Agente sexual (9)

Andanzas de un agente secreto de lo más follador. He auto-censurado algunas partes. Tienen 46 capítulos, donde elegir. Relato en 72 trozos.

AGENTE SEXUAL

(9-72)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Me llegué después a la habitación de Máximo. Lo destapé y saqué su polla de sus calzoncillos, la cual mamé con delicadeza. Máximo despertó y vio a su colega tragándose su rabo. Me dejó seguir, pues después de la paja que le hice en la cocina se dijo que no valía la pena luchar contra corriente, que una mamada es una mamada, viniera de una furcia o de su compañero de trabajo. Vamos, que hasta se podía aficionar que se la mamaran para despertarlo.

No contento con la mamada, pues quería algo más sabroso aún, me subí a la cama y me encasqueté la polla en todo mi culo. Luego mi incliné y le metí la lengua en la garganta al chico, éste colaboró con gusto.

El tal máximo no sabía que pasárselo bien follando un culo como el mío, era también muy disfrutable. Lo que no sabía era lo que le iba a doler cuando se la clavara en su propio ojete, cosa que no sucedería hoy, pues estaba falto de refuerzo lácteo, ya que la directora se había hecho cargo de toda la remesa que me quedaba.

Mientras me tragaba una y otra vez su verga, me comía su boca y él la mía. Momentos después, Máximo se corrió, recibiendo toda la corrida en mis entrañas. Luego, mientras me zampaba su chorreante polla, le puse el trasero en su cara y lo obligué a dejarme el culo limpio de toda leche metida.

Así fue por ambas partes. Un morreo decente y nos incorporamos los dos para darnos una ducha en su misma habitación, juntos los dos, sin que nadie nos importunara.

Un morreo a base de bien e interminable, y lo dejamos por agotamiento físico, al menos por mi parte, que llevaba un trote que me tenía frito.

Salimos y nos vestimos.

. - bueno, ahora me toca dormir a mí, que, si no, mañana no rindo.

Un beso fugaz y me fui a mi dormitorio, dejando a mi colega satisfecho de haberse conocido y una sonrisa que lo decía todo y un poco más…

Al día siguiente llegó el relevo de los tres enfermeros, eran tres damas de unos 40 y tantos años, una flaca como un palo y las otras dos con algún kilo de más, pero nada importante. Me presenté a ellas según las vi entrar por la puerta. Se llamaban María, Cristina y Petra.

Los compañeros le hablaron muy bien de mí. Enseguida fui aceptado por el relevo. Julieta y Máximo se retiraron a sus casas.

Yo deambulé por el recinto. Me ofrecí a la directora llevar los residentes de paseo, al cine o donde quisieran.

La propuesta fue aceptada. El microbús lo conduciría yo.

Durante el desayuno informé a los residentes de la noticia. Serían ellos quienes dijeran a donde querían ir. Eligieron ir al cine, la única condición de la directora era que todos verían la misma película, para sí poder controlarlos mejor y que ninguno se nos perdiera, queriendo o sin querer.

Me informé de las películas de la cartelera, al final se decidieron por una española que se había estrenado recientemente y de la cual todo el mundo hablaba.

La suerte de las grandes ciudades como Madrid, era que los multicines pululaban y ponían las películas a varias horas del día, inclusive por las mañanas.

Llamé a los multicines y después de pedir que me pusieran con el encargado, le pedí un favor.

Necesitaba poder acceder al recinto un poco antes que el resto de los clientes, dado la naturaleza de los abuelos, sobre todo en los casos de movilidad reducida. El encargado gustosamente aceptó la petición, todo fuera por la pasta, dada la crisis actual.

Después de desayunar, los abuelos accedieron al microbús. Recorrimos los kilómetros que nos separaban de los multicines. Allí nos esperaba una persona de la empresa, el cual facilitó lo máximo posible el acceso a los viejos. Después de abonar las entradas correspondientes y recibir una factura por el total de las mismas, trasladé a la troupe a la sala.

Así mismo, el empleado recibió el pedido de los abuelos en cuanto a viandas, vigilando María, la flaca, que los alimentos que pedían estuvieran bien para el estado de cada uno de los abuelos, ya que quien no tenía diabetes, tomaba diferentes medicinas para otras dolencias o enfermedades.

El empleado se retiró para traer lo pedido, yo lo seguí para abonarles el encargo.

Una vez todos los abuelos sentados y con sus consumiciones en sus manos, me pude relajar un poco.

Estaban todos en una misma fila. Por petición de un servidor, el personal de la sala puso un obstáculo en uno de los lados y al otro lado estábamos María y yo, solo podrían salir por un sitio. Sí, un poco peligroso en caso de incendio, pero esperábamos que no se produjera precisamente hoy que estaban nosotros allí. De todas maneras, el obstáculo era fácilmente quitable por cualquier persona que se empeñara en ello.

Después de todo el cine estaba casi vacío en aquella función. O era la hora, o era la película, la cual podía ser que no gustase a la mayoría de cinéfilos.

Cuando la película llevaba diez minutos de comenzada, una de las abuelas hizo llamar a la enfermera María. Ésta se acercó y fue informada. La abuela necesitaba con urgencia ir al servicio.

Me ofrecí llevarla al baño. María me lo agradeció con un casto beso en una mejilla. Pedí otro en la otra mejilla, ella, sonriendo, se acercó para dármelo, me giré y lo recibí en los labios. Ella respingó, pero acabó sonriendo y haciendo con el dedo un gesto inequívoco de reprobación.

La abuela era Elvira, y tenía 78 años. La llevé de la mano y nos introdujimos en el baño de señoras.

Cosa curiosa, en los escasos otros clientes de la película no había más mujeres viéndola. Seguramente era la película, que era un petardo.

Ya dentro del baño, cerré la puerta exterior y llevé a la señora a uno de los servicios. Entró ella y cerré la puerta quedando fuera.

Al poco la señora me llamó y accedí al cubículo.

. - ay hijo, no hay manera de que salga nada. Tengo la caquita atascada y no quiere salir. Mira si puedes hacer algo por esta vieja.

. - lo intentaré doña Elvira.

. - llámame Elvira, tonto, si eras como de la familia. Me cuidas tú mejor que cualquier de mis hijos renegados que no me vienen ni a ver.

Tomé varios papeles higiénicos y los puso en el suelo, luego me arrodillé delante de la abuela, acercando mi cara al chocho de ella.

La abuela estaba algo azorada. Allí tenía a un joven con su cara pegada a su vagina intentando ver cuál era el problema de que no saliera la caca.

. - tendré que usar los dedos y comprobar el interior de su ano, señora Elvira.

