Agosto

Vacaciones con la familia política

Ana no podía ir las dos primeras semanas de agosto a la casa de la playa de sus padres como siempre habíamos ido los últimos 15 años. Nuevos jefes en la dirección del hospital en el que trabaja, tenía que hacer méritos ante ellos. Este año me iría yo solo con nuestro hijo Jorge.

-Ya te he preparado la maleta de Jorge, ah, y ya que os pilla de paso, parad en el aeropuerto que está cerca de casa de mis padres y recogéis a Marta.

  • ¿Tu hermana?, pero no iba a estar con sus amigas todo el verano dando vueltas a Europa para celebrar el fin de carrera?

-Esa era la idea, pero se han quedado sin un céntimo, así que si coméis pronto mañana llegáis con tiempo de sobra para recogerla en el aeropuerto.

Marta fue un “accidente” de mis suegros. Nació cuando mi mujer y su hermano mellizo Felipe, tenían ya 17 años. Ahora con casi 23 era una mujer esplendida, con un pecho de verdad, un culo de verdad, unas formas macizas y rotundas, sin nada flácido, morena y con los ojos negros, tenía la capacidad de excitarme tan solo con pensar en ella.

Madrid iba quedando atrás, el sol era de justicia. Acomodé el espejo retrovisor para ver como Jorge dormía con cara de felicidad, para un niño de 11 años, la perspectiva de pasar 15 días metido en el mar es algo más que gozoso. El manos libres me sacó de mis pensamientos.

-Dime Elvira,… sí por supuesto, déjalo de mi cuenta.

Elvira era mi otra cuñada, con ella la relación era más que tirante, no nos soportábamos el uno al otro, y creo que el que me llevara tan bien con su marido Felipe, le irritaba sobremanera. Al parecer su hija Carlota llegaba al mismo aeropuerto que Marta, pero media hora más tarde, y me pedía si podía esperarla y así llevarla a la playa también. Carlota tenía ya 18 años, Felipe y Elvira habían sido precoces, y era un encanto de niña, hacía más de un año que no la veía ya que estudiaba en el extranjero. Tanto ella como su hermano Javi eran dos niños muy majos. Javi además se llevaba muy bien con mi hijo Jorge ya que tienen la misma edad. Nunca entendí por qué Felipe sigue con la bruja de su mujer, está muy buena eso sí, pero aguantarla debe ser un martirio.

Por fin se abrió la puerta de la terminal de llegadas de aeropuerto y apareció Marta. Apenas podía cerrar la boca, el vaquero ajustado que llevaba, marcaba perfectamente sus suculentas formas, y la camiseta, no menos ajustada, las marcaba tanto o más. Nos saludamos con dos besos, y el roce de aquellas tetas magníficas provocó una enorme presión en mi entrepierna. Nos dio tiempo de charlar un rato largo y por fin anunciaron en los paneles del aeropuerto la llegada del vuelo de Carlota. La escena se repitió en mi cara prácticamente de la misma forma que cuando llegó su tía. Estaba preciosa, con ese pelo moreno y la piel bronceada, con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes, era una chica alta, no tenía las formas contundentes de sus tías, pero poseía una perfección en las proporciones, que te absorbía.

En la media hora escasa de camino a casa creí volverme loco, si miraba a la derecha me encendía el escote de mi cuñada, y si miraba por el retrovisor, lo que antes me servía para vigilar a Jorge, ahora me reflejaba la imagen de una preciosa mujer de 18 años.

Tras saludar a mis suegros y a mi “querida” cuñada Elvira, llega la primera decepción del verano, mi cuñado, con el que me lo paso genial, solo podía venir la segunda semana, así que me quedaba sin compañero de terrazas mientras las mujeres de la casa se tuestan al sol. Mis suegros dormirían abajo, y en la planta de arriba a mí me dejarían la habitación de la esquina, Marta y Carlota juntas, ya que al no tener gran diferencia de edad tenían muchos planes juntas, los dos niños en otra y mi cuñada en la de la otra esquina. A mí me pareció perfecto, además mi habitación es la única que tiene acceso a la terraza superior, todas las demás solo tienen ventanas, con lo que podría salir a la terraza a fumar sin tener que ir a la planta de abajo.

