Agente sexual (5)

Andanzas de un agente secreto de lo más follador. He auto-censurado algunas partes. Tienen 46 capítulos, donde elegir. Relato en 72 trozos.

AGENTE SEXUAL

(5-72)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Tendimos una manta en el suelo y lo sentamos en ella. Le atamos una brida en cada mano, luego le pusimos las manos a los lados del cuerpo. Unimos por delante otra brida larga entre las dos manos y otra por detrás entre las dos manos también. Aunque quiera, las manos no las podría mover. Los pies los tenía libres.

Fue despojado de toda ropa, la poca que le quedaba. Nosotros también nos desnudamos.

. - vamos, quiero que nos des una mamada como nunca la has hecho.

Lo que era el follar y follar. Con mi culo aun dolorido, ya pensaba en tirarme a aquel mamonazo.

Cogí la polla de mi compañero y se la puse en la boca al preso, éste sacó la lengua y empezó a lamerla. Le introduje la punta dentro de la boca y la mamó concienzudamente, después profundizamos más en su garganta, éste se atragantaba y se la sacamos de nuevo.

Luego introduje la mía. Apreté mi polla hasta el fondo y la mantuve allí, el preso se asfixiaba. Se la saqué y volví a meterle la del negro. Yo me dediqué a la polla del preso.

Tenía una polla tan gorda como la mía, como a mí me gustaba. Se la estuve chupando hasta que se la puse dura. Me senté encima de dicha polla y me la tragué todita. Curiosamente, el culo no me dolía al volverme a tragar una polla más, al contrario, disfrutaba de dicha polla.

Hice los movimientos oportunos y conseguí que se corriera en mi culo. Se la saqué y le dediqué una mamada secundaria. El preso gritaba de placer mientras mamaba la serpiente de Suleimán.

Luego lo pusimos con el culo en pompa, un trozo de tronco nos sirvió para equilibrarlo. Las piernas le fueron separadas. Con mi lengua me dediqué al agujero anal.

No era momento de engrasar nada. Se la clavé al capullo, gritó bien alto, pero nada. Dentro, fuera, dentro, fuera. Cómo disfrutaba el menda. A más gritos, más disfrute para el enculador, siempre ha sido así. Finalmente llegó la corrida. Le dejé la polla dentro hasta que salió por sí sola.

Luego se la dí al preso para que me la limpiara, tuvo que hacerlo a su pesar y lo hizo muy bien.

Ahora le tocaba al polla-larga. Directamente lo ensartó con su polla. El grito fue de aúpa. Introdujo un buen trozo y se detuvo. El preso veía las estrellas por el dolor anal.

. - acuérdese que hicimos un trato, solo la mitad, por favor. -suplicaba el secuestrador y violador-.

. - sabes chico… –dijo Suleimán- no nos gustan los tíos como tú-.

Lo empaló con toda su polla. El alarido lo debieron oír sus colegas. El negrazo continuó y continuó. La sangre le salía por el culo a borbotones. Se corrió y luego la sacó toda sanguinolenta.

Seguidamente saqué un puñal y le rebañé el pescuezo al desgraciado. Lo siguiente fue echarle un buen chorro de agua a la polla de Suleimán para que se la limpiara. Al final se la escurrí bien y me tomé los restos de leche, y que era bastante, dado lo larga de su tranca.

Enrollamos al muerto en la misma manta y lo escondimos entre unas rocas cercanas. No lo encontrarían en mucho tiempo.

Varias horas después, por fin llegamos al campamento enemigo. Estaba en una hondonada, a recubierto de miradas indiscretas. Nos posicionamos en una zona alta a resguardo de su vista y los pudimos observar con nuestros prismáticos especiales antirreflejos.

Había una casucha grande donde estaban los delincuentes y otra casa, tipo corral, donde se veían a varias personas, no estaban atadas, pero no podían salir de allí, se veían alambres de espino rodeándolos.

Había un carcelero en la puerta de los secuestrados. Por el campamento se movían bastantes hombres, no menos de 20. Había un puesto con una ametralladora en lo alto de una torre.

Hicimos unas fotos con tele-objetivo de todo el recinto, sobre todo de la torre y de los presos. Con el tele-objetivo de largo alcance vi con claridad las caras y las comparé con las fotos que llevaba encina. Era las correctas, aparte de 2 personas negras más, que me eran desconocidas. Serían otros desgraciados caídos en sus manos. Todas las fotos fueron enviadas a la Central vía satélite.

Fuimos informados que a las 20.00 horas de mañana llegarían los helicópteros con las fuerzas especiales y atacarían el recinto terrorista. Tendríamos que seguir observando por si hubiera algún cambio.

Durante esa noche dormimos por turnos, nada de fuego, solo comida pre-cocinada y fría como las patas de un muerto.

Por la mañana vimos salir varios vehículos cargados con terroristas. Allí se quedaron unos 6 o 7 secuestradores. Habrían salido en busca de más turistas incautos que secuestrar.

Al rato, uno de los terroristas sacó a uno de los presos desconocidos y lo llevó a la plaza, allí había un tío en una mesa bajo una sombrilla abanicándose. Le preguntó algo. Al momento le soltó un tiro en la cabeza.

La Central fue informada de este hecho. Nos dijeron que aguardáramos la llegada de los soldados, pero el problema era el tiempo de llegada. Parecía que se les acababa el tiempo a los secuestrados.

Volvieron a sacar al segundo desconocido y lo llevaron a presencia del mismo tío de la sombrilla. De nuevo dijo algo, el desconocido estuvo hablando, por la lejanía no se oía nada como es normal. Parece que no convenció a su interlocutor, pues recibió un disparo como su compañero. Los dos fueron retirados cogidos por las piernas y abandonados más allá.

Llamé de nuevo por teléfono. Esta vez fue diferente la respuesta que recibimos.

. - no hay más remedio, tendréis que entrar y sacarlos antes de que los maten. Resistid hasta que lleguen los helicópteros de rescate.

Suleimán fue informado. Trazamos rápidamente un plan. Yo me pondría a distancia de francotirador y Suleimán entraría en el recinto y liberaría a los presos. La sincronización sería lo primordial.

Con sigilo nos acercamos y tomé posición de disparo. Suleimán entró y se colocó no muy lejos del tío de la sombrilla, en su parte trasera. Le veía el cuello. Junto a éste estaban los otros dos esbirros que retiraron a los desgraciados muertos de un tiro en la cabeza. Había dos más que estaban alrededor del motor de un vehículo.

El de la sombrilla mandó traer a una de las monjas, cuando llegó, ella estaba aterrada por lo que les había pasado a los dos anteriores.

