Áfrika (3)

Tras la espectacular sesión matutina de sexo con Áfrika, la llegada de Zoraida trastoca ligeramente los planes pero al llegar la noche...

A lo largo de aquella mañana Zoraida volvió a llamar por teléfono un par de veces para preguntar dónde se encontraba exactamente mi casa. Al parecer había estado con no sé quién de vacaciones por toda la cosa andaluza durante más de un mes, y ahora estaba sola y por la zona. Justo antes de la hora de comer apareció por la puerta y ambas mujeres se fundieron en un fuerte abrazo que duró muchos segundos. Observé desde mi privilegiada posición cómo Zoraida movía sus manos y sus brazos en la espalda de Áfrika. Ella estaba con los ojos cerrados y ni siquiera reparó en mí. Me dio la sensación de que para ella aquello significaba más que un simple reencuentro.

Si la primera vez que la vi me pareció hermosa, esta vez lo era aún más. La larguísima cabellera azabache le llegaba hasta media espalda; su piel, morena por naturaleza, hacía juego con sus inescrutables ojos color miel; y qué decir de su cuerpo, ¡qué cuerpo! Era sencillamente espectacular. Sin lugar a duda, es increíble la belleza y el morbo que exhala esta chica que, como ya dije en al anterior relato, es la lascivia personificada.

Cuando se hubieron separaron dedicaron un momento a piropearse mutuamente y a congratularse de lo bien que estaba la otra. Yo mientras seguía contemplando la escena y terminando de hacer unos deliciosos espaguetis con queso y carne.

Por fin, Zoraida reparó en mí y se acercó para darme un sencillo pero correcto abrazo, que me permitió comprobar que no llevaba sujetador y también sentir sus turgentes senos y sus duros pezones. A pesar de haber descargado en dos ocasiones esa misma mañana noté un nuevo conato de erección. Desde luego me encontraba en plena forma.

Después de saludar con tanto ahínco a Áfrika hubiese quedado realmente mal saludarme con un par de simples besos. Afortunadamente ambas chicas poseían gran don de gentes, y Zoraida además un magnetismo y una presencia tales que le permitía soslayar ese tipo de formalismos de forma natural.

Zoraida elogió el olor que desprendía la comida y me dio las gracias por invitarme a comer. Yo, muy gentil, respondí que no había por qué dar las gracias, y la invité a que se pusiese cómoda, como en su casa. Me pidió permiso para darse una ducha antes de comer y por supuesto le dije que ningún problema. Las dos chicas subieron arriba con el enorme macuto de mochilera que Zoraida había traído con ella, y desde allí me llegaron unas risas cómplices. Al poco bajó Áfrika diciendo que se estaba duchando y que le había dejado una toalla a su amiga porque la suya estaba un poco sucia, y una camiseta mía para después.

Cuando terminó de ducharse e hizo acto de presencia parecía aún más hermosa que antes. Llevaba mi camiseta que le quedaba ciertamente holgada y bajo ella lo que luego pude comprobar que era la parte de abajo de un bikini amarillo chillón. Sus pechos se adivinaban libres al moverse mientras se afanaba en cepillarse el pelo azabache con delicadeza y parsimonia. Hasta en ese hecho tan cotidiano desprendía una sensualidad difícilmente igualable. Tuve que realizar un gran esfuerzo por no embelesarme en su contemplación, pero aprovechaba cualquier momento para contemplarla furtivamente.

Durante la comida en el patio, protegidos bajo el toldo del implacable sol veraniego, nos contó con gran locuacidad cómo había recorrido casi toda la costa andaluza junto a una chica alemana compañera de estudios. Zoraida estudiaba bellas artes, y pese a las ideas preconcebidas que sobre ella yo tenía, pude comprobar que se trataba de una persona muy inteligente, con una gran cultura y vivas inquietudes. Christi, la chica alemana con la que había compartido casi mes y medio de andanzas, había vuelto a su país tras un largo año Eramus, y Zoraida había decidido quedarse algunos días más para disfrutar en soledad, "a su manera" como ella misma dijo. Y qué casualidad, se encontraba en mi ciudad. Sabía que Áfrika estaba también aquí y decidió llamarla para verla. Vamos, todo un cúmulos de casualidades.

 Y esta chica alemana, Christi... ¿Estabais juntas? - preguntó Áfrika con cierta inseguridad, algo impropio en ella.

 Sí. Bueno, en realidad no se le puede llamar exactamente relación. Hemos estado juntas en clase todo el año pero solo comenzamos a entablar amistad en la recta final del curso. Pasó algo entre nosotras, ella quería ver toda Andalucía y yo tenía algo de dinero ahorrado, así que montamos el viaje.

 Ya veo -respondió Áfrika algo defraudada por la contestación. Tanto Zoraida como yo lo notamos.

 Áfrika. Si lo que preguntas es si teníamos sexo la respuesta es sí, por supuesto, ya me conoces -rio-. Pero no pasaba más allá de lo meramente físico –dijo mientras entrecerraba los grandes ojos almendrados, penetrando con la mirada hasta los más profundo de mi chica.

