Áfrika (4)

Zoraida intenta por todos los medios entrar en la relación amorosa de Javi y Áfrika, consiguiéndolo con un incierto desenlace.

 Despierta Javi, despierta...

¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde estoy? Zoraida, Zoraida... No te alejes. ¡NO! Zoraida...

No, todo había sido un sueño, solo un sueño, y Áfrika era la que me llamaba y me besaba en el cuello, susurrándome dulzuras al oído.

 Despierta mi vida. Son más de las doce.

Me di la vuelta gruñendo molesto. Necesitaba dormir más y la hora que fuera me importaba un rábano.

 Voy a ducharme. Cuando vuelva espero verte despierto.

 Uhmmm... -gruñí otra vez.

Enseguida escuché el ruido de la ducha y volví a caer en un profundo sopor, hasta que noté una caricia en la nuca y un suave beso.

 Déjame dormir Áfrika.

 No soy Áfrika -respondió una mientras notaba como me lamían el lóbulo de la oreja.

Me di la vuelta en plena modorra matutina y entreabriendo los ojos vi la boca de Zoraida a escasos centímetros de la mía.

 ¡Buenos días! -dijo alegre.

 ¿Qué haces? -dije casi gritando y dando un violento respingo hacia atrás-. ¿Qué coño haces tía?

 Ey, tranquilo, que solo te estoy dando los buenos días. Peor sería que te despertase a voces.

 ¿Pero qué dices? Tú estas loca.

 Jajaja, qué encanto. Tan solo quería hablar contigo un momento antes de que Áfrika saliera de la ducha. Siento haber entrado ayer en vuestro cuarto mientras lo hacíais, pero estabais armando tal escándalo que no pude evitar asomarme y cuando vi todo aquello... Lo siento, llevo ya unos días sin sexo y estoy bastante caliente.

 Pero tía tú estás mal de la cabeza, ¿crees que te puedes colar aquí e invadir nuestra intimidad de esa forma?

 Bueno, la puerta no estaba cerrada del todo y... Lo siento, de veras, quizá malinterpreté la señales.

 ¿Señales? ¿Qué señales? ¿De qué cojones hablas?

 No sé, ayer no parabas de lanzarme miradas furtivas, luego pasó lo de la playa, la puerta abierta... No te entiendo, la verdad.

 ¿Qué dices? ¿Crees que por mirarte ya tienes derecho a meterte en nuestro cuarto mientras lo hacemos o a pensar que yo quiero algo contigo?

 Pero Javi, ayer desde que me viste y mientras te corrías no apartaste la vista de mí ni un momento -dijo con exasperante tranquilidad-. Apuesto a que fue una de las mejores corridas de tu vida, ¿eh? Y no me digas que no porque lo vi en tus ojos.

Me quedé sin saber qué decir. Ella se acercó peligrosamente a mi cara y yo no supe qué hacer, ni siquiera me retiré. Paró su boca justo antes de chocarse con mis labios y añadió.

 Lo vi en tus ojos... Nunca nadie me había mirado así, como me miraste ayer, ni siquiera Áfrika cuando hacíamos el amor, ni siquiera ella... No te pongas así porque tú no apartaste la mirada ni un momento, querías que estuviese allí porque te gusto, porque deseas mi cuerpo, me deseas Javi...

Me besó en los labios. Aunque yo no respondí al beso tampoco lo evité, y me quede paralizado como un pasmarote sin saber qué hacer.

 Te aconsejo que no le digas a Áfrika que ayer os vi. No se lo has dicho todavía, ¿verdad? -asentí con la mirada-. Mejor así, confía en mí.

Se incorporó de la cama y entonces me di cuenta de que estaba desnuda. Otra vez ese cuerpo... Toda ella se veía espectacular, sus pechos y sus pezones, su cintura, sus piernas, su sexo. Ya estaba empalmado.

 Mírame a los ojos Javi -rio con descaro-. Estás deseando hacerme el amor, y yo quiero hacerlo contigo, lo necesito. Me voy ya que Áfrika nos va a pillar -dijo guiñando un ojo antes de salir de la habitación.