. - la misma pregunta que a esos dos, ¿dónde están los niños que estudiaban en vuestra escuela? –dijo el de la sombrilla-.

. - prefiero morir que decírselo. No los harán soldados como a los niños de la otra escuela vecina.

El capullo sacó la pistola y apuntó displicentemente, como si matar no fuera nada del otro mundo.

Sonó un pop y la cabeza del terrorista saltó en varios pedazos. Seguidamente otro disparo fue para el de la torre.

Suleimán disparó contra los dos esbirros del muerto. La monja se tiró al suelo, gritando.

Los que estaban en el coche cayeron fulminados de sendos disparos. Suleimán disparó contra el carcelero, pero falló. Éste le apuntó, pero murió en el acto, de otro certero disparo mío.

El silencio se hizo en el campamento. La monja miró aterrada al negrazo que tenía una pistola en la mano. Ella le hizo seña de que dentro de la casa había otro secuestrador. Suleimán le dijo que liberara a sus compañeros y se fuera hacia mi posición.

Mientras, él se acercó con cuidado hacia la casa. En la puerta atisbó dentro, un disparo en el bastidor le informó donde estaba el tipo.

Entró disparando. Al fondo estaba el cabroncete, se escondía detrás de un mueble. Suleimán apuntó al mueble sobre la posición posible y disparó dos veces.

Segundos después, caía hacia fuera el tipo ya muerto. Registró la vivienda por si había alguien más, no encontró a nadie. Luego buscó papeles que fueran interesantes para sus jefes y salió a la calle.

Los cuatros ya estábamos reunidos, se acercó a nosotros, luego nos pertrechamos de alimentos y salimos pitando de allí antes de que llegaran los demás terroristas.

Nos dirigimos por la selva hacia la costa, donde estaba el buque de rescate.

Informamos a la Central y se pusieron bien contentos de los hechos, pero recibimos una mala noticia. El gobierno local prohibía que naves militares extranjeras sobrevolaran su territorio, por lo que estábamos solos ante el enemigo.

Sería un largo camino a través de la selva virgen, pero no había más remedio. Por allí era más difícil de ser localizados.

El cura tendría unos 40 años y solo tenía una mano, la otra la tenía cortada por la muñeca.

De las dos monjas, una estaba como un tren, la otra estaba gorda como una vaca, con grandes ubres.

Cuando llevábamos una hora huyendo y estando dentro de la selva, una serpiente mordió a la monja que estaba buenísima en sus partes íntimas. No hubo más remedio que detenernos en un claro. Todos la rodearon, yo intervine.

. - no se preocupe señora, intentaré ayudarle, le haré un pequeño corte y le extraeré el veneno. Por favor déjennos solos un momento -dije al resto sacándome el cuchillo más pequeño que tenía-.

. - no se preocupe por mí, caballero. Haga lo que tenga que hacer.

Puse a la monja recostada en un tronco, le saqué las bragas y le puso las piernas bien abiertas.

Para que no fuera vista sus partes por los demás, cogí la pequeña linterna de campaña y metí la cabeza entre las piernas de ella y me eché encima el resto del traje.

Mi sorpresa fue mayúscula, allí no había solo una vagina maravillosa que chupar, sino también una espléndida polla toda empalmada ella. Saqué un momento la cabeza y vi que me sonreía muy turbada la susodicha monja. Parecía que esto del hermafroditismo era más común de lo que la gente piensa…

Me volví a meter debajo y le hice un pequeño corte en cada agujero donde los colmillos de la serpiente se habían clavado y empecé a chuparle el veneno y que no era otro sitio que en la polla. Ella sintió algo nunca sentido en sus partes, al rato sacaba la cabeza y escupía veneno, luego volvía a entrar debajo y hacía lo mismo. La pobre monja empezó a soltar líquido entre sus piernas de los orgasmos vaginales que estaba teniendo.

Por última vez le terminé de sacar el veneno y volví a escupir fuera, para una vez más, entrar por gusto. Esta vez me dediqué a disfrutar en exclusiva de la polla de la monja hermafrodita. Ella me lo agradeció apretándome la cabeza hacia su entrepierna. Tuvo varios orgasmos vaginales más, siendo el último con su pene, leche que fue tragada por el atento doctor.

Por último y antes de salirme de entre sus piernas, le metí un dedo en su virgen culo. Ella dio un respingo, pero le gustó y movió un poco disimuladamente su trasero para aumentar su excitación al profundizar al máximo con mi dedo.

Finalmente me salí, cogí una venda del botiquín, más una crema y entré para hacerle el vendaje, luego le volví a poner las bragas a la monja. Ella respiraba con dificultad, pues no quería dar a conocer que se lo había pasado de puta madre con un servidor. Luego decidimos acampar por unas horas en ese mismo sitio.

El negro se alejó un poco desde donde pudiera vigilar bien. La monja gorda que estaba aterrada, se acercó al negro para sentirse más segura, puesto que era el tío más fuerte del grupo.

. - si no le importa descansaré cerca de usted, así me sentiré más segura.

. - acérquese y ponga su manta al lado mío, así me hará compañía.

Por la tarde empezaba a hacer fresquito, ella se arrimó a él, quería coger un poco de calor corporal del negro.

Los dos se taparon con la misma manta, ella recostada de lado y él a su lado de rodilla vigilando el fondo de la selva.

Al rato Suleimán sintió una mano que le palpaba sus partes, dejóse hacer. Era la monja, que al ver lo de su compañera de fatigas, se le había calentado el chichi.

Suleimán, disimuladamente, se bajó los pantalones y se sacó su verga. Luego se la puso en las manos a la gorda. Esta dio un respingo, pues creía que era otra serpiente que se había metido bajo la manta. El negro le tapó la boca y se la enseñó solo a ella.

Ella quedó asombrada. Se volvió a tapar hasta el cuello. Miró con disimulo al resto de la gente. Todos estaban a lo suyo. Cogió la tremenda polla y la recorrió toda su longitud con sus manos. Quedó maravillada. Empezó a hacerle una suave paja a la serpiente.

El negro metió una mano debajo de la manta y alcanzó una de las grandes tetas de la monja. La manoseó sin contemplaciones, ella dio un suspiro. Luego dirigió la mano a la vagina de la mujer. Estaba bien húmeda. Allí metió un dedo hasta el fondo.

Ella se corrió de gusto. Como quien no quiere la cosa, se metió debajo de la manta y empezó a chupar polla. Él le metió un dedo más en la vagina. Allí jugó con su gran clítoris. La monja sufría por no gritar como una puta, que era lo que estaba siendo. Empezó a correrse de lo lindo.

