Adulterio y lujuria placer extremo 4
Seguí bajando y metí la lengua entre sus labios, hasta encontrar toda su vagina mojada y caliente, suplicando por ser penetrada con mi lengua, así que la metí en repetidas ocasiones, creando un mar de fluidos exquisitos y excitantes que escurrían lentamente.
Adulterio y lujuria: placer extremo 4
(a lo largo del relato cambiamos de narrador y ustedes lo sabran del cambio cuando el párrafo termine en puntos suspensivos)
Y luego de nuestros relatos, queremos continuar contándoles nuestra aventura, que si bien raya en el cinismo sabemos que les va a encantar. Así pues, decidimos llevar al extremo nuestra relación, y tentar el destino; programando un paseo de fin de semana las dos parejas, en el festivo de la celebración de la Semana Mayor que acá en nuestro país son 4 días de descanso. Nuestras parejas oficiales ya empezaban a sospechar de tanta camaradería entre Andrés y yo, pues en este punto trabajamos 10 horas juntos, y teníamos cada excusa para encontrarnos incluso en días no laborales, llamarnos en las noches a nuestras casas aun estando ellos presentes, obviamente manejando un lenguaje cifrado que solo los dos comprendíamos...
Claudia programo el viaje a una finca de unos familiares de ella que queda más o menos a 1 hora de la ciudad donde vivimos. Ella conducía su auto y yo la seguía. Cínicamente en carretera yo encendía luces y ella respondía con gestos a través del espejo retrovisor. A mitad de camino nos detuvimos los 4 a almorzar en un restaurante y es acá donde inicio nuestro juego peligroso, con miradas, sonrisas justo cuando ellos no miraban; Ella me acariciaba mis muslos con su pie debajo de la mesa muy próxima a llegar a mi pene que moría de ganas por poseerla. Yo por mi parte no perdía oportunidad para seguirle el juego y ella sonreía pícaramente. De repente, ella se dirige hacia el baño y me mira invitándome a seguirla, yo procurando que no fuese evidente espere unos minutos y me levante con la excusa de realizar una llamada por el celular. La busque presuroso y allí estaba a la entrada del tocador de mujeres, me tomo de la mano y nos besamos apasionadamente como preludio de lo que vendría horas más tarde. Luego de unos segundos ella se retiró con una sonrisa pícara y se sentó nuevamente en la mesa al lado de su esposo y lo tomo de la mano con el cinismo que nos caracteriza a ambos, el no sospecho nada en ese instante...
Finalmente arribamos a la finca donde estaríamos todo el fin de semana y para nuestra sorpresa ambas habitaciones estaban comunicadas en su interior por una puerta absolutamente evidente para los cuatro, situación que incomodo a nuestras parejas pues las sospechas empezaron a cobrar fuerza, pero igual todos hicimos caso omiso del hecho. La primera noche solo una pared nos separaba, de un lado estaba Andrés con su esposa, y de este lado yo (Claudia) con mi esposo, el deseo cada vez se intensificaba más y la idea de hacer el amor allí cobraba más fuerza
Esa noche los cuatro decidimos tomar unos tragos y jugar algunos juegos de mesa, ambos nos mirábamos con sonrisas picaras y como si nada fuera a pasar, Claudia y yo nos ausentábamos con alguna excusa tonta y nos encontrábamos en la habitación, o en la cocina de la finca. Primero fue un beso rápido, para no levantar sospechas, pero a medida que la noche avanzaba, nuestros pequeños encuentros se tornaban más comprometedores, solo en 2 minutos pasábamos las manos por el cuerpo del otro, podía sentir como el deseo nos invadía y el control de la situación lo perdíamos. Nuestras respectivas parejas para eso momento tenían algunos tragos en su cabeza así que no sospechaban mucho y además a nosotros tampoco nos importaba lo que ellos pensaran solo queríamos saciar una sed intensa de pasión que nos consumía cada vez más...
