Adulterio y lujuria placer extremo 2

El deseo nos lleva a profanar nuestras camas matrimoniales...

ADULTERIO Y LUJURIA PLACER EXTREMO II parte

Dado el agrado que tuvo entre los lectores nuestro relato anterior, continuaremos con nuestra historia que reconocemos está llena de emociones intensas, y un cinismo sin igual que gracias al anonimato que se nos permite vamos a revelar.

Como contábamos antes, éramos compañeros de estudio en la universidad y ya habíamos gozado de algunos momentos de sexo desenfrenado pero dichos estudios pronto terminarían y por nada del mundo queríamos privarnos del placer que nos proporcionábamos, así que, por medio de algunos compañeros de estudio, logramos entrar a trabajar a la misma empresa y como es de imaginarse, compartíamos todo el día desde temprano, hasta la noche. Con motivo de nuestro trabajo debimos asistir un fin de semana a una actividad extramural a las afueras de la ciudad; obviamente era una oportunidad sin igual para compartir un fin de semana juntos, además porque teníamos el consentimiento de nuestras respectivas parejas dado que para ellas la cantidad de trabajo era tal que se ocupaba de forma completa todo el fin de semana. Para este momento nuestros respectivos esposos tenían la sospecha de que podría estar pasando algo entre nosotros, pero aun así, ambos fueron dejando espacios y dándonos oportunidades para que las cosas siguieran sucediendo y nosotros jamás las desaprovechamos. Dos días antes de dicha actividad Claudia me dio la grata sorpresa que su esposo estaría fuera de la ciudad durante esos días y fue así como yo empecé a idear la forma de aprovechar al máximo la oportunidad que la vida nos estaba dando y en mi mente rondaba la idea de hacer el amor en la cama de ella donde dormía con su esposo. Ese día en la mañana, salí de mi casa como cualquier otro día, me despedí de mi esposa y quedamos de vernos en la noche cuando regresara (si bien la actividad era fuera de la ciudad no era tan distante como para justificar la estadía durante la noche completa).

Claudia me recogió en su vehículo en un lugar cercano a mi casa y salimos hacia la empresa, desde el momento en que estábamos saliendo de la ciudad, nuestros rostros expresaban claramente nuestros deseos. Ella llevaba puesta una falda que le quedaba a la mitad de sus muslos, dejando ver sus piernas bien torneadas. Como ella estaba conduciendo, podía disfrutar de esa espectacular vista y no dude en colocar una de mis manos en su pierna y ella gustosa y coqueta accedió a que la tocara sin reparos sus ojos me miraban y me invitaban a continuar. Detuvimos el carro y comencé a pasar mi mano desde las rodillas hasta al borde de la falda y cada vez más arriba, podía notar como su respiración se aceleraba y como movía su pelvis de adelante a atrás, llamando mi mano hacia su vagina. Decidido a complacerla, subí mi mano y cogí con toda mi mano sus labios vaginales y note como su ropa interior ardía de calor, sentí como comenzaba a mojarse y ella dejo escapar un tímido gemido. Para ese momento, yo estaba con una erección increíble que casi rompía mi pantalón, a lo cual ella no fue indiferente y no dudo en pasar una de sus manos sobre ese bulto que se me había formado, dándome un placer inmenso de pensar lo que nos esperaba esa noche, siempre que yo pudiera salirme de mi casa un rato, con una excitación absurda continuamos nuestro camino e increíblemente culminamos con éxito nuestra actividad laboral, a pesar que mientras trabajábamos, se percibía un ambiente de morbo y picardía entre los dos, dándonos besos y tocando nuestros cuerpos de forma fugaz, mensajes eróticos en el celular, notas escritas que cínicamente dejábamos en el escritorio del otro. Realmente estábamos muy prendidos y deseosos de salir para dar rienda suelta a todas nuestras bajas pasiones y gozar uno del otro como lo sabíamos hacer.

