle, coloqué mi cabeza detrás de la suya y, sin decir nada, apreté mis labios contra su cuello. Al calentarse los dos cuerpos noté un ligero olor a polla y a sudor fresco.

-¿Quién empieza?-Preguntó.

-Yo empiezo-dije. Aunque había puesto mucha crema, tanto en mi polla como en su culo, me seguía diciendo que le hacía daño. Sólo había penetrado un par de centímetros cuando me dijo:

-¡Sácala, deprisa! Es enorme me hace daño. Qué dolor!

Estaba recostado, dándome la espalda, pero yo podía mirar por encima y veía su mueca de dolor. Claro sus amigos eran más pequeños que él y debían de tener una polla en nada comparable al rabazo que yo ya gastaba y que intentaba clavarle en ese culo blanco y sedoso.

-Jolín! Es como si me atravesara un cuchillo- El dolor se le calmó y con el valor de un capitán de balonmano del infantil del Aguiño, exclamó:

-Vuélvelo a probar. Pero con cuidado, y, tienes que prometerme que saldrás cuando te lo diga.

En esta ocasión entré milímetro a milímetro, haciendo una pausa entre cada etapa. Podía sentir cómo se le relajaban los músculos.

-¿Está dentro?-preguntó.

-Sí.

¿Toda? ¿De verdad?- estiró su mano hacia mi ingle para comprobarlo- Sí, es verdad-dijo. No sé cómo ha podido entrar ese pollón sin abrirme en canal.

-Entró muy bien y toda entera.

-Estupendo! Venga pues-me ordenó-entras y sales, pero despacio, ¿vale?

-Sí.

Intenté unos cuantos empujones más y le pregunté si le hacía daño. Negó con la cabeza. Flexionó las rodillas en dirección al pecho y envolví todo su cuerpo y me pegué completamente a él y no protestó: quedaba claro que era mi turno y que podía hacer lo que quisiera. Pase un brazo por debajo de su cuerpo y le abracé el pecho. Ahora que se había relajado por completo podía penetrarlo cada vez más profundamente. Qué sensación tan agradable que un muchacho tan fuerte y musculoso se dejara tomar de esa manera. Oh, se le notaba tan a gusto! Empujaba hacía mí los músculos y el movedizo culo y mientras yo me lo follaba, él, con su mano bronceada reposando sobre sus caderas blancas, se mordía los labios para contener los gritos de satisfacción que tenía que reprimir para que no nos oyeran los mayores en el piso de abajo.

-¿Estás bien?-preguntó- ¿Quieres que apriete más?

-Sí, aprieta y relaja el culo. Estoy a punto ¿Tú?

-Yo también, sigue. Dale.

Su entusiasmo por complacer me recordaba que no debía haberme preocupado, que a sus ojos él era sólo un crío y yo un chaval que se lo había hecho ya con chicas y que vivía en una ciudad.

-Estoy a punto de acabar-dije-¿Quieres que salga?

-Tira adelante-respondió- Hasta el final. Además así no manchamos las sábanas. Ay ay yo también estoy a punto de explotar- dijo mientras se agarraba la polla con la mano para evitar la fuente de leche.

  • Muy bien. Aquí lo tienes. Jo… te he dejado la semilla en el fondo del culo. No pude dejar de darle un beso en la boca en el que le rocé también la mejilla.

-Esa barba rasca-dijo él-¿Te afeitas cada día?

-Cada dos días. ¿Y tú?

-Todavía no. Pero la pelusa cada día es más oscura. Uno del pueblo dice que cuanto antes empiezas a afeitarte antes tienes barba. Tú ¿qué opinas?

  • Me parece que sí. Escucha- dije- Salgo y ten cuidado que no te salga la leche y manches las sábanas. A ver qué le digo a tu madre. Venga, ahora te toca a ti. Has aguantado sin correrte, campeón. Quiero que me llenes el culo de leche.

Me puse de espaldas y vi como alargaba la mano para embadurnarse de crema cuando oímos ruido por las escaleras. Los mayores estaban subiendo para irse a dormir. Kiko corrió a su cama y yo escondí la crema y nuestros calzoncillos debajo de la sábana de mi cama.

Justo a tiempo. Mi madre abrió sigilosa la puerta y dijo:

-¿Duermes? ¿Dormías?

Me hice el dormido y Kiko también. Esperé a que volviese a cerrar la puerta. Aún unos minutos en silencio y le pregunté a Kiko:

-¿Qué hacemos? ¿Esperamos?

-Es mejor esperar. Tú duérmete que estás rendido del viaje. Cuando se duerman los mayores te voy a hacer una visita a tu cama. No vamos a desperdiciar toda la crema que me he echado en la polla.

-Vale. Te espero- contesté arrebujándome con la sábana mientras me embadurnándome el culo con una generosa porción de crema. Quería estar preparado para mi primera vez. Me quedé dormido con los calzoncillos de Kiko pegados a mí nariz. Olían a rabo sudado. Me recordaron a los de mi padre.