Áfrika se ruborizó. La tensión no tardo en disiparse pues Zoraida siguió hablando de su viaje. Decidí que tenía que hablar con ella, porque evidentemente su comportamiento no normal. Además, por muy amigas que fueran yo no podía soslayar el hecho de que se trataba ya no de una ex, sino de alguien con quien había mantenido hasta hacía no mucho relaciones sexuales. Pero lo que más me inquietaba era sin duda su comportamiento, pues su habitual arriscamiento y naturalidad en la manera de actuar se habían transformado en dudas y singular cautela.

Luego Zoraida preguntó sobre algún albergue u hostal barato para pasar un par de días más por la zona. Lo hizo con tanta clase y elegancia, sin resultar pedigüeña en absoluto, que me resultó difícil no proponerle mi propio hogar durante los días que quisiera No tuve que hacerlo, porque Áfrika de un brinco se me adelantó:

 ¡Qué albergue ni qué albergue! Te quedas aquí no hay ningún problema, ¿verdad Javi?

 No claro –respondí yo. ¡Qué iba a responder ante semejante tesitura!

 No, de verdad, entiendo que estáis los dos juntos aquí de vacaciones y no quiero molestar en absoluto. En vuestra situación, yo no querría a nadie en casa.

 ¡Pero si me tiene todo el día sola! Tú te quedas aquí los días que hagan falta, seguro que a Javi no le importa, además, después de lo desatendida que me tiene me lo debe –apostilló entre risas. Yo sonreí, qué iba a hacer-. Ya en serio Javi, ¿no te importa verdad?

 No claro –dije intentando parecer convincente-. El tiempo que haga falta.

 No quiero ser un estorbo, de veras, si me quedo en un albergue cercano podríamos pasar igualmente mucho tiempo juntas. Sabes la importancia que yo le doy a la intimidad.

 Tonterías, tonterías –se opuso Áfrika de inmediato-. Que ya está decidido. Te quedas.

 No hay ningún problema de verdad –añadí yo.

 Vaya, muchas gracias Javi. Eres un cielo –y añadió dirigiéndose a Áfrika-. Desde luego con hombres así yo me replanteaba la sexualidad. Guapo, inteligente, buen conversador, excelente cocinero... ¡Ya me dirás de dónde lo has robado! Jajaja.

Sí, jajaja. Es increíble como esta chica es capaz de autoinvitarse a tu propia casa con tal elegancia y naturalidad que uno al final tiene casi que rogarle que se quede. En fin.

Durante el resto de la comida y mientras recogíamos la mesa ellas dos no pararon de hablar y de contarse cosas, cosas que yo o no entendía –a veces parecía que hablaban en clave haciendo menciones a "ese" hecho o a "aquel" otro- o sencillamente no me interesaban. Tras la comida yo me entretuve en el ordenador, desde donde gracias a la cristalera que da al patio a través del salón podía ver a ambas preciosidades conversar tranquilamente mientras tomaban un café. Se habían quedado fuera porque Áfrika estaba fumándose un cigarro y yo, acérrimo antitabaco, no permitía por ninguna de las maneras que lo hiciese dentro de casa. Afortunadamente estaba consiguiendo que poco a poco abandonase el vicio, y con mi inquebrantable persuasión acabaría consiguiendo que lo dejase por completo. Nunca me ha resultado nada agradable besar a una chica fumadora, pero bueno, también he de reconocer que en principio ése era su único defecto.

Durante esos momentos de distracción aproveché para fijarme en Zoraida, y mientras lo hacía no pude evitar sufrir una erección. Pero en un momento dado ella se dio cuenta de que la observaba ensimismado y rápidamente -empalmado- giré la vista al monitor.

Poco después decidimos ir a la playa. Cogí mi flamante nuevo coche, un viejo Corsa destartalado que aún funcionaba y me venía de perlas en aquel verano, y pusimos rumbo a una zona de rocas alejada de la ciudad y de difícil acceso, ya que tanto Zoraida como Áfrika preferían la soledad y el ambiente íntimo, lejos de mis amistades, para poder hablar a su antojo y ponerse al día. En algún momento pensé que el primero que sobraba ahí era yo... Me llevé la ropa de trabajo porque al volver me quedaría directamente en el restaurante y dejaría a las chicas en la parada del bus para que volviesen a casa por sus propios medios.

Cuando llegamos al lugar bajamos por las empinadas escaleras desde lo alto de un acantilado hasta una recóndita playa rodeada de imponentes peñascos. La pequeña playa, de unos 300 metros de largo, no poseía sin embargo roca alguna y era de aguas claras y diáfanas. La cala se encontraba bastante solitaria pues era de difícil acceso y muy íntima, y solo los que se encontraban allí tenían acceso visual al lugar.

Al extender las toallas en una zona despejada, rodeados mayoritariamente de extranjeros del norte de Europa sorprendidos por la repentina irrupción de las dos exóticas bellezas, me llevé una gran sorpresa al ver como Zoraida se quitaba la camiseta que le había prestado y ver que no llevaba la parte de arriba del bikini. Tuve que acomodarme inmediatamente en la toalla pues noté como mi cipote se ponía morcillón casi al instante. Podía contemplar los mismos pechos que hacía solo un par de horas había sentido contra mi propio cuerpo, y eran sin lugar a dudas gloriosos, aun mejores de lo esperado. Algo más pequeños que los de Áfrika, sí, pero sin embargo carecían de la típica señal blanquecina lo que indicaba que siempre tomaba el sol así y los hacía sumamente apetitosos. Además los pezones eran pequeños y respingones, daban ganas de lamerlos.

