Adultera consentida
Estaba en la ducha y me sobresalté, cuando noté que alguien por detrás me agarraba las tetas y empezaba a magrearlas.
Estaba en la ducha y me sobresalté, cuando noté que alguien por detrás me agarraba las tetas y empezaba a magrearlas. Tenía los brazos levantados y la espuma del champú me impedía abrir los ojos, así que lo primero que hice fue gritar. Pero una mano me tapó la boca y una voz me susurro al oído.
― ssshhh….tranquila Anna soy yo. He salido antes del trabajo….mmm, ¿no estás contenta de verme?
― ca…cariño, ¿pero que haces tan pronto en casa?
― quería darte una sorpresa, pero me la has dado tú a mí. Mira como me has puesto la polla viéndote desnuda con este cuerpo que tienes, zorra.
Joan, me dio la vuelta y me comió la boca como si no me viera en años. Me magreaba el culo cogiéndose a cada nalga con toda la mano abierta y separándomelas para meter sus dedos por detrás hasta alcanzar mi sexo y ano. Estaba muy cachondo, hacía mucho que no le había visto así, en los últimos años nuestras relaciones habían ido a la baja y lo hacíamos más por obligación que por deseo.
Me sobó las tetas un rato sin dejar de comerme la boca un instante, metió su mano sobre mi sexo y pellizcó mi clítoris, luego separó los labios e introdujo dos dedos en mí coño.
Me masturbó bajo la ducha hasta que mis piernas empezaron a temblar y tuve que agarrarme en su cuello con ambas manos. Joan me cogió por la cintura y me fue llevando hacia nuestra habitación sin secarnos el agua ni la espuma que nos cubría el cuerpo.
Me empujó de espaldas sobre la cama, y se abalanzó sobre mí. Me mordió los labios con lascivia y pasó su lengua por mi cuello. Yo busque su polla con las manos, quería que me follara en ese momento, estaba muy caliente. Joan me cogió por la muñeca y separo mi brazo subiéndolo por encima de mi cabeza, luego hizo lo mismo con mi mano derecha y la colocó en igual posición. Me tenía a su merced, me miraba a los ojos como intentando leer mi alma.
Se recolocó poniendo sus rodillas una a cada lado de mis pechos y apoyo su glande hinchado y enrojecido sobre mi barbilla.
― ¿tienes hambre?…mmm, veo que la miras con deseo, quieres comértela, ¿verdad zorra?
Sus palabras me estaban poniendo cachonda, no sé qué le pasaba, pero su actitud era muy diferente a la de ayer noche por ejemplo. Que a la media hora de meterse en la cama ya estaba roncando y había pasado de nuevo de mí por completo. Al igual que había estado ocurriendo en los últimos meses.
― Vamos abre la boca…quiero que me la comas entera. Sin usar tus manos.
Levanté la cabeza y la alcancé con los labios, Joan me cogió ambas muñecas con una sola mano y usó la otra para agarrarse la polla y acercarla a mi boca. La meneo sobre mis labios y me la restregó por la cara. Dejó caer un salivazo sobre ella y con sus babas me embadurno la boca y las narices, para luego meterla dentro de mi boca empujándola con un enérgico movimiento de su cadera.
Me empezó a follar la boca como si me jodiese el coño, con la mano libre me agarraba de la nuca y me empujaba hacia ella, para que me la tragase entera. Podía sentirla cuando golpeaba mi nuez, provocándome arcadas y un escandaloso ruido se escuchaba por toda la habitación.
Mientras no paraba de insultarme y decirme palabras soeces y guarras que no hacían las que excitarme y ponerme más caliente. Me soltó las muñecas y se estiró sobre mi cabeza manteniendo su pelvis a unos centímetros de mi cara. Se apoyaba con sus manos sobre el cabezal de la cama y seguía follándome la garganta como un loco. Puse mis manos sobre su vientre e intenté controlar su ritmo para que no profundizase tanto, pues me provocaba arcadas y tos al tragarme mis propias babas y mocos al golpearme la campanilla con su gordo glande.
Noté como disminuía la intensidad de sus embestidas y entonces le agarre los huevos con mi mano y empecé a acariciarlos mientras con la otra le masturbaba mientras sorbía su glande como chupando de una pajita y deseando saborear su “horchata”.
Noté como se ponía rígido y comenzó a correrse abundantemente en mi boca. Hasta que derramó su última gota, que trague igual que el resto sin desperdiciar ninguna.
Joan se dejó caer sobre la cama de lado y puso su brazo sobre mi vientre. Me le quedé mirando y le dije.
