Adriana: la dulce enfermera. (Final)
Por fin, Adriana ha tomado una decisión ¿Como se desarrollará ahora su vida?
Capítulo 4
“Cuckolding es un fetiche reciente, en el cual, el hombre obtiene excitación sexual al entregar a su mujer a otro hombre, o simplemente sabiendo que su esposa le es infiel, por lo general es una práctica donde el hombre y la mujer están de acuerdo en permitir que ella se acueste con otros hombres, para excitarse por lo general la mujer le entrega “informes” de cómo fue su relación con el otro hombre, o, en ocasiones el hombre puede ser testigo presencial del acto sexual entre su mujer y su amante.
—No —dijo Raúl en voz alta mirando hacia su entrepierna—no puede ser cierto que esto me provoque una erección cuando tantas otras cosas no podían, es… indignante
“Según los psicólogos, la excitación por este fetiche puede tener varias causas, mientras que para algunos el placer llega de sentirse humillados al ver que otro puede darle el mismo o más placer a su pareja, para otros se trata de sentirse en una posición de poder, convierten a su pareja en un objeto hipersexual deseado por otro o por otros hombres, así, el hombre puede decidir cuándo, cómo y hasta a quien entregar a su pareja, sintiéndose como su propietario”
Esto era sin duda un golpe a la moral de Raúl, nunca había escuchado de este fetiche hasta ahora, menos sabía que el se excitaba por eso, siempre había sentido pavor de que su querida esposa se fijara en otro hombre, ahora se enteraba de que había gente que practicaba la infidelidad como forma de aumentar su propio apetito sexual…
Indignado consigo mismo, pero también con curiosidad entro a la primera pagina de videos pornográficos que encontró y puso el termino en el buscador, para su sorpresa, había más videos de los que imaginaba, puso uno que duraba aproximadamente 10 minutos y se dispuso a verlo.
En el aparecía una mujer siendo cogida de forma bastante ruda por un negro de gran verga mientras su esposo, un tipejo cuatro ojos, debilucho, observaba todo con gran interés, mientras la mujer le decía cosas tipo “estoy disfrutando más con esta verga que con la tuya” y a mitad del video el hombre comenzó a masturbarse viendo como el negro empotraba a su mujer.
Cuando terminó de ver el video se quedó durante unos minutos con la mirada perdida en el techo, era evidente que le excitaba, el bulto en su pantalón así lo demostraba, pero estaba mal, no podía excitarse por fantasear con su esposa siendo follada por otro hombre… no era correcto.
Al cabo de unos minutos se recostó en la cama, aún pensativo, de pronto, contra su voluntad apareció la cara de su amada Adriana en su mente, después su cara sonriente cambió a un rostro jadeante, mientras la imagen se ampliaba en su mente, su imaginación completaba el cuadro pues se imaginaba a su mujer estando manteniendo relaciones con un hombre que no era el, primero era un hombre sin rostro, al cabo de unos momentos el hombre tomó el rostro y cuerpo de su jefe, un hombre bonachón, de buen corazón pero de físico detestable, era un hombre gordo en exceso y feo, al final, su mente transformó a ese hombre en alguien que conocía, un sujeto musculoso, alto y con una cicatriz en el rostro… Roberto, el esposo de su cuñada.
Devastado, sus ojos casi se llenan de lagrimas.
«No» pensó «No debo excitarme pensando en Adriana siendo follada por otro… y menos por mi cuñado, es de la familia, maldición»
Mientras pensaba esto, notó algo raro en su mano derecha, llevó su mano frente a su rostro, sorprendido, vio que lo que había sentido era un liquido blanco, espeso y pegajoso.
Ni siquiera se había dado cuenta de había comenzado a masturbarse…
MIENTRAS TANTO
«Dios mío, necesito sexo»
Ese era el pensamiento de Adriana mientras veía como su cuñado y su sobrino se iban de su casa, los momentos de ser toqueteada por Roberto le habían provocado excitación, había estado excitada todo el día… toda la semana.
Ese roce con su cuñado no había hecho sino confirmarle a su mente lo que su cuerpo ya sabía, necesitaba sexo, mucho había pasado desde que Raúl le había dado lo que necesitaba, ya no podía aguantar más, sabía que, si no sentía una verga dentro de ella pronto, iba a estallar.
«Solo una vez» —Pensó —«Raúl no puede complacerme, así que lo haré solo una vez con alguien más, me quitaré la calentura y volveré a mi vida»
El problema era: ¿Con quién?
Mientras se preparaba para dormir, a su mente llegaron cuatro hombres, los cuatro que habían hecho que estuviera excitada a cada momento.
Adrián: No, imposible, era divertido jugar con el, enseñarle las tetas, incluso dejar que las tocara, pero no, se trataba de su sobrino, no iba a tener sexo con su sobrino.
Roberto: De nuevo, imposible, cierto que desde hace años lo había considerado atractivo y que hace unos momentos la había excitado bastante solo con tocarla, pero era el esposo de su hermana, no podía meterse con él por más que la excitara, no podía hacerle eso a su hermana.
Don Rodrigo: Sin duda el que llevaría la ventaja, era el que más la había excitado, sus juegos en el hospital le encantaban, ya no podía negarlo, el que le tocara el culo, las tetas, bañarlo y al hacerlo sobarle esa portentosa verga que tenía, en circunstancias normales seria el con quien lo haría, es cierto que era viejo, y no demasiado agraciado, además de que tenía modales toscos, pero poco le importaba, lo único que buscaba era un hombre al que le funcionara la verga, y le constaba que a Don Rodrigo le funcionaba, pero claro, no podía hacerlo con él, estaba encamado, su muñeca aún no sanaba del todo, su pierna estaba rota y necesitaba una operación, si quiera intentar tener relaciones sexuales seguro le lastimaría más la pierna en el estado en que se encontraba, además, no podían salir del hospital así que corría demasiado riesgo de que los descubrieran, así que con dolor tuvo que descartarlo.
Doctor Garza: era sin duda con el que menos había tenido contacto estos días, pero era con quien más había coincidido en los últimos años, cierto que nunca se había excitado tanto con el como con los otros, pero era el más seguro, tenía fama de mujeriego, sin embargo, seguía casado, eso demostraba que, o bien era discreto en sus aventuras, o a su esposa le daba igual.
Y lo más importante, le había dado todo ese dinero para que se comprara ropa bonita, sentía la necesidad de devolverle el favor, y de pasó gozar ella.
Así terminó de decidirlo, se acostaría con el doctor Garza, no sabía cómo lo haría, aunque lo más seguro es que no fuera difícil, sabía que ella le gustaba, sabía que la deseaba, solo tenía que provocarlo un poco el día de la cena, no debería ser demasiado difícil.
Pero… ¿Por qué no empezar desde ahora? ¿Por qué esperar?
Con una sonrisa pícara se fue a la cama, y estando ahí tomó su teléfono, adoptando la pose más sensual que pudo, sacó una foto de ella recostada en su cama, debido a la ropa que traía era algo demasiado erótico como para que cualquier hombre se resistiera, sus tetas en esa posición, con esa blusa que uno de los tirantes se había caído dejando entrever un poco más de carne de la necesaria… aun así, se cubrió el rostro la otra mano, no quería tener problemas.
No la envió de inmediato.
—Hola doctor —fue lo que escribió en el mensaje.
Tardó unos segundos en responder, pero lo hizo, obviamente.
—Buenas noches Adriana —respondió el —¿Ocurre algo?
—No, nada, solo estaba pensando en usted —respondió y puso un emoji de un guiño, aunque al instante se arrepintió, no le gustaba usar emojis, le parecía algo infantil y usarlo ahora le hacia sentirse como una muchacha de secundaria tonteando con su primer novio.
—¿Ah sí? ¿Y por qué?
—Pues… —a Adriana se le ocurrió ponerlo a prueba un poco —me estaba probando la ropa que compré gracias a usted para mi esposo, toda la ha gustado hasta ahora.
Esto hizo que el doctor tardara más en responder, durante 5 minutos esperó y cuando ya estaba segura de que no iba a hacerlo y que se había equivocado al escribir eso, su celular vibró.
—¿En serio? ¿Se la mostró a su esposo?
—Si claro, ¿hay algún problema?
—Bueno, ya que la pagó con mi dinero esperaba ser el primero en verla usándola.
—Oh —mientras escribía se le dibujaba una sonrisa en el rostro —Pero aún no le enseñado toda, el vestido que compré para usar en la cena es solo algo para nosotros dos ¿verdad?
De nuevo tardó en responder, aunque Adriana sospechaba que era por otra razón a la de antes.
—Claro, pero ni siquiera yo lo he visto.
—Es una sorpresa doctor, no se impaciente, lo verá en la cena.
—Espero con ganas —respondió el
—Eso es doctor, seguro que nos vamos a divertir muuucho el día de la cena, pero ahora me tengo que ir a dormir doctor, nos vemos mañana.
—Si claro, buenas noches.
Como respuesta, Adriana seleccionó la foto que acababa de tomarse y la envió.
—Buenas noches doctor.
Dejó su teléfono en el buró de al lado de la cama y se giró para dormirse pensando en cosas que una mujer decente no debería pensar.
—Necesito tu ayuda de nuevo —le dijo Adriana a Maria cuando al dia siguiente se encontraron en los vestidores de enfermeras.
—¿Qué pasa? —respondió ella
—Yo… —a Adriana le costaba hablar de lo que había estando pensando —Decidí tomar tu consejo —dijo al fin, sonrojada.
—¿De verdad?
—S…si, pero solo una vez —aclaró Adriana.
—Claro —respondió Maria con una sonrisa en el rostro —y bien ¿Quién será el afortunado?
—Pues… estuve pensando en el Doctor Garza
—Genial —dijo su amiga —creo que es una buena opción, nunca lo eh hecho con el, pero parece que es de los que saben.
—Por eso quería pedirte consejos ¿Qué tengo que hacer? No quiero que piense que soy una puta, y ¿si voy demasiado lejos y resulta que el no quería nada conmigo?
—Amiga, no te aflijas, créeme, él quiere contigo, seguro que cada noche piensa en cómo hacerte suya, ya lo tienes al alcancé de tu mano, solo tienes que tomarlo. —mientras le decía esto le sonreía.
Se acercó a ella mucho, tanto que Adriana creyó que iba a volver a besarla, pero no, en esta ocasión llevó sus manos a sus pechos y con una sonrisa en el rostro, comenzó a desabrochar los botones de la camisa de su uniforme, uno, dos, tres… cuatro botones salieron de su sitio dejando el escote más pronunciado que Adriana había llevado nunca en su vida, por los ojos de Maria seguro que gustosa hubiera desabrochado uno más si no fuera porque eso dejaría las tetas completamente expuestas salvo por el brassiere que llevaba la chica.