La chica observó su alrededor y nos dijo:

 Voy a quitarme también la parte de abajo. No sabía que me traeríais a una zona de top-less. ¡Qué bien!

Sí, qué bien ¡Sobre todo para mí! La verdad es que en esa cala muchos de los bañistas estaban en top-less, especialmente los extranjeros de los hoteles de alrededor, que eran en realidad la gran mayoría. Cuando miré a los lados pude ver como todos ellos contemplaban fascinados a Zoraida mientras ella se despojaba de la única prenda que le quedaba. Cuando se irguió dejó ver un hermoso pubis coronado por unos vellos negros como el carbón y una rajita tremendamente tentadora. Yo ya tenía una erección de caballo y menos mal que estaba boca abajo en la toalla.

Pero no solo los tíos de aquella cala contemplaban a la chica, sino también muchas mujeres y sobre todo para mi preocupación la propia Áfrika, que miraba absolutamente subyugada. De pronto se percató de que la observaba y, mostrando gran azoramiento, propuso un baño.

 Siii –contestó su amiga– yo estoy que me muero de calor. ¿Tú también vienes Javi?

 No aún no –contesté yo-. Id yendo vosotras.

Lo cierto es que yo también acusaba el calor, pero con la tremenda erección que llevaba no podía levantarme. Me quedé observando cómo ambas chicas se alejaban dirección al agua. En realidad solo le miraba el culo a Zoraida. Así desnuda parecía, todavía más, una diosa.

Cuando retiré la mirada me di cuenta de que a unos 10 metros mía había un tipo, con rasgos teutones, que sin ningún pudor exhibía una incipiente erección observando a Zoraida mientras su mujer dormía plácidamente a su lado. Por lo menos esta chica desviaba la atención de mi novia.

Después de unos minutos de concentración intentando disminuir mi erección –os aseguro que no resultaba nada fácil– me encaminé al agua y me acerqué hasta donde las chicas se encontraban. Mientras se pasaban una pequeña pelota de plástico conversaban animadamente.

 Espero no interrumpir ninguna conversación importante –dije con animosidad.

 ¡Claro que no mi niño! -me contestó Áfrika, acercándose y plantándome un sonoro beso en los labios-. Hablábamos de nuestras cosas, cosas de mujeres ya sabes.

 Ah pues eso me interesa, a ver si así descubro vuestras verdades.

 ¡Cuéntale toda la verdad mentirosa! -dijo Zoraida mientras le lanzaba la pelota-. Hablábamos de sexo Javi, concretamente de ti.

 ¿Ah sí? -fingí con sorna cierta sorpresa. No pude evitar mirarle los pechos que flotaban las limpias aguas-. Espero que bien, aunque podéis seguir. Siempre estoy abierto a críticas para mejorar en lo que pueda.

 Que va, si solo dice cosas buenas de ti. Además, parece que últimamente te has superado –añadió con picardía.

 Jaja, define últimamente...

 Le he contado lo de ayer y esta mañana –interrumpió Áfrika-. Después de tu super actuación necesitaba contárselo a alguien.

 Vaya, voy a ruborizarme.

 Todo lo contrario -dijo Zoraida-. Por lo que me ha dicho Áfrika no tienes tapujos en el sexo. Es muy difícil encontrar chicos como tú, créeme. Yo en mis "momentos hetero" suelo recurrir a viejos conocidos. Los chicos en su mayoría solo quieren meter y sacar, y que se la chupes, claro. No saben de sexo.

La conversación tomaba un cariz interesante.

 Entiendo entonces que eres bisexual –dije yo.

 Hmmm, la verdad es que es un poco complicado, no quiero aburrirte con mis explicaciones.

 No lo harás, créeme. Pero déjame adivinarlo a mí –dije yo con seguridad-. Te gustan las chicas pero de vez en cuando te apetece acostarte con un chico.

 O chicos –dijo ella entre risas-. A grandes rasgos sí, se puede decir que es así. Cuando alguien que no me conoce me pregunta suelo decir que soy lesbiana, porque en general me gustan las mujeres. Pero la realidad es que no soporto las clasificaciones. Podrías decir que soy bisexual porque a veces me apetece acostarme con chicos, pero me atraen más las mujeres y, sobre todo, lo cierto es que para una relación solo me veo con una chica. Quizá sea que no haya encontrado al hombre adecuado pero no lo creo.

 Estoy de acuerdo contigo. Las clasificaciones a veces son absurdas. En este mundo de hoy poblado de personas cerriles resulta que o somos 100% hetero o 100% homosexuales, sin términos medios, cuando la realidad es que las cosas no son ni negras ni blancas, sino grises. Por supuesto que también existen los grises muy claro y muy oscuro, homosexualidad y heterosexualidad puras, pero no creo que sea lo más habitual. Nos lo impone esta sociedad absurda al incluirlo en la propia cultura y haciéndolo formar parte del propio acerbo cultural.