Esa misma tarde, mi esposa me llamo y me dio una noticia que me dejo de una sola pieza y le dije a Claudia: "mi esposa acaba de llamar y me dice que decidió salir de la ciudad durante todo el fin de semana con sus papas, para no quedarse en casa sola". No lo podíamos creer; era un regalo del cielo, tanto el esposo de ella como mi esposa habían salido de la ciudad y nosotros nos quedábamos solos para poder disfrutar sin temores y con las casas a nuestra entera disposición y para llevar a cabo una a una nuestras fantasías sexuales. Claudia sonrió pícaramente cuando le di tan agradable noticia y se acercó susurrándome al oído "Esta noche tu cama o la mía…" y se retiró sonriente… ambos queríamos marcar territorio enemigo, no había duda de eso. Terminada nuestras labores, regresamos a la ciudad y decidimos tomarnos un trago en un bar de la ciudad y comenzamos a planear nuestro fin de semana. Y decidimos que la noche del sábado la pasaríamos en mi apartamento, y pese a nuestros intensos encuentros sexuales anteriores nunca habíamos "irrespetado" ninguna de las dos casas por lo cual entre ambos había un cierto temor pecaminoso, de morbo de saber que estábamos pasando limites que no sospechamos atravesar, sin embargo, ambos deseábamos profundamente hacer el amor en la cama del otro. Eso progresivamente, sumado al deseo y a la sensación de pecado y de intrusión a mi apartamento, calentó rápidamente los ánimos.

Desde que pasamos la puerta principal, comenzamos a besarnos desenfrenadamente, nuestras manos subían y bajaban por nuestros cuerpos, deseosas de quitarnos la ropa, comencé a desabrochar los botones de su blusa y encontré una ropa interior de delicados encajes lo cual me excito mucho más, sin prisa pero con precisión desabroche su brassier y comencé a tocar sus senos con las dos manos y a jugar con sus pezones que se encontraban duros, pase mi boca por cada uno, deteniéndome a chuparlos y a pasar la lengua haciendo que ella se torciera de placer mientras tanto ella hacia lo mismo con mi pantalón, lo desabrocho y metió su mano, encontrando mi pene con una erección formidable, lo comenzó a acariciar desde la base hasta la punta dándome un placer inmenso. Lentamente nos fuimos al sofá de la sala. Claudia se recostó y yo me arrodille frente a sus piernas, quedando frente a esa deliciosa falda que ocultaba un gran tesoro. Separe sus piernas y comencé a subir mi boca desde los muslos hasta llegar a su ropa interior, estaba tan caliente como esa mañana y sus jugos invadían mi lengua y todo su sexo, ella gemía de placer pase mi lengua y ella comenzó a respirar más rápido y a mover su pelvis como tanto me gusta yo me excitaba cada vez más, ella me susurraba al oído el placer que yo le proporcionaba y lo mucho que su piel me anhelaba en las noches en que debía entregarse a su esposo lo cual me ponía mil. Aparte hacia un lado su ropa interior, quedando su vagina toda depilada a mi disposición, pase mi lengua alrededor de su vagina y sobre sus labios, estaba muy jugoso y con un aroma delicioso. Comencé a pasar mi lengua por su clítoris que estaba hinchado y duro, haciendo círculos, baje y metí mi lengua en su vagina una y otra vez, regrese a su clítoris y lo chupe como una golosina. Ella moría de placer, gemía y movía todo su cuerpo a medida que la chupaba. Casi al punto de su orgasmo, me dijo que ahora yo me sentara en el sofá que quería darme el mismo placer, me senté y ella acabo por bajar todo mi pantalón, quedando libre mi pene y absolutamente erecto y ella no dudo en tomarlo con sus manos dirigiéndolo hacia su boca, comenzó a chuparlo y a lamerlo desde la punta y metiéndolo cuanto su garganta le permitía, chupaba con desenfreno y deseo, entretanto yo me deleitaba viendo como mi miembro entraba y salía de su boca. Casi al límite del orgasmo, le dije que no quería venirme allí y que pasáramos a la habitación principal. Me encantaba la idea de hacer el amor con Claudia en mi cama de matrimonio y yo sabía que a ella también le gustaba la idea de poder estar en esa cama y marcar su territorio. Sin hacernos esperar, nos acostamos en la cama y ella continúo con lo que estaba haciendo, continúo chupando mi pene desde arriba abajo y con una mano jugaba traviesamente con mis testículos, potenciando el efecto de su boca, que placer absoluto me estaba dando. Terminamos de quitarnos lo poco de ropa que nos quedaba y ella se colocó encima mío, cogió mi pene con su mano y lo dirigió a su vagina, coloco la punta en la entrada, pude sentir como estaba caliente y húmeda y sin dudarlo, ella se dejó caer lentamente, permitiendo ser penetrada lentamente, hasta llegar al fondo de su vagina y sintiendo el fondo de su cuerpo. Así comenzamos un movimiento de caderas casi por instinto, mientras ella se hacia adelante, yo chupaba sus pezones y cogía sus senos dándome un placer inmenso… y así doy paso para que sea Claudia quien concluya nuestro relato