—Ve a verlo así —dijo María sonriendo.
—¿Estás loca? —Respondió Adriana sobresaltada —¿Cómo voy a ir por el hospital con las tetas de fuera?
—Tranquila —María se quitó el suéter del uniforme y se lo entregó —Ponte esto solo te lo quitas cuando ya estés dentro de su oficina.
—Pero… ¿No acabo de decirte que no quiero que me tome por puta?
—No lo hará, y menos si antes de salir de su oficina vuelves a abrocharte esos botones y ponerte el suéter.
Adriana no entendía que a que se estaba refiriendo y María viendo la confusión de su amiga le dijo:
—Mira para los hombres todo se trata de su ego, todo para ellos es una competencia, compiten por sus hermanos a ver a quién quieren más sus padres, compiten en la escuela por tener las mejores calificaciones o por ver quién es el más “malote”, llevan la competencia a todos lados, y cada que ganan una competencia, su ego crece, y la mayor competencia para todos los hombres cuando cumplen la edad de interesarse por mujeres es justo esa… las mujeres.
Adriana asintió, notablemente interesada en lo que su amiga le estaba diciendo.
—Independientemente de si el hombre es buena persona o no, de si es guapo o es feo, rico o pobre, todos los hombres compiten entre si (algunos ni siquiera lo saben, lo hacen inconscientemente) por tener a la mejor mujer, la más guapa, la más sexy, la más buena.
—Pero…
—Shh —escucha —Para el Doctor Garza es igual, es una competencia, sus rivales son todos los demás hombres del hospital y el premio por el que compite eres tu, si haces eso, ahorra, si tu entraras enseñando las tetas así como estas ahora y salieras igual, pensaría que eres un premio fácil que anda por ahí dejándose ver ante cualquier hombre, cualquiera de sus rivales, una puta, como tu dijiste, pero, si en cambio ve que solo te muestras así ante el, no creerá que eres una puta, creerá que le estás dando la señal de que el lleva ventaja en esa competición.
—Entiendo —dijo Adriana que nunca había pensado en los hombres como animales, o más bien, como cazadores, pero ahora empezaba a creer que tal vez fueran justo eso.
Se puso el suéter de su amiga y dándole las gracias salió del vestidor y se dirigió a la oficina del doctor.
Nerviosa llegó a la puerta y llamó con 3 golpes fuertes.
—Adelante —dijo la voz del doctor desde dentro.
La mujer entró experimentando una sensación de nervios, pero también un poco de emoción.
—Buenos días doctor —dijo cerrando la puerta detrás de ella.
Al escuchar su voz, el hombre levantó de inmediato la mirada.
—Buenos días Adriana.
Ambos se quedaron mirando sin decir nada hasta que Adriana hablo.
—¿Le molesta si me quitó el suéter? Hace mucho calor.
—No, no me molesta para nada —respondió el sinceramente —aunque yo no tengo calor.
—¿De verdad? ¿no nota el calor que hace aquí?
—Pues lo cierto es que… —el hombre enmudeció cuando Adriana terminó de quitarse el suéter y reveló el escoté tan relevador que llevaba —si.
Adriana le sonrió y puso su mejor cara de inocencia, como si para ella no estuviera pasando nada.
—Y… ¿cómo durmió? —la pregunta la hizo con la intención de que el hombre recordara la foto que le había enviado la noche anterior.
—Eh… —el hombre seguía con la mirada perdida en el escote de Adriana, pero al entender el sentido de la pregunta, se espabiló un poco y respondió:
—Si, gracias.
—Pues yo no —Adriana tomó asiento en el sofá del doctor sin pedir permiso.
—mmm ¿Por qué no? —el doctor dejó su asiento y se sentó a su lado en el sofá.
—No es bonito dormir sola.
—Pero ¿y su esposo?
—Se fue de viaje.
Esto hizo que el doctor dudara.
—¿No había dicho ayer que estaba mostrándole sus ropas nuevas?
Adriana sonrió de oreja a oreja.
—Era una broma doc
—¿Una broma?
—Jaja si —al decir esto dio un saltito en el sofá, haciendo que sus tetas rebotaran —No iba a mostrárselas primero a el que al hombre al que gracias las tengo.
El doctor sonrió ante las palabras de Adriana y sus ojos volvieron a posarse en su escote.
—Dígame doc —prosiguió la enfermera —¿Si yo fuera su mujer, usted me dejaría sola?
Esa pregunta hizo que el doctor la viera a los ojos, sopesando si llevaba segunda intención.
—Claro que no —dijo el doctor con firmeza en la voz.
Adriana sonrió.
—Ya sabía que usted era buen hombre, a mi marido le rogué que no se fuera, pero aun así lo hizo. —mintió
—Pues que idiota —respondió el doctor —un hombre no debería dejar sola a su esposa.
—¿Verdad que no? Eso es lo que yo creo también.
Durante unos segundos se quedaron mirando sin decir nada, para Adriana fue innegable que cierta química había nacido en ella, y más importante que eso, otra cosa… deseo.
—Bueno doctor, tengo que ir a ver al paciente —mientras se despedía, comenzó a abrocharse de nuevo los botones de la camisa, gesto que obviamente no pasó desapercibido para el doctor.
—Si, claro
—Nos vemos mañana —le guiñó un ojo y salió por la puerta.
Al salir se encontró a si misma respirando con dificultad, ¿Cómo era posible que esa simple conversación la pusiera así?
Siguió caminando en dirección a la habitación de don Rodrigo, suspiró pensando en que si las cosas seguían como ayer, el viejo iba a intentar algo, no es que le molestara, a estas alturas, como llevaba toda la semana de excitada, que la manosearan le provocaba todo lo contrario a una molestia.
Lo que si la molestaba era justamente no poder hacer nada con esa excitación, ahora estaba mas que convencida, si por ella fuera, con lo excitada que estaba, entraría en esa habitación, tomaría la enorme verga de don Rodrigo y se la metería hasta el fondo de su vagina.
Para este momento, ya no le avergonzaba aceptar que quería sexo, no le avergonzaba imaginarse a si misma teniendo ese sexo con otro hombre que no fuera su marido, lo que le causaba un poco de dolor en el corazón era que ya había decidió llevar esas fantasías a la realidad, nada de esto hubiera pasado si tan solo Raúl pudiera tener una erección.
—Buenos días don Rodrigo —dijo con una sonrisa al entrar a la habitación.
—Ah, buenos días señorita —respondió el también sonriendo al verla pasar, por su actitud nerviosa era evidente que la estaba esperando. —¿Cómo está hoy?
—Muy bien, gracias ¿y usted?
—Bien, al menos la mano ya no me duele.
Y como si quisiera demostrarlo, en cuanto Adriana se acercó a él para tomarle la medida de glucosa, llevó su mano izquierda directamente a su culo, repitiendo lo hecho el día anterior.
—Me da gusto —dijo Adriana sonriendo al sentir la mano del hombre en su nalga.
Aunque para sorpresa de el, la mujer tomó la mano del viejo con la suya propia y la alejó de su trasero hasta ponerla en la cama de nuevo.
Sacó el glucómetro y las lancetas del bolsillo de su abrigo y sin decir nada le picó en el dedo para sacarle sangre, luego de verificar que el nivel de glucosa era normal así se lo hizo saber al hombre
—Su nivel está normal señor Rodrigo.
El hombre la miraba con ojos de desilusión, no esperaba que ella alejara su mano de su trasero tan rápido, pero la cosa es que Adriana tenia otros planes.
—Lo siento ¿le dolió? —preguntó con un tono de voz como una madre le habla a su hijo para tranquilizarlo. —creo que para calmar el dolor debería poner la mano en algún lugar que no sea tan duro como su cama.
Y acto seguido llevo la mano del viejo directo a su teta derecha, el viejo la miró, esta vez sorprendido primero, pero luego sonrió con lujuria.
Comenzó a manosear la teta con su mano, mientras ella no hacia ningún ademán de querer alejarse.
—Doctora… creo que mi otra mano también me duele. —dijo el hombre aún con la sonrisa lujuriosa en su rostro.
—Ah, pobre hombre —respondió ella también sonriéndole —tendremos que buscarle un lugar también.
Y de nuevo, tomó la otra mano derecha del hombre y a llevó a su otra teta.
Tras esto, el hombre comenzó a manosear de forma indecente las tetas de la doctora por encima de su ropa, lo hacía por momentos fuerte, por otros despacio, las manoseaba a su antojo mientras Adriana no hacia más que mirarlo y gemir un poco.
—Ah… si, creo que así sus manos se curaran más pronto. —dijo cuando ya llevaban unos minutos en esa situación.
—No lo sé doctora, este tratamiento es bueno, pero creo que hay demasiada interferencia.
Obviamente se refería a que quería sentirlas directamente, sin el uniforme que estorbara.
Adriana se lo pensó, era demasiado arriesgado quedarse con las tetas al aire, por otra parte… la situación la ponía caliente, aunque después de mucho esfuerzo logró serenarse un poco, tenia una idea…
—Sabe señor, creo que a mi mano le pasa lo contrario que a la suya, está entumecida, necesita estar en algún lugar duro para mejorarse.
Con esas palabras, viéndolo a los ojos llevó su mano derecha hacia la verga del viejo que la miraba sonriendo.
—Si, creo que aquí estará bien —dijo Adriana cuando su mano se posó en la erecta verga del viejo por encima de su bata.
Mientras le hombre masajeaba las tetas de Adriana, ella hacía lo propio, sobaba la verga del viejo por encima de la bata de forma bastante energética.
Estaba dura, muy dura, aún antes de su impotencia, a Raúl nunca se le había parado tanto, y era grande, lo sabía pues no era la primera vez que la tenía entre manos, pero cada vez que la veía o sentía se convencía más de que un tamaño así no era normal.
—¿Y su esposo? —esa pregunta del viejo la sacó de ensimismamiento.
—¿Perdón?
—Usted me dijo que era una mujer casada.
—Así es.
—Pues me preguntaba, ¿qué clase de estúpido es su esposo si no mantiene satisfecha a una hembra como usted?
Esa pregunta hizo mella en Adriana quien de inmediato quitó la mano del miembro duro del viejo, la miró sorprendido y luego temeroso, temeroso de que al hacer esa pregunta hubiera echado a perder su gran oportunidad.
—Mi esposo no es ningún estúpido —dijo ella un poco molesta —no es que no quiera complacerme —ahora el tonó de voz se tornó más bien melancólico —es que… no puede.
Sin entender muy bien porqué le había dicho la verdad a un hombre que no conocía de nada Adriana se sobresaltó, pero al percatarse de que había dejado que ese mismo hombre la toqueteara en el culo y las tetas, que le había hecho una paja, se dio cuenta de que contarle un poco de su vida privada era una nimiedad comparada.