De esa noche lo que más recuerdo, y cuya evocación aun me excita de forma similar a aquella vez fue un encuentro que tuvo lugar en la cocina; con la excusa de traer algunas bebidas ambos nos dirigimos allí, yo vestía una bata corta que caía justo a la mitad del muslo, los hombros quedaban al descubierto y el escote a pesar de no ser muy profundo era lo suficientemente sugestivo como para provocar en Andrés el deseo. Estando ambos en la cocina, él se acercó a mí y tomándome con firmeza de la cintura me apretó a él, yo presa de su deseo y del mío no tuve más opción que dejarme llevar por el momento, iniciamos a besarnos como si fuese la última vez, devorándonos los labios, entrelazando las lenguas, bebiendo una a una las gotas del placer. De repente, yo estaba en el mesón abriendo mis piernas para abrazar su cintura y ahora era yo quien lo aferraba a mi piel, pasaron segundos quizá minutos de intensa pasión donde mis manos recorrían su cuerpo y sus manos jugaban con cada centímetro de mi piel. Su pene erecto golpeaba con mi pelvis, mi vagina llena de jugos ansiosa por tenerlo, mi clítoris se hinchaba, y mi corazón latía a más no poder, presos del deseo solo deseábamos dar rienda suelta a nuestras más bajas pasiones y terminar con ese suplicio de no poder tenernos. Cuando escuchamos que alguien se acercaba, era ella la esposa de Andrés que extrañada por nuestra ausencia decidió ir a nuestro encuentro, ambos con rapidez asombrosa nos separamos y cada uno procuro disimular, pero en el ambiente había suficiente clima de pasión como para que ella iniciara a sospechar aún más. Continuo la noche sin ninguna otra novedad y cada uno se dispuso a dormir en sus aposentos con su respectiva pareja.
La mañana siguiente nos encontramos nuevamente los 4 a desayunar y el juego de las miradas y las caricias bajo la mesa no se hizo esperar, luego decidimos todos ir a jugar a la piscina y el agua se convirtió en el cómplice perfecto para hacernos caricias atrevidas, rozar nuestros cuerpos húmedos con la coartada perfecto de los juegos en el agua. El nivel de excitación de ambos fue aumentando y hacia el mediodía ambos estábamos a punto de reventar. Así pues, luego del almuerzo ellos decidieron salir a caminar y yo bajo la excusa de estar cansada me fui a la habitación, a los pocos minutos Andrés llego allí; increíblemente había ideado la forma de ir a dormir a la habitación sin que esos dos personajes sospechasen del algo. Me llamo y yo de forma autómata me fui hacia su cama, una pared únicamente nos separaba de donde estaban ellos lo cual nos encendía cada vez más. Hicimos el amor de forma presurosa pero intensa, recorrimos nuestros cuerpos con la intensidad necesaria para calmar esa sed que padecíamos, él me tomaba en sus brazos lleno de celos, pasión, sexo, deseo, aun no lo sé, pero me hacía sentir suya yo separaba mis piernas para enredarlas en su cintura y de esta forma me penetrara profundamente de modo que todo mi cuerpo se inundara de todo su ser, mi vagina enloquecía cada vez que su pene erecto se abría paso, y así y sin precedentes bajo el morbo que ellos estaban muy cerca de nosotros pero sin sospechar lo que pasaba tras la pared tuve un orgasmo sin precedentes, mi vagina se contraía una y otra vez como pidiéndole cada gota de su semen y así el deposito toda la leche que había acumulado en todos los juegos previos que habíamos tenido durante nuestras afamadas vacaciones.