Y allí me dejó, descompuesto y hecho un lío. ¿Cómo habíamos llegado a esto? ¿A qué habíamos llegado exactamente? Me había besado, sus labios... Yo quería esos labios, quería su cuerpo pero también quería a Áfrika. Un mismo verbo y dos deseos con significados tan distintos.

Me encontraba tremendamente cachondo, así que tras cerciorarme de que Zoraida se había ido escaleras abajo me fui a la ducha en donde aún se encontraba Áfrika. Tras correr la cortina me metí en la ducha y sin mediar palabra le besé en la boca, buscando con avidez su cálida lengua y tomando sus pechos con las manos para pellizcar sus pezones. Me estaba comportando de una forma un tanto brutal pues notaba como quería apartarse para decir algo pero ni se lo permitía. Pegando mi cuerpo al suyo le hice notar mi erección y al apartarme de su boca para besarle el cuello lo aprovechó para hablar.

 Javi espera, espera que estoy muy incómoda.

Me separé y sin ni siquiera mirarla siquiera la volteé y la obligué a encorvarse hasta dejar el trasero bien hacia afuera. Colocando mi cipote a la entrada de su coño se la clavé casi entera de un tirón.

 ¡Ahhhh! -chilló.

La verdad es que no estaba demasiado húmeda así que contuve y con cuidado fui entrando poco a poco a medida que se iba acentuando su excitación. Sentir como me abría paso en su estrechez centímetro a centímetro era maravilloso pero también aumentaba mi ansiedad, por lo que tuve que hacer verdaderos esfuerzos para reprimirme y no ensartársela violentamente de nuevo.

Cuando por fin mis huevos chocaron con su sexo todo su cuerpo perdió la rigidez y sin tener que decirle nada empezó a moverse adelante y atrás, iniciando un vaivén delicioso para mi duro cipote. Los ruidos de los golpes entre nuestros genitales se confundían con el sonido del chorro de agua golpeándose contra su espalda. Llevé mi mano hasta su bontoncito de placer y comencé a acariciarlo mientras ella continuaba introduciéndose mi mástil en su ardiente cueva.

Cuando sus gemidos se volvieron demasiado fuertes le hice parar para inclinarla aún más. El agua le golpeaba justo en el medio de su espalda salpicándolo todo. Se la saqué del coño ante sus ladridos de desaprobación y puse mi cabecilla a la entrada de su ojete.

 No Javi por favor -su por favor delataba cierta sumisión, y eso me encantaba-. Después de lo de ayer me duele mucho, vuelve al coño que me queda poco.

 Ayer cuando te metías el consolador no parecía dolerte.

 De verdad que me duele, por favor...

Le metí dos dedos en el coño mientras cogía el gel de baño y apretaba el bote haciendo caer sobre su espalda gran cantidad de champú. Sin dejar de trabajar su vagina y su clítoris provocándole un grande placer embadurné mis dedos en gel y lo llevé hasta su ojete que se mostraba ciertamente enrojecido. Con lentitud llené la zona de jabón y aprovechando el efecto lubrificante que proporcionaba introduje un dedo entre gemidos de dolor y placer.

 Javi por favor no...

 Shhhh. Relájate -le ordené.

Fui metiendo muy lentamente el dedo, hurgando su intimidad con cuidado y disfrutando de los sonidos que salían de su boca. El placer provocado por mi mano en su coño se veía compensado por el dolor que sentía en su entrada posterior, y cuando en este último lugar el placer avanzó introduje un dedo más en el culo para volver al perfecto equilibrio entre placer y dolor, sensaciones distintas pero íntimamente relacionadas.

Cuando mi tercer dedo se abrió paso a través de su esfínter ya gemía como una yegua en celo y no pudo articular más que un soez "Métela por culo". No le hice repetirlo porque, esta vez sí, se la ensarté de una vez hasta tocar fondo entre sus alaridos de placer y dolor, aunque este último no tardó en desaparecer. Mis huevos chocaban con su trasero a la vez que cuatro de mis dedos entraban y salían con pasmosa facilidad de su dilatado coño. Ella también se movía haciendo la penetración más profunda y placentera para ambos. No tardó en correrse por primera vez convulsionándose cual cuáquera mientras yo seguía follándola al mismo ritmo y simultáneamente por sus dos agujeros, en un orgasmo que duró casi medio minuto.