El viejo obviamente no se esperaba esa reacción de la mujer, hay que aclarar que el hombre, pesé a ser de modales bruscos en ocasiones, no era mala persona y aún con su lujuria y su deseo desbordándose cada vez que miraba a esa hembra, lo último que quería era hacerla sentir mal.
—Ah, lo siento —respondió mirando los ojos melancólicos de ella —Debe ser difícil para el tener ese…problema.
Adriana lo volvió a mirar y esta vez compuso una sonrisa.
—Sí, no es fácil para el… ni para mí.
El viejo de inmediato comprendió, esa mujer estaba insatisfecha no porque su marido no quisiera atenderla, sino porque no se le paraba la verga, es por eso que se comportaba así, estaba en celo, quería una verga, quería la de su marido, pero al no poder tenerla, buscaría otra, sobra decir que el viejo quería que fuera la suya.
—Anímese señorita, ya verá como ese problema luego pasa.
—¿Usted cree? —en ese momento Adriana se dio cuenta de que en ningún momento el viejo había separado las manos de su cuerpo, de hecho, la mano derecha ya no estaba en sus tetas si no que la había llevado de nuevo a su culo.
—Sí, ¿su marido es tan joven como usted?
—Si —respondió ella —eso es lo que me preocupa, debería ser, al contrario, debería tener muchísima vitalidad.
—Bueno, no soy doctor ni sé nada del cuerpo, pero cuando yo era joven, tenía unos 33 años también pasé un tiempo que la verga no se paraba.
—¿De verdad?
—Así es, pero lo solucioné y míreme ahora, dura como una roca.
Llevó su mirada al bulto que se le marcaba en su propia entrepierna, Adriana hizo lo mismo.
—Si, como una roca —dijo sin pensar.
—Y ahora usted, como es normal busca alguien que la complazca mientras su marido no puede, eso es normal.
—No creo que sea nada normal lo que estoy haciendo.
Sin embargo, la sonrisa traviesa volvió a su rostro y su mano regresó al bulto del señor Rodrigo.
—Bueno… mientras su marido no se enteré.
—Así es —dijo ella —ojos que no ven…
Siguieron manoseándose el uno al otro durante otro par de minutos hasta que Adriana se detuvo.
—Bueno señor, ahora que lo pienso… ¿no quiere bañarse?
En ese momento, era lo que menos le apetecía hacer al señor, pero al ver la mirada de Adriana intuyó que probablemente estuviera pensando en algo.
—Mmm creo que si, ayer no me bañaron.
—Okey, entonces déjeme ir a buscar a alguien que me ayude a subirlo a la silla de ruedas.
Así lo hizo, dejando solo al viejo en su cama que tuvo la tentación de comenzar a jalarse la verga para terminar con su calentura, pero obviamente se contuvo, quería ver que iba a pasar con la hermosa enfermera, solo esperaba que su erección no fuera vista por quien sea que viniera a subirlo a la silla.
Adriana había calculado la situación de la erección de don Rodrigo así que intencionadamente se tomó 15 minutos de descanso antes de decirle a uno de sus compañeros varones que le ayudara.
Cuando volvió pudo percibir un poco de impaciencia en el viejo, pero al llevar su vista a la entrepierna pudo confirmar que la erección había pasado.
El enfermero lo subió con cuidado a la silla de ruedas y lo llevó hasta el baño, donde Adriana le agradeció por la ayuda y al cabo de unos instantes el enfermero abandonó la habitación.
Cuando se quedaron solos, Adriana sonrió.
—¿Está listo?
—Si —respondió el hombre mirándola desde su silla expectante.
Adriana abrió la llave de la regadera y comenzó a templar el agua hasta estar lo suficientemente cómoda para darse un baño, movió la silla para que el agua comenzara a caer sobre el hombre y comenzó a enjuagar la cabeza con shampoo.
Cuando terminó y estaba por comenzar a enjabonar el cuerpo del hombre, lo miró y con su ya característica sonrisa pícara le preguntó:
—Señor, ¿le molesta si me quito esto para no mojar el uniforme?
Mientras decía esto señalo su camisa.
El hombre perplejo no dijo nada durante unos segundos imaginándose lo que estaba a punto de ver.
—No no, adelante —fue todo lo que alcanzó a decir.
Adriana comenzó a desabrocharse de forma muy sexy cada botón de su camisa hasta quitársela por completo
Para el viejo, era un espectáculo sublime, las firmes carde de la enfermera hicieron acto de presencia ante su mirada estupefacta.
—Mucho mejor —dijo ella al quedarse con las tetas al aire enfrente de su paciente.
El hombre no sabía qué hacer, se limitaba a mantener su vista en las tetas que desde que había entrado al hospital había soñado con ver.
Quería tocarlas, pero no se atrevía ¿y si se enfadaba?, pero luego de pensarlo mejor se le ocurrió: ¿Por qué se iba a quedar desnuda de cintura para arriba frente a el si no quisiera que se las tocaran?
Así que lo hizo, llevó ambas manos a poseer cada teta de la hermosa enfermera quien no se quejó, de hecho, le sonrió de nuevo.
Mientras la mujer enjabonada cada parte de su cuerpo, el viejo manoseaba esas tetas tan deseadas por el.
Pero las sorpresas para el viejo no iban a acabar ahí.
Luego de un rato en que la mujer sin decir nada continuaba lavándolo, llegó a la parte que más esperaba, la entrepierna, la verga del hombre, esta vez sin mostrar ningún tapujo, llevó su mano directamente a la verga del viejo quien se sobresaltó y miró a la mujer.
—Creo que hay que tener especial atención en esta parte —dijo la mujer, quien, sorprendiendo de nuevo al viejo, se arrodilló frente a él.
En esta posición, su rostro quedaba exactamente a la altura de el del viejo, pero era mucho más fácil para ella concentrarse en la verga del hombre sin tener que encorvarse.
El hombre aprovechó para volver a llevar sus manos a las tetas de la mujer y continuar manoseándola.
Pero volvió a sobresaltarse cuando descaradamente Adriana comenzó a masturbarlo.
La mano de la joven enfermera empezó el movimiento característico de una buena paja mientras el hombre aún sorprendido seguía manoseándole las tetas.
La mujer lo miraba directamente a los ojos con una sonrisa.
—¿Se siente bien? —preguntó al cabo de unos segundos.
—S… si, mucho.
Adriana volvió a sonreír y siguió con su labor.
El hombre llevó la vista de los ojos de la mujer a sus labios y en su rostro se reflejó un deseo.
—¿Qué pasa? —preguntó Adriana.
—Nada… es solo que, se me ocurrió algo.
—¿De qué se trata? —no dejó en ningún momento de jugar con el miembro erecto del viejo.
—No quiero que se moleste si se lo pido.
—Señor, a veces, un hombre solo tiene que pedir. —respondió ella sonriendo.
—Está bien —dijo el no del todo convencido —Podría… ¿podría usted mamarme la verga?
Adriana soltó una carcajada.
—Hay señor, planeaba hacerlo sin que me lo pidiera.
Estas palabras sorprendieron a Rodrigo, pero mayor fue su sorpresa cuando Adriana encorvó su espalda y dirigió su rostro a su entrepierna.
Sin detenerse en preámbulos, se metió la gran verga en su boca, pero era tan grande que no podía metérsela toda sin esforzarse así que en primera instancia solo se introdujo la mitad de esa herramienta que inconscientemente la había cautivado desde el primer día que la vio.
—Ah… señorita —dijo entre balbuceos el viejo que por fin estaba obteniendo lo que había buscado desde el primer día en el hospital.
Adriana ni siquiera se enteró de que el viejo había dicho algo, tampoco se enteró de que había vuelto a llevar sus manos a sus tetas y las estaba manoseando de nuevo.
Por su mente en ese momento solo pasaba el hecho de que estaba chupando la verga de alguien que no era su marido, pero no sentía remordimiento, al menos no en ese momento, tal vez lo sentiría después, pero ahora, con ese pedazo de carne en la boca lo que mas quería era seguirlo saboreando.
La verga entraba y salía de su boca, no era una mamada lo que le estaba dando, en realidad era una follada de boca, ella movia hacia atrás y adelante su cabeza recibiendo en su boca la verga erecta de ese hombre, como si estuviera recibiendo en su vagina embestidas del miembro de algún hombre.
Al cabo de unos minutos ese movimiento la cansó, así que decidió concentrarse mas en chupar la verga de verdad.
Primero comenzó recorriendo de arriba abajo durante varias ocasiones el erecto falo con su lengua, desde la cabeza del pene, hasta la base del mismo, lo lamia como cual niña lame una paleta demasiado grande como para metérsela en la boca y chuparla entera.
Lamia ese falo como si vida dependiera de ello, se detenía y daba tiernos veces a la cabeza de vez en cuando, lo que hacía que el viejo se estremeciera.
Pero al final, decidió comenzar a metérsela de nuevo en la boca, esta vez más que antes, con mucho esfuerzo, al final logró tenerla casi toda dentro, pero cuando la punta tocó su garganta sintió arcadas y tosiendo se la sacó la boca con rapidez.
—Vaya —dijo al fin, mirando al hombre con una sonrisa —es demasiado grande para mi boca.
El hombre no dijo nada, se limitó a mirarla nervioso.
La mujer sin embargo, no iba a dejar que eso la detuviera así que volvió a metérsela en la boca lo más que pudo y una vez dentro, comenzó a mover su lengua alrededor de ella, haciendo temblar al viejo.
Siguió con su labor como poseída, lo hacía despacio, lo hacía fuerte, los sonidos de su boca tragándose la verga del viejo inundaron el baño incluso con el agua cayendo se podía escuchar.
Al cabo de unos minutos, el viajo ya no pudo aguantar más.
—Señorita ya…
Al oír estas palabras, Adriana sacó rápidamente la verga de su boca, nunca había dejado que Raúl terminara en su boca, y esta vez tampoco sería diferente.
Aun así, a los pocos segundos de sacársela, la verga del viejo comenzó a palpitar hasta que comenzó a disparar chorros de semen, cayendo sobre la cara y los pechos de Adriana mientras el viejo arqueaba la espalda en la silla de ruedas.
—Caray, soltó bastante —dijo sonriendo la mujer mientras intentaba limpiarse con la mano el reguero de semen en su cuerpo.
—Señorita… eso fue… —el hombre jadeaba sin poder terminar una frase.
—Lo sé —dijo ella poniéndose de pie —de nada.
Luego se giró en dirección de la regadera dejando a la altura del hombre su trasero, debido a que el pantalón había terminado completamente empapado pues el agua de la ducha había caído directamente sobre su espalda mientras estaba arrodillada, se le había pegado completamente al cuerpo marcando sus redondas nalgas y dejando ver su ropa interior.