 Vaya, parece que me hayas leído el pensamiento. ¡Qué clarividencia!

 A veces dices unas cosas de profundas Javi -dijo Áfrika-. Le he dicho muchas veces que tiene madera de escritor. A mí me ha escrito algunas cartas que me han hecho estremecer.

 ¿Ah sí? ¿Podré leerlas? -preguntó ella en broma.

 Por supuesto que no, son solo para mí –dijo mientras me abrazaba y me daba un beso en el cuello.

Estuvimos un rato pasándonos la pelota. Nos encontrábamos en una zona que cubría bastante, aunque Zoraida y sobre todo yo hacíamos pie. Áfrika no se apartaba mucho de mí y en alguna ocasión me manoseaba el paquete bajo el agua, haciendo que tuviese el miembro bastante animado. En un momento de vanidad reté a las chicas a que me quitaran la pelota si eran capaces. Ante mi sorpresa, Zoraida buceó rápidamente con agilidad felina y me agarró de una pierna. Mientras forcejaba con ella y protegía la pelota con mi cuerpo notaba sus pechos y su pubis directamente en mi espalda. En un roce casual además me cogió el miembro, que por el roce más que morcillón estaba ya en plenitud de condiciones, como una piedra. Nos quedamos un poco cortados mientras Áfrika llegaba a nuestra altura.

 ¿Qué pasa? ¿Quién tiene la pelota?

 Yo –dije sacándola del agua-, pero Zoraida ya me ha cogido, así que he perdido. No sabía que fuera tan buena nadadora -me costaba auténticos esfuerzos no mirarle los pechos flotando en el agua a escasos centímetros de mi cara.

 Es que yo no soy tan torpe como esta –dijo Zoraida mientras poniendo una mano en la cabeza de Áfrika y hundiendo su cabeza en el agua. Aprovechó entonces para mirarme fugaz y directamente a los ojos con lascivia.

Al poco salieron del agua mientras yo me quedaba nadando para atenuar mi erección.

Cuando llegué a la toalla mi chica se encontraba boca abajo y se había quitado el bikini para que el sol no le dejase marcas. Pero era eclipsada totalmente por Zoraida, que boca arriba mostraba desnuda el esplendor de sus 22 primaveras, con el bruno cuerpo lleno de gotas de agua creando una estampa verdaderamente abrumadora. Se había tumbado en mi toalla, que estaba colocada en el medio, así que yo me coloqué en la suya junto a ella. Áfrika quedaba al otro lado.

Cuando notó mi presencia dijo.

 Perdona, me he puesto en tu sitio. ¿Te quieres poner tú aquí al lado de Áfrika? -dijo en voz baja.

 No te preocupes –le contesté-. ¿Áfrika está dormida?

 Sí, se ha quedado frita.

 Ah, pues nada. La verdad es que no hemos dormido mucho, y yo bastante menos que ella.

 ¿Y eso? -preguntó Zoraida con una sonrisa.

 Bueno -sonreí-, ya te ha contado lo de anoche. Después de que ella se durmiese yo me quedé despierto largo rato. Digamos que me quedé con ganas de marcha.

 Jajaja, ya veo, esta chica, qué poco considerada.

 Bueno, luego me recompensó con creces -le dije atrevido, acercándome a ella en voz baja.

Pero ella se acercó a mí aún más aceptando mi órdago, quedando nuestras bocas a escasos centímetros.

 Por lo que he podido comprobar en el agua no lo suficiente, ¿no?

Aguanté estoicamente su mirada frontal. No sé si era su perfume, pero desprendía un olor embriagador.

 Vaya, qué directa -es lo único que alcancé a decir, pero no me aparté. Ella tampoco, sino que se acercó aún más.

 Apuesto a que estás deseando besarme.

Eso ya fue demasiado para mí, y aunque ella tenía toda razón y yo realmente hubiese matado por ello, me eché para atrás rápidamente.

 Eres una chica espectacular Zoraida, pero yo estoy enamorado de Áfrika.

Y sin perder la compostura dijo riendo:

 ¡No te pongas tan serio, chico, que es broma! Que lo de antes no fue más que un roce fortuito jajaja. Qué creíais, ¿que no me daba cuenta del jueguecito que teníais montado bajo el agua?

 Ya.

 ¡Qué lacónico! Con lo que me gusta escucharte hablar... Ya en serio, solo era una broma, no te enfades. Oye -dijo cambiando radicalmente de tema-, me ha encantado lo que has dicho en el agua.

 Bueno, no es más que lo que pienso.

 Pues me ha encantado.

 Vaya, gracias -¿cómo era capaz de hacerme sentir tan cómodo tras semejante "broma"? Tenía que tomar las riendas de la conversación porque me estaba quedando atrás-. Oye, me gustaría preguntarte, ¿sueles acostarte habitualmente con tíos? Por lo que has dicho antes no me ha quedado muy claro.

 Bueno, a veces, pero ya solo lo hago con íntimos, alguna vez que me apetece. Ya te digo que en general prefiero una chica, pero a veces que me apetece estar con un hombre. Hay que reconocer que tenéis algunas cosas que una mujer no puede ofrecer -dijo haciendo clara alusión a mi polla. Menos mal que estaba tumbado boca abajo, porque hacía ya rato que tenía una erección de caballo.