Su cuerpo volvió a relajarse tras la intensa corrida y ya sólo yo mantenía el ritmo de la penetración. Pese a su pasividad tras haber alcanzado el éxtasis, Áfrika no había dejado de disfrutar ni un momento y al poco tiempo volvía a gemir sonoramente. Mis manos se afanaban en aprisionar sus pechos y en pellizcar sus excitados pezones, así como mi boca profería todo tipo de obscenidades calentándonos a ambos.

Mi mano en su coño ya había dejado de ser necesaria porque disfrutaba plenamente de la penetración anal. Ella ladeó la cabeza y puede ver el perfil de su cara con la boca entreabierta exhalando suspiros de placer. Intentó sonreír pero oleadas de placer se lo impidieron.

 ¡Ahhhh! Me estás destrozando por dentro.

La agarré del pelo tirando con fuerza hacia atrás lo que provocó que gritase de dolor y que al mismo tiempo empujase hacia atrás para clavarse mi rabo todo lo humanamente posible. La cabalgué así, yo cada vez empujando menos y ella más, hasta que sus movimientos enloquecidos hundiéndose mi hierro candente hacían todo el trabajo y yo solamente le agarraba del cabello cual cowboy montando a un potro salvaje y desbocado. En cada embestida mi miembro impío salía por completo de su culo pero este lo engullía de nuevo con impresionante facilidad.

Áfrika empezó a chillar fuertemente sin parar de moverse y yo me corrí como un caballo llenando sus entrañas con mi caliente semen a la vez que ella ella también se corría perdiendo la noción del tiempo y del espacio, porque se desmayó de tanto placer y tuve que aguantarla con la poca fuerza que mi orgasmo me había dejado.

A los dos minutos despertó desconcertada pero feliz, preguntando qué había ocurrido. La había tendido en la bañera y yo me había colocado entre sus piernas, sentado también. Sus ojos desbordaban placer colmado.

 Te has desmayado mientras te corrías, ha sido increíble.

 Sí...

 ¿Te encuentras bien?

 Sí, muy bien, cansada. Javi, lo de ayer fue una violación en toda regla, y lo de esta mañana casi que también -la miré desconcertado-. Como a partir de hoy no lo repitas con cierta frecuencia pienso denunciarte.

 Jajaja. Llevamos algo más de 24 horas follando como animales, por ahora no puedes quejarte.

 Sí, pero ahora voy a necesitar que me cuides como si me quisieras de verdad y no solo para el sexo -dijo mimosa.

 Vale, tendré que fingir entonces pero bueno...

Mis risas se confundieron con sus reproches y nos acabamos fundiendo en un tierno beso. Ya fuera de la ducha seguimos hablado.

 Tienes que cuidarme Javi, pero además de verdad. Me duele muchísimo el culo. Cuando me follabas ni lo notaba pero ahora me arde.

 Creo que tengo alguna crema abajo -le decía mientras la secaba como a un bebé, con especial cuidado en la zona de su agujero posterior-. Voy a llevarte a la cama y ahora subo.

La llevé en volandas hasta el dormitorio y la deposité suavemente sobre la cama mientras ronroneaba mimosa.

 No te vayas, quédate conmigo... -gimió.

 No tardo nada te lo prometo -respondí besándola en los labios.

Bajaba rápidamente las escaleras pensando en Áfrika cuando escuché la puerta de la calle. Me asomé a la entrada y al no encontrar a nadie deduje que Zoraida habría salido a algún sitio.

Rebuscando en el cajón de las medicinas encontré providencialmente una crema perfecta para su enrojecido ojete y subí de nuevo. Se encontraba boca abajo mirándome con ojos de gata en celo. Estaba preciosa con el pelo mojado cubriéndole parcialmente la cara y poniendo morritos para que me acercase a besarla. Cerré la puerta y me fui directo a su boca.

 Voy a darte la crema -anuncié

Bajé hasta sus magníficas nalgas comprobando in situ que su entrada posterior estaba realmente enrojecida.

 No me lo toques por favor me duele mucho -gimió.

