Adultera

El adulterio hace que te descubras a ti misma

Adúltera.

Los senos grandes, plenos de lascivia en la boca de Santiago, Raquel suspira alegre al sentir la lengua que lame su pezón izquierdo, está segura que Santiago oye los latidos desbocados de su corazón. Desde que coge con él se siente una guitarra a la que sacan sonidos que estaban escondidos. La cumbre de su teta, dura y vibrante por el placer, une su corriente de lujuria a la caricia que el hombre aplica al triángulo de Venus. Se deja llevar, ya ha experimentado un orgasmo y sabe que va camino de otro bajo la experta sabiduría de la pareja de su cuñada.

-

Sigue …por favor…-

Y sigue avanzando por el torso femenino sin dejar de acariciar los pliegues del sexo. Labios, lengua, dientes, cada centímetro de su piel desnuda es una ola que golpea en la playa de su placer. Los dedos del hombre entran en la gruta de su sexo mientras la boca baja por su vientre buscando el bosque enmarañado del vello púbico. Ese vello que su marido no la deja afeitar y que siempre la ha avergonzado sintiendo distinta de sus compañeras de orgías, pero que su amante valora y elogia diciéndo, mimoso, que es como gazapillo alegre que realza su feminidad.

Los dedos entran y salen nadando en sus flujos cuando siente en su clítoris, inflamado, la punta de la lengua del macho. Porque es un macho, un macho de verdad, un macho que la hace gozar, no como los que solo se satisfacen con ella, disfrutando de su belleza de hembra escultórica.

Su punta rosada se convierte en un chupete para la boca de Santiago, Raquel gime, es un ronroneo de gata que va camino del culmen del orgasmo. Parece que el tiempo se ha detenido y ella flota en una nube de lascivia. Cuando le acaricia el punto G sin dejar de comerle el pequeño apéndice que está duro, sensible, alocado de gusto, Raquel sabe que le va a explotar el maremoto del amor.

No grita cuando estalla, se vuelve hacia dentro, hacia lo más profundo de ella la catarata del placer. Quiere sentirle y cuando Santiago se para junto a ella y le separa las piernas sólo ansía notar su dureza dentro de su vagina chorreante. La mete de un golpe, hasta el fondo, siente como choca con el cuello del útero. Se mueve con fuerza, rápido, haciendo que se multipliquen las oleadas del orgasmo en el que corría. La abraza y pasa a moverse lentamente, el falo desliza por la funda femenina, lubricado, llenándola. Le encanta el control del hombre, como la lleva de nuevo al galope del sexo, sensualmente mimada, todo su cuerpo una sinfonía de placer, donde ella es la orquesta que suena afinada.

Pueden estar horas en el dulce mete y saca. Raquel quiere hacer que el hombre acabe en ella.

-

Deja que te monte.-

le dice susurrante.

Sin sacarla, él se gira quedando con la espalda apoyada en la cama, ahora está ella encima. Flexiona las piernas, mientras se yergue, queda empalada en la dura verga. Quiera disfrutar, sabe el control de Santiago para tardar en correrse y lo va a utilizar. Sube y baja despacio pero con la polla bien adentro, así un largo tiempo, gozando de sentirse llena. Para, se inclina para besarle y después se mueve adelante y atrás mientras se acaricia los pezones enhiestos.

Deja que su mente vaya al primer día que hicieron el amor.

Susana, su amiga, su cómplice, hizo que la acompañara cuando fue a buscar a Marisa, su cuñada, la pareja de Santiago y con una disculpa hizo que se quedaran solos. Ella nunca había seducido a un hombre, su marido la obligaba a coger con otros, pero era él el que la ofrecía, dudó en como hacerlo hasta que decidió ser directa y besarlo. Y ahí empezó todo. Desde entonces se ven una vez por semana en un telo, siempre el mismo, cerca de la editorial donde ella trabaja y cada día es más feliz.

Absorta en sus pensamientos lleva un largo rato moviéndose y cada vez está más mojada, sus flujos empapan su vagina. Mira al hombre, está concentrado, contenido, ella no puede evitar reírse cuando se queda quieta, inclinando el tronco hacia atrás y le ordena al hombre.

- Ahora.

Y Santiago comienza a mover la pelvis, culeando rápido, buscando su propio placer, al tiempo que sus dedos agarran los pezones de la mujer y los aprietan. La mezcla de dominio y dolor la excitan hasta el paroxismo y acompaña en un galope al hombre hasta que se viene salvaje. Él la sujeta por las caderas y sigue con sus embestidas hasta que suelta su carga de semen.

Se quedan abrazados, cariñosos, satisfechos. Son en esos momentos cuando Raquel le ha ido contando a Santiago toda su vida sexual. Esas confidencias que nunca había hecho a nadie.

- Te tengo que contar algo, no sé cómo lo tomarás…..Susana quiere acostarse contigo. Dice que me ve tan feliz que debes tener una pija de oro.

- Raquel , tú decides. Yo quiero seguir contigo y si para eso hay que estar con tu amiga….pues estaremos.

Raquel se queda tranquila, recuerda el ultimátum de Susana:

O me lo pasas vos o me lo hace Marisa.

Esta historia pertenece a la serie de Marisa y Santiago. La autora agradece comentarios e ideas para su desarrollo.