Tras una agradable cena, Marta y Carlota se prepararon para salir de juerga, Carlota llevaba una minifalda vaquera de infarto, y Marta no le iba a la zaga con un vestido claro, que si se lo hubiera puesto a plena luz del sol hubiera dejado poco a la imaginación al trasluz. Yo me quedé con mi suegro, una agradable charla y un buen vino hasta que el sueño empezó a apoderarse de ambos.

Las 4 de la mañana y todavía dando vueltas en la cama. Me levanto y voy a la terraza a fumar un cigarro. De repente oigo ruido, son mi sobrina y mi cuñada que vuelven de fiesta, tras de mí se enciende la luz de su habitación, yo estoy en absoluta oscuridad por lo que no pueden verme, sin embargo, ellas están como en un escaparate para mí. Una de las ventanas basculantes de la habitación está entre abierta, por lo que puedo escuchar nítidamente la conversación, lo que hace que el pulso se me acelere todavía más.

-Mañana voy a hacerme las ingles, que si no me dará una vergüenza tremenda ponerme el bikini.

-Perfecto Carlota, así te acompaño y me depilo yo también, pero tenías que probar a quitártelo todo como hago yo.

-No tía, prefiero quitarme los laterales y el resto muy corto.

-Como quieras, pero cuando lo pruebes no querrás más pelo ahí abajo.

Mi corazón latía a tal velocidad que lo que vi a continuación hizo que casi saliera por la boca. Primero fue mi sobrina la que se quitó la minifalda vaquera y me dejó ver un perfecto culo, solo tapado por una mínima braguita negra, luego se quitó la camiseta y el sujetador, liberando dos pechos perfectos, de tamaño justo, con areolas rosadas y pezones casi cónicos, mi cuñada vuelve del baño y mis calzoncillos se quedan cortos para contener el tamaño y la dureza de lo que crece bajo ellos, Marta trae el sujetador en la mano y nada más quitarse el vestido deja ante mis ojos la redondez de su generoso culo, la cintura perfectamente definida donde se sujeta un tanga blanco que de apretado que está, marca una rajita deliciosa entre sus piernas, sus tetas son grandes, de areolas oscuras y pezones tan oscuros como éstas y de una contundencia absoluta, desafían todas las leyes de la física y miran hacia arriba. Finalmente, sin aguantar más, me bajo el calzoncillo y comienzo a masturbarme ante tan deliciosa visión. Se mira en la ventana como si fuera un espejo y cada vez se acerca más, se queda mirando fijamente, a mí, sonríe y cierra las cortinas… Me ha visto, estoy seguro de que me ha visto. El miedo, la excitación, el calor… me paralizan totalmente y me arrastro por la terraza para llegar a mi cama. A duras penas consigo subir, me quedo boca arriba, con una erección descomunal, poco a poco empiezo a frotarme, no tengo fuerzas ni para hacerme una paja, pero realmente lo disfruto, estoy como flotando, no me altera ni el ruido que llega de la puerta, ni tan siquiera puedo girar el cuello. Una mano extraña separa la mía de mi pene y empieza a masturbarme muy sensualmente, rígido como estoy no puedo tan siquiera ver quien es, solo alcanzo a ver los halógenos apagados del techo, cada vez más excitado, noto como la mano se aparta, y en su lugar algo húmedo y caliente rodea mi glande. La boca que me la come, lo hace con exquisitez. Un espasmo, dos, tres, ni sé cuántos. Apenas me quedaban fuerzas para oír nuevamente el sonido de la puerta al cerrarse. Derrotado, pero con una sensación muy placentera, consigo llegar al cajón para limpiarme los restos de la batalla… ni rastro, todo se lo ha llevado la maravillosa boca que me ha hecho levitar.