Con todo el cuidado del mundo comencé a aplicarle la crema sobre la zona afectada mientras sus lloriqueos inundaban la habitación. No pude evitar calentarme al oír estas quejas y volver a tener mi pene morcillón.

Le aplicaba la crema con parsimonia, también en su esfínter, metiendo a veces ligeramente el dedo lo que hacía que gimiese como una animal indefenso. Tras cinco minutos de masaje su dolorido ojete absorbió toda la crema y yo volví a la cabecera a darle los abrazos y mimos que me reclamaba. Me preguntaba melosa si aún la quería y se quejaba de que ya no le hacía el amor sino que sólo la follaba salvajemente. Desde luego esta Áfrika no se parecía en nada a la que suplicaba ser follada la noche antes y esa misma mañana, pero supongo que esa dualidad, ese contraste, era precisamente lo que más me gustaba de ella.

Se quejaba también, medio en serio medio en broma, de mi impetuoso libido sexual también en esos momentos de ternura porque mi pene empujaba erguido contra sus muslos. La verdad es que me moría de ganas por hacer un 69 pero ella estaba demasiado cansada y no muy por la labor, así que al rato decidimos bajar a hacer la comida. Me tranquilizó diciendo que la crema había sido mano de santo y que esa noche tendríamos otra buena sesión de sexo.

Mientras hacíamos la comida recordé que ni siquiera le había dado la buena nueva.

 ¡Oye, que ni me has preguntado por los días libres en el trabajo!

 ¡Es verdad! ¿Y bien?

 Hablé con Pedro -mi jefe- y me dijo que no puede darme días libres en pleno fin de semana y con tanto extranjero -estábamos a sábado y yo era el único camarero que hablaba idiomas-, así que trabajo hoy y mañana y luego me da tres días libres seguidos. ¿Qué te parece?

 Bueno, no está mal -dijo sin mucha ilusión.

 Además -dije mientras la abrazaba desde la espalda-, durante esos tres días prometo ser tu fiel esclavo sexual, haré todo lo que me pidas, TODO.

 Jajaja, entonces acepto. Espero que cumplas tu palabra.

 No lo dudes.

Mientras terminábamos de hacer la comida llamaron a la puerta: ¡Zoraida! Durante ese rato me había olvidado de ella por completo. Apareció sonriente y radiante. Levaba un vestido blanco de cuerpo completo que dejaba a la vista los perfectos muslos. El contraste con su piel tostada era delicioso y la hacía todavía más apetecible. Había estado dando una vuelta por la ciudad aunque en realidad no tenía mucho que ver. Al entrar me dio un beso en la mejilla, intencionadamente casi en los labios y me lanzó una mirada morbosa. Seguía sin saber qué pretendía de mí exactamente, pero yo desde luego no iba a sucumbir a sus encantos por mucho que me atrajese. Mejor que no lo intentara, por mi bien y por el bien de mi relación con Áfrika.

Cuando estábamos terminando de comer noté los dedos de sus pies acariciando los míos. La miré pero continuaba comiendo como si nada. Yo aparté el pie pero ella insistente volvió a la carga, esta vez directamente en el empeine y subiendo decididamente hasta la rodilla. La aparté con la mano y lancé una mirada de reproche pero no se dio por aludida, porque al poco noté la pierna entre los muslos dirigiéndose peligrosamente hasta mi paquete. Ya era imposible quitármela de encima sin que Áfrika se diese cuenta y además me estaba empalmando -sí, otra vez- así que me levanté con la excusa de que tenía que coger agua de la nevera.

 ¡Pero si hay agua aquí! -dijo Áfrika.

 Sí, pero está un poco caliente.

 Sí, es cierto -dijo Zoraida, y levantándose detrás de mí añadió-. Yo también quiero agua fresquita.

Al franquear la puerta de la cocina me di la vuelta para protestar pero Zoraida se colocó tan cerca de mí que fui incapaz de articular palabra.

 No sé por qué te resistes -decía mientras que ponía sus manos en mi pecho haciéndome retroceder hasta la otra punta de la cocina-. Tú quieres poseerme a mí tanto como yo a ti. ¿Por qué te resistes?

 Porque quiero a Áfrika, por eso -respondí con firmeza.