. - si no hay más remedio, hazlo hijo. Creo que me voy reventar si no hago caquita.

Metí mi dedo central en el culo de la señora. Mientras hacía esto con el dedo gordo rosaba ligeramente el clítoris de la vieja.

La abuela empezó a sentir algo que había olvidado hacía muchos años. Empezó a respirar por la boca entrecortadamente.

Toqué un trusco de mierda duro como una piedra. El atasco era de órdago.

. - Elvira, ¿desde cuándo no va al baño?

. - hijo, ya ni me acuerdo.

. – eso no es bueno, querida. Debe tomar algo para hacer de vientre más a menudo. Hay una obstrucción de caca endurecida.

. - sácalo como sea, pero sácamelo.

Me volví a agachar y con dos dedos, le ensanché el culo a la mujer, mientras seguía pajeándole disimuladamente el clítoris al mismo tiempo. Ella, cada vez, respiraba más alto. Pronto le iba a llegar un orgasmo y no esperaba que se produjera en esta situación tan embarazosa.

Finalmente conseguí, con los dos dedos, hacer una pinza y bajar el trusco de mierda seca. Al mismo tiempo la abuela recibió el orgasmo que se merecía desde hacía tanto tiempo. Sin querer se me agarró con las dos manos de la cabeza. Sonreí para mí.

Mientras me apoderaba del trusco, el cual iba destinado para el doctor, retiré la mano rápidamente, y la señora comenzó a cagar en abundancia.

. - aquí estaba el problema.

Le enseñé su mierda, luego saqué dos bolsas transparentes pequeñas e introdujo una en la otra, para después introducir la mierda y cerrarla con un fuerte nudo.

. - el doctor querrá investigarla para saber qué problema puede tener. De todas maneras, hay cacas que contienen aun alimentos y se saben por el olor que desprenden. A algunas personas como yo, la han probado.

. - ¿es verdad eso que dice de la caca?, a mí me parece algo asqueroso.

. - eso lo dice porque no la han probado. Deje que voy a probar la suya.

Me agaché y le metí un dedo en su culo, sacándolo con mierda fresquita, luego me lo metí en la boca y la tragué, ante la cara de asco de la vieja.

. - pues sabe mucho mejor que la de otros. ¿Quiere probarla usted?

Acerqué de nuevo el dedo a su culo y saqué más mierda. Se la puso en la cara de ella. La mujer titubeaba si probarla o no. Luego, rápidamente, me cogió el dedo y se tragó la mierda. Tosió un poco, pero luego no puso mala cara.

. - no sabe tan mal como yo creía. Tiene buen sabor.

. - las más que me gustan a mí son las endurecidas por el tiempo.

Después de decir ello, saqué la mierda para el médico y la abrí y le dí un buen mordisco como si fuera una salchicha.

. - uy, qué buen sabor tiene.

. - déjemela probar, por favor.

Se la entregué y le dio otro mordisco. Le gustó y siguió comiendo su propia mierda.

. - no siga, por favor, que no va a quedar nada para el doctor. –dije arrebatándole la mierda a la vieja-.

. - perdone Salvadorcito, pero estaba tan rica. No sabía que la mierda sabía tan bien.

. - también hay otras cosas que se puede comer uno y disfrutar con ello.

Me bajé los pantalones y me saqué el cacho de pepino.

. - ¿qué haces Salvadorcito con eso fuera? –se sobresaltó Elvira-.

. - he podido comprobar que ha estado a dieta de polla durante años, es hora de que se sacie de la mía.

. - no sé si está bien, que dirá la gente…

. - la gente la envidiaría si estuviera en su lugar, créame, querida.

Muy convencida no estaba, pero, aun así, se adueñó de mi polla y se la metió en su boca. Me la mamaba como si llevara toda la vida esperando un ofrecimiento como aquel. Se olvidó de los prejuicios y se dedicó a disfrutar lo que le ofrecía este buen mozo.

Aun con el culito cagado, le dí la vuelta a la señora Elvira y con algo de temor por su parte, comencé a metérsela por detrás.

La mierda hizo de lubricante natural y la polla resbaló hasta el fondo. La vieja vio las estrellas, pero no se le oyó un grito. El dolor lo tenía reflejado en su cara, pero no en su garganta.

Con el mete y saca, la cosa fue mejorando. Ahora se iba el dolor y venía el gozo. Piernas abajo se deslizaban sus fluidos vaginales que creyó haber perdido hacía años.

La vieja al final tuvo que gritar por el disfrute de su enculado. Se la saqué llena de mierda y se la ofrecí a la vieja. Ella, esta vez, no le hizo ascos a la mierda pegada a mi polla y se la metió toda en su boca. Se tragó la corrida y la mierda adherida, dejando la polla reluciente para el próximo combate.

Terminado el enculado de la señora, fue limpiada con mimo por un servidor. Se hizo necesario algo de colonia en sus partes y en las mías. Las bocas fueron limpiadas con dentífrico y algo de colonia, productos que llevaba ella en su bolso para todo.

Cuando regresamos a la sala, parecía que la señora tenía aún metida en su culo mi polla. Lo digo por cómo caminaba de mi brazo. Seguramente no se podría sentar bien en varios días. Por lo menos había cagado a gusto. Cuando necesitara cagar de nuevo, ya sabía a quién tenía que llamar, a su Salvadorcito del alma.

Nos sentamos cada uno en su sitio de nuevo, yo, junto a María. Ésta me sonrió y reclinó su cabeza en mi hombro. Yo me acomodé mejor, acercándose a ella. Le eché el brazo por encima de los hombros y dejé el brazo rodeándole la cintura, sin apretar en absoluto.

Ella no se incomodó. El siguiente paso fue tocar suavemente el pecho izquierdo de ella por fuera de su blusa. Se movió un poco, pero no dijo nada. Esa era una clara señal de que le gustaba el toqueteo de un servidor.

Con la mano derecha le desabotoné dos botones de la parte superior de su blusa, seguidamente mi mano izquierda se apoderó del pecho derecho de ella, por encima de un sostén muy suave. Luego metí mi mano por debajo de él y me apoderé del pecho de la mujer. Era del tamaño y forma de un albaricoque, bastante pequeño, pero dada la delgadez de la dama, hasta mucho tenía.

Ella resopló y acercó su boca a mi cuello, besándolo con pasión y al mismo tiempo haciendo que no se dieran cuenta los abuelos que tenía a su izquierda.

Los abuelos no eran tontos, y ya se habían dado cuenta de que la parejita se estaba dando el lote, pero no dijeron nada. Unos porque ya habían sido follados por un servidor y los otros, porque esperaban serlo pronto.