La gorda le cogió la polla al negro y se metió una cuarta dentro y con unos suaves movimientos, hizo que el negro se corriera dentro de ella. Dio un suspiro de gozo. Se sacó la polla y se la llevó a la boca para terminar de recoger toda la leche que le quedara en el pene. Lo dejó seco del alimento de los dioses.

Suleimán se guardó su herramienta. La monja se dio la vuelta. Entonces el negro le metió un par de dedos en su orondo culo. Ella disfrutaba como cuando se cogía al párroco de su pueblo. Lo tenía seco al pobre. En la sacristía lo hacía en todas las posiciones posibles. Una pena que acabaran descubriéndolos y la mandaran a África por puta y al párroco lo expulsaran. Como si no supieran que cuando una no quiere, dos no follan.

Pasado el tiempo de descanso, continuamos. Todavía nos quedaba un largo trecho hasta la costa.

El terreno estaba algo resbaladizo por las lluvias que suelen ser frecuentes en la zona selvática. En un momento dado el misionero resbaló y cayó por un agujero. Para protegerse algo, puso su mano sana por delante. Mala suerte. Se la hizo añicos. El grito fue espeluznante. Los hombres le ayudamos a salir del agujero y lo sentamos en un lugar despejado.

Sacamos el botiquín y le curamos como pudimos. Tendría que esperar a que llegáramos al buque para que se la arreglaran si es que podía arreglarse tal desaguisado.

El misionero informó que ya podíamos continuar. Así lo hicimos hasta el anochecer. Descansaríamos hasta el día siguiente.

Nos protegimos en varios árboles huecos de grandes dimensiones. El negro en uno, en otro las dos monjas y en el tercero, el herido misionero y yo.

Comimos algo de las provisiones. Yo ayudé a comer al herido. Éste estaba muy agradecido. Cuando llevaba un rato durmiendo, fui despertado por el misionero. Me habló al oído.

. - perdone hijo, pero me estoy reventando, no aguanto más. Necesito hacer mis necesidades y no puedo hacerlo yo solo. Si me pudiera ayudar, se lo agradecería.

Nos fuimos varios troncos más lejos y le bajé los pantalones. El misionero perdía el equilibrio y no quería ensuciarse los pantalones más de lo que ya estaban por la humedad. Mando sacárselo del todo. Así quedó desnudo de cintura para abajo.

Me tuve que poner detrás de él, sosteniéndolo. El hombre se agachó y empezó a cagar y orinar. Una vez terminado pidió ser limpiado, pero no tenía papel a mano. Tuve que limpiarle el culo al misionero utilizando unas hojas. Se las restregué por el ojete. A mí ya me tenía calentito, mi polla ardía en mi bragueta.

. - lo siento padre, yo tampoco me puedo aguantar más.

Me saqué la polla y sin preaviso de huelga, se la endilgué al misionero. Este dio un respingo. Empecé a joderlo analmente, pero me lo pensé mejor e intenté sacarla, pero fui detenido por lo que quedaba de la mano cortada del misionero.

. - por favor, continúe sirviéndose usted. Usted me ayuda y yo le devuelvo el favor. Continúe y disfrute, no pare hasta correrse, pero por favor, hágalo en mi boca.

Ante la aceptación por la otra parte, me dediqué a follármelo frenéticamente. Antes de correrme, la saqué y se la puse en la cara al misionero, este sin miramientos, se la zampó de un bocado, con mierda y todo. Se lo tragó todo.

Posteriormente, me eché al hombre a la espalda y le dirigí la polla a mi culo y fue ahora el misionero quien me la clavó a mí. También tenía derecho de descargar leche sémica usando mi culo. Al poco se corrió dentro de mí.

. - padre, le ruego me haga una limpieza de culo con su lengua, por favor.

. - no faltaba más, siendo que le dejé mi corrida dentro. A mi monaguillo también le gustaba mucho que se lo limpiara después de follármelo día sí y día también. Una pena que ya no esté entre nosotros, fue ejecutado en el campamento por no decirles donde estaban ocultos los niños.

Le puse mi culo y el misionero se puso a la faena de lustrame el trasero. Efectivamente, lo hizo a las mil maravillas. Era todo un profesional lame-culos.

Una vez terminado de limpiarme el trasero, me subí mis pantalones y le puse los del misionero.

Una vez ambos vestidos, el misionero alargó su boca para besarme. Yo me acerqué y cogiéndole la cara, se la morreé a conciencia. Sin duda, el misionero necesitaba su ración diaria de mariconeo y como no estaba el monaguillo, allí estaba yo para sustituirlo y como estábamos tan calientes, al menos yo, me volví a agachar y sacándole su lánguida polla, se la volví a mamar, consiguiendo una mini corrida que disfruté e hice disfrutar al dueño. Me lo agradeció con un nuevo morreo interminable, para ya, definitivamente, dirigirnos hacia el hueco del árbol para descansar, que mañana sería un largo día…

Al día siguiente amaneció un bonito día, no parecía que fuera a llover. Llamé a la Central. Informé donde estábamos y que llegaríamos pronto cerca del buque.

La Central nos informó que no había rastro de los terroristas. Seguramente se habían desperdigado, escapando del posible ataque del grupo que liberaron a los secuestrados. Mucho mejor para ellos, si pensaban eso.

A mediodía llegamos a una pequeña laguna de aguas cristalinas. Allí acampamos para comer. Decidí darme un chapuzón y me metí desnudo en el agua. Las monjas pidieron permiso al misionero.

. - no veo por qué no, todos estamos cansados y sucios. Hasta yo también me meteré dentro.

Se desnudaron y se metieron en el agua. El único que se asombró al ver a la monja buenorra fue Suleimán, que vio un pito extra en su maciza anatomía.

Él también tenía derecho, se desnudó y se dirigió al agua. Su polla se balanceaba. Los que no la conocían todavía, se quedaron pasmados.

Estuvimos un buen rato en el agua, hasta que decidimos salir todos, no fuera a venir algún animal salvaje o bichos más salvajes aún, los hombres.

Nos sentamos en nuestros mantas aun desnudos esperando que los rayos solares nos secaran. Allí estábamos los cinco, uno al lado de los otros totalmente desnudos. Nadie dijo nada, hasta que habló Suleimán:

. - necesito descargar mi pene, si alguien me puede ayudar, se lo agradecería en el alma. Ya nos falta muy poco. Una vez llegados al barco, nuestras vidas se separarán, por lo tanto, quisiera que disfrutaran de mi verga y de mi culo los que deseen del grupo.

El primero en acercarse, ante la sorpresa de las monjas, pero no mía, fue el padre misionero, que se adueñó de la larga pinga, los demás también nos acercamos, queríamos participar en el banquete.