El hombre ante esto no dudó ni un segundo en apoderarse de el con sus manos, mientras, la mujer sin decir nada comenzó a usar el agua de la ducha para limpiarse todo el semen que le había caído encima.
Cuando terminó cerró las llaves de la ducha, sin decir palabra se alejó del viejo y salió del baño dejando al viejo solo.
Tardó unos minutos en regresar, lo que hizo pensar al viejo que lo había abandonado ahí.
Pero cuando lo hizo comprendió, regresó completamente vestida, con una camisa y pantalón limpios y secos.
Sorprendido, el hombre miró a la esquina del baño donde la camisa de la mujer aún estaba donde la había dejado.
—Es el repuesto —dijo la enfermera sonriendo al ver el rostro de sorpresa del viejo —y mire…
Comenzó de nuevo a desabotonarse la camisa, el hombre creyó que de nuevo iba a volver esas tetas que lo enloquecían, pero en su lugar se encontró con un sujetador.
—Ahora si me puse.
El hombre se carcajeo, la razón, la mujer había comenzado a reír, su cara risueña le causaba al viejo por alguna razón, gran satisfacción el poder observarla, desde que la conocía, por más que se mostrara amable y juguetona era evidente que algo le faltaba, tenia una mirada perdida, pero en este momento de cierta manera había sido reemplazada por una risueña cara.
Aun así, el hombre a estas alturas sabía perfectamente que no estaba satisfecha, para complacerla totalmente, era necesario, a estas alturas, tener sexo con ella.
Le gustaría por supuesto ser el quien le quitara la calentura que la mujer mostraba, pero la mirada de ella le hacía saber que no era posible, envidió y maldijo al esposo de la mujer.
Después de eso, Adriana sacó del baño al hombre y lo vistió, para luego, con ayuda del enfermero de antes, volverlo a subir a la cama.
Al finalizar, salió por la puerta y no volvió ese día.
MAS TARDE:
Roberto estaba en el lugar donde su amigo Raúl lo había citado, era una especie de cantina de mala muerte a la que al parecer Raúl iba cuando era joven.
No sabía para que lo había llamado, pero estaba nervioso, esperaba que Adriana no le hubiera dicho que la había toqueteado, Raúl era más joven que él, y más débil, no le daba miedo enfrentarse a el si era a golpes, pero claro, Raúl conocía a gente poderosa por su trabajo, además, si esto llegaba a oídos de su esposa, Erika, su vida estaba acabada, amaba a su esposa, amaba a su hijo… pero la hermana menor de ella, Adriana, su cuñada, era demasiada tentación, siempre había sentido mucho deseo por ella, por eso había hecho lo que había hecho el día anterior, sobre todo sabiendo que ella lo había provocado en cierto modo… además, no lo había detenido.
—Hola Roberto —dijo una voz a sus espaldas.
Mientras estaba pensando en lo anterior, Raúl había llegado, parecía algo perturbado, Roberto se temió lo peor.
—Hola Raúl, ¿Qué te pasa hombre?
—Primero… tomemos algo
Roberto asintió al ver que se sentaba tan cabizbajo en la silla al lado de el.
Ambos ordenaron cerveza y unos minutos después, sin hablar siquiera, mientras Roberto estaba con la primera, Raúl ya iba por la tercera.
—Oye, tranquilo hombre, ¿se puede saber que te pasa? —preguntó Roberto dándole un trago a su cerveza, nervioso, muy nervioso.
Para su sorpresa, Raúl comenzó a llorar.
—Soy un monstruo —dijo al fin.
—Hey ¿pero de que hablas hombre? —Roberto ahora ya no entendía nada.
Raúl continuó llorando, sin decir nada, tomando cerveza y con la cabeza viendo al piso.
—T…tengo que pedirte un favor. —dijo después de un buen rato.
—Claro hombre, lo que quieras —respondió Roberto, ahora genuinamente preocupado por su amigo.
—No hay forma de suavizar lo que quiero pedirte así que simplemente lo diré, tú… ¿tendrías sexo con mi esposa?
Esas palabras fueron como un shock para Roberto, por un momento creyó no haber escuchado bien.
—Jajaja perdona, no escuché bien, debe ser la cerveza, ¿Qué dijiste?
—Por favor… no me hagas repetirlo.
—Pero…
—Yo sé que es algo raro, loco, enfermo de pedirle a un amigo, pero escúchame…
Raúl comenzó a contar lo que había descubierto el día anterior navegando por internet y como este mismo dia se lo había pasado pensando en eso, tanto que cuando finalmente se convenció decidió hacer un viaje rápido de vuelta a la ciudad para hablar con el.
Mientras escuchaba, Roberto experimentó muchas sensaciones diferentes.
Sorpresa primero, no sabía que un hombre joven pudiera tener disfunción eréctil, desde luego a el nunca le había pasado y esperaba que nunca le pasara, asco después, ¿como era posible que un hombre se excitara porque otro se acostara con su mujer?
Pero al final, la sensación que abordó más a Roberto fue la emoción, el que el esposo de la mujer que llevaba años deseando, viniera y le pidiera que se acostara con ella era como un sueño hecho realidad.
—Por eso… porque no tengo a nadie más en quien confié para eso, decidí pedírtelo a ti. —terminó Raúl de contar su pequeña historia.
—Ya veo —dijo Roberto intentando esconder su emoción —Mira, la verdad es que no comprendo del todo este… fetiche, tuyo, pero no soy quien para juzgar ni lo intento.
Raúl asintió en agradecimiento.
—Pero —continuó Roberto —no creo que pueda hacer esto, soy un hombre casado, tengo un hijo, no quiero traicionar a mi familia así
—Claro, lo entiendo —dijo Raúl decepcionado.
Sin embargo, Roberto no iba a dejar que terminara así, claro que quería hacer suya a Adriana al menos una vez, pero no iba a darle a Raúl la imagen de que llevaba esperando eso mucho tiempo.
—Además —añadió Roberto —el que tú quieras eso, no significa que Adriana también lo quiera.
—Cierto, no lo había pensado… ella me ama, no creo que haya modo de convencerla.
Joder, ¿hasta qué punto era patético ese hombre?
Roberto sabía por lo que había pasado el día anterior, que Adriana estaba buscando guerra, y ahora sabía por qué, la falta de sexo con Raúl la tenía así, solo era cuestión de que alguien aprovechara.
—Mira —dijo Roberto —Eres mi amigo, y si puedo ayudarte en lo que sea, lo intentaré al menos, pero esto… es algo difícil de pedirle a alguien, tu esposa es muy bella, pero no quiero intentar nada con ella porque justamente su hermana es mi esposa.
Raúl no dijo nada.
—Está bien —volvió a decir Roberto suspirando, desesperado ante la patética imagen del hombre que tenia frente a el —Lo intentaré… pero, si esto no resulta, quiero que tu intercedas por mi ante Erika, le dirás que fue una idea tuya porque querías saber si Adriana te era fiel y que yo solo la seducia para comprobarlo, que en ningún momento tuve intención de acostarme con ella.
Los ojos de Raúl brillaron.
—Si, claro que si, no te preocupes, le diré lo que tu quieras a tu esposa si sale la cosa mal.
—Bueno, entonces lo intentaré.
—Una cosa más —dijo Raúl.
—Podrías… ¿podrías grabarlo?
Eso si que Roberto no se lo esperaba.
—¿Qué?
—Bueno, quiero verlo
—Pero eso es muy peligroso, si lo grabo y el video llega a manos de Erika me mata.
—No te preocupes —se apresuró a decir Raúl —solo yo tendría la copia, no se la mostraré a nadie, lo juro.
—Está bien —de nuevo Roberto suspiró —espero que no me destruyas la vida por tus locuras.
MIENTRAS TANTO:
—Vaya —dijo Adriana mirando el examen que tenía ante ella —Así que lo lograste.
Su sobrino estaba expectante, estaban ambos en la habitación de este, la puerta cerrada con seguro, aunque ni su padre ni su madre estaban, no quería que nadie los descubriera.
El examen tenia escrito con tinta roja en grande un 9 que había hecho saltar de alegría a Adrián cuando lo recibió unas horas después de haberlo presentado.
—Así que… ¿puedo?
Fue todo lo que su tímida voz alcanzó a decir.
—Está bien —dijo Adriana sonriendo
Y comenzó a quitarse la blusa y después el sujetador, quedando, una vez, con las tetas al aire frente a su sobrino.
El muchacho se acercó poco a poco hasta la cama, donde su querida tía estaba sentada con las tetas preparadas para que el comenzara a jugar con ellas.
Era la primera vez que iba a tocar a una mujer, así que estaba muy nervioso, ni siquiera la cálida sonrisa de Adriana calmaba sus nervios.
—Adelante —dijo Adriana mirándolo a los ojos —nunca hagas esperar demasiado a una dama.
Ante estas palabras, el joven Adrián se decidió a hacerlo por fin, llevó su mano derecha a la teta derecha de su tía, quien inmediatamente soltó un gritito, lo que causó que Adrián la mirara asustado por si le había causado daño.
—Estás frio —dijo ella sin perder la sonrisa —continua.
El muchacho así lo hizo, por su mente pasaban muchas cosas, había visto muchos videos porno donde los hombres se lanzaban de inmediato a devorar los pezones de las mujeres, o manoseaban las tetas con fuerza incluso dándole una especie de cachetada de vez en cuando.
Él quería chupar los pezones de su tía, tal vez era extraño, pero era algo que había querido intentar desde la primera vez que había visto un video porno donde se hacía eso, y desde que su tía le mostró las tetas por primera vez se le antojó hacerlo con ella.
Pero, no quería asustarla, no quería ser rudo ahora, no quería que ella pensara que era algún pervertido, no, lo que quería ahora era disfrutar este momento, no sabía si se iba a repetir.
Entonces, llevó su otra mano a la otra teta de Adriana, y con mucho cuidado comenzó a apretar ambas tetas, despacio primero, luego añadió un poco más de fuerza, pero no demasiada.
Mientras Adrián jugaba con sus tetas como un niño que acaba de recibir un juguete nuevo que llevaba mucho tiempo esperando y no lo quiere romper, Adriana lo observaba, sentía ternura por él, era un muchacho tímido incluso en esta situación.
También era bastante lindo, se notaba en su rostro que quería apretarlas, manosearlas con mas fuerza, pero no lo hacía, conociéndolo, seguramente se debía a que no quería lastimarla, sin duda, de todos los hombres con los que se había visto involucrada estos días, su sobrino era el único que se preocuparía de verdad por ella.
Pensó en decirle que lo hiciera más rápido, como el quisiera, pero después de como las había manoseado el señor Rodrigo los últimos días, lo cierto es que sentía alivio sentir que más que manosearlas, las estaba masajeando.
Pero había algo que podía dejar que hiciera…
—¿Quieres chuparlas? —preguntó de pronto, haciendo que Adrián la mirara con asombro.