El sol de la mañana impacta directamente en mi almohada. No son ni las 10, pero parece que hubiera dormido 24 horas seguidas en vez de 5. Mi cabeza está confundida, liada, pero la sensación de placer es tremenda, y la erección vuelve a ser fenomenal. Tras desayunar y cuando estamos a punto de salir a la playa, bajan las dos fiesteras con cara de sueño. Nos dicen que vayamos, que ellas llegarán a la una más o menos a la playa. Pienso en lo que tienen que hacer antes de ir a la playa y vuelvo a excitarme.

Tras soportar dos bufidos por parte de Elvira, reprochándome que me vaya a tomar algo a una terraza, me siento con mi suegro junto a la playa y disfruto de los miles de anécdotas que cuenta el padre de mi mujer y de la cerveza fresca que nos tomamos. Puedo ver a mi hijo jugando con su primo a fútbol, y estoy lo suficientemente cerca como para fijarme en lo buena que está la bruja de mi cuñada. Elvira siempre ha tenido una figura espectacular, rubia, delgada, de piel blanca, pasaba más tiempo bajo la sombrilla que al sol, y se aplicaba toneladas de protección solar. Estaba preciosa bajo la sombrilla, el bikini blanco que llevaba le quedaba perfecto... pero, ¿que estoy pensando? Es una bruja, y eso me tiraba para atrás. A los pocos minutos la cosa mejoró, miró a ambos lados y se quitó la parte superior del bikini. Nunca había visto las tetas de mi cuñada, y no me sorprendieron, pequeñas, de pequeños pezones, fueron suficientes para que otra vez me empalmara. Se aplicó abundante crema en ellas. Se sentía segura ni se podía imaginar que mis ojos se centraban en ella, probablemente creía que estábamos en otro bar más lejano.

La calentura subió de nivel cuando vi llegar a Marta y Carlota, ya habían hecho sus "deberes" matutinos, y se disponían a darse un baño antes de comer. Carlota era impresionante, parecía una modelo, con un bikini blanco que se le metía ligeramente entre los glúteos, no dejaba indiferente a nadie, Marta por su parte llevaba un bikini multicolor, que dejaba claras sus rotundas formas. Me terminé la cerveza y me despedí de mi suegro, no quería perderme el espectáculo de ver a semejantes diosas saliendo del agua. Cuando llegué a la toalla Elvira se puso apresuradamente el bikini y se ruborizó extraordinariamente. Su reacción fué abroncarme porque ya era hora de que volviera, que ella también quería darse un baño y no podía dejar allí las cosas... La discusión no fue a más. Mientras esperaba que volvieran llegó mi suegra de su paseo mañanero, hablaba con ella sin hacerle mucho caso, pues mi vista estaba fija en la orilla del mar, y por fín las vi salir del agua, eran como dos apariciones, a cual mejor, ni las rayas multicolor disimulaban la erección que había provocado el agua fría en los pezones de Marta, Carlota también marcaba pezones, no tan escandalosos como los de su tía, pero el blanco de su bikini ayudaba. Tras los saludos de cortesía, lancé una sonrisa pretendidamente cómplice a mi cuñada. Estaba a cien acordándome de lo pasado la noche anterior, y las únicas posiciones que podía mantener en la toalla sin hacer evidente el bulto de mi bañador eran tumbado boca abajo o sentado. Si me tumbaba boca abajo, mi panoramica sería mucho menos interesante que sentado. Allí sentado observaba ahora el perfecto culo de mi sobrina, ahora las tetas turgentes de mi cuñada, intentaba adivinar hasta donde se habría depilado Carlota cuando estaba boca arriba, o si se le marcaba la rajita a la depilada vulva de Marta. Volvieron al agua y yo aproveché para ir de nuevo con mi suegro al chiringuito donde íbamos a comer. Antes de sentarme con él, me alivié en el baño ya que la calentura que llevaba era notable.