Posteriormente el salió del cuarto y se encontró con su esposa como si nada hubiera pasado y yo seguí en mi siesta. Las cosas continuaron tal como habían pasado en los días anteriores, besos, caricias robadas, coquetería y seducción y el encuentro final lo tuvimos hacia la madrugada del domingo cuando Andrés tuvo que acompañarme a dejar a mi esposo en el transporte porque el ingresaba a turno en el hospital donde labora. En el regreso apenas despuntaba la alborada y el clima era tibio con ese olor del verde de la naturaleza propia de los lugares cálidos, al fondo se oían los grillos que con su canto despiden la noche, y el roció se ve como suave escarcha sobre las flores que perezosas se despiertan al sol. Un ambiente lleno de romanticismo, que empezó revestirse de pasión y lujuria. Sin más preámbulos decidimos estacionar el carro a un lado de la carretera en un lugar solitario y muy poco transitado... (Doy paso a Andrés para que sea el quien finalice este relato)
Ambos sabíamos que nuestras respectivas parejas estaban intranquilas de pensar que nosotros estábamos solos a primera hora en un lugar alejado y con el vehículo a nuestra disposición, situación que le daba un toque de morbo y lujuria al momento. Apenas si estaba amaneciendo y en medio de la nada era el mejor lugar para iniciar el día dándonos placer como solo nosotros nos lo sabemos dar. Nos sentamos en el asiento de atrás y comenzamos a besarnos, primero despacio y conforme nos calentábamos, fue cada vez mas fuerte y con mas desespero, nuestras manos comenzaban a tocar nuestros cuerpos y la lujuria fue aumentando rápidamente, levante y quite la camisa de Claudia, dejando libres sus senos y al alcance de mi boca, sin perder tiempo, comencé a jugar con sus pezones entre mis dedos y luego los meti a mi boca y pude sentir sus pezones duros pidiendo ser besados y chupados; por su parte, ella había metia su mano en mi pantalón y comenzaba a jugar con mi pene erecto que pedia ser liberado, a lo cual ella accedió y sin dudarlo, lo saco lentamente. Claudia se arrodillo frente a mis piernas abiertas y se aferro a mi pene con una mano, comenzó a chuparlo desde la base hasta la punta y luego en el glande, mientras con otra jugaba hábilmente con mis testículos, luego comenzó a meterlo todo en su boca, hasta donde le era posible y al tiempo movía su lengua, dándome un placer increíble, mientras con mía manos la tomaba de la parte de atrás de la cabeza y le ayudaba a seguir el ritmo. Me encantaba ver como devoraba mi pene con ansias. En ese momento, decidí que era su turno y cambiamos de papel; ella se sentó en el asiento de atrás y yo me hice entre sus piernas bien abiertas, apoyando los pies en la parte alta de los asientos de adelante, dejando a mi alcance toda su vagina. Encontré su clítoris grande y duro, y sentía como estaba de húmedo, comencé a acariciarlo con la lengua, bajando a su vagina y trayendo toda esa humedad a su clítoris. Seguí bajando y metí la lengua entre sus labios, hasta encontrar toda su vagina mojada y caliente, suplicando por ser penetrada con mi lengua, así que la metí en repetidas ocasiones, creando un mar de fluidos exquisitos y excitantes que escurrían lentamente.
En ese momento estábamos muriendo de placer y de lujuria, así que ella se acostó en el asiento de atrás y lentamente, subí mi boca por su cuerpo, pasando por su abdomen, pasando por sus pezones duros, su cuello y finalmente su boca, para que ella probara el sabor del sexo. Coloque la punta de mi pene en su vagina y ella se movía lentamente a su encuentro, la penetre firmemente y hasta el fondo, logrando que los dos diéramos un pequeño gemido de placer; se sentía muy lubricada y caliente y podía sentir el fondo de su vagina cada vez que ella abría mas las piernas. El vehículo comenzó a moverse de un lado al otro a medida que nuestro placer se incrementaba, hasta que ambos, al límite de nuestras fuerzas, estallamos en un orgasmo inimaginable; podía sentir como llenaba su vagina con mi leche tibia y ella pedia mas y mas semen, el cual se derramaba hasta caer sobre la tapicería del asiento. Muerto de placer y cegado por el morbo, baje a su vagina de nuevo y chupe su clítoris, húmedo de semen, meti la lengua en su vagina y lleve a su boca una buena parte de esa deliciosa mezcla sexual, untándola en sus labios y luego pasándola a su lengua.
Habiendo calmado nuestro deseo, era hora de retornar a la casa donde se encontraba mi esposa, quien sin sospechar nada, nos recibió y se alegro de vernos, ya que estaba algo preocupada por nuestra demora.