 Si eso lo sé y me parece muy bien. Yo solo quiero que me des sexo, quiero tu polla en mi coño y en mi culo, como ayer por la noche y esta mañana con Áfrika.

 ¿Qué? ¿Cómo sabes lo de esta mañana?

 Jajaja, porque me metí en el baño. No os podía ver claramente a través de la cortina, pero se adivinaban vuestras siluetas por el juego de luces. Quiero que me folles como a ella Javi, quiero darte mi culo como a Áfrika... -intentó besarme pero la esquivé.

 Déjame en paz Zoraida. ¿Por qué me estás haciendo esto? Áfrika y tú sois muy amigas...

 Áfrika no es consciente todavía de que las amigas lo comparten todo. Pero no te preocupes, se enterará llegado el momento, cuando tú me folles.

 No lo creo porque no vamos a hacer nada.

Me puso la mano en la polla sobre el bañador comprobando la incipiente dureza de mi miembro.

 ¿Qué haces? Quítate -decía mientras forcejaba para librarme de sus manos, pero me tenía acorralado contra la encimera. Podría haber usado mi fuerza y apartarla fácilmente pero por alguna razón desconocida era incapaz de oponerme a ella con mayor vehemencia.

 Déjame chuparte la polla un rato, dame tu crema de postre...

Se puso a lamerme el cuello y un escalofrío me recorrió el espinazo. Yo ya no sabía qué hacer, porque eso no podía ser pero yo sin duda lo deseaba. Por suerte antes de que la cosa llegase a más oímos cómo Áfrika se levantaba de la silla en el patio e inmediatamente se apartó y abrió la puerta de la nevera. Al hacerlo me tapaba la mayor parte del cuerpo dejando a la vista solo las piernas.

 ¿Qué hacéis chicos? Anda que si no fueras bollera pensaría que te estás tirando a mi novio.

 Jajaja, sí, seguro -respondió ella mientras se llevaba a mi novia de nuevo al patio. Menos mal, porque no habría podido justificar mi más que visible erección.

Salí de la cocina por la otra puerta, que daba a la entrada de la casa, y me dirigí al servicio para mojarme la cara e intentar serenarme un poco. ¿Cómo era posible que estuviese tan cachondo después después de lo de anoche y de lo de esta mañana?

Volví a la mesa diciendo que había ido al servicio por un apretón repentino. La mirada cómplice de Zoraida me hizo sentir fatal.

Mientras recogíamos llevando las vituallas de vuelta a la cocina Zoraida aprovechaba cualquier despiste de mi novia para rozarse conmigo o para sobarme el culo e incluso a veces el paquete. La muy pécora realmente disfrutaba de todo aquello y yo por alguna razón ignota me sentía indefenso ante sus ataques. Su inefable magnetismo y su personalidad embriagadora producían un extraño efecto en mí, algún tipo de bloqueo mental que me impedía enfrentarla y pararle los pies.

Tras el postre vino el café que yo por supuesto decliné mientras ellas dos se quedaban en al patio y Áfrika se fumaba un cigarrillo. Después de eso y antes de irnos a la playa evité por todos los medios cualquier situación que me dejara a solas con Zoraida. Sé que mi comportamiento pudiera parecer pueril e injustificado, pero sólo quien ha experimentado la cercanía de su presencia puede comprender mi comportamiento.

Ya en la hora de la siesta nos pusimos a ver el típico documental de la 2 sobre animales salvajes, en este caso en países tropicales. Áfrika estaba echada sobre mí con la cabeza sobre mi hombro. Nos encontrábamos en el sofá grande mientras Zoraida estaba tumbada en el otro, más pequeño. Yo le acariciaba el pelo suavemente, cosa que le encantaba, mientras prestaba atención al documental y ella, imperceptiblemente para mí, comenzó a cerrar los ojos hasta que al poco rato noté la reparadora respiración de un plácido sueño.

Cuando al mover el cuello para comprobar que efectivamente dormía alcé la vista hacia Zoraida y ella sonriendo se levantó felina sin emitir ruido alguno y se dirigió hacia la parte baja del sofá en donde estaban mis piernas. Me alteré al instante y le rogué con la mirada que cesase en su empeño, pero ella parecía excitarse todavía más al percibir mi azoramiento.