Pues bien, en el extremo del placer ambos nos vinimos con un orgasmo sin precedente, su respiración, su olor a testosterona, con mi piel sudorosa y mi vagina llena de sexo intenso, fluidos corporales, manjares y bebidas sin igual, no era para menos sino para llegar al extremo del placer, a una sensación intensa donde solo se puede presentir que la muerte se acerca porque el alma se desprende de las entrañas y la mente se transporta al Edén prometido. Caímos rendidos uno al lado del otro.

A la mañana siguiente, nos despertamos, como desubicados, algo de culpa, picardía y aun deseo en nuestra piel, preparamos desayuno nos bañamos juntos y nos dispusimos a tentar el destino y llevar a cabo la segunda parte de nuestra fantasía, profanar nuestras camas conyugales

Hacia el medio día nos dirigimos a mi apartamento, era Domingo y al día siguiente Festivo, nuestras respectivas Parejas llegarían al día siguiente cerca del mediodía, por lo cual tendríamos otras 24 horas de pasión y lujuria desenfrenadas. Estacionamos el auto, y debo decir que sentí algo de vergüenza con el celador de mi edificio pero pudo más en mí el deseo por Andrés. Entramos en la sala ambos nos miramos iniciando el juego que conocíamos, y yo decidí colocar una película para que juntos la viéramos: "Como agua para chocolate" apenas iba iniciando la película que tiene un componente de erotismo muy especial, ambos estábamos en la alfombra de la sala besándonos, y nuestros cuerpos se buscaban sin que la mente tuviera algún control sobre la situación. Yo lo tocaba encima del pantalón, el acariciaba mis piernas, lo le quitaba la camisa y él ya me tenía desnuda y me besaba los senos mientras yo nuevamente empezaba a morir de placer. Acariciaba su pene erecto con cada parte de mi cuerpo, y jugaba traviesamente con mis labios sobre su torso desnudo, entre besos, pequeños mordiscos y caricias con mi lengua, caí nuevamente en mi gran debilidad, hacerle sexo oral, con una sed absurda de sentir su leche escurrir por mi garganta y degustar su dulce sabor…. Era la lucha de dos cuerpos desnudos, un hombre y una mujer en una batalla campal por dar y recibir placer sin medida, por calmar la sed de pasión. El me devoraba una y otra vez me besaba los senos, me tocaba la vagina, jugaba con su boca en mi clítoris y penetraba con la intensidad con la que solo él lo sabe hacer. Haciéndome sentir mujer como ninguna y suya para siempre. La película transcurría sin parar y nosotros entre cada batalla veíamos algunos fragmentos de la misma lo cual solo hacía que nos excitáramos nuevamente, no hacían falta las palabras para decir que queríamos, y como si movidos por una telepatía o fuerza sobre natural ambos nos complacíamos con caricias increíbles. Probamos cada uno de los rincones de la sala de mi casa, y obviamente la contienda más intensa la libramos en mi cama matrimonial esa que había sido testigo como la del de nuestros tímidos encuentros maritales con nuestras parejas y que ahora era testigo de pasión sin medida.

Al finalizar ya no había culpa solo una expresión en el rostro de ambos de victoria, de haber librado la más intensa de las batallas en territorio enemigo y salir invictos y llenos de satisfacción. Cada uno se despidió con un gesto desafiante y victorioso seguro de que tal gozo era solo alcanzable entre nosotros y solo nosotros nos lo podíamos proporcionar.