 Vaya. Me parece que tienes el don de valorar y amar personas por encima de sexos. Creo que es algo extraordinario. Es como si llevaras a la práctica todo aquello en lo que pienso y que a veces plasmo en mi blog. Me alegro por ti.

 Que encanto -dijo, y me besó en la mejilla. Acto seguido giró la cabeza al otro lado y se tumbó en la toalla.

Joder, me tenía como una moto. Aproveché que miraba al otro lado para colocarme el dolorido cipote, haciendo también un pequeño hoyo en la arena bajo la toalla para aguantar el tirón. Escudriñé la zona para ver si era posible buscar algún lugar un poco apartado en el que poder follar de alguna forma con Áfrika, pero parecía imposible.

La tarde transcurrió sin más sobresaltos conmigo empalmado casi todo el rato. Sólo cuando Zoraida se marchaba para darse un baño mi erección disminuía, a veces lo suficiente como para poder irme yo también al agua. Áfrika, entre sueño y sueño, aparentemente no se había dado cuenta de nada. Más tarde, y tras vivir el ritual de dejar la playa y atraer de nuevo todas las miradas, dejé a las chicas en la parada de bus y yo me fui al trabajo.

Esa noche ni siquiera cené en el restaurante como otros días y volví a casa nada más acabar la jornada. Era poco menos de las 01:30 cuando entré en casa y oí risas desde el patio, aunque aparentemente no había ninguna luz. Al atravesar la puerta que daba al patio ambas chicas se callaron y me saludaron. Habían montado un pequeña fiesta con algo de alcohol y estaban un poco borrachas.

 ¡Hola Javi! ¿Qué tal después del trabajo? -preguntó Áfrika.

 Bien, bien, aunque ya veo que no tanto como vosotras. ¿Cómo vais?

 Bien bien jajajaja -rieron ambas al unísono.

Se levantaron de las sillas, Áfrika con especial dificultad. Estaba bastante borracha y sonreía sin motivo alguno. Mientras ellas recogían yo me fui a duchar y allí, poco antes de acabar, Áfrika se coló para decirme que quería ducharse antes de irse a dormir a ver si se despejaba un poco. Antes de salir quiso seducirme pero yo con gran aplomo la rechacé, sabedor de que esa noche tendríamos sexo asegurado.

Sé que no tenía derecho, pero por alguna razón estaba molesto con todo aquello, con la repentina aparición de Zoraida, con el comportamiento de Áfrika, con el hecho de que hubiesen sido amantes o con que hubiesen montado una fiestecita, con todo derecho, y Áfrika estuviese ebria a mi llegada.

Por decisión de Áfrika, mientras Zoraida estuviese en casa ella y yo dormiríamos en el cuarto de invitados. A mí me encantaba dormir en mi cama aunque fuese un poco pequeña para dos, pero ella ya lo tenía todo previsto al llegar por la noche, así que no pude negarme.

Cuando entró en el cuarto yo estaba en calzoncillos tumbado boca arriba en la cama. Ella tenía el pelo empapado y una toalla le cubría el cuerpo. Se paró frente a mí y me miró con lujuria, consciente del morbo que despertaba. Yo, en actitud pasota, hice como si fuera inmune a sus encantos, pero ella no tuvo más que dejar caer la toalla y mostrar su espléndida desnudez para tenerme a sus pies. Después de estar casi toda la noche cachondo pensando en Zoraida no tuvo que moverse del sitio. Así que se quedó ahí parada durante un largo minuto viendo como mi pene crecía por debajo de mis calzoncillos mientras ella solo sonreía.

Áfrika se ponía muy cachonda cuando bebía, y es además cuando más guarradas hacía. Cuando se cansó de sonreír se puso de rodillas a los pies de la cama. Aunque yo pretendía hacerme el duro no podía dejar de mirar esos ojos llenos de lascivia. Acercó la cabeza a mi paquete y de un jalón me bajó los calzoncillos. Me cogió la polla por la base e hizo ademán de comenzar a comérmela, pero solo lo fingía para calentarme. Me besó el abdomen y el pecho sin soltarme el cipote, bajando de nuevo hasta los pies de la cama.

 Tengo ganas de que me folles como esta mañana.

 Pues yo prefiero que me la chupes, también como esta mañana.

 ¿Estás enfadado por algo? -fue más una acusación que una pregunta.

 No, por nada -dije con claro sarcasmo.

 Mira, Javi, llevo más de una semana sola porque se te ha metido en la cabeza que tienes que trabajar. Ahora viene una amiga mía, yo me divierto y ya estás cabreado. No tienes ningún derecho.

 Shh, baja la voz, nos va a oír -le dije-. No voy a discutir otra vez lo de mi trabajo, pero lo de "una amiga" es discutible, ¿no?

 Bueno, ¡ahora va a resulta que eres celoso!

 Celoso no, pero, ¿qué te crees? ¿Que no me he dado cuenta de cómo te comportas ante ella?

 Javi, no voy a discutir. Estoy bastante borracha y muy cachonda, así que vamos a follar y mañana hablamos.