La orgía comenzó. Los tres religiosos se dedicaron a la polla. Yo le ofrecí mi polla al negro. Éste me la mamó, luego la monja gorda se fue hacia la polla de su colega misionero, la cual mamó bien mamada.

El negro empezó a agrandarle el culo a la gorda con sus dedos. Cuando la tenía a punto, la colocó adecuadamente y le incrustó en su ojete su enorme polla. Se la metía poco a poco, aun así, ésta dio un alarido de dolor, pero no impidió que siguiera enculándosela, y siguió chupando de la polla del misionero.

La monja maciza recibió polla anal de mí. El misionero le quitó su polla a la gorda monja para luego venir a metérmela a mí. Yo mismo le apunté a mi orto.

La gorda se iba a morir de dolor, pero seguía con la polla del negro introducida mientras Suleimán disfrutaba trajinándosela. La muy jodida tuvo una sucesión de orgasmos.

La monja maciza también tuvo varios orgasmos al tiempo que se puso a besarle la boca frenéticamente a la gorda. Luego puso su propia polla a su compañera de fatigas para que se la mamara.

El grupo gritaba de placer y de dolor, según la polla que tenían dentro. El negro se iba a correr de un momento a otro, así que le sacó la serpiente a la gorda y la dirigió a los presentes. Era como una manguera soltando leche sin fin.

Todos quedamos llenos de leche, tal fue la cantidad expulsada por la pinga de Suleimán, si lo sabía yo. Los demás también nos corrimos dentro de donde las teníamos. Decidimos descansar un momento, para después darnos otro pequeño chapuzón para limpiarnos la leche derramada sobre nuestras bocas, caras y cuellos, por la súper polla.

Después del baño, comimos con fruición y nos acostamos algunos un rato. Después decidimos caminar otro poco hasta el anochecer.

Ya de noche y cerca de un caudaloso río, llamamos al barco para que fueran a recogernos en helicóptero, pese a la negativa del gobierno local de negarnos su trasiego por el país. En un claro del bosque esperamos a la nave. A los 50 minutos se oyó el motor del helicóptero.

Echamos botes de humo amarillo para informarles de nuestra posición. El aparato se posó en tierra. Todos subimos a él. Iniciaron el ascenso y cuando estábamos a unos 60 metros de altitud recibimos un impacto de un lanzagranadas RPG. La nave daba bandazos, no paraba de dar vueltas sobre sí mismo y echando humo blanco, mezclado con negro.

El piloto no podía maniobrarlo, tenían que aflojar peso o no saldrían de allí ninguno. El pasaje fue informado de ello.

. - señores, lo siento, pero tenemos que aligerar peso, nos han dado. Deshaceros de todo lo no imprescindible y echarlo fuera.

Fuimos vaciando el helicóptero, pero la nave no terminaba de ser controlada.

. - no es suficiente, hay demasiado peso todavía. Nos vamos a estrellar, agárrenseme.

. - Salvador, cuida de los misioneros, yo me quedo. Suerte, nos veremos en la otra vida si Alá así lo quiere.

Fue a lanzarse al vacío, pero me adelanté y le solté un tremendo mamporro en toda la cabeza, éste, se desmayó.

. - ha sido un placer haberlos conocido -les dije a los religiosos-.

Directamente me lancé fuera del helicóptero, ante el asombro de todos. La nave poco a poco fue recuperando la maniobrabilidad y se dirigió echando humo hacia el barco nodriza que les esperaba.

. - no os preocupéis -les dijo el piloto- enviaremos otro helicóptero para buscarlo en cuanto amanezca y llevarlo a casa-.

Mientras tanto, yo volaba por los aires de esta noche cerrada. Pensé que estos serían mis últimos segundos de vida. No tuve tiempo de pensar en nada más. Impacté contra un tronco que iba a la deriva en el agua. Allí me quedé como muerto. Me había desmayado tras el golpe. Poco a poco fui deslizándome río abajo.

Al día siguiente y desde aviones a gran altura y con sofisticados instrumentos, rastrearon la zona de la caída. No dieron conmigo, al segundo dieron por finalizada mi búsqueda. Desaparecido en combate, fue lo que apuntaron en una ficha con mi nombre en el encabezamiento.

Mientras tanto, yo seguía en el tronco deslizándome, cada vez la velocidad era más lenta por la anchura del río, así hasta que llegué a una orilla llena de juncos, allí quedé varado.

Habían pasado dos días y medio desde que salí volando desde el helicóptero.

Fin capítulo 7

Capítulo 8

Rescatado por una familia belga

Fabiola Céulemans pertenecía a una familia blanca de colonos belgas afincados en el Congo desde principios del siglo XX. Era una chica preciosa, de unos 19 años de edad. Hoy iba al río a darse un remojón, pues el día había amanecido caluroso.

La zona de los juncos era su lugar preferido, por lo solitario que era. Empezó a desvestirse, ya que siempre se bañaba desnuda. Cuando se quitó la camiseta y luego el sostén, dejó a la vista unos pechos tipo embudo preciosos. Estaban para chupárselos y no acabar nunca de disfrutarlos, mañana, tarde y noche.

Se despojó de su mini-falda que dejaba sus muslos a la vista, luego las bragas. Tenía una vagina con pocos pelos, los cuales se había recortado en forma de triángulo diminuto, dejando ver al máximo su virginidad aún no perdida.

Se metió en el agua y nadó graciosamente durante un rato. Al acercarse a la orilla, a unos 10 metros de donde estaba, divisó algo, parecía una persona encima de un tronco. Se puso en guardia y salió rápidamente del agua.

Como pudo, se escondió, para luego acercarse sigilosamente a la persona. Ésta estaba como muerta. Era el menda, el agente follador.

La chica vio que estaba desmayado, ya que vio que respiraba. Poco, pero respiraba. En un momento dado, desperté momentáneamente y vi dos tetas preciosas, las cuales estaban a la altura de mi cara. La chica dio un respingo y dio un paso atrás asustada. Segundos después vio como volvía a desmayarme de nuevo.

Se vistió lo más rápido posible y se dirigió a la hacienda a pedir ayuda. Corrió gritando auxilio. Su padre estaba en ese momento enculando a su hijo Felipe en el cobertizo.

Felipe tenía 24 años, era el hijo mayor de la familia. Rápidamente se enfundaron las pollas y se acercaron a Fabiola preguntando qué había ocurrido.

La chica les informó. El padre mandó llevar el carro para recoger a la persona de la orilla. Efectivamente, allí estaba yo encima de un tronco desmayado. Con cuidado me subieron al carro y fui trasladado a la casa.

Me pusieron en la habitación de su otro hijo, Alberto, que tenía unos 18 años.