Mientras una mano estrujaba el albaricoque de María, la otra se metía debajo de su falda y tenía acceso a su húmeda entrepierna. Ella se cerró por un momento atrapándome la mano. Seguidamente, su propia mano, se fue a mi paquete, deslizó la cremallera y se apoderó de mi polla por debajo del slip. Momentos después me dejó libre la mano atrapada y permitió que hurgara todo lo que quisiera en su conejito aun virgen a los 43 años.

Al meterle mis dedos en la vagina noté una telilla que rompí con suavidad. Pensé que cómo era posible que una señora de su edad fuera todavía virgen. A ésta, tendría que hacerle un trabajo más en profundidad en la próxima oportunidad que tuviese, me dije.

Ella se corrió varias veces en silencio, pero su respiración no podía esconder que disfrutaba de cada orgasmo que le producía el colega.

Las bocas de ambos se encontraron en la oscuridad de la sala. Intercambiamos cantidad de saliva y deseo, mucho deseo.

Al final de tanto pajearme la polla, acabé corriéndome en su mano, luego se la separé de mi tranca y se la llevé a su propia boca para que la lamiera. Ella lo hizo con algo de asco, pues nunca había tenido ese tipo de leche en su poder. Se la tomó toda, lamiéndose su mano. Yo me escurrí la polla y saqué un poco de corrida que aún quedaba. Ésta fue para un servidor, gran tragador de leches, foráneas y propias.

Seguidamente y después de comerme su boca, la hice inclinar hasta mi polla descargada y la puse a mamármela. Así fue como me la dejó bien limpia de toda simiente. Segundos después me la limpie con un pañuelo y me la guardé. Pero aún tenía hambre y reclinándola en el asiento, me dediqué a comerme sus pechitos de niña. La hice correrse varias veces hasta que presentí que la película llegaba a su fin, entonces, dejé de disfrutarla. Le dí mi pañuelo, y mientras ella se limpiaba el chichi que contenía semen, yo la abotonaba. Si paría, no sería de extrañar…

Terminada la función, varios abuelos pidieron ir al baño. Después y sin más incidentes dignos de mención, regresamos al microbús con destino a la residencia.

Al llegar a la residencia, y antes de bajar del vehículo, todos y cada uno de los ancianos y ancianas me daban un beso en los labios que acepté con una sonrisa.

La última en bajar fue María, mientras me ponía al volante para llevar el micro-bús al aparcamiento.

. - oye, yo también quiero darte un beso de agradecimiento.

. - claro querida, perdona.–ella me dio un sonoro beso en toda la boca delante de los últimos abuelos en bajar, sin importarle un pimiento-.

El grupo, con María al frente, entró en el edificio con una sonrisa en los labios.

Sus colegas, Cristina y Petra, le preguntaron si todo fue bien.

. - chicas, fue todo como la seda. Ningún problema digno de mención. Este Salvador es un tío que sabe lo que se hace, los tiene a todos –dijo dirigiéndose a los abuelos- coladitos por él. Y si no que se lo pregunten a Edelmira, que la cambió de arriba abajo-.

La tarde la tenía libre, aunque no estaba obligado avisar, lo hice porque quería tenerlos informado de mi paradero. También porque era novato y por si era necesario sustituir a alguien que se pusiera indispuesto. Así de bueno soy yo cuando quiero…

Cogí la ficha de Edelmira y me informé de su vida. Tenía dos nietos gemelos, Marta y Manuel. Ella era rica, y él estaba en la puta calle. La estancia de su abuela la pagaba ella. Solo tenía a estos dos nietos vivos. Decidí hacer un par de visitas rápidas.

La casa de Marta estaba en el centro de Madrid, en una calle de ricos. Era grande para una sola persona, pero así son los ricos, quieren cagarse los peos (pedos), más grandes que sus gordos culos.

Llamé por teléfono a su casa y lo cogió la asistenta.

. - buenas tarde, deseo hablar con la señora Marta, no recuerdo el apellido.

. - lo siento, en este momento acaba de salir con su hijo a dar un paseo.

. - ¿sabe cuándo volverá?

. - suele tardar un par de horas cada vez.

. - muchas gracias –y corté-

Esta sirvienta es estúpida, me dije. Si llego a ser un delincuente, esta tía me hubiese ahorrado mucho tiempo de investigación.

Me aposté frente al edificio de Marta. Al poco vi una señora que salía con un carro de niños. Saqué la foto que hurté del archivo de su abuela. Efectivamente, ésa era ella.

La seguí durante un rato hasta llegar a un parque con mucho césped natural donde había bastantes familias pasando la tarde.

Aparqué el coche y la seguí. Ella se recostó en un solitario árbol y sacó al niño, al cual puso sobre una manta junta a ella. Luego cogió un libro del mismo carrito y se puso a leer.

Me acerqué a ella haciendo un arco para que no se diera cuenta que iba directamente hacia ella. Finalmente llegué a su lado.

. - buenas tardes –se sobresaltó ella, pero se recompuso inmediatamente al ver al buen mozo que tenía delante-.

. - buenas tardes –me respondió

. - ¿está ocupado este árbol?

. - desde luego que no, adelante.

. - gracias, Sra. o Srta. Marta.

Ella se sobresaltó de que aquel desconocido supiera su nombre

. - ¿nos conocemos?

. - no por desgracia, ya que es usted muy bella, pero conozco a su abuela Edelmira.

. - ¿le ha pasada algo a la abuela? –preguntó nerviosa-.

. - no nada en absoluto, es más, ahora está muy feliz en la residencia, ha cambiado mucho. Desearía saber, si no le importa, porque si es la persona que paga su estancia, no la visita y más teniendo ahora un bisnieto –dije señalando al pequeñín-.

. - creo que no es de su incumbencia, pero se lo diré, la abuela siempre fue una déspota con el resto de la familia, nadie la quería, la cosa empeoró todavía más cuando falleció el pobre abuelo. Le pago la residencia porque, al fin y al cabo, es mi abuela y no tiene a nadie más.

. - según la ficha, usted tiene un hermano gemelo llamado Manuel –dije-.

. - es verdad, pero le perdí la pista hace varios años. Tuvimos un encontronazo por razones monetarias. Lo último que he oído es que vagabundeaba por la zona sur de la ciudad.

. - ¿cómo es que no ayudó a su hermano, si solo se trataba de dinero?