Era la primera vez que la oía hablar de ese modo. Yo permanecí quieto en la parte alta de la cama durante unos instantes y ella se levantó.

 Muy bien -dijo, y salió de la habitación.

Me quedé totalmente a cuadros, cachondo y asustado a la vez sólo de pensar que podía haber ido a follar con su amiga. No, era imposible. Pero también estaba borracha, muy borracha, quizá no controlaba y entre eso y el arrebato de ira...

No sabía qué hacer, si ir en su búsqueda o quedarme allí plantado. No, eso no, porque algo me estaba retorciendo las entrañas y no podía soportarlo. "¿Pero qué haces ahí parado? ¡Salta de la cama y ve en su búsqueda imbécil!" me dije en aquel momento, y justo cuando iba a hacerlo apareció Áfrika por la puerta con... ¡Con un consolador en la mano! Nunca lo había visto, debía haberlo traído Zoraida. Sin decir nada, se colocó de nuevo a los pies de la cama, sentada justo entre mis piernas, y cogiendo un par de cojines que había se acomodó y se llevó el manubrio de goma a su entrepierna para comenzar a restregarlo en su raja. Estaba bastante cachonda y no tardó en comenzar a meterse la punta sin dejar de mirarme directamente a los ojos.

El consolador imitaba a un pene de verdad, incluso en el color, y por lo que pude observar era algo maleable puesto que su superficie se deformaba ante la presión ejercida por la estrechez del coño de Áfrika. Estaba muy cachonda porque su coño brillaba de su humedad y en poco rato tenía más de la mitad del larguísimo consolador dentro de su vagina. Fue entonces cuando dejó de mirarme para cerrar los ojos y empezar a disfrutar en soledad, a la vez que con la mano libre se afanaba en estimular su ya excitado y visible clítoris. Yo por mi parte, ni corto ni perezoso, me la empecé a cascar observando el excitante espectáculo. Al poco los gemidos de ambos y sobre todo de Áfrika, eran perfectamente audibles en toda la habitación. Nos mirábamos alternativamente a los ojos y a nuestros mutuos cuerpos.

La tensión se mascaba en el ambiente, porque nuestros ojos suplicaban una tregua y un acercamiento de nuestros respectivos cuerpos pero nuestras mentes se negaban a dar el primer paso, así que la excitación iba in crescendo. Se trataba de un juego absurdo para ver quién era capaz de calentar más al otro, juego que por ahora parecía ganar yo porque su cara revelaba que estaba próxima al clímax.

Pese a mi estoico aguante yo era consciente de que no me interesaba que se corriera tan pronto, porque entonces la única forma que yo tenía tendría de terminar sería con mi mano.

 Te vas a correr -le dije.

Ella, que en ese preciso momento tenía los ojos cerrados, me miró un poco sofocada por el placer y se sacó el empapado pene de goma de su cueva, y lo hizo tan lentamente y con tanto morbo que casi me lancé sobre ella echando por tierra todo lo que vendría a continuación.

Cuando se lo hubo sacado se lo acercó a la boca y comenzó a darle lametones en la sonrosada cabecilla de goma brillante de sus propios jugos.

 Uuuuffffff -dije.

Me salió sin querer. Me excitaba sobremanera ver cómo chupaba y saboreaba su propio néctar de aquella polla a la que yo en aquel momento envidiaba paradójicamente. Hubiese dado lo que fuera por que ese trozo de plástico hubiese sido mi dolorido cipote, que en aquel momento yo meneaba con mayor diligencia. Entonces ella comenzó a hacerle una auténtica felación al maldito consolador, pasando la lengua por toda su extensión. Pero al parecer eso no era suficiente, porque entonces se echó para adelante y cuando parecía que me la iba a chupar a mí lo que hizo fue colocar el pedazo de goma a escasos centímetros de mi rabo, justo por debajo, tomándolo por la base y haciéndolo apuntar al cielo antes de engullirlo como aquella misma mañana había hecho con mi polla.

Esto ya fue demasiado y yo en un arranque de lujuria la tomé de la cabeza e intenté acercarla a mi ardiente verga para que me la chupara pero se negó en rotundo emitiendo un sonoro reproche:

 ¡Oouuuhmmm! -negándose con vehemencia, pero sin dejar de mamar el consolador. ¡Estaba disfrutando chupando aquel trozo exangüe de plástico!

Lo que más me jodió no fue que no quisiese chupármela, sino que se afanara de tal forma el chupar el maldito artificio (por aquel entonces ya había conseguido que odiase a al consolador, a un simple objeto) y es que ni siquiera me miraba al hacerlo, lo cual me hubiese calentado aún más, sino que mantenía los ojos cerrados disfrutando realmente del aparato. Se introducía casi todo el manubrio, albergando en su boca más de 20 centímetros de falsa carne rosada, y solo retrocedía cuando las arcadas le impedían seguir. Yo ya me la machacaba con fuerza, consciente de que no aguantaría mucho más el espectáculo. Pero ella sorprendentemente paró en seco y volvió a su posición más alejada al pie de la cama, desde donde llevó otra vez a su nuevo amiguito hasta su brillante raja y se lo introdujo nuevamente hasta hacer tope, para volver a sacarla y a chupar de nuevo su elixir. Esto ya era insoportable para mí.