― ¿Qué coño te ha pasado?
― ¿Y tú me lo preguntas? ―me respondió, con una sonrisa en los labios.
― No sé…para empezar, ¿qué haces en casa a estas horas, no deberías estar en la oficina?
― Me encontraba un poco mal y me fui. Creo que tengo fiebre.
― ¿fiebre?...pero que tonterías dices, lo que tu llevas es un calentón de miedo.
― bueno en la oficina me encontraba fatal, te lo digo en serio. Pero al llegar a casa a eso de las diez y media.
― ¿Cómo que a las diez y media?...pero si son más de las doce.
― Bueno sí, ahora ya son más de las doce pero yo a las diez y media ya estaba en casa.
Me quede de cuadros cuando me dijo eso, como era posible, entonces él lo sabía todo, nos habría visto….Tragué saliva y sin atreverme a mirarle a los ojos, hice de tripas corazón y se lo pregunté.
― ¿has visto todo lo que ha pasado esta mañana en casa?
― bueno, todo…todo no. Cuando llegué tú ya estabas a lo tuyo.
― ¿Qué quieres decir con “a lo tuyo”?
― No te preocupes cariño, no me importa, al contrario. Me has abierto los ojos, he disfrutado tanto como tú.
― pero, ¿que has visto Joan? ―le dije intentando hacerme la integra cuando no podía esconderme ya de nada.
― Bien te lo voy a contar, pero cuando termine de hacerlo, te voy a follar igual que él quiero tener los mismos privilegios que ese cabrón.
Joan empezó a hablarme mientras acariciaba mis pechos.
“Estaba en la oficina pero no me encontraba bien, me sentí indispuesto y decidí pedir permiso al jefe para irme a casa. A eso de las diez y media de la mañana me presenté en casa y abrí la puerta con cuidado para no asustarte, por qué sabía que te asustarías si oías abrirse la puerta o el golpe al cerrarla. Al entrar escuché ruido en el dormitorio y pensé que estabas haciendo la cama o limpiando. Así que fui despacio para ver qué hacías, porque cuando hace mucho calor, como hoy por ejemplo, te pones ese vestido corto que cuando te agachas no llega ni a cubrirte las bragas y quería pillarte así. Cuando miré por la rendija de la puerta y te vi, casi me da un espasmo.
Te veo cabalgando encima de un tío y metiéndote una enorme polla en tú coño. No supe qué hacer, si montar en cólera o hacerme una paja. Pero me quedé mirando como jodíais. Y me empecé a poner muy cachondo, verte con otro hombre me excitaba y decidí mirar mientras mi polla comenzaba a ponerse dura.
Anna, me estabas volviendo loco, viendo cómo te movías de arriba a abajo con las embestidas que te daba ese cabrón, gemías cada vez que tu culo golpeaba con los gordos huevos de él. Vi cómo tenías tu cuerpo volcado hacia delante, veía ese precioso culo que gastas, mientras el cerdo te chupaba las tetas y con sus manos apretaba el culo de mi mujer. Te empalaba en su polla sin miramientos. Veía como rebotaban sus testículos en tus enrojecidas nalgas llenas de marcas de dedos. Me masturbaba detrás de la puerta y escuchaba el chop, chop, de vuestros sexos ―….joder mi mujer se está derritiendo de gusto ―pensaba. Y vi que por los muslos de aquel hijo de puta, resbalaba el flujo que salía de su coño.
Yo no podía dejar de cascarme la verga y quitar ojo al espectáculo que estabais dando. Cuando vi que te bajaste de su verga y te pusiste a cuatro patas, no podía creérmelo. Tu misma te abriste de piernas para que te la volviera a meter. Tu coño estaba muy dilatado, al cabrón no podía verle la cara, no se me puso de frente. Se colocó de espaldas a la puerta donde yo estaba, agarró su enorme polla, ―joder que pedazo polla tiene el cabrón― y con una mano la enfiló de nuevo en tu coño. La fue metiendo poco a poco mientras tú, como una zorra, te mordías el labio de gusto y con la otra mano agarrabas la almohada y apoyabas tu mejilla izquierda, levantando el culo en pompa.
Ese cabrón te agarraba por las caderas y la empezó a mover suavemente pero pronto aceleró el ritmo, mientras tú culo temblaba a cada embestida. Nunca me imaginé que tu coño admitiera tanta carne, pues te entraba enterita y al menos eran 20 cm de polla lo que te estaba dando y mucho más gruesa que la mía.”