. - no se trataba solo de dinero, sino de mucho dinero y encima a fondo perdido. Se dedicó a jugar y perdió hasta la camisa. Luego por compasión le compré una pequeña casa y le busqué un trabajo en un almacén de comestibles. Así y todo, el muy estúpido siguió jugando y tuvo que vender la casa para pagar sus deudas y a la larga lo echaron también del trabajo porque no iba, se emborrachaba. Volvió de nuevo y lo metí en una pensión, pagué 6 meses de estancia, pero como no tiene arreglo, se habló con el casero y a cambio de la mitad del dinero, abandonó la pensión. Ahora vive en la calle. Cuando vino por última vez a buscar más dinero, le dí con la puerta en las narices.

. - sin duda, usted no se ha portado tan mal con su hermano como yo creía. Pero debería intentar reconciliarse con él, puesto que no os tenéis a nadie más. Sería bonito que la abuela, que no dudo que hiciera lo que dice, ya que antes en la residencia les hacía la vida imposible a los compañeros, viera al final de su vida a sus nietos y a su bisnieta reunidos junta a ella. Eso sí estaría bien, tanto para usted como para su hermano.

. - la verdad es que siento haberle dado con la puerta en las narices a Manuel, lo echo de menos, aunque no me crea. Pero ya es tarde, le perdí la pista como le dije antes.

. - haremos un trato, ¿si yo doy con él, usted aceptará ir a visitar a la abuela asiduamente, siempre que ella se comporte con ustedes como debe ser?, ¿qué le parece?

. - ¿y usted que gana con este trato?

. - tranquilidad de espíritu. Soy nuevo en la residencia y hemos trabado buena amistad.

. - de acuerdo, encuentre a mi hermano y si lo convence, iremos a ver a la abuela.

De repente el niño comenzó a llorar desconsoladamente, la madre lo cogió en sus brazos. El chiquillo empezaba a ponerse rojo.

. - mi hijo se está asfixiando, ¿qué puedo hacer? -dijo ella comenzando a llorar-.

. - llame a emergencias. El niño se ha tragado algo.

Mientras la madre llamaba a emergencias, me hice cargo del niño y le abrí la boquita. Al final de la tráquea se veía un trozo de hoja. Con mis dedos no pude llegar a cogerlo.

Su madre vio como intentaba extraerle algo al niño, pero que no podía. Rápidamente se acercaron varias personas de las que están cerca de ellos, para interesarse por lo que estaban pasando.

Rápidamente cogí el bolso de Marta y lo vacié en la manta, allí encontré unas pinzas, la cogí y me acerqué a la boca del crío. Con mucho cuidado enganché la hoja y la fui sacando. Al final la tenía toda fuera. Todos aplaudieron.

Sin embargo, no me entretuve, acerqué mi boca a la del niño y soplé varias veces con cuidado.

El crío comenzó a recobrar el color, luego se lo entregué a su madre.

. - cuando llegue la ambulancia, que se lo lleven y le hagan pruebas, por si tiene algo que no hayamos visto. Así estaremos más seguros.

. - gracias, gracias –y me dio un beso en cada mejilla-.

Abrazó al niño y continuó llorando, aunque ya un poco más tranquila. El peligro había pasada, y todo, gracias a aquel desconocido.

Varios de los que nos rodeaban me dieron la mano, las acepté gustosamente con una sonrisa. Solo esperaba que no se me notara que me quería follar a la madre del chico después de haberme follado a su abuela.

Cinco minutos después llegó la ambulancia. Fueron informados del suceso y se decidió llevar al crío al hospital. La madre no quiso irse si no iba también yo con ellos. Tuve que aceptar. Durante el trayecto ella se agarró de mi brazo, no lo soltó hasta que llegamos a urgencias de la clínica más cercana.

Después de más de 40 minutos con el crío en manos de los médicos, salió uno para informarnos.

. - el niño está bien, le hemos hecho diferentes pruebas y no hemos encontrado nada en su interior. Puede darle las gracias a quien le quitó la hoja de su garganta, si no, estaríamos hablando de diferente manera. Se pueden llevar al niño ahora mismo. Pueden firmar cualquiera de los dos padres.

. - no soy su marido, doctor –dije con una sonrisa-.

. - perdone, como estaban tan abrazados todo el tiempo, pensé…, perdónenme de nuevo.

La madre me miró de una manera diferente. Sí, era una pena que no fuera su marido, hubiera estado bien tener a alguien que se preocupara por ella y por su hijo.

Con el niño en mis brazos, salimos del hospital. Ella nos miraba extasiada. Una pena que no fuera su marido, se repitió, suspirando.

Con todo su dinero y no había encontrado a nadie aun en quien confiarle su vida y su cuerpo. Todos querían aprovecharse de ella y su fortuna. Aquel hombre realmente amaba a sus semejantes, se dijo, y no solo por lo de su hijo, sino por lo de su abuela, una mujer déspota con sus hijos y nietos.

Cogimos un taxi y volvimos al parque. Yo fui a por mí vehículo, ella desde allí a su casa. Me despedí de ella y me fui a subir al auto. Un segundo tardó en darse la vuelta y salir detrás de mí.

. - ahora que has entrado en nuestras vidas, no te puedes marchar así, por favor. Tómate, aunque sea una cerveza en mi casa, es lo menos que puedo hacer por quien ha salvado la vida de mi niño.

. - es un poco tarde ya.

. - insisto, mañana es otro día, disfrutemos del día de hoy que no ha acabado en desgracia gracias a ti. Tengo que agradecértelo de alguna manera. No me hagas esto, por favor.

. - de acuerdo, pero una cerveza y me voy, ¿okey?

. - de acuerdo, sígueme hasta mi casa, está aquí cerca.

La seguí a pie hasta el edificio. Abrió con su llave y nos acercamos al ascensor. Mientras esperábamos que bajara, me miraba de soslayo, como mordiéndose el labio. Con disimulo se colocó sus pechos, pechos que no necesitaban ninguna colocación, pues estaban de puta madre.

Cuando llegó el ascensor, dejamos que saliera una pareja de peludos que silbaron a la chica. Ella ni caso. Entramos y pulsó uno de los últimos botones. Exactamente dónde ponía ático.

Cuando abrió su puerta, me dejó entrar primero y pude admirar que tenía unas preciosas vistas la vivienda y se notaba que el dinero no era problema en aquella casa.

Saludé a la estúpida de la asistenta con una sonrisa y un hola. Ella se agachó graciosamente como si estuviera en la corte de Francia.

. - te puedes retirar, querida, yo me encargo de la visita –le dijo la dueña a la asistenta-.

La chica se retiró a sus aposentos, su habitación estaba en la zona más alejada de la casa. Marta llevó a la niña a su cuna y la abrigó con amor de madre. Luego se acercó a la nevera y sacó dos cervezas que destapó allí mismo. Después se me acercó entregándome una y quedándose la otra. Nos sentamos en el mismo sillón, bastante mullido y elegante.