 Cuando Áfrika duerme, duerme de verdad, ¿a qué sí? -dijo casi en susurros mientras le acariciaba la pierna.

 ¿Pero qué pretendes Zoraida?

Respondió con la más arrobadora de las sonrisas. Su mano subió por la pierna de mi enamorada hasta alcanzar sus muslos en donde se deleitó acariciando su parte más interna; su zona más sensible. Movía sus largos y delicados dedos con destreza, a veces usando las largas e inmaculadas uñas. Áfrika sonrió en sueños, al parecer su subconsciente no era ajeno a las caricias. Eso dio pie a que Áfrika se aventurara más arriba hasta colocarle la mano sobre la parte baja del bikini en donde comenzó a aplicar la misma técnica que a los muslos provocando en poco tiempo ronroneos de satisfacción. Yo a la vez y sin quererlo comenzaba a clavar la dureza de mi cipote en el culo de mi chica. Zoraida lo notó y, astuta, llevó su otra mano a mis huevos y comenzó a acariciarlos por encima del bañador. Todo resultaba tan surrealista que me dejé llevar por el erotismo del momento, aunque con la poca fuerza de voluntad que me quedaba dije:

 Esto no está bien...

 ¿Ah no? ¿Si no está bien por qué me hablas en susurros? ¿Por qué estás así? -decía mientras metía la mano por debajo del culo de Áfrika y me agarraba el cipote-. ¿Por qué tus ojos me piden que siga? ¿Por qué?

Mi silencio resultaba más que elocuente. Sentí de nuevo el fulgor de su mirada, el mismo que cuando la descubrí mirándome mientras Áfrika y yo hacíamos el amor la noche anterior. Sin apartar sus ojos de los míos llevó sus dos manos a mis caderas tirando hacia abajo de mi bañador y yo, consciente pero totalmente entregado y subyugado por sus ojos levanté ligeramente la pelvis permitiéndolo. Mi polla apareció como un resorte quedándose sobre el bikini de Áfrika.

Los enormes ojos almendrados de Zoraida se abrieron por completo y sensualmente se relamió los labios al ver mi polla, candente, expulsar los primeros líquidos preseminales, y sin pensarlo dos veces llevó la boca a mi cabecilla engulléndola por completo y recogiendo con la lengua el sabroso elixir. Debió agradarle porque se quedó lamiendo mi cabecilla mientras gemidos golosos se escapaban por la comisura de sus labios. Sus manos no permanecieron pasivas, y mientras una de ellas se coló por debajo del bikini de Áfrika la otra la llevó a su propia entrepierna y comenzó a masturbarse.

Su mano ni siquiera había tocado aún mi cipote, pero ni falta que hacía porque su lengua hacía verdaderas maravillas, adivinando mis más recónditas necesidades y aplicando desigual y asimétricamente técnicas orales hasta entonces desconocidas para mi cuerpo.

Yo no apartaba la vista de su extraordinaria felación y ella o bien mantenía los ojos cerrados disfrutando del sabor de mi cipote o me miraba morbosamente a los ojos. Me estaba llevando al séptimo cielo con su boca y su lengua, pero yo quería ver como se la introducía por completo así que tomándola por la cabeza la obligué a engullir de un violento empujón hasta el último centímetro de mi hinchado falo. Ella sin embargo pareció disfrutar mi brutalidad porque del fondo de su garganta salió un largo gemido de placer. La mantuve así unos segundos, sintiendo como a pesar del exceso ella usaba la lengua en la base del tronco. Cuando retiré mis manos no se movió y continuó disfrutando un rato de mi mástil en su boca. Luego lentamente comenzó a retirarse para acabar exprimiendo con una de sus manos todo el líquido preseminal que había en mi falo y acabando de sacársela con un sonoro "chup" y tragándolo.

Quizá fuera solo mi extrema excitación, pero lo cierto es que mi cipote me pareció más hinchado y largo que nunca. El morbo de la situación era difícilmente igualable: Áfrika durmiendo y gimiendo en sueños, sucumbiendo a los dedos expertos de Zoraida; ella misma también gimiendo bien por la felación o bien por sus propios dedos masturbándose; y yo, en medio de aquel torbellino de sexo, gozando como nunca.