Yo había tenido que ralentizar mi masturbación hasta casi pararla porque sentía que iba a terminar de un momento a otro. Y ella, como contraofensiva y tras repetir la operación de meterse y chupar el aparato un par de veces más, decidió ir un paso más allá, dirigiendo el miembro a su agujerito posterior, el mismo que a mí nunca me había dejado penetrar con mi cipote. Pensé que no era más que otro órdago más, pero aprovechando que la terrible humedad de su concha había fluido hasta su esfínter y lo tenía adecuadamente lubricado comenzó a meterse la punta. Yo no me lo podía creer, era imposible que estuviese haciendo eso, porque a mí siempre me lo había prohibido tajantemente.

Gemía de dolor y placer a la vez con profusión mientras la enorme cabezota rosada se abría camino con dificultad. La sensación de estrechez que transmitía su entrada posterior era tremenda y su boca entreabierta mostraba el dolor que le ocasionaba el enorme aparato. Yo estaba tan pendiente de la escena que había olvidado masturbarme, pero me daba igual.

Y cuando quise darme cuenta, tenía ya toda enorme punta en su interior. Increíble. Aquel trozo exánime de plástico estaba llevando a cabo una de mis más grandes fantasías, y yo allí como un imbécil mirando la escena. Con ella dentro de su culito se puso a moverla en todas direcciones agarrándola con desesperación, abrió los ojos y me miró sonriendo triunfalmente y con exasperante superioridad, sabedora de todo el odio que me estaba provocando. Y no contenta con eso se llevó la otra mano al coño y comenzó a masajearse de nuevo el clítoris mientras seguía metiéndose poco a poco el consolador. La sonrisa se desdibujaba de su cara y daba paso al seguro placer.

Sentía que ese trozo de goma me estaba usurpando la delicada virginidad de su culito, ¡algo que me pertenecía a mí por derecho! En el momento que Áfrika volvió a cerrar los ojos debido a la nueva oleada de placer que la invadía no pude aguantarlo más.

 Te voy a follar -le dije con brusquedad mientras me abalanzaba sobre ella.

 Que te crees tu eso -me respondió.

Pero me dio igual, porque la obligué a tumbarse boca arriba, atrayéndola primero hacia a mí y luego empujándola contra la sábana, mientras ella peleaba, pero de verdad y con todas sus fuerzas, para que la dejase.

 Déjame en paz. ¡No me toques!

Y yo, totalmente sordo a sus quejas, sólo mascullaba.

 No voy a dejar que esta mierda te folle el culo antes que yo.

Agarré el maldito consolador para lanzarlo por los aires y de un empujón se la metí en el coño mientras le sujetaba las manos por las muñecas para evitar que me arañara con ellas, porque estaba oponiendo verdadera resistencia a mis penetraciones.

 Suéltame cabronazo -decía mientras yo no paraba de meter y sacar mi polla con facilidad de su dilatado coño.

No me podía creer que todo aquello estuviera pasando, porque ella no dejaba de moverse intentando que no la penetrara. En un descuido me pego un violento mordisco en el cuello. Yo pegué un grito.

 ¡Ah! ¡Joder! -chillé-. ¿Estás loca o qué?

Aprovechó que yo había quitado las manos de sus muñecas para zafarse de mí -¡¡¡no me quería follándola de verdaderamente!!!- pero yo volví a agarrar sus muñecas con mis manos.

 Déjame en paz hijo de puta. ¡Me estás violando! -dijo ella.

Yo estaba alucinando porque tras el brutal mordisco que me había dado en el cuello estaba convencido de que no quería lo que estaba pasando. Sin embargo podía gritar para llamar la atención de su amiga si verdaderamente no quería lo que estaba ocurriendo, pero el mordisco... Yo perdí la cabeza y dije:

 Te vas a enterar zorra.

Y tras unirle ambas manos y sujetarlas con una sola de las mías llevé mi otra mano a mi rabo y lo puse en la punta de su culo.

 Ni se te ocurra, ni se t...eeghh -le tapé la boca la boca con la otra mano y casi del tirón le ensarté más de la mitad de cipote en su culo.

Áfrika gritó con todas sus fuerzas pero su sonido apenas se oyó a través del aire. Lo que sí que hizo fue dejar de forcejear, porque se quedó rígida.

 Como me vuelvas a morder te la meto hasta el fondo sin miramientos -le dije yo fuera de control.

Se la saqué suavemente hasta quedar dentro solo la cabecilla, y volví a introducírsela poco a poco mientras yo la buscaba con mi mirada, que desprendía vicio y lujuria, pero sus ojos estaban como perdidos en la nada, brillantes y bañados en lágrimas. Su cuerpo se había quedado exánime y no oponía ya ninguna resistencia. Eso hizo que, tras unos pocos mete-saca, me sintiese realmente mal, porque no sabía si ella estaba bien o no. De repente es como si me hubiese caído un jarro de agua fría encima, me sentía fatal. Quité mi mano de su boca, temeroso también de que se pusiese a gritar pero no lo hizo. Con la pelvis seguía metiéndola poco a poco mientras tanto no cesaba. Al parecer estaba tan centrada en mi polla entrando en su culo que se había olvidado de todo.