La señora de la casa se llamaba Sofía, la cual tenía unos 50 años bien llevados. Ella se hizo cargo del herido. Hizo salir a todos de la habitación y empezó a desnudarme, en busca de alguna herida.

Para su gusto, el herido era muy joven y tenía un cuerpo diez. Según me desnudaba, no veía ninguna herida. Terminó de desvestirme y quedose asombrada de la polla del blanco postrado en la cama. Estando aún flácida, era tremenda, por lo gorda y larga que era.

Me la cogió y la revisó. No estaba dañada. Luego le dio la vuelta y nada. Finalmente se fijó en mi cabeza, encima de la oreja derecha, allí tenía sangre coagulada.

Tenía un chichón enorme del que ya no manaba sangre. Supuso que tuve algún accidente y que la cabeza fue la que se me dañó, por lo que me había desmayado. Solo tendría que guardar reposo durante un tiempo y tendría que ser alimentado ligeramente con líquidos hasta que me despertase. Aparte de que el médico más cercano a ellos estaba a unos 900 kilómetros río abajo.

Con un trapo y agua, me limpió todo lo que pudo. Cuando llegó a la polla y rozármela, se me puso tiesa. Luego miró hacia la puerta, se levantó y pasó el cerrojo.

Se acercó de nuevo al herido y me cogió la polla con una mano y me la masajeó de arriba hacia abajo, haciéndome una manuela. Al mismo tiempo, con la otra mano se tocaba en sus partes. Empezó a jadear, corriéndose seguidamente.

Su boca se hizo dueña de mi polla y me la mamó con frenesí. Después se hizo las bragas a un lado de su coño y subiéndose encima de mí, se sentó encima de mi polla, clavándosela totalmente.

Con movimientos ascendentes y descendientes, volvió a correrse de nuevo. Posteriormente vio como mi polla también se corría dentro de ella.

Al rato se salió de mi rabo y me la mamó para dejármela limpia de restos. Minutos después se recompuso su vestido y dándole un par de besos a la polla dormida, tapó con cuidado al enfermo. Estando todo perfecto, abrió la puerta e hizo entrar a la familia.

Cuando todos entraron, la señora Sofía, aún con los ojos brillando, informó del estado del herido:

. - a primera vista, solo tiene un fuerte chichón en la cabeza. Se la vendaremos y alimentaremos con líquidos hasta que despierte por sí solo. No podemos hacer nada más por él. No sabemos si puede tener algo estropeado en su interior, exteriormente solo le he visto el chichón.

. - mamá, yo lo encontré y yo quiero cuidarlo, ¿me dejas mamá?, por favor.

. - vale, pero no arméis mucho revuelo alrededor de él, ahora necesita mucho descanso y tranquilidad. Yo me encargo de ducharlo.

Ante la sonrisa de todos, bajaron y dejaron al enfermo descansar.

Abajo estaba en la cocina la cocinera negra, una mujer de unos 65 años y bastante gorda, se parecía a la negra de la película “lo que el viento se llevó”. Se llamaba Samara. Curiosamente, pese a su avanzada edad, nunca dejó de manar leche por sus tetas. Cosas de la naturaleza humana.

Matilde, otra hija de la familia Céulemans, toda presumida ella, tenía 22 años, pensó que ella también quería cuidar al enfermo. Tenía un cuerpo bien desarrollada mamariamente hablando.

Su hermano Alberto, 2 años mayor que Matilde, no se perdía los movimientos de las tetas de la negra cocinera cuando se bamboleaban a los lados y arriba y abajo. Cada vez que se agachaba, allí estaba él presto para verle hasta el ombligo si hiciera falta. Estaba recaliente con la vieja negra. Solo pensando en las tetas de la vieja se hacía sus buenas pajas.

Eran las 2 de la tarde, la cocinera tenía la comida en la mesa. Las hembras se habían cambiado de ropa, ahora vestían más femeninas que antes. No todos los días tenían a un invitado en casa, toda vez que la hacienda estaba muy apartada de la civilización.

Todos tenían una opinión del invitado. Leopoldo, el padre, creía que era un cazador que se había perdido. Sofía, algún turista, aunque la zona no era propensa para turismo, por lo apartado. Los chicos no sabían qué pensar. Unos que se había fugado cuando estaba secuestrado de alguna tribu, otro que era un perseguido por alguna causa desconocida, en fin, diferentes opiniones, pero ninguna dio en el clavo.

. - señora Sofía, si no le importa, me acercaré para ver cómo está nuestro invitado. Le he preparado un caldito bien ligero.

. - mamá, me prometiste que lo cuidaría yo.

. - ya vale hija, deja que Samara le lleve el caldo. De momento cómete toda la comida de tu plato. Después de acabado, subes y le echas un vistazo.

La criada para todo, Samara, subió bamboleando sus tetorras que abarcaban dos estadios de futbol, escalera arriba. Cuando llegó a mi lado, me levantó la cabeza un poco y me dio un poco de caldo. Yo no hacía nada por tragar y resbalaba el caldo por mi comisura hacia mi pecho.

Ella me limpió y lo dejó por imposible. Después pensó que quizás quisiera tomar un poco de su leche.

Se sacó por su escote una de sus grandes tetas lecheras. Levantó la cabeza del menda, para luego ponerme la teta en la boca. Al principio no quise mamar, pero poco a poco, comencé a hacerlo.

Mamaba de su teta como un desesperado y es que llevaba varios días sin llevarme nada caliente al estómago.

Todo ello lo hacía dormido. La negra se alegró de que le gustase su negra teta. Le estaba entrando un gustirrinín entre sus piernas. Terminada la leche de esa teta, me puso la otra, para que tomara toda la que quisiera el blanquito enfermo.

Mientras era succionada su leche, ella se metía uno de sus dedos en su vagina, gozando con ello. No tardó en correrse. Disfrutó como no hacía años.

Terminada la leche, decidió dar por terminada su calentura. Ya tendría tiempo después a solas de acabar de correrse en su habitación ella sola, con el palo que tenía guardado para ese menester.

Cuando bajó por las escaleras, la mayoría había acabado de comer. Con los ojos brillantes por sus orgasmos, comenzó a recoger los platos.

Fabiola decidió subir a cuidar a su enfermo favorito. Al ver la montaña que se notaba en mi zona baja, decidió cerrar con llave la puerta de la habitación.

Le habló al invitado para ver si estaba despierto, al no recibir respuesta, decidió levantarme la sábana. Lo que vio le hizo subir la libido hacia las nubes. Allí había una polla levantada al máximo, era gorda, muy gorda y bien larga. Con cuidado me la agarró con una mano. Casi no pudo abarcarla toda, de lo gorda que la tenía.

