Advertencia

Te advertí que no te mordieras el labio inferior cuando me mirabas, que no te relamieras de deseo mientras te acercabas.

Advertencia

Te advertí que no te mordieras el labio inferior cuando me mirabas, que no te relamieras de deseo mientras te acercabas. Que no me acosaras con tu respiración agitada. Te pedí que no me acariciaras tan suavemente el rostro, que no hurgaras debajo de mi camisa arrugada para deslizar las yemas de tus dedos sobre mi pecho. Te supliqué que no me besaras tan húmeda y apasionadamente, que no lamieras mi oreja ¡Impiadosa y salvaje criatura! Me arrojaste sobre la cama e hiciste cuanto quisiste conmigo y yo me dejaba intentando de cuando en cuando tomar la iniciativa. Por momentos las sábanas revueltas se convertían en un ring en el que nos disputábamos cuerpo a cuerpo el control del uno sobre el otro. Pocas veces cedías y muchas otras me dejaba vencer. Te advertí que no te mordieras el labio inferior cuando lo mirabas, que no te relamieras de deseo mientras te le acercabas. Que no lo acosaras con tu respiración agitada. Te pedí que no hurgaras debajo de su camisa arrugada para deslizar las yemas de tus dedos sobre su pecho. Te supliqué que no lo besaras tan húmeda y apasionadamente, que no lamieras su oreja ¡Amada y venerada criatura! De qué sirvieron mis advertencias si ahora espero junto a tu cuerpo, mientras se desangra entre sábanas revueltas y aún con el revólver entre las manos que amanezca.