Hizo un receso, para meterse una teta en la boca y chuparme el pezón, me hacía daño y me excitaba a la vez. Yo hacía rato que estaba caliente, recordar que me habían follado esa mañana y que Joan lo había visto todo, primero me provocó una gran vergüenza, pero luego fue convirtiéndose en lujuria que me estaba encendiendo el sexo de nuevo. No pude evitar empezar a acariciarme el coño suavemente, dando círculos sobre mi clítoris con los dedos. Joan continuaba relatando los hechos como si yo no hubiese sido participe de ellos.
“Mientras te agarraba desde atrás las tetas, escuché como te decía dónde te echaba la corrida y tú como una zorra le decías, que dentro no, que te la comerías cuando llegara el momento. Al poco rato, el hijo de puta ya se corría y se separó de ti sacando su polla tiesa de tu coño y se tumbó de espaldas sobre esta misma cama donde ahora estamos, ofreciéndote su enorme polla. Tú empezaste a masturbarla y metiéndotela en la boca provocaste que un gran chorro de leche saliera de aquel rabo. El chorro fue tan bestia que se te escapo la leche por entre los labios. El cabrón gemía de gusto mientras apretaba tu cabeza contra sus huevos y tú continuabas chupando sin dejar de meneársela. Casi no podías respirar y los mocos se te salían por las narices, pero no te la sacabas de la boca. Que puta eres Anna, me pusiste a mil.
Al retirar la cara vi que no salía nada de leche de tu boca ni de ese descomunal rabo, te lo habías tragado todo menos ese hilillo blanco que resbalaba por tus labios. Continuaste durante un rato meneando aquella polla hasta que se puso de nuevo tiesa. Pero joder, que guarra eres Anna, no me esperaba eso de ti…. Te montaste de nuevo encima de sus piernas y la agarraste llevándotela hacia tus nalgas. Le dijiste algo que no acabé de oír, y el tipo abrió tu cajón de la mesita y te dio algo. En cuanto lo vi, aluciné. Le embadurnaste el rabo de VAGINESIL, y pensé. ―La muy cabrona se tiene que poner eso para que yo a veces te penetre, porque dices que no estas bastante lubricada, y resulta que con este cabrón no te hace falta, es más lo usas para lubricarle la polla y que te la meta por el culo―.
Deseaba ver cómo te rompía por la mitad, por zorra. Pero tengo que reconocerte que cada vez estaba más salido, y me estaba masturbando como un simio al otro lado de la puerta viéndote tan cerda.
Te la fuiste metiendo poco a poco y la dejaste dentro para que tu culito se amoldara al tamaño de semejante verga. Cuando comenzaste a moverte indicando que ya estabas dispuesta, ese cabrón te agarró de las tetas y empezó a darte cera. Hay que ver lo que aguantaba el tipo, estuvisteis un buen rato hasta que dio un gemido y comenzó a correrse de nuevo dentro de tu culo, te meneabas de un lado a otro como exprimiendo aquella polla mientras le clavabas las uñas en el pecho, te mordías los labios y gemías como una perra. Cuando te la sacó, se la exprimió con las manos hasta que se le quedó floja, de tu ano caían goterones de lefa espesa y te hacías pedos que hacían ruidos extraños. Menudo boquete te dejo en el culo. Pude verlo cuando te agarró las nalgas y las separo, para luego darte un par de sonoros cachetes que te dejaron la carne enrojecida. Cuando te incorporaste, el resto de la leche cayó encima de su vientre. Fue entonces cuando te levantaste para ir al baño y yo me escondí en la habitación de los niños.
Vi como os despedíais con un obsceno beso, había más lengua que beso y él te dio una buena nalgada que resonó por todo el pasillo y recibidor. Pero tú, aún seguías sobándole el paquete por encima del pantalón.
Entonces me di cuenta. El cabrón que te había estado follando, era Javier. El hijo puta del ático, que siempre que me lo encuentro por la escalera parece que se me cachondea en la cara. Yo no sabía qué hacer en aquel momento, estaba rabioso, pero tremendamente empalmado y cuando te metiste en el baño hice como si acabara de llegar. Tenía la polla como el cirio de un nazareno y estaba deseando follarte, puta….joderte por todas partes como la zorra que eres.”
Cuando acabó de contarme todo lo que había visto, yo me estaba metiendo la polla de Joan por el culo y me hacía un dedo en el coño. Joan jugaba con mis tetas, pellizcándome los pezones mientras me soltaba todo tipo de guarradas e insultos, y hacía que me corriese y mease sobre su vientre.
Desde ese día nuestra vida sexual cambió, vaya si cambió.