La comida había sido agradable. Mientras pediamos los cafés, los niños se fueron a jugar a fútbol, no era un día especialmente caluroso, y a pesar de las reticencias de Elvira al final consiguieron el permiso. Elvira seguía con su cara de sota, Marta y Carlota ensimismadas en sus móviles y yo disfrutando de la charla con mis suegros. El sonido chirriante de e mail entrante en mi móvil hizo que la conversación siguiera sólo entre mi suegro y mi suegra. Quién me mandaba un e mail en vacaciones?. El remitente era desconocido para mí, además sin asunto... Estuve a punto de eliminarlo sin leerlo, pero me pudo la curiosidad:

-"Qué tal has dormido? Supongo que bien. Yo también he dormido genial, me gustó mucho lo que me comí anoche, lástima que no pude verlo bien, porque estaba riquísimo. Me lo enseñas?, mándame una foto por faaaaaa"

Miré a Marta, esperé a que cruzara su mirada con la mía, le sonreí, me devolvió la sonrisa. Me dirigí al baño. Incluso a mí me sorprendió el tamaño que había cogido aquello cuando ví la foto que acababa de hacer, busqué a Marta en la agenda de la aplicación de mensajería instantanea , pero pensé que si ella me lo había enviado por e mail, sería por algún motivo, así que sin más pulsé la tecla responder en el e mail y le inserté la foto. Me excité todavía más y volví a masturbarme. No había terminado con lo que tenía entre manos y el móvil me volvió a avisar que acababa de llegar un e mail. Tenía que ser Marta, lo que hizo que explotara casi de inmediato.

-"Es preciosa, estoy deseando juguetear con ella"

Casi a tumbos retorné a la mesa. Me pasé la tarde poniéndole caras a mi cuñada, ella me hacía sufrir, pero yo tenía la información suficiente como para saber que era un juego cruel. Tumbado en la playa entre dos bellezas me sentía feliz. Llamé a mi mujer, Ana es una persona fuera de serie, simpática, atenta y cariñosa. Colgé y repasé los mensajes de amigos y demás, pensé que si Ana estuviera con nosotros, esta noche no nos iba a parar nadie, tenía una excitación crónica durante todo el día. Un nuevo mensaje llegó a mi teléfono...

-"me he fijado que no se te baja la calentura en toda la tarde, al final vas a tener que volver al baño... pero antes te voy a dar una motivación extra, tu mira y disfruta..."

-

No sabía cómo iba a salir de aquella, lo único que me faltaba era una motivación extra para pasearme hasta el baño del bar con una tienda de campaña de tamaño familiar. Pero como la curiosidad es más potente que la prudencia, clavé la vista en mi cuñada. Ella sonrió, cruzó las piernas, siguió mirando su móvil y yo empecé a pensar que era más cruel de lo que creía. En cualquier caso, como estaba más que caliente decidí coger una camiseta para disimular lo que pudiera y dirigirme al WC. Cuando me dí la vuelta para llegar a la mochila, la sonrisa de Carlota fue de las que te quieren decir algo, me quedé embobado y ella tumbada en la toalla boca arriba, empezó a levantar ligeramente la goma de la braguita del bikini. Si me hubieran metido peta zetas en el cerebro no me golpearían tanto cómo lo estaba haciendo aquella situación. Había sido Carlota la que me la había comido la noche anterior, ella me había mandado los mensajes, y ella era la que ahora, me mostraba un monte de venus delicadísimo, con una ancha tira de vello muy corto coronando la entrada a sus más escondidos encantos, la que abría las piernas a la vez que levantaba un poco más el bikini y dejaba asomar por encima del milimétrico vello púbico un botoncito rosado que me provocó un sudor extremo, y una presión en todo mi pene brutal, a duras penas pude levantarme, y me encaminé como un zombi hacia el baño, aquel lugar era como mi segunda casa ese día. De pie, apoyado en la pared y con el bañador a la altura de las rodillas, el suave vaivén de mi mano sobre mi miembro me tenía extasiado. Carlota, era Carlota la que ayer tenía esto entre sus manos y en su boca. Por tercera vez en ese mismo sitio, solté una chorretada más que considerable para el trote que llevaba desde que llegué.