. - por cierto, aún no sé cómo te llamas.

. - Salvador me llamo, solo Salvador.

. - solo Salvador, hoy me has impresionado, no solo el haber salvado a mi niño, sino el corazón que tienes hacia los demás.

. - tampoco es para tanto, cualquiera hubiera hecho lo que yo.

. - cualquiera no, sino fíjate en mí, quedé paralizada al ver a mi niño asfixiándose.

. - eso suele pasar al principio, pero seguro que, si no hubiese estado yo, hubieses reaccionado y salvado al niño.

. - no sé, no sé. Fue una suerte que estuvieras con nosotros en ese momento. Quiero agradecértelo tanto que estoy dispuesto hacer por ti lo que quieras, sin restricciones por mi parte.

. - no es necesario, además, qué iba a pensar tu marido de que te entregaras a una persona que habías conocido dos horas antes.

. - mi marido, ¿dices?, no, no tengo marido alguno. Mi niña fue fruto de una violación.

. - no tenía ni idea. Perdóname, no lo sabía.

. - no tenías por qué saberlo. Ocurrió hará año y medio, iba hacia la casa de una amiga, tuve un pinchazo y me salí de la carretera. Allí quedé atrapada en el auto entre los matorrales, fuera de la vista de los demás vehículos que pasaban y no me veían para socorrerme. Era de noche y no me había visto salirme nadie de la carretera porque había muy poco tráfico. A la hora de estar en esa situación, se acercó un samaritano, vaya samaritano. Me forzó allí mismo, obligándome a mamársela a punta de cuchillo que me puso en el cuello, tuve que ceder a sus deseos e hizo lo que quiso conmigo. Me desmayé de tanto que me sodomizó y así hasta el día siguiente que me encontraron unos lugareños. Fruto de aquella violación nació mi niña, que quiero con toda mi alma, aunque fuera por efecto de una violación a su madre.

. - la verdad, no sé cómo pueden existir gente de esa calaña en el mundo.

Ella se me abrazó llorando desconsoladamente. Le tomé su cara con mis manos y le besé sus lágrimas. Ella reaccionó y me besó varias veces por toda mi cara. Luego nos unimos en un largo beso lengüetero. Estábamos los dos calientes como machos. Nos entregamos a la pasión más desenfrenada el uno al otro.

Nos desnudamos y nos recorrimos, con nuestras lenguas, el cuerpo del otro. De sus pechos manaba el líquido blanco de vida que mamaba su hija. Ahora era para alimentarme a mí y me puse a ello con ahínco. Los orgasmos de ella se sucedían uno tras otro.

Ella necesitaba una buena polla en sus entrañas y la necesitaba ya, sin demora. Llevaba demasiado tiempo siendo follada por interesados en su dinero y no en ella. Allí tenía a alguien que podía convertirle en la mujer más feliz del mundo y sin pedirle un duro.

Puse gran interés en que la hembra que estaba en mis brazos disfrutara como nunca. Había sufrido demasiado para ser una persona tan sensible como ella. Necesitaba desahogarse y aquí estaba yo para que lo consiguiera y si de paso disfruto yo también, mejor que mejor, pues tenía un cuerpo de infarto, con el extra de sus pechos lecheros, que siempre aportan un plus en mis relaciones con las mujeres.

Estuvimos durante toda la santa noche follando. Mi pinga no encontró agujero donde no fuera bien recibida. Se notaba que llevaba tiempo de sequía de una buena polla y que encima no iba a por su puto dinero, solo quería hacerla feliz, igual que hice feliz a su abuela con mi polla.

Pasadas las 3 de la mañana, me levanté de la cama y me pego una ducha fría. Me vestí y sin despertarla, me fui a la residencia. Pasado mañana comenzaría a buscar a su hermano, el capullo vicioso del juego.

El día de trabajo en la residencia transcurrió normal, solo tuve que follarme a cuatro ancianas calientes y a otros tres también calientes viejos, además de a la directora y a la cocinera. Un día bien completito.

En mi nuevo día de descanso, me lo llevé buscando a Manuel, hermano de Marta.

Pregunté por toda la zona donde se movían los mendigos y que eran muchos lugares y muchos mendigos, como en toda ciudad tan grande como la que estaba, pero nada conseguí. Luego agrandé el área de búsqueda, y nada, tampoco.

Decidí cambiar de táctica. Lo busqué en las salas de juego de todo tipo en la zona sur. En una de ellas un camarero, previo pago, dijo que lo conocía.

. - sí, sé quién es. Es Manolo. Hace tiempo no le veo por aquí. Me han dicho que anda por Chamartín, en un hotelucho de mala muerte.

. - ¿sabes el nombre del hotel?

. - por desgracia no, pero creo que está cerca de la calle Cervantes.

Le dí las gracias con otro billete. Raudo, me dirigí hacia la dirección que me dijo el camarero.

Efectivamente, en la zona de la calle Cervantes había un hotel de mala muerte. Allí solo entraba gente a follar con putas baratas.

Entré en el edificio, no había nadie en la entrada, por lo que decidí acercarme a las habitaciones y preguntar.

En la primera puerta que toqué, salió un negro canijo y a la pregunta con un billete en la mano, el canijo señaló la puerta del fondo. Inmediatamente se apoderó del billete y cerró la puerta, no fuera que le volviera a quitar el dinero ganado con el sudor de la frente de otro.

Toqué en la puerta señalada y salió un Manuel casi irreconocible en comparación con la foto que tenía en bolsillo y que me había dado su hermana.

. - buenos días, desearía hablar con usted de su abuela Edelmira y su hermana Marta.

. - no tengo nada que hablar –e intentó cerrar la puerta-.

Puse la pierna y no pudo cerrarla. Dí un empujón a la puerta y salió despedido hacia atrás, cayendo al suelo.

Se levantó lo más rápido que pudo y pensó darle una ostia al tío aquel que irrumpía en su casa.

Me acerqué a Manuel, le puse una mano en el cuello y le hice un tipo de llave que lo dejó paralizado, no se podía mover. Luego lo llevé hacia la cama y lo senté en ella.

La habitación era un verdadero estercolero. Parecía la casa de unos yonkis. Estaba realmente sucia, no solo las paredes y techos, sino el mismo suelo. No había visto un cepillo en meses. Realmente, asqueroso.

. - se ve que te gusta vivir entre la mierda. Mírame y óyeme bien, te voy a desbloquear el cuello, si intentas agredirme o no escucharme, te daré tal paliza que te voy a mandar al hospital. Si estás de acuerdo cierra dos veces los ojos.

Después de unos segundos que parecieron larguísimos y con cara de pocos amigos, cerros los ojos dos veces.