—¿Eh? —la cara de sorpresa del joven era verdaderamente un deleite para ella —¿Puedo?
—Puedes —respondió ella con una sonrisa —siempre y cuando lo hagas despacio.
Sin decir otra cosa, Adrián acercó su boca al pezón de la teta derecha y luego de meditarlo por unos segundos, se lo llevó a la boca.
Adriana sintió un toque de calor por la respiración del muchacho y luego sintió una repentina y sorprendente ola de placer cuando el joven se la metió a la boca.
No se imaginaba que su cuerpo reaccionaría de esa manera, con solo meter el pezón en su boca, había conseguido que Adriana se mojara bastante.
Llevó sus manos a la cabeza del joven, empujando desde la nuca para que no se separa de ella.
El joven chupaba el pezón con la gracia que solo un inexperto puede tener, pasaba su lengua por el cómo había visto en las películas porno, pero no tenía practica y no sabía si lo estaba haciendo bien.
Mientras la mujer disfrutaba de una buena chupada de tetas, y el joven se excitaba más y más por lo que estaba pasando, el ruido de alguien llamando a la puerta de su habitación los sobresaltó a ambos.
—Hijo ya volví, ¿estás ahí?
Ninguno de los dos supo que hacer, Adriana estaba asustado, no habían escuchado la puerta de la calle abriéndose ni a nadie subir las escaleras.
—Respóndele —susurró la mujer a su sobrino.
—S… si papá, estoy estudiando.
—Ah, bien… ¿Está tu tía también?
—Si Roberto, aquí estoy.
—Bien, pues los dejo tranquilos, estudien con ganas.
Después oyeron los pasos alejándose y Adriana suspiró de alivió, aún tenía las tetas al aire y la derecha estaba llena de la saliva de su sobrino.
Pero ahora que no estaban solos era demasiado peligroso continuar, así que aún contra su voluntad, se puso de pie.
—Tengo que irme —dijo cuándo se levantó, tomando su sujetador de la cama.
En el rostro del joven se dibujó la desilusión, algo que no pasó desapercibido para Adriana.
—No estés triste cielo, lo hiciste bien en el examen, si sigues así no tendrás que preocuparte ni por tus exámenes finales, ni por el examen de admisión a la universidad.
—Si supongo… pero yo…
Adriana sabía bien lo que quería, y su instinto de tia sobreprotectora la atacó de nuevo, nunca había podido negarle nada después de todo.
—Toma —dijo extendiendo su mano con el sujetador en ella —es un regalo.
El muchacho lo tomó con sorpresa.
—Te lo doy para que hagas… las cosas que los jóvenes suelen hacer jaja.
La sonrisa de Adriana reconfortó un poco al joven, que además estaba bastante sorprendido de que su tía le dijera que podía masturbarse con su sujetador.
—Además —continuó la mujer —podemos continuar donde nos quedamos en otra ocasión.
Eso fue lo último que dijo, se puso la blusa y salió de la habitación rumbo a la sala, dejando a Adrián anonadado.
En la sala, estaba Roberto sentado en el sofá.
—Buenas noches Adriana ¿ya terminaron?
—Si, hoy solo venia a ver el resultado del examen.
Roberto se limitó a asentir, se notaba nervioso, Adriana lo achacó a lo que había pasado la noche anterior.
—Por cierto —dijo ella recordando de pronto —mañana no vendré, ¿puedes decirle a Adrian? Yo lo olvidé
—Claro, ¿se puede saber porque no vendrás?
—Mañana es la cena de aniversario del hospital, es obligatorio asistir.
En realidad no era obligatorio, pero no iba a decirle eso a el.
—Ok está bien.
—Bueno, nos vemos después —se despidió Adriana.
—Espera —la voz de Roberto se escuchó sorpresivamente gruesa.
—¿Quieres que te lleve a casa? Ya es tarde y me sentiría mal si te dejo ir sola.
—Claro, gracias.
Adriana sonrió aceptando su propuesta, sabía que muy probablemente tenia dobles intenciones, pero estaba muy cansada, no le apetecía caminar hasta la estación del metro y luego hasta su casa.
Para su sorpresa, Roberto no dijo nada en todo el viaje, se le notaba nervioso, tal vez demasiado…
Pero el momento que cambió para siempre la relación entre ellos ocurrió cuando llegaron a la casa.
Adriana estaba cansada, no quería hacer nada más que acostarse, así que se bajó del auto agradeciendo a Roberto, pero sin invitarlo a subir a su casa para tomar algo como normalmente haría con un amigo.
Para su sorpresa, aún sin invitación Roberto bajó del auto y la siguió, ella no dijo nada.
Pero su mayor sorpresa fue cuando al cruzar el umbral de la puerta de su casa.
Él la tomó por la cintura con violencia ya empujó contra la pared.
—Roberto, espera… me lastimas —dijo sinceramente pues el golpe contra la pared le había dolido de verdad.
—Escúchame bien, siempre he deseado hacerte mía, después de lo de ayer pude comprobar que no eres más que una zorra buscando sexo, así que me he decidido, voy a follarte.
Adriana se asustó, es cierto que de alguna forma eso era justo lo que ella quería, pero lo que no quería era ser violada, no por su propio cuñado, ella no quería acostarse con el justo en ese momento, quería decidir con quién iba a ser infiel a su marido y cuando.
Pero, al verlo a los ojos, con alivio pudo comprobar que no mostraban la frialdad propia de un violador, si ella se negaba, él no le haría nada, pero no fue una negativa lo que salió de su boca.
—De acuerdo… follame.
Roberto le plantó un beso de repente, fue sorpresivo para ella, pero de inmediato lo correspondió, no era como los besos cursis que se daba con su esposo, en esta ocasión la lengua de Roberto se apoderó de la suya inmediatamente, jugando en el interior de su boca.
Mientras, Roberto aprovechó para llevar su mano izquierda a al trasero de la mujer y comenzar a sobarlo, mientras, con la derecha comenzó a sobar la parte interior del muslo de la mujer, que seguía con los ojos cerrados atrapada contra la pared.
Sintió la mano de su cuñado en su muslo y soltó un suspiro, pero se sobresaltó cuando dicha mano comenzó a ascender por su pierna rápidamente hasta llegar a su vagina, por encima de su pantalón Roberto había comenzad a manosear su vagina.
Adriana abrió los ojos bruscamente buscando los de Roberto, aunque fuera por encima de la ropa, era la primera persona aparte de Raúl que le tocaba ahí, aun cuando su cuerpo lo pidiera, su mente parecía rechazar la idea todavía.
—Espera… —dijo empujando a Roberto lejos de ella —Yo, no… no estoy lista.
Notó que en lugar de decir que no podía o no quería, dijo que no estaba lista y era verdad, quería hacerlo, pero aún no se sentía preparada.
—No te preocupes zorra —al escuchar que la llamara así, Adriana se sobresaltó un poco más —De cualquier forma, no te iba a follar hoy, tengo que hacer algunos preparativos.
—¿Preparativos? —preguntó Adriana sorprendida.
—S…si, el domingo, quiero que vayas a mi casa, cancelaré la fiesta con mis amigos y estaremos solos tu y yo, te voy a hacer mia en la misma cama en que se lo hago a tu hermana.
La sonrisa de triunfo que Roberto le dedicó fue como choques eléctricos para Adriana que se estremeció.
Roberto se acercó y le dio un beso rápido en los labios sin que ella pudiera (o quisiera) resistirse y se marchó sin decir nada dejando a Adriana con la respiración cortada y con su vagina muy mojada.
«¿Pero que estoy haciendo?» pensaba Adriana minutos más tarde en su cama ya lista para dormir.
«Soy una mujer casada, no puedo hacer esto… pero», pero la falta de sexo era demasiado para ella, nunca hubiera llegado a pensar que no tener relaciones la haría cambiar tanto, había hecho cosas de las que su yo de hace unas semanas se sentiría avergonzada, en cambio, su yo actual lo disfrutaba y deseaba más…
«Raúl debe estar sufriendo más que yo» siguió pensando, «Por eso, solo una vez, solo lo haré una vez, tengo que… quitarme esta calentura»
Con esos pensamientos, se durmió.
Al día siguiente, estando frente a la puerta de la oficina del doctor Garza miraba a todos lados esperando que nadie la viera entrar, no es que fuera a hacer nada malo, pero estaba nerviosa.
Se había decidido a hablarle de algo al doctor, ese dia era la cena del hospital, pero ella ya no estaba tan segura de querer ir…
—Adelante —dijo el doctor cuando ella llamó a la puerta.
La mujer así lo hizo, al entrar vio al hombre quien esta vez no estaba sentado, si no de pie cerca de su escritorio.
—Buenos días —dijo el sonriendo al verla.
—Buenos días Doctor.
El hombre notó que algo pasaba por el lenguaje corporal de la mujer.
—¿Pasa algo?
—B…bueno, quería hablar con usted, sobre lo de esta noche.
Al escuchar esto, el doctor temió que la mujer fuera a cancelar su cita, una cita que el llevaba deseando desde que la vio, además de que ya le había costado mucho dinero, no quería que lo cancelara solo porque le había dado un ataque de remordimiento.
—Claro, dígame —respondió tragándose el coraje.
—¿Es obligatorio asistir a la cena del hospital?
—¿Eh?... no, bueno, en mi caso sí, pero para las enfermeras no es obligatorio, pero obviamente no se espera que nadie falte ¿Por qué?
—Ya veo, bueno, lo que pasa es que esperaba que usted y yo, pudiéramos ir a algún otro sitio… nosotros solos.
El hombre tragó saliva, de entre todas las cosas, esta era sin duda la que menos se esperaba que le dijera, pero al mismo tiempo, la idea de estar ellos solos lo emocionó.
—¿Solos? ¿pero a dónde quiere ir?
—Pues, no lo sé —dijo acercándose al hasta el punto de poner su mano sobre su pecho —cualquier lugar está bien, pero, no quiero que la demás gente del hospital me vea usando el vestido que me compré para usted.
Ante estas palabras, el doctor tragó saliva sorprendido, llevaba el último par de años este momento.
—Claro, por mí no hay ningún problema, podemos ir a otro lado.
Adriana sonrió.
—Gracias doctor.
Y en un acto que sorprendió hasta a la propia Adriana, se acercó a la boca del doctor, rodeada por toda esa barba y le dio un pequeño beso en los labios.
—Entonces, lo dejaré a usted que decida, pero tendrá que pasar por mí a mi casa, le enviaré la dirección en un mensaje.
Y salió sin decir ni hace nada más, dejando al doctor de pie sorprendido, por unos instantes, se sintió como si fuera un niño que acaba de conseguir que sus padres le regalen el juguete que lleva tanto tiempo deseando.
Finalmente logró calmar sus emociones, y sonriendo, volvió al trabajo, hoy era necesario terminar temprano.