Acercó su lengua a mi polla y la deslizó por ella. Poco a poco fue animándose y chupándomela cada vez más. Finalmente tenía toda su boca llena de polla ajena, la mía, claro. Disfrutaba como nunca. Sus fluidos vaginales bajaban por sus muslos a todo tren. Estaba caliente, muy caliente.

. - esta es mi oportunidad –dijo la chica a media voz-.

Se quitó las bragas y desabotonó su camisa y luego, su sostén. Sus pechos de ensueño dirigían sus puntas en una perfecta horizontalidad. Luego se subió a la cama y poniéndose de rodillas, situó su conejo aun virgen encima de mi empalmada polla.

Con una mano dirigió al centro de su vagina la polla tan deseada. Poco a poco la fue introduciendo en su cueva. ¡Ooohhh como le ponía!, aun sin estar toda dentro, ya se había corrido varias veces.

Al ser tan gorda le dolía horrores, pero no quiso gritar, se tragó el dolor, dirigiendo la velocidad de la entrada en su coño. Finalmente la tenía toda introducida en su agujero principal. Allí se detuvo para descansar, coger resuello y de paso disfrutar del momento.

Los fluidos manchaban los huevos de su “amante” dormido. Decidió que era el momento de deslizarse por la polla, la muy idiota quería que me corriera dentro de ella. Tenía que saber lo que sentía una mujer hecha y derecha cuando tenía una polla de macho entre sus piernas.

No le importaba quedar embarazada, allí donde estaba no tendría oportunidad de conocer a chico alguno y se quedaría soltera de por vida. Por lo menos disfrutaría hoy de lo que no podría mañana, y si encima quedaba preñada, mucho mejor.

Con los ojos cerrados del disfrute que estaba teniendo, sintió como alguien le agarraba con fuerza de las dos tetas haciendo una tenaza alrededor de ellas. También la pelvis del herido se movía, ayudando en la follada.

La chica abrió los ojos nerviosamente, alguien le cogía las tetas. Se detuvo en sus movimientos, el herido le miraba con los ojos entornados.

. - ¡por favor!, no pares ahora. Termina la violación, violación consentida por mí.

La chica se recompuso y sonrió tímidamente. Volvió a moverse con frenesí. Los dos nos movíamos al unísono. Disfrutando a la par. En un momento dado, le dí la vuelta, poniendo a la chica debajo y yo encima.

Le saqué la polla y besé con lengua a la jovencita buenorra. Ella respondió al juego. Luego me dirigí a sus hermosos pechos. Eran afrodisíacos, con aquella forma que tanto me embriagaba. Era una gozada pasarle la lengua y mamárselos.

Continué hacia su vagina. Llena de fluidos femeninos a rebosar. Le chupé cada gota, dejándola exhausta de gozo y bien limpia. Luego me adueñé de su clítoris. Ella intentaba no gritar. No sabía que se podría disfrutar tanto de una follada. Tenía que repetirlo otras veces, aunque fuera con sus hermanos. Era demasiado bueno para desperdiciar estos momentos de placer.

De nuevo le dí la vuelta, dirigiendo mi lengua hacia su ano. La chica no sabía qué hacía con su culo. En su ignorancia no sabía que se podría disfrutar también con el culo propio y ajeno. Yo, sobre todo, mucho más que con su vagina.

Con los dedos fui abriendo hueco para introducir mi pollazo en el culo de la virgen putilla. Cuando lo vi adecuado, informé a la chica de lo que iba a hacer. Ella aceptó, pero que lo hiciera con cuidado.

Empecé a introducirle el pene, primero la cabeza despacio. Ella dio un pequeño grito. Aun apretando los dientes, el dolor era intenso.

Le tapé la boca, no quería que entraran en la habitación y me dieran una paliza por violar a su hijita, su putita hija.

Con la boca tapada, seguí introduciendo la polla. Sentí como la chica sufría. Aun así, seguí empujando poco a poco, finalmente la tenía toda introducida dentro. Ella gritaba quedamente de dolor y miedo, como si la estuvieran rompiendo por dentro.

El menda se detuvo y dejé que mi polla se acostumbrara al agujero o más bien, al revés. Ella me dio las gracias mentalmente. Cogimos resuello ambos. Poco a poco fui metiéndole y sacándole la polla. En ese momento la chica empezó a disfrutar algo nuevo, no solo dolor, que también. Ahora era un gozo diferente. Le estaba gustando lo que le hacía su enfermo favorito.

Después de un buen rato disfrutando del ojete de la chica, me salí y dándole la vuelta, le introduje mi rabo en su boca para seguir disfrutando del mejor sexo posible. Ella me mamaba con ansia de satisfacerse y satisfacerme también. Al poco solté una lechada larga y espesa, no dejando que se sacara la polla de su boca. Hice que se la tragara toda todita. Aunque se atragantó al principio, finalmente se lo tragó. Mi rabo salió limpito de su boca chupona.

Terminada la follada, ella se arregló su vestido. Yo me vestí también con ropa limpia de su hermano Felipe. Listos para bajar, me adueñé de su boca y de sus sabrosos pechos. Durante un buen rato le dí otro repaso. Ella aceptó el envite y volvió a soltar líquido, así que se levantó la falda. Comprendiendo, me agaché y le limpié concienzudamente aquel sabroso coño que no me cansaba de comerme.

Bajamos cogidos del brazo y llegamos abajo. Me sentó en el sofá más cómodo. Al poco fue llegando la familia al completo, incluida la cocinera negra y lechera.

. - ¡bienvenido a la vida!, soy Leopoldo Céulemans, ésta es mi mujer, Sofía y mis hijos, Felipe, Fabiola, que ya conoces, también Alberto y Matilde. Por último, está Samara, nuestra querida cocinera.

. - les agradezco que me hayan cuidado, pero lo siento, no recuerdo nada, ni siguiera mi nombre.

. - no te preocupes, puedes estar con nosotros el tiempo que quieras, verás que, con el tiempo, llegarás a recordar.

. - ¿dónde estoy?

. - estás en nuestra hacienda -me respondía la señora de la casa- estamos cerca del río de donde te recogimos, alrededor nuestro no hay población ninguna. Esto es un pequeño oasis que hemos hecho con nuestros brazos. Nunca tenemos visitas, ni siquiera de los vecinos, el más cercano está a 300 kilómetros, la familia Weis, alemanes de Hamburgo. Buena gente, nos vemos una vez al año, cuando las fiestas de navidad. Un año vamos a su casa y al siguiente ellos vienen a la nuestra.

. - basta de cháchara –dijo el anfitrión- Samara tráele algo de comer a nuestro invitado-.