Cargados como porteadores del Everest, toda la familia nos dirigimos a casa, pero antes había que tomar el helado de rigor, que Jorge y Javi no lo perdonan. Yo tenía el pulso acelerado todavía, y no me atreví a pedir otra cosa que una manzanilla. Marta y Carlota seguían en su mundo, con sus teléfonos, aunque Carlota me miraba constantemente con cara de pequeño diablo. El sol de última hora de la tarde golpeaba mi espalda y en las gafas de sol de Carlota casi podía adivinar la mueca de zombi que se dibujaba en mi propia cara. Las dos se veían guapísimas con los vestidos de playa y el sol iluminandolas directamente, Elvira también estaba preciosa, y de vez en cuando la miraba, porque el rechazo que me provocaba su carácter hacía disminuir la presión en mi entrepierna. A Carlota se le escapó de las manos la cucharilla de café, miró hacia abajo para buscarla y me pidió que se la cogiera, que había caído al lado de mi pie. Me agaché, y la cucharilla estaba bajo su pie, la movía a izquierda y derecha, y con la mano me indicaba donde debía mirar. No llevaba ropa interior, ni bikini, lo que antes había visto desde arriba ahora lo veía con otra perspectiva, una perspectiva gloriosa, cuando movía su pie hacia dentro era una rajita recubierta de fino y rapado vello negro, cuando lo movía hacia afuera el rosa de sus labios menores y mayores así como el de un agujerito apetitoso era el centro de una visión fantástica. Tuvo que ser mi suegro el que me despertara de aquel sueño, el hombre creyó que me había dormido allí abajo.

Tras cenar, nos dispusimos todos a salir al pueblo, eran fiestas y venía una orquesta, con lo que la diversión estaba asegurada para todos. Marta impresionante como siempre, vaqueros negros ajustados y camisa desabotonada hasta la altura del canalillo, Carlota no menos impresionante, vestido cortito y vaporoso de estampados color tierra y tirantes, casi podía asegurar que no llevaba sujetador. Tras unos bailoteos y algún que otro trago, Carlota se las arregla para llevarme a la playa. Bajamos las escaleras y vamos junto a la pared que delimita el paseo, es un sitio más que discreto, ya que desde arriba no te pueden ver y la oscuridad es más que suficiente.

-Siempre me has gustado tío Germán, me he masturbado muchas veces pensando en tí.

-Esto es una locura, te conozco desde que tenías 3 años, eres casi como una hija.

-Tú solo tienes un hijo tío.

-Eres una niña Carlota...

-Ya no soy una niña, tengo mi experiencia, he estado con muchos chicos...

-En serio?

-No, no me malinterpretes, no he llegado hasta el final con ninguno, pero ya te demostré ayer que no era la primera vez que hacía lo que te hice.

-O sea, que eres virgen!

-No, ya me he encargado de que eso no sea así, no quiero pasar un mal rato la primera vez que llegue hasta el final.

Me está mirando los labios, sé lo que va a pasar, y pasa, sus carnosos labios se sellan con los míos, su húmeda lengua que ayer metía voltios de electricidad en mi glande se entrelaza ahora con la mía, puedo sentir su joven cuerpo casi al milímetro rozando con el mío, confirmo que no lleva sujetador, hábilmente desliza la cremallera de mi pantalón hacia abajo y libera mi pene para sentirlo en su vulva a través del liviano vestido. Deslizo mi mano bajo su ropa y aprieto con fuerza sus gluteos desnudos, muevo la mano hacia adelante y noto la suavidad de un tanga de seda que no evita que la yema de mis dedos conviertan en un mapa en relieve su sexo. Con la otra mano confirmo la dureza de sus pechos, la rugosidad de sus pezones, y la suavidad de su piel. Torpemente consigo bajar su tanga a la altura de las rodillas. Aplico un masaje intesivo en su clitoris, y el calor y la humedad que llegan a mis dedos es de un nivel enorme. Poco a poco consigo meter el dedo corazón en esa cueva de placer, los gemidos de Carlota suben y suben de tono, a duras penas consigo que el índice acompañe a su compañero en un charco estrecho y caliente. A pesar de la poca luz veo los ojos en blanco de mi sobrina, arrimo mi glande a su clitoris y se estremece sin remedio, vuelve en sí y me pide que pare, que me ponga un preservativo, le digo que no hace falta, que me hice la vasectomía cuando nació su primo, vuelve a su mundo y a cada roce de mi pene con su vulva se estremece. Soy consciente de que debo ser cuidadoso, mis dedos ya me han advertido que aquello es mucho más estrecho que a lo que está acostumbrado mi pene, lo haré con cuidado. Doy un primer empujón, suave, no ha entrado ni un centímetro y ya ha gemido como si se estuviera corriendo.

