Adriana II

Las noches son demasiado largas...

II

El sopor de las copas se disipó mientras caminábamos y tuve plena conciencia de lo que sucedía. Mordí mi labio inferior y giré mi rostro hacia una de ellas… - ¡No me lastimen, por favor! – Le pedí.

Su amiga contestó al escucharme…

  • ¡Mira gordita!… – Me acaricio una teta – No vamos a hacerte nada que no quieras. ¡Si te quieres ir es tu pedo!, pero… ¿te quieres quedar a media calle y sola a esta hora? – Pregunto sonriendo

La amiga me tenía agarrada de la cintura. Soltándome me miro…

  • ¡Ándale golfa!, camínale a ver si encuentras un taxi o te regresas y buscas a tus pinches amigas. –

«¡Ta madre!» Pensé. La calle estaba vacía y ni carros pasaban. Por otro lado, me sentía muy excitada…

  • N…no me quiero quedar sola – Balbucee

  • ¡Lo que quieres es que te demos una cojidota! – Las dos se rieron y sentí emociones varias…

Una me tomo de la cara apretándome las mejillas girándome para que la mirara. Sus ojos brillaban con las tenues luces de la calle reflejándose en ellos.

Su amiga se pegó a mí, abrazándome por la espalda, podía escuchar su respiración en mi oído y percibí su aliento algo alcoholizado… - ¡Pídeselo! – Dijo susurrándome

Mi respiración se aceleró, sentí mis piernas temblando…

  • ¡Quiero una cojidota! – Conteste con un jadeo atenuado por los dedos que me apretaban la cara.

Me soltó y miro fijamente… - ¡No te oigo, pinche marrana! – Exclamo fuerte.

  • ¡Ponganme una cojidotaaa! – Gemí más fuerte

  • ¿Qué quieres, cerda? – Pregunto nuevamente

En ese momento estaba ya enfebrecida…

  • ¡Quiero que me metan una cojidotaaaa! – Grite de plano

  • ¡Eso es lo que queríamos escuchar! -  contesto dándome una ligera palmada en la cara.

Mientras esperábamos el “Didi” recibí toda clase de caricias, se turnaron para besarme y meter sus lenguas en mi boca, pellizcarme los pezones o nalguearme indiscriminadamente. Durante el trayecto solamente las miraba mordiéndome los labios, el chismoso operador curioseaba por el retrovisor sin decir palabra a los besillos que me daban.

Bajamos frente a un hotelucho en la colonia Doctores, sórdido y lleno de pintas a los lados de la puerta. Me jalaron a trompicones dentro del lugar.

Me quede parada metros atrás mientras una de ellas hablaba en la administración, de repente me llamo…

  • ¡Págale! – Dijo mirándome

Su amiga se acercó y me dijo muy bajito al oído… - No pensarás que vamos a pagarte nosotras, ¿verdad? –

Entrecerré mis ojos, me sentí muy excitada. Saque de la bolsa de mis jeans un billetito de 500 que tenía doblado y se lo entregue al tipo que lo recibió sin más, despues regresándome 20 pesos. Al momento que recibía las monedas la que estaba a mi lado me las quito…

  • Esto pagará parte del “Didi”, gordita… - Se rio y me tomo la mano guiándome hacia las escaleras viejas que había a un lado de la recepción. La otra nos siguió hasta el segundo piso donde nos metimos a una habitación.

  • ¡Métete a bañar!, ¡no queremos chingarnos a una gorda cochina!, pero encuérate aquí – Me pidió la que había entrado al último mientras cerraba la puerta meticulosamente pasándole el segurito con cadena.

Me senté al borde de la cama para sacarme los tenis y mientras lo hacía echaba miraditas a las dos quienes me veían y se cuchicheaban. Desabroche el botón de mi pantalón y lo comencé a bajar moviendo las caderas hasta que lo retire de un jalón dejándolo tirado a un lado…

  • ¿Así de ordenadita eres en tu casa? – Pregunto una…

No le conteste y me agarre la blusa levantándola del borde inferior hasta sacármela. Mis tetas cayeron por su peso después de que la tela las atrapara al hacer la maniobra. Quede en tanga y brassiere, después me deshice de la prendita inferior haciendo que me resbalara por las piernas y con un pie se las aventé riendo.

  • ¡Órale cabrona!, no nos avientes tu pinche mugre – La que la tenía más cerca le dio una patadita dejándola quien sabe dónde.

Finalmente me quité el suje y lo aventé sobre una silla que había por ahí.

Me regodeé mostrándoles mis pechos y ambas se mordieron los labios viéndome.

  • ¡Al baño, puta! – Grito una

Me levante y me metí al bañito sin cerrar la puerta, abrí la llave de agua y espere… La condenada salía helada e intenté con la otra hasta que comenzó a tomar calor…

  • ¡Tállate bien! – escuché que me gritaban y sus risas. Al pasarme las manos por la cuquita sentí que me estremecía y me apuré a enjabonarme dejando que el cabello solamente se me mojara un poco. Terminé lo más rápidamente que pude y me salí buscando la toalla que estaba dobladita cerca del lavamanos, me seque y a pelo regrese a la recámara…

  • ¡Ven! – dijeron casi al mismo tiempo las dos. Caminé despacio y me metí en el pequeño espacio que me habían dejado en medio de la cama, entre ellas. Al acostarme mis tetas cayeron a los lados y rápidamente las agarraron zarandeándolas.

  • Cuando te vi, no pensé que las tuvieras tan grandes, ¡pinche gorda! – dijo la que estaba a mi izquierda y comenzó a lamerme el pezón que ya tenía apuntando al techo bien duro y gordo.

La otra tomo mi pezón derecho entre sus dedos y yo involuntariamente abrí mis piernas y flexionándolas comencé a mover mis caderas arriba y abajo rítmicamente como si un fantasma me hiciera el amor.

  • ¿Estás muy caliente? – Pregunto la que me atenazaba el pezón. Giro sus dedos suaves sobre él y me miro esperando respuesta.

Moví la cabeza afirmativamente y dirigí mi vista a la otra quien me chupaba dando jaloncitos y mordiditas.

  • ¡Q… Quiero que me metan una cojidota! – Les pedí lastimeramente, jadeando excitadísima.

Rieron al escucharme y la noche no acababa…