Ese día Adriana atendió al señor Rodrigo de manera indiferente, negándose a cualquier avance que el viejo intentó, le dolió en cierta forma ver la mirada de desilusión del viejo cuando abandonó la habitación luego de darle los medicamentos, pero ese día no podía entretenerse, sabia bien, su cuerpo le decía que si volvía a caer en el juego del viejo no se podría contener, y no quería arriesgarse a lastimarlo haciendo alguna locura.
Unas horas mas tarde…
Nerviosa, Adriana salió del baño luego de haberse dado una ducha, estaba nerviosa porque ese dia, al fin iba a cumplir con lo que su cuerpo llevaba meses pidiéndole, desnuda, se miró al espejo, si, sin duda tenia un gran cuerpo, no era de extrañar que tanta gente lo deseara.
Se miró a los ojos en el espejo, para su sorpresa, no encontró reproche en ellos, lo que iba a hacer no era normal, una mujer casada no debería hacer esas cosas que estaba pensando hacer.
Pero su mente al parecer ya había dejado de luchar, sus instintos habían ganado, no había duda de ello.
Comenzó a vestirse, primero, una tanga negra, de encaje que apenas si le cubría un poco de piel, luego subió para ponerse el sujetador, negro también, hacia juego perfecto con la tanga, se miró de nuevo al espejo, sin duda se vería condenadamente sexy, pero faltaba el vestido, era el que había elegido el día de las compras, el único del que no le había enviado fotos al doctor.
Era un vestido liso, de color blanco que le quedaba pegado al cuerpo como si fuera otra capa de piel, resaltando su cintura y si era posible, aún más sus tetas, tenía un escote bastante amplio, que al mirarse en el espejo hizo que se diera cuenta que el brassiere se le veía bastante, así que suspirando, optó por desnudarse de nuevo y quitárselo.
Sin el brassiere, lo cierto es que quedaba mucho mejor, el escote dejaba entrever sus tetas desnudas un poco, se reprimió por haber olvidado que además el vestido no tenia espalda, así que de cualquier manera el sujetador se le hubiera visto y no quedaría bien, era uno de esos vestidos que en lugar de mangas tenían solo unos tirantes que iban de la parte del pecho para anudarse en la parte posterior del cuello, así que se los anudó lo más ajustado posible haciendo que sus pechos quedaran presionados contra la tela del vestido, asegurándose así que no fueran a salirse por ningún accidente.
Además, aunque era un vestido largo que prácticamente llegaba al suelo, tenía en la pierna derecha la razón de porque había elegido ese vestido, una abertura en la pierna tan larga que casi llegaba hasta su cintura dejando su pierna al descubierto, dando una vista especialmente buena al sentarse.
Era la primera vez que usaba ese tipo de vestido, también la primera vez que se vestía así de sexy, lo mas sorprendente es que no era para su esposo, era para un hombre con el que apenas si había intercambiado unas pocas frases desde que se conocían, y aun así ahí estaba, vestida para el, dispuesta a hacer algo que nunca se imaginó que haría.
Sonriendo, terminó de peinarse y maquillarse y se dispuso a esperar al doctor Garza.
No tuvo que esperar mucho, apenas unos 10 minutos después de haber terminado, llamaron a su puerta, eran las 10 de la noche así que solo podría ser una persona a esa hora.
Abrió la puerta y se encontró ante si a un doctor bastante diferente al que veía cada dia en el hospital, para empezar, llevaba un traje gris que ciertamente lo hacia ver elegante, pero lo que mas le sorprendió sin duda fue ver que se había afeitado toda esa barba rara que tenia, estaba ante ella un hombre que por un momento no reconoció, lo cierto es que la barba casi de Santa Claus le daba cierto encanto y parecía ser la razón del porque sus pacientes tenían a relacionarse mas con el que con otros doctores, era una barba que aunque parezca increíble, generaba respeto.
Pero ahora, ante ella estaba sin ella, recuperada del shock inicial de verlo así, Adriana cayó en cuenta de algo, el doctor, sin barba era bastante atractivo, nunca lo había visto sin ella así que no había modo que lo hubiera notado, cierto que era mayor que ella, pero tenia la apariencia de un hombre maduro casi como los que salen en las películas de Hollywood, a los que las pequeñas arrugas en el rostro lejos de perjudicarles les benefician.
Durante unos instantes, ambos se quedaron viendo azorados, ella por el cambio en el rostro y descubrir a alguien mas apuesto de lo que se esperaba, el, por el cambio en la ropa, la joven enfermera se veía tan sensual en ese vestido que lo dejó sin habla.
—B…buenas noches —dijo el al fin.
—Buenas noches doctor —respondió ella recomponiéndose de la sorpresa y preparando su mejor sonrisa —disculpe mi reacción, pero nunca lo había visto sin barba.
—Jaja no pasa nada, solamente pensé que ya que es un día especial, debería verme digno para la ocasión.
«Día especial» pensó Adriana y sonrió «Parece que no soy la única que espera que pase algo»
—Bueno, tengo que decirle que se ve realmente apuesto así.
Esas palabras hicieron sonrojar al doctor Garza quien extendió su brazo esperando que ella pusiera el suyo encima.
—Y usted se ve realmente hermosa.
Con una sonrisa, ella puso su brazo sobre el de el y ambos se encaminaron al automóvil del doctor.
El lugar a donde la llevó era un restaurante, pero no cualquiera, sino uno de los más exclusivos y caros de la ciudad donde para su sorpresa, el doctor parecía ser un cliente habitual.
—Ah Doctor Garza, no lo reconocí sin su barba —dijo el recepcionista con una sonrisa y llamando con un gesto a un mesero —El los acompañara a su mesa —luego fijó su mirada en Adriana —Permítame decirle que su acompañante de esta noche es muy hermosa doctor.
—Gracias —respondió el mientras emprendía el camino siguiendo al mesero llevando a Adriana del brazo.
—La de esta noche ¿Eh? —dijo Adriana con una sonrisa —Así que suele traer mujeres aquí doctor.
—No le ponga atención a lo que diga —dijo el sonrojándose mientras Adriana sonreía.
Mientras se encaminaban a la mesa, era evidente que Adriana estaba acaparando todas las miradas, lo que la ponía un poco nervioso, pero al mismo tiempo la hacía sentir orgullosa de si mismo.
Orgullo que el doctor compartía, pues que lo vieran con semejante mujer hizo que su pecho se inflara.
La cena fue como se esperaba, comidas y bebidas caras que Adriana nunca en su vida había probado, hablaron de trabajo, un poco de su vida privada, rieron los chistes del otro, en resumen, fue una cena común y corriente donde una mirada aquí y una sonrisa allá eran las únicas pistas de que algo más podía ocurrir.
Fueron dos horas que a ambos se les hicieron lentas, el doctor estaba expectante, quería hacer suya a esa mujer, ella le había demostrado que también lo quería.
Adriana estaba nerviosa, por primera vez en su vida había subido a un auto y cenado con un hombre que no era su esposo, y por primera vez, esa noche ella y ese hombre…
—¿Quiere ir a adentro a tomar una copa? —preguntó quitándose el nerviosismo cuando llegaron a la puerta de su casa en el auto de él.
—Claro —fue todo lo que él respondió mirándola a los ojos.
No habían tomado más de una copa en el restaurante, así que ninguno de los dos estaba borracho, pero por como bajaron del auto, tambaleándose de los nervios, cualquiera que los viera creería lo contrario.
En cuanto entraron por la puerta, para sorpresa del doctor, Adriana se agarró al, dejando que sus tetas se tocaran con el brazo del doctor.
—Lo siento doctor, le mentí —dijo mostrando ingenuidad en su sonrisa.
—¿En qué? —Preguntó el abrazándola de la cintura.
—No tengo nada para beber.
—Es una pena —dijo el sonriendo.
—Pero… en… en mi habitación… hay algo mejor. ¿Quiere… venir a ver?
Se puso completamente roja, se sentía como una chica de secundaria cuando su novio la visita por primera vez, no es que sintiera nada por el doctor, pero nunca había hecho nada parecido, ni siquiera con Raúl.
—Seguro —respondió el doctor.
Mientras llevaba de la mano al doctor a su habitación, los 30 pasos que separan la puerta de entrada de la de la habitación se le hicieron eternos, con cada paso, un latido de su corazón, por su mente pasaron muchas imágenes, los tiempos felices con su esposo en esa misma habitación, los tiempos de discusiones también.
Se detuvo.
No debería hacer esto, era una mujer casada, su esposo confiaba en ella, él tenía un problema, ella tendría que apoyarlo, no traicionarlo, pero, su cuerpo se lo pedía, quería hacerlo… no, más que eso, lo necesitaba.
Siguió caminando y al fin, luego de todos sus pensamientos, luego de todos esos pasos, llegó a la puerta de la alcoba donde compartía su vida con Raúl, sin detenerse a pensarlo, la abrió y dejó entrar en ella por primera vez, a un intruso.
—¿Hay aquí hay algo mejor que una buena copa de vino? —preguntó el doctor con una sonrisa cínica.
—Ahora que estamos aquí, sí.
Entonces, Adriana, como un depredador que está devorando a su presa, se lanzó a los brazos de ese hombre, al que por 2 años había evitado, con el que nunca había hablado de otra cosa que no fuera trabajo y nunca más de 5 minutos seguidos, pero ahora, lo estaba besando como si quisiera comerse su boca entera.
Su lengua se introdujo en la de el que no opuso resistencia, en cambio, sus manos se posaron en el trasero de Adriana, quien sin inmutarse siguió besándolo, mientras sus lenguas jugaban dentro de sus bocas, reflexionó lo que estaba haciendo, no sentía nada por ese hombre, si acabo admiración por lo excelente doctor que era, pero a nivel personal, le era indiferente, y sin embargo ahí estaba, en su propia alcoba, besándolo mientras dejaba que le manoseara.
Pero… así es como debía ser, su corazón solo era para su esposo, lo que estaba haciendo ahora solo era, después de todo, liberar su cuerpo de la calentura que la había atacado estos últimos días.
Mientras continuaban besándose, poco a poco comenzaron a encaminarse hacia la cama las manos del doctor no se separaban del culo de su deseada enfermera, mientras las de ella poco a poco habían comenzado a dirigirse a su entrepierna hasta que la alcanzó.
Pudo sentir lo dura que tenía la verga incluso sobre el pantalón, y cuando llegaron a la cama, por fin pararon de besarse, se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que, sonriendo, y sin dejar de mirarlo, Adriana comenzó arrodillarse, era un poco difícil con un vestido tan ajustado, pero logró ponerse a la altura de su entrepierna.
Con sus manos, logró bajarle el pantalón con algo de esfuerzo, luego los boxers y finalmente liberó a la verga que estaba esperando.