A pesar de mi todavía intolerable excitación su cara de dolor me estaba torturando, así que la eché para adelante con mi cuerpo, quedando su cabeza fuera del colchón. Así no le veía la cara.

Se la saqué por completo del culo y llevé mis dedos a su coño el cual seguía chorreando. Usando de nuevo su humedad y con mis dedos lubrifiqué el culo. Después de la tormenta, su pasividad me calentaba hasta extremos inusitados, así que en cuanto la zona estuvo de nuevo bien mojada procedí a clavársela otra vez. Áfrika ya solo gimió totalmente entregada a la causa cuando se la metí de nuevo. Yo ,ya con lentitud, se le fui introduciendo poco a poco, retrocediendo en cuanto notaba el tope físico de su estrechez y volviendo a meterla para goce de ambos.

Cuando por fin la tuve dentro por completo Áfrika temblaba ligeramente. Nunca se la había metido por ahí y aunque mi excitación casi me obligaba a follarla inmediatamente le pregunté si se encontraba bien. Ella solo alcanzó a farfullar un vago "fóllame" que eliminó todo atisbo de compasión en mi comportamiento. Empecé a follarla salvajemente, sacando el miembro casi al completo para volver a hundírselo. Tuve que taparle de nuevo la boca para evitar que sus gritos, ya de puro placer, despertaran a Zoraida y al vecindario entero; pero aun así sus chillidos se escapaban entre mis dedos y por la comisura de sus labios.

Cuando su rostro lascivo y sus gemidos de placer evidenciaron que todo ápice de dolor había desaparecido se la saqué del culo provocando quejidos de reproche, y se la clavé de un golpe en el coño.

 No no -dijo con voz entrecortada cogiendo aire para poder respirar-. Métemela otra vez en el culo, pártemelo.

 Suplícamelo zorra.

 Por favor fóllame el culo por favor por favor... -me agarró del pelo y lo dijo susurrándomelo en pleno oído para luego meterle la lengua en el oído.

Para mí esto fue el acabose. Así que dicho y hecho. Como un auténtico salvaje se la saqué del coño y se la ensarté de un tirón en el estrecho agujero posterior. Volvió a dejar caer la cabeza fuera de la cama, quedándose medio virada a un lado y dejándome a la vista su hermoso cuello bronceado, que me dediqué a besar y a chupar con toda la poca destreza que el glorioso polvo me permitía. Después me fui a sus pechos mientras seguía destrozándole el enrojecido ojete y nuestros gemidos iban en aumento. El momento final se acercaba, y quería ver la cara de mi amante mientras experimentaba su primer orgasmo anal.

Cuando levanté la vista para ver su cara vi algo por el rabillo del ojo justo al lado contrario de donde estaba perdida la mirada de Áfrika y al girar bruscamente la cabeza me encontré a poca distancia con el exuberante cuerpo de Zoraida, desnuda, masturbándose vorazmente mientras contemplaba la escena. A mí casi me de un síncope, pero ella ni se inmutó y apoyó uno de los brazos en la pared mientras se estimulaba el clítoris a toda velocidad, muy próxima ya al orgasmo. Yo no sé muy bien cómo pero no cesé ni un momento el incesante mete-saca al que estaba sometiendo a Áfrika, y por fin entre sus gritos y la visión de Zoraida, a la cual no había dejado de mirar directamente a los ojos desde descubrirla en el cuarto, me corrí como un animal llenándole las entrañas a la vez que Áfrika lo hacía y a la vez que Zoraida llegaba al punto álgido de su frenética masturbación.

 Ahhhhhhh -chillamos los tres a la vez.

Zoraida lo hizo en voz baja, sólo yo pude sentirlo, pues Áfrika chillaba con tanta fuerza con su cabeza al borde del disloque que era incapaz de saber qué ocurría a su alrededor. Nuestras miradas se mantuvieron también clavadas la una en la otra durante el largo orgasmo, todo mi ser en los ojos de Zoraida y ella en los míos, y pude ver cómo la mandíbula se le desencajó de placer durante unos segundos mágicos.

Cuando todos hubimos terminado, también casi a la vez, Zoraida se deslizó felina por la puerta con los ojos en llamas y sonriendo satisfecha. Yo le respondí con otra sonrisa que no era de complicidad, sino de satisfacción por el placer alcanzado y consumado.

Cuando saqué el ya no tan duro miembro del culo de Áfrika comenzó a salir tras él un afluente de semen que moría en la sábana. Mi novia ni se movía, así que tuve que alzarla yo mismo con infinita delicadeza y ternura, cogiéndola como a un recién nacido y llevando su cuerpo inerte hasta la parte alta de la cama. Allí, al depositar su carita en la almohada la besé con infinita ternura, dándole todo lo que antes no le había dado. Se durmió en seguida, en mis brazos, y entonces mi menté voló a la cama de Zoraida, a su rizos púbicos negro azabache, a sus turgentes senos, a sus perfectas piernas, a su lasciva mirada... Pero sobre todo, por encima de ninguna otra cosa, a su mandíbula desencajada por el placer. Esa imagen y no otra me obsesionó hasta caer en un profundo sueño reparador.

Continuará...