Tras abandonar mi cipote Zoraida ladeó el pequeño bikini de mi novia y hundió la boca en su intimidad, arrancando un suspiro a la inconsciente Áfrika que en sueños debía estar imaginándose mi propia lengua hurgando su raja. Zoraida ahora se masturbaba con fruición y había dejado mi polla sola y desamparada, aunque no tardó en acordarse de ella y mientras su boca y su lengua producían desgarradores sonidos de la boca de Áfrika, agarró mi pene con la mano libre y comenzó a masturbarlo muy lentamente. Al poco decidió cambiar y devolvió su boca a mi pene y su mano agarró el botoncito de placer de Áfrika. Su boca engullía mi cipote con tal pasión que mis gemidos eran ya incontrolables, amenazando con despertarla de un momento a otro. Ella mientras tanto tampoco se quedaba a la zaga y también gemía con su ya frenética masturbación y por el intolerable morbo de la situación. Fue la primera en correrse, y para ahogar sus gemidos no hizo otra cosa que tragarse mi cipote de nuevo hasta el fondo ahogando su placer. Cuando hubo terminado no se concedió descanso, y mientras seguía chupándomela con desesperación llevó sus dedos impregnados de su valioso elixir a la boca de mi novia, que en sueños chupó con avidez, quizás recordando los tiempo en los cuales ambas habían hecho eso mismo plenamente conscientes. Yo no pude evitar despojar a Áfrika de tan preciado manjar antes de que en sueños lamiera todos y cada uno de los dedos que la propia Zoraida ponía en su boca, así que en un arrebato egoísta cogí su mano y chupé con fruición los últimos dedos de la diosa asiático-islandesa. Su néctar sabía a gloria. Tenía un punto ácido, casi picante, que me hizo desear desprenderme del cuerpo de Áfrika y formar un perfecto 69 con el cuerpo de Zoraida.

Todo rastro de culpa se había disipado al igual que lo había hecho el néctar de Zoraida en mi boca. Mientras me seguía chupando la polla y sus ojos miel se perdían en la oscuridad de mis pupilas mantenía a Áfrika en un estado estacionario de excitación y deseo sin llegar a despertarla. Con su mano comenzó a masturbarme y descapullándomela se cebó con mi morado glande obligándome a morderme los nudillos para no chillar de puro placer. Sintiendo como sus dientes, su lengua y su boca se peleaban todos a la vez para hacerse con mi cabecilla, y su mano subía y bajaba por mi tronco, y su otra mano masajeaba mis testículos, noté como una violenta descarga eléctrica agarrotaba todo mi cuerpo en un abrir y cerrar de ojos y súbitamente sentí venirme en su boca viendo colmada su impaciencia y tragando como una posesa cada gota de semen que salía de mis huevos. Su cuerpo también se convulsionaba y es que se estaba corriendo mientras yo me descargaba en su boca, y el verla tragar mi simiente con sus ojos cerrados hizo que descargase con más violencia si cabe los últimos chorros que fueron a parar directamente al fondo de su garganta.

Mientras mi cuerpo había quedado tembloroso como el de un bebé muerto de miedo Zoraida se retiró de mi aún erecto pene coronando la salida con otro sonoro "chup", asegurándose de que ni una sola gota se escapaba a su boca. Mirándome a los ojos y sin emitir sonido alguno pude leer en su boca un sincero "gracias" y sin descansar volvió con su boca al coño de la inconsciente Áfrika. Mi pene, que se había quedado en un estado intermedio de excitación, al cabo de un par de minutos volvió a estar duro como un piedra al ver la cara de vicio y deseo con que la propia Zoraida lamía el coño de Áfrika y con la cara de placer que mi novia mostraba y sus inconscientes alaridos. Parecía que Zoraida esperaba ese momento exacto, porque entonces dejó de lamer el coño de mi novia y cogiendo mi falo lo introdujo con lentitud en la encharcada cueva de la susodicha Áfrika. Ella, incorporándose y soltando nuestros sexos se dirigió a mi boca para besarme vorazmente. Con respiración entrecortada susurró:

 Ahora me voy a ir porque cuando empieces a follártela se despertará y no es bueno que nos pille aquí. Pero más tarde -paró para coger aire- espero mi recompensa.