Lo que vió… la decepcionó un poco, no es que fuera chica, Adriana no era buena comparando, pero pudo calcular que era un poco más grande que la de su esposo, pero era mas chica que la de don Roberto, se le quedó mirando, reprochándose a si misma por haber tenido esa reacción, con suerte, el doctor no la habría notado, no quería ofenderlo, se dijo que el problema era que vergas del tamaño de la de don Rodrigo no eran normales, no es que la de su esposo o esta que tenia ahora en sus manos tuvieran algo malo.
Volviendo a mirarlo a los ojos, le sonrió y se la metió en la boca de una vez, debido a que tu tamaño era menor que la de don Rodrigo, no tuvo tantos problemas para metérsela toda en la boca, durante unos segundos, se quedó así, con toda la verga del doctor en su boca, mirándolo a los ojos.
Luego de esos segundos, comenzó moverse, primero se la sacó de nuevo y comenzó a lamerla de arriba abajo, repitió la táctica que había hecho con su paciente el día anterior, la lamió unas cuantas veces, deteniéndose ocasionalmente en la punta para darle pequeños besos que hacían temblar al doctor.
Sin darle tiempo a decir o hace nada, Adriana continuo devorando poco a poco el pedazo de carne que tenía ante ella, introduciéndolo en su boca y volviéndolo a sacar, en cierto momento, mientras mantenía el miembro erecto en su boca y hacia el movimiento con su lengua intentando abarcar lo máximo posible, llevó ambas manos a la parte trasera de su cuello y comenzó a soltar los tirantes de su vestido, le costó algo de trabajo por el movimiento, pero cuando lo logró por fin, sus grandes quedaron libres de la prisión que el vestido les significaba.
Mientras, el doctor no podía creer su buena suerte, estaba recibiendo una felación de su enfermera favorita, a la que había contratado únicamente por lo buena que estaba, esperando poder estar como ahora, aunque lo cierto es que su buen trabajo y sus conocimientos de medicina lo habían sorprendido, llegado al grado que realmente respetaba su forma de tratar a los pacientes, y ese respeto no hizo más que aumentar su deseo por ella y ahora por fin, estaba cumpliendo su fantasía, por supuesto, no iba a conformarse con tan solo una mamada.
Cuando las tetas de Adriana quedaron libres, la mujer volvió a llevar sus dos manos la verga erecta del doctor, mas correctamente, llevo una mano a la verga y la otra a sus testículos, le sorprendió ver que llevaba toda la entrepierna depilada, al contrario que su esposo o el señor Rodrigo, no tenía ni un atisbo de vello púbico, por un momento, mientras masajeaba las bolas grandes del doctor, se lo imaginó depilándoselas y una sonrisa pasó por su mente.
Siguió con su mamada, lentamente recorría con la lengua cada milímetro de esa dura verga, hasta que la sintió palpitar, entonces supo que era el momento de parar, no quería que se corriera tan rápido.
Se puso de pie y cara a cara con el doctor, llevó su boca a la de el para continuar besándose, como dos jóvenes amantes se dejaron caer en la cama mientras uno luchaba por desnudar completamente al otro, el doctor lo consiguió primero, el vestido era mucho mas fácil de quitar, para cuando ambos cayeron a la cama, ella encima de el, Adriana ya solo estaba con su tanga negra puesta, siguieron besándose durante varios minutos.
Mismos que el doctor aprovechó para comenzar a manosear las tetas de su enfermera, eran la gloria, firmes pero suaves a la vez, grandes pero no exagerados, tenían sin duda la forma y tamaño perfecto.
Dejó de besar a Adriana y llevó su boca a su teta izquierda, comenzó a chupar como si su vida dependiera de ello, lo apretaba con una mano y lo chupaba de forma casi bestial, pero cuidando de no hacerlo tan fuerte como para lastimarla.
—mmmm ooooh oooh —gemía casi en un susurro Adriana que era la primera vez que experimentaba algo así.
El doctor seguía chupando la teta de la enfermera mientras con su otra mano estaba buscando su vagina, la encontró, estaba mojada, no, el termino correcto sería empapada, nunca había sentido una tan húmeda como esa, estaba chorreando, casi literalmente.
—Lo siento doctor —dijo de repente Adriana —pero, ya no aguanto más.
Entonces, subió un poco su cadera y con su mano derecha llevó la punta de la verga del doctor directamente a la entrada de su vagina, mirándolo a los ojos, sonrió, y se dejó caer sobre ella ensartándose de una vez el miembro de ese hombre.
«Por fin» pensó «Después de tanto tiempooo»
Sin dejar de mirarlo a los ojos, comenzó a cabalgarlo como hace mucho que no hacía a nadie, lo hacía con fuerza, tanta que el sonido de su trasero chocando contra las piernas del doctor parecía como dos platos chocando uno contra otro.
Subia y bajaba con tanta fuerza que no tardó mucho en cansarse.
—Estooo ess maraaaavillooosooooo —decía entre gritos mientras disfrutaba por fin de lo que llevaba tanto tiempo deseando.
—Adriana —dijo el doctor con la respiración cortada —siempre quise hacer esto con usted.
—Lo sé… doctor… lo sé —también la respiración de Adriana era entrecortada.
«Lo estoy haciendo» se dijo en su mente «Estoy engañando a Raúl, lo siento»
Cada vez que se movía hacia arriba y debajo de la verga del doctor sus tetas rebotaban de una manera increíble, manteniendo al hombre embobado.
«Lo siento de verdad cariño» pensó de nuevo, y de sus ojos empezaron a salir unas cuantas lágrimas «Pero de verdad, necesitaba esto»
Al mismo tiempo que pensaba eso, comenzó a sentir su vientre caliente, con sorpresa, reconoció esa sensación, el doctor se había venido, había vaciado chorros de semen dentro de su vagina.
Mientras sentía eso, por fin las fuerzas le fallaron por la intensidad con que había cabalgado la verga del doctor, calló rendida sobre su pecho y lo miró con ojos de reproche.
—Doctor, no fue buena idea que se viniera dentro de mi.
—Intenté avisarte, pero no hiciste caso a lo que te decía.
Adriana se sorprendió, había estado tan inmersa en sus pensamientos que no escuchó nada.
—Bueno, la próxima vez seremos más cuidadosos.
—¿Próxima?
—Claro —dijo ella con una sonrisa —yo ni siquiera me he venido.
Y comenzó a besarlo de nuevo.
Cuando Adriana despertó esa mañana, notó el cuerpo cansado, pero por primera vez en meses, no era cansancio por el trabajo, era un cansancio más placentero, miró a su alrededor, el doctor no estaba en la cama, sonrió al recordar lo que había pasado.
Después de esa primera cabalgada, habían continuado teniendo sexo durante un buen rato, hasta que Adriana logró por fin tener su anhelado orgasmo y ambos exhaustos cayeron dormidos con ella sobre su pecho.
Luego de esa primera sonrisa, a su mente llegó el sentimiento que no quería tener… remordimiento, había sido infiel, eso era malo, no debió pasar, no, definitivamente no debió.
En su rostro se dibujó entonces un gesto de tristeza, pero, sobre todo, de culpabilidad, estaba a punto de ponerse a llorar cuando sonó su teléfono.
—Hola zorra, te estoy esperando —Había respondido sin mirar quien era, pero reconoció de inmediato la voz de Roberto.
—¿Qué? —dijo Adriana que no recordaba a que se refería.
—Que te estoy esperando en mi casa ¿acaso no te dije que te iba a hacer mi mujer el día de hoy?
Adriana entonces recordó lo que había pasado con su cuñado, como ella lo había seducido y como incluso le había pedido que la follara.
—Yo… mira Roberto, creo deberíamos olvidar lo que pasó, ambos estamos casados, fue… una tontería de mi parte haberte dado esperanza.
—De eso nada —respondió Roberto —Ahora quiero follarte y lo voy a hacer, de hecho, te conviene venir, tengo algo que decirte sobre tu maridito…
Eso sorprendió bastante a Adriana.
—¿Qué pasa con Raúl?
—Pues, si quieres saberlo tendrás que venir a verme.
—No, seguro es solo un truco para que vaya a tu casa.
—Claro que es un truco —respondió Roberto riendo a carcajadas —Quiero que vengas para poder follarte, pero también es la verdad.
—No, no te creo, será mejor que cuelgue, y por favor, olvida lo que pasó, no volverá a ocurrir.
Esto último lo dijo porque se había propuesto que solo lo haría una vez, se quitaría la calentura del cuerpo y luego volvería a su vida de esposa feliz y apoyaría a Raúl a salir de su problema.
—Espera —dijo Roberto —Mira, te diré esto, ven aquí, yo te diré lo que tengo que decirte y luego tu decidirás que hacer, si quieres que olvidemos todo, lo olvidamos y seguimos siendo amigos, sabes que soy un hombre de palabra, pero esto, es algo que creo que necesitas saber.
Adriana suspiró, había algo de verdad en sus palabras, podía ser un hombre de pocos modales, al menos cuando se trataba de sexo al parecer, pero, era un hombre que cumplía sus palabras, no creía que fuera a hacer nada contra su voluntad.
—Está bien, pero más vale que no sea una broma.
—No lo es, te espero aquí en una hora entonces.
Adriana se levantó, aún tenía el cuerpo pegajoso, intentó alejar el sentimiento de culpa y se dirigió a la ducha, miró el reloj, eran las 2 de la tarde, había dormido hasta tarde, menos mal que ese día se lo dieron libre en el trabajo a los que se suponía que irían a la fiesta y los del turno nocturno se encargarían de trabajar todo el día, mientras que los del turno de día trabajarían extra la siguiente semana cuando fuera la fiesta para los de la tarde.
Una hora después, estaba en casa de su hermana tocando el timbre, se había puesto ropa casual, unos jeans algo ajustados, una camisa verde y una chaqueta café por encima, nada provocador.
—Hola cuñada —dijo Roberto cuando abrió la puerta —pasa, pasa.
Adriana así lo hizo.
—¿Y Erika?
—Trabajando, y tu sobrino se fue con sus amigos, me asegure de que estuviéramos los dos solos.
—Si si, ahora dime, ¿Qué es eso tan importante que querías decirme?
—¿No quieres tomar algo antes? Será algo difícil de digerir
—No, dímelo ya.
Adriana tomó asiento en la sala, estaba nerviosa, no sabia que es lo que le iba a decir sobre su esposo, ¿acaso Raúl le era infiel? Contra su voluntad, se encontró a si misma deseando que así fuera, si Raúl la engañaba, la culpa que ahora sentía desaparecería… pero no, era imposible, con su problema de erección era imposible que Raúl estuviera con cualquier mujer, tenia que ser otra cosa.
—Bueno, no creo que haya forma de decir esto amablemente así que aquí voy.