-¡Mierda, quién llama ahora!

-No lo cojas tío Germán, sigue, sigue por favor...

-Ostias, es tu madre.

"dime Elvira, sí, ya vamos, estábamos en las ferias, ya sabes cuánto le gustan a Carlota... sí, no me chilles, que ya vamos, hasta ahora"

La bronca es tremenda, Elvira está fuera de sí, que si se quiere ir a casa, que si ya son las 12 y media y los niños tienen que dormir, que si no tengo cabeza, en fín, tomo una mala decisión y le digo que si se quería ir, que se hubiera ido, a lo que me responde que claro, que dejaba a Marta sola esperando... Sin más, Marta y Carlota se quedan de fiesta, y el resto para casa, no sin antes escuchar una confesión al oído de mi sobrina:

-Esta noche cuando llegue, terminamos lo que hemos empezado...

Me la había machacado varias veces ese día, pero lo ocurrido con Carlota me había dejado un dolor de pelotas importante. De repente escucho mi nombre a gritos, me doy la vuelta y veo a un viejo amigo, Andrés

-Pero ¡cuánto tiempo Germán!

-Andrés, qué alegría!

-Venga, vamos a tomar algo, que tenemos muchas cosas que contarnos.

Mi suegro me da la aprobación, el gesto torcido de mi cuñada Elvira me la trae al pairo, Andrés siempre había sido un buen amigo y hacía más de 4 años que no nos veiamos, además, no era ni la 1 y mi diosa tardaría 3 o 4 horas por lo menos en llegar.

Andrés y yo charlamos, bailamos, nos contamos confidencias, bueno confidencias superficiales, no era cuestión decirle que mi sobrina me la había chupado y que habiamos tenido algo más que un beso de buenas noches hacía pocas horas, pero también bebimos, y bastante. El caso es que nos dieron las 7 de la mañana, y cuando llegué a casa a duras penas pude abrir la puerta de casa. Es curioso que cuando llegas de fiesta parece que alguien te ha puesto un florero en mitad del pasillo para que lo tires escandalosamente. La cama empezó a moverse y para colmo entró Carlota. Hizo esfuerzos por que cogiera dureza aquello que me colgaba entre las piernas, pero el alcohol no permitía que pasara de una flacided extrema a una flacided alarmante. El gramo de lucidez que me quedaba, me dio para comprobar el enfado con el que mi sobrina volvía a su habitación.

No desayuné, no tenía tiempo, todos estaban ya listos para ir a la playa y yo acababa de levantarme, solo tenía ganas de coger la botella de 2 litros de cola y beber a morro la botella entera. Así lo hice, subí a mi habitación cogí las cuatro cosas imprescindibles para ir a la playa, eructe escandalosamente sabedor de que nadie del piso de abajo podía escucharme, y me uní a la expedición playera. Hora y media durmiendo boca abajo en una toalla y con el sol de la mañana azotando mi espalda, no mejoró mi resaca, así que decidí que mi sitio era la terraza del chiringuito. Tras una bebida isotónica, la llegada de mi suegro me animó a pedir una cerveza, ¡qué coño! Como dice Andrés, un clavo saca otro clavo. El caso es que tenía hambre, y a la hora de la comida me puse hasta arriba de comer, si a esto le juntamos la resaca, el calor (y la calentura), el resultado es que me entró un sopor insoportable.

-Me vais a disculpar, pero yo me voy a casa a dormir la siesta.