Me besó otra vez y entrecruzando nuestras lenguas con desesperación nos despedimos. Con enorme facilidad se la clavé a la ingenua Áfrika y comencé a follarla desde la incómoda posición que su cuerpo me ofrecía a la vez que estimulaba con mis dedos su clítoris. Las dotes premonitorias de Zoraida no tardaron en mostrarse certeras porque despertó al borde del orgasmo y sin saber muy bien qué ocurría se corrió como una yegua en celo saltando y retorciéndose de placer. En cuanto hubo acabado y sin dejarla respirar la empujé hacia delante poniéndola a cuatro y continuando la follada en un frenesí de sexo cada vez más salvaje.

Análogamente a cómo lo había hecho esa misma mañana la agarré del pelo atrayendo su cuerpo hacia mí y haciendo que ella también forzara la ya de por sí brutal y profunda penetración. Increíblemente en poco rato volvía a chillar como loca y sin pensarlo dos veces le metí un dedo por el culo lo que hizo que volviese a correrse entre gritos y obscenidades. Volvió a acabar pero yo continué igual, impertérrito frente a sus berridos y cabalgándola con el mismo ímpetu desbocado. En poco rato volvió de nuevo a calentarse.

 ¡Métemela por el culo! ¡Por el culo! ¡Que me duela!

A mí ya me quedaba muy poco para el orgasmo y no podía parar ahora, por eso no le hice repetirlo y se la ensarté como un animal por su entrada trasera provocando un grito desgarrador de dolor que intenté atenuar introduciendo tres dedos en su vagina, de la que caían flujos yendo a parar al sofá. Se la saqué por completo para volver a hincársela en el culo. Su tórax se desplomó sobre el sofá quedando aun más en pompa que antes y excitándome todavía más, tanto que la empalé con mi mástil y ella quedó totalmente muda y babeando sobre el sofá en una especia de estado de pseudo-inconsciencia. Verla así hizo que empujara con toda mi fuerza y embistiendo unas cuantas veces más logré llenarle por segunda vez en el día el culo con mi lefa. A la vez, mi mano que todavía permanecía dentro de su coño se vio envuelta en una ola de flujos vaginales que evidenciaron que había vuelto a correrse. Sin embargo no dijo nada y, también por segunda vez en el día, se desmayó.

Pasados unos minutos y casi si decir nada nos vestimos y nos duchamos, y yo partí hacia mi trabajo porque iba tarde.

Esa noche, al llegar a casa, tanto Zoraida como Áfrika se encontraban en el salón. Y aunque la primera se mostraba distendida la segunda estaba muy seria. Al verme noté cierta incomprensión en su mirada, pero sobre todo rencor y furia, y sin más preámbulos dijo:

 Zoraida me lo ha contado todo, pero necesito que tú me digas que es cierto.

Hizo un resumen bastante acertado del espectacular polvo de la tarde que me había obsesionada durante toda la noche de trabajo en el restaurante. Le dije que era cierto e intenté explicarme, pero no me lo permitió.

 Estoy furiosa con ambos, pero sobre todo contigo Javi, porque te quiero como nunca he querido a nadie. Por eso esta noche vas a dormir solo en tu cama, y yo con Zoraida, y voy a hacer el amor con ella hasta que no pueda más, y voy a cerrar la puerta pero voy a gritar más que nunca para que me oigas, porque lo que oigas no será ni la mitad de todo el daño que ahora mismo siento por dentro.

Un silencio aún más terrible que sus palabras siguió a la revelación. Por fin continuó hablando.

 Como se te ocurra entrar, como te atrevas a interrumpirnos oigas lo que oigas, escuches lo que escuches, mañana mismo me iré y no volverás a verme. Si en algún sentido aún te importo y quieres salvar lo nuestro no debes bajo ningún concepto entrar la puerta. Quedas avisado.

Y sin más cogió a Zoraida de la mano y si mirarme a la cara se dirigió hacia la puerta y subió las escaleras. La que sí que me miró fue Zoraida, que con gesto satisfecho y seguro marchaba tras ella. Sus ojos me hablaron: me voy a follar a tu novia.

Continuará...