. – enseguida, amo –dijo ella con sorna, todos sonrieron, Samara era una más de la familia y la querían mucho-.

. - tendrá que esperar a que le prepare algo, la familia acabó con lo que les serví en el almuerzo. Solo me queda leche calentita.

. - no me importa, tomaré la leche.

Ella se me acercó y se sentó en el sofá donde yo estaba. Luego y sin preaviso, me cogió de los hombros y me hizo tender la espalda en sus muslos.

La buena mujer, ante la incredulez de todos y más de mí que seguía recostado en su regazo, se sacó una de sus grandes mamas y me la ofreció para que la mamara.

. - lo siento, es la única leche que tengo en estos momentos.

Miré interrogativamente a los cabezas de familia. El hombre de la casa dijo:

. - no hay por qué avergonzarse, Samara lo hace con el mayor de los cariños. Adelante, mama toda la leche que quieras.

Obedeciéndole, me enganché del pezón de la anciana. Su leche sabía de maravilla, no recordando que ya la había probado, pues estaba inconsciente. Estuve mamando y mamando, ante la vista de todos. Alberto, vio una oportunidad de oro.

. - mamá, todavía tengo hambre, ¿puedo mamar de Samarita yo también?

. - no, tú ya comiste suficientemente.

Samara intervino en la conversación:

. - déjala Sofía, tengo leche para los dos. Acércate, Albertito.

El chico, raudamente, se enganchó de la teta que sacó la cocinera. Chupaba como el baifo con su madre, la cabra. Todos sonrieron.

Samara sintió que soltaba líquido entre sus piernas. Su concha se estaba lubricando a marchas forzadas.

. - mamá -dijo Felipe a su madre- Samarita está caliente como un macho. Fíjate como está soltando líquido entre sus piernas-.

Su madre se fijó en ello.

. - querido -se dirigió a su marido- tenemos que hacer que Samarita disfrute más de este momento. Tenemos que ayudarla a superar este momento tan delicado.

. - desde luego, querida –sonrió-.

Se acercó a Samara y se metió entre sus piernas, bajándole las bragas a la buena señora. Ella se dejó hacer. Seguidamente el padre invitó a su hija Matilde, a que se acercara.

. - hija, vas a tener una nueva experiencia, quiero que le chupes el coño a la Samarita. Ella pierde líquido y tenemos que limpiarla todita. Trágate todos los fluidos que encuentres. Al mismo tiempo le metes le lengua en su rajita, le coges esto con la lengua -le enseñó el clítoris de la negra- y se lo chupas con ahínco. Queremos que Samarita disfrute del momento. Venga adelante.

La chica obedeció a su padre y se dedicó a hacer lo que le dijo. Samarita soltó más líquidos si cabe, pues tuvo varios orgasmos seguidos. Nunca pensó que sería ella la que fuera servida, y nunca, de esta maravillosa manera.

Felipe se dirigió a su madre:

. - mamá, ¿puedo hace algo por ti?

. - hijo, creía que no me lo ibas a pedir nunca. Claro que sí, quiero que me satisfagas sexualmente delante de tu padre. Estoy de un caliente que ni te puedes imaginar.

Felipe miró a su padre, viendo que no le importaba, le metió mano por debajo a su madre. Ella lo agradeció con una sonrisa.

La mano de Felipe llegó al paquete de su madre, tuvo que palpar mejor, pues no era lo que se esperaba. Allí había una enorme polla erecta y detrás una vagina. Joder, otra con polla. vaya epidemia.

. - sí, hijo. Tengo una enorme polla entre las piernas, soy hermafrodita. Hazme disfrutar, hijito.

Felipe se aplicó a ello. La llevó a un asiento, la desnudó totalmente de arriba abajo. Allí estaba el cuerpo de su amada madre, la mujer más deseaba de la hacienda y ahora aún más con aquella polla que tenía entre las piernas. Todo un lujo que lo iba a disfrutar el capullo de Felipe.

La polla era enorme. Se la cogió y se la metió en su boca. Mamando y mamando, mientras con un dedo se lo metía en la vagina, con otro, lo metía en su anito. Ella respingó, no sabía que fuera tan osado su hijo. Eso le gustó sobremanera. Echando la cabeza hacia atrás, disfrutaba del momento.

El cabeza de familia le echó un vistazo a su hija mayor y le puso un brazo por encima.

. - hija, solo quedamos nosotros por disfrutar. Qué te parece si lo hacemos también.

. - papi, siempre he querido chuparte esa polla que tienes, tenía envidia de mamá que fuera la única que pudiera disfrutar de ella.

. - pues no te prives hija, adelante.

Ella se puso de rodillas y le sacó el rabo y se la metió en su boca. Mientras, su padre, le metía mano por detrás de su falda, dirigiendo sus dedos a su culito respingón. Le metió el dedo dentro. Ella agradeció el gesto paternal y movía el culo para que la pudiera penetrar bien su ya no tan virgen ojete.

Su padre la levantó y la desnudó, luego la cogió por los sobacos y la ensartó en su polla. Allí mismo, en medio de todos, se la folló en vivo y en directo. Los gritos de gozo de ella no fueron esta vez acallados por ninguna mano. Gritaba como una puta loca.

La descabalgó y la puso de espaldas. Sin previo aviso, se la clavó en su culo. Ella ya lo esperaba y la recibió. La polla de él no era ni la mitad de gorda que la del enfermo amnésico que seguía mamando de Samara.

Recibió toda la lechita de su progenitor, descansaron un segundo y sacó seguidamente la polla de su culo el padre. Ella se la chupó para escurrirle los últimos restos de semen que le quedaba en aquella apreciada y apreciable herramienta paterna que con tanta leche la iba a surtir a partir de hoy. Y no es por nada, pero tener a un padre que te da placer anal y vaginal sin que a su madre le importe, tiene un plus de placer que no creía poder disfrutar en su puta vida.

Mientras la sirvienta era mamada por arriba y por abajo, ella le cogía la polla al invitado, o sea la mía, que había sacado de su escondite y me hacía una paja deliciosa.

Matilde quiso probar tan delicioso helado y se salió de los fondos de la vieja y se aplicó a chupar polla gorda y sabrosa donde las haya.

Sus propias entrañas continuaron explotando en orgasmos, aunque aún no sabía qué era eso de tragarse una polla, pero bien pronto lo quiso averiguar.

Ella, más tarde, se subió en el sofá encima del amnésico y se fue incrustando mi tremenda polla. Cómo le dolía, y al mismo tiempo, cuánto gozo recibía.