Le toqué el cuello de una manera especial y el inquilino volvió a la vida.

. - hijo de puta, ¿qué quieres de mí?

. - te contaré. Trabajo en la residencia donde está tu abuela. No la visitas nunca, tampoco tu hermana, aunque por lo menos ella le paga la estancia. He estado hablando con Marta, está dispuesta ir a visitarla asiduamente si te convenzo para que hagas lo mismo, eso es, que visites a tu abuela todas las semanas al menos. Además, sería por poco tiempo, ella tiene 99 años.

. - no tengo donde caerme muerto. Mira donde vivo. A mi hermana la rica ya no le importo una mierda y en cuanto a mi abuela, está demasiado bien para cómo se comportó con el resto de la familia. La muy puta se merece el abandono total, igual que estoy yo.

. - ¿no crees que tú también tienes culpa?, yo diría que la máxima culpa. Tu hermana me contó tus andanzas con el juego y las ayudas que te prestó antes de darte la patada definitiva.

El chico se puso a llorar quedamente. Impresionaba ver a un hombretón llorando así.

. - sí, tiene toda la razón -dijo Manuel- por mí mala cabeza lo perdí todo. Una y otra vez caía en el maldito juego. Era más fuerte que yo. Mi hermana me ayudó varias veces, incluso con una casa nueva, pero no he tenido suerte en esta perra vida.

Me acerqué, sentándome junto a él. Le eché el brazo por encima y lo atraje hacia mi pecho. Allí Manuel se explayó y comenzó a llorar con más intensidad.

Pese a que el tío no olía precisamente a rosas, le levanté la cara y como con su hermana, le besé las lágrimas con mucho cariño y suavidad. En un momento dado, Manuel me miró a la cara y me besó con fuerza inusitada en la boca. Acepté el reto, no en vano los tíos me van tanto como las tías y nos besamos apasionadamente.

Nuestras lenguas batallaron largamente. Uno fue desvistiendo al otro, pronto llegamos a las pollas, no en vano estábamos haciéndonos un sabroso 69. Fueron chupados y rechupados los respectivos rabos.

Nos dimos un buen repaso, donde los huevos no quedaron exentos de disfrutarlos, él los míos, y yo, los suyos. Luego le dí la vuelta y lo puse a cuatro patas. Me dediqué al ojete del culo. Allí mi lengua profundizó todo lo que pudo.

Con los dedos de mi mano derecha ensanché el ano del chico y con la izquierda le sobaba la polla. Manuel resoplaba de gusto por su boca, lo que le estaba haciendo el desconocido era sublime.

Un salivazo fue a parar a su agujero anal, luego apunté con mi polla a su ojete, metiéndole la cabeza de mi pinga. Manuel sintió que se la empezaba a clavar y tenía toda la razón del mundo. Se la enterré de una sola clavada. El tío gritó, aunque no quería hacerlo, no en vano le iba la marcha desde hacía tiempo, pues no tener un duro en el bolsillo llevaba a que tenía que poner algo de su parte si quería comer, y su culo era algo muy solicitado por algunos buenos ciudadanos que no miraban donde la metían, como lo hacía ahora mismo un servidor.

Con el mete y saca fue aminorando su dolor y aumentando su gozo rápidamente.

. - más rápido, más rápido, joder.

Le dí gusto aumentando la velocidad. Manuel estaba a punto de correrse por el enculado anal, así me lo dijo, entonces dejé de follármelo traseramente y me enganché bucalmente de su polla.

La corrida de Manuel fue tragada en su totalidad, nada desperdicié. Luego mi polla se la dirigí a su boca. Era demasiada leche para este mariconazo, aun así, allí deposité mi simiente. Por sus comisuras resbalaba parte de mi corrida, algo que no pude permitir, así que acerqué mi boca y me la tomé a base de lametones. Seguidamente obligué a que me hiciera una buena limpieza de polla con su boca, dejándomela bien escurrida y limpia.

Un último beso de limpieza bucal se produjo entre los dos. Acabada la follada nos dirigimos al cutre baño. Allá nos duchamos mutuamente. Los besos no se hicieron esperar, otra vez fueron largos y profundos.

Tanto nos calentamos, que de nuevo hubo follada en el baño. Esta vez fui enculado yo y la corrida propia fue a parar a la boca de Manuel y viceversa.

Luego de volvernos a duchar, se dio por terminada la sesión amatoria entre dos tíos hechos y derechos.

Salimos con una toalla alrededor del torso y nos sentamos ambos en el borde de la cama.

No sabía por qué, pero aquel mamonazo me la ponía dura. Así que me arrodillé frente a él y sacándole la toalla, volví a comerme su rabo descargado. Aún en ese estado, estaba disfrutando como Dios y el chico también, pues se agarraba de la cama con la cabeza hacia atrás.

Cuando me dio vergüenza de seguir mamándole aquella polla indispuesta, me levanté y sacándome la toalla, le invité a disfrutar de mis buenas razones sexuales. El chico no dijo que no, me puso las manos en ambas nalgas y atrayéndome hacia él, se apoderó de mi rabo, no soltándolo hasta que no consiguió de mí una mínima corrida que me puso por las nubes. Luego me quedé extenuado con mi polla en su boca. Un beso interminable y volví a sentarme a su lado, ahora ambos sin la toalla.

Con mi mano cogiéndole su encogida polla, le hablé.

. - Manuel –dije- como me has caído en gracia, te voy a ayudar. Te daré un trabajo decente y te ayudaré económicamente con algo de dinero, pero con condiciones-.

. - a estas alturas de mi vida no puedo caer más bajo. De momento te diré que lo del juego lo tengo a raya, me ha costado aprenderlo a las duras. ¿Dime cuáles son esas condiciones?

. - te haré una pequeña lista:

  • No volverás a pisar una sala de juego.

  • Te acercarás por casa de tu hermana y haréis las paces. Tienes un sobrino, su hijo.

  • Visitarás al menos una vez a la semana a tu abuela.

  • No te meterás en líos.

  • No te emborracharás, ni echarás a perder tu trabajo por ello.

  • Nuestra follada será un secreto.

. - voy a intentar cumplir con tus condiciones, parecen bastantes razonables todas ellas.

De tanto sobarle la polla mientras hablábamos, la cosa parecía que cogía consistencia y así era. A ojos vista aumentaba que era la gloria puta verla creciendo en mis manos pajeadoras.

. - chico, pareces insaciable –le dije con una sonrisa mientras le pajeaba el rabo-.

. - es que llevo demasiado en abstinencia. Hazme el favor y alíviame por última vez.