Roberto comenzó a hablarle de su charla con Raúl del otro día.
Mientras escuchaba, Adriana primero se río, era imposible que fuera verdad, pero conforme iba avanzando, comenzó a preocuparte, no, no era posible que su propio esposo quisiera entregarla a otro hombre, no, la culpa le estaba jugando una mala pasada al hacerla creer que esa estúpida historia fuera real, sí, eso tenía que ser, Roberto seguramente se estaba inventando eso para lograr que ella se acostara con el.
—Eso que dices es de verdad una historia interesante —dijo Adriana cuando su cuñado terminó de hablar —me sorprende que pudieras inventarte algo así.
—Inventado ¿eh? —Respondió Roberto con una sonrisa malévola y para su sorpresa sacó su teléfono celular —entonces supongo que tienes que escuchar esto.
Del teléfono entonces salió la voz de Raúl, sin duda era el, pero ¿Cómo?...
Adriana comenzó a llorar mientras escuchaba las palabras de Raúl, era verdad, todo lo que había dicho Roberto era cierto, su propio esposo quería que ella se acostara con otro hombre y además… ¿grabarlo? ¿pero con qué clase de hombre estaba casada?.
Ella nunca se había imaginado que Raúl tuviera esas perversiones en la mente, siempre había sido tan dulce.
De pronto, su culpa pasó a ser decepción y luego rabia.
Si, ella se había acostado con otro hombre, pero había sido su decisión, ¿Quién se creía Raúl para estarla ofreciendo como si fuera un pedazo de carne al mejor postor?
Su rabia iba creciendo al tiempo que iba escuchando la grabación, pero también su tristeza.
—Y bueno, eso es todo —dijo Raúl guardando su teléfono cuando la grabación terminó —cuando comenzó a hablarme de eso creí que sería buena idea tener algo de evidencia, inteligente ¿no?
Adriana no dijo nada
—Pero bueno, me sorprendió, siempre había tenido deseos por ti, y el que tu propio esposo fuera el que me llamara para pedirme algo como eso fue como…
—Bórralo —dijo Adriana al final —borra ese audio, no quiero que nadie más sepa de su existencia.
Roberto la miró con cara de sorpresa primero y luego comenzó a reírse.
—Jajaja cuñadita, no creerás que voy a eliminar la evidencia que tengo ¿o si?, con esto podría conseguir muchas cosas de tu esposo.
—No —dijo Adriana levantando el rostro y mirándolo a los ojos, en su rostro había lagrimas, pero en sus ojos se veía una determinación inédita en ella y sobre todo… ira —lo borraras, porque si no lo haces, no conseguirás lo que realmente quieres.
Roberto volvió a sonreír.
—¿Me quieres a mi verdad?
Roberto asintió.
—Bueno, entonces me tendrás —dijo y se encaminó hacia su cuñado —¿Tienes todo listo para grabar?
De nuevo, su cuñado asintió, esta vez, con una sonrisa.
—Bien —Adriana limpio las lágrimas de su rostro —Porque desde hoy, voy a comenzar a hacerle un regalo muy especial a mi esposo.
UN AÑO DESPUES…
—Amor, luego de la cena, hay algo que quiero mostrarte —le dijo Adriana con una sonrisa a Raúl.
—Claro amor, está bien —respondió este con una sonrisa igual o mas profunda.
Ya había pasado más de un año desde que comenzó con su problema de disfunción eréctil, había pasado un año desde que le pidió a Roberto aquella locura, por suerte para Raúl, Roberto se había negado, claro, no iba a arriesgar a su familia por una tontería como esa.
Desde entonces, Raúl había seguido con su problema de erección, las únicas veces que lograba que su verga se parara era cuando estando solo imaginaba a su esposa con otro, pero nunca se atrevería a pedírselo, ella era demasiado valiosa como para perderla.
Durante ese año su relación había vuelto a como era antes, es cierto que no había sexo, pero se llevaban igual de bien que antes, habían ido a viajes juntos, a veces solos, a veces acompañados por familiares y amigos, y se habían divertido mucho.
Sí, no quería arriesgarse a perder a la mujer que tanto amaba.
—¿Qué querías mostrarme mi amor? —preguntó Raúl cuando hubo terminado de cenar.
—Toma asiento por favor —le respondió su esposa con una sonrisa indicando el sofá frente a la tele.
Cuando Raúl se sentó, Adriana se acercó a la tele y le conectó una memoria USB
—Ah, ¿quieres ver alguna película?
—Algo así amor, seguro te va a gustar.
Permaneciendo de pie a un lado del sofá, con el control remoto entró a una carpeta que llevaba por nombre “Regalo para Raúl” dentro de ella, había varios videos, todos llevaban por nombre solamente un número, 1,2,3… La pantalla solo mostraba los 10 primeros así que Raúl no supo cuántos eran en total.
—Verás amor —comenzó a hablar Adriana, la miró, en su rostro había una gran sonrisa —hace un año decidí comenzar a preparar un regalo para ti, lo hice con todo mi amor así que espero que guste.
Sonriendo todavía, comenzó a reproducir el primer video.
Raúl abrió los ojos como platos y comenzó a sudar frio cuando vio lo que estaba pasando en la pantalla.
Adriana y Roberto estaban desnudos, sentados en una cama mirando hacia el.
—Hola querido —Comenzó a hablar la Adriana del video —Roberto me acaba de contar de tus deseos ocultos sobre mi, y como yo te amo tanto, he decidido hacerlo realidad, en un año exactamente a partir de hoy te entregaré este regalo.
Raúl, con la cara desencajada miró a su esposa, que aún sonreía a un lado del sofá.
—Durante este año, haré el amor con la mayor cantidad de personas posibles, y como tu querías, los grabaré para que puedas verlo en un año —la Adriana del video entonces tomó con su mano la erecta verga de Roberto —y como tambien querías, el primero con quien lo haré será con Roberto, esto es para que lo disfrutes así que… espero que te guste.
Y ante sus ojos, comenzaron a follar.
Raúl estaba congelado de la impresión, tenia que ser mentira, no, su esposa no podía hacerle eso no…
Con rabia en los ojos, miró a Adriana que seguía sonriendo, aunque ahora no era una sonrisa de alegría o de amor, era una sonrisa de venganza.
Raúl le arrebató el control de la TV y salió del video, luego, muy a su pesar, comenzó a reproducir algunos otros videos.
¿Pero que era todo eso? ¿De verdad su esposa se había acostado con tantos hombres? Espera ¿no era ese su sobrino en uno de ellos? ¿El hospital? ¿Ese viejo al que su esposa estaba cabalgando en otro video era un paciente? ¿Acaso esa no era la habitación del hotel donde se habían hospedado durante su viaje a la playa?
Se llevó las manos a la cabeza.
—¿Porqué? —fue todo lo que alcanzó a preguntar con un hilo de voz.
—¿De verdad me preguntas eso amor? —dijo ella acercándose esta vez por enfrente de el —Tú fuiste el que me ofreció como mercancía al primer hombre que se ocurrió, yo solo cumplía lo que tu querías —levantó la cabeza de Raúl por la barbilla —¿Y bien? ¿Te gusta?
Bajó su vista a la entrepierna de Raúl y sonrió —Ya veo que sí.
Se agachó y comenzó a bajarle el pantalón, él se dejó hacer, estaba demasiado shockeado como para oponerse a algo.
—Vaya ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que vi a este amigo por última vez?
Raúl llevó su vista a su entrepierna… su pene, estaba erecto, quería llorar, se sentía como un monstruo por excitarse en esta situación.
Adriana había tomado su pene y había comenzado a masajearlo cuando sonó su teléfono, al parecer era un mensaje.
—Ah —dijo al revisarlo —lo siento amor, tengo que irme, tengo una cita con un amigo —volteo a ver la televisión y luego la verga de Raúl.
—Sigue viendo mi regalo —tomó su bolso de la mesa y se encaminó a la puerta, una vez fuera se detuvo y lo miró —me aseguraré de traerte más.
FIN
Nota final del autor:
Hola, soy elcuentacuentos, quisiera dedicarles unas palabras luego de haber terminado esta historia, primero que nada, gracias por leerla, espero que les haya gustado como a mi me gustó escribirla, en realidad esta fue la primera historia erótica que escribí por lo que es normal que haya fallas, así que me alegraría de recibir sus críticas constructivas para mejorar.
Además, me gustaría aclarar que aunque fue la primera que escribí, la había dejado al olvido desde hace casi dos años cuando solo tenía los dos primeros capítulos escritos, y no fue si no hasta hace unas 4 semanas cuando me decidí por fin a continuarla, debido a que en esos años no había escrito nada (las otras historias que he subido también las escribí por aquel entonces aunque las edité un poco antes de subirlas, y tampoco nunca las terminé), es normal que no se note ningún progreso en el estilo de escritura, pero ya que disfruté tanto escribirla, prometo que voy a continuar escribiendo relatos eróticos y mejoraré poco a poco.
Ahora, quería aclarar que se que el final de esta historia es un tanto apresurado, me gustaría explicarlo: lo que pasa es que durante la escritura de este cuarto y último capítulo ocurrieron cosas personales que me dejaron con nada de tiempo para escribirlo, así que en los pocos ratos libres que tenía iba escribiendo un poco, pero me di cuenta de que sería imposible escribir todo lo que tenía en mente y terminar la serie en el número de episodios que yo tenía planeados (en realidad la serie iba a ser de 6 o 7 capítulos), así que decidí que era mejor darle un final abierto en lugar de tenerlos esperando durante meses o años para otro final, es por esto que la escena entre Adriana y el doctor Garza es tan corta, pensaba hacerla bastante mas larga, pero tuve que sacrificarla y también la escena de sexo que tenía planeada entre Adriana y su cuñado cuando este le dijera la verdad de Raúl.
Pero, me di algo de margen y es por eso que agregué el TimeSkip de un año al final, debido a que durante los meses siguientes no tendré mucho tiempo, el poco que tenga planeo usarlo para escribir pequeños relatos complementarios con Adriana como protagonista donde narre lo que pasó en ese año, plasmando las ideas que tenía para la historia, serán tal vez historias mas cortas que estos relatos para poder escribirlos en el poco tiempo que tenga, pero es mi intención y espero que a ustedes también les guste la idea.
Alternativo a esto, tengo algunas ideas para empezar otras series así que también poco a poco comenzaré a escribirlas, esto será lento pero espero que si les han gustado los relatos que he subido hasta ahora, me tengan paciencia porque planeo subir más.
Y eso es todo, de nuevo, muchas gracias por leer, y nos leemos en otra ocasión.
PD: No puedo prometer que terminaré las historias que ya he subido (algunas de ellas incluso las eliminé porque no tenía confianza en terminarlas) porque me centraré más en lo que ya dije mas arriba, pero si está en mi mano, lo intentaré.