Cuando la tuvo toda metida, creyó que se moría, cogió respiro y para arriba y para abajo. Jo, como soltaba fluidos desde su vagina. Cada vez más rápido y cada vez más con más disfrute. Finalmente explotó mi polla en su vagina, sintiendo ella lo maravilloso que era ser invadida con leche masculina, pero a un alto precio, que según supe después, fue una bendición para los receptores de la misma.

Se quedó sentada con mi polla dentro de ella durante un buen rato mientras saboreaba el momento. Hasta que no sintió que mi polla no perdía rigidez, no se salió de ella, luego me la chupó, dejándomela seca.

Sus padres vieron como desde su chochito salían restos de semen. No dijeron nada. Deseaban reproducir a la familia y no se atrevían con los de la misma familia, no fueran a salirles tontos o algo peor, pero con un extraño amnésico como yo, esperaban no tener problemas.

Una vez que todos saciaron sus deseos, se produjo un largo silencio. Todos espatarrados por doquier, fue la madre la primera en hablar:

. - lo que hemos hecho hoy no está bien visto en la sociedad que vivimos, pero al mismo tiempo diré que me importa una mierda. Siempre he deseado que nuestra familia se compenetrara al máximo. Estamos demasiados aislados y alejados de la civilización y no podemos salir de aquí fácilmente. Por lo que doy las gracias a nuestro visitante por haber recalado aquí, aunque sin él quererlo.

. - yo también quiero decir algo –habló el cabeza de familia- es el deseo de vuestra madre y mía, el continuar teniendo relaciones de todos con todos, no solo para reproducirnos y aumentar nuestra familia, sino para disfrutar de ello. De ahora en adelante, si nuestro invitado acepta, será él el único que continuará eyaculando en la vagina de las mujeres. Yo y mis hijos varones no queremos dejarlas preñadas con A D N de la propia familia y que salgan defectuosos los niños. Solo deseamos saber la opinión del que tiene la polla más grande.

El invitado se removió en su asiento y dije:

. - será para mí un honor el satisfacer a todos y cada uno de ustedes dentro de mis posibilidades. Solo pondré unas condiciones que serán aprobadas por todos sin excepción.

. - adelante con esas condiciones –dijo la vieja-.

. - primero, me iré en el momento que yo lo decida. Procuraré dejar preñadas a las hembras, aunque no prometo nada con la abuela Samarita. Segunda, también deseo follarme a los machos sin excepciones tampoco. Tercero, no quiero celos de nadie, deberán respetar mi deseo de relacionarme con quien quiera, cuando quiera y delante del que sea.

Todos quedaron pensativos y uno a uno fue aceptando mis condiciones. La última fue la abuela:

. – yo, además, quiero que me entren también por el culo, nunca lo he estrenado y quiero probar lo que se siente y ya que tenemos aquí una súper polla, quiero que el primero que me la meta sea el blanquito recién llegado.

. - pierda cuidado, abuela. Déjenme reponer fuerzas y será la primera en recibir mi polla en su negro culazo.

. - bueno –dijo el patriarca- ahora tenemos que atender la hacienda, chicos. Dedicaos a vuestros trabajos respectivos y recordad, nuestro invitado tiene derecho de pernada con el resto de la familia.

. - si no les importa, quisiera echar una mano en la granja, deseo ayudar en lo que pueda, además de con mi polla. No me gusta estar holgazaneando si puedo ayudar.

Todos se echaron a reír y me lo agradecieron. El viejo me pidió que le echara una mano con la cerca que estaba montando alrededor de la finca. Había animales salvajes que se introducían y mataban a sus propios animales.

Puesto que no tenía nombre el invitado, me pusieron Joshua, como el abuelo materno.

La cerca era trabajosa, pero necesaria si había animales pululando por doquier. Ayudé a hacer agujeros para los palos y después ir colocando tela metálica con grapas amartilladas.

Era lento, muy lento. Los sudores se convertían en manchones de tierra húmeda. Al final me saqué la camisa y los pantalones, solo trabajando con los calzoncillos. El viejo me imitó, así como Roberto, que ayudaba también.

Solo en los descansos necesario y cuando tomábamos agua sentados, les sacaba la polla a mis colegas de trabajo por la abertura de los calzoncillos y les daba una somera mamada, para luego bajarles la prenda y poniéndolos a cuatro patas, enculármelos.

Durante el trabajo, me los enculé a ambos varias veces, siendo yo también enculado. En uno de esos enculados de mi trasero, llegó la señora de la casa con un zumo de una fruta que no supe discernir, pero que estaba muy rica.

Sin dejar que me siguieran jodiendo el culo, me tomé mi vaso de zumo. Solo cuando acabó mi enculador, era el viejo, Sofía se dedicó a tomarse el sumo de la polla de su marido, para después Roberto tomarse la corrida que me corría patas abajo.

Sofía, que estaba de lo más receptiva, no en vano vino por algo más que traernos el zumo, me posicioné detrás suyo y levantándole la falda, le bajé las bragas y con mi empalme de caballo que llevaba encima y sin avisar, que da más morbo, se la clavé en su culo a todo lo que daba mi rabo.

Me la estuve beneficiando hasta que la eyaculación se me presentó. Entonces me salí y tuve la suerte de que se la rifaran, siendo la ganadora Sofía, no en vano fue la enculada.

. - gracias, Sofía. Es usted una maravillosa tragona de mi herramienta. Permítame que le coma el chichi.

Ella se sentó en una piedra y abriéndose de piernas, se separó la ropa y me dejó su chichi para que lo disfrutara y vaya si lo disfruté, tanto, que fui de nuevo enculado por un Roberto sediento de mi culo.

Su lechita fue para un servidor, así como la comida de polla que le hice. Ya luego que Sofía se fue, reanudamos el trabajo, que todavía había para rato y no se terminaría en varios días.

Cerca del anochecer dieron por terminado el día, pues ya eran las 19.00 horas y la noche ya se nos echaba encima. Mañana sería otro día.

Llegamos los tres llenos de barro y suciedad. Al vernos Samara:

. - sabiendo cómo iban a venir, les preparé un baño en la bañera de madera. Yo seré quien te dé las friegas en ese cuerpo que Dios te ha dado, Joshua.

Me llevó de la mano y me desvistió. Le dí una pequeña mamada a una de sus protuberantes mamas que le saqué nada más tenerla cerca. Solo para que se entonara, luego me introdujo en la bañera. Ella se despojó de su ropa, quedando desnuda también. Sus colgajos eran enormes como había podido saborear en el sofá. La vieja me lavó con una suave esponja.

Mientras ella me limpiaba, me restregaba sus tetorras por mi cara. Yo sé las cogía y se las mamaba. Su rica leche me producía un éxtasis divino.

(Parte 5 de 72)

FIN