Esta vez lo haríamos como Dios manda, sobre la cama. Y así fue como lo hice tumbar y dedicarme a recorrérmelo bucalmente de nuevo de cabo a rabo. Solo cuando me cabalgaba cual negro corcel, supe que aquel chico iba a ir por el buen camino, y si no, le iba a dar polla hasta que volviera al redil de los justos.

No salimos de aquel antro hasta que no volví a follármelo analmente y bucalmente, disfrutando de aquel culo y aquella boca hasta que no pude más.

Terminado el mariconeo, llevé a mi pupilo a un centro comercial, donde lo mandé a pelar, afeitar y vestir adecuadamente.

Mientras Manuel cambiaba radicalmente, hice una llamada al centro. Hablé con la directora y le pedí un trabajo de jardinero para mi amigo. Le dije quién era y sus circunstancias.

Joselito, que era el de mantenimiento, también se encargaba del jardín, pero era bastante mayor, ya tenía 60 años y necesitaba ayuda. La directora Alejandra que no podía decirle no a su mejor hombre que había hecho tan bien en la residencia y a ella misma, aceptó contratar a Manuel.

Ya era hora de acercarnos a la casa de Marta. Llegamos una hora después. Tocamos y nos abrió la asistenta. Vio al señor que vino con su jefa y al acompañante, parecía el hermano de ella, pero no estaba segura.

. - ¿en qué puedo servirles?

. - buenos días, deseamos ver a la señora de la casa.

. - salió a pasear con su hijo.

La decepción se palpó en mi cara. Manuel casi se alegró, no podría mirarle a la cara a su hermana después de lo que le había hecho reiteradamente.

. - gracias, volveremos en otro momento.

Cuando nos dábamos la vuelta, el ascensor abría su puerta, allá salía con el carrito una encantadora Marta.

Cuando me vio, se sorprendió gratamente de volverme a ver. Me iba a saludar cuando vio quien le acompañaba. No podía creer lo que veía, su hermano estaba allá, limpio y guapísimo.

A Marta se le saltaron las lágrimas y se acercó corriendo a su hermano.

. - perdóname hermanito, perdóname por favor. Cuánto te he echado de menos todos estos meses.

Manuel no sabía que decir, a él también le lagrimaban los ojos. Solo podía llorar de contento que su hermana le hubiera perdonado.

Entramos en la casa los cuatro. Estuvimos, como dicen algunos latinoamericanos, platicando largo rato. Manuel se maravilló con su sobrino. Marta le contó el accidente del niño y como yo lo había salvado de una muerte segura.

Manuel me cogió una mano y me lo agradeció sinceramente. Luego se acercó a su hermana.

. - déjame hermanita que te bese mil veces. Con ello quiero pedirte mil veces perdón por todo lo que sufriste por mi culpa.

. - ven aquí mi querido Manolito, los dos sufrimos por todo lo que nos ha pasado.

Se besaron muchas veces en la cara, llegando a la boca seguidamente, los dos no querían darse cuenta que eran hermanos y que no estaban solos. Siguieron besándose apasionadamente, habían perdido mucho tiempo que querían recuperar.

Manuel bajó con su boca al cuello, luego le desabotonó varios botones a Marta. Ella aceptaba lo que fuera a suceder, pero también me veía delante de ellos mirándolos con una sonrisa.

Llamó a su sirvienta.

. - acércate por favor, arrodíllate ante mi amigo y hazle una mamada, mejor que las que me has hecho a mí. Esmerate bien, por favor.

. - si señora –fue todo lo que dijo la sirvienta, agachándose ante mí.

Manuel se detuvo ante los nuevos acontecimientos, pero su hermana le conminó proseguir con lo que estaba haciendo con ella.

Manuel así lo hizo, mientras besaba su cuello, agarraba un pecho por debajo del sostén y se lo estrujaba, en ese momento salió un hilillo de leche materna hacia su ombligo. Él se la bebió. Luego le desbrochó totalmente la camisa de ella y le quitó el sostén, apoderándose de ambas tetas y las succionó apasionadamente.

Mientras era mamada, Marta le desabrochó el cinto a su hermano y sin que Manuel dejara de mamarla, le bajó los pantalones y calzoncillos. Rápidamente se sentó en la polla de él.

Manuel seguía mamando, ya tenía la teta casi vacía, intentó coger la otra, pero se lo impidió señalando al niño, su bebé aún no había mamado y ya tocaba.

Acercó el carro y sacó al niño. Sin dejar Manuel de mamarle la teta vacía, ella le puso la teta aun llena al bebé para que se alimentara. Las dos personas que más quería en este mundo se estaban alimentando con sus pechos.

Mientras, a metro y medio escaso, la sirvienta chupaba con fruición de mi polla. Yo le tenía metido mi dedo más largo, el de la mano, se entiende, en todo su culo. A la muy puta le gustaba. Luego le desgarré literalmente las bragas. La cogí por los sobacos y la senté de un golpe en mi polla. Ella dio un grito. Nunca había tenido una polla de verdad en su vagina, solo los consoladores que le metía su jefa día sí y día también, no en vano eran amantes desde hacía tiempo después de que la jefa la cogiera en el baño haciéndose una paja bien sonora cuando la empleada creía que la jefa se encontraba en la calle. Desde aquel día, las pajas se las hacían la una a la otra y yo creyendo que estaba a palo seco la tal Marta.

Hacía que la tía cabalgara frenéticamente sobre mi polla. Tiempo después se la saqué y dándole la vuelta la puse a cuatro patas. Su culo fue perforado sin miramientos, ella no tuvo tiempo de decirme que su orto era virgen de polla carnicera aún, que estaba sola follada por su amante jefa con los múltiples consoladores que guardaban en su habitación.

Gritó desaforadamente, los otros follantes se dieron la vuelta y vieron el espectáculo, luego, con una sonrisa en las caras de los dos hermanos, siguieron con lo que estaban haciendo y que no era otra cosa que disfrutando el uno del otro.

Dejé a la asistenta para el arrastre. La dejé en el suelo cansada y dolorida.

Les eché un vistazo a los otros dos. Estaban en una posición propicio para mi empinada y gorda polla.

Sin avisar se la encasqueté a Marta en su culito respingón. Ella sí respingó de lo lindo, dando un salto porque no esperaba tremenda enculada, luego de recuperarse, tragó saliva y amoldó su culo a los movimientos, corriéndose en formato ametralladora. Y es que la hermana estaba sentada encima del rabo de su hermano, tragando y tragando.

Un buen rato después, le saqué mi polla de su culo y como pude, dí la vuelta a la pareja de hermanos, dejando a Manuel encima de su hermana. Ahora era el culo de Manuel el que sería perforado de nuevo.