-¡Cómo llegarías ayer! No te da vergüenza, tienes un hijo!

-Mira Elvira, no me calientes la cabeza, que bastante tengo ya.

-Impresentable!

Al final, mi suegro tuvo que interceder, como a él tampoco le cae muy bien que digamos Elvira, me disculpó como pudo.

Me despierto sudando, el calor aprieta de lo lindo, son ya las 5 y media de la tarde, estas 2 horas y media de siesta me han dejado como nuevo. Me estremezco, a mi lado y de espaldas está Carlota, con una camiseta gris que no llega a tapar el tanga azul oscuro que deja una imagen inmejorable de su duro culo. Arrimo mi cuerpo a ella y lo que hacía menos de 12 horas estaba muerto, está ahora esplendoroso, tanto que se lo arrimo al punto exacto donde se juntan el final de sus dos largas piernas con sus dos poderosos gluteos. Se despierta a ritmo lento, con una preciosa sonrisa en sus labios

-¿Qué haces aquí?

-Nada, que al final yo también acabé discutiendo con mi madre y me he venido a echar la siesta.

-Tenemos algo pendiente ¿verdad?

-Lo teníamos ayer

-No me vas a perdonar?

Carlota me miró con malicia, se deshizo de mi calzoncillo y empezó a juguetear con lo que había visto en la foto que le envié ayer. Estaba feliz, yo incluso más, la desnudé y era una mujer que volvería loco a cualquiera, acerqué mi boca a su clitoris, el olor tenía algo de familiar, pero con muchos matices diferentes a lo que estaba acostumbrado con su tía Ana, era algo adictivo, dulce, realmente sabroso, era como un perfume hipnótico, una vulva sumamente elástica, y unas cosquillas sumamente sensuales en mis labios provocadas por el vello púbico cortísimo que adornaba un conjunto delicioso. De repente un líquido exquisito llenó mi boca y un espasmo violento hizo que su pubis golpeara mi nariz. Fuera de sí Carlota me giró, se subió encima mío y empezó a frotarse con furia contra mi pene. Su rajita contra mi glande, sus pezones contra mi pecho, sus uñas clavandose en mis costillas, su boca a punto de arrancarme los lóbulos de las orejas, era una excitación infernal. El movimiento era salvaje y los fluidos que manaban de Carlota empapaban mi miembro. Tal era la violencia de sus acometidas, que de repente sentí que mi pene se había roto en mil pedazos, me costó poco tiempo entender que lo que había ocurrido es que estaba penetrando a Carlota. Practicamente la mitad estaba dentro de ella, la temperatura era altísima allí dentro, y la humedad máxima, a pesar de ello le costaba abrirse paso a través de aquel conducto por más lubricado que estuviera, un gemido sordo hizo que me excitara sobremanera y que mi glande abriera poco a poco ese conducto estrecho, hasta que lentamente me introduje por completo en ella. Entonces empezó a cabalgar, ya tenía calibrado aquello que su tío tenía para ella y no había quien la parara. Tanta energía empleaba, que en una sacudida a punto estuvo de aplastarmela, choqué directamente contre su botoncito sin conseguir enterrar en aquel tobogán húmedo la parte más dura de mi ser. Esto provocó que un chorro caliente saliera de su entrepierna, y que un gemido salvaje seguido de una serie de espasmos incontrolables recorrieran todo el cuerpo de Carlota. No se quedaron ahí las consecuencias, lo que estaba pasando ante mí me provocó la eyaculación inmediata. Un rastro blanco recorría el cuerpo de mi sobrina del canalillo al vello púbico.

Agotada, como si hubiera corrido una marathon, Carlota me sonreía con los ojos entreabiertos.

-Están a punto de llegar, creo que tienes que ir a tu habitación.

-Dame dos minutos, por favor,

-Está bien pero, dos minutos nada más.

-Tenemos todo el verano tío Germán.

Otro beso, y aquel culo perfecto que no tapaba la camiseta gris se perdía tras la puerta de mi habitación...

Continuará