Se la metí todo recto. Aunque ya tenía el culo amoldado a mi polla, aun así, le dolió la clavaba. No le hice caso y continué follándomelo.

Los dos machos dejamos de joder a Marta y le dimos de mamar nuestras pollas alternativamente. Era el momento de las corridas. Cuando dije que me iba a correr, Marta puso la boquita y allí se la metí, corriéndome largamente. Su hermano me copió seguidamente.

Las pollas de los dos machos fueron chupadas por una hambrienta Marta, que nos hizo una mamada limpiadora a cada uno y nosotros a su vagina y culo también.

Y como ser agradecido era de bien nacido, Manuel, Marta y yo, le dimos un repaso general y en profundidad, a la empleada de la casa. Hasta que no recibió doble polla, al mismo tiempo que su jefa le ponía el coño, no la dejamos en paz. Luego se fue toda derrengada hacia su habitación a reponerse o la palmaba allí mismo.

Pasada la bienvenida, hablamos del futuro de Manuel. Marta le ofreció su casa a su hermano, éste aceptó. Decidieron ir al día siguiente a visitar a su abuela a la residencia, allá yo los esperaría para recibirlos adecuadamente.

Me despedí de todos muy efusivamente. Hasta la sirvienta, que Marta volvió a llamar para que se fuera con ella y su hermano a su habitación, alcanzó un beso y un dedo en su dolorido culo. Luego me largué, y es que allí, la noche iba a ser muy larga, pero que mucho, mucho…

Al día siguiente, Marta y Manuel se presentaron en la residencia y preguntaron por mí. Me los encontré al poco. Tenían una cara de alegría infinita. Nos felicitamos mutuamente, aunque no tan efusivamente como la noche anterior.

. - venid conmigo, que os voy a presentar a la directora.

Nos fuimos a la oficina de la directora, allí los presenté, aunque ya Marta la conocía, ya hacía mucho tiempo de ello.

Quedaron que hoy Manuel dedicaría el día a su abuela y mañana comenzaría su trabajo, en sustitución de Joselito, el cual había tenido un fatal accidente, y que conste, no había sido yo.

Joselito se cayó de la escalera con los brazos por delante para protegerse. Se les rompieron los dos, ahora los tenía escayolados. El post-operatorio lo haría en la residencia por cuenta de la empresa, puesto que Joselito era como uno más de la familia, ya que llevaba toda su vida en la casa y se lo merecía.

Llevé a los nietos de Edelmira a su presencia. Ella estaba en la cama mirando una revista. Cuando los vio entrar y los reconoció, quedó sin habla.

Los nietos se acercaron a su abuela con un poco de respeto y algo de temor. Poco a poco el semblante de la anciana cambiaba de curiosidad, a franca sonrisa. Primero la abrazó Marta. Ella, muy efusiva, la besaba varias veces, luego alargó el brazo para que Manuel la abrazara también. Allí estaban la abuela y sus dos nietos abrazados, y lágrimas en sus mejillas.

. - cuanto tiempo sin ver a mis nietos, mis queridos niños. Os he echado tanto de menos, queridos míos. ¿Quién os ha convencido para que vinierais a ver a esta vieja?

. - fue Salvador quien nos convenció. Si no llega a ser por él, Manuel y yo no nos hubiéramos re-encontrado.

. - Salvador -dijo la vieja- cierra la puerta con llave y vente aquí que te voy a dar un beso-.

Hice lo que me dijo Edelmira, me acerqué a la abuela y ésta me estampó todo un beso en su boca. Un beso no de agradecimiento, precisamente. Sus nietos se dieron cuenta de que había algo entre nosotros dos y nada dijeron.

. - qué jodido truhan. Al fin has conseguido lo que nadie, reunir a esta familia de nuevo y para darte las gracias, dale a esta vieja un buen achuchón en esta teta -ante la mirada perpleja de sus nietos, que no esperaban tantos conocimientos por parte mía de su abuela, la vieja se abre la bata y se queda totalmente desnuda y me ofrece un pecho-.

. - perdonad, pero si no obedezco a la abuela, es capaz de matarme.

Me acerqué a ella, le cogí la escurrida teta y le mamé el pezón por largo tiempo, mientras le cogía la otra y se la estrujaba con ganas. La vieja suspiraba placenteramente.

. - chicos –dijo Edelmira a sus nietos- acercaos más y hagan disfrutar a esta abuela. Apoderaos de mi otra teta cuando Salvador la deje libre, y por qué no, también de mi conejo. Venga, no seáis tímidos. Que solo se vive una vez.

Los nietos no sabían que pensar. Su abuela, o se había vuelto senil o era que se había vuelto puta. De todas maneras, era su abuela y era ella quien había solicitado sus servicios sexuales y si es dar y recibir placer, entonces ellos se iban a apuntar, sobre todo Manuel, que ya estaban pensando, no precisamente en sus tetas escurridas, ni en su chumino viejuno, sino en su culo. Quería darle por culo para resarcirse de los años de putadas que le hizo pasar aquella mujer. Allí se miraron los dos hermanos y sonriendo, decidieron meterse en el festín de la abuela.

Marta dio la vuelta a la cama y se acercó a la teta que había dejado libre, previamente, de su abuela. La cogió y beso amorosamente al principio, luego con más frenesí. Manuel se dedicó, en un principio, a su conejo albino para ir haciendo el entremés. Su lengua horadó las entrañas de la vieja. Se dijo que no sabía nada mal la muy puta.

La vieja no estaba quieta. Le metió mano al coño de su nieta bajo sus bragas, metiendo un par de dedos dentro de su vulva. La sintió húmeda al principio, para luego ir soltando fluidos sin fin. La hizo retorcerse de placer. Luego sacó la mano y se chupó los dedos. Estaban bien enchumbados del jugo de Marta y como ya sabía, sabían a gloria puta.

. - qué bien sabes hija, déjame mamarte esas tetazas que tienes.

Marta se ofreció y se desabotonó la camisa floreada que llevaba, ofreciéndole sus tetas lecheras a su abuela. Ella apretó una y mamaba la otra, para luego detenerse un segundo.

. - nieta, tienes leche, ¿es que has parido recientemente?

. - sí abuela, tienes un bisnieto, luego te lo traigo, está en el coche con la sirvienta.

. - es maravilloso –y continuó mamándole la leche a su nieta. Marta estaba disfrutando porque le mamaba de diferente manera a como lo mamé yo o su hermano. Sí, se estaba corriendo cantidad.

Me saqué el churri y se la ofrecí a Marta. Sobre todo, era para que no estuviera sin hacer nada mientras su abuela le mamaba una teta y le estrujaba la otra.

(Parte 9 de 72)

FIN